martes, 30 de junio de 2015

Hacia lo irremediable

¿Conoce el experimento de Collenger? Se le considera una tontería. Es cierto que no era un verdadero mirmecólogo, sólo un aficionado. Dividió un termitero de arriba abajo e insertó en medio una placa de acero, para que las hormigas no pudieran comunicarse de ninguna manera. El termitero era bastante nuevo, las hormigas no habían hecho más que empezar a construirlo. Después de seis semanas retiró la placa. Resultó que los nuevos túneles habían sido construidos de tal modo que sus bocas, a cada lado de la barrera, se correspondían exactamente; no se alejaban ni un milímetro, ni vertical ni horizontalmente. De la misma forma en que los hombres construyen un túnel, comenzando las obras simultáneamente en ambos lados de la montaña y encontrándose en el medio. ¿Cómo se comunicaban las termitas a través del acero? Y luego está el experimento de Gruss, que tampoco se ha verificado. Mantenía que si matabas a la termita reina, las obreras que estaban a varios cientos de metros del hormiguero se mostraban agitadas inmediatamente y regresaban al nido.

Stanislaw Lem, Fiasco

Ya les he contado mi (re)descubrimiento de Lem, gracias a esa obra única, digna de figurar entre lo mejor de la literatura universal, que es Vacío perfecto. Esa novela experimental pertenece a una serie que el propio Lem llamó Biblioteca del siglo XXI, a la que pertenecen Cantidad imaginaria, Golem XIV y Provocación, en las que el autor continúo perfeccionando su idea de una compilación de prólogos a obras literarias imaginarias. No obstante, aunque todas sean muy notables sólo Golem XIV  llega a acercarse al remolino intelectual que era Vacío perfecto, quizás porque todas ellas, al ser continuaciones del modelo de esa primera novela, han perdido su aura de novedad y saben a cosa ya conocida, previsible.

La única, como digo, que llega a rozar las alturas de Vacío perfecto es Golem XIV, pero lo consigue de forma un tanto lateral. Esta obra sólo contiene un prólogo de extensión desmesurada, cuyo desarrollo lo acerca a una novela más tradicional - aunque su contenido siga siendo dinamita -, en este caso del género con que se suela asociar a Lem, la ciencia-ficcion.

Y antes de continuar, un inciso, más bien una advertencia. Parafraseando a un pensador español que hablaba de Ramón y Cajal: Lem no es una gloria de la ciencia ficción, sino más bien una vergüenza, ya que a su luz cegadora, la mayoría de los autores y obras de ese género se demuestran como lo que son, absolutas naderías. O dicho de otro modo, excusas para pasar el tiempo con relatos anticuados de aventuras que pretenden pasar por modernidad, incluso por profundas meditaciones filosóficas, lo que es aún mucho peor.

Dicho esto, vayamos con Fiasco, la última novela que he leído de Lem, buscando ya conocer al autor que se hizo un nombre en el género de la Ciencia-Ficción, antes de sorprender a todos como escritor experimental y posmoderno.


lunes, 29 de junio de 2015

Décimo aniversario, las mejores entradas (VII): Modernity's Elegy/The Shock of the New (y V): Trouble in Utopia

Aunque ahí arriba ponga "mejores entradas", lo cierto es que la clasificación que estoy siguiendo es la impuesta por Mr.  Google de acuerdo al número de visitas. Una jerarquía que debería ser objetiva y fiable, pero que cuando he revisado la larga lista de entradas que llevo escrita me he encontrado algunas que debería figurar entre las "mejores" pero que blogger ignora por razones que se me escapa. Así no me queda otra que finalizar esta visión retrospectiva con una repesca de estas entradas que se han colado por las rendijas.

Volviendo a lo que nos ocupa. Como ya les he dicho la serie de anotaciones que dediqué a la serie The Shock of the New - ¿Para cuándo una edición en DVD? -, escrita por Robert Hughes y dedicada a ese concepto difuso que recibe el nombre de modernidad artística, se convirtió en uno de los "hits" de este blog. Ignoro porqué, a menos que la imágenes con que ilustré estas entradas fueran las típicas que los estudiantes de instituto buscan para competar sus trabajos. Fuera lo que fuera, la cuestión es que gracias a esas visitas hubo un periodo en que casi rocé las 7000 entradas mensuales.

No es que es las entradas estuvieran desprovistas de interés, dado el material original. En ésta, precisamente, Hughes se plantea el dilema central de la arquitectura del siglo XX. Los arquitectos fundadores de lo que sería llamado luego el Estilo Internacional - Le Corbusier, Gropius, Mies van der Rohe - consiguieron dar un vuelco completo a la forma arquitéctonica, como no se producía desde la eclosión del gótico en el siglo XII o la expansión del renacimiento en el siglo XVI. Fue literalmente una forma nueva, el método y la manera perfecta adecuada de utilizar los materiales nuevos para crear espacios renovados, cuya plasmación se hizo inseparable de la idea y el espíritu del siglo XX.

Resultado magnífico, definitivo, inigualable, pero también con sus lados obscuros, ya que se trataba de una arquitectura esencialmente inhumana, que arrasaba sin contemplaciones el medio natural y obligaba a las personas a adaptarse a sus espacios matemáticamente perfectos. De hecho, puede decirse que la historia de la arquitectura del siglo XX, una vez obrado el triunfo del estilo internacional, es una larga busqueda por limar sus excesos, por aliviar sus daños, por conseguir, en fin, que esa arquitectura ideal estuviese destinada a los hombres y no a sus constructos platónicos.


