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martes, 21 de septiembre de 2021
lunes, 23 de diciembre de 2019
Para terminar con todas las guerras
Por eso digo a mis hermanos, los proletarios luchadores:
«¡Liberaos de los prejuicios burgueses!
¡Luchad contra el capitalismo dentro de vosotros mismos!
En vuestros pensamientos y acciones, todavía acecha terriblemente el filisteo y el soldado, y en cada uno de ellos se esconde un sargento armado que desea ordenar y dominar, aunque sea sólo a sus propios camaradas o a su esposa e hijos, ¡a su familia!»
Pero también les digo a esos burgueses pacifistas que únicamente buscan luchar contra la guerra, pastas de té y miradas piadosas:
«Luchad contra el capitalismo y ¡lucharéis contra todas las guerras!
Luchad contra el campo de batalla en las fábricas y en las minas, contra la muerte heroica en las enfermerías, contra las fosas comunes. En resumen, ¡la eterna guerra de los explotados contra los explotadores!»
¿Acaso no comprendes todo esto?
La guerra a la guerra significa:
¡La guerra de los victimarios contra quienes sacan provecho!
¡La guerra de los explotados contra lo explotadores!
¡La guerra de los oprimidos contra los opresores!
¡La guerra de los torturados contra los torturadores!
¡La guerra de los hambrientos contra los bien alimentados!
Ernst Friedrich, Guerra a la guerra
«¡Liberaos de los prejuicios burgueses!
¡Luchad contra el capitalismo dentro de vosotros mismos!
En vuestros pensamientos y acciones, todavía acecha terriblemente el filisteo y el soldado, y en cada uno de ellos se esconde un sargento armado que desea ordenar y dominar, aunque sea sólo a sus propios camaradas o a su esposa e hijos, ¡a su familia!»
Pero también les digo a esos burgueses pacifistas que únicamente buscan luchar contra la guerra, pastas de té y miradas piadosas:
«Luchad contra el capitalismo y ¡lucharéis contra todas las guerras!
Luchad contra el campo de batalla en las fábricas y en las minas, contra la muerte heroica en las enfermerías, contra las fosas comunes. En resumen, ¡la eterna guerra de los explotados contra los explotadores!»
¿Acaso no comprendes todo esto?
La guerra a la guerra significa:
¡La guerra de los victimarios contra quienes sacan provecho!
¡La guerra de los explotados contra lo explotadores!
¡La guerra de los oprimidos contra los opresores!
¡La guerra de los torturados contra los torturadores!
¡La guerra de los hambrientos contra los bien alimentados!
Ernst Friedrich, Guerra a la guerra
Indignación. Profunda repulsa. Urgente llamada de atención a los pueblos. Arenga en pro de una acción inmediata. Así se puede definir el manifiesto pacifista, antibelicista y antimilitarista, Krieg dem Kriege en su idioma original, que Ernst Friedrich publicó en 1924.
El nacimiento del movimiento pacifista en Europa tiene una fecha clara: la Primera Guerra Mundial. Más que el número de muertos que causó, lo que sacudió las conciencias fue su absurdo. Durante cuatro largos años, la guerra no fue sino una matanza sin sentido ni resultado. Ofensiva tras ofensiva, sin importar el bando que fuera, se estrellaban contra las trincheras y el poder destructivo de las armas modernas. Tras meses de combate, los muertos se contaban por centenares de miles, sin que las lineas se hubieran desplazado más allá de unos pocos kilómetros. Ninguna batalla era decisiva y sólo el agotamiento de los contendientes, primero la Rusia zarista, luego las Potencias Centrales, llevó al termino del conflicto. De forma abrupta e inesperada, sembrando las semillas del siguiente, puesto que los perdedores no sintieron haber sido derrotados.
martes, 22 de enero de 2019
Intentando darle un sentido
La represión, la ausencia de cauces de representación popular y de libertades causaron la aparición y desarrollo de una oposición radical al sistema zarista dispuesta a derribarlo. Esta oposición estaba compuesta fundamentalmente por intelectuales, las elites educadas, lo que en Rusia se llamó Inteligentsia, estudiantes, escritores, profesionales liberales y una especie de subcultura al margen de la Rusia oficial, que intentaba explotar cualquier muestra de descontento popular para llegar al poder. Fueron ellos quienes establecieron una tradición de ideas, propaganda y agitación revolucionarias, antes de que, con el cambio de siglo, todo eso se plasmara en la creación de diferentes partidos socialistas que dominaron después el escenario político en 1917.
Esa profunda grieta entre una sociedad en cambio y la autocracia, comenzada ya algunas décadas antes, con manifestaciones violentas desde arriba y desde abajo, generó un enorme potencial para el desarrollo del conflicto. La quiebra del sistema zarista no llegó, sin embargo, por la subversión, sino por un acontecimiento externo: la rivalidad imperial que Rusia mantenía con Alemania y Austria-Hungría.
¿Hubiera podido evitar Rusia la revolución, de no haberse producido la Primera Guerra Mundial? Es una cuestión imposibles de responder. Lo que sabemos es que la guerra actuó de catalizadora, empeoró las cosas y añadió problemas insalvables.
Julián Casanova, La venganza de los siervos, Rusia 1917
Hace dos años, en ocasión del centenario de la Revolución Rusa, se publicaron multitud de libros sobre ese acontecimiento. En el mercado hispanoparlante, se recibió con especiales elogios el libro que cito arriba. Lo escribió Julián Casanova, afamado historiador cuya especialidad es el periodo de la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo. Con esas credenciales, pueden imaginarse que esperaba su lectura con expectación, así que en cuanto se publicó una edición en tapa blanda, me hice con ella de inmediato. Sin embargo, me he llevado una decepción. Mayor de la que debiera, dada la calidad de libro, pero decepción, al fin y al cabo.
El principal problema es la intencionalidad declarada del libro. Casanova no pretende realizar un análisis personal de la Revolución, sino ofrecer una síntesis, orientada al público español, de lo publicado en otras lenguas sobre ese acontecimiento. Un resumen que, además, es demasiado apretado, apenas 175 páginas, de las cuales las 25 finales son una repetición de las ideas apuntadas anteriormente. Mi mala impresión viene, precisamente, de esa sección de conclusiones, puesto que en vez de aportar ideas nuevas, es un mero copiar y pegar de otras secciones del libro, como si el autor no supiera hacer otra cosa que resumir. En esta ocasión, su propia obra.
El principal problema es la intencionalidad declarada del libro. Casanova no pretende realizar un análisis personal de la Revolución, sino ofrecer una síntesis, orientada al público español, de lo publicado en otras lenguas sobre ese acontecimiento. Un resumen que, además, es demasiado apretado, apenas 175 páginas, de las cuales las 25 finales son una repetición de las ideas apuntadas anteriormente. Mi mala impresión viene, precisamente, de esa sección de conclusiones, puesto que en vez de aportar ideas nuevas, es un mero copiar y pegar de otras secciones del libro, como si el autor no supiera hacer otra cosa que resumir. En esta ocasión, su propia obra.
jueves, 15 de marzo de 2018
sábado, 13 de enero de 2018
Hasta la última gota de sangre (y III)
Ein Verwundeter
tastet sich kriechend vorwärts
Fluch, Kaiser, dir! Ich spüre deine Hand, an ihr ist Gift und Nacht und Vaterland! Sie riecht nach Pest und allem Untergang. Dein Blick ist Galgen und dein Bart der Strang! Dein Lachen Lüge und dein Hochmut Haß, dein Zorn ist deiner Kleinheit Übermaß, der alle Grenze, alles Maß verrückt, um groß zu sein, wenn er die Welt zerstückt. Vom Rhein erschüttert ward sie bis zum Ganges durch einen Heldenspieler zweiten Ranges! Der alten Weit warst du doch kein Erhalter, gabst du ihr Plunder aus dem Mittelalter. Verödet wurde ihre Phantasie von einem ritterlichen Weltkommis! Nahmst ihr das Blut aus ihren besten Adern mit deinen Meer- und Luft- und Wortgeschwadern. Nie würde sie aus Dreck und Feuer geboren! Mit deinem Gott hast du die Schlacht verloren Die offenbarte Welt, so aufgemacht, von deinem Wahn um ihren Sinn gebracht, so zugemacht, ist sie nur Fertigware, mit der der Teufel zu der Hölle fahre! Von Gottes Zorn und nicht von seinen Gnaden, regierst du sie zu Rauch und Schwefelschwaden. Rüstzeug des Herrn! Wir werden ihn erst preisen, wirft er dich endlich zu dem alten Eisen! Komm her und sieh, wie sich ein Stern gebiert, wenn man die Zeit mit Munition regiert! Laß deinen Kanzler, deine Diplomaten durch dieses Meer von Blut und Tränen waten! Fluch, Kaiser, dir und Fluch auch deiner Brut, hinreichend Blut, ertränk sie in der Flut! Ich sterbe, einer deutschen Mutter Sohn. Doch Zeug' ich gegen dich vor Gottes Thron
Er stirbt
| Un Herido (avanza arrastrándose a tientas): ¡Maldito emperador! Ahora siento tu mano que me trae el veneno, con la noche y la patria, que difunde su hedor a peste y a ocaso. ¡Tus ojos son la horca y es la soga tu barba! Es mentira tu risa y es odio tu arrogancia, tu rabia es el exceso de tu insignificancia, que todas las fronteras y medidas desplaza y que para crecer al mundo despedaza, ¡un mundo sacudido de Occidente a Oriente por un mal jugador que se las da de héroe! Del viejo mundo nunca fuiste el conservador, de trastos medievales fuiste sólo el dador. ¡Toda imaginación del mundo desgastaste, caballero que actúa con mente de viajante! Tu chupaste su sangre, la mejor que tenía con tus huestes del aire, mar y palabrería ¡No hace nunca el mundo del fuego y lo podrido! ¡Y junto con tu Dios la batalla has perdido! El mundo revelado, así puesto a la venta que tu locura ha hecho que pierdas la chaveta, no es más que mercancía, así empaquetado. ¡Y ojalá que al infierno se lo lleve el diablo! Con la ira de Dios y no con su clemencia, tu gobierno convierte al mundo en una hoguera. ¡Coraza del Señor! A él sólo alabaremos cuando por fin te arroje entre los trastos viejos ¡Ahora ven y mira como luce una estrella cuando el tiempo es regido por balas y escopetas! ¡Y haz que tus diplomáticos, ministros, cancilleres en este mar de sangre y llanto chapoteen! ¡Maldito emperador, tú y toda tu camada! ¡Con la sangre que sobra bastará para extirparla! Me muero, de una madre alemana soy hijo, ¡Pero voy a acusarte ante el trono divino!
