La ciudad era morada. Huía en un fondo de humo gris. Tendia en el suelo contra un cielo bajo, era una inmensa piel con el lomo erizado de escamas cúbicas, de rojas, cuadradas lentejuelas de cristal que brillaban espejando el poniente, como láminas finísimas de cobre batido. Yacía y respiraba. Un cielo llano y oscuro, como una llanura vuelta del revés, cubría con su losa cárdena la ciudad. La ciudad era morada, pero también podía verse rosa.
sábado, 19 de febrero de 2022
Leyendo a Rafael Sánchez Ferlosio (y I): Industrias y andanzas de Alfanhuí
domingo, 16 de mayo de 2021
Sólo una matanza sin sentido (y IV)
Sin embargo, después de la liberación, los hombres tuvieron que luchar para vivir. Luchar para vivir es algo humillante, horrible, una necesidad vergonzosa. Nada más que para vivir. Nada más que para salvar la piel. No se trata ya de la lucha contra la esclavitud, la lucha por la libertad, por la dignidad humana, por el honor. Es la lucha contra el hambre. Es la lucha por un pedazo de pan, por un poco de lumbre, por un trapo con el que tapar a los niños, por un poco de paja para tenderse. Cuando los hombres luchan para vivir, todo, hasta un frasco de vacío, una colilla, una piel de naranja, una corteza de pan seco recogida entre la basura, un hueso descarnado, todo tiene para ellos un valor enorme, decisivo. Los hombres se vuelven capaces de cualquier bajeza con tal de vivir, de cualquier infamia, de cualquier delito, todo con tal de vivir. Por un mendrugo de pan cualquiera de nosotros sería capaz de vender a su madre, a sus hijas, de deshonrar a su propia madre, de vender a hermanos y amigos, de prostituirse con otro hombre. Estaríamos dispuestos a arrodillarnos, a arrastrarnos por el suelo, a lamer los zapatos de quien pudiera saciar nuestra hambre, a doblegar la espalda bajo el látigo, a secarnos sonriendo la mejilla manchada de esputos; y todo ello con una sonrisa humilde, dulce, y una mirada cargada de una esperanza famélica, bestial, una esperanza maravillosa.
Curzio Malaparte, La piel
Ya les había señalado la profunda impresión que me causó la lectura de Kaputt, la novela de Curzio Malaparte sobre el frente del Este en la Segunda Guerra Mundial. Al contrario que la mayoría de la literatura bélica -y la filmografía asociada-, la narración no se centra en las operaciones en el frente o las experiencias de los soldados. Como periodista, Malaparte escribe desde la retaguardia, más o menos cercana a los combates, pero siempre alejada del campo de batalla. Cuando el periodista/escritor llega, todo ha terminado. Su testimonio se reduce a describir las consecuencias, las huellas y cicatrices que han dejado.
Aún así, si Malaparte se limitase a levantar acta, sus novelas no tendrían el impacto demoledor que provocan en el lector. Lo esencial, y distintivo de su literatura bélica, es como la crueldad y el horror de las operaciones se filtran desde el frente a la retaguardia, alcanzando los lugares más recónditos e imbuyendo todas las acciones humanas de un horror inconcebible: el que acompaña a la matanza legalizada. Esa descomposición irreversible del orden civil, esa desaparición de todo sentimiento de humanidad, que posibilita y justifica cualquier atrocidad, son descritas por Malaparte con técnicas cercanas al surrealismo. La realidad ha dejado de ser racional, de permitir su compresión, una ininteligibilidad que desbarata y derrumba internamente a quienes han sobrevivido a los horrores del frente.
jueves, 25 de marzo de 2021
Solo una matanza sin sentido (II)
Y de pronto vuelve a mi memoria aquéllo que he oído narrar desde que llegué a Laponia, aquéllo de lo que todos hablan en voz queda, como si fuera algo misteriosos (y sin duda lo es), aquéllo de lo que está prohibido hablar; vuelve a mi memoria aquéllo que he oído hablar desde que llegué a Laponia acerca de unos jóvenes soldados alemanes, unos Alpenjäger del general Dietl, que se ahorcan de los árboles en lo profundo de los bosques o que pasan días sentados a orillas de un lago contemplando el horizonte para después dispararse en la sien, o que, impelidos por una prodigiosa locura, casi una fantasía amorosa, deambulan por los bosques como animales salvajes y se arrojan a las aguas inmóviles de los lagos, o se echan a esperar la muerte sobre los lechos de líquenes al pie de los árboles agitados por el viente, y se dejan morir con dulzura en la soledad fría y abstracta del bosque.
