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domingo, 3 de enero de 2021

Delimitando el ruido

 

En estas fechas navideñas estoy aprovechando para revisar las muchas exposiciones que se me habían quedado en el tintero, debido a las varias interrupciones impuestas por la pandemia y sus sucesivos rebrotes. No creo que el próximo año la cosa vaya a mejorar -parece que estamos a las puertas de la tercera ola- así que habrá que apurar todo lo que se pueda.

La más original de toda las que que he visto en 2020 es Audiosfera, Experimentación sonora 1980-2020, abierta en el MNCARS. Se trata de una muestra sin  objetos, cuyo objetivo es proponer al visitante la escucha de piezas musicales experimentales compuestas/generadas/sintetizadas en los últimos cuarenta años, sin forzar un camino o una secuencia concreta. Para ello, el visitante dispone de una tableta que, dependiendo de la sala, escogerá tres piezas aleatorias de un amplio archivo o le permitirá elegir las que quiera, en el caso de que el visitante se sienta más aventurero,. Dado que la versión corta -la de la preselección- supone unos quince minutos de audición por sala, estás han sido amuebladas para permitir que el visitante tome asiento, se sienta cómodo y así pueda enfrascarse en la escucha de las piezas. No sólo para que lo haga con detenimiento, sino para inducir un estado mental especial, de ensueño, rayano en el trance, como pueden ver en la foto que sigue.

sábado, 16 de junio de 2018

Músicas olvidadas, lenguas desaparecidas




En el Caixaforum madrileño se acaba de inaugurar una exposición que es de las esenciales de este año. Al menos para mí, ya que aúna dos de mis pasiones: la arqueología y la música. Su nombre es Músicas en la Antigüedad y tiene como objeto la reconstrucción, en la medida que los restos que nos han llegado y sus interpretación arqueológica nos lo permite, de la práctica musical en las cuatro culturas que dominaron el mundo mediterráneo durante la Edad Antigua: Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma. Una tarea ardua y difícil, que se construye sobre un doble silencio, el de la aparente ausencia de partituras que nos permitan interpretar y escuchar la música de esas civilizaciones, unido al hecho de que en muchos casos no sabemos como se pronunciaban esas lenguas. Ignorancia que puede sorprender en el caso del Latín y el Griego, centrales en la cultura de la Europa de la Edad Moderna, pero lo cierto es que la investigación reciente ha demostrado cuál lejos está la pronunciación real de la heredada, vía la iglesia en el caso del Latín, de su uso moderno en el caso del griego.

Ese silencio incómodo contrasta con el estado de nuestro conocimiento en otros ámbitos de esas culturas. De Grecia y Roma es tan extenso y profundo, que puede caerse fácilmente en el espejismo de pensar que nos es posible recrear sus modos de pensar, sentirnos como auténticos griegos y romanos. Nuestro saber sobre Egipto y Mesopotamia es mucho más fragmentario, pero aún así hemos recuperado lo suficiente de su arte y literatura, de sus sistemas de creencias y modos de gobierno, que podemos llegar a sentirnos próximos a ellos, aunque, de nuevo, esto sólo sea una ilusión. No nos damos cuenta de que nos falta un elemento esencial,  sin el que toda cultura humana se ve mutilada: la interpretación y el disfrute de la música. Más importante aún si se tiene en cuenta que, en el pasado, la interpretación musical estaba a cargo de toda la sociedad por entero, ya fuera por su participación en los ritos religiosos o en los cantos de las fiestas comunales. Por poner un ejemplo de la pérdida que supone este silencio musical, sólo hay que pensar en cómo cambiaría nuestra percepción de la cristiandad medieval si su música se hubiese perdido. Si no contásemos con las partituras que nos permiten gozar del Gregoriano, la Polifonía, las canciones de los trovadores, o la larga tradición de canción profana. 

jueves, 12 de octubre de 2017

Los límites del conocimiento

El teorema de Gödel aparece como proposición VI de un artículo suyo "Sobre proposiciones formalmente indecibles en los Principia Mathematica y sistemas análogos, I" (1931), y dice así
A cada clase k w-consistente y recursiva de formulae corresponden signos de clase r recursivos, de tal modo que ni v Gen r ni Neg (v Gen r) pertenecen a Flg (k) (donde v es la variante  libre de r)
En realidad el artículo se redactó en alemán, y quizás el lector siente que sigue estando en alemán. He aquí, pues, una paráfrasis en español más normal:
Toda formulación axiomática de teoría de los números incluye proposiciones indecibles.
Tal es la perla.

