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jueves, 2 de diciembre de 2021

Francisco Veiga, El desequilibrio como orden (y II)

Pero lo que supuso un golpe final a la escasa autoridad moral que le podría quedar a la presidencia Bush en relación con la invasión y la ocupación de Irak, fue el reconocimiento oficial de que en ese país no existían armas de destrucción masiva, admitido en octubre de 2003.  Washington perdió apoyos internacionales y gastó el último céntimo del crédito moral obtenido el 11-S, quizás el momento en que Estados Unidos estuvo más cerca de imponerse como única superpotencia mundial durante el periodo 1991-2008. De paso, también desaparecieron los últimos vestigios de la posible utilidad del plan para democratizar y reorganizar Oriente Próximo: la idea no podía prosperar aupada en un ridículo tan espantoso, pero tampoco sobre el ya vetusto supuesto de democratizar a sangre y fuego. El proyecto para un Nuevo Orden Mundial había quedado seriamente comprometido y, con ello, todo lo que había construido antes en su nombre, y lo que se haría a continuación.

 Francisco Veiga, El desequilibrio como orden

 En una entrada anterior ya les había comentado El desequilibrio como orden, libro de Francisco Veiga que se centra sobre las dos primeras décadas, aproximadamente, de la postguerra fría. Sin embargo, esa entrada se centraba en la primera década de ese periodo, los años 90, una época que podría llamarse de neoliberalismo triunfante y sin competidores. Aunque aún pervivían, en especial en los países del antiguo bloque occidental, resabios del periodo anterior, la apisonadora neocapitalista se adueñó casi de inmediato de los estados del extinto Pacto de Varsovia, en donde se produjo un efecto rebote: estos epígonos del liberalismo se tornaron, como dice el dicho, en más papistas que el Papá. EE.UU y su sistema parecían destinados a convertirse en modelo único, la alternativa ineludible que Margaret Tatcher  resumía en los siglas TINA.

Sin embargo, en 2001 la historia volvió por sus fueros. No en ese falso aspecto de ineluctabilidad, de teleología que comparten marxistas y liberales, sino en forma de caos impredecible que daba al traste con previsiones y seguridades. Los atentados del 11-S pusieron patas arriba el orden internacional y desencadenaron una serie de acontecimientos que aún siguen influyendo, veinte años más tarde, en nuestro presente. No sólo supuso la irrupción, como rayo en cielo sereno, del islamismo como fuerza política que no se podía soslayar, sino que dejó en entredicho la supuesta hegemonía estadounidense tras el fin de la guerra fría. Si ese fue el comienzo de la década, el final vino a confirmar la inestabilidad inherente al nuevo orden: el estallido de la Gran Recesión dejó bien claro, para todo el que quisiese ver, las debilidades inherentes al liberalismo parlamentario, ya que sus consecuencias no quedaron limitadas al terreno económico. El resurgimiento del nacionalismo y el racismo, el giro hacia la derecha y las soluciones autoritarias recordaban demasiado lo que había sucedido, en circunstancias de crisis muy similares, durante los años 30.

domingo, 18 de abril de 2021

Arts is politics

Collage de León Ferrari
 

La semana pasada pude acercarme por el Reina Sofía, donde coincidían tres exposiciones muy interesantes. Por desgracia, la que más me llamó la atención, dedicada al argentini León Ferrari, estaba en sus últimos días, así que no podré revisarla de nuevo. No quiere decir que las otras dos, centradas en la figura de la artista sueca Charlotte Johannesson y el arte marroquí de 1950 a 2022,  fueran de menor calidad, sólo que la de Ferrari fue la que más me impresionó. Lástima que, dadas las circunstancias, no se haya sacado catálogo que sirva de referencia y recuerdo

Comenzando por el artista argentino. La bondadosa crueldad lo describe como un creador eminentemente político, cuya acción en ese campo lleva, por necesidad, al escándalo y la censura. Tanto más cuanto que sus tiros van dirigidos hacia la religión, aún pieza central en la vida social de los países latinoamericanos. Cualquier crítica, cualquier asomo de sátira, es tomado allí como un ataque contra la fe, como blasfemia, propiciando reacciones violentas que poco difiere de las de los islamistas radicales. Por ejemplo, entre quienes promovieron una campaña contra una de las exposiciones de Ferrari se hallaba el actual Papa Francisco, quien presume ahora de posiciones progresistas... y es atacado por ello por la carcundia.

domingo, 21 de marzo de 2021

Sobrevivir

Hace unos meses les comenté el film de animación Les Hirondelles de Kaboul (Las golondrinas de Kabul, 2019, Éléa Gobbé-Mévellec y Zabou Breitman), película ambientada en tiempos del régimen talibán en Afganistán. A pesar de que me pareció una obra magnífica, pasó sin pena ni gloria por la cartelera, destino del que ya me quejé bastante en la entrada correspondiente. Mejor suerte corrió, unos años antes, otra película sobre el mismo periodo histórico:The Breadwinner (El pan de la guerra, 2017), dirigida por Nora Twoney. Esta diferencia en apreciación no tiene que ver sus calidades respectivas -ambas son obras muy notables-, sino más bien con la nacionalidad de la producción y el público al que va dirigida. The Breadwinner es un film hablado en inglés,  accesible directamente al público anglosajón, mientras que Les Hirondelles de Kaboul es francesa. Tampoco hay que olvider que Twoney fue codirectora, junto con Tomm Moore, de una película de gran fama: The Secret of Kells (El secreto de Kells, 2009), lo que hizo que esta nueva obra se esperase con mayor anticipación.

¿De qué trata The Breadwinner? Su narración transcurre al final del régimen talibán, justo antes del ataque de los EE.UU que lo derribó en 2001. Este hecho, sin embargo, es anecdótico en la trama y sólo surge de forma secundaria al final de la cinta, como catalizador dramático. El tema principal, al igual que Les Hirondelles de Kaboul, es el fanatismo integrista de los talibanes, que construyeron una dictadura teocrática sobre un país devastado tras más de dos décadas de guerra ininterrumpida. Una opresión que afectaba en especial a las mujeres, como ocurre con las tres protagonistas: una madre y sus dos hijas, que tras que su marido es detenido por los talibanes, se ven reducidas al nivel de parias. Sin poder salir a la calle, ya que no tienen un hombre que las acompañe, no pueden comprar comida, encontrar un trabajo o comunicarse con sus familiares. La única solución que encuentran es que la hija menor, todavía impúber, se corte el pelo y finja ser un niño.