Curzio Malaparte, Kaputt
En la entrada anterior, les había esbozado la compleja trayectoria política y biográfica de Cuzio Malaparte, desde su militancia fascista de los años veinte a su comunismo de los años cincuenta. Sin embargo, no les había explicado aún de qué va su novela Kaputt, ni por qué ha supuesto una descubrimiento para mí. Digamos, de manera muy breve, que es la mejor novela sobre la Segunda Guerra Mundial que he leído, con el permiso de Los desnudos y los muertos de Norman Mailer. Aún más, lo que cuenta y el modo en que lo cuenta invalidan cualquier aproximación anterior, ya sea en literatura o en cine. Tras Kaputt, no es posible ver de la misma manera esos productos, en especial los hollywodenses, que de repente se tornan vacuos, vehículos de un patriotismo huero que fue, precisamente, una de las causas de esta segunda conflagración mundial.
Las razones de esta originalidad son múltiples. En primer lugar, Kaputt es producto de un hombre que ya estaba desengañado y que observa el conflicto sin muchas esperanzas. No se trata, por tanto, de un relato de descubrimiento, de toma de consciencia, sino de una constatación de hechos ya conocidos, como mucho sospechados. En segundo lugar, la posición de Malaparte no es la de un soldado de primera línea, sino la de quien en su condición de corresponsal, se mueve por la retaguardia y llega, como mucho a las inmediaciones del frente. No hay lugar, en su novela, para las heroicidades o las hazañas bélicas, pero sí para los efectos deletéreos de la guerra sobre la población civil o sus resultas sobre quienes han dejado, temporalmente, de ser soldados: prisioneros, personal de retaguardia, militares de permiso o en retirada.
sábado, 20 de marzo de 2021
Sólo una matanza sin sentido (I)
-Yo ya he perdido la costumbre de actuar -respondí-. Soy italiano. Después de veinte años de esclavitud, los italianos ya no sabemos actuar, ya no sabemos asumir responsabilidades. Como al resto de italianos, a mí también me han roto el espinazo. En estos veinte años hemos dedicado todas nuestras energías a sobrevivir. Ya no servimos para nada. Sólo sabemos aplaudir. ¿Quieren que vaya a aplaudir ante el general Von Schobert y el coronel Luppo? Si quieren, puedo ir hasta Bucarest para aplaudir al mariscal Antonescu, al Perro Rojo, si eso les va a ayudar. Más no puedo hacer. ¿O es que quieren que me sacrifique por Ustedes inútilmente? ¿Quieren que me sacrifique en plena plaza Unirii para defender a los judíos de Iasi? Si pudiera, me habría sacrificado en una plaza de Italia para defender a los italianos, Ni nos atrevemos a actuar, ni sabemos cómo hacerlo, ésa es la verdad -concluí girando la cabeza para ocultar el rubor de mi rostro.
Curzio Malaparte, Kaputt
El nombre de Malaparte pertenece, de siempre, a mis referencias literarias, a pesar de no haber leído, hasta ahora, ninguna de sus novelas. En mis primeras lecturas sobre la Segunda Guerra Mundial, una historia del conflicto con claro enfoque italiano, su nombre aparecía una y otra vez, siempre con las mejores referencias. No ha sido hasta el 2020 cuando al fin me he atrevido con su obra, al leer en un suplemento cultural que se iba a publicar una nueva traducción de su novela Kaputt, partiendo base la versión más o menos definitiva, restaurada y corregida, del texto. La experiencia no ha podido ser mejor: ha sido otro de mis descubrimientos deslumbrantes del año pasado, con los que he podido sobrevivir a la locura de la pandemia. El impacto ha sido de tal magnitud que empecé a comprarme libros de Malaparte, en especial aquéllas inspiradas por otra locura, esta vez humana: la Segunda Guerra Mundial y el holocausto.
