Mostrando entradas con la etiqueta Proust. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Proust. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de enero de 2014

A Proust Odissey: Le Temps Retrouvé (III)

D'abord, du moment que rien n'était commencé, je pouvais être inquiet, même si je croyais avoir encore devant moi, à cause de mon âge, quelques années, car mon heure pouvait sonner dans quelques minutes. Il fallait partir en effet de ceci que j'avais un corps, c'est-à-dire que j'étais perpétuellement menacé d'un double danger, extérieur, intérieur. Encore ne parlais-je ainsi que pour la commodité du langage. Car le danger intérieur, comme celui d'hémorragie cérébrale, est extérieur aussi, étant du corps. Et avoir un corps, c'est la grande menace pour l'esprit, la vie humaine et pensante, dont il faut sans doute moins dire qu'elle est un miraculeux perfectionnement de la vie animale et psychique, mais plutôt qu'elle est une imperfection, encore aussi rudimentaire qu'es l'existence commune des protozoaires en polypiers, que le corps de la baleine, etc., dans la organisation de la vie spirituelle. Le corps enferme l'esprit dans une forteresse; bientôt la forteresse est assiégée de toutes parts et il faut à la fin que l'esprit se rende.

Marcel Proust, Le Temps Retrouvé.

De entrada, puesto que todo estaba aún por hacer, yo podía estar inquieto, aun cuando creía tener aún ante mi, dada mi edad, varios años de vida, ya que mi hora podía llegar en cualquier instante. Era preciso partir del hecho de que yo tenía un cuerpo, es decir, que estaba perpetuamente amenazado por un doble peligro, exterior, interior. Pero yo no hablaba así más que por la comodidad del lenguaje. Porque el peligro interior, como una hemorragia cerebral, es tambíen exterior, al ser del cuerpo. Tener un cuerpo es la gran amenaza para el espíritu, la vida humana y pensante, de la que se debe decir sin duda alguna no que es un milagroso perfeccionamiento de la vida animal y psíquica, sino más bien que es una imperfección, aún tan rudimentaria como la existencia en común de los protozoos en políperos, que el cuerpo de la ballena, etc, en la organización de la vida espiritual. El cuerpo encierra al espíritu en una fortaleza, pronto esta fortaleza es asediada de todos lodos y es preciso que al final el espíritu capitule.

Como ya les había indicado en la entrada anterior, casi al final de Le Temps Retrouvé, la última novela de À la Recherche du Temps Perdu, el protagonista anónimo sufre una revelación, una epifanía/transfiguración,  a través de la que encuentra su auténtica vocación, mejor dicho, halla finalmente las fuerzas, la dedicación, la entrega que le permitan convertir en realidad su antigua vocación. La literatura, el trabajo de escribir, deja de ser un pasatiempo, mucho peor, una molestia, un estorbo continuamente retrasado a un futuro borroso que nunca llega, para devenir única y última realidad, trabajo y tarea diaria, irrenunciable puesto que se ha fusionado y confundido con la existencia, erigido en lo único que da sentido a este mundo y permite seguir viviendo en él.

Esa metamorfosis, de oruga a mariposa, es un reflejo de la que sufrió el mismo Proust, la que convirtió al ocioso y perenne invitado de las recepciones de sociedad, al escritor dilettante, al que de vez en cuando se le publicaba un artículo en un periódico, en un escritor en toda regla, para el que sólo tenía sentido el cultivo y perfeccionamiento de su arte, hasta límites auténticamente obsesivos. A pesar de esta coincidencia, no que hay que olvidar que la vida y su reconstrucción literaria son cuestiones muy distintas, casi opuestas. Andaría muy equivocado el que imaginase al hombre Proust sufriendo una revelación fulminante como la de su reflejo novelístico, del cual surgiera repentinamente un escritor - y una obra - completo, consagrado y perfecto.


Sabemos - ya lo he indicado aquí y allá, en estas torpes anotaciones - que el plan de À la Recherche no surgió entero, de una sola vez, de la mente de Proust, de forma que lo único que quedase por hacer es  completar lo que faltaba, decorarlo y embellecerlo. Del primer esbozo de lo que iba a llamarse el Contre Sainte-Beuve, que no iba a ser otra cosa que un tratado filosófico mal disfrazado con ropajes novelísticos, hasta el último borrador de Le Temps Retrouvé, pasaron 14 años, de 1908 a 1922. En ese tiempo, el ensayo se transformó en una novela completa, de ambiciones enciclopédicas, siempre en crecimiento, sin fin concreto y a la que se iban añadiendo sucesivas capas y niveles, tanto del presente del autor como de su presente. Un proceso de refinamiento y de destilación al que contribuyó no poco la casualidad, en forma de retrasos en la publicación, primera guerra mundial y relación trágica con su secretario Agostinelli, de manera que si los deseos de Proust se hubieran cumplido y el ciclo se hubiera publicado a mediados de la década de los 10, sería casi irreconocible en comparación con lo que todos conocemos.

Volviendo al final de Le Temps Retrouvé, podría pensarse que el descubrimiento de la auténtica vocación del artista, ya paulatino, como el caso de Proust, ya repentino, como el de su protagonista, llevase al ciclo a acabar en una nota de triunfo.

No es así.


jueves, 26 de diciembre de 2013

A Proust Odissey: Le Temps Retrouvé (II)

Mais qu'un bruit, qu'une odeur, déjà entendu ou respiré jadis, le soient de nouveau, à la fois dans le présent et dans le passé, réels sans être actuels, idéaux sans être abstraits, aussitôt l'essence permanente et habituellement cachée des choses se trouve libérée, et notre vrai moi qui, parfois depuis longtemps, semblait mort, mais ne l'était pas entièrement, s'éveille, s'anime en recevant la céleste nourriture qui lui est apportée. Une minute affranchie de l'ordre du temps a recrée en nous pour la sentir l'homme affranchi de l'ordre du temps. Et celui-là, on comprend qu'il soit confiant dans sa joie, même si le simple goût d'une madeleine ne semble pas contenir logiquement les raisons de cette joie, on comprend que le mot de "mort" n'ait pas de sens pour lui: situe hors du temps, que pourrait-il craindre de l'avenir?

Pero basta que un ruido, un aroma, ya escuchado o respirado antes, lo sea de nuevo, a la vez en el presente y en el pasado, reales sin ser actuales, ideales sin ser abstractos, que inmediatamente la esencia permanente y habitualmente escondida de las cosas se halla liberada, y nuestro verdadero yo, que desde largo tiempo parecía muerto, pero no lo estaba enteramente, se despierta, se reanima al recibir el alimento celestial que se le ofrece. Un minuto arrancado del orden del tiempo ha recreado en nosotros su alegría, incluso si el mero sabor de una magdalena no parece contener lógicamente las razones de este gozo, se comprende que el nombre de "muerte" no tiene sentido para él: colocado fuera del tiempo, ¿qué puede temer del futuro?

Pasada la mitad de Le Temps Retrouvé, la conclusión del ciclo novelístico de À la Recherche, el largo camino que hemos recorrido hasta entonces parece haber concluido en un callejón sin salida. Mejor dicho, ha terminado en la muerte, la extinción, la desaparición.

jueves, 12 de diciembre de 2013

A Proust Odissey: Le Temps Retrouvé (I)

J'étais triste en remontant dans ma chambre de penser que je n'avais pas été une seule fois revoir l'église de Combray qui semblait m'attendre au milieu des verdures dans une fenêtre toute violacée. Je me disais: "Tant pis, ce sera pour une autre année, si je ne meurs pas de d'ici là" ne voyant pas d'autre obstacle que ma mort et n'imaginant pas celle de l'église qui me semblait devoir durer longtemps après ma mort comme elle avait duré longtemps avant ma naissance.

Me sentía triste al subir a mi habitación, pensando que no había ido ni una sola vez a visitar la iglesia de Combray que parecía esperarme en medio de los campos en una ventana completamente violeta. Me decía: "Tanto peor, será para otro año, si no muero antes" sin ver otro obstáculo que mi muerte y sin imaginar la de una iglesia que parecía debía permanecer aún largo tiempo tras mi muerte, tanto como había permanecido antes de mi nacimiento.

Ya les había contado como La Prisonnière se centraba en narrar las tres muertes de Albertine, el gran no-amor del protagonista. Le Temps Retrouvée, la novela que cierra el ciclo, en la que se obra la redención/salvación del narrador, el modo y la manera en que que deja de ser un inútil, una sombra más destinada a desaparecer, para hacer realidad sus aspiraciones literarias, debería constituir un contrapunto a la historia anterior, un punto de partida, un rayo de esperanza - valga el tópico -, pero lo cierto es que toda esta obra final, de principio a fin, está teñida por la certeza y proximidad de la muerte: la del propio protagonista, en este caso.

Parte de esta negrura, apenas rota por esos débiles rayos de esperanza, se debe a las circunstancias en qué fueron escritas estas novelas finales. Ya les señalé en otras entradas como el plan original de Proust - en 1913 - era publicar sólo dos novelas de gran extensión, ue se convirtieron en tres por deseo de su editor. El parón provocado por la primera guerra mundial, cuando sólo se había publicado Du Côte de Chez Swan y la relación, terminada en tragedia, de Proust con su secretario Agostinelli - reencarnado luego en la Albertine de la Novele - permitieron que Proust reelaborase una y otra vez la novela, pasando primero a cinco volúmenes y luego a los siete que conocemos.

Sin embargo, como también es sabido, los últimos tres volúmenes quedaron en estado primer borrador y  copia mecanografíada, pendiente de una revisión posterior de Proust, que, por lo que sabemos, podía resultar en modificaciones de gran calado, hasta tornar irreconocible la versión final. Ese borrador, por otra parte, está plagado de inconsistencias y contradicciones - como las resurrecciones repentinas de personajes muertos - que fuerzan a que toda edición de esos tres tomos sea un auténtico trabajo de arqueología, para intentar dilucidar las auténticas intenciones de Proust, fueran cuales fueran.