Muere
|
Le comentaba, en entradas anteriores, de la profunda, indignada y asqueada repulsa de Karl Kraus ante la Guerra Mundial. En su denuncia, no figuran únicamente los horrores de la guerra, las matanzas, el hambre, las miserias y la pobreza, sino las muchas mentiras que han llevado a ennoblecer y justificar lo que no es más que oficio despiadado de matadero. La responsabilidad del horror no recae, o al menos no recae exclusivamente, en que quienes toman las decisiones políticas o dan las órdenes militares, sino en la caterva de intelectuales, científicos, sábios, escritores y periodistas transformados en propagandistas exaltados del sacrificio y la resistencia a ultranza, cuyas consecuencias en muchos casos, no van siquiera a rozarles, sino que les van a acarrear pingues beneficios. En algunos casos, ni siquiera con esa justificación, porque los habrá que no actuaran así por llenarse los bolsillos, ni cubrirse de honores, sino a los que moverá el mero idealismo que predican. Bobos entre los bobos, cuyos servicios desinteresados no recibirán otra recompensa que la risa, el desprecio o la indiferencia. O una palmadita en la espalda, que viene a ser lo mismo
viernes, 22 de diciembre de 2017
Hasta la última gota de sangre (y II)
Nur weil man etwas Sonne braucht,
haben wir die Welt in Nacht getaucht. Mit Gift und Gasen, Dunst und Dämpfen woll'n bis zum jüngsten Tag wir kämpfen. Denn bis wir Gottes Donner hören, muß unsrer uns Ersatz gewähren. Drum überall und auf jeden Fall braust unser Ruf wie Donnerhall. Ist das nicht praktisch von dem Deutschen? Schon brennt die Erde lichterloh dank unserm Fenriswolff-Büro. Solang es andere Völker gibt, ist leider unsres nicht beliebt. Wo man nichts auf die Waffe setzt, wird unsre Leistung unterschätzt. Die Welt will weniger Krawall, und unsrer braust wie Donnerhall. So hört man überall den Deutschen! Nach’m Krieg wird noch mehr Arbeet sein und noch mehr Krieg und noch mehr Pein. Wie freue ich mich heut’ schon drauf, die Liebe höret nimmer auf. Ach, wenn nur schon der Friede war’, damit ich seiner müde war’! Es gilt die Technik auszubaun. Zum U-Boot haben wir Vertraun. Den Fortschritt liebt nun ‘mal der Deutsche! Wir woll'n die Wehrpflicht dann verschärfen, die Kleinen lehren Flammen werfen. Wir woll'n indes auch für die Alten die Kriegsdienstleistung beibehalten. Was wir gelernt, nicht zu verlernen, laßt uns vermehren die Kasernen. Die Welt vom Frieden zu befrein, steht fest und treu die Wacht am Rhein Aus der Geschichte lernt der Deutsche! Und wenn die Welt voll Teufel war’, und wenn sie endlich menschenleer, wenn’s endlich mal verrichtet ist und jeder Feind vernichtet ist, und wenn die Zukunft ungetrübt, weil es dann nur noch Preußen gibt — nee, darauf fall'n wir nicht herein! Fest steht und treu die Wacht am Rhein! Und weiter kriegt und siegt der Deutsche! | Porque bajo el sol buscamos un sitio, el mundo en noche hemos sumergido. Con humo y vapor, gases y venenos, incluso hasta el Juicio Final lucharemos. Y mientras el trueno de Dios no estalle, será nuestro trueno quien lo reemplace. En cualquier lugar, sea como sea, nuestro grito suena como cuando truena. ¿Acaso no es práctico el alemán? Ha estallado en llamas ya oda la tierra a causa del lobo Wolff y de su agencia. Y así mientras haya otros pueblos también al nuestro no hay nadie que lo quiera bien. Cuando nadie apuesta por las armas ya nuestros esfuerzos no causan alarmas. El mundo no quiere jaleo ni líos, por eso gritamos como poseídos. ¡Así se hace respetar el alemán! Después de la guerra habrá más faena, y mucha más guerra y mucha más pena. Y ya de antemano hoy quiero alegrarme, El amor jamás volverá a acabarse. ¡Ay, si me llegara por fin la paz, para así de ella podernos cansar! Tenemos la técnica para mejorar, en el submarino hay que confiar. ¡Progreso es lo que ama el alemán! ¡Que aumente el servicio militar pedimos y a usar lanzallamas aprendan los niños! También a los viejos, no obstante, queremos, prestando el servicio los conservaremos. Y si lo aprendido queremos salvar muchos más cuarteles hay que levantar. Y para evitar al mundo la paz, la Guardia del Rin sigue en su lugar. ¡De la historia aprende el alemán! Si lleno estuviera el mundo de diablos, y libre por fin de seres humanos, y con el trabajo al fin acabado, y los enemigos bien aniquilados, y el futuro bien claro y despejado, puesto que no habría ya más que prusianos… ¡No nos dejaríamos engañar! ¡La Guardia del Rin sigue en su lugar! ¡Y guerreando y triunfando el alemán! |
Karl Kraus, Los últimos días de la humanidad, traducción de Adan Kovacsics
Comienzo a escribir estas líneas cuando se está votando en Cataluña y seguramente lo publique cuando se ya sepan los resultados. El resultado, me temo, será irrelevante y sólo nos devolverá a la casilla de salida, a la confusión en la que las dos partes, los nacionalistas de aquí y de allí, se sentirán autorizados para continuar con sus acciones. Porque el auténtico ganador de esta selecciones, y de las anteriores y posteriores, es la propaganda. Aquélla que divide el mundo en amigos y enemigos, busca la aniquilación del contrario, o al menos su humillación completa, mientras que tacha de traidor a quien se atreve a disentir de las verdades reveladas. Peor, por tanto, que el enemigo, puesto que éste afirma la postura monolítica por la que se combate, mientras que aquél demuestra su mentira e incuria intelectual.
Más o menos como le ocurría a Karl Kraus frente a la locura de la Primera Guerra Mundial. De ahí que siga siendo tan relevante.
miércoles, 6 de diciembre de 2017
Hasta la última gota de sangre (y I)
Der Nörgler: Ausgestellt vor den Leichenfeldern, deren Hintergrund das sympathische Modell selbst beigestellt hat, trifft sie uns tödlich. Ich denke sie mir als einziges Lichtbild in diesen unsäglichen Finsternissen und habe die tröstende Gewißheit, daß diese Züge des österreichischen Antlitzes seine letzten sind. Wie wär’s, wenn wir es mit dem Bilde jener ungezählten Märtyrer konfrontierten, die in Sibirien warten oder in französischen Munitionsfabriken geschunden werden, die auf Asinara leben oder die vom Todeszug aus der serbischen Gefangenschaft in die italienische am Straßenrand verwest sind. Einer steht schon als Skelett da und öffnetn noch den Mund wie ein verhungerter Vogel. Dies Bild hat ein Menschenange geschaut und ich schaue es wieder. Wie wär’s, wenn wir es diesem lächelnden Berchtold verführten und alles Grausen einer Evakuation und alle lebendig Begrabenen und lebendig Verbrannten, die Schändungen halbmassakrierter Frauen, die von mitleidigeren Mördern erschossen werden! Ward nichts dergleichen für Welt und Haus photographiert? Und Berchtold, lächelnd, ward aufgenommen, als er’s mit dem Feind aufnehmen wollte
Karl Kraus, Los últimos días de la humanidad
El Criticón: Hecha (la fotografía del general Berchtold) frente a los campos sembrados de cadáveres cuyo origen es ese mismo simpático modelo, nos resulta moral. Me la imagino como el único flash luminoso en medio de estas indescriptibles tinieblas, y me consuela la certeza de que los rasgos de aquel rostro austriaco son sus últimos rasgos. ¿Qué pasaría si lo confrontásemos con la foto de los innumerables mártires que esperan en Siberia o son explotados en las fábricas de municiones francesas, o que viven en Asinara o se pudren al borde del camino después de la marcha mortal que los lleva del cautiverio serbio al italiano? Hay uno que es ya un esqueleto y aún abre la boca como un pájaro muerto. Esa imagen la ha visto un ojo humano y yo vuelvo a verla. ¿Qué pasaría si se la mostráramos a ese sonriente Berchtold junto con todo el horror de una deportación y de todos los enterrados y quemados vivos, además de esas mujeres violadas y semimasacradas a las que sólo algunos asesinos misericordiosos dan el tiro de gracia? ¿No se ha fotografiado nada parecido para Welt und Haus? ¡Pero a Berchtold sí que lo fotografiaron muy sonriente, intentado medirse con el enemigo!
Karl Kraus, Los últimos días de la humanidad
El Criticón: Hecha (la fotografía del general Berchtold) frente a los campos sembrados de cadáveres cuyo origen es ese mismo simpático modelo, nos resulta moral. Me la imagino como el único flash luminoso en medio de estas indescriptibles tinieblas, y me consuela la certeza de que los rasgos de aquel rostro austriaco son sus últimos rasgos. ¿Qué pasaría si lo confrontásemos con la foto de los innumerables mártires que esperan en Siberia o son explotados en las fábricas de municiones francesas, o que viven en Asinara o se pudren al borde del camino después de la marcha mortal que los lleva del cautiverio serbio al italiano? Hay uno que es ya un esqueleto y aún abre la boca como un pájaro muerto. Esa imagen la ha visto un ojo humano y yo vuelvo a verla. ¿Qué pasaría si se la mostráramos a ese sonriente Berchtold junto con todo el horror de una deportación y de todos los enterrados y quemados vivos, además de esas mujeres violadas y semimasacradas a las que sólo algunos asesinos misericordiosos dan el tiro de gracia? ¿No se ha fotografiado nada parecido para Welt und Haus? ¡Pero a Berchtold sí que lo fotografiaron muy sonriente, intentado medirse con el enemigo!
Como introducción.
Dada la locura política en la que vivimos desde hace meses en este país, he sentido que era mi deber volver a leer a Karl Kraus. En concreto, Die Letzen Tage der Menschheit, su crónica de la Primera Guerra Mundial en formato teatral, desgarrada, rabiosa, apasionada, vehemente, acusadora, indignada hasta el ultraje, denuncia sin ambages y temores de la estupidez y de la irresponsabilidad criminal. Apta unicamente para ser representada en Marte, según el propio autor, debido a la locura y la ceguera de la humanidad.