El relato, no obstante, no se limita a ilustrar la maldad de los talibanes. Su régimen autoritario, cruel con todos los afganos, pero en especial con las mujeres, es más una amenaza constante, una tormenta que amenaza descargar, con toda su violencia, sobre las mujeres protagonistas. La película no es, por tanto, un rosario de atrocidades que acabe por desensibilizar al espectador, aunque éstas aparezcan a intervalos regulares. Esto estallidos de violencia suelen ocurrir fuera de plano y en ellos es  tan  importante la víctima como la constatación de que ese régimen despiados corrompe todo lo que toca. Convirtiendo, por ejemplo, a jóvenes casi niños en torturadores consumados, sólo porque así se lo dictan ideales sacrosantos y se les da acceso a un poder omnímodo. Les resulta, por tanto, casi imposible resistir la tentación de usarlo.

La historia, en realidad, es una de resistencia contra la obsesión destructiva talibán. Supervivencia personal y de los seres queridos, buscando por todos los medios esos resquicios que permitan escurrirse a la vigilancia y la represión de los fanáticos. Vivir un día más, volver a casa con comida, burlar a la autoridad, se convierte en una victoria, no menos resonante por muy callada y clandestina que sea. Combate que no sólo se restringe a los aspectos físicos, sino que se extiende al plano intelectual. Frente a la apisonadora ideológica talibán, empeñada en purificar el Islam y los musulmanes, eliminado todo lo tradicional que no responde a un ideal imaginado y falso, la protagonista, hija de un profesor, lucha a su manera, humilde e imperfecta, por reivindicar otro Afganistán: uno más tolerante, sabio y culto, en donde se cultivase la ciencia y las artes. En forma del cuento que narra a su hermano pequeño, tejido a lo largo de todo el metraje, contrapunto y refugio al horror en el que se halla sumida.

Realismo y fantasía se van alternando así durante toda la película, transiciones que serían muy arriesgadas en una película de imagen real, donde sonarían a falsas. En animación, sin embargo, resultan naturales, la idealización intrínseca a todo dibujo, a pesar del realismo con que se quiera plasmar, como es el caso, reduce el salto entre lo real y lo soñado, los torna vasos comunicantes. Así, una vez cruzado el umbral es sencillo -y lícito- entregarse a las florituras estéticas. Entre ellas, la capacidad de la animación para hacer visible los conceptos abstractos o resumier complejos procesos históricos en un par de símbolos. Sin perder, en el proceso, nada de su impacto emocional.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Más allá de nuestro terruño (IV)

The forces that brought the National Movement to a bitter end, however, were more complex. Above all, the political volatility of the postwar era and the presence of many players created an environment of perpetual turmoil. The combination of an insecure monarch with memories of his father's downfall, a royal court susceptible to intrigue, a reinvigorated officer corps in search of power and privilege, an old elite clinging to its privileges, corrupt deputies of the Majles, the comings and goings of impermanent governments,  the presence of a well-organised and ideological Tudeh Party, and extremist Islamic tendencies -all them made designing any workable consensus highly formidable, if not impossible. Before Mosaddeq both Quram and Razmara had failed to master the treacherous political terrain. The widening political chasm aside, the forces at play in any particular moment could forge odd and opportunistic alliances while other were willing to change course or even to act as foreign proxies, a situation that called into question the loyalties of many politicians of the period.

Abbas Amanat, Iran, a modern history

Las fuerzas que contribuyeron al final abrupto del Movimiento Nacional (el liderado por Mosaddeq) eran, sin embargo, más complejas. Por encima de todo, la inestabilidad política de la postguerra y la conjucción de muchos actores políticos crearon un ambiente de constante desorden. La combinación de un monarca inseguro, con el recuerdo de la caída de su padre; una corte real proclive a las intrigas; un cuerpo de oficiales reforzado, en busca de poder y privilegios; una antigua elite aferrada a sus privilegios; los diputados corruptos del Majles (parlamento iraní); el ascenso y caída de gobiernos efímeros; la presencia del Partido Tudeh (comunista), bien organizado y adoctrinado; tendencias radicales islámicas... todo ello convertía en casi irrealizable la tarea de crear un consenso que funcionase. Antes de Mossafeq, tanto Quram como Razmara habían fracasado a la hora de controlar un escenario político traicionero. Dejando a un lado los abismos políticos, las fuerzas en liza en cada momento podían forzar alianzas extrañas y oportunistas, mientras otras estaban dispuesta a cambiar de dirección o incluso a actuar como intermediarios del extranjero, una sitación que ponía en tela de juicio la lealtad de muchos políticos de la época.

En la entrada anterior les había comentado la importancia capital de las revoluciones de 1905 a 1911 en los imperios Ruso y Otomano, Irán, México y China. No sólo son movimientos de cambio político extraeuropeos -con la excepción de Rusia- que desplazan el foco histórico de las potencias coloniales al Tercer Mundo, sino que tienen como objetivo el establecer regímenes democráticos -en ocasiones incluso de izquierda radical- que permitan a sus países ponerse a la altura los países europeas. Se trataba así de conseguir el mismo resultado que el Japón Meiji que, en un tiempo record, consiguió salvar un atraso técnico que se remontaba a los inicios de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, además de constituirse como potencia regional. Sin embargo, Japón fue una excepción. Otros países, como Egipto o Madagascar, habían intentado seguir la misma ruta en el XIX, para acabar siendo anexionadas a uno u otro imperio colonial.

