Continuando con mi revisión de la obra de Jean Rouch, este domingo le ha llegado el turno a tres de sus cortos, Les Maîtres Fous (Los amos locos), Mammy Water y Les Tambours d'avant (Los tambores de antaño). Mucho más que sus largos, estos cortometrajes muestran al auténtico Rouch antropólogo, el que se esfuerza en documentar, sin modificarlos las constumbres y creencias de las gentes de otras tierras, esos congeneres nuestros que nos parecen vivir en otro planeta sin relación alguna con el nuestro, y sin embargo, más cercanos de lo que podemos creer.
Las tres obras comparten un tema común, la religion en su expresión africana, lo que provoca que a pesar de ser películas completamente independientes, su visión de una tirada no deje de tener una unidad interna que seguramente no fue pretendida por el director, pero que surge, como digo, de ilustrar el modo en que las gentes de los países del Golfo de Guinea viven ese hecho religioso. Esa vivencia, no puede diferir más de la nuestra, ya que aunque muchos de sus creyentes estén formalmente adscritos a otras religiones mundiales, ya sea cristianismo o islam, bajo ese barniz late con fuerza el animismo original, que cree firmememente en un mundo poblado de espíritus que intervienen en los asuntos humanos, seres sobrenaturales con los que es posible comunicarse mediante la mediación de personas especiales, los chamanes y mediums, que pueden ser poseídos por esos espíritus y traerlos, por un instante, a este mundo material.
Los documentales, por tanto giran alrededor de esas personas especiales, mortales que bien encarnan a la divinidad o bien son capaces de encarnarla durante unos breves instantes, mediante esa posesión a la que hacía referencia. En este sentido, el documental más impresionantes es Les Maîtres Fous, que nos muestra una de las muchas religiones surgidas de lo que se conoce en antropología como fenómenos de aculturación, en este caso partícular, la situación de los campesinos y pastores que se ven obligados a emigrar a las grandes metrópolis creadas en Africa por las potencias coloniales, y que, enfrentados a un mundo cuyas reglas son incomprensibles y que amenaza con destruirle, crean un otro ámbito mágico sobrenatural que les permita controlar el mundo real en el que sufren sin posibilidad de escape.
Así contado, la aparición de estas religiones producto de la aculturación parece revestido de un halo de racionalidad que, a nosotros los Europeos, nos permite arellanarnos en nuestros sillones y permanecer tranquilos, sin que nada ni nadie pueda hacer vacilar nuestras convicciones. Esa falsa seguridad es la que viene a quebrar el documental de Rouch (que debe ser de las primeras obras que es precedida por la coletilla de "imágenes que pueden herir su sensibilidad) ya que, en primer lugar, se nos viene a mostrar que esos espíritus sobrenaturales no son otra cosas que representaciones deformadas de los gobernantes e instituciones coloniales, es decir, de personas concretas, completemente ignorantes de su promoción al rango de divinidades.
¿Hasta que punto esta religión es sincera? En primer lugar, esta religión es un mecanismo de defensa frente al orden colonial, una manera de utilizar sus mecanismos en beneficio de los que son oprimidos por ella, mediante la magia simpática. Como bien indica Rouch en el propio documental la versión distorsionada de la sociedad colonial que muestran estas religiones es la mejor prueba de su absurdo original. Por otra parte, el modo en que se manifiesta en sus creyentes es por medio de la posesión, un estado en que se comportan como auténticos alienados, llegando incluso a la automutilación. Es difícil ver en este estado de trance, de furor sagrado, que nos muestra el documental, simulación alguna, lo que vemos es real y como real es experimentado por sus participantes, hasta el extremo de que podría llegar a afectarnos incluso a nosotros, europeos racionales.
Como puede imaginarse esa posesión no es otra cosa que un mecanismo catártico, en la que el creyente, por un momento se libera de las ataduras y servidumbres de su vida diaria, permitiendo que pueda continuarla durante un breve periodo más, hasta el próximo paroxismo.
De una forma más atenuada, los mismos conceptos surgen en el segundo corto, Mammy Water, y al que pertenecen las capturas que encabezan la entrada, sólo que esta vez sin las distorsiones de los fenómenos de aculturación y en el marco de lo que serían las religiones primitivas, en las cuales las fuerzas de la naturaleza deben ser aplacadas para que permitan que los humanos continúen su vida cotidiana sin ser aniquilados. Un conflicto contacte en la que los mediadores son personas capaces de vivir entre dos mundos, como la Mammy Water, cuya muerte se llora ante la cámara de Rouch y cuyo cadáver será expuesto y paseado por todo el poblado, como si fuera la imagen sacrosanta de la divinidad.