Ese estado de inacabado no era desconocido al propio autor, que siguió trabajando la novela hasta prácticamente el último instante de sus existencia y no es de extrañar - como veremos - que gran parte de ese miedo a la disolución final se filtre en el texto que nos ha llegado. No obstante, como en tantas ocasiones, pensar en los últimos tomos de À la Recherche - y especialmente Le Temps Retrouvé - en términos de esbozo sería hacer de menos a Proust y caer en la trampa de un espejismo, ya que gran parte del material que surge en la versión final de Le Temps Retrouvé estaba ya presente desde el tiempo ya lejano - en 1909 - que el autor francés emprendió la redacción de la obra de su vida.

sábado, 30 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: Albertine Disparue (III)

Le monstre à l'apparition duquel mon amour avait frissonné, l'oubli,avait bien, comme je l'avais cru, fini par le dévorer. Non seulement cette nouvelle qu'elle était vivante ne réveilla pas  mon amour, non seulement elle me permit de constater combien était déjà avancé mon retour vers l'indifférence, mais elle lui fit instantanément subir un accélération si brusque que je me demandai rétrospectivement si jadis la nouvelle contraire, celle de la mort d'Albertine, n'avait pas inversement, en parachevant l'ouvre de son départ, exalté mon amour et retardé son déclin. Oui maintenant que la savoir vivante et de pouvoir être réuni à elle me la rendait tout d'un coup si peu précieuse, je me demandais si les insinuations de Françoise, la rupture elle-même, et jusqu'à la mort (imaginaire mais crue réelle) n'avaient pas prolongé mon amour, tant les efforts de tiers et même du destin pour nous séparer d'une femme ne font que nous attacher à elle. Maintenant c'était le contraire que se produisait, D'ailleurs j'essayai de me la rappeler, et peut-être parce que je n'avais plus qu'un signe à faire pour l'avoir à moi, le souvenir qui me vint fut celui d'une fille déjà grosse, hommasse, dans le visage fané de laquelle saillait déjà comme un graine, le profil de Mme de Bontemps. Ce qu'elle avait pu faire avec Andrée ou d'autres ne m'intéressait pas. Je ne souffrait plus du mal que j'avais cru si longtemps inguérissable, et au fond j'aurais pu le prévoir.

El monstruo ante cuya aparición mi amor había temblado, el olvido, había terminado por devorarlo, tal y como yo lo había creído. No era ya que la noticia de que ella estuviera aún viva no despertase mi amor, no era ya que eso me permitiese constatar cuanto había avanzado mi vuelta hacia la indiferencia, sino que eso me hizo experimentar una aceleración tan brusca que me preguntaba retrospectivamente si entonces la noticia contraria, la de la muerte de Albertine, no había por el contrario, al culminar la obra  de su partida, exaltado mi amor y retrasado su declive. Si ahora el saberla viva y el poder reunirme con ella me la tornaba de tan poco valor, me preguntaba si las insinuaciones de Françoise, incluso la ruptura, incluso la muerte (imaginaria pero concebida como real) simplemente habían prolongado mi amor, como si los esfuerzos de otros e incluso el destino por separarnos no hubieran hecho otra cosa que unirnos aún más. Ahora sucedía lo contrario. Intentaba traerla a mi recuerdo y quizás por sólo bastaba una seña para tenerlea a mi lado, el recuerdo que venía a mi mente era el de una mujer gorda, machorra, de rostro marchito del que brotaba el perfil de Mme. de Bontemps. Lo que podío haber hecho con Andrée o con otras ya no me interesaba. Ya no sufría de ese mal que durante largo tiempo había creído incurable, y en realidad habría debido prever ese resultado.

En mis anotaciones sobre Albertine Disparue he hablado varias veces de las tres muertes de Albertine. La primera es la ruptura, cuando el tiempo empieza a contarse desde el día en que ella nos abandono y poco a poco, la eternidad y la realidad van aniquilando esa vida en común que parecía ser nuestro único destino, hasta que la separación se convierte en nuestro único espacio y tiempo, como si el otro no fuera más que un sueño o un ensueño. La segunda muerte, más radical y definitiva, es por supuesto, la muerte del ser amado, su translación a un mundo al cual no tenemos acceso alguno, puesto que la existencia de esa persona ha sido completamente borrada del tiempo y el espacio que habitabamos, como si no fuera otra cosa que un personaje de novela.

Queda aún, no obstante, la última muerte. Aquella en que nos transformamos en los asesinos, aunque sea virtuales, de aquellos que proclamábamos amar más que nuestra propia vida.

sábado, 23 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: Albertine Disparue (II)

C'est même tout à fait la même chose. Car la femme qu'on revoit quand ne l'aime plus, si elle vous dit tout, c'est qu'en effet ce n'est plus elle, ou que c'est ne plus vous: l'être qui a rendu tout aisé et tout inutile. Je faisais ces réflexions, me plaçant dans l'hypothèse où Andrée était véridique - ce qui était possible - et amenée à la sincérité envers moi précisément parce qu'elle avait maintenant des relations avec moi, par ce côte Saint-André-des-Champs qu'avait eu au début avec moi Albertine. Elle y était aidée dan ce cas par le fait qu'elle ne craignait plus Albertine, car la réalité des êtres ne survit pour nous que peu de temps après leur mort, et au bout de quelques années ils sont comme ces dieux des religions abolies qu'ont offense sans crainte parce qu'on a cesse de croire a leur existence. Mais qu'Andrée ne crût plus à la réalité d'Albertine pourrait avoir pur effet qu'elle ne redoutât plus aussi bien que de trahir une vérité qu'elle avait promis de ne pas révéler, d'inventer un mensonge qui calomniait rétrospectivement sa prétendue complice. Cette absence de crainte lui permettait-elle de révéler enfin, en me disant cela, la vérité, ou bien d'inventer une mensonge, si, pour quelque raison, elle me croyait plein de bonheur et d'orgueil et voulait me peiner?

De hecho, es incluso lo mismo. Porque la mujer que se vuelve a ver cuando ya no se la ama, si os dice todo, es que en efecto ya no es ella, o que ya no eres tú: el ser que ha convertido todo en cómodo y todo en inútil.  Hacía esas reflexiones, me proponía la hipótesis de que Andrée era sincera - lo cual era posible - e inclinada a la sinceridad conmigo precisamente porque ella tenía relaciones conmigo en ese momento, por ese aspecto Saint-André-des-Champs que había tenido al principio conmigo Albertine. Le ayudaba el hecho de que ella no temía más a Albertia, porque la realidad de un ser no sobrevive mucho para nosotros tras su muerte, y tras unos cuantos años son como esos dioses de la religiones abolidas a los que se ofende sin temor porque se ha dejado de creer en su existencia. Pero que Andrée ya no creyera en la realidad de Albertine podía tener como efecto que tampoco temiera traicionar una verdad que había prometido no revelar, inventando un mentira que calumniase retrospectivamente a su antigua cómplice. ¿Esta falta de temor le permitía revelarme al fin, diciéndome aquello, la verdad, o bien inventaba una mentira, si, por cualquier razón, me creía pleno de felicidad y de orgullo y que quería hacerme daño?

 Hablaba en la entrada anterior de la muerte en tres tiempos de Albertine que constituye el núcleo central de Albertine Disparue. La primera muerte es por supuesto el final de su convivencia, mejor dicho, la idea, la certeza que una vez separados, esa vida común tiene la misma consistencia que un sueño del que se acaba de despertar, mientras que el estado de vigilia es un mundo donde esa relación no existe, ni existirá, puesto que el paso del tiempo sólo servirá para confirmar la posibilidad, la realidad de una vida en separado, en la que cada uno de los miembros de la pareja descubrirá que le está permitido vivir sin el otro, y que en realidad, ése y no otro es el estado que asegura su auténtica felicidad.

La segunda muerte es la muerte física de Albertine, su desaparición de este mundo y su conversión en un ser irreal, inalcanzable, inasible, de la misma consistencia que esos sueños cuyo recuerdo se desvanece al despertar, casi antes de que tengamos consciencia de ellos. Desaparición de una persona, del cuerpo, del objeto que representa esa persona que acarrea inevitablemente la de todos aquellos sentimientos que asociábamos con ella, hasta que al final no es que esa persona y su relación con nosotros nos sea completamente indiferentes, sino que simplemente nunca volvemos a recordarla, es extirpada por el olvido de nuestras vidas, hasta el punto que ningún suceso, ninguna ocurrencia podrá volverla a resucitar, aunque sea sólo por unos instantes, aunque sea sólo como fantasma sin rostro en nuestro recuerdo - como ocurre con todas aquellas personas que fueron nuestros amantes en otro tiempo y la que no hemos vuelto a ver en mucho tiempo, cuya evocación, si acusa ocurre, es en forma intercambiable e indefinible, como maniquí único al que se le puede vestir con cualquier ropa que encontremos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: Albertine Disparue (I)

Ce même vide que je sentais dans ma chambre depuis qu'Albertine était partie et que j'avais cru combler en serrant des femmes conte moi, je le retrouvais en elles. Elles ne m'avaient jamais parlé, elles, de la musique de Vinteuil, des Mémoires de Saint Simon, elles n'avaient pas mis un parfum fort pour venir me voir, elles n'avaient joué à mêler ces cils aux miens, toutes choses importantes parce que elles permettent, semble-t-il, de rêver autour de l'acte sexuel lui même et de se donner l'illusion  de l'amour, mais en réalité parce qu'elles faisaient partie du souvenir d'Albertine et que c'était elle que j'aurais voulu trouver. Ce que ces femmes avaient d'Albertine me faisait mieux ressentir ce que d'elle il leur manquait, et qui était tout, et qui ne serait plus jamais puisque Albertine était morte. Et ainsi mon amour pour Albertine, qui m'avait attiré vers ces femmes, me las rendait indifférentes, et mon regret d'Albertine et la persistance de ma jalousie, qui avaient déjà dépassé par leur durée mes prévisions les plus pessimistes, n'auraient sans doute jamais changé beaucoup si leur existence, isolée du reste de ma vie, avait seulement été soumise au jeu de mes souvenirs, aux actions et réactions d'une psychologie applicable à des états immobiles, et n'avait pas entraînée vers un système plus vaste où les âmes se meuvent dans le temps comme le corps dans l'espace. Comme il y a une géométrie dans l'espace, il y a une psychologie dans le temps, où les calculs d'une psychologie plane ne seraient plus exacts parce qu'on n'y tendrait pas compte du Temps et d'une des formes qu'il revêt, l'oubli; l'oubli dont je commençais à sentir la force et qui est un si puissant instrument d'adaptation a la réalité parce qu'il détruit peu à peu en nous le passé survivant qui est en constante contradiction avec elle. Et j'aurais vraiment bien pu deviner qu'un jour je n'aimerais plus Albertine.