Malaparte es uno de esos escritores que no se pueden entender disociados de su biografía -en realidad obra y vida no se pueden separar en ningún caso, algún día les contaré mi opinión-. Sus dos obras mayores, Kaputt y La piel, se pretenden diarios novelados de las experiencias del escritor durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, Kaputt es una extensión/releboración de las crónicas periodísticas que el escritor enviaba desde el frente: Ucrania en el verano de 1941, Finlandia en el invierno de 1942-43, recopiladas luego en El Volga nace en Europa. Sin embargo, esta imbricación literatura-vivencias no se detiene ahí: para entender lo que nos cuenta Malaparte en esa novela, así como su rabia, radicalidad e hipérbole, es crucial entender la evolución política del escritor.
domingo, 8 de septiembre de 2019
¡Qué se rasguen ya todos los velos!
Uno de tantos problemas de envejecer es el embotamiento de la sensibilidad. Al final, de tanto leer, empieza a darte igual todo, acabas minusvalorando y despreciando cualquier novedad, sólo por ser nueva. Se llega así a un doble error. El primero, la idealización de ese pasado, el de tu juventud ansiosa y expectante, cuando cualquier nueva novela, cualquier nueva película, cualquier nueva música, te tomaba por asalto, te demolía, arrasaba y dejaba exhausto. Ceguera ante las carencias de un tiempo que ya no será -y que nunca fue como ese recuerdo-, que se ve empeorado por un segundo error: le desprecio a lo que los jóvenes de ahora disfrutan y aman. Considerarlo de antemano, sin haberlo probado, como menor, indigno, despreciable. Pérdida de tiempo, mero entretenimiento y juguete, cuando habrá, con toda seguridad, de convertirse en nuevo canon. Si no ahora, cuando ya estés muerto.
¿A cuento de qué esta jeremiada? Pues que a veces, solo en muy raras veces, en estos páramos próximos al desierto de la vejez, se siente uno como antaño. Se tiembla ante un descubrimiento que se conoce definitivo, portador de un antes y un después, miliario en la vida de lector. Exagero, lo sé. Pero esto es lo que me ha pasado con Solenoide, de Mircea Cartarescu. Una novela de 800 páginas que he devorado en una semana, sintiéndome obligado a leerla en cualquier momento libre que encontraba, olvidándome -¡al fin!- de Internetes, móviles, series efímeras intercambiables. En definitiva, de cualquier cometiempos en los los que abunda nuestra contemporaneidad. Una obra, en fin, que habría permanecido desconocida para mí -mi vista sólo contempla el pasado-, si no fuera por este blog, de lectura siempre estimulante, dado a poner los puntos sobre las íes. Labor muy necesaria en un tiempo en que todo son admiraciones incondicionales, acompañados por odios productos de fes inquebrantables.
Vale, muy buena introducción, quizás un tanto larga, pero es hora de ir al grano: ¿de qué va Solenoide? Pues se trata de una comida de tarro -así, dicho de manera vulgar-, como no recuerdo haber leído en décadas. Un auténtico OVNI en el panorama literario contemporáneo, cercano a otras pajas mentales posmodernas, de ésas que tanto abundan y con las que tanto nos regodeamos, pero que, a diferencia de ellas, cuenta con una estructura de cemento armado, sobre la que se asienta un edificio literario en apariencia imposible, un castillo de naipes de una solidez a prueba de terremotos y tempestades. Escrito, además, de manera maravillosa, con ese instinto y seguridad que denotan un escritor de raza: esos que consiguen hacerte ver, como si estuviese ante tus ojos, como si fuera real, racional, lógico y necesario, lo que en en manos de un escritor menos hábil, considerarías inverosímil y absurdo. Ridículo y risible.
miércoles, 14 de agosto de 2019
Caleidoscopios históricos (VI)
domingo, 11 de agosto de 2019
Caleidoscopios históricos (V)
domingo, 4 de agosto de 2019
Caleidoscopios históricos (IV)
Juan: ¿Qué has hecho?