En el caso de las revoluciones de la primera década del XIX no se producirá esa conversión en colonia -las potencias coloniales, a pesar de estar en su cénit, estaban ya al límite de su potencial humano y económico-, pero todas se saldarían en un fracaso. Los parlamentos surgidos de ellas, u otros fenómenos más avanzados, como los primeros Soviets Rusos, se revelarían frágiles y efímeros. Casi en seguida se convertirían en sede de poderes autoritarios de nuevo cuño, incluso totalitarios precedidos o seguidos por largas y cruentas guerras civiles que dejarían a esos países extenuados, prestos para ser repartidos entre las potencias coloniales, si éstas no hubieran quedado agotadas por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Unos procesos de cambio político de muy amplio rango, que seguirían vigentes hasta el fin del siglo XX -en ocasiones hasta el XXI- y en los que, por primera vez, la religión no jugaba ningún papel. Incluso se la consideraba como una antigualla en proceso de extinción, en claro constante con su vuelta al primer plano político desde 1980 en adelante.

jueves, 15 de octubre de 2020

Revoluciones lejanas, pero determinantes

The head of the judiciary, Masavi-Ardebili, seems to have queried the order, asking whether it was meant to be applied only to those who had already been condemned to death or whether it was really to be applied to those who had been tried and given lesser sentences. Khomeini replied curtly, saying that it must be applied to all those who maintained their support for the MKO and ordering: "Annihilate  the enemies of Islam immediately". In Tehran, Nayyeri, Eshraqi, and Mostafa Purnohammadi (for the MOIS) set about their interrogations, and similar commissions went to work in provincial prisons. The prisoners had no inkling initially that their answers meant life or death. -they were told that the commission was preparing materials for an amnesty settlement and that the purpose was to distinguish Muslims from non-Muslims-. Those who declare themselves openly still to support the MKO were sent straight for execution. Those who responded to questioning by saying they had changed their view and recanted were asked tougher questions to test their sincerity. Would they denounce other MKO supporters, for example. Other were asked whether they would be prepared to pull on the rope to hoist up their former colleagues to hang them and, if they demurred, they were sent off for execution themselves, on the basis that they seemed still to hold their old allegiance. Very few of the MKO prisioners escaped death. In an echo of the prison massacres of the French Revolution in 1792 and other mass killing in the previous decades and centuries, Nayyeri in Tehran indicated the verdict in each case by saying 'take them to the left' (those fortunate few whose recantation was accepted were sent out of door to the right). The condemned were allowed to write a will, and they were hanged in batches of six. There was no drop, so they strangled slowly; some taking fifteen minutes to die.

Michael Axworthy,. Revolutionary Iran, A History of the Islamic Republic

 Parece que el jefe del poder judicial, Masavi-Ardebili, cuestionó la orden, preguntando si estaba concebida para sólo aquéllos que ya habían sido condenados a muerte o si debía extenderse a aquéllos ya juzgados y condenados penas menores. Jomeini respondió sucintamente, indicando que debía extenderse a todos aquéllos que aún mantuviesen su apoyo por el MKO (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán), y ordenó: «aniquilad de inmediato a los enemigos del Islam». En Teherán,  Nayyeri, Eshraqi, and Mostafa Purnohammadi (del MOIS, ministerio de inteligencia) se pusieron manos a la obra con los interrogatorios, al tiempo que comisiones similares se organizaban en las prisiones provinciales. En principio, los prisioneros no tenían indicación alguna de que su vida dependía de sus respuestas -se les dijo que la comisión estaba reuniendo material para un acuerdo de amnistía y que su propósito era distinguir entre musulmanes y no musulmanes-. Quienes declaraban seguir apoyando al MKO eran enviados de inmediato al patíbulo, mientras que quienes respondían señalando haber cambiado sus ideas y abjuraban eran sometidos a cuestiones más comprometedoras para evaluar su sinceridad. Por ejemplo, ¿denunciarían a otros miembros del MKO? A otros se les pedía si estarían dispuestos a sujetar la soga de la horca en la que se ejecutaría a sus antiguos compañeros. Si titubeaban, se le enviaba al patíbulo a ellos también, basándose en que parecían seguir siendo fieles a su antigua militancia. Casi ninguno de los miembros del MKO se libró de la muerte. Al igual que las masacres carcelarias de la Revolución Francesa, en 1792, o otras matanzas generales de décadas y siglos anteriores, Nayyery, en Teherán, señalaba la sentencia diciendo «llevadlo a la izquierda». Los afortunados cuya abjuración se aceptaba salían por la puerta de la derecha. A los condenados se les permitía escribir su testamento y luego eran ahorcados en grupos de seis. La altura era la justa, así que se asfixiaban con lentitud. A algunos, morir les llegó a llevar hasta quince minutos.

Me resulta intranquilizador, casi turbador, leer historia que pertenece a mi tiempo vital. Por un lado, demuestra lo frágil que son nuestros recuerdos. Aunque sean hechos cruciales, que creemos grabados de forma indeleble en nuestra memoria, lo que en realidad nos queda no son más que unos pocos datos aislados, con frecuencia mezclados y distorsionados. En realidad, la secuencia de los acontecimientos y su imbricación han desaparecido por completo, sin olvidar que la información de partida era ya incompleta y parcial, teñida de intereses, cuando no directamente propaganda. Así, de la Revolución Islámica en Irán, objeto del libro que les comento, recordaba algunos nombres -el Shah, los presidentes Bani-Sadr o Sapur Bajtiar, Jomeini por supuesto- y algunos hechos aislados de la guerra Irán-Irak -como los ataques a los petroleros o el uso de gas mostaza en el frente-. Mi sorpresa fue mayúscula al ir leyendo este libro y descubrir que hechos decisivos se habían desvanecido por completo de mi mente, como cuando en 1980 el MKO (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán) decapitó la cúpula de la revolución, en varios atentados gigantes simultáneos.

Asímismo, la lectura de la historia que una vez fue contemporánea me hace sentirme cada vez más viejo, próximo ya la ancianidad. Esos acontecimientos cruciales -de los setenta, de los ochenta, de los noventa-, parte de mi biografía y de mi formación como persona, no tienen ninguna relación directa con las generaciones más jóvenes, aquéllas menores de treinta años. Son ya, como se suele decir, historia antigua, anteriores a la doble cisura que supuso la caída de la URSS en 1991 y los atentados contra las torres gemelas en 2001. Y sin embargo, como ya les he indicado en otras ocasiones, el rayo en un cielo sereno que fueron esos atentados no fue tal. Esos hechos serían inconcebibles sin el impacto que supuso la Revolución Islámica en el mundo musulmán: por primera vez en el siglo XX surgía una opción política válida que no se inspiraba en occidente, a la vez antiliberal, anticapitalista y anticomunista, y cuyo fundamento era la religión. La marea del laicismo comenzaba a bajar, mientras que la de la religión cobraba nuevas fuerzas, incluso en un occidente mayoritariamente láico y escéptico.

domingo, 16 de agosto de 2020

Estamos bien jodidos (y XXI)

Privé de ce correctif, le système a rapidement dégénéré, comme un arbuste qu'on aurait cessé de tailler, et qui serait revenu à l'état sauvage. Son rapport à l'argent et a la manière de le gagner est devenu obscène.

