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martes, 5 de octubre de 2021

Tesoros arqueológicos de Rumanía, Exposición en el MAN

Casco Celta hallado en la actual Rumanía
 

Se acaba de abrir, en el Museo Arqueológico Nacional, una exposición magnífica. Su nombre es Tesoros arqueológicos de Rumanía y traza la historia de ese país desde la prehistoria hasta los primeros siglos de la Edad Media. Su interés está tanto en el valor de las piezas expuestas -como el casco celta que pueden ver arriba o la estatua de Glycon que pueden encontrar abajo- como en el buen criterio con que se muestran. Sin olvidar que nos acerca a una región de Europa que apenas figura en nuestra memoria colectiva -salvo por la reciente emigración `procedente de ese país-, pero que tiene un interés especial a la hora de entender el Imperio Romano. Entre otras cosas, por demoler muchos de los prejuicios referentes a esa época en los que hemos sido educados. 

Por centrarme en dos de ellos. Lo único que en España alcanzamos a conocer de Rumanía -fuera de Vlad el Empalador- es que, a principios del siglo II de nuestra era, el emperador Trajano conquistó allí el reino de Dacia, cuya, incorporado luego como provincia del Imperio Romano. Un hecho que quizás tenga más resonancia de lo normal en la historia de ese imperio, dado que un monumento emblemático de la ciudad de Roma, la columna de Trajano, representa precisamente esa campaña. Con unos relieves plenos de detalles, conservados hasta nuestros días sin apenas daños, que han conformado nuestra imagen de las legiones romanas, por ejemplo, hasta que casi ésa sea la única que se representa en las recreaciones modernas del cine, el cómic y la televisión. Otro hecho, quizás menos famoso, pero igual de distintivo, es que el rumano es la única lengua latina que se habla en el este de Europa, casi un fósil lingüístico rodeado de idiomas eslavos.

sábado, 26 de enero de 2019

Historia(s) de España (I):

Aparte de las defensas y de las viviendas, sólo se conoce un tipo de monumento que debe suponerse con destinación religiosa o funeraria. El prototipo fue hallado en la citanía de Briteiros en 1930, y fue rápidamente famoso porque, entre otras cosas, permitió aclarar el destino de la llamada Piedra Formosa, sobre el que se habían hecho diversas hipótesis. El monumento consiste en tres cámaras rectangulares rematadas por otra de planta de herradura. La primera, llamada atrio, tiene acceso por una escalera lateral y comunica con la segunda cámara, en cuyo fondo, a modo de puerta para comunicar con la galería siguiente, se halló una gran losa con la parte superior en triángulo (para sostener una cubierta a doble vertiente) decorada con relieves geométricos, comparable, tanto por su forma como por su decoración, con la Pedra Formosa. Dicha galería cubierta accede al fondo del monumento, constituido por la citada cámara, de planta ultracircular o de herradura, cubierta por falsa bóveda. 
La citada Pedra Formoso muestra que en la citania de Briteiros existió por lo menos otro monumento de tipo similar, pero existen paralelos - más o menos exactos en los detalles, pero idénticos en cuanto a la disposición general - en otros poblados del área castreña: Pendia, Coanha, Santa Maria das aguas Santas - en este caso convertida en cripta de un templo cristiano.

Historia de España de Tuñón de Lara. Tomo 1, Introducción, Primeras Culturas e Hispania Romana. Manuel Tuñón de Lara, Miquel Taradell, Julio Mangas

Hace ya tiempo, me embarqué en la lectura en paralelo de dos historias de España multivolumen: la dirigida por el hispanista inglés John Lynch, de la década de 1990, enfrentada a la dirigida por los historiadores españoles Fontana y Villares, en la primera década de este siglo. Ninguna llegaba a ser una obra del todo redonda, puesto que el interés de cada tomo dependía mucho de la capacidad de su autor. Los había incluso que quedaro desfasados al poco, como el tomo de la Fontana/Villares dedicado a la evolución económica de España en el siglo XX, culpable de un triunfalismo que la Gran Recesión pronto demostró huero.

Estos han sidos los intentos más recientes por escribir una historia completa de España que no fuera un mero resumen esquemático, pero debido a mi edad recuerdo haber conocido y consultado dos anteriores. Uno fue la historia dirigida por Menéndez Pidal, sin acabar a su muerte, y a la que la pierde su inmensa magnitud y el largo periodo temporal de su composición. Hay tomos enteros que no tienen otro valor que el de reflejar el estado del conocimiento en el momento de su redacción, tanto por los avances posteriores de la investigación como por el hecho de haber sido escritos bajo el franquismo, régimen para el que la historia debía ser una justificación épica de su existencia. Precisamente, para ofrecer una visión de la historia limpia de manipulaciones nacionalistas, fascistas y nacionalcatolicas, en 1980 se empezó se comenzó a publicar otra Historia de España, la de Tuñón de Lara, quien pretendía recuperar la tradición científica de la república, quebrada por la guerra civil y la dictadura

Les confieso que tenía ganas de volver a leer esa Historia de España de Tuñón de Lara, así que me he ido  haciendo con todos los tomos. Sin embargo, les debo decir que me ha desilusionado bastante y además, eso es lo peor, por las mismas razones que lo provocaron en los años ochenta, cuando leí algunos de esos tomos gracias a la biblioteca de mi colegio y a la de la oficina de mi padre. Lo que no quita que haya otros tomos, como el dedicado a la España Musulmana o a la América Hispana que sean excepcionales. Aun así, la tónica es de mediocridad.

