¿Pero qué pasa con el original? Si sale de la cabina en la cual hemos realizado el inventario de sus átomos, es evidente que no ha partido a ningún lugar, sino que se ha quedado donde estuvo hasta el momento. Fuera de eso, aun si millones de sus copias han comenzado su existencia en los aparatos receptores, eso en nada cambia la situación del Smith original: si no le decimos nada, se irá a su casa sin tener la más mínima idea de lo que realmente ha ocurrido. Entonces resulta que hay que destruir el "original", enseguida después del "inventario atómico". Puestos en la situación del Señor Smith, con facilidad advertiremos que las perspectivas de su viaje telegráfico no son para nada color de rosa. En realidad, parecería que morirá en la cabina, asesinado una vez y para siempre , en tanto que de los receptores saldrán individuos idealmente parecidos a él , pero no él mismo. Porque es así: entre casa estado del hombre y su estado anterior hay un estricto vínculo causal. En el momento T1 vivencio el gusto dulce, porque en el momento T2 me han puesto sobre la lengua un terrón de azúcar. Entre el señor Smith y su retrato atómico también hay un vínculo causal: el retrato es tal y cual, dado que hemos actuado sobre el cuerpo de Smith así y asá, y gracias a esa acción se ha llegado a un envío informativo completo sobre la constitución del señor Smith. De igual modo, existe un vínculo informativo y casual entre el retrato atómico y las "copias" que salen de los receptores, dado que han sido construidas tal como lo indicaban las indicaciones del "retrato". ¿Pero qué relaciones acaecen entre la totalidad de esas transformaciones (Smith como organismo vivo, Smith como información enviada y los múltiples Smith copiados acorde con esa información) y la muerte del señor Smith, que provocamos apenas terminado el retrato atómico?
Stanislaw Lem, Summa Technologiae
Hace ya dos años, les comenté con profusión este extenso ensayo filosófico-tecnológico de Stanislaw Lem en una serie de entradas de este blog, de título Los laberintos de la ciencia (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí). Leí este libro en traducción inglesa y en su momento me fascinó hasta la obsesión, como demuestra mi prolijidad analítica o el hecho de que lo releyera entero apenas terminado. Lo he vuelto a revisar ahora en traducción española, variante argentina, y no me ha despertado el entusiasmo de antaño. En varias ocasiones me sentí fuera del libro, lejano y desapegado.
No es un problema del ensayo de Lem, al que haya descubierto ahora como vacuo y baldío, ni mucho menos de la traducción, modélica y escrupulosa. Se trata más bien de una cuestión de tempo. El hecho de leer en una lengua, el inglés, que no es la mía materna, me forzaba a bajar el ritmo, a prestar más atención a lo contado, pudiendo así digerirlo y asimilarlo. Leer en castellano, por el contrario, me lleva a correr más de lo debido, por lo que, sin pretenderlo, me salto pasajes, los visitó descuidado. Se me escapan, desapercibidas, las ideas que Lem intenta resaltar y con ellas las conclusiones en las que Lem quiere que reparemos.
No es un problema del ensayo de Lem, al que haya descubierto ahora como vacuo y baldío, ni mucho menos de la traducción, modélica y escrupulosa. Se trata más bien de una cuestión de tempo. El hecho de leer en una lengua, el inglés, que no es la mía materna, me forzaba a bajar el ritmo, a prestar más atención a lo contado, pudiendo así digerirlo y asimilarlo. Leer en castellano, por el contrario, me lleva a correr más de lo debido, por lo que, sin pretenderlo, me salto pasajes, los visitó descuidado. Se me escapan, desapercibidas, las ideas que Lem intenta resaltar y con ellas las conclusiones en las que Lem quiere que reparemos.
Porque hay algo innegable: Summa Technologiae es un libro importantísimo. O lo hubiera sido si se hubiera publicado en Occidente en los años sesenta. En él, Lem intenta atisbar en las posibilidades que el futuro tecnológico podría traernos, tanto en sus aspectos positivos como en los negativos. Y no se trata de un ejercicio de futurología al uso, de ésos que, llegado el futuro que pretenden adivinar, sólo sirven como burla y diversión de los contemporáneos, regocijados al comprobar lo equivocados que estaban sus anticipados. No, lo que Lem cuenta es tan relevante y pertinente que mucho forma parte ya de nuestro presente, desde hace apenas unas décadas. incluso años.Tanto más sorprendente su pensamos en la cisura cultural que, en los veinte años que median entre 1990 y 2010, han creado la internet y los móviles.