Modernity's Elegy/The Shock of the New (y V): Trouble in Utopia

sábado, 27 de junio de 2015

La realidad tangible

Francisco de Zurbarán, La casa de Nazareth
Ya sabrán que para mí la cumbre de la pintura figurativa se alcanzó en el siglo XVII. Los pintores de ese tiempo, españoles, italianos, franceses, flamencos y holandeses, llevaron el ilusionismo renacentista hasta sus últimas consecuencias. Tras ellos, la pintura occidental necesitaba irremediablemente encontrar nuevos caminos, aunque le llevó un siglo darse cuenta y casi otro siglo para dar frutos.

Esta introducción se debe simplemente a que esta mañana he visitado la exposición Zurbarán. una nueva mirada, recién abierta en la Thyssen. No necesito decirle que este pintor es uno de los grandes a los que me refería en el párrafo anterior... aunque en muchos aspectos siga siendo un pintor del pásado, casi con la inocencia de un gótico anónimo. Un primitivismo que los artistas de la vanguardia, especialmente a los cubistas, les fascinó hasta casi el arrebato.

Además, en muchos aspectos Zurbarán es un mal pintor. Su composiciones tienden a ser envaradas,  su la perspectiva, equivoca, como se puede ver en el cuadro - magnífico por otra parte - con que he abierto esta entrada. Incluso, en ocasiones, algunas partes del cuerpo de sus personajes desaparecen o quedan mal resueltas, como si el pintor no supiera cómo resolver los problemas de perspectiva que le plantean ciertos escorzos, ciertas distribuciones en el espacio.

En otro pintor, esto hubiera sido motivo suficiente para que le relegásemos a segunda o a tercera fila. No a Zurbarán. El motivo es que él puede haber sido el único artista - incluso en ese barroco cuajado de altísmas cumbres pictóricas - que ha sabido representar las telas, las texturas en su justa y precisa medida. En esta exposición hay un burro cuyo pelaje está descrito de tal manera tan perfecta que se diría que al tocarlo cedería ante nuestro empuje, lo sentiríamos mullido. En otro cuadro, los bordados del vestido del santo parecen tan reales que se puede caer en el error de pensarlos tejidos sobre el propio lienzo en vez de pintados sobre él.

En todos, en fin, al menos en los mejores, las ropas tienen el peso que les conviene, sus arrugas y sus dobleces son naturales, creadas y marcadas por el uso o por la posición, mientras que su color se despliega en infinito arco iris, como si cada color de los que vemos de ordinario no fuera más que amalgama de inagotables tonalidades.

No se detiene ahí, sino que en sus obras maestras - como la de ahí arriba - en aquéllas que rozan el límite de lo que puede ser plasmado con pinceles, personas y cosas se funden y al mismo tiempo se distinguen, se unifican y se separan simultáneamente en la luz y por la luz. Casi como si esa escena que presenciamos fuera la realidad, el lugar donde habitan los seres de carne y hueso, los que respiran y comen, mientras que las figuras pintadas somos nosotros mismos, presencias eternamente presas del marco de un cuadro.

Bodegón, Juan de Zurbarán
La exposición de Zurbarán guarda más sorpresas que sus propios cuadros. De un pintor de este calibre, del que nos separan ya casi cuatro siglos, normalmente apenas se pueden conseguir obras con las que colmar una exposición, dado que la fragilidad de las que aún se conservan impide que viajen. Inevitablemente, esto lleva a que hay que rellenar los huecos con cuadros de otros pintores, sea con la producción de taller, con la de su círculo de seguidores e imitadores, o con la de épocas del propio artista poco conocidas, directamente consideradas menores.

En este caso, hemos tenido la suerte de que el hijo de Zurbarán, Juan, fue también un pintor de gran talento, aunque malogrado por su temprana muerte.  Juan se especializó en pintar bodegones, un género que puede ser considerado menor, pero que en el siglo XVIII también fue llevado hasta sus últimas consecuencias, baste recordar a Sánchez Cotán. Al igual que su padre, Zurbarán hijo era especialista en descibrir texturas, calidades y consistencias, de manera que sus bodegones es capaz de describir las muchas tonalidades de la piel de una manzana, o como esta se ha ido oxidando al ser cortada. Pequeños detalles, minúsculos y nimios, pero de una belleza aterradora, la que sólo está al alcance de unos pocos maestros, como fueron estos dos Zurbaranes.

No todo es positivo en la exposición. La escasez de cuadros del artista al que se dedica la muestra, obliga a tirar de la obra de los pintores de su taller, quienes desgraciadamente se limitaban a copiar los aciertos de su maestro, muchas veces con total descaro. Para empeorar las cosas, la exposición se cierra con una nota en falso, al enfocarse en la última etapa de Zurbarán, ya en Madrid, que se nos quiere hacer pasar como última explosión creativa, a la misma altura que las anteriores.

Puede que así sea, me falta conocimiento técnico para poder emitir un juicio, pero mi impresión es que esos cuadros últimos están desprovisto de algo. De cierta serenidad, de cierta inocencia, de cierto arrebato. No sé qué, sólo que me marché entristecido, como cuando se visita a un amigo tras largo intervalo y descubre uno cuanto ha envejecido.

viernes, 26 de junio de 2015

Décimo aniversario, las mejores entradas (VII): Escritos literarios

Otra de las páginas más visitadas de este blog no es otra cosa que un índice. En este caso, de mis intentos por convertirme en literato, aunque más correcta sería la definición de juntador de palabras.