Pero vayamos por partes. Empecemos por el primer tomo.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Rompecabezas

Fresco de las musas (Tersicore) hallado en las excavaciones de la antigua ciudad romana de Cartagena
He visitado, este fin de semana, dos exposiciones en el museo arqueólogico que, cada una en su ambito, ilustran aspectos poco conocidos de los primeros siglos de nuestra historia. La primera, de nombre Las musas, sobre la Hispania Romana; la segunda, de nombre Galaicos, sobre los habitantes prerromanos de la esquina noroccidental  de la península.

Las musas es una exposición muy breve, pero no por ello de poca importancia. Recoge el hallazgo de unos frescos de Apolo  y las musas en la excavaciones de la ciudad romana de Cartagena. Obras notables por su propia rareza, al tratarse de frescos de los primeros siglos de nuestra era, puesto que fuera de la península itálica y de los contextos funerarios - o de criptas y subterráneos religiosos - es muy poco corriente encontrar muestras de la pintura romana. Además, para aumentar su valor, fueron pintados en un estilo similar al de una de las etapas idenficadas en la ciudad de Pompeya, ese catálogo al aire libre de la pintura altoimperial.

lunes, 4 de julio de 2016

Penumbras históricas

Guerrero Galaico
Mientras visitaba la exposición - ejemplar, como siempre - que el Museo Arqueológico Nacional de Madrid ha dedicado a la Lusitania Romana. Me preguntaba si los visitantes se daban realmente cuenta de hasta que punto ese concepto histórico es producto de un equívoco. 

Por ser breves, lo que sabemos de Lusitania por las fuentes históricas se reduce a la guerra que Roma libró a mediados del siglo II a.C con el caudillo Viriato. Poco más, y ese poco en el relato de Apiano en su Iberia, a lo que hay que unir las noticias que los geográfos y naturalistas grecorromanos, Estrabón, Ptolomeo, Plinio el Viejo, nos han transmitido sobre ese extremus mundi que era la península ibérica para ellos, especialmente las zonas de la Galaecia y la Lusitania. Fuera de ello y fuera de ese periodo de mediados del siglo II a.C, nada más, de manera que el estudioso tiene que fiarse casi exclusivamente de los restos arqueológicos y los testimonios epigráficos.

Este silencio se debe a que los historiadores romanos sólo estaban interesado en dos temas: las luchas contra los enemigos exteriores al Imperio y las convulsiones dentro de las clases dirigentes. De esa manera, la Lusitania de antes de la era cristiana sólo es importante en tanto que tierra de rebeldes y bárbaros que deben ser pacificados y finalmente lo serán. la Descripción de esos bárbaros, por otra parte, no pretende ser antropológica, sino que sigue unos patrones determinados, en los que se subraya tanto su valor y nobleza como su perfidia y salvajismo. El objetivo es así doble, acumular honores en unas fuerza romanas capaces de doblegar a cualquier enemigo, por poderoso que este sea, ademas de justificar el sometimiento de esos pueblos independientes, al llevarles los beneficios de la civilitas romana. 

Conseguido esto, al historiador romano poco le importa lo demás, de manera que en el caso de Viriato y los Lusitanos nos quedamos con preguntas cruciales que no tienen respuesta. ¿Cuál era la composición étnica de esos lusitanos? ¿Existieron realmente o es simplemente una etiqueta conveniente para una colación temporal de pueblos antes dispersos y desunidos? ¿Hasta que punto existía una organización protoestatal? O dicho de otra manera ¿Se encontraron lo romanos con reinos en vías de formación o estos fueron un evolución acelerada, como ha ocurrido en otros lugares y tiempos, ante la presión irresistible de un imperialismo expansivo?

No hay respuesta y el problema se complica porque una vez que un territorio era pacificado, dejaba de ser frontera y no era centro de sublevaciones contra el poder de la capital, los historiadores romanos guardaban un profundo silencio sobre esas tierras, apenas roto aquí y allá por algún suceso sonado, del que nos suele faltar todo contexto y motivación. Caso, por ejemplo de la extraña rebelión de Materno, a finales del siglo II. O las invasiones moras de esa misma época, conocidas sólo por inscripiciones y de las que sabemos que fueron sofocadas con milicias locales, sin la intervención de la Legio VII acantonada en León.