Ese mismo vacío que sentía en mi habitación tras la marcha de Albertine y que había creído colmar abrazando a otras mujeres, lo reencontraba en ellas. Ellas nunca me habían hablado, ellas, de la música de Albertine, de las memorias de Saint-Simon, ellas nunca se habían puesto un perfume fuerte para venir a verme,  nunca había jugado a enredar sus pestañas con las mías, actos importantes porque permiten, me parecía, soñar alrededor del acto sexual e incluso tener la ilusión del amor, pero en realidad porque formaban parte del recuerdo de Albertine y porque era ella a quien quería encontrar. Lo que esas otras mujeres tenían de Albertine me permitía notar mejor lo que les faltaba de ella, que era todo y que ya no sería porque Albertine estaba muerta. Y así mi amor por Albertina y la persistencia de mis celos, cuya duración había superado mis previsiones más pesimistas, sin duda no habrían cambiado mucho si su existencia, aislada del resto de mi vida, sólo hubieran estado sometidas al juego de mis recuerdos, a las acciones y reacciones de una psicología aplicable a estados inmóviles y no hubiera derivado hacia un sistema más vasto, donde las almas se mueven como en el tiempo como los cuerpos en el espacio. Al igual que hay una geometría del espacio, hay una psicología del tiempo, donde los cálculos de una psicología plana no serían exactos puesto que no tendrían en cuenta el tiempo como una de las formas que revisten, el olvido, el olvido del que comenzaba a sentir la fuerza y que es si un instrumento tan poderoso de adaptación a la realidad es porque destruye poco a poco el pasado sobreviviente que está en contradicción permanente con él. Y yo habría debido adivinar que un día ya no amaría a Albertine.

La Prisonnière concluía con el anuncio de la marcha de Albertine, asqueada, suponemos, por el encierro y la continua tortura psicológica a la que el narrador de À la recherche...  la sometía. Tal suceso debería haber supuesto una liberación para ambos, especialmente para el protagonista, dado el cansancio que esa relación le provocaba y que una y otra vez nos había restregado a lo largo de esa novela. Sin embargo, como bien señalaba Oscar Wilde, ten cuidado con lo que deseas, porque puede ser que se te conceda.

Ese y no otro es el tema de Albertine Disparue (o La Fugitive, como prefieran)

miércoles, 13 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: La Prisonnière (III)

Car à des dons  plus profonds, Vinteuil ajoutait celui que peu de musiciens, et même peu de peintres on possédé, d'user de couleurs non seulement si stables mais si personnelles que, pas plus que le temps n'altère leur fraîcheur, les élèves qui imitent celui qu les a trouvées, et les maîtres même qui le dépassent, ne font pâlir leur originalité. La révolution que leur apparition a accomplie ne voit pas ses résultats s'assimiler anonymement aux époques suivantes; elle se déchaîne, elle éclate à nouveau, et seulement quand on rejoue les ouvres du novateur a perpétuité. Chaque timbre se soulignait d'une couleur que toutes les règles du monde apprises par les musiciens les plus savants ne pourraient pas imiter, en sorte que Vinteuil, quoique venu à son heure et fixé à son rang dans l'évolution musicale, le quitterais toujours pour venir prendre la tête dès qu'on jouerait une de ses productions, qui devrait paraître éclose après celle de musiciens plus récents, a ce caractère en apparence contradictoire et en effet trompeur, de durable nouveauté. Une page symphonique de Vinteuil, connue déjà au piano et qu'on entendait à l'orchestre, comme un rayon de jour d'été que le prisme de la fenêtre décompose avant son entrée dans un salle à manger obscure, dévoilait comme un trésor insoupçonné et multicolore toutes les pierreries des Mille et Une Nuits

 Marcel Proust, La Prisonnière.

Porque a dones más profundos, Vinteuil añadía uno que pocos músicos e incluso pocos pintores poseen, utilizar unos colores no sólamente estables sino tan personales que no es ya que el tiempo no marchite su frescura, sino los alumnos que imitan al que los encontró y e incluso los maestros que le superaron, no consiguen hacer palidecer su originalidad. La revolución alcanzada con su aparición no ve sus logros asimilados de forma anónima por las épocas siguientes: se desencadena, explota de nuevo y únicamente cuando se reponen las obras del ese renovador a perpetuidad. Cada tono se subraya con un color que todas las reglas del mundo aprendidas por los músicos más sabios no podrán imitar, de manera que Vinteuil, aunque tiempo y su lugar hayan quedado fijados en la evolución musical, lo abandonará siempre por ponerse a la cabeza en cuanto se interprete una de sus composiciones, una obra que debería aparecer conclusa tras la de músicos mas recientes, tiene ese carácter en apariencia contradictorio y engañoso, de novedad duradera. Una página sinfónica de Vinteuil, conocida al piano y que se escucha a la orquesta, como un rayo de luz que el prisma de una ventana descompone antes de entrar en un comedor obscuro, desvela como un tesoro insospechado y multicolor toda la pedrería de las Mil y una Noches.

El quiento volumen de À la recherche du temps peru, La Prisonnière, es la conclusión del largo proceso de desengaño y desilusión que  parecía constituir el tema central de la novela. Muchos son los ideales del protagonista que han ido haciéndose trizas a lo largo de ese recorrido: Los Guermantes, la vida mundana, los diferentes países y lugares soñados, el teatro y los escritores, el amor y el enamoramiento. Para esta última categoría, La Prisonnière constituye su punto más bajo, un infierno del que sus participantes no pueden salir, y en el que ellos mismos son sus propios verdugos, sin necesidad de demonios que les inflijan su tortura.

Esta última afirmación puede parecer extraña. La novela, al fin y al cabo, no es otra cosa que la narración del encierro que el protagonista impone a su supuesto amor, Albertina. Poseído por unos celos patológicos, el narrador la aparta y esconde del mundo, apartándola de todo tipos de placeres, especialmente los prohibidos, para reservárselos para sí. Sin embargo, ese aislamiento no surge efecto, no ya porque Albertine siempre pueda encontrar la oportunidad de satisfacer sus gustos - ese lesbianismo que el narrador no puede replicar para ella- sino porque el pasado constituye un amplio país desconocido en el que la "traición" vive y se oculta.

No es ya entonces que el narrador someta a su "amada" a continua vigilancia, es que su locura deviene intenso escrutinio de lo ya pasado y casi olvidado. Sus relaciones quedan reducidos a largos interrogatorios, a los que el silencio y la mentira son la única respuesta. Esa así como el encierro, la tortura de Albertine se convierten en el encierro y la tortura del narrador. Para evitar que en el tiempo de su amada existan regiones desconocidas, el mismo se encierra con ella. Para dilucidar ese pasado ignoto pero temido, se ve obligado a interpelarla con frase contrarias a lo que pretende investigar, anticipando la mentira segura con que será satisfecha la seguridad.

Su convivencia se transforma así en un elaborado cruce de cifras y enigmas, durante el que cada uno de ellos intenta engañar y confundir al contrario. Poco amor queda ya en esa relación, de forma que el vínculo, la razón que los une, acaba reducida a torturar permanentemente a su contrario, juego perverso del que forman parte incluso las amenazas de ruptura, último medio de humillar y forzar al oponente.

Llegado a este punto, destruidas toda ilusion, toda esperanza, incluso las más sagradas. ¿Queda algo por lo que vivir? La respuesta sería un rotundo no.

sábado, 2 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: La Prisonnière (II)

J'avais l'insouciance de ceux qui croient leur bonheur durable. C'est justement parce que cette douceur a été nécessaire pour enfanter la douleur - et reviendra du reste la calmer par intermittences - que les hommes peuvent être sincères avec autrui , et même avec eux-mêmes, quand ils se glorifient de la bonté d'une femme envers eux, quoique, à tour prendre, au sein de leur liaison circule constamment d'une façon secrète, inavouée aux autres, ou révélée involontairement par des questions, un inquiétude douloureuse. Mais celle-ci n'aurait pas pu naître sans la douceur préalable; même ensuite, la douceur intermittente est nécessaire pour rendre la souffrance supportable et éviter les ruptures; et la dissimulation de l'enfer secret qu'est la vie commune avec cette femme, jusqu'à la ostentation d'une intimité qu'on prétend douce, exprime un point de vue vrai, un lien général de l'effet à la cause, un des modes selon lesquels la production de la douleur est rendue possible. 

Marcel Proust, La prisonnière.

Tenía la tranquilidad de aquellos que creen su felicidad permanente. Es precisamente porque esa dulzura a sido necesaria para apagar el dolor - y que volvera en cualquier caso a calmarla de vez en cuando - que los seres humanos pueden mostrar sinceridad con otros hombres, e incluso con ellos mismos, cuando se gliran de la bondad que les muestra una mujer, cuando, a su debido tiempo, en el corazón de su relación circula constamente de forma secreta, inconfesado a los otros, or revelado involuntariamente por algunas preguntas, una inquietud dolorosa. Pero ésta última no habría podido nacer sin el la dulzuara anterior, aún más, esa dulzura intermitente es necesaria para tornar soportable el sufrimiento y evitar la ruptura, y la disimulación del infierno secreto que es la vida en común con esa mujer, hasta el extremo de presumir de una intimidad que se finge dulce, expresa un punto de vista verdadero, una relación universal entre efecto y causa, uno de eso modos por los que la creación del dolor resulta posible.

He comentado en otras cosas como lo que el narrador de À la recherche nos cuenta no es más que un elaborado juego de espejos creado por Proust. Tan oculto permanece su verdadero sentido y significado, que la mayoría de los lectores - como me ocurriera en mi primera lectura - no sabrán dar con las claves que permitan desvelar el enigma a menos que se las indiquen. De forma paradójica, para un escritor cuya tesis es demostrar el abismo que media entre obra y persona, entre el autor y su ficción, esas pistas no se encuentran en la propia obra sino que hay que ir a buscarlas en la vida de Proust, en el testimonio de aquellos que le conocieron y que decidieron hablar tras su muerte.


sábado, 26 de octubre de 2013

A Proust Odissey: La Prisonnière (y I)

Bien plus, ces deux manies inverses de la jalousie vont souvent au delà des paroles, qu'elles implorent ou refusent les confidences. On voit des jaloux qui ne le sont que des hommes avec qui leur maîtresse a des relations loin d'eux, mais qui permettent qu'elle se donne à un autre homme qu'eux, si  c'est avec son autorisation, près d'eux, et, sinon même à leur vue, du moins sous leur toit. Ce cas est assez fréquent chez les hommes âgés amoureux d'une jeune femme. Ils sentent la difficulté de lui plaire, parfois l'impuissance de la contenter et, plutôt que d'être trompés, préfèrent laisser venir chez eux, dans une chambre voisine, quelqu'un qu'ils jugent incapable de lui donner de mauvais conseils, mais non du plaisir. Pour d'autres es tout le contraire: ne laissant pas leur maîtresse sortir seule un minute dans une ville qu'ils connaissent, la tenant dans un véritable esclavage, ils lui accordent de partir un mois dans un pays qu'ils ne connaissent pas, où ils ne peuvent se représenter ce qu'elle fera. J'avais à l'égard d'Albertine ces deux sortes de manie calmante. Je n'aurais pas été jaloux si elle avait eu des plaisirs près de moi, encouragés par moi, que j'aurais tenus tous entiers sur ma surveillance, m'épargnant par là la crainte du mensonge; je ne l'aurai peut-être été non plus si elle était parti dans un pays assez inconnu de moi et éloigné pour que je ne puisse imaginer, ni avoir la possibilité et la tentation de connaître son genre de vie. Dans le deux cas le doute eût été supprimé par une connaissance ou un ignorance également complètes