Douglas R. Höfstadter, Gödel, Escher, Bach, Un eterno y grácil bucle.

De la reciente exposición dedicada a Escher en el palacio de Lliria, me llevé un tesoro inesperado. No es una reproducción de uno de los grabados de ese artista, tampoco el catálogo de la muestra, sino un libro de 800 páginas, el arriba citado, que trata de matemáticas. Y además en su versión dura, pretendiendo que el lector tenga la inteligencia suficiente para seguir sus demostraciones y razonamientos. Un reto que ya por sí es exigente, pero al que se une otra demanda casi imposible de satisfacer en el remolino que es nuestra época: tiempo para entender, pensar y resolver problemas que no son triviales. En cuya dificultad estriba, precisamente, su encanto.

Supongo que a nadie le sorprende que matemáticas y Escher vayan de la mano. La casi totalidad de los grabados de Escher, al menos los que han pasado a formar parte de la memoria colectiva, ilustran conceptos y problemas matemáticos. Son estos últimos, los matemáticos, lo que mejor pueden explicar y apreciar una obra artística que es eminentemente cerebral, abstracta y fría, pero que aún así atrae y fascina. Por ilustrar mundos imposibles, se podría aventurar. Tampoco debe resultar extraño que a Escher se añada Bach, gigante de la música occidental. Un músico cuyas composiciones son complejos ejercicios de arquitectura sonora - Bernstein hablaba de mecano -, en donde el ensamblaje, los retos técnicos, la perfección abstracta, parecen ser su única motivación; abocando así a un goce, de nuevo, meramente cerebral. En apariencia, porque todo oyente medianamente formado sabe, por experiencia, lo embriagadora y gozosa que resulta la audición de casi cualquier pieza de Bach. En ocasiones, con efectos rayanos al éxtasis, sea espiritual o corpóreo, artificial o natural.

El punto discordante en esta comparación a tres términos sería Gödel, pero simplemente por desconocimiento. Este matemático es, de nuevo, un gigante de esa disciplina el siglo XX. Y lo es, casi en exclusiva, por el teorema enunciado en la cita que abre esta entrada. Una proposición en apariencia ilegible e incompresible, que cuando se intenta transcribir parece obvia, inocente, inofensiva. En realidad fue un terremoto que derrumbó las seguridades del pensamiento científico y nos adentró en un mundo nuevo, casi en una metafísica renovada. Como ocurrió con la relatividad y la cuántica coetáneas

¿Y eso por qué?

sábado, 30 de septiembre de 2017

Cuando se deja de pertenecer... (y I)

Si siguen este blog, sabrán que a principios de este año estuve a punto de fallecer. No acabo aún de hacerme a la idea, aunque de vez en cuando rememoró los acontecimientos, con la misma sensación de incredulidad de entonces. Tampoco he sacado en claro ninguna lección vital, mucho menos una revelación de esas que cambian la existencia, salvo hallarme más escéptico ante el mundo, más desanimado, desesperanzado y desapegado. Como si ya nada pudiera llenarme o satisfacerme, ni siquiera lo que creía amar con locura. Como si nada valiera el esfuerzo de intentarlo, mucho menos de realizarlo. Negros pensamientos a los que no es ajeno el que en este año haya llegado a  los cincuenta, edad en la que se tiende a hacer balance de logros y fracasos, de ganancias y pérdidas. En mi caso, poco de lo positivo, demasiado de lo negativo.

El caso es que, a medida que me recuperaba, que iba descubriendo con sorpresa que lo que veía y leía  lo interpretaba de manera distinta al antes de, empecé a concebir la idea de escribir una serie de entradas retrospectivas. Un ajuste de cuentas con lo que fui y soy, ese balance que les señalaba antes. Ya sé que hablar de uno mismo es un veneno para todo blog, pero como estas anotaciones mías han sido erráticas y nunca se han especializado en un tema concreto, poco importa que vuelva a dar un quiebro. Al fin y al cabo, nunca he conseguido granjearme un público, de manera que tengo la impresión de hablar en una habitación vacía. A solas y sin nadie, confesándome mis propios pensamientos, como si no los conociera ya.

