Mostrando entradas con la etiqueta Europa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Europa. Mostrar todas las entradas

jueves, 18 de noviembre de 2021

Francisco Veiga, El desequilibrio como orden

Desde Occidente se contemplaba la situación en Rusia con creciente preocupación. La economía se deterioraba por momentos, el descontento social era unánime. Los sueldos no se cobraban durante meses  y cuando eran abonados ya no servían para hacer frente a la subida de los precios. La delincuencia aumentó, se expandió por todos los ámbitos de la sociedad. Las costumbres ya conocidas durante los últimos tiempos de la Unión Soviética (el trueque a base de los productos substraídos en la propia empresa, los sobornos) se convirtieron en práctica común y corriente. Pero se asoció con el uso de la violencia y la aparición de mafias cada vez más organizadas. Rusia amenazó con transformarse en un gigantesco bazar donde todo se podía comprar y vender. Desde Occidente se consideraba cada vez más seriamente la posibilidad de que eso incluyera no sólo armas convencionales -algo muy extendido por entonces-, sino tráfico de armas atómicas y componentes asociados a las mismas o a su fabricación, incluidos los científicos y técnicos que las habían creado y mantenido. O crisis derivadas de fallos fatales en las instalaciones nucleares.

Francisco Veiga, El desequilibrio como orden, una historia de las postguerra fría.

En entradas anteriores ya les había comentado otro libro de Francisco Veiga, del titulado La fábrica de la fronteras, centrado en las guerras  de secesión yugoeslavas de las década de 1990. Aunque no coincido del todo con algunas de sus conclusiones -la autoría de ciertos hechos luctuosos-, es un análisis brillante de esa década convulsa, tanto por su detalle como por ayudar a disolver los errores que la propaganda de entonces inculcó en quienes vivimos en esa época. Pueden imaginarse el interés que me despertó saber que había escrito un estudio de igual calidad sobre los años posteriores a la guerra fría, de 1990 a 2012

Y aquí se hace necesario un inciso. Hace muchos, muchos años, en los noventa del pasado siglo, ya había leído otro libro de este autor: La paz simulada, escrito en colaboración con Enrique da Cal y Ángel Ugarte. Obra centrada en la Guerra fría que devoré con fruición, ya que, como sabrán, mi adolescencia había transcurrido en los años ochenta, durante los últimos coletazos de ese conflicto, cuando parecía que, a la mínima, habrían de empezar a llover pepinos nucleares. No ocurrió así, por suerte, así que, durante los noventa, me obsesione con comprar libros dedicados a ese periodo: obras que me ayudasen a comprender el porqué de esa locura. Sin embargo, con el tiempo, ese periodo que me marcó de manera indeleble ha devenido historia antigua, de la que aburre a los escolares. Ahora, pasados 30 años, es necesario descubrir qué ocurrió en la posguerra de ese conflicto, en este tiempo de neoliberalismo triunfante.

viernes, 5 de noviembre de 2021

La fábrica de las fronteras, Francisco Veiga (II)

Por ello, las masacres debido a impactos directos fueron muy raras y, cuando se producían, solían provocar muchas polémica mediática. Tras la denominada <<matanza de la cola del pan>>, el 27 de mayo de 1992, atribuida a un morterazo serbio, levantó una enorme polvareda la publicación de diversos informes de las Naciones Unidas, según las cuales éste y otros ataques similares habían sido provocaciones organizadas por las mismas fuerzas bosniacas, a fin de forzar la tan ansiada intervención internacional. El bombardeo del 5 de febrero de 1994 sobre el mercado generó muchas dudas en su momento; a día de hoy existen ya pocas dudas de que el ataque se debió a las mismas fuerzas bosnio-musulmanes. De hecho, según fuentes de inteligencia estadounidenses, el gobierno de Sarajevo incluso lo admitió ante sus aliados americanos, aunque en secreto.

Francisco Veiga, La fábrica de las fronteras.

Ya les había hablado, en otra entrada, de este magnífico libro de Francisco Veiga, un completo -y algo polémico- análisis de las guerras de Yugoeslavia. Ese complejo de guerras civiles, que ocupan la década de 1990 por entero, supuso un shock para una Europa que aún celebraba el fin de la Guerra Fría y que, además, llevaba viviendo cuarenta y cinco años de paz. Tensa, pero necesaria tras los treinta años de guerra sin cuartel, culminados en el genocidio contra los judíos, que habían ocupado la primera mitad del siglo XX. En muchos aspectos, las guerras yugoeslavas parecieron, para los europeos, como un retorno a esos años terribles, ya que la limpieza étnica, con toda su crueldad, se convirtió en su rasgo característico. Sin olvidar tampoco que, al contrario que las hostilidades de primeros de siglo, esta guerra fue televisada: durante largos años los europeos pudieron ver, día tras día, imágenes de las atrocidades casi según se estaban produciendo. Nombres como Sarajevo o Srebenica se clavaron en la memoria de los contemporáneos, pasando a formar parte de la larga historia de la infamia.

Sin embargo, a pesar de esa exposición mediática y de la cercanía temporal de los hechos, subsisten aún graves dudas y discordancias sobre lo que ocurrió en realidad. En la entrada anterior, ya les había señalado como la versión construida en esos años -y que aún persiste en gran medida- ponía la responsabilidad del conflicto en el estado serbio y sus dirigentes -Milosevic y Karadzic, quienes habrían intentado crear una Gran Serbia arrebatando amplias regiones a las repúblicas yugoeslavas vecinas. Esa culpabilidad se extendería también a las limpiezas étnicas, que habrían sido perpetradas, casi en exclusiva, por los serbios, teniendo como epítome el asedio de Sarajevo y las matanzas de Srebenica. Sin embargo, lo que ocurrió en realidad es que nadie quiso mantener la unidad de la federación, cuyos organismos fueron minados, desde dentro, por los propios gobernantes de los futuros estados sucesores. Serbia no habría podido hacer nada sin la colaboración, tácita y tempestuosa, de Croacia, cuyo presidente, Tudman, acordó en varias ocasiones el reparto de Bosnia con Milosevic.

jueves, 21 de octubre de 2021

La fábrica de las fronteras, Francisco Veiga (I)

En febrero de 1992, a los dos meses escasos de obtener el reconocimiento internacional de su independencia, el gobierno de la flamante República de Eslovenia decidió eliminar del registro de residentes, mediante un procedimiento secreto y sin informar a los interesados, a todos aquéllos que no habían solicitado la ciudadanía eslovena en los seis meses posteriores a la independencia. Esto afectaba a serbios, croatas, bosnios, macedonios o gitanos, pero también a eslovenos nacidos en el extranjero o en Eslovenia, que habían pasado parte de sus vida fuera del país, en otras repúblicas. De la noche a la mañana, los <<borrados>>, como se pasó a denominarlos, se convirtieron en residentes ilegales. En el mejor de los casos perdieron el derecho a empleo, pensiones o asistencia médica. Pero como además eran residentes ilegales, muchos fueron obligados a dejar el país, incluso hacia Croacia y Bosnia, por entonces en plena guerra.

Francisco Veiga, La fábrica de las Fronteras, Guerras de secesión yugoeslavas, 1991-2001

En este magnífico libro de Francisco Veiga se analizan en detalle unos hechos centrales de la historia europea de los 90: la varias guerras civiles yugoeslavas, hasta cinco, que concluyeron con la división de ese país, Yugoeslavia, en 6 estados sucesores de muy diferentes destinos. Dos de ellos, Eslovenia  y Croacia, se integraron con rapidez en la Unión Europea, mientas que otro, Serbia, se convirtió en un paria dentro de la comunidad internacional,. Otros dos, Kosovo y Bosnia, han devenido protectorados de la Unión Europea, sin cuya protección se derrumbarían, al no constituir estados viables. Los restantes, Montenegro y Macedonia, han quedado olvidados en un extraño limbo, el mismo que algunas regiones del antiguo espacio Soviético, Moldavia y Transnistria.

Son hechos que han dejado cicatrices muy profundas en la región, en especial porque ese conflictos se caracterizaron por la limpieza étnica. Fue entonces cuando se acuñó, precisamente, el término ethnic cleansing, para denotar cómo milicias y paramilitares exterminaban civiles inocentes, con el objeto de provocar el terror. en esa región, entre los habitantes de la misma lengua, origen o religión, y así desencadenar su huida en masa. De repente, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, Europa asistía, sin ser capaz de reaccionar, a matanzas despiadadas y flujos imparables de refugiados.  La larga paz de la Guerra Fría -siempre frágil e impuesta por las superpotencias, pero paz al fin y al cabo- parecía haberse quebrado sin posibilidad de arreglo, precisamente cuando Occidente celebraba el fin del comunismo: la guerra de Yugoeslavia se inició el mismo año de la disolución de la URSS, hace treinta años.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Las ocasiones perdidas

On 23 September 1927, one of the greatest of the silent-era German films, Berlin, Symphony of the City, premiered in Berlin. Directed by Walter Ruthman, the film, through a montage of images, captures the speed and disorientation, and, at the same time, the regimentation and order, of the Weimar city. It opens with a train approaching Berlin, and the film viewer feels as if he or she is sitting on it, peering out the window as the rural landscape melts into the outskirts of the city and, finally, into the density of buildings that defines the metropolis.Slowly the city comes awake, and Ruttman tracks the parallel movements of people, animals, and machines as the day unfolds. Workers, businessmen, schoolchildren, female office workers, males machine operators- the full diversity of urban life is depicted in the film. The movement of life are matched by the engines of industry that start up slowly, reach their rapid pace, and slow down again for lunch. But who is directing whom? Are the machines running human life, or are humans running the machine? It is not totally clear, but the film conveys more than a hint of the condition of alienation, of lives that have now lost their autonomy and free will. At the same time, Ruttrman's directions plays on the wonder and beauty of industrial production. The regular rhythm of a machine's pistons is juxtaposed with repeating architectural forms, much as Moholy-Nagy's shot from the radio tower depicts the grid patterns of the structure. Berlin, Symphony of the City, was not much acclaimed or viewed in its day. Today we can see it as an artistic masterpiece, a celebration of the modern metropolis, with its pace and density and diversity, which, at least at some points, evinces its own kind of beauty -and a worrisome meditation on the power of the machine.

