Dann hatte Agathe also angeknüpft, und Ulrich gab die längste Weile keine Antwort und lächelte nur abwehrend, denn ein solches Spiel mit dem Toten zu wiederholen, kann ihn doch unerlaubt vor.
Da hatte sich Agathe aber schön gebückt und ein seidenes, breites Strumpfband, das sie zur Entlastung des Gürtels trug, vom Bein gestreift, hob die Prunkdecke und schob es dem Vater in die Tasche.
Ulrich? Er traute zuerst seinen Augen nicht bei dieser wieder ins Leben zurückgekehrten Erinnerung. Dann wäre er beinahe hinzu gesprungen und hätte es verhindern; einfach weil es so ganz gegen alle Ordnung war. Dann aber fing er in den Augen seiner Schwester einem Blitz von reiner Taufrische des frühen morgens auf, in die noch keine Trübe des Tagwerks gefallen ist, und das hielt ihn zurück. "Was treibst du da!" sagte er, leise abmahnend. Er wußte nicht, ob sie den Toten versöhnen wolle, weil ihm Unrecht geschehen sei, oder ob sie ihm einen Gutes mitgeben wolle, weil er selbst so viel Unrecht getan habe: Er hatte fragen können, aber der barbarische Vorstellung, denn frostigen Toten ein Strumpfband mitzugeben, das von dem Beim seiner Schwester warm war, schloß ihm von innen die Kehle und richtete in seinem Gehirn allerhand Unordnung an.
Robert Musil, El hombre sin atributos.
Entonces reanudó Agathe la conversación y Ulrich no respondió la mayor parte del tiempo, sonriendo solamente a la defensiva, porque repetir ese ejemplo con el muerto, no le parecía estar permitido. En ese punto Agathe se inclinó, se sacó una ancha liga de la pierna, que llevaba allí para descargar el liguero, levantó la tapa del ataúd y la introdujo en el bolsillo de su padre.
¿Y Ulrich? Apenas daba crédito a su ojos ante ese recuerdo de nuevo vuelto a la vida. A punto estuvo de saltar y lo hubiera impedido, simplemente porque iba contra toda norma. Pero encontró en los ojos de su hermana un reflejo del fresco rocío de la mañana, aún no empañado por el trabajo cotidiano, y eso le contuvo. "¡Qué haces!" dijo, con callado recelo. No sabía bien si ella quería reconciliarse con el muerto, debido a alguna injusticia cometida, o si ella quería regalarle algo bueno, ya que él mismo tanta injusticia había hecho. Debía haberlo preguntado, pero esa bárbara idea, la de acompañar al gélido muerto con una liga aun caliente por el contacto con el cuerpo de su hermana, le hizo cerrar la boca y dejo su cerebro en completo desorden.
Llevo ya varias semanas dándoles la lata con El hombre sin atributos, la inmensa novela inacabada de Robert Musil. El punto de la lectura en el que les había dejado era prácticamente un callejón sin salida, tanto para los personajes como para la trama. Poco les quedaba por hacer que pudiera, no ya hacer realidad sus sueños, sino simplemente dotar a sus acciones de un movimiento que tuviera destino y sentido. La única salida a tanto caminar en círculos para retornar al punto de partida - y ni siquiera eso, porque el estado en que era (r)encontrado ese inicio era mucho peor que el original - se reducía a la muerte, como bien había presentido Ulrich que debía ocurrirle, si su año sabático se revelaba estéril y baldío. Eso, o la locura declarada, como empezaba a sucederle a uno de los personajes.
Esa parálisis mental que aquejaba a los personajes de la novela podía contagiarse a la propia obra, así que no es de extrañar que Musil introdujese un personaje nuevo del que antes no se había hecho ninguna mención. Extraño y sorprendente, ese silencio, porque se trata ni más ni menos que de la hermana del protagonista, quien va proceder a hacer descarrilar las seguridades negativas de Ulrich, además de romper el orden estricto, propio de una cárcel, en el que la novela se había refugiado.