Me disperso. La idea de esta serie surgió de la lectura de este artículo en la revista hyperbole, publicación en la que he encontrado - y disfrutado - auténticas joyas. En él, se señalaba que la música clásica ya no nos sirve, porque no nos acompaña. Mejor dicho, el modo en que escuchamos la música clásica, sea en la sala de conciertos o en el salón de conciertos, es siempre a solas, aislados e inermes, sin capacidad de reacción, mucho menos de repulsa, ante lo que el compositor - o sus interpretes - quieran contarnos, casi imponernos. Por el contrario, la experiencia moderna de la música es comunitaria. Se va con otros amigos a un concierto o a bailar, de manera que la música no pasa de ser un mero catalizador. De la vida y el gozo.

sábado, 22 de octubre de 2016

Ni siquera sabíais que existía





Si hay un candidato firme a exposición del año, ése es la muestra Escuchar con los ojos abiertos: Arte sonoro en España, 1961-2016, abirta en la Fundación Juán March madrileña. Esta muestra  busca trazar una historia de la música de vanguardia española en los últimos cincuenta años, centrándose en ese concepto tan difuso que recibe el nombre de Arte Sonoro. Su importancia, por tanto, no radica en la calidad de las obras expuestas, cuya valoración se deja en manos del visitante, sino en mostrar unos caminos musicales que han quedado ocultos al gran público e incluso al aficionado avanzado, que muchas veces sólo sabe de su existencia de oídas, por las historias de la música, pero que jamás ha llegado a experimentarla, mucho menos a amarla.

Pero ¿qué es el arte sonoro? Para entender ese concepto hay que remontarse a tres momentos decisivos en la historia de la música occidental, uno de los cuales fue trazado en otra magnífica exposición anterior del MNCARS. El primero, por supuesto, fue la invención del dodecafonismo por parte de Arnold Schönberg, cuando quedó demostrado que la buena música no tenía porqué sonar bien. El segundo tuvo lugar tras la segunda guerra mundial, cuando surgió la música electroacústica, de manera que el compositor podía prescindir de los interpretes y cocinar él mismo sus piezas. Utopía en la que soñaron figuras esenciales como Henri o Stockhausen, y que se ha hecho realidad en nuestro presente gracias al ordenador personal.

sábado, 11 de junio de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Koechlin (y XXVIII)




En mis últimas entradas sobre la música del siglo XX les había hablado de la extraña reivindicación reciente de Sibelius. Extraña porque la conversión en zantón de este compositor era una doble equivocación. Por un lado apelaba a un mundo musical ideal que no deja de ser semejante a esas catedrales neogóticas del siglo XIX, más perfectas y puras que cualquier auténtica catedral gótica. Por otro lado, porque era un menosprecio a todo compositor comtemporáneo, como Rihm, que intenta encontrar un camino transitable entre las ruinas del romanticismo musical y los desiertos de la vanguardia-

Además, esta pasión por Sibelius era una injusticia hacia muchos otros compositores coetáneos. De alguno, como Toch o Kreneck, ya hemos hablado, pero todos comparten una misma característica, el intentar navegar entre el solipsismo de la vanguardia y la estéril repetición de las formas románticas. Entre ellos, un compositor casi desconocido como Charles Koechlin, pero que merece, por méritos propios, figurar entre los más grandes.

jueves, 9 de junio de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Rihm (y XXVII)



A más de alguno le habrá sorprendido que en la entrada anterior calificase a Sibelius como callejón sin salida musical, pero no puedo concebirlo de otra manera. Sus obras me parecen las de un romántico a destiempo, perdido en un mundo que no es el suyo. Ni siquiera llegan a ser las de un romántico desengañado de ese mismo romanticismo y que empieza a sospechar que el final de ese sentir estético está próximo, como sería el caso de Bruckner y Mahler, ejemplos de la duda y la contradicción. 

De hecho, la música del siglo XX puede separarse en dos tempos distintos, según sea su relación conflictiva, su repulsa y su rechazo, hacia el romanticismo decimonónico. Una primera época abarcaría desde los dos primeros cuartetos de cuerda de Schönberg, en la década inicial del siglo XX, hasta un momento indeterminado en los 70, cuando la experimentación se reveló, a su vez, otro callejón sin salida. Los músicos de esa vertiente formal se caracterizaron así por su experimentación sin consideraciones hacia el público, en busca de los límites de las artes sonoras, mientras abandonaban, en ese camino, todo concepto de belleza, sensibilidad, armonía y musicalidad. Huyeron, por tanto, del romanticismo atormentado y personal del siglo anterior, para buscar nuevos mundos, perfectas racionalidades, que acabaron desembocando en el ilimitado desierto sonoro del ruido.