Qu'il n'y ait aucune honte a s'enrichir, j'en conviens. Qu'il n`y ait aucune honte non plus à savourer les fruits de sa prospérité, je le crois aussi; notre époque nous propose tant de belles et bonnes choses, ce serait une insulte à la vie que de refuser d'en jouir. Mais que l'argent soit complètement déconnecté de toute production, de toute effort physique ou intellectuelle, de toute activité socialement utile? Que nos places boursières se transforment on de gigantesques casinos où le sort de millions de personnes, riches ou pauvres se décide sur un coup de dés? Que nos institutions financières les plus vénérables se comportent comme de garnements ivres? Que les économies de toute un vie de labeur puissent être anéanties, ou alors multipliées  par trente, en quelques secondes, et selon de procédés ésotériques auxquels les banquiers elles mêmes be comprennent plus rien?

Amin Maalouf, Le dérèglement du monde.

Desprovisto de ese contrapeso, el sistema ha degenerado con rapidez, como un arbisto que se deja de podar y que ha retornado a su estado salvaje. Su relación con el dinero y el modo de obtenerlo se ha vuelto obscena.

Convengo en que enriquecerse no supone una vergüenza. También creo que tampoco hay vergüenza en saborear los frutos de la prosperidad; nuestro tiempo nos ofrece tantas cosas buenas y bellas que sería insultar a la vida  negarse a disfrutarlas. ¿Pero que el dinero se disocie de todo tipo de producción, de todo esfuerzo físico o intelectual, de toda activida útil para la sociedad? ¿Que las bolsas se transformen en gigantescos casinos donde el destino de millones de personas, ricas o pobres, se decida en una tirada de dados? ¿Que nuestras instituciones financieras se comporten como bribones ebrios? ¿Que los ahorros de toda una vida de trabajo puedan ser aniquilados, o multiplicados por treinta, en unos segundos, siguiendo unos procedimientos esotéricos que los mismos banqueros no comprenden en absoluto?

Como Baricco, Maalouf va publicando sus meditaciones sobre el estado del mundo cada década, aunque sus conclusiones no pueden ser más opuestas. Esta segunda entrega, Le dérèglement du monde (El desarreglo del mundo), corresponde por tanto al año 2009, mientras que la anterior, Les identités meurtrières (Las identidades asesinas), se situaba en 1998. Dos fechas entre las que media un abismo, el que corresponde al epílogo del siglo XX y el inicio del auténtico siglo XXI.

Desde el punto de vista tecnológico, la Internet de 1998 no pasaba de ser un juguete, mientras que el móvil no era más que un fijo sin cables. En 2009, sin embargo, las redes sociales, YouTube y Google eran una presencia constante e indispensable en la vida de cientos de millones de personas, una influencia potenciada por la conversión del móvil en un ordenador de bolsillo, el smartphone. En términos políticos, asímismo, se habían producido eventos cataclísmicos que iban más allá de una reorganización del equilibrio de poder mundial. Los atentados de septiembre de 2001, contra las Torres Gemelas y el Pentágono, habían hecho visible la ascensión de una nueva ideología, el islamismo radical, opuesta y refractaria a Occidente, sin posibilidad de acuerdo o negociación. Las posteriores invasiones de Afganistán e Irak, lanzadas por EE.UU en respuesta a esos eventos,  pondrían en entredicho las aspiraciones de ese país a convertirse en única superpotencia mundial. No sólo desembocaron en empate, cuando no en derrota, frente a un enemigo mucho menos poderoso, militar y económicamente, sino que habían sumido a Oriente Próximo en un estado de caos que parece haberse convertido en su nueva normalidad, ahora que esa expresión está tan de moda.

martes, 8 de enero de 2019

Al borde del apocalipsis (y V)

El programa (de rescate de los bancos americanos) escandalizó a muchos por el descaro con que se ayudaba a las empresas. Un grupo de más de doscientos economistas universitarios criticaron que se diese ese subsidio a los inversores a costa de los contribuyentes y Stiglitz lo calificó como «el gran atraco norteamericano» producto «del soborno y la corrupción«. Bernanke lo defiende como necesario para evitar el desplome; pero no deja de reconocer que algunos directivos de Wall Street debieron ir a la cárcel, «porque todo lo que falló o que era ilegal lo había hecho un individuo, no una entidad abstracta».

No se debe olvidar, por otra parte, que los mismos políticos que aprobaron el rescate de los bancos se negaron a votar un plan para extender los beneficios del subsidio de paro a ochocientos mil norteamericanos sin trabajo. Era un hecho que reflejaba la gran diferencia entre esta sociedad insolidaria y la Norteamérica del New Deal, donde Roosevelt se había preocupado más por las víctimas de la Gran Depresión que por los bancos.

La posibilidad de una reforma que regulase los mercados financieros hubo de desestimarse ante la feroz resistencia de los grandes bancos. Los directivos interrogados por la Financial Crisis Inquiry Commission sostenían que la crisis había sido un acontecimiento imprevisible, como un huracán o un terremoto, y que no tenía sentido pretender evitarlo con regulaciones. Deseaban seguir como hasta entonces y, para conseguirlo, invertían grandes sumas para influir en los políticos y en la opinión pública.

Josep Fontana, El siglo de la Revolución.