¿Por qué? El mundo que describe Kraus es una Europa en donde el orgullo nacional ha llevado al suicidio de toda una civilización. Las élites dirigentes, políticas, económicas e intelectuales, se han arrojado a un conflicto sin límites ni término, como si de una partida de cartas o un evento deportivo se tratase. En aras de la victoria, o mejor dicho, de evitar una derrota que les parecería humillante, están dispuestos a sacrificar todo lo demás. A causar millones de muertos del enemigo y sufrir otros tantos entre sus propias filas, a destruir todo el tejido social, consumido, carcomido y devorado por las exigencias de una guerra que, como un parásito, se alimenta del cuerpo en donde habita. A sacrificar verdad, justicia, humanidad y bienestar si con ello el enemigo puede ser empujado al abismo y a la destrucción, aunque sea a costa de precipitarse y perecer con él.
Aquí, en esta península de locos, aún no hemos llegado a ese extremo. Aquí, por ahora, las hostilidades sólo son verbales, pero no es aventurado decir que este país se ha desgarrado ya, sin posibilidad de arreglo, entre dos nacionalismos excluyentes, que poco a poco absorben y convierten a neutrales e indiferentes. De tal manera y hasta tal extremo, que las pocas voces racionales que quedan son acusadas como enemigos de la patria, fascistas o sediciosos. Consideradas como traidores por ambos bandos y por las mismas razones. Porque de un lado, están los que para construir su ideal nacional, no dudan en tensar la cuerda, mintiendo, marrulleando trileando, hasta que esta se rompa de manera irreparable, procurando, eso sí, que las consecuencias las sufran otros. De otro, los defensores de un orden constitucional, para los que este se reduce a la unidad de la patria, mientras que el resto de sus mandatos se consideran mero papel mojado, incomodidades varias que hay que derogar cuanto antes, puesto que nos han llevado a este estado.
Combate, por tanto de carneros, que no cejará hasta que se partan mutuamente los cráneos. Cómico y risible, si no fuera por el que resto estamos en medio y vamos a ser pisoteados. Que nadie se lleve a engaño, gane quien gane, todos perdemos. Como la Austria de Kraus en la primera guerra mundial.
sábado, 29 de abril de 2017
La impotencia del arte
En résumé, la guerre, parce qu'elle se révèle invisible et insoutenable, met les pouvoirs de la peinture à l'épreuve. De cette épreuve, cette art sort diminué, doutant de lui-même, tenté par le renoncement e la griserie des souvenirs. S'il survit, c'est sous le signe de l'échec et voué à un hors-temps étrange, faux présent à distance du présent commun, faux présent tout imprégné de passé. Il relève d'une histoire de l'art presque entièrement détachée de l'histoire des sociétés humaines. Jusque-là, il n'avait pas enduré telle séparation, ne cessant d'entretenir des relations serrées avec la société contemporaine, art religieux des époques dominées par la église, art politique et symbolique au service des monarchies et des révolutions, art simplement réaliste encore. Plus exactement: quand il était arrivé qu'une forme artistique se métamorphosât en manière, sinon en maniérisme, en exercice de style, le contrecoup était intervenu bientôt. Caravage a mis un terme à la prolifération des maniéristes. David a finit avec les élégances factices du style galant. Manet a rompu sèchement avec le formalisme en quoi avait dégénéré le néoclassicisme. Rien de tel cette fois, ni réformateur, ni sauveteur inattendu. C'est la peinture tout entière, à commencer par le plus moderne, la plus aventureuse, qui se trouve en procès. L'abstraction, tel que la comprennent Ball et Klee n'est elle même que refus de la réalité, esquive, exil le plus loin possible du présent, de l'insupportable présent.
Pilippe Dagen, El silencio de los pintores
En resumen, la guerra, por mostrarse invisible e insoportable, pone a prueba el poder de la pintura. De esta prueba, este arte sale debilitado, dudando de si mismo, tentado por la renuncia y la embriaguez del recuerdo. Si sobrevive, es con el estigma del fracaso y avocado a un extraño estar fuera del tiempo, un falso presente distanciado del presente común, un falso presente impregnado del pasado. Se renueva desde una historia del arte casi completamente disociada de la historia de las sociedades humanas. Hasta entonces, no había experimentado tal separación, sin haber cesado de mantener estrechas relaciones con la sociedad coetánea, como arte religioso en los periodos de dominio de la iglesia, como arte político y simbólico al servicio de monarquías y revoluciones, incluso como arte simplemente realista. Más en concreto, cuando ocurría que una forma artística se metamorfoseaba en manera, sino en manierismo, en ejercicio de estilo, el contragolpe se producía de inmediato. Caravaggio puso fin a la proliferación de manieristas. David terminó con las elegancias ficticias del estilo galante. Manet rompió de manera definitiva con el formalismo en el que había degenerado el neoclasicismo. Nada de esto en esta ocasión, ni reformado, ni salvador inesperado. Toda la pintura, por entero, comenzando con la más moderna, la más aventurera, se halla ante el tribunal. La abstracción, tal y como la entendían Ball y Klee no es ella misma que rechazo de la realidad, huida, exilio lo más lejos posible del presente, de ese insoportable presente.
Hace ya muchos años, en la Thyssen madrileña, se expusó una muestra de nombre 1914!, que pretendía trazar la relación del arte moderno con la primera guerra mundial. Leyendo mis notas de aquel entonces, en ella llamaba la atención la falta de una producción de guerra procedente de los muchos artistas vanguardistas que se vieron atrapados, incluso muertos, en el conflicto. Lo achacaba a manipulación por parte de la exposición, preocupada por demostrar la ecuación Arte+Denuncia, cuando en realidad esta ausencia era indicio de un problema más de fondo. No se trataba de que la exposición no quisiera mostrar, es que simplemente no había casi nada que mostrar. Un hecho que la exposición intentaba ocultar por todos los medios.
Ese vacío es el objeto de estudio del libro de Philipe Dagen que he estado leyendo estas últimas semanas. Como en muchos otros aspectos históricos, la primera guerra mundial también marca una cisura en la evolución del arte occidental, pero no porque supusiera un acicate en la producción pictórica europea, ni llevase a nuevas ideas estéticas, sino porque apenas ha dejado huella alguna, al menos directa. Al contrario que en el pasado, cuando la la pintura se ufanaba en glosar guerras y acontecimientos históricos, hasta el extremo que esa pintura, la de historia, la dedicada a ilustrar un tema de importancia, era la piedra de toque de la valía de un pintor. Quien no la cultivase, no merecía es nombre.
Sin embargo, en la primera guerra mundial no hay una pintura de historia como tal, ni oficial ni contestataria. Una ausencia fácil de explicar, por la censura, en el caso de ésta última, pero completamente inexplicable para la primera, que debería haber sido promovida por la propaganda patriótica. No se trata, sin embargo, de una coincidencia, sino de un rasgo característico del arte de esa época. El silencio de la pintura al que se refiere Dagen es común a todos los pintores de esa época, tanto de los académicos como de los vanguardistas, tanto de los que fueron testigos de la matanza en primera línea de fuego, como de los que permanecieron a salvo en la retaguardia. Tanto de viejos como de jóvenes, de alemanes como franceses, de muertos y de supervivientes.
Solo queda un silencio incómodo. Como si la guerra no hubiera sucedido jamás, como si se pretendiese borrarla por completo, eliminándola del arte.
sábado, 19 de septiembre de 2015
La catástrofe (y VII)
1917 verdichteten sich in allen kriegführenden Gesellschaften die Symptome einer Krise des Liberalismus. Was der Krieg für das liberale Erbe aus dem 19. Jahrhundert bedeutete, wurde jetzt unübersehbar. Die tradierte Vorstellung nach der die politische Mittel allein in den Gesellschaften ausgehöhlt wurde, die 1918 den Krieg verlieren sollten, dass allein im Kontext des vom Krieg erzwungenen Übergangs von der Monarchie zur Republik in Deutschland, von Großreich zu Nationalstaaten in Österreich-Ungarn, die extremen Ränder radikaler links und rechts gestärkt wurden, ist in dieser Einseitigkeit falsch. Die Krise des Liberalismus war umfassender, sie begann früher, und sie wurde auch in den künftigen Siegerstaaten Großbritannischen, Frankreich und Italien erkennbar und ebenso in Gesellschaften wie Spanien und Portugal, die lange Zeit nicht direkt in den krieg involviert waren
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
En 1917 se intensificaron los síntomas de una crisis del liberalismo en todas las sociedades en guerra. Lo que la guerra representaba para la herencia liberal del siglo XIX, era entonces impredecible. La versión recibida, segun la cual sólo se debilitaron los medios politícos en las sociedad que en 1918 perderían la guerra, y que sólo en el contexto de la transición forzada por el conflicto de la monarquía a la república en Alemania, de imperio a estados nacionales en Austria-Hungria, es falsa en esa misma simplicidad. La crisis del liberalismo era más amplia, empezó antes y fue reconocible también en los futuros vencedores de la guerra, Gran Bretaña, Francia e Italia, e incluso en sociedades como España y Portugal, que durante largo tiempo no se vieron envueltas directamente en el conflicto.
Una de las características del periodo de entreguerras es la crisis del liberalismo, caracterizada por la constitución de regímenes autoritarios, normalmente de derechas, en los estados Europeos, de manera que en 1939, excepto Francia, Inglaterra y los países escandinavos, no quedaba una sola democracia en Europa. Ese giro hacia soluciones dictatoriales se ha querido justificar en muchas ocasiones - y de forma interesada en la mayoría - como una respuesta frente a la Revolución Rusa, de manera que esos regímenes se explicarían como una maniobra de contención necesaria para detener la subversión comunista.
No es necesario recordar, supongo, los efectos deletéreos que esa interpretación tuvo - y sigue teniendo - en la vida de muchas sociedades, como la nuestra, en donde una dictadura sangrienta de ese tiempo de entreguerras se sigue calificando de mal menor. Por otra parte, y es muy necesario subrayarlo, aunque estas democracias liberales reconocían muchos de los derechos políticos que ahora consideramos normales e incluso algunas habían puesto en vigor medidas sociales parecidas a las de los actuales estados del bienestar, estos sistemas y las libertades de las que presumían seguían siendo imperfectos, restringidas sus ventajas a unos pocos privilegiados, profundamente injustos y discriminatorios, además de contar con un fuerte aparato censor y represivo en todo lo que concernía a la intelectualidad y la cultura.