Eric D. Weitz. Weimar Germany, Promise and Tragedy

El 23 de septiembre de 1927, se estrenó en Berlín uno de los mejores films alemanes del periodo mudo: Berlín, sinfonía de una gran ciudad. Dirigido por Walter Ruthman, la película usa el montaje para reflejar la velocidad y desorientación de una ciudad de la república de Weimatr, al tiempo que su orden y regimentalización. Se abre con un tren acercándose a Berlin, de manera que el espectador se siente como si estuviera en él, contemplando por la ventana como el paisaje rural se transforma en las afueras de la ciudad y, al fin, en la densa aglomeración de edificios que define una metrópolis. Poco a poco, la ciudad despierta y Ruttman compara los movimientos paralelos de la gente, los animales y las máquinas a medida que el día avanza. Trabajadores, hombres de negocios, escolares, oficinistas femeninas, operarios masculinos: toda la diversidad de la vida urbana se recoge en el film. Los movimientos de la vida tienen su correspondencia en los de las máquinas industriales que comienzan pausadamente, alcanzan su régimen de trabajo y vuelven a ralentizarse a la hora de comer. Pero, ¿quién gobierna a quién? ¿Dirigen los hombres a las máquinas o las máquinas a lo hombres? No está del todo claro, pero el film va más allá de insinuar las condiciones de alienación de unas vidas que han perdido su autonomía y libre albedrío. Al mismo tiempo, Ruttman coquetea con la maravilla y la belleza de la producción industrial. El ritmo mecánico de los pistones de una máquina se yuxtapone con la repetición de formas arquitectónicas, al igual que la fotografía de Moholy-Nagy de una antena de radiodifusión revela la trama geométrica de su estructura. Berlín, sinfonía de una gran ciudad, no fue muy celebrada, ni siquiera vista, en su época. Hoy se puede considerar como una obra maestra, un homenaje a la metrópolis moderna, con su cadencia, densidad y diversidad, que, al menos en ocasiones, crea su propia belleza -así como una meditación preocupada sobre el poder de la máquina.

Un error muy común -incluso entre los aficionados a la historia de ese periodo- es estudiar la República de Weimar sólo en función de lo que vendría después: el Nazismo. Limitarse a ello supone hacerle un feo a un periodo que inauguró el primer periodo democrático pleno en la historia alemana, comparable a la Segunda República española en ese sentido. Un modelo, para lo bueno y para la malo, para las refundaciones que tendrían lugar tras la caída de los regímenes fascistas. Además, Weimar supone el cénit de la cultura alemana, tanto en los aspectos científicos y filosóficos, como en los literarios y artísticos. La primacía de Alemania dentro de Europa, que había comenzado a despuntar a finales del siglo XVIII  y se consolidó en el siglo XIX, era indiscutible en las primeras décadas del siglo XX, a pesar de la derrota del proyecto expansivo guillermino en la Primera Guerra Mundial. Si se quería estar a la última en los años 20, había que hablar alemán.

jueves, 2 de abril de 2020

Estamos bien jodidos (y IV)

This ciberwar made no headlines in the West at the time, but it represented the future of warfare. Beginning in late 2014, Russia penetrated the email network of the White House, the State department, the Joint Chief of Stafff, and multiple American nongovernmental organisations. Malware that caused blackouts in Ukraine was also planted in the American power grid. Americans were found who would help Russians considered more refined interventions in U.S. politices. The vice president of the data-mining company Cambridge Analytica, a certain Steve Bannon, met with Russian oil executives in 2014 and 2015. He ordered his company to test messages about Putin on the American public. He also tested phrases such as "build the wall" and "drain the swamp". In August 2016, Bannon became the campaign manager of Donald Trump. Only then did some Americans begin to pay attention.

Tymothy Snyder. The Road to Unfreedom: Russia, Europe , America

Esta guerra cibernética no llegó a las portadas de los periódicos occidentales por aquel entonces, pero constituyó un anuncio del futuro de la guerra. Desde el final de 2014, Russia consiguió inflirtarse en la red de correos electrónicos de la Casa Blanca, el Departamento de estado, la junta conjunta de jefes de estado mayor, además de múltiples organizaciones no gubernamentales norteamericanas. El Malware que había causado apagones de luz en Ucrania fue introducido en la red eléctrica noreamericana. Hubo algunos norteamericanos que ayudaron a los rusos a contemplar intervenciones más sutiles en la política de los EE.UU. Steve Bannon, vice presidente de Cambridge Analytics, compañía dedicada a la minería de datos, se reunió con directivos de la industria petrolífera rusa en 2014 y 2015. También puso a prueba frases como "construid el muro" o "drenad el pantano". En agosto de 2016, Bannon se convirtió en el director de  campaña de Donald Trump. Sólo entonces algunos norteamericanos comenzaron a prestar atención.

Tymothy Snyder es un historiador al que admiro profundamente. Dos libros suyos, Blood Lands (Tierras de sangre ) and Black Earth (Tierra negra), el primero sobre las matanzas en el este de Europa entre 1939 y 1945, el segundo centrado en concreto en el holocausto, conseguían apartarse del mero recorrer los hitos de ambas épocas históricas, para iluminar en cambio aspectos insospechados de aquellos tiempos. Por ejemplo, la extraña relación de amor-odio entre Polonia y el Judaísmo, expresada en hechos tan paradójicos como que el gobierno de la república polaca restaurada instruyera militarmente un ejército clandestino judío. Sus miembros, jóvenes de fuertes convicciones políticas, no sólo jugarían un papel principal en la resistencia contra los nazis, como durante el levantamiento del Ghetto de Varsovia, sino que serían la columna vertebral del futuro estado hebreo fundado en 1948.

En libros posteriores se mostraría enemigo declarado del giro hacía un populismo ultraderechista que se ha convertido en norma en Occidente durante las últimas décadas. Llegó incluso a publicar una suerte de manual de resistencia, On Tyranny (Sobre la tiranía), guía para combatir esa involucion política que nos retrotraía a la década de 1930.  Teniendo estos precedentes en cuenta, The Road to Unfreedom (La ruta hacia la no libertad) prometía ser otra lectura absorbente y esclarecedora, al intentar trazar la ruta por la que ese neoautoritarismo se había instalado en Europa. Sin embargo, al principio me dejó un tanto descolocado. Su tesis tenía ciertos ribetes conspiratorios, con Rusia y Putín como centros directores de esa nueva encarnación del mal político. No obstante, a medida que me adentraba en el libro, encontraba que esa tesis estaba muy bien argumentada y casaba muy bien con lo que estábamos observando: el renacimiento de los nacionalistas excluyentes, que prometen el fin de las penurias económicas y sociales mediante la demonización de otras razas, otras religiones, otras nacionalidades.

sábado, 21 de marzo de 2020

Estamos bien jodidos (y II)

In the summer of 2009, with the acute crisis in the banking system sector having being cauterized, both the European and the American economies began to recover. But Aftershocks continued. With the insulation provided by the Fed and the Treasury, in the United States there aftershocks no longer manifested as acute stress in the financial system, but in misery spread across millions of households struggling with unaffordable mortgage payments and houses that were no longer worth the debt secured in them. The wave of foreclosures of American homes did not reach high tide until early 2010. Debtors continued to default, in other words, but their disaster did no pose systemic risks. They were the powerless ones who received precious little support from the Obama administration or anyone else. The main props to the economy other than the open-handed liquidity provision of the Fed were the automatic stabilisers of the fiscal apparatus. They left a deep dent in public finances, not just in the United States but across the advanced economies. In 2010 this would trigger a global backlash demanding a fiscal consolidation and a return to the agenda of fiscal sustainability that had been so widely touted before the fiscal crisis. Controlling the debt to GDP ratio became a mantra. After the largesse of the 2008 bank bailouts came austerity, although not for the same people, of course. But money is fungible. Ultimately, health care, education and local government services were all entries  in the same budget that had to accommodate the cost of the crisis.

Adam Tooze, Crashed

En el verano de 2009, cuando se había cauterizado la crisis aguda del sistema bancario, tanto la economía europea como la americana comenzaron a recuperarse. Sin embargo, las sacudidas continuaban. Con la protección asegurada por la Reserva Federal y el Tesoro, en los EEUU estas sacudidas ya no se manifestaban como tensiones agudas del sistema financiero, pero la pobreza se extendió a millones de hogares, que luchaban con pagos hipotecarios que no podían cubrir, al tiempo que sus casas ya no alcanzaban el valor por las que las habían endeudado. La ola de liquidaciones de hogares americanos no alcanzó su máximo nivela hasta el comienzo de 2010. Los deudores continuaban quebrando, pero esos desastres ya no suponían un riesgo sistémico. Eran la gente sin poder, quienes apenas recibían ayuda de la administración Obama o de cualquier otro. Los principales apoyos de la economía, aparte de la generosa provisión de líquido de la Reserva Federal eran los estabilizadores automáticos del aparato fiscal. Ellos creaban un profunda mella en las finanzas públicas, no sólo en los EEUU, sino en todas las economías avanzadas. En 2010, provocarían un rebote que exigiría una consolidación fiscal y un retorno a un programa de viabilidad fiscal, del que se había presumido tanto antes de la crisis. Poner bajo control la tasa deuda-producto nacional bruto se convirtió en un mantra. Tras la generosidad de los rescates bancarios de 2008 llegó la austeridad, aunque no para las mismas personas, por supuesto. Sin embargo, el dinero es un fungible. Al final, la seguridad social, la educación y los servicios gubernamentales locales eran partidas de un único presupuesto que tenía que ajustarse al coste de la crisis.