Marcel Proust, La Prisonnière

Más aún, esas dos manías inversas de los celos se extienden a menudo más allá de las palabras, sea que imploren o rechacen las confidencias. Hay celosos que sólo lo son de los hombres con los que su amante tiene relaciones sin su conocimiento, pero que permiten que se entregue a otros, si es con su autorización, a su lado, y, si no es ante ellos, al menos bajo el mismo techo. Este caso es bastante frecuente entre los ancianos enamorados de una joven. Saben de la dificultad de complacerla, a veces incluso de su impotencia por contentarla y, antes que saberse engañados, prefieren que venga a su casa, a una habitación vecina, alguien que creen no podrá darle malos consejos, pero sí placer. Para otros es el caso contrario, no permiten que su amante salga un sólo instante en una ciudad que conocen, la mantienen en la esclavitud, pero le conceden que marcha a un país desconocido, donde no pueden imaginarse que hará. Frente a Albertina yo sufría de esos dos tipos de manía. No habría padecido celos si sus placeres hubieron tenido lugar ante mi vista, si yo los hubiera supervisado. Ahorrándome así el temor de una mentira, yo tampoco lo hubiera sido si ella partiese a tierras completamente desconocidas para mí y tan alejadas que yo no pudiese imaginar, ni tener la posibilidad o la tentación de conocer su género de vida. En ambos casos, la duda habría sido suprimidad por un conocimiento o una ignorancia igualmente completas.

Al final de Sodome y Gomorrhe, se había producido una catástrofe irremediable en la vida sentimental del protagonista de À la Recherche. Si durante toda la novela había intentado convencernos de que no amaba a Albertine, de que sólo permanecía a su lado por hastio, rutina e indolencia, que en cualquier momento iba a romper con ella y recuperar una libertad de la que nunca había hecho buen uso, el resultado había sido completamente opuesto. De repente, la vida, la existencia se le aparecía como imposible sin la presencia de esa mujer, en negación absoluta de todas las largas y retorcidas excusas que se nos habían alegado una y otra vez.

Dicho así, este giro argumental no diferiría mucho de las aconstumbradas novelas rosas. Sin embargo, como recordarán de otras entradas, Proust, aunque sentimental, es profundamente arromántico - o al menos su romanticismo no es de El Corte Inglés (tm) -. El desencadenante de esa conclusión no fue otro que el descubrimiento sin posibilidad de apelación de la homosexualidad - en realidad bixesualidad - de Albertina, frente a la cual el protagonista se siente desarmado e impotente. La catástrofe de la que hablaba, no obstante, no tiene su origen en que el protagonista vea a su amada como una perdida, en el sentido que nuestros antepasados conferían a ese término, sino que en su relación, en su historia de amor, no ha habido ni habrá entrega completa, que en ella quedan, irreductibles, vastas regiones desconocidas, a las cuales el protagonista jamás podrá llegar, ni siquiera concebir o comprender..

 Albertine es libre, irremediable y esencialmente libre. La ruptura de la relación que les une no es una cuestión que dependa del capricho del protagonista, es Albertine y no otra persona quien decidirá cuándo y cómo termina, y nada podrá hacerse contra ese decreto. La existencia de ese otro mundo, el del lesbianismo, del que Albertine es una de sus ciudadanas, implica un otro universo de placeres y goces, que el narrador no podrá nunca remedar, replicar o substituir. Su derrota es, por tanto completa y segura, su posibilidades  nulas.


jueves, 17 de octubre de 2013

A Proust Odissey: Sodome et Gomorrhe (IV)

Outre que l'habitude remplit tellement nôtre temps qu'il ne nous reste plus a bout de quelques mois un instant libre dans une ville où a l'arrivée la journée nous offrait la disponibilité de ses douze heures, si une par hasard était devenue vacante, je n'aurais plus eu l'idée de l'employer à voir quelque église pour laquelle j'étais jadis venu à Balbec, ni même à confronter un site peint par Elstir avec l'esquisse que j'en avais vue chez lui, mais à aller faire un partie d'échecs de plus chez M. Feré. C'était en effet la dégradante influence, comme le charme aussi qu'avait eu ce pays de Balbe, de devenir pour moi un vrai pays de connaissances; si leur  répartition territoriale, leur ensemencement extensif tout le long de la côte, en culture diverses, donnaient forcément aux visites que je faisais à ces différentes amies la forme du voyage, ils restreignaient aussi le voyage à n'avoir plus que l'agrément social d'une suite de visites. Les mêmes noms de lieux, si troublants pour moi jadis que le simple "Annuaire des Châteaux", feuilleté au chapitre du département de la Manche. me causait autant d'émotion que l'Indicateur des chemins de fer, m'étaient devenus si familiers que cet indicateur même, j'aurais pu le consulter, à la page Balbec-Douville par Doncieres, avec la même heureuse tranquillité qu'un dictionnaire d'adresses. Dans cette vallée trop sociale aux flancs de laquelle je sentais accrochée, visible ou non, une compagnie d'amis nombreux, le poétique cri du soir n'était pas celui de la chouette ou de la grenouille, mais le "Comment va" de M. de  Criquetot ou le "Khairé" de Brichiot. L'atmosphère n'y éveillait plus de angoisses et, chargée d'effluves purement humains, y était aisément respirable, trop calmante même. Le bénéfice que j'en tirais, au moins, était de ne plus voir les choses qu'au point de vue pratique. Le mariage avec Albertine m'apparaissait une follie.

Marcel Proust, Sodome et Gomorrhe.

Además, el hábito llena de tal maner nuestro tiempo, que pasados unos meses no nos queda un instante libre en una ciudad donde a nuestra llegada el día nos ofrecía sus doce horas a nuestra disposición, si  una por  azar hubiera quedado vacía, yo no tendría la ocurrencia de utilizarla para ver alguna iglesia por la que antaño hubiera venido a Balbec, ni siquiera a comparar un lugar pintado por Elstir con el esbozo que yo había visto en su casa, sino ir a jugar una partida de ajedrez con M. de Feré. Era, en efecto, la degradante influencia, como también el encanto que había tenido este país de Balbec, de convertirse para mi en una tiera de conocidos, si su distribución territorial, su cultivo extendido a lo largo de la costa, en parcelas distintas, convertían a las visitas que yo hacía a diferentes amigos en una especie de viaje, tambíén restringían ese viaje a nos ser otra cosa que el acuerdo social de una serie de visitas. Los propios nombres de lugar, antaño tan turbadores para mí que  ojear el "Anuario de Castillos" por el capítulo del departamento del Canal de la Mancha, me causaba tanta emoción como la guía de ferrocariles, me parecían ahora tan familiares que habría podido consultar, en la página Balbec-Douville via Doncieres, con la misma tranquilidad que una lista de direcciones. En este valle demasiado social en cuyos flancos yo me sentía adherido, ya visible o no, a una larga compañía de amigos. el grito poético de la tarde no era el de la lechuza, sino el "qué tal" de M. de Criquetot o el "Khairé" de Brichot. El ambiente no evocaba ya ninguna angustia y, pleno de efluvios meramente humanos, se podía respirar con tranquilidad, incluso era demasiado adormecedor. El beneficio que de él extraía era, al menos, ver las cosas sólo desde un punto de vista práctico. Casarme con Albertine me parecía una locura.

Sodome et Gomorrhe ocupa una posición central dentro de À la Recherche, no ya por el mero hecho de ser la cuarta novela de las siete, sino por constituir un punto de inflexión tanto en la composición de la obra como en su trama. Por una parte, ésta es la última novela que se publicó en vida de Proust y que por tanto podemos considerar como "terminada", en la medida que ese adjetivo es aplicable a un escritor que volvía una y otra vez sobre sus manuscritos, para modificarlos, refinarlos, completarlos y en ocasiones hincharlos sin medida. A partir de Sodome et Gomorrhe sólo se cuenta con un manuscrito previo a las pruebas de imprenta, lleno de enmiendas, añadidos y tachaduras, y con un número de páginas por novela bastante inferior a la media de antes del corte. Resulta claro que si Proust hubiera seguido trabajando, el resultado final hubiera sido como mínimo más extenso y seguramente hubiera contenido cambios importantes, cuando no trascendentales, que nos hubieran hecho rechazar las novelas que hoy conocemos como meros esbozos, al igual que las decenas de cuadernos que constituyen el legado Proust, registro de más de una década de aventura compositiva de À la Recherche.

No obbstante el mayor cambio en el ciclo novelistico pre y post Sodome et Gomorrhe se produce en la mente del narrador y no es, aunque importante y determinante, el descubrimiento de esas otras sexualidades, al que se une la proximidad y la cercanía de los exilados de ambas ciudades, ocultos a los ojos de todos, pero cláramente visibles a sus correligionarios.

viernes, 11 de octubre de 2013

A Proust Odissey: Sodome et Gomorrhe (III)

Une des jeunes filles que je ne connaissais pas se mit au piano, et Andrée demanda à Albertine de valser avec elle. Heureux, dans ce petit casino, de penser que j'allais rester avec ces jeunes filles, je fis remarquer à Cottard comme elles dansaient bien. Mais lui, du point de vue spécial du médecin, et avec un mauvaise éducation qui ne tenait pas compte de ce que je connaissais ces jeunes filles à qui il avait pourtant dû me voir dire bonjour, me répondit: "Oui, me les parents son bien imprudents qui laissent leurs filles de prendre de pareilles habitudes. Je ne permettrais certainement pas aux miennes de venir ici. Sont-elles jolies au moins? Je ne distingue pas leurs traits. Tenez, regardez", ajouta-t-il en me montrant Albertine et Andrée qui valsaient lentement, serrées l'une contre l'autre, "j'ai oublié mon lorgnon et je ne vois pas bien, mais elles sont certainement au comble de la jouissance. On ne sais pas assez que c'est surtout par les seins que les femmes l'éprouvent. Et voyez, le leurs se touchent complètement" En effet, le contact n'avait pas cessé entre ceux d'Andrée et ceux d'Albertine. Je ne sais pas si elles entendirent ou devinèrent  la réflexion de Cottard, mais elles se détachèrent légèrement l'une de l'autre tout en continuant à valser. Andrée dit à ce moment un mot à Albertine et celle-ci rit du même rire pénétrant et profond que j'avais entendu tout à l'heure. Mais le trouble qu'il m'apporta cette fois ne me fut plus que cruel: Albertine avait l'air d'y montre, de faire constater à Andrée quelque frémissement voluptueux et secret. Il sonnait comme les premiers ou les derniers accords d'une fête inconnue.