Hechas estas consideraciones, lo que Leonhard además nos recuerda es que esa crisis del liberalismo no fue una consecuencia de la guerra, en el sentido de desarrollarse posteriormente a ella, sino que nació y creció con el conflicto, afectando a todos los países contendiente e incluso a los neutrales - caso de España y su crisis de 1917 -, una oportuna puntualización que deja en nada la versión de la crisis como reacción a la revolución, que muchos propagaron en su tiempo y que no pocos siguen manteniendo ahora.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
En 1917 se intensificaron los síntomas de una crisis del liberalismo en todas las sociedades en guerra. Lo que la guerra representaba para la herencia liberal del siglo XIX, era entonces impredecible. La versión recibida, segun la cual sólo se debilitaron los medios politícos en las sociedad que en 1918 perderían la guerra, y que sólo en el contexto de la transición forzada por el conflicto de la monarquía a la república en Alemania, de imperio a estados nacionales en Austria-Hungria, es falsa en esa misma simplicidad. La crisis del liberalismo era más amplia, empezó antes y fue reconocible también en los futuros vencedores de la guerra, Gran Bretaña, Francia e Italia, e incluso en sociedades como España y Portugal, que durante largo tiempo no se vieron envueltas directamente en el conflicto.
Una de las características del periodo de entreguerras es la crisis del liberalismo, caracterizada por la constitución de regímenes autoritarios, normalmente de derechas, en los estados Europeos, de manera que en 1939, excepto Francia, Inglaterra y los países escandinavos, no quedaba una sola democracia en Europa. Ese giro hacia soluciones dictatoriales se ha querido justificar en muchas ocasiones - y de forma interesada en la mayoría - como una respuesta frente a la Revolución Rusa, de manera que esos regímenes se explicarían como una maniobra de contención necesaria para detener la subversión comunista.
No es necesario recordar, supongo, los efectos deletéreos que esa interpretación tuvo - y sigue teniendo - en la vida de muchas sociedades, como la nuestra, en donde una dictadura sangrienta de ese tiempo de entreguerras se sigue calificando de mal menor. Por otra parte, y es muy necesario subrayarlo, aunque estas democracias liberales reconocían muchos de los derechos políticos que ahora consideramos normales e incluso algunas habían puesto en vigor medidas sociales parecidas a las de los actuales estados del bienestar, estos sistemas y las libertades de las que presumían seguían siendo imperfectos, restringidas sus ventajas a unos pocos privilegiados, profundamente injustos y discriminatorios, además de contar con un fuerte aparato censor y represivo en todo lo que concernía a la intelectualidad y la cultura.
Hechas estas consideraciones, lo que Leonhard además nos recuerda es que esa crisis del liberalismo no fue una consecuencia de la guerra, en el sentido de desarrollarse posteriormente a ella, sino que nació y creció con el conflicto, afectando a todos los países contendiente e incluso a los neutrales - caso de España y su crisis de 1917 -, una oportuna puntualización que deja en nada la versión de la crisis como reacción a la revolución, que muchos propagaron en su tiempo y que no pocos siguen manteniendo ahora.
viernes, 18 de septiembre de 2015
La catástrofe (y VI)
Die Schwäche der Pariser Vorortverträge lag auch in der prinzipiellen Annahme, das alle Staaten sie akzeptieren wurden. Doch die Türkei und China stellten sie sofort infrage, Deutschland und Ungarn waren nur unter massivem Zwang bereit, die Verträge zu ratifizieren und konzentrierten sich alsbald auf die künftige Revision. Als der Versailler Vertrag schließlich am 20, Januar 1920 in Kraft trat, war die Amerikanische Zustimmung bereits zweifelhaft, und gerade der politische Rückzug der Vereinigten Staaten beschädigte die Legitimation des Vertragswerks erheblich. Hinzu kamen die Konflikte zwischen den verbleibenden Siegern: Während die USA als Akteur praktisch ausfielen, verfolgte die Italienische Führung primär eigene nationale Ziele und zeigte sich an andern Fragen kaum interessiert. Frankreich und Großbritannien dagegen waren in vielfältige Konflikte verwickelt. Das reichte vom Umgang mit den Deutschen U-Booten über die Umsetzung der Vertragsbedingungen in Schlesien und in der Türkei bis zur Frage der Reparationen für Russland. Über die konkrete Umsetzung des Friedensvertrages und seiner Regelungen hatten sich die Delegationen wenig Gedanken gemacht, zumal angesichts der Tatsache, dass viele Bevölkerungen in Deutschland, Ungarn, Polen, der Türkei die Ergebnisse der Friedensverträge vehement ablehnen. Sehr bald zeigte sich, dass es ähnlich schwierig sein würde, den Frieden zu sichern, wie die Sieg im Krieg zu erringen.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
La debilidad de los tratados de París radicaba en un supuesto principal, que todas las naciones lo aceptarían. Pero tanto como Turquía y China enseguida lo cuestionaron, mientras que Alemania y Hungría solo aceptaron ratificarlo tras enormes presiones y en seguida se concentraron en una futura revisión. Cuando el tratado de Versalles entró en vigor finalmente el 20 de enero de 1920, su aprobación por parte de los EEUU era dudosa y precisamente la retirada americana dañó considerablemente la legitimidad de los tratados. A ello contribuyeron los conflictos entre los vencedores restantes: Mientras que los EEUU desaparecieron prácticamente como actores, la cúpula política italiana siguió principalmente sus propios objetivos nacionales y apenas se mostró interesada en otras cuestiones. Francia y el Reino Unido, por el contrario, se enredaron en múltiples conflictos, que iban de la gestión de los submarinos alemanes a la cuestión de las reparaciones rusas, pasando por la aplicación de las condiciones del tratado en Silesia y Turquía. A esa aplicación concreta del tratado y de sus estipulaciones apenas le dedicaron tiempo las delegaciones, mucho menos al hecho, que gran parte de la población de Alemania, Hungría, Polónia y Turquía rechazaba con vehemencia los acuerdos de pas. Pronto quedó demostrado que era tan difícil garantizar la paz como alcanzar la victoria durante la guerra.
Debido a la visión anglofrancesa - más inglesa que francesa - con la que suelen llegar a nuestro país las historias de la Primera Guerra Mundial, el tratado de Versalles y sus repercusiones se reducen al tema de las fuertes reparaciones que debía pagar Alemania a ambas potencias occidentales. Éstas, junto con el resto de duras condiciones que humillaron a Alemania y los alemanes - que en gran medida, no se consideraban vencidos - se convertían así en una bomba de relojería que, más tarde o más temprano, habrían de conducir a una nueva guerra general europea, iniciada por Alemania para revisar los tratados. La única pregunta que quedaba es si esta nueva apuesta por la hegemonía se realizaría de forma reducida y controlada - una suerte de Versión 2 de la Alemania Guillermina, claramente de derechas, pero con asomos y aspiraciones a cierta legalidad internacional - o lo sería de forma maximalista, barriendo ante sí todos los tratados, leyes, escrúpulos y consideraciones - es decir, en la encarnación representada por los Nazis, su radicalismo racial y su fanatismo ideológico.
Sin embargo, lo que Jörn Leonhard recuerda al lector es que el tratado de Versalles era realidad varios tratados, agrupados normalmente bajo el nombre del más famoso. El tratado de Versalles, en sí, es solamente el que reune las condiciones aplicables a la Alemania, mientras que St. Germain y Trianon afectaban a los antiguos territorios del Imperio Austrohungaro, Austria y Hungria respectivamente, Neully a Bulgaria, y Sevres a Turquía. La intención de las potencias vencedores con esos acuerdos de paz era crear un sistema mundial, al estilo del construido tras las guerras napoleónicas en el Congreso de Viena, que fuera válido en lo sucesivo, al mismo tiempo que asegurase la paz mundial mediante la resolución de los conflictos internacionales en un organismo constituido a tal efecto: La Sociedad de Naciones.
Si este era el propósito inicial, ya sabemos que fracasó estrepitosamente. Pero no por culpa de Alemania o al menos no principalmente.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
La debilidad de los tratados de París radicaba en un supuesto principal, que todas las naciones lo aceptarían. Pero tanto como Turquía y China enseguida lo cuestionaron, mientras que Alemania y Hungría solo aceptaron ratificarlo tras enormes presiones y en seguida se concentraron en una futura revisión. Cuando el tratado de Versalles entró en vigor finalmente el 20 de enero de 1920, su aprobación por parte de los EEUU era dudosa y precisamente la retirada americana dañó considerablemente la legitimidad de los tratados. A ello contribuyeron los conflictos entre los vencedores restantes: Mientras que los EEUU desaparecieron prácticamente como actores, la cúpula política italiana siguió principalmente sus propios objetivos nacionales y apenas se mostró interesada en otras cuestiones. Francia y el Reino Unido, por el contrario, se enredaron en múltiples conflictos, que iban de la gestión de los submarinos alemanes a la cuestión de las reparaciones rusas, pasando por la aplicación de las condiciones del tratado en Silesia y Turquía. A esa aplicación concreta del tratado y de sus estipulaciones apenas le dedicaron tiempo las delegaciones, mucho menos al hecho, que gran parte de la población de Alemania, Hungría, Polónia y Turquía rechazaba con vehemencia los acuerdos de pas. Pronto quedó demostrado que era tan difícil garantizar la paz como alcanzar la victoria durante la guerra.
Debido a la visión anglofrancesa - más inglesa que francesa - con la que suelen llegar a nuestro país las historias de la Primera Guerra Mundial, el tratado de Versalles y sus repercusiones se reducen al tema de las fuertes reparaciones que debía pagar Alemania a ambas potencias occidentales. Éstas, junto con el resto de duras condiciones que humillaron a Alemania y los alemanes - que en gran medida, no se consideraban vencidos - se convertían así en una bomba de relojería que, más tarde o más temprano, habrían de conducir a una nueva guerra general europea, iniciada por Alemania para revisar los tratados. La única pregunta que quedaba es si esta nueva apuesta por la hegemonía se realizaría de forma reducida y controlada - una suerte de Versión 2 de la Alemania Guillermina, claramente de derechas, pero con asomos y aspiraciones a cierta legalidad internacional - o lo sería de forma maximalista, barriendo ante sí todos los tratados, leyes, escrúpulos y consideraciones - es decir, en la encarnación representada por los Nazis, su radicalismo racial y su fanatismo ideológico.