Continuando mis notas sobre Crashed, esa magnífica historia de la Gran Recesión de 2008 escrita por Adam Tooze, transcurrido un tercio del libro se llega a una sorprendente paradoja. En el verano de 2009, la crisis parecía estar contenida, habiendo quedado limitada a los EEUU. Lo peor parecía haber quedado atrás. Sin embargo, unos años más tarde, en 2011, se había extendido a la Unión Europea, con una virulencia tal que pareció, por un instante, capaz de derrumbar su economía, arrastrando con ella al resto del mundo.

¿Qué había ocurrido? En primer lugar, cuando la crisis saltó a los periódicos, en el otoño de 2008, ya llevaba muchos meses de recorrido, con sucesivas quiebras de entidades financieras que iban empujando al sistema hacia su punto de ruptura. No sólo en EEUU, sino en UK y, por contagio, en la propia Europa continental. La perspectiva que se abría ante las autoridades monetarias era la de un efecto domino, al estilo del que ocurrió durante la Gran Depresión de 1929, que dejase fuera de combate al sistema bancario entero. Cortando el crédito a las empresas, que a su vez empezarían a quebrar y a dejar empleados en la calle, con el consiguiente crecimiento sin control del paro.

sábado, 14 de marzo de 2020

Estamos bien jodidos (y I)

The largest mechanism for funding mortgage holding was assets based commercial paper (ABCP). The three biggest American issuers of ABCP were Bank Of America, Citygroup and J.P. Morgan. The vehicles for managing thjs operation were so-called structured investment vehicles (SIV), legal entities provided with a minimum layer of capital  by their "sponsors", but otherwise separate from the balance sheets of their parent banks. Onto these SIVs the parent bank would oflload a large porfolio of mortgage bonds, securitized car loans, credit card debt or student debt. The SIV would pay the parent bank for the securities with funds raised by issuing ABCP. These were three-month notes backed by the assets in the SIV, and the good name of the parent bank. Though the SIV had no track record, it could issue commercial paper at competitive rates because of the value of the securities it held and because it was assumed that it enjoyed the backing of the sponsoring bank. Remarkably under the bank regulations prevailing until the early 2000s, assets parked off balance sheet in the SIV should be backed by a fraction of the capital it would require if they were on the balance sheet. Inflating the balance sheet was risky but it raised rates of return on capital. Further profits were to be made by trading on the spread between long-term returns and short-term funding costs. Typically an ABCP vehicle would hold a portfolio of securities with maturities of three to five and would fund those securities by selling commercial paper repayable between three months and as little as a few days. For the managers of cash pools, the commercial paper was more attractive than the underlying securities, because it was very short term and backed by a top rated commercial bank. For the parent banks, the spread between the return from the high risk cocktail of assets held in the SIV and the low rate paid on the highly rated ABCP was handsome.

Adam Tooze, Crashed, How a Decade of Financial Crises Changed the World

El mecanismo principal para financiar a los tenedores de hipotecas eran las emisiones basadas en activos (ABCP). Los principles emisores americanos de ABCP eran el Banco de América, Citygroup y J.P. Morgan. El medio para gestionar esta operación eran los llamados medios estructurados de inversión (SIV), entidades legales con una mínima cobertura de capital por parte de sus "promotores", pero en cualquier sentido separados de sus entidades padre. En esas SIV, el banco origen descargaba una amplia cartera de hipotecas, prestamos asegurados de automóviles, deudas de tarjetas de crédito y deuda estudiantil. El SIV pagaba al banco padre por el aval con fondos obtenidos por emitir ABCP. Estos eran pagarés a tres meses avalados por los activos en el SIV y la  buena reputación  del  banco padre. Aunque el SIV no tenía un historial, podía emitir bonos a un precio competitivo porque gozaba del apoyo del banco patrocinador. Es notable que, de acuerdo con la reglamentación existente a principios de la década del 2000, los activos almacenados en el SIV, fuera de la cuenta de resultados, deberían estar avalados por sólo una fracción del capital necesario en el caso de formar parte de la cuenta de resultados. Inflar la cuenta de resultados era arriesgado pero aumentaba las tasas de interés sobre el capital. Aún se podían obtener más beneficios jugando con la diferencia entre el beneficio a largo plazo y los costes de inversión a corto plazo. De manera típica, un ABCP contendría una carpeta de avales con una madurez de tres a cinco,  y conseguiría esas garantías vendiendo bonos reembolsables en un plazo entre tres meses y unos pocos días. Para los gestores del flujo de caja, los bonos eran más atractivos que las garantías, porque eran a corto plazo y estaban respaldadas por un banco de primera categoría. Para los bancos padres, el diferencial entre los ingresos de una mezcla de activos de alto riesgo y el bajo interes pagado por un ABCP bien valorado era muy útil.

Tenía pendiente, desde agosto del año pasado, comentar Crashed, el libro de Adam Tooze sobre la gran recesión de 2008. Al final ha venido a coincidir con otra crisis mundial, que ha llevado a los gobiernos a tomar medidas inusitadas de consecuencias aún impredecibles, pero que podrían conducir a otra nueva depresión económica. El título de esta serie de entradas, por tanto, se acaba de ver más que justificado.

Tooze no era un autor extraño para mí. Es un historiador de renombre cuyo enfoque de esta disciplina es fundamentamente económico. No en el sentido de un economista, quienes contemplan la actividad económica como algo regulado por sus propias leyes, teórico e impersonal, independiente en gran medida de las acciones humanas, previsibles y codificables en un modelo mecánico. Por el contrario, Tooze contempla la economía como una consecuencia del momento histórico y de los fundamentos ideológicos de las sociedades, así como de sus limitaciones, errores, cegueras y torpezas. No es de extrañar que su obra más famosa, The Wages of Destruction (El salario de la destrucción), sea un análisis de la economía del Nazismo, tan ideologizada y fanática como el propio partido y sus líderes.

sábado, 7 de diciembre de 2019

Esperando a que tiren la bomba (y V)

Meanwhile, across the real Eastern bloc, in a series of listening stations, Soviet radio operators followed the Able Archer war game with increasing concern. Each radio signal sent was preceded by the message "Exercise... exercise... exercise". The Soviets picked up this but grew doubtful about whether this was in fact simply a game. In Moscow they began to ask if it was all a case of Maskirovka, or deception. The Soviet military commanders knew that the Warsaw Pact had its own contingency plans to attack the West under the cover of military exercises. This would deceive NATO into thinking there was no real threat. They now began to believe that the radio messages they were picking up from Able Archer 83 were a mirror image of their own plans. Maybe this has started out as a war game, but was it in reality intended to disguise plans to launch an actual assault on the Soviet Union?

Taylor Downing, The World at the Brink (El mundo al borde), 1983

Mientras tanto, en el bando del este, en una serie de estaciones de escucha, los operadores de radio soviéticos seguían el desarrollo de las maniobras Able Archer con creciente preocupación. Todas la señales de radio iban precedidas con el mensaje: «ensayo... ensayo... ensayo». Los soviéticos interceptaro esto pero comenzaron a sospechar que quizás se tratase de un caso de Maskiorovka o camuflage. Los comandantes militares soviéticos sabían que el Pacto de Varsovia tenía sus propios planes de contingencia para atacar a Occidente bajo el disfraz de unas maniobras militares. Esto engañaría a la OTAN, haciéndola creer que no había amenaza alguna. Ahora comenzaban a creer que los mensajes interceptados de Able Archer 83 era el reflejo especular de sus propios planes. Quizás al comienzo eran unas maniobras, pero tenían en realidad la intención de disfrazar un ataque real contra la Unión Soviética?

 Les hablaba, en entradas anteriores de esta serie, de como el cine antinuclear se concentra en la década de los ochenta, salvo muy honrosas excepciones. No es casual, ni mucho menos. Tras el largo periodo de distensión entre la superpotencias que siguió a la crisis de los misiles de Cuba, el conflicto volvió a recrudecerse, coincidiendo con la invasión soviética de Afganistán y la llegada al poder en Occidente de dos personalidades tan intransigentes -y temerarias-, como Reagan y Tatcher. Fue, además, la primera vez que la férrea censura gubernamental sobre las consecuencias reales de la guerra nuclear se relajó un tanto, permitiendo que las poblaciones conociesen que no había esperanza tras el holocausto termonuclear: el invierno que le seguiría, provocado por la espesa capa de cenizas, emitida por los incendios, que envolvería la tierra, acabando con los pocos supervivientes que quedasen. No es de extrañar, por tanto, que fuese también la época de mayor fuerza y éxitos del movimiento pacifista, capaz de paralizar el despliegue, en Europa Occidental, de los misiles de crucero Pershing.