Weicsen: Provocar yo mismo mi expulsión.
Juan: No te entiendo.
Weicsen: Siempre luché por lo que consideré no sólo justo, sino irremediable.
Juan: ¿Y? ¿Ya no crees en la victoria del proletariado?
Weicsen: Sí. Pero a ese precio, no vale la pena.
Juan: ¿Qué precio?
Weicsen: La guerra.
Juan: ¿Crees que la firma del pacto germano-soviético es la guerra?
Weicsen: Sí
Juan: ¿Te das cuenta que va a ganar la URSS?
Weicsen: Desde aquí encerrados, fuera de juego como estamos, es posible que se pueda considerar así. Pero piensa en los millones de trabajadores que van a morir.
Juan: ¿No habíamos quedado en que de todos modos habría guerra?
Voz de Karpaty: ¿Queréis callar?
Weicsen: (más bajo) Es otra cosa. No se puede hacer lo que Stalin ha hecho. No es decente.
Juan: Pues lo hizo.
Weicsen: Contra ello me rebelo.
Juan: Te vas a quedar solo.
Weicsen: Lo sé.
Juan: Ni yo te dirigiré la palabra.
Weicsen: Lo sé.
Juan: Pediré que me trasladen a otra barraca.
Weicsen: No te preocupes, ya lo harán ellos por su cuenta.
Juan: Acabaras vendido
Weicsen: ¿Lo crees?
Juan: No, pero... podrías pensarlo un poco más.
Weicsen: Es inútil: le di la carta a Carlos.
Voz de Karpaty: ¿Queréis callar, hijos de Satanás? ¿No podéis discutir tonterías a otra hora?
Voces: ¡Chist! ¡Chist!
(Ruido de pasos de una patrulla)
Max Aub, Campo Francés.
lunes, 29 de julio de 2019
Caleidoscopios históricos (III)
viernes, 26 de julio de 2019
Caleidoscopios históricos (II)
viernes, 19 de julio de 2019
Caleidoscopios históricos (I)
- ¿Algo más?
. Sí. Y como siempre, los idealistas nosotros; nos costará la ida, pero no escarmentamos; nosotros honrados que honrados - y deshonrados por vosotros -. Hasta que llegue el día...
Max Aub, Campo Cerrado
miércoles, 10 de julio de 2019
El pasado y el presente, la misma cosa (II)
martes, 2 de julio de 2019
El pasado y el presente, la misma cosa (I)
martes, 6 de septiembre de 2016
Leyendo a Camus (VI): La Peste
Como sabrán la primacía de La Peste dentro de la obra de Camus se atenuado bastante, cediendo en importancia frente a L'Étranger. En nuestra época cínica y desengañada, el supuesto optimismo humanista, pleno de esperanza y solidaridad, de La Peste nos parece bastante fuera de lugar. Sueños ingenuos que sabemos no se pueden plasmar en la realidad, frente a los que preferimos la desesperación y vacío, esa rebelión solitaria sin objeto, motivo o justificaciones que constituyen el núcleo de L'Étranger. El Nihilismo inconsciente como forma y modelo de conducta
Sin embargo, cabe preguntarse si esta dicotomía entre un Camus optimista y uno pesimista, uno desesperado y otro esperanzado, es real o constituye una ilusión intelectual, debida a lo mucho e interesado que se ha hablado de este libro. Cada uno, como se dice, intentando arrimar el ascua a su sardina.
martes, 26 de julio de 2016
Leyendo a Camus (I): L'Étranger
Por otra parte, a Camus también le perjudica que durante largas décadas, de los años sesenta a los ochenta, como poco, fuera considerado como uno de los escritores esenciales para la juventud. Obras como La Peste (La peste) eran de lectura prácticamente obligatoria, al concebirse como guía en la formación de la personalidad moral y política, la respuesta a los muchos dilemas en ese sentido que suelen tenerse en esas edades tempranas de búsqueda y descubrimiento personal. Entiéndase bien. No es que la lectura de Camus fuera recomendada oficialmente como provechosa y normativa, sino que como ocurre con Hesse, otro escritor ducho en describir encrucijadas vitales, su obra se hallaba rodeada de un aura de conocimiento prohibido. Ése saber en la penumbra, deseado, pero al mismo tiempo repulsivo, que permitiría hallar el camino propio, fuera de las convenciones de la vida adulta, de los que se nos quería hacer creer y amar por parte de nuestros mayores.