Por supuesto, aquello quedo en nada, debido a mi propia desidia, unida a mi falta de carácter. La prueba es que jamás he llegado a publicar un libro y mis inéditos se reducen a dos: una colección de relatos de nombre, Forjadores de Imperios, y un esbozo de novela, llamado Ad Mairem Gloriam Diem.Ambas encuadrables en el género de novela histórica, pero al mismo tiempo fuera, casi opuestas, a esa etiqueta, si me permiten esta pequeña presunción.

Escribí Forjadores de Imperios en la primavera-otoño del año 2000,periodo que, retrospectivamente, me parece uno de los más felices de mi vida. La razón es que durante muchas semanas seguidas encontré la energía para escribir diariamente, aún más, cuanto más escribía, más ganas tenía de continuar haciéndolo, como si hubiera nacido para ello, como si esa dura labor fuera la razón, el motivo y el impulso de mi existencia. Una paradoja consistente en que el trabajo continuo no me cansaba sino que que me dotaba de fuerzas renovadas e inextinguibles.

El resultado fue esa colección de cuentos, que sólo por ese efecto beneficioso en mi persona,para mí se convitieron en lo más precioso que haya sido capaz de de crear, aunque ojos objetivos y neutrales seguramente no vean nada más en ellos que los patéticos intentos de un mediocre por dejar de serlo. Tan únicos, tan definitivos fueron, que me consideré escritor consumado, atacando así la composición de una novela, titulada Ad Majorem Gloriam Dei, que nunca llego a ser otra cosa que un rotundo fracaso. Más de once borradores que me ocuparon cinco años enteros y que llegados a las cien páginas, se demostraban imposibles de continuar por alguien como yo, a quien las fuerzas y las energías le habían abandonado por completo.

Pero aún así, en ellos se hallan algunas de mis mejores páginas. Alturas que ya nunca seré capaz de remedar, mucho menos de escalar.

Escritos Literarios

jueves, 25 de junio de 2015

Ubicuidad, simultáneidad

And beneath: the clear bones, far down,
Thousand on Thousand.
"What gain with Odysseus,
"They that died in the whirlpool
"And after many vain labours,
"Living by stolen meat, chained to the rowingbench,
"That he should have a great fame
"And lie by night with the goddess?
"Their names are not written in Bronze
"Nor their rowing sticks set with Elpenor's
"Nor have they mound by sea-bord.
"That saw never the olives under Spartha
"With the leaves green and then not green,
"The click of light on the branches;
"They saw not the bronze hall not the ingle
"Nor lay there with the queen's waiting maids,
"Not had they Circe to couch-mate, Circe Titania,
"Not had they meats of Kalüpso
"Or her silk skirts brushing their thighs.
"Give! What were they given?
"Ear-wax
"Poison and Ear-wax
"And a salt grave by the bull field,
"neson amumona, their heads like sea crows in the foam
"Black splotches, sea-weed under lightning
"Canned beef of Apollo, ten cans for a boat load"

Ezra Pound, The Cantos, Canto XX

Y abajo, los huesos límpios, muy abajo.
Miles sobre miles
"¿Qué ganaron con Odiseo
 "Los que murieron en el remolino
"Y tras muchos vanos trabajos
"viviendo de carne robada, encadenados al remo,
"para que él alcanzara gran fama
"y se acostase con la diosa?
"Su nombres no están grabados en bronce
"Ni sus remos junto al de Elpenor
"Ni tienen un túmulo al borde del mar
"No vieron los olivos de Esparta
"Con sus hojas verde y entonces no verdes
"El brillo de la luz en las ramas;
"No vieron el zagüan de bronce ni el hogar
"Ni yacieron allí con las damas de honor de la reina
"ni tuvieron a Circe como compañera de lecho, a Circe Titania
"Ni recibieron carne de Calipso
"Ni sus faldas de seda rozaron sus muslos.
"¡Eh! ¿Qué se les dió?
Cera para los oídos
Veneno y cera
Y una tumba salada junto al campo del toro
neson aumona, sus cabezas como cuervos marinos en la espuma
Manchas negras, algas bajo el relámpago
El buey enlatado de Apolo, diez latas por barco.

Me hallo embarcado en la lectura de Los Cantos de Ezra Pound, una tarea autoimpuesta que me empieza a parecer semejante a las labores y trabajos de los compañeros anónimos de Ulises, extraviados en su navegar sin fin, casi sin destino, para pronto descubrir que el retorno a la patria, mejor dicho, cualquier puerto amigo, les estaba vedado. Para explicarlo al que no sepa de que hablo: Estoy leyendo un larguísimo poema épico de casi 800 páginas, dividido en más de cien cantos, que constituye uno de los centros de la modernidad literaria, en cuyas páginas se cruzan e interfieren versos escritos en al menos diez idiomas distintos (inglés, francés, italiano, español, alemán, chino, griego, latín, provenzal, gaélico), con los que se "citan" y se hacen "referencia" a los hechos históricos y las obras literarias de otras culturas. Eso sí, sin orden, plan, guía, claves, propósito o finalidad aparente.

Como pueden apreciar, no había medido bien el peso de la carga que había decidido transportar y que acarreo con bastantes dificultades desde hace ya varias semanas. Pero antes de compartir mis impresiones sobre Pound y sus Cantos, como poeta y como poema, es necesario referirse a ese otro aspecto inseparable de su personalidad: Su compromiso político... aunque sea el "equivocado". Pound es una de tantas personalidades importantes de la cultura de primeros del siglo XX que eligió voluntariamente ponerse de lado del fascismo. Con tal fe y entrega, que pasó la guerra mundial en Italia, en el bando enemigo de su país, e incluso llenó algunos de sus cantos de esa época, los 72 y 73, escritos en italiano, con elogios al combate de las potencias del Eje contra los Aliados, además de insultos e invectivas contra estos.