En entradas anteriores, ya les había señalado los principales defectos de una obra esencial, para entender la guerra fría, como es Por el el bien del imperio, del  Josep Fontana. De forma muy breve, el posicionamiento ideológico de este historiador, próximo al comunismo, le llevaba a disculpar de manera sistemática las acciones del antiguo bloque del este. Para él, el auténtico cáncer del mundo moderno son los EE.UU, en lo que tiene gran parte de razón, pero en cuya denuncia cometía graves errores de óptica. En concreto, dejar de lado los desarrollos históricos donde la superpotencia no era causa y motor relevante. Por ejemplo, los cambios socioeconómicos que llevaron a la quiebra del imperio soviético o las múltiples vías, fuera del apoyo estadounidense a los Muyahaidines afganos, que han hecho del islamismo la ideología casi dominante en los países de religión islámica.

En el caso de El siglo de la Revolución, estas carencias se ven empeoradas. No porque Fontana cargue las tintas en la maldad de los EE.UU, que lo hace, sino por falta de espacio para analizar en profundidad los hechos narrados. En Por el bien del imperio, se destinaban unas mil páginas para narrar el periodo 1945-2011; en esta otra obra, en comparación, sólo se cuenta con seiscientas cincuenta, un tercio menos, para describir el periodo 1914-2018, un tercio más largo. Es inevitable, por tanto, que ciertos hechos que se narraban in extenso en la primera obra, ahora queden reducidos a un apretado resumen. La coherencia y la unidad de la obra se ven así dañados, mientras que la historia de ciertas regiones periféricas, como por desgracia sigue siéndo África, se tornan un galimatías inextricable.

martes, 14 de agosto de 2018

Luchando por el cambio

There is no consensus among social scientists about the conditions under which radical flanks either harm or help a social movement. In our estimation, however, many successful non violent campaigns have succeeded because they systematically eroded or removed entirely the regime's sources of power, including the support of economic and military elites, which may have hesitated to support the opposition if they have suspected that the campaign would turn violent. The more a regime's supporters believe  a campaign may become violent, or that their interests will be gutted if the status quo is changed, the more likely that those supporters and potential participants may perceive the conflict to be a zero-sum game. As a response, regime supporters are likely to unite to counter the perceived threat, while potential participants may eschew participations for the reasons just identified. A unified adversary is more harder to defeat for any type of campaign. In conflicts perceived as zero-sum games, it is difficult for erstwhile regime supporters to modify and adapt their ideologies and interests according to shifts in power. Instead, they will fight tooth and nail to keep their grip of power, relying on brutal force if necessary. There is less room for negotiation, compromise, and power sharing when regime members fear that even small losses of power will translate into rolling heads. On the other hand, our central point is that campaigns that divide the adversary from its key pillars of support are in a better position to succeed. Non-violent campaigns have a strategic advantage in this regard.

Erica Chenoweth, Maria J. Stephan. Why Civil Resistance works

No hay un acuerdo entre los científicos sociales sobre en qué condiciones la aparición de frentes radicales pueden favorecer o perjudicar un movimiento social. En nuestro análisis, sin embargo, muchas campañas no violentas que han tenido éxito lo han hecho porque erosionaron sistemáticamente las fuentes de poder del régimen o las eliminaron por completo, incluyendo el apoyo de las élites militares y económicas, que podrían haber dudado en apoyar a la oposición si la campaña se hubiese vuelto violenta. Cuanto más creen los partidarios de un régimen que una campaña se tornará violenta, es tanto más probable que estos partidarios y los participantes en la campaña la conciban como un juego de suma cero. Como respuesta, es probable que los partidarios del régimen se unan para contrarrestar la amenaza percibida, mientras que participantes en potencia pueden rehuirla por las razones ya apuntadas. Un adversario unido es más difícil de derrotar para cualquier tipo de campaña. En conflictos concebidos como juegos de suma cero, es difícil que los partidarios anteriores del régimen modifiquen y adapten sus ideologías de acuerdo con los cambios de poder. Por el contrario, lucharan con uñas y dientes para mantenerse en él, recurriendo al uso de la fuerza si es necesario. Queda menos espacio para la negociación, el compromiso y la compartición del poder cuando los miembros del régimen temen que haya depuraciones incluso con pequeñas cesiones. Por otra parte, nuestro argumento central es que las campañas que separan al adversario de sus fuentes fundamentales de poder están mejor situadas para ganar. Las campañas no violentas tiene la ventaja estratégica a este respecto.

Gracias a la web La página definitiva descubrí este corto ensayo, pero aún interesantísimo, de las científicas políticas americanas Erica Chenoweth y Maria Stephan. En él, se plantea un problema de gran importancia en el mundo moderno: cuál es el mejor método para obrar un cambio político en condiciones de ocupación, opresión o dictadura. Con mayor precisión, si son más efectivas las insurgencias armadas y los movimientos terroristas o lo son las campañas de resistencia pacífica. Un estudio que rehuye las especulaciones sin fundamente, sino que toma como base objetiva una larga lista de movimientos, pacíficos y violentos, desde 1900 hasta hoy, analizando con medios estadísticos cuáles tuvieron éxito, cuáles no, y por qué razones. Sistematización y comparación que se complementa con cuatro análisis exhaustivos de movimientos particulares. La primera intififada palestina, a medias pacífica, a medias violenta, que acabó fracasando; la rebelión popular pacífica contra el gobierno autoritario de Marcos en Filipinas, que triunfó; la revolución islámica iraní, también pacífica y también triunfante; y por último, el fracaso del movimiento pacífico contra la dictadura Birmana, a finales de los ochenta.

Pues bien, las conclusiones de Chenoweth y Stephan son que, estadísticamente, los movimientos pacíficos tienen más posibilidades de triunfar que los violentos, por una abrumadora diferencia. Es decir, no sólo la inmensa mayoría de los cambios políticos se han debido a campañas no violentas, sino que, considerando sólo los violentos, la tasa de triunfo en ese conjunto es bastante baja. Además, cuando se comparan los regímenes sucesores de estas revoluciones, se observa que los surgidos de movimientos violentos tienden a ser dictatoriales y autoritarios, llevan aparejada a la represión sangrienta de los perdedores y dejan profundas cicatrices en las sociedades afectadas, que pueden llevar incluso a la guerra civil o la contrarrevolución pasados algunos años.