Sin embargo, lo que Jörn Leonhard recuerda al lector es que el tratado de Versalles era realidad varios tratados, agrupados normalmente bajo el nombre del más famoso. El tratado de Versalles, en sí, es solamente el que reune las condiciones aplicables a la Alemania, mientras que St. Germain y Trianon afectaban a los antiguos territorios del Imperio Austrohungaro, Austria y Hungria respectivamente, Neully a Bulgaria, y Sevres a Turquía. La intención de las potencias vencedores con esos acuerdos de paz era crear un sistema mundial, al estilo del construido tras las guerras napoleónicas en el Congreso de Viena, que fuera válido en lo sucesivo, al mismo tiempo que asegurase la paz mundial mediante la resolución de los conflictos internacionales en un organismo constituido a tal efecto: La Sociedad de Naciones.
Si este era el propósito inicial, ya sabemos que fracasó estrepitosamente. Pero no por culpa de Alemania o al menos no principalmente.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
La catástrofe (y V)
Wo endete der Weltkrieg? Und wo endete welcher Krieg? Ende 1918 existierten längst unterschiedliche Gewalträume, solche des Staatenkriegs, aber auch des Bürgerkriegs oder des ethnischen bzw. nationalen Unabhängigkeitskampfe, in denen die chronologische Gleichzeitigkeit historisch ungleichzeitig Gewalterfahrungen abbildete. Anfang August 1914 hatte der Beginn des Krieges einen gemeinsamen Bezugspunkt für Millionen von Menschen über enorme geographische Distanzen hinweg dargestellt - für den Prager Schriftteller Franz Kafka genauso wie für den Lastfahrer Kande Kamara aus dem westafrikanischer Kindia in Französisch Guinea. Das Ende des Krieges war ungleichzeitiger. Der 11. November 1918 beendete den Krieg zwischen Staaten im Westen, aber der Waffenstillstand bedeutete nicht das Ende der Gewalt an vielem anderen Orten: in Ost-, Ostmittel - und Südosteuropa, in der Zerfallszone der multiethnischen Großreiche Russlands, Habsburgs und der Osmanischen Reichs, wo der Staatenkrieg zum Staatszerfall führte, wo der Weltkrieg in Bürgerkriege und ethnische Konflikte überging, die Front in eine Gewaltraum, in dem jeder - Soldat oder Zivilist - Feind sein konnte. Wer sich auf die so oft zitierte elfte Stunde am elften Tag der elften Monats konzentriert, der wird mit der Symboldatum des 11. November 1918 allenfalls das Ende des Staatenkriegs in Westeuropa erfassen - obwohl schon zu diesem Zeitpunkt wichtige Akteure des Sommers 1914 wie das russische Reich oder die Habsburgermonarchie gar nicht mehr existierten.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
¿Dónde terminó la guerra? ¿Y dónde terminó qué guerra? A fines de 1918 existían desde mucho antes diferentes espacios de violencia, de cada guerra entre estados, pero también de guerras civiles o étnicas, e incluso de independencia, en la que la coincidencia cronológica construyó desiguales experiencias de la violencia. A principio de agosto de 1914 el inicio de la guerra había constituido un punto de referencia común para millones de personas distribuidas sobre enormes distancias geográficas - tanto para el escritor de Praga, Franz Kafka, como para el porteador Kande Kamara del Afríca occidental en la Guinea Francesa. El fin de la guerra fue más desigual. El 11 de noviembre de 1918 finalizó la guerra entre estados en el oeste, pero el alto el fuego no significó el fin de la violencia en muchos otros sitios: en Europa del este, del sudeste y centro-oriental, en las zonas desmembradas de los imperios ruso, habsburgico y otomano, donde la guerra entre estados llevó al derrumbamiento de estos, donde la guerra mundial se transformó en guerra civil y étnica, el frente en una zona de violencia donde todos - civiles y soldados - podían ser el enemigo. Quien se concentre en la fecha tan citada de las once horas del día once del mes once, debe entender con la fecha simbólica de del 11 de noviembre de 1918 solo el fin de las hostilidades en Europa occidental - aun cuando para entonces actores importantes en el verano de 1914 habían dejado de existir, caso del Imperio Ruso o la Monarquía de los Habsburgo.
Como bien señala Jörn Leonhard, asociar la fecha del 11/11/18 (a las once horas) con el fin de la Primera Guerra Mundial es un error de perspectiva, causado porque la mayor parte de la bibliografía disponible en occidente sólo proviene de los países implicados en el frente occidental, para los que sí finalizo en ese momento preciso.
La guerra continuó, o mejor dicho, se continuó en múltiples formas en un inmenso ámbito que iría más o menos, desde el océano ártico, hasta el Oriente Próximo, cruzando todo lo que sería el espacio de los antiguos países del bloque del Este y las modernas repúblicas post-soviéticas... e incluso saltando hacia el Asia Central y el Extremo Oriente. Esta continuación del conflicto no fue un epílogo, como ocurrió con la Segunda Guerra Mundial en Europa, donde el fin de las hostilidades llevó a una reorganización de fronteras con expulsión de poblaciones y purgas masivas, sino que se trató de guerras en toda regla, que llegaron a causar al país implicados más muertos que la propia guerra mundial - caso de Rusia y su guerra civil - o duraron más que el conflicto mundial - caso de Turquía y su lucha por revisar las condiciones del tratado de Versalles.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
¿Dónde terminó la guerra? ¿Y dónde terminó qué guerra? A fines de 1918 existían desde mucho antes diferentes espacios de violencia, de cada guerra entre estados, pero también de guerras civiles o étnicas, e incluso de independencia, en la que la coincidencia cronológica construyó desiguales experiencias de la violencia. A principio de agosto de 1914 el inicio de la guerra había constituido un punto de referencia común para millones de personas distribuidas sobre enormes distancias geográficas - tanto para el escritor de Praga, Franz Kafka, como para el porteador Kande Kamara del Afríca occidental en la Guinea Francesa. El fin de la guerra fue más desigual. El 11 de noviembre de 1918 finalizó la guerra entre estados en el oeste, pero el alto el fuego no significó el fin de la violencia en muchos otros sitios: en Europa del este, del sudeste y centro-oriental, en las zonas desmembradas de los imperios ruso, habsburgico y otomano, donde la guerra entre estados llevó al derrumbamiento de estos, donde la guerra mundial se transformó en guerra civil y étnica, el frente en una zona de violencia donde todos - civiles y soldados - podían ser el enemigo. Quien se concentre en la fecha tan citada de las once horas del día once del mes once, debe entender con la fecha simbólica de del 11 de noviembre de 1918 solo el fin de las hostilidades en Europa occidental - aun cuando para entonces actores importantes en el verano de 1914 habían dejado de existir, caso del Imperio Ruso o la Monarquía de los Habsburgo.
Como bien señala Jörn Leonhard, asociar la fecha del 11/11/18 (a las once horas) con el fin de la Primera Guerra Mundial es un error de perspectiva, causado porque la mayor parte de la bibliografía disponible en occidente sólo proviene de los países implicados en el frente occidental, para los que sí finalizo en ese momento preciso.
La guerra continuó, o mejor dicho, se continuó en múltiples formas en un inmenso ámbito que iría más o menos, desde el océano ártico, hasta el Oriente Próximo, cruzando todo lo que sería el espacio de los antiguos países del bloque del Este y las modernas repúblicas post-soviéticas... e incluso saltando hacia el Asia Central y el Extremo Oriente. Esta continuación del conflicto no fue un epílogo, como ocurrió con la Segunda Guerra Mundial en Europa, donde el fin de las hostilidades llevó a una reorganización de fronteras con expulsión de poblaciones y purgas masivas, sino que se trató de guerras en toda regla, que llegaron a causar al país implicados más muertos que la propia guerra mundial - caso de Rusia y su guerra civil - o duraron más que el conflicto mundial - caso de Turquía y su lucha por revisar las condiciones del tratado de Versalles.
sábado, 12 de septiembre de 2015
La catástrofe (y IV)
Langfristig beeinflusste der Frieden von Brest-Litowsk durch seine Wahrnehmung in Deutschland auch das Bild Osteuropas als einen Möglichkeitsraum deutscher Herrschaft - das reicht weit über das Kriegsende 1918 und den Zusammenbruch der Verwaltung von Ober Ost hinaus. Das imaginierte Bild des Ostens und des Ostseeraums veränderte sich unter diesem Umständen: Weitreichende Pläne für die koloniale Gestaltung dieses Gebietes provozierten neue Vorstellungen, die langfristig um die Kategorien "Volk" und "Raum" kreisen sollten. Der Zusammenbruch der deutschen Besatzungsstrukturen von Ort ging aber auch mit der Vorstellung eines weitgehend unstrukturierten, ja chaotischen Raumes und einer zivilisatorisch wie rassisch unterentwickelten Bevölkerung einher. Trotz der Aufhebung des Vertrages von Brest-Litowsk 1919 blieb der Friedensschluss für Osteuropa im Gedächtnis der deutschen Öffentlichkeit fest verankert. Hier, so die verbreitete Auffassung, stellte der erfolgreiche Ausgang ein für alle Mal unter Beweis, was das Deutsche Reich in diesem Weltkrieg hätte erreichen können. In dieser Perspektive enthielt der Friedensvertrag auch eine wichtige ideologische Komponente: Mit der Sieg über Russland habe Deutschland, so Golo Mann, eine "ungedankte, europäische Leistung des Krieges" erbracht, nämlich die Eindämmung Russlands und der Bolschewiki, an die es in Zukunft wieder anzuknüpfen galten. Wenn Osteuropa als Koloniesirungsgebiet mit den Krieg eingeleiteten Mitteln nicht kultiviert und zivilisiert werden konnte, so folgerten viele Deutsche, dann müssten in Zukunft radikalere Mittel eingesetzt werden. Vor allem viele "Baltikumer", die Angehörige der im Baltikum eingesetzten Freikorps. entwickelten nach Kriegsende Fantasien einer nationale Wiederauferstehung Deutschland im Osten
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
A largo plazo, la paz de Brest-Litowsk influyó mediante su percepción en Alemania la imagen de Europa oriental como un espacio de oportunidades para el dominio alemán - algo que se extiende más allá del fin del conflicto en 1919 y el desmoronamiento de la administración alemana en el este. La imagen imaginada del este y del espacio del már Báltico se transformó debido a esas circunstancias: los planes de largo alcance para la administración colonial de esa región causaron nuevas expectativas que a largo plazo se mezclarían con las categorías de Pueblo y Espacio. El hundimiento de la estructura de ocupación alemana sobre el terreno se conjugó también con la idea de un espacio caótico y una población atrasada tanto en sus aspectos culturales como raciales. A pesar de que el tratado de Brest-Litowsk fue declarado nulo en 1919 su imagen como conclusión pacífica quedó fijada en la memoria de la opinión pública alemana. En ella, según la versión más extendida, quedaba probada de una vez por todas la salida victoriosa que el Imperio Alemán podría haber alcanzado en el conflicto. Desde esa perspectiva, el tratado de paz contenía también importantes componentes ideológicas: con la victoria sobre Rusia Alemania había, según Golo Mann, realizado un servicio europeo que no se la había agradecido, en concreto, la contención de Rusia y los bolcheviques, con lo que en futuro de nuevo habrían de enzarzarse. Si la Europa del este como zona colonial no podía ser civilizada y cultivada con métodos utilizados en la guerra, concluían muchos alemanes, deberían usarse en el futuro medios más radicales. Ante todo muchos "Balticos", miembros de los "Freikorps" usados en el Báltico, desarrollaron en la postguerra fantasías de una regeneración nacional de Alemania en el este.