Marcel Proust, Sodome et Gomorrhe

Una de las jóvenes que yo no conocía se sentó al piano y Albertine pidió a Andrée que bailara con ella. Feliz, en ese pequeño casino, de saber que estaba en compañía de esas jóvenes, le hice notar a Cottard lo bien que bailaban. Pero él, con el punto de vista especial de un médico, y con una mala educación que no tenía en cuenta que yo conocía a esas jóvenes a las que sin embargo me había visto saludar, me respondió. " Sí, los padres que permoiten a sus hijas esas costumbres son bien imprudentes. Yo nunca permitiría a las mías que vinieran aquí. ¿Son al menos hermosas? No las veo bien desde aquí? Mirad" - añadió mientras señalaba a Albertine y Andrée que bailaban lentamente, estrechadas la una contra la otra - " he olvidado mis gafas y no veo bien, pero estoy seguro que se hallan en el clímax del placer. No es muy conocido que es en los senos donde las mujeres lo sienten. Y daos cuenta que los suyos se tocan completamente". En efecto, el contacto no había cesado entre los de Andrée y los de Albertine. No sé muy bien si oyeron o adivinaron los comentarios de Cottard, pero se separaron ligeramente la una de la otra mientras continuaban bailando. Andrée dijo a Albertine y ella rió con la risa penetrante que yo había escuchado hace poco. Pero la preocupación que esto me causó no fue menos cruel: Albertine parecía querer mostrar, constatar ante Andrée un extremecimiento voluptuoso y secreto. Sonaba como los últimos acordes de una fiesta desconocida.

Quien haya leído a Proust sabe que desde las primeras páginas del ciclo de À La Recherche, la descripción del sentimiento amoroso ocupa un lugar central. Por supuesto, como también sabrán los que sigan estas anotaciones, la postura de Proust hacia esa experiencia vital es cualquier cosa menos romántica, o al menos romántica al uso de revistas, programas televisivos y blockbusters de Hollywood.

miércoles, 2 de octubre de 2013

A Proust Odissey: Sodome et Gomorrhe (y II)

J'avais oublié de fermer les volets et sans doute le grand jour m'avait éveillé. Mais je ne pus supporter d'avoir sous les yeux ces flots de la mer que ma grand-mère pouvait autrefois contempler pendant des heures; l'image nouvelle de leur beauté indifférente se complétait aussitôt par l'idée qu'elle ne les voyait pas; j'aurais voulu boucher mes oreilles à leur bruit, car maintenant la plénitude lumineuse de la plage creusait comme un vide dans mon cœur; tout me semblait me dire comme ces allées et ces pelouses d'un jardin public où je l'avait autrefois perdue quand j'étais tout enfant: "Nous ne l'avons pas vue", et sous la rotondité du ciel pâle et divin je me sentais oppressé comme sous une immense cloche bleuâtre fermant un horizon où ma grand-mère n'était pas. Pour ne plus rien voir, je me tournai du côte du mur, mais hélas! ce qui était contre moi c'était cette cloison qui servait jadis entre nous deux de messager matinal, cette cloison qui, aussi docile qu'un violon à rendre toutes les nuances d'un sentiment, disait si exactement a ma grand-mère ma crainte à la fois de la réveiller, et si elle était réveillée déjà, de n'être pas entendu d'elle et qu'elle n'osât bouger, puis aussitôt comme la réplique d'un seconde instrument, m'annonçant sa venue et m'invitant au calme. Je n'osais pas approcher de cette cloison plus que d'un piano où ma grand-mère aurait joué et qui vibrerait encore de son toucher. Je savais que je pourrait frapper maintenant, même plus fort, que rien ne pourrait plus la réveiller, que je n'entendrais aucune réponse, que me grand-mère ne viendrait plus. Et je ne demandais de plus a Dieu, s'il existe un paradis, que d'y pouvoir frapper contre cette cloison les trois petits coups que ma grand-mère reconnaîtrait entre mille, et auxquels elle répondrait par ces autres coups que voulaient dire: "Ne t'agite pas, petite souris, je comprends que tu es impatient, mais je vais venir", et qu'il me laissât rester avec elle toute l'éternité, qui ne serait pas trop longue pour nous deux.

Marcel Proust, Sodome et Gomorrhe.

Había olvidado cerrar las contraventanas y la luz del amanecer me había despertado. No podía soportar tener ante los ojos las olas del mar que mi abuela podía antaño contemplar durante horas enteras: la nueva imagen de su belleza indiferente se completaba inmediatamente con la idea de que ella ya no las veía; habría querido taponarme los oidos contra su ruido, porque ahora la plenitud luminosa de la playa cavaba un vacío en mi corazón, todo parecía decirme como lo hicieran esas avenidas y esas praderas de un jardín público donde la había perdido de vista cuando era niño: "Nosotros no la hemos visto", y bajo la rotundidad del cielo pálido y divino me sentía oprimido como bajo una inmensa campana azulada que encerraba un horizonte en cuyo interior no estaba mi abuela. Para no ver nada, me volví hacia el muro, pero ¡ay! que lo que estaba contra mí era ese tabique que nos servía antaño de mensajero matinal, ese tabique que, tan dócil como el violín a la hora de representar todos los matices del sentir, comunicaba exactamente a mi abuela al mismo tiempo mi temor a despertarla, y si ya lo estaba, el de no ser oído por ella y que ella no se moviera, puesto que inmediatamente, como la réplica de un segundo instrumento, me anunciaba su venida y me invitable a tener clama. No me atrevía a acercarme a ese tabique, al igual que no lo habria hecho a un piano en el que mi abuela hubiera tocado y que aún vibrase con sus notas. Yo sabía que por muy fuerte que golpease ahora, nada podría desperarla, no escucharía respuesta alguno, mi abuela no vendría. Y yo no pedía más a Dios, si existe el paraíso, que poder golpear este tabique con tres golpes que mi abuela reconocería entre mil y a los que respondería con otros que querrían decir: "No te agites, ratoncito, sé que te impacientas, pero enseguida voy" y que me permitiesen permanecer con ella toda la eternidad, que no sería demasiado larga para ninguno de nosotros.

Un hecho central en Le Côte de Guermantes era la muerte de la abuela del protagonista, trasunto del fallecimiento de la propia madre de Proust. Sin embargo, aunque la novelización de ese acontecimiento permitió a Proust escribir algunas de sus mejores páginas, su impacto quedaba un tanto difuminado en medio de la descripción de la ascensión social deul protagonista, a quien se le abrían repentinamente las puertas de la sociedad francesa más selecta, representada por la muy antigua y muy noble familia de Guermantes.

Como en muchas ocasiones de la vida, la intensidad del sentimiento, en este caso del duelo, impedía cobrar completa consciencia de la gravedad de la pérdida. Se hacía necesario un periodo de aquietamiento, de separación y desapego, de atenuación, casi de olvido, para que una vez solucionadas las necesidades más urgentes, retornado a la vida cotidiana, interrumpida por ese cambio irremediable, se encontrase el tiempo, los tiempos muertos, de los que surgiese repentinamente la imagen, la representación concreta e ineludible de la pérdida, sin que fuera ya posible posponerla, ni aplazarla.

Esto es precisamente lo que ocurre al final del primer tercio de Sodome et Gomorrhe, coincidiendo con el retorno del protagonista al Balbec en el que había pasado un largo verano de vacaciones en compañía de la familiar tan amada.

jueves, 26 de septiembre de 2013

A Proust Odissey: Sodome et Gomorrhe (I)

Il appartenait à la race de ces êtres moins contradictoires qu'ils n'en ont l'air, dont l'idéal est viril, justement parce que leur tempérament est féminin, et qui sont dans la vie  pareils, en apparence seulement aux autres hommes; là où chacun porte, inscrite en ces yeux à travers lesquels il voit toutes choses dans l'univers, une silhouette intaillée dans la facette de la prunelle, pour eux ce n'est pas celle d'une nymphe, mais d'un éphèbe. Race sur qu pèse un malédiction et qui doit vivre dans la mensonge et le parjure, puisqu'elle sait  tenu pour punissable et honteux, pour inavouable, son désir, ce qui fait pour toute créature la plus grande douceur de vivre; qui doit renier a son Dieu, puisque, même chrétiens, quand a la barre du tribunal il comparaissent comme accusés, il leur faut, devant le Christ et en son nom, se défendre d'une calomnie de ce qui est leur vie même; fils sans mère, à la quelle ils sont obligés de mentir même à l'heure de lui fermer les yeux; amis sans amitiés, malgré toutes celles que leur charme fréquemment reconnu et que leur cœur souvent bon ressentirait; mais peut-on appeler amitiés ces relations qui ne végètent qu'à la faveur d'un mensonge et d'où le premier élan de confiance et sincérité qu'ils seraient tentés d'avoir les ferait rejeter avec dégout.

Marcel Proust, Sodome et Gomorrhe

El pertenecía a la raza de esos seres menos contradictorios que no tienen la apariencia, en los que el ideal es viril simplemente porque su temperamento es femenino, y que en la vida son parecidos, en apariencia solamente, a los otros hombres; allí donde cada uno lleva, inscrito en los ojos con los que ve todo en el universo, una silueta tallada en la pupila, para ellos no es la de una ninfa, sino la de un efebo. Raza sobre la que pesa una maldición y que debe vivir en la mentira y el perjurio, puesto que sabe punible y vergonzoso, inconfesable, su deseo, aquell que constituye para toda criatura el mayor placer de la vida; que debe renegar de su Dios, puesto que, incluso siendo cristiano, cuando comparece ante un tribunal como acusado, es preciso, delante de Cristo y en su nombre, defenderse de una calumnia que es su propia vida, hijos sin madre, a quien deben mentir incluso cuando llega la hora de cerrarle los ojos, amigos sin amistades, a pesar de todas  aquellas que su encanto tan frecuentemente reconocido y que su corazón bueno de ordinario apreciaría, pero... ¿pueden llamarse amistades esas relaciones que no crecen sino a la sombra de una mentira y a las que el primer impulso de confianza y sinceridad al que se vieran tentados, haría que fueran rechazadas con asco.