Lo que no sabíamos, y aún permanece en la penumbra para la mayoría, es que en esos años estuvo a punto de desencadenarse el conflicto termonuclear que tanto temíamos. No porque alguno de los dos bandos planease en serio lanzar un ataque preventivo por sorpresa, creyendo que podría aniquilar al adversario o al menos quebrantar su capacidad de represalia, para ganar así la guerra con pérdidas civiles aceptables. No,  lo que ocurrió la tensión - y la paranoia- llegaron a tal extremo, que ambos bandos empezaron a creer que el otro iba a lanzar ese temido ataque preventivo aniquilador, por lo que más valía adelantarse. Así, casi se llegó al punto de no retorno durante las maniobras Able Archer 83 de la OTAN, del 7 al 12 de noviembre de 1983, cuando la URSS interpretó que ese simulacro eran en realidad un disfraz para una ofensiva general contra el bloque soviético y estuvo a punto de contratacar con todo su arsenal atómico. 

sábado, 17 de marzo de 2018

De ida y vuelta

Fernando Zobel

Viendo la exposición El principio Asia, que acaba de abrirse en la fundación Juan March, no dejaba de pensar en el último concepto que acaba de ponerse de moda: la apropiación cultural. Según sus proponentes, el uso de conceptos e ideas de otras culturas sería similar a un robo intelectual, de manera que denunciar esos prestamos sería un imperativo moral, así como luchar contra ellos. En mi opinión, este concepto obedece a la idea de culturas como entes monolíticos e incomunicables, encerradas en sí mismas y condenadas a ser como siempre fueron, sin posibilidad  alguna de cambio. Ya sea por su dinámica interna o por influencia externa.

Sé que estoy exagerando. Sé que, como muchas ideas recientes, el concepto de apropiación surge del afán por combatir la  pesada herencia colonial. En ese tiempo, demasiadas veces, la penetración  intelectual de occidente venía dada por el poder militar, mientras el saqueo económico de las posesiones ultramarinas se acompañaba por un robo de bienes culturales, tanto materiales como inmateriales. Eso es así y es innegable, tanto en sus formas más extremas como en las más laxas de ignorancia mutua, desprecio a hacia el otro y propagación de estereotipos. Quien no lo acepte, bien es un necio o bien tiene intereses ocultos. Sin embargo, el otro extremo, el rechazo completo y sin excepciones, es también equivocado, al suponer que todo intercambio cultural entre Occidente y Oriente ha sido forzado o es proveniente de expolio. 

Se olvida nuestra tendencia a ser curiosos y a copiar las novedades de los vecinos, tanto más atractivas cuanto más distintas sean a nuestra experiencia cotidiana. Se deja a un lado, por otra parte que esa característica humana ha sido una de los motores de la historia, causante de profundos cambios y no menos inesperados mestizajes, propagados de un extremo a otro de Eurasia por la vías comerciales. Quizás, desde un lado y otro, se tiene miedo precisamente a éso, a la mezcla, identificada equivocadamente con confusión y contaminación, tan repelente por ello para puritanos e idealistas. Se hace de menos, mezclándolos con los muchos racistas y supremacistas reales, a tantos sinceros admiradores del otro, sin cuya labor y obra la mayoría nunca hubiésemos llegado a saber de esas otras culturas, mucho menos a admirarlas. Fueran cuales fueran los errores e inexactitudes existentes en sus informes y relatos.

Se podría llegar por último a condenar sin paliativos a una muestra como la de la March, crónica de como los artistas españoles de de 1950 para acá, estuvieron y están fascinados por Oriente, inspirándose en su arte y adoptando/adaptando sus modos. Manera que, si nos guiamos por estos nuevos conceptos, sólo puede calificarse de apropiación y por tanto no merece otro juicio que no sea condenatorio. Cuando en realidad es otro ejemplo más de las muchas fertilizaciones mutuas que han tenido lugar en la historia

martes, 23 de enero de 2018

Tiempos de cambio

Or, les chevaliers avaient reçu de Dieu lui même la vocation de combattre., Où allaient-ils  porter leurs coups? Contre les infidèles. Il devient peu à peu clair que, dans le mouvement de purification où la imminence de la fin des temps vient d'engager la chrétienté d'Occident, seule la guerre sainte est licite. Au peuple de Dieu qui s'avance vers la Terre Sainte, il importe d'avoir apaisé toutes ses discordes intestines; il doit cheminer dans la paix. Mais à sa tête, le corps de ses guerriers ouvre sa marche; il disperse par sa vaillance les sectateurs du Malin. Au lendemain du millénaire, la chevalerie d'Occident résiste aux bandes de pillards qui sortent des pays sarrasins, elle les pourchasse, elle les vainc et, dans de tels succès, sauve son âme.

Georges Duby, L'An mil

Porque los caballeros habían recibido del mismo Dios la misión de combatir. ¿Dónde iban a dar rienda suelta a sus golpes? Contra los infieles. Se torna claro poco a poco que, dentro del movimiento de purificación en el que la inminencia del fin de los tiempos acaba de poseer a la Cristiandad Occidental, sólo es lícita la guerra santa. Al pueblo de Dios que marcha hacia la Tierra Santa, le importa haber apaciguado todas sus discordias intestinas: debe marchar en paz. Pero a su cabeza, los guerreros abren el camino. Ellos dispersan con su valor a los seguidores del Maligno. Al día siguiente del milenario, la caballería de occidente resiste las bandas de saqueadores que salen de los países sarracenos, los persigue, los vence y, con ese éxito, salva su alma.

Les adelanto que la lectura de esta obra de Duby me ha defraudado bastante. Más incluso de lo que debiera, puesto que hay que reconocer que el enfoque utilizado por este historiador para analizarlo es bastante poco corriente. Duby intenta darnos una visión lo más próxima y sin distorsiones de las décadas a ambos lados del año mil, para lo que inserta largos extractos de los anales y crónicas contemporáneas, comentadas por apenas unas pocas y breves explicaciones. El objetivo es que escuchemos la voz de la gente de ese tiempo sin intermediarios, que lleguemos a comprender su mentalidad, incluso a compartir sus afanes. Sin embargo, por razones que ya veremos, me da la impresión de que el autor no llega a lograr sus propósitos, a lo que hay que añadir que el libro no ha respondido a mis expectativas. Desavenencia de la que Duby no tiene ninguna culpa, vaya por adelantado.

¿Y por que no ha conseguido cumplir con lo que yo esperaba? Digamos que me esperaba un relato más detallado de los múltiples cambios que ocurrieron en este periodo. Más orientado también a resolver y explicar el misterio de un persistente mito histórico, el mismo que inspira el nombre de libro. Según esa leyenda, la cristiandad occidental habría atravesado un periodo de terror colectivo en las décadas a ambos lados del año 1000. Se esperaba, se nos dice, una inminente segunda venida de Cristo con su correspondiente apocalipisis, que bien tendría que haber tendido lugar en el milenario de su nacimiento, ese año mil al que se refiere el libro, o bien en el de su muerte, en el 1033. El milenio que se cumplía en esas fechas sería además el mileno al que se refería el apocalipsis, al cual habría de suceder otro milenio más, de triunfo del cristo resucitado, hasta la batalla final que culminaría con la derrota definitiva de Satán y los demonios.

sábado, 16 de septiembre de 2017

¿El punto de inflexión?

¿Does the seventeenth century evidence support this analysis? Certainly the major revolts almost broke out in a period of unparalleled climatic adversity, notably when a "blocked climate" produced either prolonged precipitation and cool weather or prolonged drought (1618-23, 1629-32, 1639-43, 1647-1650, 1657-8). Some areas suffered for longer: both Scotland (1637-49) and Java (1643-71) suffered the longest droughts in their recorded history. The century also saw a run of "landmark winters", including some of the coldest months on record, and two years "without a summer" (1628 and 1675); and an unequalled series of extreme climatic events - the freezing of the Bosporus (1620) and Baltic (1658); the drying up of China's Grand Canal (1641); the maximum advance of the Alpine glaciers in  1642-4. In 1641 the river Nile at Cairo fell to the lowest level ever recorded, while Scandinavia experienced its coldest winter ever recorded. These various climatic aberrations accompanied a major episode of global cooling that lasted at least two generation: something without parallel in the past 12,000 years. The famines caused by this change in the global climate caused what we would today be called a humanitarian crisis in which millions of people starved to death.

Geoffrey Parker, Global Crisis

¿Permiten las pruebas del siglo XVII corroborar este análisis? Con seguridad las revueltas principales casi siempre ocurren en periodos clímaticos adversos sin precedentes, especialmente cuando un "clima bloqueado" bien produce precipitaciones prolongadas y frío o una sequía persistente (1618-23, 1629-32, 1639-43, 1647-1650, 1657-8). Algunas zonas sufrieron incluso más: tanto Escocia (1637-49) como Java (1643-71) experimentaron las seguías más largas que se han registrado. El siglo también presenció una cadena de "inviernos clave", incluyendo algunos de los meses más fríos regustrados y dos años "sin verano" (1628 y 1675), además de una serie sin igual de sucesos climáticos extremos: la congelación de las aguas del Bósforo (1620) y del Báltico (1658), el secado del Gran Canal Chino (1641) o el avance máximo de los glaciares alpinos (1642-44). En 1641 el nivel del río Nilo a su paso por Cairo cayó por debajo de los niveles antes registrados, mientras que la península escandinavia sufrío su peor invierno registrado. Estas diferentes aberraciones climáticas acompañaron un episodio principal de enfriamento global que duró al menos dos generaciones: algo sin paralelos en los últimos 12.000 años. Las hambrunas causadas por este cambio en el clima global causaron lo que hoy llamaríamos una crisis humanitaria, en la que millones de personas murieron de hambre.

Geoffrey Parker es uno de los grandes historiadores mundiales del periodo que antes se llamaba como Edad Moderna, siglos XVI al XVIII, y ahora se prefiere denominar Premodernidad. Es también uno de los proponentes de una "Great Divergence" temprana, dentro del debate sobre el auge y dominio de Europa durante el siglo XIX y XX. Frente a la postura tardía, que lo retrasa a finales del XVIII e incluso a comienzos del XIX, para Parker este giro en la historia mundial tuvo lugar a mediados del siglo XVII. Una postura a la que yo también me adhiero.