Hablo, por supuesto, del tiempo de mi juventud, allá en la década de los ochenta del siglo pasado. Hace mucho tiempo que no tengo contacto con las nuevas generaciones y desconozco cuál es la idea que ellos se forman de Camus o que repercusión pueden tener sus ideas, ya vetustas, en su vida diaria. No mucha, me temo, especialmente debido a esa santificación laíca a la que me refería, la conversión de Camus en alguien que ya no pertenece a los márgenes de la sociedad, y por eso mismo atractivo y peligroso, contestatario y rebelde; sino en uno de sus puntales, o al menos de cierta concepción ideal que es defendida de forma oficial. Pero no piensen que con esto estoy criticando a la juventud, ni que que voy a atacar a sus nuevas aficiones, Pokemons incluidos. No, muy al contrario, mi ataque va dirigido contra nosotros los viejos, que hemos tornado a Camus en una antigualla que sólo sirve para proyectar nuestras nostalgias.
De lo que no hicimos, de lo que no fuimos. De aquello en lo que ya no creemos, aunque lo proclamemos a los cuatro vientos.
sábado, 21 de mayo de 2016
Reconstrucciones
martes, 12 de mayo de 2015
En Círculos (y VII)
Robert Musil, Die Reise in Paradies (el viaje al paraíso) de los esbozos para la continuación de Der Mann Ohne Eigenschaften (El Hombre sin Atributos).
A pesar de cuanto se habían preparado para ello cada día desde hace semanas, en esos segundos temían perder la razón. Pero todo estaba claro. Ninguna visión. Sólo una abrumadora claridad. Y allí parecían perder no sólo la razón, sino haber abdicado de toda capacidad; ningún pensamiento se agitaba en su interior, no podían tomar decisión alguna, todas las palabras se hallaban perdidas en la lejanía, la voluntad inanimada; todo, lo que se mueve en un ser humano, permanecía inmóvil, como hojas embutidas en la ardiente calma. Pero esta inconsciencia semejante a la muerte no les pesaba, como si una lápida hubiera sido removida de encima de ellos. Lo que oían, quedaba en la noche, suspiraba sin sonido y medida, lo que miraban, era informe y sin modo, y tenía, no obstante, en sí todas las formas y modos del placer rebosante de alegría. Era propia y sencillamente maravilloso: Con sus fuerzas limitadas habían rebasado todos los límites, y allí ya no sentían más separación, ni en sí, ni de las cosas, que se habían tornado una sola.
Sigo, como pueden ver, con mi exploración de los borradores y esbozos de la continuación de Der Mann Ohne Eigenschaften (El hombre sin atributos) que Musil dejó inacabados a su muerte. Los hay de esos mismos días que la precedieron, mientras que otros provienen de fases tempranas de la composición de la novela, antes de que ésta fuera publicada, antes incluso de que los nombres de los personajes, al menos el del protagonista principal, fueran completamente decididos. El mayor problema con todo ese material, como podrán sospechar, es que es casi imposible averiguar las intenciones del escritor, saber si tal fragmento se conservaría o no en la versión final, o si simplemente se mantenía para uso interno, como recuerdo, como aviso, como indicación, de los otros muchos caminos, senderos, vericuetos y laberintos por los que podía haberse aventurado la novela.