Como podrán recordar, la primera vez que me animé con la lectura de À la Recherche... - tenía yo apenas viente años -, debido a un error biblotecario me vi forzado a empezar a mitad del ciclo, concretamente en Sodome y Gomorrhe. No era la primera vez que me embarcaba en una aventura similar - La Guerra y La Paz también la empecé a medias, justo cuando comienza la invasión napoleónica de Rusia - así que tenía cierta experiencia y las fuerzas que da la juventud, para atreverme con la descripción de un mundo en el que la mayoría de los personajes eran completos desconocidos a los que el autor suponía presentados propia y correctamente.

Para lo que no estaba preparado es para la sorpresa de la relativamente breve - en términos Proustianos -  primera parte. Como saben, Proust es uno de los primeros escritores occidentales que tuvo el valor de hablar de la homosexualidad en los mismos términos que podría narrarse, por ejemplo, la cojera, la vehemencia, el mal aliento, o el largo cabello de uno de los personajes, sin utilizar para ello las construcciones prefabricadas de la antigüedad clásica o el escudo defensor del rechazo social. Esa primera parte, por tanto, tiene visos de relámpago, de iluminación repentina sobre un mundo desconocido, sobre el que no se quería volver la mirada, un descubrimiento inesperado que se ve reforzado por su inclusión sin aviso previo - excepto por un ambiguas alusiones que podían pasar desapercibidas -, para enseguida embarcarse en una detallada e inacabable descripción de esos otros ambientes, tan desconocidos y al mismo tiempo tan cercanos.

En gran medida, mi tiempo, los primeros ochenta tras el fin del régimen dictatorial, derechista y católico, del general Franco, compartían muchos aspectos con la Francia de 1900 en la que se desarrolla la novela, especialmente en su concepción de las relaciones sexuales. Aunque la homosexualidad había dejado de ser un crimen, un tabú del que no se podía hablar, nuestra infancia había transcurrido en un ambiente en el que sí lo era, de manera que inconscientemente seguíamos considerandola como algo sucio, algo que debía permanecer por siempre fuera de nuestras mentes, cuya existencia era propia de entornos sórdidos y degenerados, no los que nosotros frecuentábamos y, por supuesto, sin ser practicado por ninguno de nuestros amigos.

Esta pervivencia de ideas ya en declive - y que aún siguen conformando nuestro lenguaje, por mucho tiempo y cambios que hayan ocurrido - explica la profunda impresión que me produjo una descripción tan sincera de "ese algo", que nos parecía el receptáculo de todo lo que no podíamos ser, si queríamos llegar a ser respetados, hombres plenos en definitiva. Como ocurre la mejor literatura, por primera vez estaba viendo el mundo con otros ojos, cuya mirada era tan cierta, tan válida y tan sincera como la mía. Mis falsas conviciones, mis solidos prejucios se derrumbaban sin resistencia, sin ruido, sin dejar rastro alguno.

Sin embargo, para lo que no estaba preparado es para la desagradable sorpresa que tuve en mi cuarta relectura a principios de la primera década de este siglo. Durante ella me di cuenta que lo que describía Proust podía ser interpretado equivocadamente como un alegato homofóbico.



jueves, 19 de septiembre de 2013

A Proust Odissey: Le Côte de Guermantes (III)

Mme. de Guermantes m'offrait, domestique et soumise par l'amabilité, par le respect devant les valeurs spirituelles, l'énergie et la charme d'une cruelle petite fille de l'aristocratie des environs de Combray, qui, dans son enfance, montait à cheval, cassait les reins aux chats, arrachait l’œil aux lapins et, aussi bien qu'elle était restée une fleur de vertu, aurait pu, tant elle avait les mêmes élégances, pas mal d'années auparavant, être la plus brillante maîtresse du prince de Sagan. Seulement elle était incapable de comprendre ce que j'avais cherché en elle - le charme du nom de Guermantes  - et le petit peu que j'y avais trouvé, un reste provincial de Guermantes. Nous relations étaient fondées sur un malentendu qui ne pouvait manquer de manifester dès que mes hommages, au lieu de s'adresser à la femme relativement supérieure qu'elle croyait être, iraient vers quelque femme aussi médiocre et et exhalant le même charme involontaire. Malentendu si naturel et que existera toujours entre un jeune homme rêveur et une femme du monde, mais qui le trouble profondément, tant qu'il n'a pas reconnu la nature de ses facultés d'imagination et n'a pas pris son parti des déceptions inévitables qu'il doit éprouver auprès des êtres, comme au théâtre, en voyage et même en amour.

Marcel Proust, Le côte de Guermantes.

 Madame de Guermantes me ofrecía, doméstico y sumiso por la amabilidad, por el respeto a los valores espirituales, la energía y el encanto de una niña cruel de la aristocracia de los alrededores de Combray, que, en su niñez, montaba a caballo, le tronchaba la espalda a los gatos, arrancaba los ojos a los conejos y, que aún habiendo permanecido un ejemplo de virtud, habría podido, tan parecida era su elegancia, haber sido unos años antes, la amante más brillante del príncipe de Sagan. Lo único que era incapaz de comprender era qué había buscado yo en ella - el encanto del nombre de Guermantes - y la puzca que había encontrado, un resto provincial de Guermantes. Nuestra relación estaba fundada sobre un malentendido que no podía evitar manifestarse en cuanto mi admiración, en vez de dirigirse a la mujer relativamente superior que creía ser, se dedicasen a cualquier mujer igual de mediocre y que exhalase en mismo encanto involuntario. Malentendido natural y que existirá siempre entre un joven soñador y una mujer de mundo, pero que le preocupará profundamente, mientras no reconozca la naturaleza de sus facultades de imaginación y no extraiga una compensación de los desengaños que debe sufrir con las personas, al igual que en el teatro, de viaje e incluso en el amor.

Hace ya muchos años, recién acabada la universidad y  terminado el servicio militar, un gran amigo mío, curioso por mi pasión por Proust, se embarcó en la lectura de À la Recherche. Consiguió terminarla, como es propio de todo lector minucioso, pero esta obra se convirtió en un punto de separación y disputa entre ambos, principalmente por razones políticas. Aunque aproximadamente de la misma cuerda - unA izquierda más o menos avanzada - este amigo mío no llegaba a comprender mi fascinación por una novela en que su protagonista, literalmente, no había dado un palo al agua en la vida y que se entrega a larguísimas digresiones casi laudatorias de una aristocracia ociosa y explotadora.

Es cierto, por una parte, que la relación amor/odio de Proust con la alta nobleza puede ser uno de los elementos más démodé de la novela, si se mira con ojos modernos y progresistas, pero sobre todo, si se considera en qué ha devenido la nobleza actual. Esa clase social ha dejado de tener participación alguna en la vida cultural, política y social, quedando relegada su impacto a las revistas del corazón y demás basura, ya sea impresa o televisada, mientras que en tiempos de Proust era posible encontrar persobalidades de la nobleza fuertemente involucradas como mecenas en la vanguardia, tanto política como artística.

No obstante, tras la formulación política en la que se expresaba nuestra discrepancia sobre Proust, se escondía una profunda diferencia de caracteres. Mi amigo tendía más a la acción, a expresar en hechos sus ideales políticos, mientras que yo era eminentemente completativo. Alguien que se limitaba a observar, a anotar, a ser un espectador del teatro de la vida, que no cree poder influir, mucho menos modificar, el curso de los acontecimientos.

En cualquier caso, merece detenerse un tanto en examinar cual es la postura de Proust acerca de esa nobleza cuyo tiempo se consume en el ocio, en una sucesión de fiestas y reuniones, en las cuales el arte, la literatura, no pasa de ser un adorno más con el que engalanarse, sea en forma de sus obras o de sus autores. Este análisis es necesario porque À la recherche, como ya he indicado, no es otra cosa que la crónica del desengaño, de la quiebra de los sueños infantiles, proceso que en el último tramo de Le côté de Guermantes, se aplica a esa familia nobiliaria que durante la niñez de Proust se había imbricado con uno de los caminos por los que paseaba en Combray, nutriéndose de una larga serie de imágenes e ideales.

sábado, 14 de septiembre de 2013

A Proust Odissey: Le côté du Guermantes (y II)

Ce n'était pas "Rachel quand du Seigneur"" qui me semblait peu de chose, c'était la puissance de l'imagination humaine, l'illusion sur laquelle reposaient les douleurs de l'amour que je trouvais grandes. Robert vit que j'avais l'air ému. Je détournai les yeux vers les poiriers et les cerisiers du jardin d'en face pour qu'il crût que c'était leur beauté qui me touchait. Et elle me touchait un peu de la même façon, elle mettait aussi près de moi de ces choses qu'on ne voit pas qu'avec ses yeux, mais qu'on sent dans son cœur. Ces arbustes que j'avais vus dans le jardin, en les prenant par dieux étrangers, ne m'étais-je pas trompé comme Madelaine quand, dans un autre jardin, elle vit une forme humaine et "crût que c'était le jardinier"? Gardiens des souvenirs de l'âge d'or, garants de la promesse que la réalité n'est pas ce qu'on croit, que la splendeur de la poésie, que l'éclat merveilleux de l'innocence peuvent y resplendir et pourront être la récompense que nous nous efforceront  de mériter, les grandes créatures blanches merveilleusement penchées au-dessus de l'ombre propice à la sieste, à la pêche, à la lecture, n'était-ce plutôt des anges? J'échangeais quelques mots avec la maîtresse de Saint-Loup. Nous coupâmes par le village. Les maisons étaient sordides. Mais à côté des plus misérables, de celles qu'avaient l'air d'avoir été brulées par une pluie de salpêtre, un mystérieux voyageur, arrêté pour un jour dans la cité maudite, un ange resplendissant se tenait debout étendant largement sur elle l'éblouissante protection de ses ailes d'innocence en fleurs: c'était un poirier. 

Marcel Proust, Le Côte de Guermantes

No era "Raquel, la del señor" la que me parecía poco, era el poder de la imaginación humana, la ilusión sobre la que reposaban los dolores del amor que yo consideraba grandes. Robert veía que yo estaba emocionado. Volví mis ojos hacia los perales y los cerezos del jardín de enfrente por que el pensara que era su belleza la que me conmovía. Y ella me conmovía un poco de la misma manera, ella me acercaba esas cosas que no se ven con los ojos, sino que se sienten con el corazón. Esos arbustos que había visto en el jardín, tomándolos por dioses estraños, ¿No me había confundido al igual que la Magdalena, cuando, en otro jardín, vio una forma humana y " creyó que era el jardinero"? Guardianes de los recuerdos de la edad de oro, garantes de la promesa de que la realidad no es lo que creemos, que el esplendor de la poesía, el brillo maravilloso de la inocencia pueden resplandecer aquí mismo y podrán ser la recompensa que nos esforzaremos en merece, esas grandes criaturas blancas maravillosamente inclinadas por encima de una sombra propicia a la siesta, al pecado, a la lectura, ¿No eran más bien ángeles? Crucé unas frases con la amante de Saint-Loup. Acortamos por el pueblo. Las casas eran sórdidas. Pero al lado de las más miserables, de aquellas que tenían el aspecto de haber sido abrasadas por una lluvia de azufre, un misterioso viajero, detenido durante un día en la ciudad maldita, un ángel resplandeciente se alzaba en pie extendiendo sobre ella ampliamente la cegadora protección de sus alas de inocencia en flor. Era un peral.