Cuando se habla de la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial, se suele restringir la atención a las duras condiciones del tratado de Versalles, especialmente el tema de las reparaciones, que junto con la leyenda de la "Puñalada por la espalda" sirvieron de combustible y justificación a los muchos movimientos de extrema derecha de la república de Weimar, entre ellos los nazis. Sin embargo, se suelen dejar de lado los sucesos que tuvieron lugar en la Europa del Este, fuera de la revolución Rusa y la guerra civil posterior, que tanta o más influencia tuvieron en la Alemania de postguerra como el tratado de Versalles.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
A largo plazo, la paz de Brest-Litowsk influyó mediante su percepción en Alemania la imagen de Europa oriental como un espacio de oportunidades para el dominio alemán - algo que se extiende más allá del fin del conflicto en 1919 y el desmoronamiento de la administración alemana en el este. La imagen imaginada del este y del espacio del már Báltico se transformó debido a esas circunstancias: los planes de largo alcance para la administración colonial de esa región causaron nuevas expectativas que a largo plazo se mezclarían con las categorías de Pueblo y Espacio. El hundimiento de la estructura de ocupación alemana sobre el terreno se conjugó también con la idea de un espacio caótico y una población atrasada tanto en sus aspectos culturales como raciales. A pesar de que el tratado de Brest-Litowsk fue declarado nulo en 1919 su imagen como conclusión pacífica quedó fijada en la memoria de la opinión pública alemana. En ella, según la versión más extendida, quedaba probada de una vez por todas la salida victoriosa que el Imperio Alemán podría haber alcanzado en el conflicto. Desde esa perspectiva, el tratado de paz contenía también importantes componentes ideológicas: con la victoria sobre Rusia Alemania había, según Golo Mann, realizado un servicio europeo que no se la había agradecido, en concreto, la contención de Rusia y los bolcheviques, con lo que en futuro de nuevo habrían de enzarzarse. Si la Europa del este como zona colonial no podía ser civilizada y cultivada con métodos utilizados en la guerra, concluían muchos alemanes, deberían usarse en el futuro medios más radicales. Ante todo muchos "Balticos", miembros de los "Freikorps" usados en el Báltico, desarrollaron en la postguerra fantasías de una regeneración nacional de Alemania en el este.
Cuando se habla de la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial, se suele restringir la atención a las duras condiciones del tratado de Versalles, especialmente el tema de las reparaciones, que junto con la leyenda de la "Puñalada por la espalda" sirvieron de combustible y justificación a los muchos movimientos de extrema derecha de la república de Weimar, entre ellos los nazis. Sin embargo, se suelen dejar de lado los sucesos que tuvieron lugar en la Europa del Este, fuera de la revolución Rusa y la guerra civil posterior, que tanta o más influencia tuvieron en la Alemania de postguerra como el tratado de Versalles.
martes, 8 de septiembre de 2015
La catástrofe (y III)
Betrachte man zeitgenössische Panoramaaufnahme de Westfront, die von erhöhten Positionen aus angefertigt worden, und vergleicht sich mit Lauftaufnahmen des Frontgebiets, so verstärkt sich der Eindruck eines gleichsam unsichtbaren Krieges, der im Gegensatz zu realen Erfahrung der Soldaten in den Todeszonen der Front stand: Ausmaß und Intensität der Gewalt des Artilleriebeschusses ließen sich nicht erahnen. Gerade die von Piloten aufgenommenes Fotos lieferten abstrakte Bilder, in denen allenfalls die Linien der Schützengraben und die von Granattrichtern übersäte Landschaft zu erkennen waren. Luftbilder wie Frontpanoramen vermittelten eine weitestgehende Leere des Raumes: Auf ihnen war in der Regel kein Feind und zumeist kein Soldat zu sehen, und wo nicht zerstörte Siedlungen und Dörfer von der konkreten Gewaltbeinwirkung kündeten, ließen solche Aufnahmen nicht einmal unbedingt auf eine Kampfzone schließen, zumal wenn die Gegnerische Grabensysteme der Landschaft angepasst worden waren
Jorn Leonhard, La caja de Pandora
Cuando se observan fotos panorámicas del Frente Occidental, tomadas desde posiciones elevadas, y se comparan con las fotos aéreas del Frente, ambas confirman la impresión de una guerra invisible, en contraste con las experiencias reales de los soldados desplegados en primera línea: no se puede advinar la medida e intensidad del fuego de artillería. Precisamente, las fotos tomadas por los pilotos muestran imágenes abstractas, en las que, en todo caso, sólo se reconocen las líneas de las trincheras y un paisaje plagado de cráteres de bombas. Tanto las fotos aéreas como las vistas del frente transmiten una impresión de vacío. En ellas, de ordinario, no se ven enemigos ni soldados, y donde no hay edificios y aldeas destruidas por la violencia del conflicto, no es posible concluir que se trata de una zona de combate, especialmente cuando las trincheras del contrario se han mimetizado con el paisaje.
La magnífica historia de la primera guerra mundial de Jörn Leohhard no se limita a seguir las operaciones desde los cuarteles generales o los consejos de ministros. Tampoco se restringe a observar el conflicto desde un elevado punto de vista, con la intención de determinar sus leyes y características generales. Por el contrario, como toda auténtica historia de este tiempo, en sus páginas se intenta también averiguar cómo el ciudadano de a pie, tanto la población en la retaguardia como el soldado en primera línea, experimentaron ese conflicto.
No obstante, como ya les he advertido en entradas anteriores, su metodología se halla muy alejada de la propia de otros historiadores como Beevor o Hastings. Estos dos famosos divulgadores históricos hacen uso extenso de los testimonios de los veteranos, a quienes en muchas ocasiones entrevistan en persona. Obviamente, Leonhard no puede recurrir a esas fuentes, dada la distancia temporal que nos separa de la Gran Guerra, pero la diferencia no está ahí, sino en que Beevor y Hastings normalmente no realizan un análisis crítico de los que se les cuenta, sino que lo presentan tal cual.
El problema está en que esos testimonios transmiten una falsa impresión de verdad por el hecho de ser narrados por alguien en vida. Sin embargo, cualquier psicólogo sabe, como debería a su vez cualquier historiador serio, que a medida que pasa el tiempo esos recuerdos tienden a deteriorarse y embellecerse. En conclusión, cuanto más próximo al momento narrado sea el testimonio, más seguros podremos estar de que no ha sido elaborado para excusar al protagonista o ennoblecerlo. Para evitar ese peligro, Leonhard recurre casi exclusivamente al testimonio contemporáneo, a lo que se dejo escrito en ese instante, en ese lugar, prefiriendo esa inmediatez en su imperfección a la reconstrucción romantizada posterior, de lo que es un ejemplo magnifico la diferencia entre lo recogido por el escritor Ernst Jünger en sus diarios de campaña y su paso a limpio posterior en la novela In Stahlgewittern (Tormentas de acero)
Jorn Leonhard, La caja de Pandora
Cuando se observan fotos panorámicas del Frente Occidental, tomadas desde posiciones elevadas, y se comparan con las fotos aéreas del Frente, ambas confirman la impresión de una guerra invisible, en contraste con las experiencias reales de los soldados desplegados en primera línea: no se puede advinar la medida e intensidad del fuego de artillería. Precisamente, las fotos tomadas por los pilotos muestran imágenes abstractas, en las que, en todo caso, sólo se reconocen las líneas de las trincheras y un paisaje plagado de cráteres de bombas. Tanto las fotos aéreas como las vistas del frente transmiten una impresión de vacío. En ellas, de ordinario, no se ven enemigos ni soldados, y donde no hay edificios y aldeas destruidas por la violencia del conflicto, no es posible concluir que se trata de una zona de combate, especialmente cuando las trincheras del contrario se han mimetizado con el paisaje.
La magnífica historia de la primera guerra mundial de Jörn Leohhard no se limita a seguir las operaciones desde los cuarteles generales o los consejos de ministros. Tampoco se restringe a observar el conflicto desde un elevado punto de vista, con la intención de determinar sus leyes y características generales. Por el contrario, como toda auténtica historia de este tiempo, en sus páginas se intenta también averiguar cómo el ciudadano de a pie, tanto la población en la retaguardia como el soldado en primera línea, experimentaron ese conflicto.
No obstante, como ya les he advertido en entradas anteriores, su metodología se halla muy alejada de la propia de otros historiadores como Beevor o Hastings. Estos dos famosos divulgadores históricos hacen uso extenso de los testimonios de los veteranos, a quienes en muchas ocasiones entrevistan en persona. Obviamente, Leonhard no puede recurrir a esas fuentes, dada la distancia temporal que nos separa de la Gran Guerra, pero la diferencia no está ahí, sino en que Beevor y Hastings normalmente no realizan un análisis crítico de los que se les cuenta, sino que lo presentan tal cual.