Con frecuencia se ha querido disculpar a Pound por su pertenencia al bando equivocado, al igual que se ha hecho con Knut Hansom o con Celine. Falta de visión, confusión ideológica, rebelión justa pero mal encauzada, han sido argumentos que se han elegido para exculpar a estos escritores egregios del pecado de no haber sido de izquierdas, o como poco antifascistas. Sin embargo, al menos en el caso de Pound, estos sofismas a posteriori en seguida se revelan como lo que son: falsos y convenientes. El compromiso de Pound con el fascismo es más que sincero, tal y como lo revelan sus escritos de guerra, entre lo mejor del inmenso océano, desierto y selva, todo al mismo tiempo, que son sus cantos.

El fascismo de este escritor es por tanto una realidad innegable, que no podemos barrer debajo de la alfombra porque nos afea el salón. Hay que aceptarlo como lo es, sin intentar disimularlo.

Y dicho esto, pasemos a hablar de la poesía Los Cantos, que es lo que realmente (nos) interesa.

miércoles, 24 de junio de 2015

Décimo aniversario, las mejores entradas (VI): Falling into ruins

El éxito de esta entrada (alrededor de las mil visitas y subiendo) no deja de sorprenderme.

La escribí como reseña de una exposición magnífica que se pudo ver en Caixaforum madrileño (cuando era gratis, eso sí, y la Caixa no había implantado el copago cultural), dedicada a la arquitectura soviética de los breves años en que la vanguardia y la experimentación parecían inseparables de ese nuevo régimen político. El interés de esa muestra no consistía sólo en descubrir esos edificios únicos, sino en comprobar el estado actual en que el se encontraban, sus funciones  desvirtuadas con el paso del tiempo, en ocasiones amenazados por la demolición, mientras que en varios casos, simplemente, en el camino a hacia la ruina.

Las causas del estado de abandono y desidia en el que se hallaban eran múltiples. Parte se debía a propia mala calidad de los materiales utilizados en un tiempo de revolución donde había que mostrar resultados cuanto antes, preferentemente antes de plazo, como ocurre curiosamente en nuestro tiempo, tan alejado y tan opuesto, pero al mismo tiempo tan similar y parecido al de aquellas revoluciones fracasadas. No obstante, la principal causa de ese deterioro era histórica y política. Ya en tiempos del estalinismo, esas audacias constructivas habían sido mal vistas, y peor lo habían sido en un tiempo presente que abjuraba del comunismo y de todo aquello que lo recordarse.

Los edificios, esos edificios estrella y símbolo, habían sido cerrados y olvidados. Los más afortunados transformados, adaptados a otras funciones para las que no habían sido concebidas, teniendo que aceptar cualquier reforma, cualquier deformación, si se quería que continuasen en pie, porque el otro destino, el único, era el de la ruina y la demolición.

Pero da igual, porque esa salvación in extremis no era otra cosa que un aplazamiento de una condena. Al final, más tarde o más temprano, el destino será el mismo, desaparecer sin dejar rastro. Y con ellos todo un tesoro artístico, última prueba y testimonio de un modo de pensar, de concebir, de soñar.

Y eso es lo que intentaba trazar esa magnífica exposición.

Falling into Ruins

martes, 23 de junio de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Schnittke (y XVII)



En el primer año de este blog que ahora celebra su décimo aniversario, las entradas eran más bien escasas, sin periodicidad definida, con largos intervalos de silencio que hacían presagiar que no iba a tener continuidad. Algo muy habitual en mí, que emprende demasiadas cosas para luego abandonarlas definitivamente, justo cuando iban a empezar a dar frutos.

En aquel periodo de gestación, de crecimiento, de enfermedades infantiles, escribí una entrada intentando explicar mi fascinación, mi enamoramiento, por la obra del último Sostakovich. En concreto, sus últimos cuartetos de cuerda compuestos en la década de los setenta, justo antes de su muerte. Entre las muchas vaguedades, las muchas tonterías que allí expresaba había una idea con la que intentaba transmitir mi sentimiento de extrañeza, de confusión, al escuchar esa música nueva y desconocida. Se trataba que esas piezas habían sido escritas estando yo en vida, eran mis contemporáneas, compartíamos tiempo y sentimiento, pero no las había descubierto hasta mucho tiempo después, ya desacopladas, disociadas, cuando el presente de la partitura pertenecía a un pasado remoto y mi presente actual a un futuro tan desconocido, que nunca fui capaz de preverlo ni de soñarlo en aquel entonces.

Este sentimiento, con la misma fuerza, con el mismo dolor e impotencia, he vuelto a sentirlo al encontrarme con la obra de Alfred Schnittke, músico soviético posterior a Sostakovich y cuya obra se desarrolla en las décadas de 1970 a 1990, en la que murió sin llegar a conocer este nuevo siglo. Estricto contemporáneo, por tanto, de mi juventud, pero completo desconocido para mí, hasta ayer mismo.

lunes, 22 de junio de 2015

Mostrando el pasado (y VIII): Problemas, limitaciones y ausencias


Esculturas Ibéricas de Porcuna, obviamente no expuestas en el MAN

En las entradas anteriores quería haber hecho una valoración equilibrada y objetiva del nuevo montaje del MAN, pero al terminar me he dado cuenta que no he hecho otra cosa que subrayar sus defectos - que los tiene, es innegable - mientras que soslayaba sus muchas virtudes. Otro ejemplo más de mi tendencia a las jeremiadas, que me lleva a hacer de menos a aquello que más quiero. Lo bueno es que, afortunadamente, nadie me hace caso.