De ese fracaso, glorioso, pero fracaso al fin y al cabo, surgió, como ya saben, un movimiento de reacción. Se trataba de volver a conectar con el público, de reflejar de nuevo en notas los sentimientos del compositor y lograr comunicárselos a la audiencia. Sin embargo, ese  retroceso, esa aparente restauración no fue y no es una appel a l'ordre, ni tampoco un intento de resucitar el romanticismo clásico y convertirlo en una neocosa. Músicos como Schnittke sabían que el pasado no se podía revivir, que lo pasado no se podía abolir y que por tanto  una vuelta al ideal, al edén perdido o la arcadia soñada, era ya imposible. Sólo quedaba vagar en una especie de limbo perpetuo, entre la perfección del pasado, donde ya no se podía habitar, y las tierras estériles que los innovadores sonoros habían avistado, explorado y cartografiado.

Wolfang Rihm es otro de estos habitantes de la tierra de nadie musical.

martes, 7 de junio de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Sibelius(y XXVI)



Cuando me aficioné a esto de la música, clásica, culta o como quieran llamarla, allá al comienzo de los años ochenta del siglo pasado, el compositor Jan Sibelius no era más que una nota marginal en mi libro de texto. Se le asociaba con el postromanticismo y el nacionalismo musical, sin apenas  nombrar otra obra suya que la suite Finlandia. No pasaba de ser otro compositor más de segunda fila, interesante y con talento, pero de ninguna manera genial o trascendente, definitivo e imprescindible. Lo que no imaginaba yo en aquel entonces es que existía una cuestión Sibelius, que su nombre estaba asociado con una agria y longeva polémica musical. Una más de las que han enfrentado a antiguos y modernos, a clásicos y vanguardistas.

domingo, 15 de mayo de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Coates (y XXVI)



Si hay un reproche que se puede hacer a la compositora estadounidense Gloria Coates es el ser un artista de un sólo truco. Sus obras, instantáneamente reconocibles por ello mismo, se basan en una sonoridad peculiar conseguida a base de glisandos interminables. El efecto conseguido sobre el oyente es el de una caída sin fin en un abismo sin fondo ni asideros, acompañada por interminables toques de sirena. En su música, por tanto, nos es hurtada toda posibilidad de salvación, ni siquiera de consuelo, como si hubiéremos sido condenados por alguna divinidad airada a algún círculo del infierno para toda la eternidad.

Si Coates se limitase a repetir mecánicamente este artificio, su obra no tendría mayor relevancia y se podría decir de ella, como se llegó a decir de Vivaldi, que escribió cuatrocientas veces el mismo concierto. Sin embargo, en cada una de sus iteraciones musicales hay algo nuevo, o por lo menos, ese truco de prestidigitador sobre el que construye su esilo sigue manteniendo fresca su novedad, su poder de fascinación. No es de extrañar que a algún oyente incauto le pueda ocurrir como me ocurrió a mí, que he acabado teniendo una buena pila de sus discos, entre sinfonías, cuartetos y obras varias.

sábado, 7 de mayo de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Henze (y XXV)



Llevaba dándole vueltas desde hace tiempo a como enfocar la entrada que tenía pensado dedicar a Hans Werner Henze, y la verdad es que no lograba encontrar qué decir y cómo.

Iba a escribir que lo más característico de su obra me parecía que era su aliento político, rasgo no muy habitual en un arte abstracto como la música. Tuve que descartarlo, porque enseguida me acordé de Beethoven y del claro programa revolucionario y humanista que inspira bastantes de sus mejores obras, como la tercera y novena sinfonías o la opera Fidelio. Beethoven, por supuesto, tampoco es una excepción, ya que un siglo y pico más tarde aparece la figura de un Sostakovich, quien intenta hacer de su música la memoria de su tiempo, su gente y de su país, a pesar de las trabas y condicionantes impuestas por el totalitarismo soviético. Y para terminar, se podría citar tambiñen la influencia sobre toda la cultura occidental del filósofo Aristóteles, cuyas palabras de elogio a la música como método educativo y formador se unen a la exigencia de una vigilancia continua de ese arte, para evitar que influencias disolventes y contestatarias se filtren en ella.

sábado, 26 de marzo de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Parmegiani (y XXIV)




Es triste que la música clásica electrónica - o electroacústica, por utilizar la expresión correcta - haya devenido una nota al pie en la historia de la música occidental. Parte de este olvido se debe al giro que la tradición musical europea experimentó a mediados de los años setenta, cuando buscó reanudar una comunicación con el público que la experimentación de los sesenta años anteriores había llevado a que se perdiera. Por otra parte, gran parte de estos músicos electroacústicos no sólo se embarcaron en la exploración à la Cage de los territorios inexplorados que separan la música del ruido, sino que coquetearon con los músicos pop/rock cuya emergencia iba a cambiar definitivamente el mapa musical de occidente. Una metamorfosis que arrebató su primacía a la música clásica  y la redujo al rango de un estilo más entre muchos posibles.... y no el mejor, ni el mayoritario.