El problema está en que esos testimonios transmiten una falsa impresión de verdad por el hecho de ser narrados por alguien en vida. Sin embargo, cualquier psicólogo sabe, como debería a su vez cualquier historiador serio, que a medida que pasa el tiempo esos recuerdos tienden a deteriorarse y embellecerse. En conclusión, cuanto más próximo al momento narrado sea el testimonio, más seguros podremos estar de que no ha sido elaborado para excusar al protagonista o ennoblecerlo. Para evitar ese peligro, Leonhard recurre casi exclusivamente al testimonio contemporáneo, a lo que se dejo escrito en ese instante, en ese lugar, prefiriendo esa inmediatez en su imperfección a la reconstrucción romantizada posterior, de lo que es un ejemplo magnifico la diferencia entre lo recogido por el escritor Ernst Jünger en sus diarios de campaña y su paso a limpio posterior en la novela In Stahlgewittern (Tormentas de acero)
sábado, 5 de septiembre de 2015
La catástrofe (y II)
...Über die Frage eines griechischen Eintritt im Bündnis mit Serbien gegen Bulgarien im September 1915 kam es zu Bruch zwischen dem promonarchischen Lager auf der anderer Seiten. In diesen innenpolitischen Situation landeten Entente-Truppen bei Saloniki. Ursprünglich nach dem Debakel von Gallipoli eingesetzt, um durch eine weitere Front in Sudösteuropa Serbien zu stabilisieren und Österreich-Ungarn zu schwächen, verlor die Saloniki-Front nach dem Zusammenbruch Serbiens Ende 1915 ihre hervorgehobene Bedeutung für die Alliierten. Aber nun war zu den Mittelmächtigen neigende Führung Griechenlands mit einen faktischen Besatzungsregime konfrontiert, dass immer häufiger direkt in die innergriechischen Konflikte eingriff und die Souveränität des Landes infrage stellte.
Als die monarchische Regierung im August 1916 griechische Truppen an Deutschland und Bulgarien überstellen wollte, kam es zur Eskalation. Offiziere und Anhänger von Venizelos putschen gegen die Regierung. Venizelos selbst, vom König abgesetzt, bildete eine Gegenregierung, während sich der Druck Großbritanniens und Frankreichs erhöhte. Im November landeten alliierte Truppen in Athener Hafen von Piräus, um die Monarchisten zu entwaffnen. Diese Intervention und der Beschuss Athens durch alliierte Schlachtschiffe beschleunigten der Übergang zum griechischen Bürgerkrieg. Nachdem weite Teile des Landes besetzt waren, dankte König Konstantinos im Juni 1917 ab, Venizelos wurde erneut als Premier eingesetzt und eine pro-alliierte Mehrheit im Parlament beschloss Ende 1917 den Kriegseintritt des Landes gegen die Mittelmächte.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
...sobre la cuestóon de la entrada de Grecia en alianza con Serbia contra Bulgaria en septiembre 1915, se produjo la ruptura entre el bando promonarquico y el bando contrario. En medio de esa situación política, desembarcaron tropas de la Entente en Salónica. En origen, iban a ser utilizadas tras el desastre de Galipoli para estabilizar la situación de Serbia y debilitar a Austria-Hungria con la apertura de un nuevo frente en Europa sudoriental, pero esta zona perdió todo interés especial para los aliados tras el hundimiento de Serbia a fines de 1915. No obstante, al inclinarse Grecia cada vez más acusadamente hacia las potencias centrales, se vio enfrentada a una ocupación de hecho, que se inmiscuía cada vez más directamente en la situación política griega y ponía en cuestión la soberanía del país.
Cuando el gobierno monárquico decidió en agosto de 1916 que quería utilizar tropas griegas en favor de Alemania y Bulgaria, se produjo un estallido. Oficiales y partidarios de Venizelos dieron un golpe de estado contra el gobierno. El mismo Venizelos, despedido por el rey, formó un gobierno paralelo. En noviembre, tropas aliadas desembarcaron en el puerto ateniense del Pireo, para reducir a los monárquicos. Esta intervención y el bombardeo de Atenas por parte de barcos de guerra aliados aceleró la deriva hacia una guerra civil. Tras que amplias partes del país fueran ocupadas, el rey Constantino abdicó en junio de 1917, Venizelos fue de nuevo nombrado primer ministro y la mayoría proaliada en el parlamente decidió entrar en la guerra contra las potencias centrales a finales de 1917.
Si conocen algo de la primera guerra mundial, sabrán que la entrada de Gran Bretaña en el conflicto no se produce hasta que Alemania viola la neutralidad belga. Mejor dicho, hasta que el gobierno belga se niega a permitir el paso de las tropas alemanas por su territorio y el alto mando alemán decide ocupar militarmente el país como único medio para llevar a efecto el plan Schlieffen. Esta acción, que a punto estuvo de llevar a Alemania a la victoria, constituyó una derrota estratégica y propagandística sin paliativos. Estratégica, porque la presencia de Inglaterra como aliado llevó a la prolongación del conflicto y evitó que Francia se derrumbara en el invierno/primavera de 1917. Propagandística, porque Alemania fue acusada ante el mundo como agresora de países inocentes, culpabilidad reforzada por las múltiples atrocidades que las tropas invasoras cometieron en esas primeras semanas, como la quema y destrucción de la biblioteca universitaria de Lovaina.
Si bien esto es cierto, no lo es menos que a medida que la guerra se enquistaba, sin posibilidades aparentes de resolución y victoria, la violencia y la matanza indiscriminada se antojaban la única manera de llevar el conflicto a su fin, aunque sólo fuera por agotamiento del contrario. De esa manera, ambos bandos se vieron pronto envueltos en una espiral de actos justificados como absolutamente necesarios, que tornaron en letra mojada la legalidad y los acuerdos internacionales de antes de la guerra. Repito, ambos bandos, porque ninguno tuvo reparos ni remordimientos en aprovechar cualquier oportunidad que se le presentara, independientemente del coste, legalidad o moralidad. Lo único es que estas acciones, cuanto más alejadas estuvieran del frente occidental - y por tanto de los países de interés de la historiografía dominante - más difusas y atenuadas quedaban en su repercusión y en su recuerdo.
Como es el caso de la confusa entrada de Grecia en la guerra a finales de 1917
Als die monarchische Regierung im August 1916 griechische Truppen an Deutschland und Bulgarien überstellen wollte, kam es zur Eskalation. Offiziere und Anhänger von Venizelos putschen gegen die Regierung. Venizelos selbst, vom König abgesetzt, bildete eine Gegenregierung, während sich der Druck Großbritanniens und Frankreichs erhöhte. Im November landeten alliierte Truppen in Athener Hafen von Piräus, um die Monarchisten zu entwaffnen. Diese Intervention und der Beschuss Athens durch alliierte Schlachtschiffe beschleunigten der Übergang zum griechischen Bürgerkrieg. Nachdem weite Teile des Landes besetzt waren, dankte König Konstantinos im Juni 1917 ab, Venizelos wurde erneut als Premier eingesetzt und eine pro-alliierte Mehrheit im Parlament beschloss Ende 1917 den Kriegseintritt des Landes gegen die Mittelmächte.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora
...sobre la cuestóon de la entrada de Grecia en alianza con Serbia contra Bulgaria en septiembre 1915, se produjo la ruptura entre el bando promonarquico y el bando contrario. En medio de esa situación política, desembarcaron tropas de la Entente en Salónica. En origen, iban a ser utilizadas tras el desastre de Galipoli para estabilizar la situación de Serbia y debilitar a Austria-Hungria con la apertura de un nuevo frente en Europa sudoriental, pero esta zona perdió todo interés especial para los aliados tras el hundimiento de Serbia a fines de 1915. No obstante, al inclinarse Grecia cada vez más acusadamente hacia las potencias centrales, se vio enfrentada a una ocupación de hecho, que se inmiscuía cada vez más directamente en la situación política griega y ponía en cuestión la soberanía del país.
Cuando el gobierno monárquico decidió en agosto de 1916 que quería utilizar tropas griegas en favor de Alemania y Bulgaria, se produjo un estallido. Oficiales y partidarios de Venizelos dieron un golpe de estado contra el gobierno. El mismo Venizelos, despedido por el rey, formó un gobierno paralelo. En noviembre, tropas aliadas desembarcaron en el puerto ateniense del Pireo, para reducir a los monárquicos. Esta intervención y el bombardeo de Atenas por parte de barcos de guerra aliados aceleró la deriva hacia una guerra civil. Tras que amplias partes del país fueran ocupadas, el rey Constantino abdicó en junio de 1917, Venizelos fue de nuevo nombrado primer ministro y la mayoría proaliada en el parlamente decidió entrar en la guerra contra las potencias centrales a finales de 1917.
Si conocen algo de la primera guerra mundial, sabrán que la entrada de Gran Bretaña en el conflicto no se produce hasta que Alemania viola la neutralidad belga. Mejor dicho, hasta que el gobierno belga se niega a permitir el paso de las tropas alemanas por su territorio y el alto mando alemán decide ocupar militarmente el país como único medio para llevar a efecto el plan Schlieffen. Esta acción, que a punto estuvo de llevar a Alemania a la victoria, constituyó una derrota estratégica y propagandística sin paliativos. Estratégica, porque la presencia de Inglaterra como aliado llevó a la prolongación del conflicto y evitó que Francia se derrumbara en el invierno/primavera de 1917. Propagandística, porque Alemania fue acusada ante el mundo como agresora de países inocentes, culpabilidad reforzada por las múltiples atrocidades que las tropas invasoras cometieron en esas primeras semanas, como la quema y destrucción de la biblioteca universitaria de Lovaina.
Si bien esto es cierto, no lo es menos que a medida que la guerra se enquistaba, sin posibilidades aparentes de resolución y victoria, la violencia y la matanza indiscriminada se antojaban la única manera de llevar el conflicto a su fin, aunque sólo fuera por agotamiento del contrario. De esa manera, ambos bandos se vieron pronto envueltos en una espiral de actos justificados como absolutamente necesarios, que tornaron en letra mojada la legalidad y los acuerdos internacionales de antes de la guerra. Repito, ambos bandos, porque ninguno tuvo reparos ni remordimientos en aprovechar cualquier oportunidad que se le presentara, independientemente del coste, legalidad o moralidad. Lo único es que estas acciones, cuanto más alejadas estuvieran del frente occidental - y por tanto de los países de interés de la historiografía dominante - más difusas y atenuadas quedaban en su repercusión y en su recuerdo.