Entre los muchos centros temáticos de la saga proustiana - el disfrute y el ejercicio del arte como salvación de nuestras imperfecciones, la imposibilidad y mentira del amor, la fragilidad de nuestros recuerdos y sentimientos - se halla la clara consciencia de que toda visión de la vida es inherentemente parcial e incompleta. Individuos diferentes tendrán percepciones, ideas,conclusiones completamente distintas sobre el mismo objeto, persona o situación, sin importar lo estrechos que sean los lazos que los unen, o la coincidencia entre sus respectivas ideología. Ninguna de estas visiones será completamente cierta, completamente equivocada, sino su discrepancia se deberá, casi exclusivamente, a que la información que ambos manejan es completamente distinta, limitada por su experiencia anterior y por los valores sentimentales que depositen en ese objeto.

jueves, 5 de septiembre de 2013

A Proust Odissey: Le Côté de Guermantes (I)

Hélas, ce fantôme là, ce fut lui que j'aperçus quand entré au salon sans que ma grand mère fût averti de mon retour, je la trouvai en train de lire. J'étais là, ou plutôt, je n'étais pas encore là puisqu'elle ne le savait pas, et, comme un femme qu'on surprend en train de faire un ouvrage qu'elle cachera si on entre, elle était livrée à pensées qu'elle n'avait jamais montrées devant moi.... Et comme un malade qui, ne s'étant pas regardé depuis longtemps et composant a tout moment le visage qu'il ne voit pas d'après l'image idéale qu'il porte de soi-même dans sa pensée, recule en apercevant dans une glace, au milieu d'une figure aride et déserte, l'exhaussement oblique et rosse d'un nez gigantesque comme une pyramide d'Égypte, moi pour qui ma grand-mère c'était encore moi-même, moi qui ne l'avait pas vue que dans mon âme, toujours à la même place du passé, à travers de la transparence des souvenirs contigus e superposés, tout d'un coup, dans notre salon que faisait partie d'un monde nouveau, celui du Temps, celui où vivent les étrangers dont on dit "il vieillit bien" pour la première fois et seulement pour un instant car elle disparut bien vite, j'aperçus sur le canapé, sous la lampe, rouge, lourde et vulgaire, malade, rêvassant, promenant au-dessus d'un livre des yeux un peu fous, un vieille femme accablée que je ne connaissais pas     

Marcel Proust, Le côté de Guermantes

Desgraciadamente, ese espectro fue el que percibí cuando entré al salón sin que mi abuela supiera de mi retorno y la encontré leyendo. Yo estaba allí, o más bién, aún no, puesto que ella no lo sabía y, como a una mujer que es sorprendida haciendo algo que esconderá si se se entra, se hallaba entregada a pensamientos que nunca había mostrado ante mí.... Y como un enfermo, que no habíandose mirado desde largo tiempo atrás y componiendo su rostro de acuerdo a la imagen ideal que guarda de si mismo en su pensamiento, retrocede al ver en un espejo, en medio de un rostro árido y desértico, la elevación oblicua y rosa de una nariz gigantesca, yo, que para mi abuela era aún yo mismo, yo que no la había visto más que en mi alma, siempre en el mismo lugar del pasado, a través de la transparencia de recuerdos contiguos y superpuesto, todo de una vez, en nuestro salón que pertenecía a un mundo nuevo, el del tiempo, aquel donde viven los extraños que dicen "Envejece bien" por primera veces y sólo un instante porque ella desaparece bien pronto, percibí sobre el sofá, bajo la lámpara, roja, pesada y vulgar, enferma, soñadora, leyendo un libro con mirada de una loca, una vieja acabada que yo no conocía.

El nombre del ciclo novelistico de Proust, À la recherche du temps perdu, hace creer al lector que ese tiempo encontrado y recobrado se hallará pleno de tesoros y riquezas vitales.  Sin embargo, a medida que uno se va adentrando en el vasto y complejo mundo del escritor francés, se descubre que en realidad se trata de una larguísima cónica del desengaño, mejor dicho, de una larga lista de pequeños desengaños que poco a poco dan al traste con la ilusiones e ideales de la niñez. Comparadas con la realidad, demostradas falsas, acúmulo y depósito, no pueden resistir su luz y se tornan en polvo, para no dejar otra cosa que el vacío. Esa pérdida sólo hallará una débil compensación, la de la serna mirada retrospectiva, una vez que ya nos sean indiferentes, para que así sea posible destilarlas en arte de la mayor grandeza y profundidad.

Pero adelanto acontecimientos. Le côte de Guermantes es la crónica de la penúltima de las decepciones, de los derrumbamientos internos que el protagonista anónimo del ciclo Proustiano habrá de sufrir. En este caso el ideal que se ve hecho añicos es el de la nobleza, encarnado en esos Guermantes, pares de Francia, aparente receptáculo y condensación de la historia milenaria de ese país, de sus mejores esencias, de todo aquello que puede haber sentir orgullo de ser francés. Esa idea sólo existe en la mente del protagonista, como exudación de sus sueños necesitada de un soporte, mientras que los Guermantes no son más que seres humanos, con una larga historia, con una educación y una gusto impresionantes, pero con casi los mismos defectos, vicios y fobias que cualquier otro ser humano, y por tanto nada parecidos a las estatuas o vidrieras que ornan las catedrales.

Como en las novelas anteriores, Proust nos hará esperar esta conclusión, objeto del último tercio de la novela, como ocurría con À l'ombre des jeunes filles en fleurs.  Esto no quiere decir que hasta ese momento la novela no tenga su buena ración de desengaños, porque de hecho, se puede decir que en este tomo, el escritor de cruza con la peor de las decepciones: esa definitiva que llamamos muerte.

viernes, 30 de agosto de 2013

A Proust Odissey: À l'ombre des jeunes filles en fleurs (y III)

Ce n'était peut-être pas, dans la vie, le hasard seul qui, pour réunir ces amies, les avait choisi tous si belles, peut-être ces filles (dont l'attitude suffisait à révéler la nature hardie, frivole et dure) extrêmement sensibles à tout ridicule et à toute laideur, incapables de subir un attrait d'ordre intellectuel ou moral, s'étaient-elles naturellement trouvées, parmi les camarades de leur âge, éprouver de la répulsion pour toutes celles chez qui des disposition pensives ou sensibles se trahissaient par de la timidité, de la gêne, de la gaucherie, par ce qu'elles devaient appeler "un genre antipathique", et les avaient-elles tenues à l'écart; tandis qu'elles s'étaient liées au contraire avec d'autres vers qui les attirait un certain mélange de grâce, de souplesse et d'élégance physique, seule forme sous laquelle elles pussent se représenter la franchise d'un caractère séduisant et la promesse de bonnes heures a passer ensemble. Peut-être aussi la classe à laquelle elles appartenaient et que je n'aurais pu préciser, était-elle à ce point de son évolution où, soit grâce à l'enrichissement et au loisir, soit grâce aux habitudes nouvelles de sport, répandues même dans certains milieux populaires, et d'une culture physique à laquelle ne s'est pas encore ajoutée celle de l'intelligence, un milieu social pareil aux écoles de sculpture harmonieuses et fécondes qui ne recherchent pas encore l'expression tourmentée produit naturellement, et en abondance, des beaux corps aux belles jambes, aux belles hanches, aux visages sains et reposés, avec un air d'agilité et de ruse. Et n'était-ce pas de nobles et calmes modèles de beauté humaine que je voyais là, devant la mer, comme des statues exposées au soleil sur un rivage de la Grèce?

Marcel Proust, À l'ombre des jeunes filles en fleurs 

Quizás no sólo era el zar de la vida quien, para reunir a estas amigas, las había escogido todas tan bellas, quizás estas jóvenes (cuya actitud bastaba para revelar su naturaleza orgullosa, frívola y dura), extremadamente sensibles a todo ridículo y a toda fealdad, incapaces de sentir una atracción de orden intelectual o moral, se habían encontrado entre ellas de forma natura, entre las camaradas de su edad, al sentir repulsión por todas aquellas cuyas inclinaciones meditativas o racionales se traicionaban por la timidez, el embarazo, la torpeza, por eso que ellas debían llamar "un carácter antipático" y las habían mantenido a distancia; mientras que ellas por el contrario se habían unido con otras a las que les atraía una cierta mezcla de gracia, de flexibilidad y de elegancia física, forma única en la que podían representarse con franqueza un carácter seductor y la promesa de buenas horas juntas. Quizás también, la clase a la que pertenecían y que yo no podía precisar, estaba en un punto de su evolución en el que, sea gracias a la riqueza y al ocio, sea por los nuevos hábitos deportivos, extendidos incluso en ciertos ambientes populares, y una cultura física a la que no se ha unido aún la de la inteligencia, un medio social semejante a esas escuelas de escultura fecundas y harmoniosas  que no buscan la expresión atormentada produce naturalmente y en abundancia, de cuerpos hermosos de bellas piernas, de bellas caderas, de rostros sanos y tranquilos, con un aire de agilidad y de treta. ¿Y no eran modelos nobles y serenos de la belleza humana lo que veía yo allí, ante el mar, como estatuas expuestas al sol en una orilla de Grecia?

Hablaba, en la entrega anterior, de como el protagonista de À la recherche..., en el viaje a Balbec que constituye la mayor parte de la narración de À l'ombre des jeunes filles en fleurs, recuperaba su fe en el arte, desmentida una y otra vez en las páginas anteriores, durante una visita al estudio del pintor Elstir.