Global Crisis, con el subtítulo War, Climate Change and Catastrophe in Seventeenth Century (Guerra, cambio climático y catástrofe en el siglo XVII) es una análisis extenso, 700 páginas de texto, profundo y complejo de ese siglo crucial. Lo primero que llama la atención de este siglo es que, comparado con los que le preceden y suceden, es especialmente belicoso. No por el número de guerras, sino por su extensión y mortandad, que no vuelven a ser igualados, salvo excepciones, hasta el no menos sangriento siglo XX. Encuadrando el siglo, se tienen los 30 años de la guerra del mismo nombre, 1618-1648, que dejaron asolado y despoblado el espacio del Sacro Imperio Romano Germánico; mientras que en la segunda parte del siglo, de 1640 a 1680 tiene lugar la caída de la dinastía Ming en China y su substitución por la dinastía Quing.


sábado, 10 de junio de 2017

La red y la expansión (X)

Während der Kolonialzeit haben öffentliche wie private Investoren ihr Geld vor allem im Exportsektor im weiteren Sinn angelegt. Das Ergebnis war eine einseitig auf Ausserhandel orientierte Wirschaftsentwicklung. Es wurde zwar die Produktion ermutigt, aber aus europäischer Perspektive, denn Investoren und Administratoren wussten viel von europäischer Nachfrage, aber wenig von Afrikanischen Bedürfnissen und Gewinnmöglichkeiten. Kurzum, es ging um Maximierung der Produktivität der europäischen Wirtschaft, häufig nicht einmal um Maximierung  der Profite im Afrika. Es wurden manchmal ökonomischen unsinnige Investitionen vorgenommen, wie in die Baumwollproduktion im Ubangi-Schari, die unter prohibitiven Transportkosten litt und Jahrzehnte brauchte bis sie rentabel wurde. Auch wo öffentliche Hände in Infrastruktur investierten, geschah dies nicht primär zur Entwicklung lokaler Produktivität um ihrer selbst willen, sondern welthandelsorientert. Auf diese Weise kam Afrika zu einem so eigentümlichen Verkehrsnetz, dass bisweilen Telegramme in eine Nachbarkolonie über Europa laufen wurden.

Wolfgang Reinhard, Die Unterwerfung der Welt

Durante el colonialismo los inversores, tanto públicos como privados, ponían su dinero ante todo en el sector de exportación, en sentido amplio. El resultado fue un desarrollo económico orientado exclusivamente hacia el comercio exterior. La producción se organizaba más bien desde una perspectiva europea, puesto que los inversores conocían bien la demanda de Europa, pero poco las necesidades africanas y las posibilidades de éxitos. En pocos palabras, se trataba de alcanzar un máximo de productividad de la economía Europea, casi en ninguna ocasión de los beneficios en África. A veces, se realizaron inversiones sin sentido económico, como la producción de algodón en Unbangi-Schari, que padecía de unos costes de transporte prohibitivos y sólo llegó a ser rentable pasados decenios. Asímismo, donde los poderes públicos invertían en infraestructura, no tenían como objetivo primario el desarrollo de la productividad local, sino que se orientaban al comercio exterior. De ese modo se construyó en África una red de comunicaciones tan peculiar, que los telegramas entre colonias vecinas tenían que pasar por Europa.

Les había hablado en entradas anteriores que la expansión europea puede dividirse en dos fases, situadas a ambos lados de la fecha de 1750. En la primera, la influencia de Europa es predominantemente comercial, excepto en América, de manera que las civilizaciones autóctonas de África y Asia pudieron seguir sus trayectorias propias, sin preocuparse demasiado por los nuevos entrometidos de piel blanca. En la segunda etapa, sin embargo, la intromisión es eminentemente política, manifestándose bien en forma de conquista y dominio, como en la India, o en modificación de las estructuras políticas nativas cuando así convenía, como en China. 

Les había indicado también como durante el siglo XIX el resto de sociedades del mundo tuvieron que adoptar una postura frente a las ideas europeas, fuera ésta de rechazo, asimilación o aceptación. De hecho, todas ellas, incluso desde fechas muy tempranas al principio de ese siglo, estaban ya en proceso de cambio acelerado, de manera que el mundo actual podría ser muy distinto si no hubieran interferido las potencias europeas en su desarollo. La gran mayoría de estas refundaciones culturales y políticas autóctonas fueron abortadas, salvo la excepción japonesa, bien porque esos países terminaron siendo colonias, bien porque la acción europea les mantenía en constante estado de inestabilidad.

Hacia 1900, en consecuencia, el mundo era Europeo y puede decirse que no quedaba ya sociedad alguna cuyo destino no dependiese de los acontecimientos locales en las potencias coloniales. Esta repercusión podía ser directa, debido al gobierno directo europeo, como en la mayor parte de África, o indirecta, como en China y Japón, ya que todas las redes comerciales se habían fundido en una sola. La producción de los lugares más remotos estaba dictada, por tanto, por lo que se decidiera en las bolsas de Nueva York, Paris, Londres o Berlín, aun incluso cuando ninguno de los participantes tuviera consciencia de los lazos que les ataban.

La cuestión, no obstante, es otra, cuya respuesta sigue provocando debates airados en nuestro mundo ya postcolonial. Se trata simplemente de sí el imperialismo, en sus diferentes versiones, fue beneficioso para los países  afectados.


viernes, 21 de abril de 2017

La red y la expansión (VII)

Nach einer Simulationsrechnung hätte um 1850 die Bevölkerung Afrikas südlich der Sahara 100 betrachten können, wegen der Verluste durch der Sklavenhandel seien es aber nur 50 Millionen gewesen, Außerdem sei damit Afrikas Anteil an der Bevölkerung des Atlantisches Raum von 30 Prozent um 1600 auf 10 um 1900 gefallen. Doch selbst wenn diese Ergebnisse zutreffen - was haben sie zu bedeuten? Hatte Afrika darunter zu leiden, dass seine Produktivität in Gestalt des jungen Männer im besten Alter nach Amerika transferiert wurde? Hat der Bevölkerungsverlust die binnenafrikanische Nachfrage unter eine Marge schrumpfen lassen, die für wirtschaftliches Wachstum unabdingbar gewesen wäre? Oder wurde Afrika, ein landwirtschaftliches benachteiligten Kontinent, durch der Sklavenhandel vom Bevölkerungsüberschuss entlastet, den es nicht mehr ernähren konnte? Immerhin gibt es Indizien dafür, dass selbst schlecht versorgte Sklaven in Amerika immer noch bessert ernährt waren als Afrikaner zuhause. Entspricht die afrikanische Zwangsmigration der freiwilligen europäischen Massenauswanderung des 19./20. Jahrhunderts, durch die vermieden wurde, dass Bevölkerungswachstum das wirtschaftliche Wachstum aufzehrte? Fest steht, dass zumindest einige Hauptsklavenhandelsgebiete wie Nigeria und Ghana am weitesten entwickelten Ländern des Kontinents und zu Vorreitern der Dekolonisation wurden.

Wolfgang Reinhard, Der Unterwerfung der Welt

Según una simulación la población de África al sur del Sahara podría haber alcanzado los 100 millones en 1850, pero debido a las pérdidas causadas por el tráfico de esclavo sólo era de 50. Además el peso de África en la población del área Atlántica cayó del 30 al 10 por ciento entre  1600 y 1900. Pero aunque hay que aceptar estos resultados, ¿qué significan en realidad? ¿Fue transferida la productividad Africana hacia América, en forma de hombres jóvenes en su mejor edad? ¿Redujo la pérdida de población la demanda interna africana hasta un nivel que hizo imposible su crecimiento económico? ¿O fue África, un continente eminentemente agrícola, liberado por el tráfico de esclavos de su exceso de población, al que ya no podía alimentar?  En este sentido existen indicios de que los esclavos llevados con tanta dificultad a América estaban mejor alimentados que los Africanos que se quedaron en ella. ¿Se corresponde la deportación de africanos con la migración voluntaria masiva de europeos en los siglos XIX y XX, que evito que el crecimiento demográfico agotase el crecimiento económico? Es seguro que al menos algunas zonas de esclavos, como Nigeria y Ghana llegaron a ser de los países más desarrollados del continente y precursores de la descolonización.

Ya les había comentado, en entradas anteriores de esta serie, las profundas diferencias entre la primera ola de expansión Europa, según se las contemple en el entorno asiático o en el atlántico. En Oriente, los Europeos se limitaron a controlar las vías de comunicación marítimas, construyendo una red dispersa de bases comerciales que muy raramente tenían proyección en el interior. Para los imperios y reinos de Asia, los europeos no eran más que una curiosidad, a los que se podía cerrar las puertas y expulsar cuando se quisiera, tolerados sólo en calidad de comerciantes y portadores de curiosidades científicas y técnicas. De hecho, la presencia de estas redes comerciales marítimas globales sirvió para crear un boom de las industrias asiáticas, como los tejidos de algodón en la India o la porcelana en China, de manera que, al parecer de algunos, la revolución industrial bien pudo haberse desencadenado allí, en vez de Inglaterra. O al menos las mismas condiciones estaban presentes en ambas partes.

La escena cambia cuando nos movemos a la cuenca Atlántica. Allí los Europeos, no sólo castellanos y portugueses, sino también franceses, holandeses e ingleses, se hicieron con inmensos espacios, desplazando y destruyendo a los pobladores originales. El choque fue tan brutal que las poblaciones autóctonas fueron diezmadas, de manera que apenas un siglo tras el descubrimiento, las epidemias, las guerras y los trabajos forzados pueden haberla reducido a un diez por ciento de su cifra original. Además, se produjo una auténtica europeización del medio ambiente americana, de manera que los cultivos y animales europeos pasaron a ser parte integral de ese otro ecosistema , mientras que los productos americanos deberían esperar al siglo XVIII para cobrar importancia en Europa.