Pero ya en serio, el MAN es uno de los grandes museos de Madrid, con una colección repleta de obras únicas, mediante las que se puede trazar una historia completa de las Península Ibérica hasta 1800, recorrido histórico al que hay que añadir las interesantes salas dedicadas a las civilizaciones egipcia y griega. Por su puesto, independientemente del valor y la importancia de los objetos que albergue, todo museo corre el peligro de devenir almacén, desván o cuarto trastero, como ocurrió con el anterior montaje. Para evitar esto, el MAN ha tomado la difícil decisión de retirar gran parte de los objetos antes expuestos, para aligerar así la visita, mientras que ésta se complementa con explicaciones que intentan no apabullar con un excesivo despliegue de datos ni siendo demasiado técnicos o eruditos.

El museo intenta ser así pedagógico y accesible, aunque sin caer en la exageración de los museos de ciencias actuales, que parecen destinados únicamente a los escolares. No obstante, estos cambios no significarían nada si el MAN continuase anclado en el marco formal, la arqueología cultura, de su antigua exposición y no se hubiera realizado una revisión exhaustiva de lo que se muestra y como se muestra, para adaptarlo las nuevas ideas y corrientes. El enfoque se torna así claramente antropológico, intentando conectar lo expuesto con el uso y el significado que nuestros antepasados pudieran darle, para así abrir una ventana con nuestro pasado y al mismo tiempo hacia nuestro presente, hacia nosotros mismos, tan lejanos y tan próximos simultáneamente de esas culturas y de esos muertos olvidados.


viernes, 19 de junio de 2015

Décimo aniversario, la mejores entradas (y V): El movimiento en la pintura

Otra entrada cuyo éxito es un misterio insondable.

Su motivo era compartir mi entusiasmo al descubrir la obra del animador germano Oskar Fischinger, pionero de la abstracción en el cine y pintor abstracto el mismo. Al mismo tiempo servía también para airear mi enfado ante el olvido en que el mundillo cinematográfico, crítica y aficionados,  tenía a alguien que en otras artes sería considerado como una primera figura. Silencio que en mi opinión viene a demostrar que poco ha evolucionado el cine desde la caseta de feria y cuanto le queda aún por consituirse en auténtico arte.

Sé que mis palabras pueden sonar a provocación, pero creo que estamos viendo como se colma de parabienes y elogios a cualquier nueva película de las majors, mientras que aquellos nombres que buscan encontrar nuevos caminos so  relegados al olvido. Postura que poco tiene que ver con el erróneo el cine de antaño era el mejor y el de ahora está muero/matando al cine, sino con la creciente certeza de que la auténtica historia del cine es otra, paralela a la que nos han contado.

Pero volviendo a la entrada. El gran número de visitas que tiene debe deberse a una simple casualidad. A que muchos deben haber escrito en google pintura+movimiento, esperando encontrar una definición o una lista de los movimientos pictóricos y se han encontrado con mis divagaciones y mis broncas sobre un obscuro animador de los años 30 del que pocos habrán oído hablar.

Porque dudo mucho que este mundo rebose con admiradores de Oskar Fischinger.

El movimiento en la pintura



miércoles, 17 de junio de 2015

Décimo Aniversario, las mejores entradas (IV): 100 AS (I): Gertie the Dinosaur

Esta entrada, por el contrario, si es una entrada con toda las de la ley. En concreto la que inicio las revisión de la lista de 100 cortos animados que elaboró, hace ya casi una década, el festival de Annecy.

No creo que el situarse en el cuarto puesto se deba a su calidad, sino simplemente a que es la primera de la lista. De esa manera, todo aquel que haya entrado en la página-indica que recoge los enlaces a los cien cortos - y que como recordarán es la más visitada del blog - seguro que habrá elegido esta entrada para ver si las demás valen la pena... y como las restantes no llegan a su mismo número de visitas, ni mucho menos, está claro que mucho interés no le habrá visto, desde luego.

Pero ahí queda, la entrada que inaguró esa locura mía de revisar cien cortos animados, considerados de los mejores de la historia, y que me llevó más de dos años de entradas dominicales, tiempo no sé si bien o mal empleado.

Lo que sí les puedo decir es que tras los cien cortos, mis ideas sobre la animación se habían transformado completamente. Fenómenos, escuelas y obras que yo antes consideraba esenciales ya no lo eran, por muy poderosas razones, y sólo cierta nostalgia, cierto cariño, me llevaba a seguir viéndolos. Y por si no se han enterado, hablo del anime, que ha visto mi entusiasmo por él enfriarse en gran medida.

En fin, que todo cambia, nada es estable y permanente, y la memoria nos gasta muy malas pasadas.

Gertie the dinosaur

martes, 16 de junio de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XV)

The catastro of Ensenada, as it was known, was completed in 1754; copies were made, bound and sent to Madrid.; officials began to make the new tax assessments, calculate the quotas, and prepare the necessary decrees. Then nothing happened. The interest groups and privileged sectors had not been idle since 1749; protests had been voiced, objections made, pressures applied. The result was that the project of a single tax was first postponed, then abandoned, leaving the catastro itself in the archives, a monument to Spanish bureaucracy and a prime source for the historian. The excercise was revealing in other ways.