Sin embargo, antes de esa visita había tenido lugar un suceso no menos importante, que anticipa y prepara ese fortalecimiento de las convicciones más profundas de Proust. Ocurre simplemente que para este escritor, para el protagonista de su ciclo novelístico, el arte, mejor dicho, la belleza no es algo que se encuentre encerrado en los libros, custodiado en los museos, sino que puede experimentarse, sentir su torbellino y arrebato en cualquier momento de nuestra vida. Basta con saber mirar. Basta con saber dotar de contenido, de significado a todos aquellos pequeños incidentes y visiones que de ordinario pasan inadvertidas. En cierta manera, ese mero acto de mirar con sentido  constituye ya un acto de creación artística, el requisito indispensable, aparte por supuesto, del trabajo, la dedicación y el esfuerzo, si se quiere realmente producir algo que realmente valga a la pena, que sepa conmover y transformar a nuestros semejantes.

viernes, 23 de agosto de 2013

A Proust Odissey: À l'ombre des jeunes filles en fleurs (y II)

Quel repos, d'ailleurs, de porter ses lèvres sur ce Beau que jusqu'ici il fallait avec tant de peine extraire de soi, et qui maintenant mystérieusement incarné s'offrait a lui pour une suite de communions efficaces! Elstir a cette époque n'était plus dans la première jeunesse où l'on n'attend que de la puissance de la pensée la réalisation de son idéal. Il approchait de l'âge où l'on compte sur les satisfactions du corps pour stimuler la force de l'esprit, où la fatigue de celui-ci en nous inclinant au matérialisme et la diminution de l'activité à la possibilité d'influences passivement reçues commencent à nous faire admettre qu'il y a peut-être bien certaines corps, certains métiers, certaines rythmes privilégiés, réalisant si naturellement notre idéal, que même sans génie, rien qu'en copiant le mouvement d'un épaule, la tension d'un cou, nous ferions un chef-d’œuvre, c'est l'âge où nous aimons a caresser la Beauté du regard hors de nous, près de nous, dans une tapisserie, dans un belle esquisse de Titien découverte dans un brocanteur, dans un maîtresse aussi belle que l'esquisse de Titien.

Marcel Proust, À l'ombre des jeunes filles en fleurs

Que descanso, por otra parte, posar los labios sobre esa belleza que hasta entonces era preciso extraer con tanto esfuerzo de uno mismo, y que ahora, misteriosamente encarnada, se le ofrecía para un suerte de eficaces comuniones. Elster, en ese época, ya no estaba en la primera juventud en la que se espera que la potencia del pensamiento lleve a la realización del ideal. Se aproximaba a esa edad en la que se cuenta con las satisfacciones corporales para estimular la fuerza del espíritu, cuya fatiga nos inclina al materialismo y la disminución de la actividad a la posibilidad de influencias recibidas pasivamente comienza a hacernos admitir que puede haber ciertos cuerpos, ciertos materiales, ciertos ritmos privilegiados, que realizan de forma tan natural nuestro ideal, que incluso sin genio, simplemente copiando el movimiento de un hombro, la tensión de un codo, crearíamos una obra maestra. Es la edad en la que amamos acariciar la belleza vista fuera de nosotros, cerca de nosotros, en una tapicería, en un bello esbozo de Ticiano descubierto en un tapicero, en una amante tan bella como ese esbozo de Ticiano. 

Comentaba, en la entrada anterior, como tras el  nombre optimista de la segunda novela del ciclo Proustiano, se esconde en realidad la crónica de una decepción, la manera en la que el joven protagonistas descubre que el arte, el amor, la vida en general, no responde a sus elevados ideales. ¿El resultado? Dejarse llevar, no esperar nada, no intentar nada, puesto que ningún beneficio habrá de obtenerse y la única recompensa será dolor y frustración.


Muy cierto, pero también completamente falso.

jueves, 15 de agosto de 2013

A Proust Odissey: À l'ombre des jeunes filles en fleurs (y I)

Mais la variété des défauts n'est pas moins admirable que la similitude des vertus. La personne le plus parfaite a un certain défaut qui choque ou qui met en rage. L'une est d'une belle intelligence, voit tout d'un point de vue élevé, ne dit jamais de mal de personne, mais oublie dans sa poche les lettres les plus importantes qu'elle vous a demandé elle-même de lui confier, et vous fait manquer ensuite un rendez-vous capital, sans vous faire d'excuses, avec un sourire, parce qu'elle met tout sa fierté à ne jamais savoir l'heure. Un autre a tant de finesse, de douceur, de procédés délicats, qu'il ne vous dit jamais de vous-même que les choses qui peuvent vous rendre heureux, mais vous sentez qu'il tait, qu'il en ensevelit dans son cœur, où elles aigrissent, de toutes différentes, et le plaisir qu'il a vous voir lui est si cher qu'il vous ferait crever de fatigue plutôt que de vous quitter. Un troisième a plus de sincérité, mais la pousse jusqu'à tenir a ce que vous sachiez, quand vous vous étiez excusé sur votre état de santé de ne pas être allé le voir, que vous avez été vu vous rendant au théâtre et qu'on vous a trouvé bonne mine, ou qu'il n'a pu profiter entièrement de la démarche que vous avez fait pour lui, que d'ailleurs déjà trois autres lui ont proposé de faire et dont il ne vous est ainsi que légèrement obligé. Dans les deux circonstances, l'ami précédent aurait fait semblant d'ignorer que vous étiez allé au théâtre et que d'autres personnes eussent pu lui rendre le même service. Quant à ce dernier ami, il éprouve le besoin de répéter ou de révéler à quelqu'un ce qui peut le plus contrarier, est ravi de sa franchise et vous dit avec force: "Je suis comme cela".

Marcel Proust, À l'ombre des jeunes filles en fleurs.

Pero la variedad de los defectos no es menos admirable que el parecido de las virtudes. La persona más perfecta tiene algún defecto que sorprende o provoca la cólera. Uno de ellos es de gran inteligencia, observa todo desde lo alto, no habla mal de nadie, pero olvida en el bolsillo las cartas más importantes, ésas que el mismo os a pedido que le confiéis, y os hace perder una cita capital, sin excusarse, con una sonrisa, porque todo su orgullo está en no saber nunca la hora. Otro tiene tanta finura, tanta dulzura, un trato tan delicado, que sólo os cuenta aquello que puede alegraros, pero se percibe que calla, que entierra en su corazón, donde se agrían, otras cosas muy diferentes, y el placer que tiene en veros es tan grande que os matará de fatiga antes de dejaros. Un tercero es más sincero, pero lo lleva al extremo de hacer que sepáis, cuando os habéis excusado por razones de salud de no haberle visitado, que os han visto yendo al teatro y que teníais buena cara, o que el no ha hecho uso del trámite que habíais preparado, porque otras tres personas ya le habían propuesto hacerlo y que por tanto, no os debe nada. En estas dos circunstancias, el amigo anterior habría fingido saber que habíais ido al teatro y que otras personas podrían hacerle el mismo servicio. Mientras el último amigo, el siente la necesidad de repetir o de revelar a cualquiera aquello que puede contrariarle, se enorgullece de su franqueza y os dice a la cara: "Yo soy así".

En esta relectura del ciclo de À la recheche du temps perdu, estoy haciendo el esfuerzo de conocer las circunstancias que llevaron a la génesis de las novelas de Proust. Ha sido toda una sorpresa, ya que mi falsa idea era que el plan general estaba en pie desde un principio, mientras que el largo proceso de maduración y elaboración, de más de una década (1909-1922) produjo que el resultado final fuera muy distinto al que Proust tenía en mente al principio.

sábado, 3 de agosto de 2013

A Proust Odissey: Du côte de chez Swann (y IV)

Même quand il ne pensait pas à la petite phrase, elle existait latente dans son esprit au même titre que certaines autres notions sans équivalent, comme les notions de la lumière, du son, du relief, de la volupté physique, qui sont les riches possessions dont se diversifie et se pare notre domaine intérieur. Peut-être les perdrons-nous, peut-être s'effaceront elles, si nous retournons au néant. Mais tant que nous vivons, nous ne pouvons pas plus faire que nous ne les ayons connues que nous le pouvons pour quelque objet réel, que nous ne pouvons par exemple douter de la lumière de la lampe que on allume devant les objets métamorphosées de notre chambre d'où s'est échappé jusqu'au souvenir de l'obscurité. Par là, la phrase de Vinteuil avait, comme tel thème de Tristan, par exemple, pris quelque chose d'humain qui était assez touchant. Son sort était lié a l'avenir, à la réalité  de notre âme dont elle était un des ornements les plus particuliers, les mieux différenciés. Peut-être est-ce le néant qui est vrai et tout notre rêve est-il inexistant, mais alors nous sentons qu'il faudra que ces phrases musicales, ces notions qui existent par rapport a lui, ne soient rien non plus. Nous périrons, mais nous avons pour otages ces captives divines qui suivront notre chance. Et la mort avec elles a quelque chose de moins amer, de moins inglorieux, peut-être de moins probable.

Marcel Proust, Du Côte de Chez Swann.

Incluso cuando no pensaba al pequeño tema, él existía latente en su mente de las misma forma que otras nociones sin equivalencia, como la noción de la luz, del sonido, del relieve, del placer físico, que son las ricas posesiones en las que se diversifica y se adorna nuestro dominio interior. Quizás las perdamos, quizás se borrarán, si volvemos a la nada. Pero en tanto que vivamos, no podemos simular que no las conocemos de las misma manera que no podemos desconocer cualquier objeto real, que no podemos dudar de la luz de la lámpara que nos ilumina los objetos transformados de nuestra habitación de la que ha huido hasta el recuerdo de la obscuridad. Por ello, el tema de Vinteuil tenía, como cierto tema de Tristan, por ejemplo, asumido cierto aspecto humano que era conmovedor. Su destino estaba ligado al futuro, a la realidad de nuestra alma del cual era uno de los adornos más particulares, de los mejor diferenciados. Quizás es la nada la que es cierta y todo nuestro inexistente, pero entretanto sentimos que es preciso que esos temas musicales, esas nociones cuya existencia depende de su relación con ellos, tampoco sean ya nada. Moriremos, pero tenemos como rehenes unos cautivos divinos que compartirán nuestra suerte. Y morir con ellos tiene algo de menos amargo, de menos infamante, quizás de menos probable.

Esa prefiguración, aunque no completamente consciente, de todo lo que À la recherche pretende contarnos, que es Un amour de Swann, se convierte en una refutación implacable de todo sentimiento amoroso, nada que vestimos de acuerdo a nuestros caprichos sin que tras ella existan correlato real alguno. Por supuesto, quien dice amor, se refiere a cualquiera de nuestras pasiones, nuestro deseo de figurar, de ascender, de recibir el reconocimiento y la adulación de nuestros semejantes, cimientos de nuestra estima que son tan frágiles como si fueran de arena, y a los que una variación en el gusto, en el humor de la sociedad o la opinión de las modas, puede derrumbar en un único instante.

No hay salida por tanto, parece querer decirnos Proust. Pero repentinamente, en el momento de mayor desesperación aparece la posibilidad de una salida, de la salvación, aunque Swann no llegue a entenderla por completo, sólo a presentirla, y por tanto, sea incapaz de encaminar sus pasos y sus acciones hacia ella.