Tan radical y profunda, tan catastrófica, fue la conquista y colonización de América, que sus consecuencias saltaron al otro lado del Atlántico, a África. La necesidad de mano de obra, acuciada por la desaparición de los habitantes autóctonos, llevó a la constitución del comercio de esclavos transatlántico, una de las mayores vergüenzas de la expansión europea, tildado en ocasiones de auténtico genocidio.

sábado, 18 de marzo de 2017

La red y la expansión (IV)

Dennoch stellt sich spätesten hier die Frage nach den Gründen für die notorische Überlegenheit der zahlenmäßig noch lange weit unterlegenen europäischen Truppen über die einheimischen. Ausschlaggebend war letztlich nicht die technische  Vorsprung, sondern die Kontrolle und Versorgung der Truppe. Bis ca. 1770 verfügten die Europäer zwar  über weit bessere Kanone und Gewehre, die einheimischen Fürsten hatten damals überhaupt keine richtige Feldartillerie. Bei Plassey und danach bai Buxar spielte das eine große Rolle. Aber mit Hilfe der Franzosen und anderen Europäern sowie von Deserteuren holten die Inden rasch auf, obwohl die E.I.C das artilleristische Knowhow geheim zu halten versucht hatte. 1786 waren in Mysore produzierten Musketen den britischen ebenbürtig, und die Engländer übernahmen ihrerseits sogar die dort entwickelten Raketen. Die europäischen Angehörigen der Companietruppen stellten zunächst eher eine negative Auslese dar. Die Mehrzahl bestand ohnehin aus Indern, der sogenannten Sepoy, zu diese Rekrutierung sich die E.I.C das vorläufig reiche Angebot auf der militärischen Arbeitsmarkt Indien geschickt zunutze machte. Ein typische Infanterieregiment bestand 1806 aus 46 britischen Offizieren und Unteroffizieren und 280 indischen Soldaten. Klare Befehlshierarchie und  europäischer Drill dieser Truppen befähigten Infanterie und Artillerie zu disziplinierten Operationen und zu einer relativ hohen Feuergeschwindigkeit, die Indischen Heeren zunächst völlig abging. Diesen fehlte die straffe Führung. Sie bestanden aus einem Konglomerat von Kontingenten einzelner vom Oberbefehlshaber abhängiger Führer, mit deren Loyalität und persönlichem Mut die Schlacht stand und fiel, wie sich am Plassey gerade demonstrieren lässt 

Wolfang Reinhard, Die Unterwerfung der Welt (La conquista del mundo)

No obstante, se presenta aquí la cuestión de las bases de la evidente supremacia de las tropas europeas sobre las indígenas, a pesar de la inferioridad numérica de aquéllas durante largo tiempo. Lo decisivo no fue en última razón  los adelantos técnicos, sino la disciplina y aprovisionamiento de las tropas. Hasta aproximadamente 1770 los europeos disponían de mejores cañones y fusiles, los príncipes del país no tenían entonces, por lo general, una artillería de campaña. En Plassey y luego en Buxar, esto jugó un gran papel. Sin embargo, con ayuda de los franceses y otros europeos, así como de desertores, los indios se pusieron rápidamente a la altura de los ingleses, aunque la E.I.C (la compañía de las Indias´) había intentado ocultar el conocimiento técnico. En 1786 se fabricaban mosquetes en Mysore comparables a los británicos y los Ingleses por su lado adoptaron incluso los cohetes allí desarrollados. Los miembros europeos de las tropas de la compañía tenían al principio más bien una pobre representación.  La mayoría la formaban los indios, los llamados Cipayos, para cuyo reclutamiento la I.E.C hacía uso de la rica oferte del mercado de trabajo militar en la India. Un regimiento típico de infantería se componía en 1806 de 45 oficiales y suboficiales británicos, junto con 280 soldados indios. Una cadena de mando clara y una instrucción a la europea capacitaba a esa infantería y artillería para realizar maniobras disciplinadas y mantener una alta tasa de fuego, que al principio diezmaba a los ejércitos hindúes. A estos les faltaba una dirección estricta. Se componían de un conglomerado de contingentes cada uno con su mando particular al servicio del príncipe, de cuya lealtad y valor personal dependía la batalla, como quedó demostrado en Plassey

Ya les he comentado en otras entradas, que para la historiografía ibérica la fecha decisiva en el despegue de Europa es 1500. Durante el siglo XVI, no sólo se incorporó América central y sur al ámbito de la cultura occidental, sino que se construyó la primera red comercial que englobaba al mundo entero, interconectando sus economías y volviéndolas dependientes unas de otras. Sin embargo, de mis lecturas recientes sobre The Great Divergence, al decir de los historiadores anglosajones, he tenido que reconocer que hay otro momento de igual importancia en la construcción de la supremacía europea: El siglo XVIII.

La diferencia entre la expansión europea del siglo XVI y la del siglo XVIII se puede resumir de manera muy simple. En el siglo XVI, Europa se puso al nivel del resto de culturas Euroasiáticas, como el Imperio Otomano, el Imperio Mogol de la India o las dinastias Ming/Quing de la China. Sin embargo, su presencia en el Océano Índico y el Extremo Oriente se limitó al control de las vías comerciales marítimas y al establecimiento de factorías comerciales aisladas. Cualquier intento de Los imperios orientales contaban con recursos humanos casi inagotables, o al menos muy superiores a lo que Europa podía mandar a Oriente, y supieron asimilar pronto las innovaciones técnicas bélicas creadas en Europa, como fusilería y artillería.

jueves, 16 de febrero de 2017

La red y la expansión (I)

Fest steht, dass im Zuge der Südexpansion des ptölemäischen Ägypten  gegen 100vChr,. Euxodos von Kyzikos zweimal direkt vom Roten Meer nach Indien fuhr und dass vermutlich um dieselbe Zeit ein gewisser Hippalos, der nach Vermutungen der Steuermann des Euxodus gewesen sein soll, das System der Monsune und damit der Möglichkeit der raschen Überquerung des Indischer Ozean für den Westen entdeckte. Die Ptölemaer begannen mit der Ausbau dieser Verbindung, scheinen sie aber wenig genutzt zu haben, auch wenn Kleopatra nach der Niederlage von Aktium die Flucht nach Indient erwog.
Die eigentliche Nutzung dieser neuen Möglichkeit begann erst unter römischer Herrschaft. Der Geographe Strabo berichtet, dass schon unter der ägyptischen Statthalterschaft des  Cornelius Gallus (30-27 v.Chr.) jährlich 120 Schiffe von Myos Hornos  (am südlichen Ende des Golfs von Suez) nach Indien fuhren, während es unter der Ptolemäern kaum zwanzig gewesen waren. Später wurde Myos Hornos von dem weiter südlichen gelegenen Berenice (auf die Breite von Medina bei Ras Benas) als Hauptindienthafen abgelöst. In beiden Fällen wurden die Güter über Land an den Nil und nach Alexandria transportiert. Man fuhr Mitte Juli von Ägypten ab und entlang der Küste nach Süden, um sich im Oktober vom Südwestmonsum nach Indien treiben zu lasse. Nach Eintritt des Nordostmonsum fuhr man dann noch im November oder Dezember von Indien an die Afrikanische Küste züruck und traf in Frühling den nächsten Jahres wieder in Ägypten ein.

Wolfang Reinhard, La conquista del Mundo (Die Unterwerfung der Welt): Historia Global de la expansión Europea de 1415 a 2015

Es seguro, que en la estela de la expansión del Egipto Ptolemaico hacia el sur, hacia el 100 a.C Euxodos de Kizikos viajó por dos veces directamente del Mar Rojo a la India y que probablemente, hacia la misma época, un tal Hippalos, que se supone debía ser el timonel de Euxodos, descubrió para Occidente el sistema de los vientos monzónicos y, por tanto, la posibilidad de una travesía rápida del Océano Índico. Los Ptolomeos comenzarón a trazar ese conexión, pero parecen haberla aprovechado poco, aunque Cleopatra sopesó huir a la India tras la derrota de Actio.
Un aprovechamiento claro de esta nueva posibilidad sólo comenzó durante el periodo romano. El geógrafo Estrabon nos informa, que ya durante el gobierno de Cornelio Gallo sobre Egipto (del 30 al 27 a.C.) partían hacia la India 120 barcos desde Mios Hornos (situado en el parte sur del Golfo de Suez) mientras que en tiempo de los Ptolomeos apenas lo hacían 20. Más tarde Myos Hornos fue substituido como puerto principal del comercio con la India por Berenice, situado aún más al sur (a la altura  de Medina en Ras Benas). En ambos casos, las mercancías eran transportada por tierra hasta el Nilo y luego a Alejandría. Se partía de Egipto a mediados de Julio y se navegaba a lo largo de la costa hacia el sur, para aprovechar en Octubre los vientos monzónicos del Sudoeste para cruzar a la India. Tras la llegada del monzón de noreste se navegaba de vuelta en noviembre o diciembre de la India a la costa de África y para llegar en la primavera del año siguiente a Egipto.