Es una tesis que yo comparto, aunque sea por razones éticas, pero la pregunta obvia es: ¿Por qué esa diferencia tan clara?

jueves, 9 de agosto de 2018

Nuevas guerras, viejas creencias

Mais la comparaison est trompeuse, car elle suggère que le monde de l'Islam est aussi centralisé que feu le monde soviétique - nonobstant la dissidence chinoise -, et que la Mecque constitue réellement, pour retourner la célèbre formule, le Moscou de l'Islam. Il n'est rien, et le monde musulman n'est ni monolithique ni homogène. Il comporte une pluralité de centres en compétition acharnée pour l'hégémonie sur les valeurs politico-religieuses. Son rapport avec l'Occident, et la modernité que celui-ci invente et diffuse, s'avère plus complexe, profond, intime que l'antagonisme idéologique  et militaire tranché que prévalait entre États-Unis  et Union Soviétique. Il n'existe pas de Komintern islamiste dont les mouvements radicaux à travers la planète appliqueraient les instructions comme les partis communistes de chaque pais suivaient aveuglément la ligne stalinienne eu égard aux intérêts de l'URSS.

Gilles Kepel, Fitna

Pero la comparación es engañosa, ya que sugiere que el mundo islámico está tan centralizado como lo fuera el soviético - a pesar dela disidencia china -, y que la Meca en realidad consituye, por darle la vuelta a la famosa fórmula, el Moscú del Islám. No lo es en absoluto, mientras que el mundo musulmám no es ni monolítico ni homogéneo. Se compone de una pluralidad de centros en competición encarnizada por la hegomonía en el campo de los valores políticos y morales. Su relación con Occidente y la modernidad que inventó y difunde, se revela más compleja y profunda que el antagonismo económico y militar que prevalecía entre los Estados Unidos y la URSS. No existe un Comintern islamista cuyas instrucciones sean aplicadas por los movimientos radicales dispersos por el planeta, de manera similar a como los partidos comunistas de cada país seguían ciegamente las línea estalínista en consideración a los intereses de la URSS.

Para el mundo entero, que los presenció en directo, los atentados del 11-S fueron como un rayo en un cielo sereno. Nadie los esperaba, nadie los previó. Ni ellos, ni la irrupción del islamismo radical como actor en la política contemporánea. Y eso que había habido multitud de signos ya desde 1980.

El primer aviso fue el triunfo de la revolución islámica en Irán y la constitución de una teocracía, que barrió tanto a las fuerzas laicas como a los partidos de izquierda, y que aún goza de perfecta salud. Otro lo fue la constitución de una guerrilla islámica en Afganistán contra los invasores soviéticos, que consiguió derrotarles con el apoyo estadounidense, pakistaní y saudí, para luego ir mutando en formas cada vez más radicales, cuyo último estadio fue el régimen fanático de los talibanes. O la confusa y mortífera guerra civil argelina de los 90, con islamistas del  GIA y fuerzas gubernamentales rivalizando en cometer atrocidades.

Aún así, antes del 2001 esos fenómenos no nos parecían otra cosa que excepciones. O si lo prefieren, vistos desde un eurocentrismo aún dominante, cosas del tercer mundo, de salvajes atrasados a los cuales la modernidad aún no había llegado. Dolores de parto necesarios para el advenimiento de un progreso que no tardaría en cimentarse y producirse. Sin embargo, lo que se nos escapaba es que en todos los países del área islámica, de forma solapada, se estaba desarrollando un proceso de reislamización, paralelo a la decadencia y muerte del bloque comunista. Poco a poco, las fuerzas laícas, progresistas o de izquiersas eran marginalizadas, mientras que la fe rediviva ganaba adeptos y apoyos, como única corriente capaz de imponerse no sólo a un estado de Israel invencible en los aspectos militares, sino en especial a un occidente cuya influencia cultural se filtraba hasta los aspectos más recónditos de la vida cotidiana. Integrismo y reacción que, de forma paradójica, se granjearon el respaldo de la izquierda europea, quien veía en la protección de esas concepciones culturales una forma de lucha contra el neocolonialismo y el racismo, sin percatarse que protegía a los verdugos de sus camaradas ideológicos.

jueves, 15 de febrero de 2018

La gran revolución

¿Podemos acaso sorprendernos de que los iraníes se sublevaran y destruyeran ese modelo del desarrollo a costa de enormes sacrificios? Lo hicieron no porque fueran ignorantes y atrasados (me refiero al pueblo, no a cuatro fanáticos enloquecidos) sino, por el contrario, porque eran sabios e inteligentes y porque comprendían lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Comprendían que unos años más de esta Civilización y no habría aire para respirar e incluso dejarían de existir como nación. La lucha contra el sha (es decir, contra la dictadura) no sólo la llevaron Jomeini y los mulás. Así lo presentaba (muy habilmente) la propaganda de la Savak: los ignorantes estaban destruyendo la obra progresista del Shá. ¡No! Esta lucha fue llevada a cabo sobre todo por los que estaban al lado de la sabiduría, la conciencia, el honor, la honestidad y el patriotismo. Los obreros, los escritores, los estudiantes y los científicos. Ellos eran, antes que nadie, quienes morían en las cárceles de la Savak y los primeros en coger las armas para luchar contra la dictadura. Y es que la Gran Civilización se desarrolló desde el principio acompañada de dos fenómenos que alcanzaron grados nunca vistos en ese país: por un lado el aumento de la represión policial y del terror ejercido por la tiranía, y por otro, un número cada vez más alto de huelgas obreras y estudiantes así como el surgimiento de una fuerte guerrilla. Son sus jefes los fedayines del Irán (que, por lo demás, no tenían nada que ver con los mulás; muy al contrario, éstos los combaten)

Ryszard Kapúscinsky, El Shah o la desmesura del poder.

Les puede sonar raro, pero a medida que pasan los años, 1979 me parece una fecha trascendental en la historia contemporánea. Ése fue el año de la Revolución Islámica en Irán, que en su momento no fue considerado  más importante que otro sobresalto cualquiera de la Guerra Fría, librada entre los EEUU y la URSS.  Otra jugada más la larga y tensa partida de ajedrez que duraba ya treinta años y que parecía saldarse, una vez más, con una derrota de la superpotencia occidental. Otro país de Asia salía de su órbita, como había ocurrido con Vietnam del Sur, con el agravante de que esta vez se trataba de uno de los principales productores de petróleo mundiales. Una amenaza directa, por tanto, contra los fundamentos económicos del mundo occidental, apenas unos años tras el plante de la OPEP y el inicio de la crisis del petróleo de 1973. Irán, y en general todo el ámbito mesopotámico-iraní parecía a punto de caer bajo la esfera de una URSS que ya dominaba el Asia Central y que quizás por ello se sintió tan envalentonada como para intervenir en Afganistan, a finales de 1979.