John Lynch, Bourbon Spain, 1700-1808

El catastro de Ensenada, como se conocía, fue completado en 1754; se hicieron copias, se encuadernaron y se enviaron a Madrid; los funcionarios comenzaron a evaluar el nuevo impuesto, calcular las cuotas y preparar los decretos necesarios. Entonces, nada sucedió. Los grupos de interés y los sectores privilegiados no habían permanecido ociosos desde 1749; se habían levantado protestas, realizado objecciones, aplicado presion. El resultado fue que el proyecto de un impuesto único fue retrasado primero, luego abandonado, quedando el catastro en los archivos, un monumento a la burocracia española y una fuente principal para el historiador. El ejercicio era revelador en otros sentidos.

Continuando con mi comparación de las Historias de España dirigidas respectivamente por John Lynch y Fontana/Villares, llega el turno del volumen que John Lynch dedica al siglo XVIII, último de los tres escritos por este historiador británico y último también en que se mantiene la sincronía en ambas obras. El siguiente volumen, a cargo de Charles Esdaille, se merendará siglo y medio de historia de España, desde la guerra de la Independencia hasta el final de la Guerra Civil, mientras que la Fontana/Villares tardará tres tomos en alcanzar el mismo punto. Ya veremos lo que pasa en ellos, pero me temo que la reciente escrita en España se comerá a la antigua escrita en Inglaterra, simplemente por el grado de detalle.


Entretanto, quien se lleva la palma es John Lynch, como ya había ocurrido con sus crónicas del siglo XVI y XVIII. Excepto en ocasiones muy particulares, como la descripción del chalaneo por el Imperio Español durante la agonía de Carlos II o los sucesos del motín de Esquilache, mucho mejor descritas en la Fontana/Villares, la narración de John Lynch es bastante más organizada, estructurada y abundante en datos, ofreciendo una visión mucho más rica y compleja de los siglos tratados, desde la cúpula gobernante hasta las clases populares. Por el contrario, en los tomos de la Fontana Villares hay una excesiva dependencia de los escritos de los reformadores y pensadores de la época - menor en el tomo del siglo XVIII, todo hay que decirlo - sin pararse a pensar si esas ideas tuvieron alguna repercusión o siquiera fueran escuchadas. Se trata de un claro caso sesgo debido a la naturaleza de las fuentes, en el que lo que se ha conservado determina la visión del periodo que se quiere estudiar.

Pero, problemas metodológicos aparte, ¿Cuál es la visión de Lynch sobre los Borbones? Pues no mucho mejor que la de Fontana/Villares, sino incluso peor.

lunes, 15 de junio de 2015

Décimo Aniversario, las mejores entradas (III): Escritos sobre cine

De nuevo otra entrada que no es entrada sino colección de enlaces. En esta ocasión, a los muchos artículos que he ido escribiendo en diferentes revistas cinematográfica en Internet. Algunas aún con buena salud y lectores fieles, como Detour, Miradas de Cine o Transit. Otras, como Tren de sombras, cerradas hace ya tiempo, desaparecidas incluso de la Internet y pronto de la memoria de los pocos - o muchos - que las leyeron.

El éxito de esta entrada entre mis lectores creo que se debe únicamente a su condición de índice y referencia. Supongo que muchos entrarían en ella sólo por ver qué podía haber escrito el propietario del blog, además de esta larga de divagaciones sin sentido, para consultar unos cuantos enlaces, comprobar que bastantes no funcionaban, mientras que otros llevaban a contenidos sin mayor interés, y no volver a entrar jamás en ella.

Pero está visto que el cebo funcionaba, así que ahí la tenemos, en tercer lugar de la clasificación. Y oigan, seguro que alguno hasta la ha disfrutado. A ella y a los enlaces que contiene.

Escritos sobre cine 

sábado, 13 de junio de 2015

Mostrando el pasado (y VII): Problemas limitaciones y ausencias


Resulta curioso que en un museo que se llama arqueológico nacional, dos de las secciones más interesantes y mejor expuestas sean las dedicadas a dos culturas extrapeninsulates: la Egipcia y la Griega Clásica, aunque esta última con influencia directa en nuestra protohistoria.

viernes, 12 de junio de 2015

Décimo aniversario, Las mejores entradas (II): Modernity's Elegy/The Shock of the New (VIII): Culture as Nature

El éxito de esta entrada fue una sorpresa.

Pertenece a una serie de comentarios sobre la serie documental de The Shock of the New, realizada por el crítico de arte Robert Hughes para la BBC a finales de los setenta. En concreto, al capítulo dedicado al Pop-Art como símbolo del arte de los sesenta.

Esa serie guarda un lugar especial en mi biografía, ya que gracias a ella me aficioné a lo que entonces se llamaba arte contemporáneo, es decir, las vanguardias del siglo XX. Sin embargo, en aquel tiempo no me di cuenta - ni yo, ni muchos de los televidentes españoles - es que la serie había sido realizada en una juntura temporal crítica: la ascensión y victoria del postmodernismo frente a la modernidad. El relato de Robert Hughes tenía por ello un fuerte tono elegiáco, tanto de dolor por un modo de concebir el mundo a punto de desaparecer, como de amargura ante el fracaso político y estético con que se había saldado.

Todo esto era claramente visible treinta años más tarde, cuando me enfrente de nuevo con la serie. Entre otras cosas, porque por aquel entonces la victoria del postmodernismo era clara y los ataques contra la modernidad cada vez más frecuentes. Situación que sólo se ha modificado en estos años porque el postmodernismo ha comenzado también a cuartearse, sin que esto suponga que la crítica y el rechazo al modernismo se hayan atenuado, más bien al contrario.

Nada de esto, me temo, ha contribuido al éxito de esta entrada, casi cinco mil visitas, la mayoría cercanas a cuando la publiqué. De verdad, no me imagino quién podría leerse mis torpes apreciaciones sobre una serie casi olvidada, así que debo suponer que la mayoría llegó a ella buscando otra cosa y que luego los motores de búsqueda crearon un efecto de bola nieve... como ha ocurrido con otra entrada que ya les comentaré.