En ese sentido la electrónica unió a su impenetrabilidad y extrañeza el estigma de haberse aliado con el enemigo - recordemos la estima que los músicos techno de los 80 tenían por un experimentador duro como Pierre Henry -, siendo así el causante, como poco cómplice, de la decadencia y caída del otrora modo único y válido. Sin embargo, allá en los años cincuenta del silo XX, el prestigio de la música electroacústica era muy otro. Ni más ni menos, que el del único camino posible tras del dodecafonismo de los años 20 y 30, la vía rápida al futuro de la música que fascinó a todos los contemporáneos, de Stockhausen a Ligeti, de Xenakis al citado Henry, y que fue cultivada por todos ellos, con mayor o menor convicción y dedicación.

sábado, 20 de febrero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Rautavaara (y XXIII)




Les he señalado ya, en otras entradas de esta serie, como hacia 1970-1980, se produce un movimiento de retroceso y alejamiento, dentro de la música "clásica", respecto a la vanguardia musical que había estallado en 1908 y teñido el resto del siglo XX. No es la primera vez que se producía algo similar, como fue el caso del neoclasicismo de los años 20, pero al contrario que en aquel tiempo, esta nueva "appel à l'ordre" se ha revelado como algo permanente y duradero, de mucha más enjundia, entidad, profundidad e influencia que su predecesor de principios del siglo XX.

Esos neoclasicismos de los años 20, como su propio nombre indica, supusieron una reacción de contención frente a una vanguardia cuya fuerza parecía incontenible. Una motivación negativa, de resistencia, que buscaba sus modelos en el pasado ideal de la música del siglo XVIII y que por ello mismo nacía sin vida, al tornarse aquellos referentes del pasado en meras cáscaras vacías, a las que no se sabía muy bien como llenar de contenido, mucho menos de vitalidad y energía. No es de extrañar, por tanto, que muchos compositores que abrazaron este neoclasicismo o se vieron obligados a ello, en realidad terminarán haciendo músicas muy a su modo, cultivando diferentes vanguardias más o menos confesas, mejor o peor disimuladas. Su música era así tanto mejor cuanto más traicionaban esos objetos de su ideal, como ocurrió con Stravinski... o como pasó con Sostakovich

Muy distinta, sin embargo, es la postura de la segunda "reacción" de finales del siglo XX. La diferencia se halla en que estos nuevos compositores ya han visto todo lo que puede dar de sí la vanguardia e incluso han participado consciente y deliberadamente en ellas. De hecho, su grado de involucración ha sido tal que se puede decir que han tenido que abandonar la abstracción característica de la modernidad porque manteniéndose en ella eran incapaz de comunicar lo que sentían, así como transmitirselo a su publico. La vuelta a las formas clásicas y la elección de modos más "sencillos", en el sentido de inteligibles, se convierte así en una necesidad estética imperiosa para estos compositores, una orden interior al modo Kandinskiano, el único medio que les queda para poder expresar en notas sus laberintos espirituales.

sábado, 6 de febrero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Pärt (y XXII)



Se puede decir que hay dos momentos decisivos en la música del siglo XX.

Uno tiene un padre y una fecha de nacimiento definida. Se trata de Arnold Schönberg y su segundo cuarteto de de cuerta, finalizado en 1908, origen de una serie de experimentos musicales en la atonalidad pura que le llevarán a crear y sistematizar el nuevo sistema dodecafónico. Ninguno de sus contemporáneos pudo escapar a la influencia devastadora de esa revolución, de forma que los más moderados se vieron obligados a transitar de la tonalidad a la atonalidad, mientras que la vanguardia de la experimentación se fue embarcando en soluciones cada vez más radicales: serialismo integral, música concreta y electroacústica, música estocástica, aleatoria e indeterminada, inclusión del ruido y del absurdo, en un búsqueda obsesiva de los límites que distinguen este arte del mero ruido.