Sin embargo, lo que sucedió fue algo muy distinto, tanto que ha terminado por definir nuestro presente turbulento. Al gobierno represivo y asesino del Sha, proccidental y aliado leal de los EEUU - y de las petroleras - no le sucedió un régimen comunista, ya fuera soviético o maoísta, como había sido la regla de todas las revoluciones del tercer mundo en las décadas sucesivas. Su heredero fue otra dictadura, pero de un signo que no se había visto hasta entonces, una teocracia militante que en el espacio de una década eliminó sus enemigos de cualquier signo, desde los sectores más liberales y occidentalizados al partido Comunista Tudeh, para embarcarse en guerras e intervenciones extranjeras. Como si fuera una nueva revolución Francesa, sólo que de signo religioso, a quien la amenaza exterior obligaba a extender la revolución entre sus vecinos para asegurar su estabilidad interna.

jueves, 14 de septiembre de 2017

La ruptura (I)

Selon toute probabilité, la plupart des fidèles  de cette religion tiennent pour une aberration monstrueuse la caution que prétendent trouver dans l'Islam ceux qui commettent des attentats meurtriers, prennent des otages, les soumettent a la torture et les assassinent. Et sans doute est-il préférable d'éviter tell formule hâtive qui tendrait à faire de tout "islamique" un terroriste en puissance: il serait d'une égale absurdité de suspecter en chaque catholique un Torquemada ou en chaque juif un rabbin Kahane. Plus encore, en pratiquant l'amalgame et l'insinuation, on risque fort de souder dans un réflexe hostile et solidaire les rangs de population qui se sentent soudain l'objet d'un soupçon inique e difus.
Pourtant, ce serait fait preuve de l'aveuglement des compagnons de route de nier un fait: la multiplication des actes terroristes et de prises d'otages s'inscrit dans une stratégie  antioccidentale efficace mis au point par certains états du Moyen Orient, et nomme par les spécialistes le "conflit a baisse intensité". Dans cette perspective, l'usage du vocabulaire islamique, et notamment de l'injonction du jihad, dans son sens le plus belliqueux de "guerre sainte contre les ennemies de Dieu", constitue un précieux auxiliaire pour recruter une mouvance de sympathisantes et d'exécutants au sein d'une jeunesse sinistrée qui considère qu'elle n'a pas plus rien a perdre et qui voit, à tort ou à raison, dans l'Occident haï e opulent la cause de tous ses maux. On se fourvoierait à sous-estimer l'impact de pareilles mots d'ordre.

Gilles Kepel, Les banlieues de l'Islam

Con toda probabilidad, la mayor parte de los fieles de esta religión consideran una aberración monstruosa la pretensión de encontrar en el Islam a aquellos que cometen atentados mortíferos, tomar rehenes, los someten a tortura y les asesinan. Y sin duda es preferible evitar la formula apresurada que haría de todo islamista un terrorista en potencia: sería igual de absurdo suponer en todo católico un Torquemada o en caja judío un rabino Kahane. Aún más, al utilizar esa yuxtaposición e insinuación, nos arriesgamos a desperar un reflejo solidario hostil entre los grupos de población que se sienten repentinamente objeto de una sospecha inicua y difusa.
Sin embargo, sería mostrarse ciego, como los compañeros de viaje, si se negase un hecho: la multiplicación de actos terroristas y de toma de rehenes se inserta en una eficaz estrategia antioccidental practicada por ciertos estados de Oriente Próximo y llamada por los especialistas "conflicto de baja intensidad". Desde esta perspectiva, el uso del vocabulario islámico y especialmente de la jihad, en sus sentido más belicoso de "guerra santa contra los enemigos de Dios", constituye un auxiliar precioso en el reclutamiento de simpatizantes y ejecutores en el seno de una juventud fracasada que considera que no tiene nada más que perder y que ve, de manera correcta o equivocada, que la causa de todos sus males es el Occidente odiado y opulento. Se equivocaría quien subestimase el impacto de semejantes consigna.

Acaba de terminar este libro de Gilles Kepel cuando sucedieron los atentados de Barcelona. Preferí retrasar la escritura hasta que todo se hubiera normalizado - al ritmo que va la actualidad patria, no ha tardado mucho - pero también porque estos hechos luctuosos ya no me afectan como los hicieron los del 11-S o los del 11M. Pareciera que la violencia, en forma de atentado sangriento, aquí o en otra parte del mundo, se ha convertido en parte cotidiana de nuestras vidas. Cada muerte, cada grieta en la convivencia, tiene así cada vez menos valor. Es simplemente otro más en la lista, un paso más en un conflicto que, a mi entender, están ganando los radicales: las formas extremas de religión que pretenden eliminar las conquistas de los estados laocos.

Resulta curioso, leyendo el párrafo de Kepel, lo apropiado que resulta su conclusión al tiempo presente. Pero no es un artículo de actualidad. Se trata de un libro publicado en 1987 que intentaba analizar y explicar las causas de un fenómeno nuevo, la aparición del Islam como un fenómeno político en Francia en los años 80, al socaire de la Revolución Islámica en Irán. Puede sorprender esa fecha temprana. Para nosotros, el Islam, como fuerza política y revolucionaria, no se tuvo en cuenta hasta el shock que supusieron los atentados del 11-S en Nueva York. De repente, descubrimos que minorías implantadas en nuestra sociedad tenían - y exigían - necesidades para las que nuestra sociedad no tenía cabida o que no habían sido consideradas en su construcción. Un problema de construcción social que no habría tenido tanta repercusión sino fuera, precisamente, por esa deriva violenta cuya expresión es el terrorismo islámico.