Como es el caso de la confusa entrada de Grecia en la guerra a finales de 1917
martes, 1 de septiembre de 2015
La catástrofe (y I)
Warum scheitertet in diesem Tagen, was zuvor - in der Marokkokrise 1911 wie nach den Balkankriegen 1912/13 - immer wieder gelungen war: eine Eindämmung der kolonialen und regionalen Konflikte, eine ableitende Kompensation, ein europäischer Interessenausgleich? Diese Frage erscheint umso dringenden, als zwischen dem Attentat und dem österreichischen Ultimatum fast vier Wochen Zeit lagen, in denen der unmittelbare Schock über das Verbrechen abgegangen war und somit genug Zeit für eine mögliche politische und internationale Deeskalation zur Verfügung stand. Auch die Reaktionen führender Politiker und Staatsoberhäupter gaben keine Hinweis auf eine besonders zugespitzte Lage, von der man jederzeit eine europäischen Krieg erwarten müsste; Während Franz Joseph in seiner Sommerresidenz in Bad Isch blieb und sich der deutscher Kaiser am 6. Juli auf eine Nordlandreise begab, reiste die französische Staatsspitze um Präsident Poincaré und Premierminister Viviani am 16. Juli vom Dünkirchen aus zu einem seit Langem anberaumten Staatsbesuch nach St. Petersburg und sollte erst am 29, Juli wieder in Frankreich ankommen.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora.
¿Por qué fracasó en esos días, lo que anteriormente - tanto en la crisis de Marruecos de 1911 como tras las guerras balcánicas de 1912/1913 - siempre había tenido éxito: la contención de los conflictos regionales y coloniales, una compensación satisfactoria, un reequilibrio de los intereses europeos? Esta pregunta parece tanto más importante, cuando se considera que tras el atentado pasaron casi cuatro semanas hasta el ultimatum austriaco, durante las que el trauma directo del crimen se había atenuado y con ellos había habido tiempo suficiente para una probable distensión política e internacional. Incluso las reacciones de Políticos y funcionarios estatales de primera linea no ofrecen ningún indicio sobre una situación especialmente tensa, de la que pudiera esperarse inevitablemente una guerra europea. Mientras Francisco José permanecía en su residencia de verano de Bad Isch y el Kaiser alemán se marchaba el 6 de Julio a un viaje a Escandinavia, la cúpula francesa, formada por el presidente Poincaré y el primer ministro Viviani, viajaba a San Petersburgo el 16 de Julio desde Dunquerque en una visita de estado programada desde hacía mucho antes, sin que debiera volver a Francia antes del 29 de Julio
Aunque con bastante retraso, he empezado a leer los libros sobre la Primera Guerra Mundial que me compré en ocasión del centenario del conflicto. El primero de ellos, La caja de Pandora del alemán Jörn Leonhard, que estoy leyendo en el idioma original, ni siguiera estaba en mi lista de posibles, siempre más orientada al mundo anglosajón. Si lo adquirí, se lo debo a los chicos de La página definitiva y sus contundentes críticas sobre libros de historia, que ya me han puesto sobre la pista de un buen puñado de obras esenciales.
Pues bien, no me he arrepentido de seguir su recomendación. El libro de Leonhard está a la altura de la obra inacabada de Hew Strachan sobre este conflicto, detenida desde 2001 en la narración de los hechos de 1914. De hecho la supera ampliamente, simplemente porque Leonhard sí cubre todo el conflicto, de sus causas a sus consecuencias, permitiendo una visión de conjunto de cómo el mundo se modificó radicalmente debido a esa guerra y está como repercutió en toda la historia del siglo XX. Sin embargo, no esperen una narración fácil. Leonhard escribe historia dura, como Strachan, entiendendo por ella la que busca identificar los cambios sociales, políticos y económicos, casi ese anticuado concepto de las leyes que rigen el devenir histórico, mientras que deja de lado el ruido y furia del conflicto, la anécdota humana, el estar y sentir allí en medio de la batalla como si fuéramos nuestros antepasados.
No me entiendan mal. Ése modo de narrar la historia basado en la reconstrucción de la experiencia cotidiana del momento histórico es más que necesario. De hecho, casi es una obligación moral, al restituir la historia de la gran mayoría de la población, evitando limitarse a lo que las elites dejaron por escrito, parte autojustificación, parte excusa, parte propaganda. Sin embargo, este motivo tan loable se transforma en algo muy distinto en manos de divulgadores históricos famosos como es el caso de Anthony Beevor. No es ya que conviertan la historia en auténtica novela, donde el lector busca más la emoción que la comprensión del momento histórico, o que la acumulación de anécdotas haga perder el hilo narrativo, la visión general de lkos hechos. Lo peor es que la dependencia de esos testimonios, apenas unos pocos incorporados a la obra frente a otros muchos descartados, puede modificar dramáticamente la percepción y las conclusiones, especialmente cuando el compilador bien no se toma el trabajo de sopesarlos criticamente, bien no tiene la humildad de callarse y dejar que sea el espectador que juzgue.
Pero volviendo al libro de Leonhardt. Su primera parte, como en el caso de Strachan y en general, de las obras escritas de 1990 para acá, se dedica a desmontar buen número de mitos referentes a las causas y el inicio de las hostilidades. Ocurre que la versión que todos tenemos en la cabeza sobre el desarrollo de la crisis de Julio que llevó a las hostilidades, es que Europa se encontraba al borde del disparadero y que sólo hacía falta una chispa para desencadenar el incendio. Así, el atentado contra el archiduque Francisco Fernando en Sarajevo activó el complejo sistema de alianzas Europeo, que adquirió auténtica vida propia, sin que los dirigentes de las grandes potencias pudieran hacer nada por controlarlo o impedir el estallido del conflicto. Una dinámica fatalista a la que no ayudó la histeria nacionalista que se apoderó de la población europea y que prácticamente obligo a los gobiernos a declarar la guerra, quisieran o no quisieran.
Pues bien, nos dice Leonhard, no fue así. O al menos completamente.
Jörn Leonhard, La caja de Pandora.
¿Por qué fracasó en esos días, lo que anteriormente - tanto en la crisis de Marruecos de 1911 como tras las guerras balcánicas de 1912/1913 - siempre había tenido éxito: la contención de los conflictos regionales y coloniales, una compensación satisfactoria, un reequilibrio de los intereses europeos? Esta pregunta parece tanto más importante, cuando se considera que tras el atentado pasaron casi cuatro semanas hasta el ultimatum austriaco, durante las que el trauma directo del crimen se había atenuado y con ellos había habido tiempo suficiente para una probable distensión política e internacional. Incluso las reacciones de Políticos y funcionarios estatales de primera linea no ofrecen ningún indicio sobre una situación especialmente tensa, de la que pudiera esperarse inevitablemente una guerra europea. Mientras Francisco José permanecía en su residencia de verano de Bad Isch y el Kaiser alemán se marchaba el 6 de Julio a un viaje a Escandinavia, la cúpula francesa, formada por el presidente Poincaré y el primer ministro Viviani, viajaba a San Petersburgo el 16 de Julio desde Dunquerque en una visita de estado programada desde hacía mucho antes, sin que debiera volver a Francia antes del 29 de Julio
Aunque con bastante retraso, he empezado a leer los libros sobre la Primera Guerra Mundial que me compré en ocasión del centenario del conflicto. El primero de ellos, La caja de Pandora del alemán Jörn Leonhard, que estoy leyendo en el idioma original, ni siguiera estaba en mi lista de posibles, siempre más orientada al mundo anglosajón. Si lo adquirí, se lo debo a los chicos de La página definitiva y sus contundentes críticas sobre libros de historia, que ya me han puesto sobre la pista de un buen puñado de obras esenciales.
Pues bien, no me he arrepentido de seguir su recomendación. El libro de Leonhard está a la altura de la obra inacabada de Hew Strachan sobre este conflicto, detenida desde 2001 en la narración de los hechos de 1914. De hecho la supera ampliamente, simplemente porque Leonhard sí cubre todo el conflicto, de sus causas a sus consecuencias, permitiendo una visión de conjunto de cómo el mundo se modificó radicalmente debido a esa guerra y está como repercutió en toda la historia del siglo XX. Sin embargo, no esperen una narración fácil. Leonhard escribe historia dura, como Strachan, entiendendo por ella la que busca identificar los cambios sociales, políticos y económicos, casi ese anticuado concepto de las leyes que rigen el devenir histórico, mientras que deja de lado el ruido y furia del conflicto, la anécdota humana, el estar y sentir allí en medio de la batalla como si fuéramos nuestros antepasados.
No me entiendan mal. Ése modo de narrar la historia basado en la reconstrucción de la experiencia cotidiana del momento histórico es más que necesario. De hecho, casi es una obligación moral, al restituir la historia de la gran mayoría de la población, evitando limitarse a lo que las elites dejaron por escrito, parte autojustificación, parte excusa, parte propaganda. Sin embargo, este motivo tan loable se transforma en algo muy distinto en manos de divulgadores históricos famosos como es el caso de Anthony Beevor. No es ya que conviertan la historia en auténtica novela, donde el lector busca más la emoción que la comprensión del momento histórico, o que la acumulación de anécdotas haga perder el hilo narrativo, la visión general de lkos hechos. Lo peor es que la dependencia de esos testimonios, apenas unos pocos incorporados a la obra frente a otros muchos descartados, puede modificar dramáticamente la percepción y las conclusiones, especialmente cuando el compilador bien no se toma el trabajo de sopesarlos criticamente, bien no tiene la humildad de callarse y dejar que sea el espectador que juzgue.
Pero volviendo al libro de Leonhardt. Su primera parte, como en el caso de Strachan y en general, de las obras escritas de 1990 para acá, se dedica a desmontar buen número de mitos referentes a las causas y el inicio de las hostilidades. Ocurre que la versión que todos tenemos en la cabeza sobre el desarrollo de la crisis de Julio que llevó a las hostilidades, es que Europa se encontraba al borde del disparadero y que sólo hacía falta una chispa para desencadenar el incendio. Así, el atentado contra el archiduque Francisco Fernando en Sarajevo activó el complejo sistema de alianzas Europeo, que adquirió auténtica vida propia, sin que los dirigentes de las grandes potencias pudieran hacer nada por controlarlo o impedir el estallido del conflicto. Una dinámica fatalista a la que no ayudó la histeria nacionalista que se apoderó de la población europea y que prácticamente obligo a los gobiernos a declarar la guerra, quisieran o no quisieran.
Pues bien, nos dice Leonhard, no fue así. O al menos completamente.
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