O quizás no. O quizás sí
Da hatte sich Agathe aber schön gebückt und ein seidenes, breites Strumpfband, das sie zur Entlastung des Gürtels trug, vom Bein gestreift, hob die Prunkdecke und schob es dem Vater in die Tasche.
Ulrich? Er traute zuerst seinen Augen nicht bei dieser wieder ins Leben zurückgekehrten Erinnerung. Dann wäre er beinahe hinzu gesprungen und hätte es verhindern; einfach weil es so ganz gegen alle Ordnung war. Dann aber fing er in den Augen seiner Schwester einem Blitz von reiner Taufrische des frühen morgens auf, in die noch keine Trübe des Tagwerks gefallen ist, und das hielt ihn zurück. "Was treibst du da!" sagte er, leise abmahnend. Er wußte nicht, ob sie den Toten versöhnen wolle, weil ihm Unrecht geschehen sei, oder ob sie ihm einen Gutes mitgeben wolle, weil er selbst so viel Unrecht getan habe: Er hatte fragen können, aber der barbarische Vorstellung, denn frostigen Toten ein Strumpfband mitzugeben, das von dem Beim seiner Schwester warm war, schloß ihm von innen die Kehle und richtete in seinem Gehirn allerhand Unordnung an.
Robert Musil, El hombre sin atributos.
Entonces reanudó Agathe la conversación y Ulrich no respondió la mayor parte del tiempo, sonriendo solamente a la defensiva, porque repetir ese ejemplo con el muerto, no le parecía estar permitido. En ese punto Agathe se inclinó, se sacó una ancha liga de la pierna, que llevaba allí para descargar el liguero, levantó la tapa del ataúd y la introdujo en el bolsillo de su padre.
¿Y Ulrich? Apenas daba crédito a su ojos ante ese recuerdo de nuevo vuelto a la vida. A punto estuvo de saltar y lo hubiera impedido, simplemente porque iba contra toda norma. Pero encontró en los ojos de su hermana un reflejo del fresco rocío de la mañana, aún no empañado por el trabajo cotidiano, y eso le contuvo. "¡Qué haces!" dijo, con callado recelo. No sabía bien si ella quería reconciliarse con el muerto, debido a alguna injusticia cometida, o si ella quería regalarle algo bueno, ya que él mismo tanta injusticia había hecho. Debía haberlo preguntado, pero esa bárbara idea, la de acompañar al gélido muerto con una liga aun caliente por el contacto con el cuerpo de su hermana, le hizo cerrar la boca y dejo su cerebro en completo desorden.
Llevo ya varias semanas dándoles la lata con El hombre sin atributos, la inmensa novela inacabada de Robert Musil. El punto de la lectura en el que les había dejado era prácticamente un callejón sin salida, tanto para los personajes como para la trama. Poco les quedaba por hacer que pudiera, no ya hacer realidad sus sueños, sino simplemente dotar a sus acciones de un movimiento que tuviera destino y sentido. La única salida a tanto caminar en círculos para retornar al punto de partida - y ni siquiera eso, porque el estado en que era (r)encontrado ese inicio era mucho peor que el original - se reducía a la muerte, como bien había presentido Ulrich que debía ocurrirle, si su año sabático se revelaba estéril y baldío. Eso, o la locura declarada, como empezaba a sucederle a uno de los personajes.
Esa parálisis mental que aquejaba a los personajes de la novela podía contagiarse a la propia obra, así que no es de extrañar que Musil introdujese un personaje nuevo del que antes no se había hecho ninguna mención. Extraño y sorprendente, ese silencio, porque se trata ni más ni menos que de la hermana del protagonista, quien va proceder a hacer descarrilar las seguridades negativas de Ulrich, además de romper el orden estricto, propio de una cárcel, en el que la novela se había refugiado.
O quizás no. O quizás sí