De todas formas, aquí les dejo el enlace, por si quieren perder el tiempo... o entretenerse, que de todo debe haber en este mundo.

La Elegía de la Modernidad: Arte de los años sesenta

miércoles, 10 de junio de 2015

Décimo aniversario, Las mejores entradas (I): 100 Cortos Animados

Está página, que no entrada, tiene el record absoluto del blog, con cerca de 14000+ visitas. En sí su objetivo era más que humilde: guardar la lista de enlaces a las reseñas que estaba haciendo de la selección de mejores cortos de animación confeccionada por el festival de Annecy en 2006.

Debido a ello, su contenido, fuera de los enlaces, es prácticamente nulo... y al mismo tiempo asegura su éxito, ya que es la puerta de entrada a las reseñas arriba citadas. Reseñas que aún así permanecerían sin leer, si no fuera por las recomendaciones que hicieron tres personas (ellas saben quienes son, por lo que no hace falta citarlas) de las que sólo conozco digitalmente personalmente a una, cuya intervención permitió que mis torpes y exagerados comentarios llegasen a un público mucho más amplio. Ése interesado en la animación, pero que nunca pudo sospechar de la existencia de este blog.

Por todo ellos, muchísimas gracias...y aquí les dejo el enlace por si quieren pasarse.

100 Cortos animados/La lista de Annecy

martes, 9 de junio de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XIV)

En el contexto del siglo XVIII, no desde las concepciones de nuestra época, esos reyes (los déspotas ilustrados) resultaban "ilustrados" en comparación con sus antecesores y coetáneos, debido a que estaban más abiertos a las corrientes que reivindicaban el cultivo de la razón y la mejora educativa. De semejante actitud ni mucho menos se derivaba una sintonía con el programa enciclopedista o kantiano de la autonomía del individuo y el uso sin límites de la razón, pero conviene repetir que ésa fue sólo una de las distintas vertientes del movimiento ilustrado. El mito del "progresismo" de Carlos III, extendido a los hombres más destacados de su gobierno, ha impedido percibir los rasgos más tradicionales de su reinado, pero calificarlo de "reaccionario" supone caer en un error idéntico de signo opuesto. El gobierno de Carlos III, ni siquiera en su etapa reformista más activa tras lo motines de 1766, fue incapaz de remover los obstáculos al desarrollo de la agricultura, del comercio y de la actividad industrial, ni mostró la más mínima voluntad de poner fin a las desigualdades jurídicas de la sociedad estamental. Sin embargo, algunos aspectos de su política estuvieron en consonancia con las "ideas propias de nuestro tiempo" a que hacía referencia Campomanes, o con el "espíritu general de Ilustración" de que habló Jovellanos. La Ilustración, a pesar de lo que tantas veces se ha escrito, en ningún lugar de Europa ni tampoco en Francia fue un movimiento homogéneo y de carácter revolucionario. Sólo algunas derivaciones de esa amplia y diversa corriente tomaron con el tiempo un carácter radical.

Pedro Ruiz Torres, Reformismo e Ilustración, Volumen 5 de la Historia de España Fontana/Villares

Tenía muy abandonadas, debido a otras lecturas, mi comparación de las Historias de España dirigidas respectivamente por John Lync y Fontana/Villares, una de los años 90 y orientada al público de habla inglesa, otra de la década pasada y orientada a un público peninsular. Los tomos que estoy leyendo ahora, sobre el siglo XVIII y el (supuesto) reformismo borbónico, son los últimos en que ambas historias están sincronizadas. Como recordarán, la de John Lynch exploraba en profundidad la España de antes de los reyes católicos, tanto medieval como romana y prerromana, mientras que la de Fontana/Villares se centraba en España como objeto histórico, reservando su relato y sus tomos para historia posterior a los Reyes Católicos y, por supuesto, la época contemporánea.

Volviendo a lo que nos ocupa, quizás se hayan sorprendido de que tilde el periodo de los primeros Borbones como "supuesto" reformismo. En las escuelas aún se enseña que ese siglo fue un periodo tranquilo, en comparación con la turbulenta conclusión de la dinastía Habsburgo en el XVII, con su rosario de derrotas y catástrofes interiores, o el no menos dramático y enrevesado siglo XIX, trufado de guerras civiles, pronunciamientos y revoluciones, que casi estuvieron a punto de convertir a España en otro enfermo de Europa, maduro para ser repartido y colonizado, como el Imperio Otomano.

Las convulsiones del siglo XVIII, que las hubo, quedaban bien limitadas y acotadas. Al principio, la guerra de Sucesión y la uniformización del estado con los decretos de Nueva Planta. Al final, las repercusiones de la Revolución Francesa, el paulatino deslizar al estado de nación cliente del Imperio Napoleónico, al capricho de los dictados y el capricho de Napoleón, para desembocar en la matanza que supuso la absurda Guerra de la Independencia. Entre medias, el sobresalto del confuso motín de Esquilache, pero poco más, en un siglo que parecía dominado por la tranquilidad, por el caminar hacia las reformas luminosas de una ilustración que había acabado por seducir a los propios monarcas absolutos. Paz y sosiego, progreso e industria, razón y ciencia, características que serían contempladas con melancolía y envidia en el torbellino de los siglos siguientes.

lunes, 8 de junio de 2015

Décimo Aniversario: Intro

Bueno, pues ya está. Este blog ha cumplido diez años. Concretamente el 11 de mayo pasado.

