Thus, rather than looking at other advanced economies in the sixteenth through eighteenth centuries as cases of "Europe manqué", it probably makes more sense to look at Western Europe in this period as a none-too-unusual economy; it became the fortunate freak only when unexpected and significant discontinuities in the late eighteenth and specially nineteenth centuries enable to break through the fundamental constraints of energy use and resource availability that had previously limited everyone's horizons. And while the new energy itself came from a surge in the extraction and use of English coal, we shall see in the next two chapters that Europe's ability to take advantage of new world of mineral derived energy also required flows of various New World resources. It was through creating the preconditions for those flows that European capitalism and military fiscalism - as part of a large global conjuncture - really mattered.
The Great Divergence (La gran divergencia), Kenneth Pomeranz
De ese modo, más que considerar las otras economías avanzadas de los siglos XVI al XVIII como casos de "Europas fallidas", tiene mucho más sentido ver la Europa Occidental de este periodo como una economía no demasiado fuera de lo corriente. Probablemente se convirtió en la excepción afortunada cuando discontinuidades inesperadas y significativas durante el siglo XVIII tardío y especialmente el siglo XIX la capacitaron para romper las limitaciones fundamentales de energía y disponibilidad de recursos que previamente habían limitado los horizontes de todo el mundo. Y mientras ese nueva energía provino de un incremento en la extracción y el uso del carbón inglés, en los dos próximo capítulos veremos que la capacidad para aprovechar ese nuevo mundo de energía mineral tambiém requería flujos de diferentes recursos del Nuevo Mundo. Fue mediante la creación de los requisitos de esos flujos que el capitalismo europeo y la fiscalidad militar - como parte de una coyuntura global - realmente importasen.
En una entrada anterior ya les había comentado el modo en que C.A. Bayly, en su libro The birth of modern world, 1780-1914, explicaba la ascendencia y dominio de Europa sobre el resto del mundo en el siglo XIX. En mi opinión, la explicación de Bayly no llegaba a esclarecer nada, puesto que partía de la premisa de que todas las civilizaciones estaban a punto de dar el salto a la modernidad, mientras que Europa sólo se había adelantado un poco y, por tanto, tomado la delantera.
Sin contar que la definición de modernidad en Bayly es lo suficientemente laxa para que en ella quepa todo - y por tanto sea completamente inútil a efectos clasificatorios -, este historiador hacía caso omiso de las claras diferencias entre las distintas civilizaciones, así como que ciertos avances técnicos, como la máquina de vapor, el ferrocarril o el buque de vapor , sólo surgieron en el contexto británico, sin que existieran correlatos en otras regiones, ni claros indicios de que fuera a haberlos. Claramente se trata de un intento por parte de Bayly de eludir en su relato una excepcionalidad Europea de corte colonialista, que cae sin embargo en el defecto opuesto, suponer una igualdad de base que le hace perder todo poder explicativo.
Por el contrario, Pomeranz, en el libro que les comento, parte de una tesis completamente distinta. Algo sucedió en Inglaterra en el siglo que media entre 1750 a 1850 y ese algo tuvo un efecto de bola de nieve, de manera que lo que era sólo un artilugio para achicar agua en las minas de carbón británica condujo a una industrialización profunda de amplias zonas de Europa. No sólo Inglaterra, sino Bélgica, la Renania, el Norte de Francia y el norte de Italia. En la concepción de Pomeranz, la chispa inicial no hubiera podido prender sino hubieran existido una serie de requisitos iniciales en la Europa del siglo XVIII, incapaces por si solos de desencadenar la divergencia de Europa, pero que actuaron como catalizadores de la reacción. Hasta que esta fue ya incontenible, se tornó reacción en cadena, y llevó a Europa a dominar el mundo en el segundo tercio del siglo XIX
Sin contar que la definición de modernidad en Bayly es lo suficientemente laxa para que en ella quepa todo - y por tanto sea completamente inútil a efectos clasificatorios -, este historiador hacía caso omiso de las claras diferencias entre las distintas civilizaciones, así como que ciertos avances técnicos, como la máquina de vapor, el ferrocarril o el buque de vapor , sólo surgieron en el contexto británico, sin que existieran correlatos en otras regiones, ni claros indicios de que fuera a haberlos. Claramente se trata de un intento por parte de Bayly de eludir en su relato una excepcionalidad Europea de corte colonialista, que cae sin embargo en el defecto opuesto, suponer una igualdad de base que le hace perder todo poder explicativo.
Por el contrario, Pomeranz, en el libro que les comento, parte de una tesis completamente distinta. Algo sucedió en Inglaterra en el siglo que media entre 1750 a 1850 y ese algo tuvo un efecto de bola de nieve, de manera que lo que era sólo un artilugio para achicar agua en las minas de carbón británica condujo a una industrialización profunda de amplias zonas de Europa. No sólo Inglaterra, sino Bélgica, la Renania, el Norte de Francia y el norte de Italia. En la concepción de Pomeranz, la chispa inicial no hubiera podido prender sino hubieran existido una serie de requisitos iniciales en la Europa del siglo XVIII, incapaces por si solos de desencadenar la divergencia de Europa, pero que actuaron como catalizadores de la reacción. Hasta que esta fue ya incontenible, se tornó reacción en cadena, y llevó a Europa a dominar el mundo en el segundo tercio del siglo XIX