Cabe preguntarse, ¿cómo veían los romanos la tierras de Hispania? Si tomamos un mapa cualquiera de la división provincial de Augusto, en la que Hispania queda partida en Lusitania, Tarraconensis y Bética, llama la atención lo diferente que es esa partición de la actual, o más concretamente, de la medieval que hemos heredada. Tanto, que nos parece casi absurda, irracional e incomprensible.
La Hispania de Augusto

La Hispania de la Reconquista

La Hispania medieval tiene una clara orientación Norte Sur, producto de los avances hacia el sur durante los siglos de la reconquista, mientras que la Hispania Romana no tiene lógica alguna. O quizás es porque lo estamos mirando mal. Hagamos el experimento de girarlo 90º y veamos lo que pasa.

Hispania vista desde Italia
De repente todo cobra sentido, porque ahora lo estamos viendo desde el punto de vista de un invasor mediterráneo. Un conquistador que penetra en la península desde dos bases principales, Tarraco y Cartago Nova y se adentra en su interior por medio de tres vías de acceso. Desde Tarraco, por el valle del Ebro hasta la Rioja y de allí salta a la cuenca alta del Duero, la Meseta Superior y luego Galicia. Desde Cartago Nova, la entrada por el corredor de Albacete hasta la Mancha y la cuenca Alta del Tajo, hasta la muralla del sistema Central. Por último, y de nuevo desde Cartago Nova, el acceso por Almería a la Cuenca Alta del Guadalquivir hasta su desembocadura y de allí la subida a las cuencas bajas del Guadiana y el Tajo.  

La geografía y los puntos de entrada de los romanos en la península explican así la división provincial y como puntos tan distantes para nosotros como Murcia, Cataluña y Galicia, pudieron pertenecer a la misma provincia, mientras que las cuencas del Tajo y del Guadiana quedaban partidas por la mitad. Una división, por otra parte, que se explica de nuevo de forma natural y ha quedado reflejada en la partición actual entre Extremadura y La Mancha. A mitad de ambos ríos se extiende una vasta área de tierras despobladas, de sierras y soledades, que impide la comunicación entre zonas aledañas y que incluso en tiempos mas recientes, durante la guerra de la Independencia, constituía un grave problema logístico para los ejércitos franceses que querían cruzar a Portugal y los británicos que intentaban pasar a España.

Lusitania se muestra así como una tierra doblemente aislada, casi un cul-de-sac que dicen los franceses. Primero, por su pertenencia a una provincia periférica y pacificada desde hacía siglos; segundo por su dificultad de acceso desde esa misma península, separada por ríos y vacíos humanos de las otras. Esta lejanía se muestra incluso en su ausencia, por pérdida durante la transmisión, del mapa de carreteras del Imperio Romano trazado hacia el 300 d.C que se conserva en Viena. 

Sin embargo, esa condición no evita que su influencia se siguiera notando en el resto del Imperio, incluso en el resto de la capital. La exposición del MAN apunta a las importantes zonas mineras, compartidas con la Bética, que abastecían de recursos al Imperios. Unas riquezas naturales que se complementaban con las agropecuarias, especialmente el famoso Garum o macerado/salazón de pescado, y que llevaron a la construcción de importantes obras de ingeniería, como el puente de Alcántara. Tanto para el transporte de los recursos locales como el de los auríferos del lejano norte, del triángulo León, Galicia, Asturias.

Vías y relaciones que no eran de un único sentido, sino que servían también para que se fueran infiltrando las influencias externas,  bien en forma de tejidos urbanos de nueva Planta, caso de Emerita Augusta, bien de fenómenos culturales y religiosos. Los teatros, circos y anfiteatros que son ubicuos en toda las tierras de la romanidad, así como las múltiples religiones que en ellas convivían. Las locales, las oficiales romanas, las nuevas orientales, como la de Mitra, o incluso el cristianismo.

Estatua de Mitra

sábado, 16 de mayo de 2015

Mostrando el Pasado (III): Problemas, limitaciones y ausencias

Bronces de Azaila, siglo II a.C.
Siguiendo con mi revisión del nuevo montaje del Museo Arqueológico Nacional (MAN) he llegado hoy a lo que son las dos áreas estrellas de la colección del museo: la Protohistoria de la península y la Hispania Romana. Ambas se caracterizan por una inmensa cantidad de hallazgos de primerísima calidad, en contraste con la Prehistoria que les antecede y los tiempos medievales que les siguen. Sin embargo, ambas épicas se distinguen claramente en el sentido y la interpretación que se les ha dado tradicionalmente.

Obviamente, en el caso de la conquista romana, el acento se halla en que en gran medida seguimos siendo ciudadanos romanos, herederos de una lengua, el Latín, y de unas ideas que aún impregnan nuestra vida cotidiana... con todas las reservas que quieran dársele a esto, ya que, al fin y al cabo, ni continuamos adorando a Zeus, ni nos entrenamos en la palestra. En el caso de la protohistoria o la Hispania/Iberia prerromana, nuestra fijación por ese tiempo se debe a que por primera vez tenemos fuentes literarias que hacen referencia a la península y, en cierta manera, se puede reconstruir una historia de la península desde la fecha mágica del 1000 a.C.