Cuando se analiza la noche del siete, tras el discurso de Hitler a los Gauleiter, es clara la diferencia de ambiente. Ni Below ni las esposas de los jerarcas estaban presentes. Los invitados, tanto para la cena de las nueve como pare el té de las 11:30, eran los ministros Speer y Rosenberg /(Territorios Ocupados del Este) Bormann y el oficial de enlace de Himmler, Karl Wolf, el Gauleiter Hanke (Silesia Superior), Sauckel (Trabajadores forzados), Hoffer (Inssbruck) y Rainer (Carintia). Todos los presentes esa noche lo habían estado también durante el discurso de Himmler. En ese círculo reducido, la charla estaba obligada a versar sobre las revelaciones de Himmler en Posen.
La realidad es que cuanto más intentaba Speer escabullirse de estos hechos embarazosos, era tanto más evidente que buscaba eludir con desperación el enfrentarse a la verdad. No hay modo alguno por el que Speer pudiera haberse quedado sin conocer el contenido del discurso de Himmler, con independencia de que estuviera presente en la reunión o no. Creo que ese fue el momento decisivo en su relación con Hitler, aunque llevó mucho tiempo llegar a una ruptura -si en realidad la hubo.
Albert Speer: His Battle with Truth (Su batalla con la verdad) Gitta Sereny
En la primera parte de mi comentario sobre este libro de Gitta Sereny, recopilación de las múltiples entrevistas que mantuvo con Albert Speer, el todopoderoso ministro de armamentos nazi, en los años setenta, les señalaba como esta investigadora se había dado cuenta de que su entrevistado se protegía tras una espesa coraza protectora. Es visible ya en el proceso de Nüremberg, se consolida durante su cautiverio en la prisión de Spandau, y llega a su plenitud una vez liberado a finales de los sesenta, cuando se presenta al público con la atractiva imagen de nazi arrepentido. Devino así una estrella mediática, a la que una y otra vez se le invitaba a la televisión para que narrase en qué había consistido ese régimen y a qué abismos criminales había descendido, aunque Speer negaba todo conocimiento del Holocausto hasta después de haber sido apresado por los aliados. Según su versión, a pesar de su papel central en los últimos años del conflicto, no habría pasado de ser un mero tecnócrata a cargo de multiplicar las cifras de producción. Esa tarea tan absorbente le habría vuelto ciego a todo lo que no fueran tiempos de producción. disponibilidad de materias primas y necesidades de material militar.
En su testimonio, sin embargo, existían varios puntos débiles. El primero es que, durante largo tiempo, había sido miembro del círculo íntimo de Hitler. Y no un cualquiera, sino alguien que se había ganado la confianza del dictador y a quien éste consideraba su amigo -con muchas reservas y muchas comillas, puesto que Hitler siempre había sido eso que los ingleses llaman un "loner", un solitario incapaz de relaciones personales plenas-. Un aspecto de su personalidad, curiosamente, en el que era muy parecido a Speer, quien nunca llegó a tener relaciones de sincero afecto con nadie, ni siquiera con su esposa, sus padres o sus hijos. Los razones para ese lugar especial, como ya les apunté, radican en que Speer era un arquitecto, es decir, un artista. Consideración social que la vida le había negado a Hitler, por lo que éste veía a Speer como un alter ego, capaz de plasmar en realidades sus sueños estéticos.