No es que con él haya llegado a mucho, aparte de dejar por escrito mis divagaciones. Pocas han sido las visitas, en media 20/30 por entrada, y menos la repercusión, de la que los cero comentarios de la mayoría de las entradas es prueba suficiente, sin que ni siquiera consiguiera atraer un sólo troll (bueno., hubo uno, pero enseguida se cansó).

Las causas son muchas. Mi resistencia a especializarme en único tema, mi apartamiento de la actualidad, mi tendencia a complicar mi expresión y mis razonamientos. Sea como fuere, así ha sido y ya poco se puede hacer. Queda no obstante, una victoria, el haberlo mantenido en marcha a pesar de todo, hasta conseguir la marca de cuatro entradas semanales.

Pero basta de cosas tristes, que estamos de celebración. Así que, gracias a todos los que me han leído y soportado en este tiempo, sean habituales o visitantes esporádicos, y a por el vigésimo aniversario, que ya le queda poco.

En el intervalo que esperamos y durante este mes, iré publicando enlaces a las entradas/páginas que más éxito han tenido. De unas, ése resultado está más que claro, de otras, temo que se lo tenga que agradecer a los misterios de los buscadores o a la afición que me han tomado ciertos bots.

Lo dicho, gracias a todos, y sigan pasándose, en lo que puedan y les dejen.

sábado, 6 de junio de 2015

Mostrando el Pasado (y VI): Problemas, limitaciones y ausencias

Estatua Orante de Pedro I de Castilla

En la entrada anterior de mi revisión del nuevo montaje del MAN me quedé sin espacio cuando le llegaba el turno a las salas dedicadas a los reinos cristianos medievales. No obstante, esta detención aunque casual, ha sido muy oportuna. ya que remeda la que el propio MAN ha buscado en su narración de la historia peninsular. El hecho que se busca subrayar con esta interrupción es que la España actual es heredera directa de esos reinos medievales, siendo su evolución pareja a la del resto de la cristiandad occidental,  hecho que incluso ahora, en estos tiempos laícos cuando no de negación directa de la divinidad, sigue pesando sobre nosotros.

Por esa razón, haberse llevado las colecciones medievales cristianas, junto con las de la edad moderna, a las nuevas salas de la planta primera, aisladas así del resto del objeto, es una decisión muy apropiada, ya que anuncia el comienzo de un tiempo nuevo: cómo la península Ibérica acabó integrada en el occidente cristiano, revertiendo un proceso de integración en el Islám que a principios del siglo X parecía una conclusión hecha y que durante los siglos XI y XII se mantuvo como una posibilidad.

Dejando esto a un lado, esta cisura espacial denota también un cambio en el origen de los objetos expuestos que ya les había comentado referente a las salas visigóticas y árabes. No estamos tratando ya, salvo excepciones, con objetos encontrados en excavaciones arqueológicas, sino con artefactos rescatados de edificios en ruina o derribados, o con conjuntos procedentes de colecciones nobiliarias y reales. O por redundar más aún en esta idea, no hablamos de artefactos culturales de civilizaciones desaparecidas, perdidos y vueltos a recuperar, sino de materiales que una civilización consideró valiosos como signos de identidad, para así ser salvados de la destrucción que les amenazaba... o ser reconstruidos cuidadosamente si esta se había producido.

jueves, 4 de junio de 2015

Mostrando el pasado (yV): Problemas limitaciones y ausencias

Lápida del presbítero Crispín

Siguiendo con mis notas al nuevo montaje del museo arqueológico, ha llegado el momento de las salas dedicadas al medievo: Visigodos, árabes y cristianos. Como ya les había dicho, el principal problema de la reforma es que a pesar del aumento del espacio expositivo da la impresión que éste ha disminuido, a lo que no ayuda la reducción en el número de piezas.

Entiéndase bien, en áreas como la romana o la protohistórica, que rebosan de piezas, esta saca ha ayudado a aligerar la exposición, permitiendo que sea más accesible al público. Aún así, y debido a esa misma abundancia de objetos, no puede evitarse cierta sensación de agobio, de estar perdidos tanto en el tiempo como en el espacio. La exposición es así, al mismo tiempo, pedagógica y críptica, ya que, como les contaba, se han eliminado muchas de las explicaciones, mapas y maquetas del antiguo montaje, sin que hayan sido substituidos por otras nuevas.

No obstante, en zonas tan ricas como la romana y la prerromana, estas quejas mías no son más que pijoterias, ya que a pesar de los defectos que aún quedan, los problemas de exponer tal número de piezas de un modo coherente han sido resueltos de forma bastante elegante y muy ilustrativa. Muy diferente, por el contrario, es el caso de las salas a la Edad Media, donde es evidente que sí se ha producido una importante reducción del espacio expositivo, las piezas se acumulan sin casi dejar espacio para disfrutarlas, mientras que reina una evidente confusión en el dónde y cuándo de lo que se muestra.

Parte de esta confusión se debe a modificaciones en los modelos historiográficos, muy evidentes en la sala dedicada al paso de la antigüedad romana a los reinos sucesores germanos. Si en la narración de la prehistoria se han dejado a un lado los parámetros de la antigua arqueología cultural, en lo que se refiere a la caída del imperio romano se intenta evitar la singularidad de ese hecho, para hablar  en cambio de Antigüedad Tardía, entendida como un extenso periodo de transición del siglo IV al VIII durante el que, lenta y paulatinamente, el mundo romano se habría transformado en la cristiandad medieval, mientras que las invasiones bárbaras no pasarían de ser una anécdota.