Si han ido siguiendo este blog, habrán podido ver que mis lecturas de este inicio de año giran alrededor de un problema histórico de primera magnitud: el dominio europeo sobre el mundo durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. La pregunta que es preciso responder puede resumirse simplemente en por qué Europa y no, por ejemplo, China, la India o el Imperio Otomano, que eran potencias mundiales en el siglo XVII y XVIII. Las respuestas que se han dado han sido muy variadas, especialmente ahora que la repulsa al colonialismo y el eurocentrismo son requisitos esenciales para realizar ese análisis. De ahí se ha derivado que todo estudio histórico sobre la expansión Europea deba ser obligatoriamente global, no sólo teniendo en cuenta la visión de las otras culturas, aparte de la Europea, que estuvieron implicadas en estos procesos, sino buscando un equilibrio en el relato de los hechos y las transformaciones. Equilibrio que no debe consistir en una mera asignación de un mismo número de páginas, sino que debe huir de atribuir una superioridad esencial a Occidente o una inferioridad no menos originaria a Oriente.

jueves, 9 de febrero de 2017

El siglo de Europa (y III)

Otros historiadores adoptan el punto de vista opuesto al de la gran discontinuidad. destacando el hecho de que gran parte de los aspectos más característicos de nuestra época se originaron, en ocasiones de forma totalmente súbita, en los decenios anteriores a 1914. Buscan esas raíces y anticipaciones de nuestra época, que son evidentes. En la política, los partidos socialistas, que ocupan los gobiernos o son la primera fuerza de oposición en casi todos los estados de la Europa occidental, son producto del período que se extiende entre 1875 y 1914, al igual que una rama de la familia socialista, los partidos comunistas, que gobiernan los regímenes de la Europa oriental.* Otro tanto ocurre respecto al sistema de elección de los gobiernos mediante elección democrática, respecto a los modernos partidos de masas y los sindicatos obreros organizados a nivel nacional, así como con la legislación social.
Bajo el nombre de modernismo, la vanguardia de ese período protagonizó la mayor parte de la elevada producción cultural del siglo xx. Incluso ahora, cuando algunas vanguardias u otras escuelas no aceptan ya esa tradición, todavía se definen utilizando los mismos términos de lo que rechazan {posmodernismo). Mientras tanto, la cultura de la vida cotidiana está dominada todavía por tres innovaciones que se produjeron en ese período: la industria de la publicidad en su forma moderna, los periódicos o revistas modernos de circulación masiva y (directamente o a través de la televisión) el cince Es cierto que la ciencia y la tecnología han recorrido un largo camino desde 1875-1914, pero en el campo científico existe una evidente continuidad entre a época de Planck. Einstein y el joven Niels Bohr y el momento actual. En cuanto a la tecnología, los automóviles de gasolina y los ingenios voladores que aparecieron por primera vez en la historia en el período que estudiamos, dominan todavía nuestros paisajes y ciudades. La comunicación telefónica y radiofónica inventada en ese período se ha perfeccionado, pero no ha sido superada. Es posible que los últimos decenios del siglo xx no encajen ya en el marco establecido antes de 1914, marco que, sin embargo, es válido todavía a efectos de orientación.

La Era del Capital, 1875-1914, Eric Hobsbawn

Si fuera historiador, creo que me alinearía del lado de esos otros historiadores que menciona Hobsbawn en la última entrega de su trilogía sobre el siglo XIX. Sé que es casi un dogma definir el siglo XIX como un siglo largo, que comenzaría en algún año de la década de 1780 y concluiría con el inicio de la Primera Guerra Mundial en el siglo XX. Sin embargo, excepto en lo que se refiere a la aparición del totalitarismo como categoría política  tras esa guerra y el comienzo de la era atómica a finales del siguiente conflicto mundial, soy de la opinión que las ideas que gobernaron el siglo XX tuvieron su origen en las décadas anteriores a 1894. En concreto, a partir de 1880 - 1900 como muy tarde - y con reprecusiones en todos los aspectos políticos, científicos, culturales y artísticos.

Unas fechas a las que deberíamos retrotraer el inicio del siglo XX, quedando 1914 (o 1917, si lo prefieren) como punto de no retorno de esa metamorfosis


sábado, 4 de febrero de 2017

El siglo de Europa (y II)

De ahí que las demás razas fuesen inferiores, porque representaban el estadio más primitivo de la evolución biológica o de la evolución sociocultural, o ambas cosas a la vez. Y su inferioridad quedaba demostrada porque, de hecho, la «raza superior» era superior según los criterios de su propia sociedad: tecnológicamente más avanzada, militarmente más poderosa, más rica y «próspera». Este argumento era, a un mismo tiempo, lisonjero y conveniente; tan conveniente que la clase media se sintió inclinada a arrebatárselo a la aristocracia (que durante largo tiempo se había creído una raza superior) para aplicarlo a fines tanto internos como externos: los pobres eran pobres porque biológicamente eran inferiores, y a la inversa, si los ciudadanos pertenecían a las razas inferiores no era sorprendente que permaneciesen sumidos en la pobreza y el atraso. El argumento no estaba revestido aún con los ropajes de la genética moderna, que no se había descubierto todavía: los ahora famosos experimentos del monje Gregor Mendel (1822-1884) sobre los guisantes dulces del jardín de su monasterio en Moravia (1865), pasaron totalmente desapercibidos hasta que fueron descubiertos hacia 1900. Aunque de modo primario se aceptó ampliamente el punto de vista según el cual las clases altas pertenecían a un tipo de humanidad superior, que desarrollaba dicha superioridad mediante la endogamia y que estaba amenazada por la mezcla de las clases bajas, y aún más por el crecimiento más rápido de los estratos inferiores. Por el contrario, tal como la escuela de "antropología criminal" (principalmente italiana) daba a entender como prueba, el criminal, el antisocial, el socialmente menesteroso, pertenecía a un linaje humano diferente e inferior respecto a la raza «respetable» y podía reconocerse por signos tales como la medida del cráneo u otras formas igualmente sencillas.

Eric Hobsbawn, La Era del Capital 1848-1875

 Les confieso que la lectura del libro de Bayly sobre el siglo XIX, que ya comenté hace unas semanas, me ha dejado bastante preocupado. No tanto por lo que pudiera postular como rasgos de ese siglo, sino por sus connotaciones presentes, como reflejo de un nuevo modo de pensar general muy distinto del de hace unas décadas. Precisamente aquél en el que yo crecí y fui educado, y del que la trilogía de Hobsbawn es una expresión modélica.

La visión del siglo XIX de Bayly es claramente una emanación del neoconservadurismo crecido durante los 80 con Reagan y Thatcher,  que quedo consolidado definitivamente por la desaparición  de la URSS a los principios de los 90. Para esta ideología, el mercado y el capitalismo lo son todo, lo único aprovechable de la modernidad, mientras que el resto de ideales de la ilustración, especialmente los unidos a las múltiples revoluciones de los siglos XIX y XX, son en el mejor de los casos muletas fastidiosas para la consecución de sus fines políticos y económicos. Lemas y consignas que sólo se utilizan para defenderse de los enemigos políticos, mientras que se abandonan de inmediato en cuanto pudieran perjudicar a las auténticas creencias de fondo. Así, no es extraño que éste neoconservadurismo abunde en contradicciones, como la defensa a ultranza del fanatismo religioso, aunque sólo el de casa, en nombre de la libertad; el racismo y la discriminación apenas solapada que se disfraza de libertad de opinión y expresión; o la renuncia a la razón y la ciencia en cuanto afecten a los beneficios empresariales o a la religión única.

Frente a este nuevo modo de entender la historia, Hobsbawn opuso la de un marxismo ortodoxo. O mejor dicho, la de un pensador para el cual la historia debe ser esencialmente un avance en la liberación del hombre. De las ataduras del pensamiento arcaico, demostradas falsas por el avance de la ciencia. De las imposiciones del sistema capitalista, para el cual el hombre no es otra cosa que mercancía, prescindible en cuanto ha cumplido su función. O, finalmente, de las restricciones y servidumbres de los sistemas políticos liberal burgueses, cuyas pretensiones de libertad y meritocracia ocultan un rígido elitismo, rayano con el racismo, en el que siempre deben gobernar los siempre, en tanto que mejores y más aptos, para el bien de todos.

Formulaciones que, supongo se habrán dado cuenta, están en los programas de esos partidos de las nuevas derechas que están conquistando el poder en Occidente, así como en de algunas de las viejas como la española, y que tienen su origen en ese siglo XIX. En concreto, en ese cuarto de siglo de exaltación del capital y el liberalismo, entre 1850 y 1875 que estudia Hobswan en ese libro. Un tiempo que constituye el ideal al que hay volver, según esas "alt-right" o protofascismo, una vez borrado el recuerdo del, para ellas, nefasto siglo XX y sus ideas disolventes y subversivas

miércoles, 1 de febrero de 2017

El siglo de Europa (y I)

En tercer lugar, de todas las revoluciones contemporáneas, la francesa fue la única ecuménica. Sus ejércitos se pusieron en marcha para revolucionar el mundo, y sus ideas lo lograron. La revolución norteamericana sigue siendo un acontecimiento crucial en la historia de los Estados Unidos, pero (salvo en los países directamente envuelto en ella y por ella) no dejó huellas importantes en ninguna parte. La Revolución francesa, en cambio, es un hito en todas partes. Su repercusiones, mucho más que las de la revolución norteamericana, ocasionaron los levantamientos que llevarían a la liberación de los países latinoamericanos después de 1808. Su influencia directa irradió hasta Bengala, en donde Ram Mohan Roy se inspiró en ella para fundar el primer movimiento reformista hindú, precursor del moderno nacionalismo indio. (Cuando Ray Mohan Roy visitó Inglaterra en 1830, insistió en viajar en un barco francés para demostrar su entusiasmo por los principios de la revolución francesa). Fue, como se ha dicho con razón "el primer gran movimiento de ideas en la cristiandad occidental que produjo algún efecto real sobre el mundo del Islám", y esto casi inmediatamente. A mediados del siglo XIX, la palabra turca "vatan", que antes significaba sólo el lugar de nacimiento o residencia de un hombre, se había transformado bajo la influencia de la Revolución Francesa en algo así como "patria". El vocablo "libertad", que antes de 1800 no era más que un término legar denotando lo contrario que "esclavitud", también había empezado a adquirir un nuevo contenido político. La influencia directa de la Revolución Francesa es universal, pues proporcionó el patrón para todos los movimientos revolucionarios subsiguientes, y sus lecciones (interpretadas al gusto de cada país o cada caudillo) fueron incorporadas en el moderno socialismo y comunismo.