El comienzo del segundo giro/metamorfosis es más difuso. En realidad deberíamos hablar de una larga transición acaecida durante los años setenta, al socaire del minimalismo, el postmodernismo y el triunfo definitivo del pop/rock. La música que va a surgir de esta metamorfosis se caracteriza por abandonar los aspavientos de la vanguardia anterior, logrando casi a relegarla al olvido, y podría considerarse equivocadamente como una vuelta atrás, como una reacción del tipo de los muchos "neomovimientos" restauradores que periódicamente se adueñan del sentir artístico. Sin embargo, y a diferencia de ellos -  en particular del neoclasicismo de la década de los 20 del siglo XX - estos nuevos músicos no proponen una restauración de formas y sonoridades ya caducas, ni sueñan con paraísos musicales que jamás existieron. Su mundo, para bien y para mal, es el de atonalidad, mientras que su mirada al pasado suele ser melancólica, pesimista y dolorida. Porque lo que quieren en realidad, es volver a recuperar la expresividad musical, la comunicación, intimidad y complicidad que los músicos del pasado - y los populares modernos - tenían con su público. 

Una búsqueda que, desgraciadamente, supone vagar entre ruinas, extraviarse en desiertos solitarios. Un auténtico via crucis estético del que uno de sus mejores representantes es el compositor estonio Arvo Part

sábado, 30 de enero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Szymanovski (y XXIII)



Primero, lo personal.

Hacia el año 2012, justo cuando me compré, de una tacada, varios discos del compositor Karel Szymanovski, ocurrió que tuve que hacer un viaje de negocios a su país de nacimiento, Polonia. El lugar en el que estuve es una estación de esquí en los Cárpatos, Zakopane, que además de por ese deporte es también famosa por haber sido el lugar de residencia de este músico en los años previos a su muerte. Allí, en las alturas, al borde de los bosques, se conserva aún su casa, convertida en museo, frente a la que pase sin llegar a entrar. Sin siquiera compartir con mis compañeros polacos la profunda admiración que sentía por ese compositor, alabanza de la que seguramente se habrían sentido muy halagados, dado el profundo amor -  y orgullo - que ese pueblo siente por su nación.

Pero algo me detuvo, más cobardía que timidez. Se trataba de ese miedo insuperable que me impide compartir lo que amo con mis semejantes, temiendo que se rían o que me ataquen por expresar esos sentimientos. Peor aún, que no lleguen a comprenderlos.

Volviendo a Szymanovski, este compositor polaco quedó - y aún continúa -  un tanto en la penumbra. Este olvido no se debe a que sea un músico de segunda fila, sino a dos factores que vistos ahora resultan un tanto secundarios: uno histórico, otro estético. El histórico consiste en que Szymanovski desarrolló su obra en el periodo de entreguerras, coincidiendo con la restauración del estado polaco, y muere antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1937. Esa guerra trajo la ocupación nazi, cuyo último objetivo era el sometimiento y destrucción del pueblo polaco, para luego ser sucedida por el experimento social estalinista, dos regímenes de ideologías opuestas pero que coincidían es su esfuerzo por hacer tabla rasa con el pasado, eliminando y ocultando todo lo que no fuera estrictamente ortodoxo, como ocurría con la música de Szymanoski.

Una música que, por otra parte, podría calificarse equivocadamente como conservadora, incluso de inmovilista, ya que Szymanovki nunca se adhirió a las múltiples vanguardias despertadas por el estallido dodecafónicon de los anos 10 del siglo XX. Esto ya le perjudicó en su tiempo, al comferirle un aire anticuado y local, pero sería aún más dañino una generación más tarde, en tiempos de los más conocidos Penderecki y Lutowlaski, unos autores plenamente integrados en las vanguardias de los 50 y 60. Szymanovki tendría que esperar para ver reivindicada su figura al movimiento de retorno de las últimas décadas del siglo XX, cuando los compositores jóvenes decidieron abandonar el formalismo característico de esa centuria, para poder expresar musicalmente lo que sentían de forma más clara, directa y cercana.

Sin embargo, puede que Szymanovki no sea un compositor vanguardista, pero esto no le impide ser moderno, incluso audaz, alguien a quien el marco de la tonalidad le resulta demasiado estrecho y en cuanto puede se escapa a los ámbitos de la atonalidad. Esa huida sonora torna sus obras en misteriosas y enigmáticas, situándolas en una especie de no man's land musical, de la que no se sabe hallar la salida, ni él como compositor, ni nosotros como oyentes. Por otra parte, mientras se suele esperar de un compositor que evolucione rápidamente hacia las formas mayores de orquesta, como los conciertos y sinfonías, Szymanovski, como su contemporáneo Anton Webern, prefiere seguir el camino contrario, hacia los cuartetos, las sonatas y las canciones, donde logró su mejores resultados, mientras que las sinfonías que compuso, por ejemplo, son pesadas y titubeantes. Demasiado normales, pulidas en demasía.