Lo que no evita que entre ellos se encuentren algunas de las páginas más inspiradas, hermosas y arrebatadoras, de Musil. Como este Die Reise in Paradies (El Viaje en Paradies), en el que se concluía, en parte, la aventura/encrucijada incestuosa y al mismo tiempo, mística, transcendente y liberadora, de los hermanos Agathe y Ulrich, por entonces aún llamado Anders.
sábado, 18 de abril de 2015
En Circulos (y VI)
Hinrichtung am Morgen. Coit. am Abend
Coit. nicht sex. mach. Ganz nur Reiz, einen Menschen sichtbar zu machen
Notas de Robert Musil hacia 1936 sobre la continuación de Der Mann ohne Eigenschaften
Fragmento 2: [..] Mímica del Coito, debe dar soporte a las ideas de celos [..]
Ejecución por la mañana, coito por la tarde.
El coito no debe ser sexual. Sólo debe hacer visible la atracción de una persona.
Hablaba hace unas entradas de las muchas dificultades a las que se enfrentó Musil a la hora de continuar lo publicado de El hombre sin atributos. Obstáculos tan grandes, que directamente reescribió gran parte de los capítulos que iba a publicar en 1937/38 como continuación, que no conclusión, de la segunda parte de su novela.
Sin embargo esas dificultades no fueron sólo temáticas/compositivas. Hacia 1936 sufrió un ictus - wikipedia dixit -, del cual no llegó a recuperarse completamente. Por otra parte, en 1933 tuvo que abandonar Berlín tras la llegada de los nazis al poder - quienes no tardaron mucho en prohibir sus obra - , para volver a su tierra natal, Austria, de la que tuvo que huir a su vez cuando Alemania se la anexionó en 1938, para encontrar un refugio en Suiza. Un asilo precario, no sólo por el riesgo de que los nazis fueran a atreverse también con ese país - tenían planes detallados para invadirlo - sino porque Musil apenas había publicado algo durante las décadas de entreguerras, de manera que su situación financiera era cercana a la pobreza. De ese estado sólo le salvó la labor incesante de su esposa Marta, auténtico soporte del matrimonio y luego albacea de la obra de su marido.
Toda este cúmulo de contrariedades y reveses, a las que hay que unir que Musil era un escritor en continua revisión de su obra, de ésos a los que hay que arrancarles los manuscritos para publicarlos, provocó que nos quedásemos sin saber como terminaba El hombre sin atributos, lo que no quiere decir que no se hayan realizado intentos para reconstruir sus intenciones, con mayor o menor acierto.
sábado, 11 de abril de 2015
En círculos (yV)
Robert Musil, de los borradores que iban a ser la continuación de Der Mann ohne Eigenschaften.
¡No depende de nada! - exclamó Agathe - ‘ ni de lo que es, ni de lo que opina, ni de lo que quiere, ni tampoco de lo que hace! A veces se desprecia a una persona y sin embargo se la ama. Y a veces se ama a una persona y se tiene la secreta impresión que esa persona con barba o busto, a la que se conoce y aprecia desde hace largo tiempo y de la que se habla incesantemente, sólo está de visita en el amor
Si les suena el nombre de Musil, sabrán que su magna novela, Der Mann onhe Eigenschaften (el hombre sin atributos), quedó inacabada. Un primer tomo fue publicado en 1930 y otro en 1932, después, nada. O mejor dicho, después todo, porque Musil siguió trabajando en la continuación de la novela hasta el día de su muerte, en enero de 1942. Diez años que si se suman a los otros diez gastados en componer los dos primeros tomos, suman dos decenios largos. Lo bastante para crear una novela de más de mil páginas, en la letra minúscula de la edición alemana, y dejar tras de sí una inmensa pila de intentos, borradores, esbozos y anotaciones.
Parte de ese continuum creativo - principalmente los borradores más completos y terminados - fue sido publicado en Alemania como un segundo volumen complementario a la novela en sí. Leyéndolos es posible hacerse una idea de las dificultades y problemas de Musil en reanudar el hilo de su novela, que fueron de tal calibre, que no es que a la muerte del escritor quedara un manuscrito completo, al que le faltase revisión y condensación para poder ser publicado, como fue el caso de Proust, sino que lo que quedó fue intentos parciales, en los que no es fácil discernir a dónde llevarían la trama ni, más importante aún, como la concluirían