Eric Hobsbawn, La Era de la Revolución, 1789-1848

Si tienen cierta edad, la lectura de la trilogía del historiador británico Eric Hobsbawn sobre el siglo XIX les resultará muy familiar, cercana a lo que estudiaron en el colegio. En el primer tomo, La Era de la revolución, dedicado a los tiempos convulsos en Europa comprendidos entre la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Europea de 1848, Hobsbawn construye su relato alrededor de dos motores originales que pusieron en movimiento los procesos de ese largo medio siglo.

Por una parte, la propia Revolución Francesa que, como bien señala este historiador, creó un marco ideológico al que se referirían todas las revueltas posteriores, los estallidos de 1820, 1830 y 1848; y que incluso fue utilizado a contrapelo por las fuerzas de la reacción, a la hora de dosificar reformas que impidiesen que las ollas sociales/estatales estallasen. La otra revolución es la Industrial, con sus consecuencias sobre la producción de energía y el transporte, restringida al Reino Unido durante la mayor parte de este periodo, pero que al final se propagaría al resto de Europa noroccidental, primero a Bélgica, luego a la Renania alemana y el norte de Francia e Italia. Ambas con una proyección que pronto rebasaría Europa en lo geográfico y la primera mitad del XIX en lo temporal, hasta ser incorporadas en fenómenos, movimientos e ideologías más que diversas, incluso opuestas.

Éste sería un modelo clásico, en donde las innovaciones surgidas en unos centros muy específicos, Francia en lo político, Inglaterra en lo tecnológico, se irían difundiendo por Europa y más tarde al resto del mundo, sea por convencimiento propio, sea por necesidad de mantenerse al ritmo de los tiempos o sea por imposición armada. Sin embargo, este modelo se ha visto discutido y rebatido en las últimas décadas, curiosamente por fuerzas provenientes de extremos opuestos del espectro político, el neoconservadurismo/neoliberalismo occidentasl, crecido tras la caida de la URSS, junto al multiculturalismo anticolonial nacido en nuestras sociedades mutiraciales y multireligiosa.

martes, 31 de enero de 2017

La singularidad

Thus, rather than looking at other advanced economies in the sixteenth through eighteenth centuries as cases of "Europe manqué", it probably makes more sense to look at Western Europe in this period as a none-too-unusual economy; it became the fortunate freak only when unexpected and significant discontinuities in the late eighteenth and specially nineteenth centuries enable to break through the fundamental constraints of energy use and resource availability that had previously limited everyone's horizons. And while the new energy itself came from a surge in the extraction and use of English coal, we shall see in the next two chapters that Europe's ability to take advantage of new world of mineral derived energy also required flows of various New World resources. It was through creating the preconditions for those flows that European capitalism and military fiscalism - as part of a large global conjuncture - really mattered.

The Great Divergence (La gran divergencia), Kenneth Pomeranz

De ese modo, más que considerar las otras economías avanzadas de los siglos XVI al XVIII como casos de "Europas fallidas", tiene mucho más sentido ver la  Europa Occidental de este periodo como una economía no demasiado fuera de lo corriente. Probablemente se convirtió en la excepción afortunada cuando discontinuidades inesperadas y significativas durante el siglo XVIII tardío y especialmente el siglo XIX la capacitaron para romper las limitaciones fundamentales de energía y disponibilidad de recursos que previamente habían limitado los horizontes de todo el mundo. Y mientras ese nueva energía provino de un incremento en la extracción y el uso del carbón inglés, en los dos próximo capítulos veremos que la capacidad para aprovechar ese nuevo mundo de energía mineral tambiém requería flujos de diferentes recursos del Nuevo Mundo. Fue mediante la creación de los requisitos de esos flujos que el capitalismo europeo y la fiscalidad militar - como parte de una coyuntura global - realmente importasen.

En una entrada anterior ya les había comentado el modo en que C.A. Bayly, en su libro The birth of modern world, 1780-1914, explicaba la ascendencia y dominio de Europa sobre el resto del mundo en el siglo XIX. En mi opinión, la explicación de Bayly no llegaba a esclarecer nada, puesto que partía de la premisa de que todas las civilizaciones estaban a punto de dar el salto a la modernidad, mientras que Europa sólo se había adelantado un poco y, por tanto, tomado la delantera.

Sin contar que la definición de modernidad en Bayly es lo suficientemente laxa para que en ella quepa todo - y por tanto sea completamente inútil a efectos clasificatorios -, este historiador hacía caso omiso de las claras diferencias entre las distintas civilizaciones, así como que ciertos avances técnicos, como la máquina de vapor, el ferrocarril o el buque de vapor , sólo surgieron en el contexto británico, sin que existieran correlatos en otras regiones, ni claros indicios de que fuera a haberlos. Claramente se trata de un intento por parte de Bayly de eludir en su relato una excepcionalidad Europea de corte colonialista, que cae sin embargo en el defecto opuesto, suponer una igualdad de base que le hace perder todo poder explicativo.

Por el contrario, Pomeranz, en el libro que les comento, parte de una tesis completamente distinta. Algo sucedió en Inglaterra en el siglo que media entre 1750 a 1850 y ese algo  tuvo un efecto de bola de nieve, de manera que lo que era sólo un artilugio para achicar agua en las minas de carbón británica condujo a una industrialización profunda de amplias zonas de Europa. No sólo Inglaterra, sino Bélgica, la Renania, el Norte de Francia y el norte de Italia. En la concepción de Pomeranz, la chispa inicial no hubiera podido prender sino hubieran existido una serie de requisitos iniciales en la Europa del siglo XVIII, incapaces por si solos de desencadenar la divergencia de Europa, pero que actuaron como catalizadores de la reacción. Hasta que esta fue ya incontenible, se tornó reacción en cadena, y llevó a Europa a dominar el mundo en el segundo tercio del siglo XIX

martes, 19 de enero de 2016

Bajo la sombra del postmodernismo (XXII)

España fue una gran sorpresa para Europa. Formada en una visión de España que incorporaba una sucesión de estereotipos negativos - la "leyenda negra" de los siglos XVI y XVII, el país "oriental" de toreros y cigarreras del romanticismo, el país "trágico" de la guerra civil, el tiempo de silencio y la España del subdesarrollo de los años de la dictadura, la España "diferente" del turismo barato de las playas y el sol del Mediterráneo y Andalucía -, Europa se encontraría con una España de comisarios, eurodiputados y eurofuncionarios (economistas, juristas, técnicos, ingenieros, diplomáticos) eficaces y competentes, que apoyaba decididamente el proceso de integración (Acta Única de 1986, Tratado de Maastrich de 1991), que cumplía rigurosamente los criterios para la unión económica y monetaria, que crecía sostenidamente y por encima de la media europea, que cuando le correspondía (1989, 1995, 2002) presidía con acierto y discreción la Unión Europea, y que se movía con absoluta comodidad en todos los foros internacionales (cumbres políticas o económicas, grandes reuniones regionales, congresos mundiales, grandes acontecimientos deportivos, como los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, un colosal éxito, etc): Europa redescubría a los españoles como "los alemanes del sur".

Juan Pablo Fusi: España y Europa, Tomo XI de la Historia de España Fontana/Villares

Ya les he comentado en otras ocasiones mis reparos al reparto en volúmenes de la Historia de España Fontana/Villares. No se trata únicamente que su enfoque en el estricto sujeto histórico que llamamos España les lleve a descuidar la historia antigua y medieval de la península, ocurre además que dos tomos de los doce están dedicados a lo que se suele conocer como metahistoria, reduciendo aún más el espacio disponible para la narración

No obstante, estos temas meta o extrahistóricos pueden ser muy interesantes, incluso más que el relato de los propios hechos históricos, como verán cuando comente el volumen 12, Las historias de España. En el caso del volumen XI, España y Europa, su interés parecía asegurado, ya que un aspecto de los procesos históricos en la península que se suele dar de lado - en general, en toda historia nacional - es como su devenir se imbrica necesaria y obligatoriamente en el de los países y culturas vecinas, sin que sea posible disociarlo de ellas si se quiere llegar a entenderla plenamente. En el caso de Iberia/Hispania, uno de los grandes hechos históricos en nuestra historia es como una sociedad que en el siglo X era conocida como Al-Ándalus, aparentemente destinada a convertirse en una de las regiones culturales del Islám, como Siria, Irán o Egipto, termina siendo la Iberia cristiana, un conjunto de reinos cristianos claramente occidentales que serían cruciales en la evolución de esta cultura.

No esperen sin embargo, un análisis de este tipo. Tampoco esperen que la narración comience en el siglo XVI describiendo la influencia, para bien y para mal,  del Imperio Español sobre el resto de Europa. El relato comienza en 1808, justo cuando España queda convertida en una potencia de tercer orden en el concierto Europeo, mientras que la historiografía patria se obsesiona con la idea de una España-problema, cuya naturaleza es precisamente la imposibilidad de ser resuelto. Aún así, con estas limitaciones de partida, el libro podría haber sido aún un brillante análisis de ese pesimismo y de los múltiples intentos fallidos por incluir a España en el concierto de las potencias Europeas, en el triple aspecto político, económico y cultural.

Pero no es así, porque le pierde su triunfalismo temerario, indigno de unos historiadores de prestigio.