Este búsqueda de la simplificación orquestal, así como su distanciamiento de la atonalidad son algunos de los factores estéticos que dotan a las obras de Szymanovski de una voz especial - esa ambigüedad a la que hacía referencia antes -, pero no son los únicos que colaboran a ello. Ocurre también que, al igual nuevamente que Webern. las obras de Szymanovki son extremadamente breves y concisas, consecuencia de  un proceso de concentración temática y estética que le separa radicalmente del gigantismo post-romántico.

Suyo es, por tanto, el arte de la miniatura, de la obra mínima - pero no minimalista -  en interpretes y duración, que busca conseguir la intimidad con el oyente, como si se tratase de una conversación entre amigos. Unas obras que siempre terminan antes que nos demos cuenta de que nos ha abandonado, pero que no concluyen de forma abrupta ni repentina, sino que desembocan dulcemente en el silencio, como quién ya ha dicho todo lo que tiene que decir y prefiere guardar silencio, antes que aburrirnos o repetirse.


sábado, 23 de enero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Berio (y XXII)



En una entrada anterior me atrevía a colgaba al compositor italiano Luciano Berio la etiqueta de postmoderno. Es cierto que la obra de Berio es un continuo mirar al pasado musical de la música clásica - y no tan clásica-  occidental, cuyo amplio catálogo se utiliza como fuente inagotable de citas que son yuxtapuestas con otras citas, para así ser confirmadas o contradichas, sea explícita o implicítamente. En la aplicación de ese modo musical, Berio se hallaría en concordancia con otros músicos contemporáneos de la segunda mitad del siglo XX, como Ligeti o Schnittke, que también evolucionaron de la modernidad al postmodernismo, haciendo suya esa mirada irónica, pesismista, desengañada y desesperanzada que es una de las claves de este movimiento finisecular tan difuso, tan difícil de definir, pero tan fácil de reconocer.

Sin embargo, ninguno de los tres, Berio, Ligeti o Shnittke, responde completamente a esa etiqueta postmoderna ni se deja aprisionar por su aparente amplitud, en realidad angostura. Tras la visión irónica y desencantada de estos compositores hay un profundo conocimiento, acompañado de sincera admiración, por una música del pasado de la que se lamenta el haber dejado de ser una referencia absoluta en el entorno musical actual, bien por distanciamiento entre estos modos y el sentir de las nuevas generaciones, bien por una hiperpopularización que las ha desprovisto de cualquier significado relevante. Su lamento  expresado en música  - no se puede calificar de otra manera - se aproximaría así al de un Bartok en sus cuartetos de cuerda centrales, donde la tradición clásica sólo aparecía en forma de espantajo, patético y terrorífico a partes iguales.

domingo, 3 de enero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Toch (y XXI)



Ya les he hablado de los muchos descubrimientos que me ha deparado el canal de Youtube The Wellesz Company, así de como me ha ayudado a reevaluar la música del siglo XX. Mejor dicho, a explorar en una amplitud y profundidad que no esperaba hacerlo, ya que desde que me aficione a la música clásica/culta, allá por 1981, siempre tuve gran interés por adentrarme en esos terrenos de la música asonante y disonante, tan propios del siglo XX, hasta llegar a comprenderlos y amarlos. El resultado de este descubrimiento casual ha sido que me he topado con algunos músicos de primerísima fila que desconocía hasta ahora, caso de Alfred Schnittke, al mismo tiempo que he ampliado mi visión y conocimiento de épocas que en mi memoria y en los manuales,quedaban reducidas a un par de luminarias, caso de la Escuela de Viena y Schönberg, Berg y Webern.

