The pages of history go silent. But the stones of Athens provide a small coda to the story of the seven philosophers. It is clear, from the archaeological evidence, that the grand villa on the slopes of the Achropolis was confiscated not long after the philosophers left. It is also clear that it was given to a new Christian owner.
Whoever this Christian was, they had little time for ancient art that filled the house. The beautiful pool was turned into a baptistery. The statues above it were evidently considered intolerable: the finely wrought images of Zeus, Apollo and Pan were hacked away. Mutilated stumps is all that remain of the faces of the gods; ugly and incongruous above their still delicate bodies. The statues were tossed into the well. The mosaic on the floor of the dining room fared little better. Its great central panel, which had contained another pagan scene, was roughly removed. A crude cross pattern, of vastly inferior workmanship, was laid in its place.
The lovely statue of Athena, the goddess of wisdom, suffered as badly as the statue of Athena in Palmyra had. Not only was she beheaded she was then, a final humiliation, place face down in the corner of a courtyard to be used as a step. Over coming years, her back would be worn away as the goddess of wisdom was ground down by generation of Christian feet.
The "triumph" of Christianity was complete.
Catherine Nixey, The Darkening Age
Los libros de historia callan, pero las piedras de Atenas nos dan un breve epílogo a la historia de los siete filósofos (los últimos representantes de la Academia platónica). El registro arqueológico es claro: la gran mansión en la falda de la Acrópolis fue confiscada al poco de marcharse los filósofos. Así como que fue cedida a un nuevo propietario cristiano.
Fuera quien fuera, tenía poco tiempo que perder con el arte antiguo que llenaba la casa. El bello estanque fue transformado en un baptisterio y las estatuas que lo dominaban, es evidente, fueron consideradas intolerables. Las finamente talladas imágenes de Zeus, Apollo y Pan fueron desfiguradas a golpes. Unas facciones mutiladas es lo único que queda de los rostros de los dioses. Feas e incongruentes, sobre unos cuerpos aún delicados. Las estatuas fueron luego arrojadas al pozo. El mosaico en el suelo del comedor no tuvo mejor suerte. Su gran panel central, que contenía una escena pagana fue retirado sin miramientos. Un patrón cruciforme, de muchísima peor ejecución, se colocó en su lugar.
La encantadora estatua de Atenea, la diosa de la sabiduría, sufrió un tratamiento igual de malo que el de la Atenea de Palmira. No sólo fue decapitada, sino que, como humillación final, se la colocó boca abajo en una esquina del patio, para ser usada como escalón. Durante los años que siquieron, su espalada sería erosionada por generaciones de pies cristianos, al igual que lo había sido su consideración como diosa de la sabiduría.
El " triunfo" de la Cristiandad era completo.
Por utilizar un lugar común, se puede decir que este libro, que narra la turbulenta transición del paganismo al cristianismo en el Imperio Romano, ha venido precedido de un pequeño escándalo. Por ponerles un ejemplo, casi al inicio Nixey narra como la estatua de la Atenea/Allat de Palmira fue hecha pedazos y desfigurada en el siglo IV, un destino repetido en el siglo XXI, esta vez con la imagen reconstruida que se custodiaba en el museo arqueológico de esa ciudad. La única diferencia entre ambas destrucciones estriba en que la más reciente fue realizada por los miembros del ISIS, mientras que la más antigua estuvo a cargo de fanáticos cristianos.
Este símil puede parecer exagerado a algunos, incluso intolerable, ya que, alegarán, no tiene sentido comparar una religión respetada por millones de fieles, que presume de caridad y compasión, con las acciones de un puñado de extremistas rabiosos y despiadados. Sin embargo, lo que ha realizado Nixey en este libro es, simplemente, narrar un secreto a voces. Como sabrán, entre los siglos IV y V de nuestra era, el cristianismo reemplazó por completo al paganismo, llevando al cierre de sus templos, la retirada de las estatuas de los dioses y la pérdida de gran parte de la literatura y filosofía grecolatinas. Esto es conocido, pero lo que no se suele contar es cómo se llevó a cabo ese proceso. Si fue de forma pacífica o violenta, si fue acompañado por destruciónes o no, si la pérdida del saber fue involuntaria o planificada.
Esto es lo que se propone contarnos Nixey y el resultado no es muy favorable para ese cristianismo triunfante de los siglos IV y V, que queda retratado como un grupo de fanáticos ignorantes. O al menos sus sectores más combativos y revolucionarios.
Por utilizar un lugar común, se puede decir que este libro, que narra la turbulenta transición del paganismo al cristianismo en el Imperio Romano, ha venido precedido de un pequeño escándalo. Por ponerles un ejemplo, casi al inicio Nixey narra como la estatua de la Atenea/Allat de Palmira fue hecha pedazos y desfigurada en el siglo IV, un destino repetido en el siglo XXI, esta vez con la imagen reconstruida que se custodiaba en el museo arqueológico de esa ciudad. La única diferencia entre ambas destrucciones estriba en que la más reciente fue realizada por los miembros del ISIS, mientras que la más antigua estuvo a cargo de fanáticos cristianos.
Este símil puede parecer exagerado a algunos, incluso intolerable, ya que, alegarán, no tiene sentido comparar una religión respetada por millones de fieles, que presume de caridad y compasión, con las acciones de un puñado de extremistas rabiosos y despiadados. Sin embargo, lo que ha realizado Nixey en este libro es, simplemente, narrar un secreto a voces. Como sabrán, entre los siglos IV y V de nuestra era, el cristianismo reemplazó por completo al paganismo, llevando al cierre de sus templos, la retirada de las estatuas de los dioses y la pérdida de gran parte de la literatura y filosofía grecolatinas. Esto es conocido, pero lo que no se suele contar es cómo se llevó a cabo ese proceso. Si fue de forma pacífica o violenta, si fue acompañado por destruciónes o no, si la pérdida del saber fue involuntaria o planificada.
Esto es lo que se propone contarnos Nixey y el resultado no es muy favorable para ese cristianismo triunfante de los siglos IV y V, que queda retratado como un grupo de fanáticos ignorantes. O al menos sus sectores más combativos y revolucionarios.