Ernst Toch pertenece a esa pléyade de músicos que se concentraron en Viena entre la muerte de Gustav Mahler y el Anschluss Hitleriano que termino con la vanguardia artística en esas tierras. En ese tiempo, como sabrán, Schönberg parió el dodecafonismo, revolución musical que al final se reveló callejón sin salida, especialmente una vez transformado en serialismo integral, pero que fue y continua siendo referencia esencial en la historia de la música occidental, puesto que ya no es posible volver al mundo tonal, a esa pureza e inocencia clásica y romántica, a menos que se cite explícitamente para luego traicionarla y violentarla.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Berio/Schnittke (y XX)




Aunque ya he hablado del compositor ruso Alfred Schnittke en esta serie de entradas y volveré a hacerlo del italiano Luciano Berio, creo que comparar dos de sus sinfonías es bastante esclarecedor. No porque sean polos opuestos, obras incompatibles, sino porque la primera del ruso y la única del italiano, compuestas respectivamente en  1969/72 y 1968/69, presentan claras similitudes. Mejor dicho, representan a la perfección un momento histórico preciso y determinado: la quiebra de la modernidad y sus substitución por el posmodernismo. Porque el todo vale postomodernista, el todo es lo mismo, nada se logra ni alcanzará de manera alguna, es precisamente el sentir que mejor define  nuestro tiempo presente, encuadrado entre dos crisis, la del petróleo de 1973 y la financiera de 2008.

No hay que pensar tampoco que se trate de obras similares, ni mucho menos que el más joven de ellos, Schnittke, haya copiado a su predecesor, Berio. Ambos compositores son artistas de gran originalidad, la suficiente para interpretar el espíritu de los tiempos a su manera propia y personal. Berio construye así lo que podría interpretarse como una burla descarnada de la modernidad, convirtiendo en blanco de sus ataques el último periodo de la música clásica que ha sido reconocido y aceptado  de forma general como válido por los aficionados, antes de que las muchas vanguardias, el dodecafonismo y la eclosión de la música pop rompieran el consenso y el canón.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Wellesz (y XIX)



Hace unas entradas, cuando comencé a recuperar esta serie de anotaciones, les hablaba de los muy tristes destinos de los músicos de habla alemana a principios del siglo XX. Proponentes, en mayor o menor medida, de la vanguardia musical que había sido fundada y liderada por Arnold Schönberg, durante la década de los 30 se vieron perseguidos por el nazismo que repudiaba y castiga esas audacias estéticas. Los más afortunados consiguieron refugiarse en exilios lejanos - los menos, ya pueden imaginarse dónde y cómo acabaron -, que acabaron siendo deletéreos, bien al obligarlos a dedicarse a trabajos menores, como bandas sonoras de cine, bien simplemente por quebrar e interrumpir su evolución artística. El resultado fue el olvido, comprensible en el caso de compositores de segunda fila, pero imperdonable por parte de aficionados y emisoras especializadas, que parecen haberse confabulado en hacer de menos al amplio y rico corpus musical del siglo XX.

Pero para eso estamos aquí, para recordarlos, aunque no seamos más que un aficionado curioso, ignorante y torpe en todo lo que se refiere a la música.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Krenek (y XVIII)



Como ya les he comentado, llevo todo el verano y este otoño escuchando la magnífica selección de música del siglo XX contenida en este canal de youtube. El viaje ha merecido la pena - gracias mil a The Wellesz Company -, aunque sólo por aumentar mi colección en algunos autores esenciales que desconocía completamente, como el ruso Alfred Schnittke, y otros de segunda, caso del austriaco Ernst Krenek, a quien va dedicada esta entrada.

La música del siglo pasado, como bien sabrán, es una gran desconocida para la mayoría de los aficionados. No se suele incluir en en la programación de los conciertos, siempre centrada en el clasicismo del XVIII y el romanticismo XIX, y cuando lo hace es en forma de sus compositores más digeribles, Ravel o Sibelius, o entre los vanguardistas,  Berg y el primer Stockhausen como mucho. Fuera de estas presencias, el resto de compositores esenciales, no digamos la gran masa de secundarios, han sido desterrados al limbo de las apariciones esporádicas y el registro grabado en LP  o CD. 

Este descuido es una gran pérdida para el aficionado y para los mismos intérpretes, ya que su  ausencia del repertorio provoca tanto que el oyente no se aconstumbre a su audición y les pierda el miedo, como que los interpretes no lleguen a interiorizar esas partituras hasta hacerlas suyas, como ocurre con los grandes nombres del siglo XIX. El resultado es que ni oyentes ni instrumentistas tienen una idea clara de cómo deberían sonar, de cual debería ser su interpretación ideal. Toda interpretación de estas obras se convierte, por tanto, siempre en la primera,  con el peligro de que la inexperiencia y el desconocimiento puedan llevarla al fracaso más absoluto.