sábado, 20 de mayo de 2017

Divergencias

La degeneración religiosa de este conflicto no favorece a Israel: Hamás, aunque con una agenda nacionalista, se reconoce como parte de la Umna árabe musulmana, una corriente antioccidental y aparentemente en alza en todo el mundo islámico, a pesar de su superficial ortodoxia salafista, mientras que el nacionalismo religioso israelí necesariamente choca por lo menos con parte del halájico-talmudista, de mayor rigor rabínico y que, aunque ya no es mayoritario entre los judíos desde hace más de un siglo, es el único que ha mantenido una continuidad de dos mil años y retiene una presencia viva en la diáspora, desde Nueva York, pasando por París, hasta Buenos Aires.
Y la deriva fundamentalista, como si no bastara con haber abrazado a judíos y musulmanes en la zona, se ve alimentada desde la distancia en Estados Unidos por un evangelismo integrista que apoya sin fisuras el expansionismo mesiánico de la derecha israelí, creyendo que sólo la restauración del reíno de Israel sobre la totalidad del espacio bíblico, a expensas de los árabes, hará posible la segunda venida de Jesús... y finalmente, dicho esto en sordina, la inevitable conversión de los judíos al cristianismo.

Roberto Blatt, Biblia, Corán, Tanaj: Tres lecturas sobre el mismo dios.

Había comenzado a leer este libro con gran interés, tanto por las buenas críticas con que venía precedido, como por la curiosidad que me despertaba el objeto de su estudio: realizar un análisis comparativo de las tres religiones abrahámicas, Judaísmo, Cristianismo e Islám. La tesis del ensayo quedaba anunciada ya desde las primeras páginas y en cierta manera era previsible, además de ser impecable desde un punto de vista histórico. Según Blatt, los distintos puntos de vista con los que las tres religiones han contemplado sus libros sagrados han sido determinantes a la hora de decidir su estructura y evolución política. Tanto, que su presente de hostilidad más o menos declarada, más o menos larvada, es una conclusión lógica de estas estructuras ideológicas, creadas hace más de un milenio.

Sin embargo, creo que el libro fracasa en el análisis detallado que hace de estos modos de pensar de las tres religiones y su plasmación en la historia. No porque sus conclusiones sean equivocadas, sino por que la amplitud del tema no se presta a ser resumida trescientas páginas escasas. Estamos hablando de más de dos mil años de historia, que afectan de pleno a dos continentes, Europa y Asia, mientras que en los dos últimos siglos su repercusión ha llegado a ser mundial. La exhaustividad pretendida queda así en conflicto con la profundidad lograda, de manera que muchos fenómenos y acontecimientos quedan reducidos a meras citas, mientras que otros centrales se describen de manera esquemática y apresurada. El libro, por tanto, divaga, salta de un lugar a otro, de un tiempo a otro, sin conseguir centrarse hasta los últimos capítulos, los mejores de toda la obra. Quizás porque son los que se refieren directamente al mundo moderno, en concreto, al dilema sin solución planteado por el resurgimiento de integrismos agresivos en las tres religiones.

viernes, 14 de abril de 2017

Lo que no pudo ser

Ramses Younan, Figura
La estrella del MNCARS, ahora mismo, es la exposición dedicada al Guernica, que desgraciadamente va a convertir este museo en intransitable hasta septiembre. Sin embargo, y a pesar de las dificultades de acceso, no hay que perderse otras dos exposiciones únicas que cerrarán sus puertas a finales de mayo. La retrospectiva Bruce Conner, con casi toda su obra fílmica en proyección continua, y la desconcertante Arte et Liberté: ruptura, guerra y surrealismo en Egipto (1938-1948).

Desconcertante porque nadie se esperaría una surgencia del espiritu surrealista en plena segunda guerra mundial, en una ambiente extraeuropeo colonial y dentro de una sociedad islámica. Pero ya saben que el Reina Sofía, al contrario que otras instituciones apoltronadas en su propia importancia, parece empeñado en explorar las zonas más apartadas, menos transitadas y peor conocidas del arte de vanguardia del siglo XX. Tarea más que loable, no me cansaré en repetirlo, que para los que no pasamos de aficionados curiosos ya nos ha deparado grandes sorpresas y no menores enamoramientos estéticos.

jueves, 9 de febrero de 2017

El siglo de Europa (y III)

Otros historiadores adoptan el punto de vista opuesto al de la gran discontinuidad. destacando el hecho de que gran parte de los aspectos más característicos de nuestra época se originaron, en ocasiones de forma totalmente súbita, en los decenios anteriores a 1914. Buscan esas raíces y anticipaciones de nuestra época, que son evidentes. En la política, los partidos socialistas, que ocupan los gobiernos o son la primera fuerza de oposición en casi todos los estados de la Europa occidental, son producto del período que se extiende entre 1875 y 1914, al igual que una rama de la familia socialista, los partidos comunistas, que gobiernan los regímenes de la Europa oriental.* Otro tanto ocurre respecto al sistema de elección de los gobiernos mediante elección democrática, respecto a los modernos partidos de masas y los sindicatos obreros organizados a nivel nacional, así como con la legislación social.
Bajo el nombre de modernismo, la vanguardia de ese período protagonizó la mayor parte de la elevada producción cultural del siglo xx. Incluso ahora, cuando algunas vanguardias u otras escuelas no aceptan ya esa tradición, todavía se definen utilizando los mismos términos de lo que rechazan {posmodernismo). Mientras tanto, la cultura de la vida cotidiana está dominada todavía por tres innovaciones que se produjeron en ese período: la industria de la publicidad en su forma moderna, los periódicos o revistas modernos de circulación masiva y (directamente o a través de la televisión) el cince Es cierto que la ciencia y la tecnología han recorrido un largo camino desde 1875-1914, pero en el campo científico existe una evidente continuidad entre a época de Planck. Einstein y el joven Niels Bohr y el momento actual. En cuanto a la tecnología, los automóviles de gasolina y los ingenios voladores que aparecieron por primera vez en la historia en el período que estudiamos, dominan todavía nuestros paisajes y ciudades. La comunicación telefónica y radiofónica inventada en ese período se ha perfeccionado, pero no ha sido superada. Es posible que los últimos decenios del siglo xx no encajen ya en el marco establecido antes de 1914, marco que, sin embargo, es válido todavía a efectos de orientación.

La Era del Capital, 1875-1914, Eric Hobsbawn

Si fuera historiador, creo que me alinearía del lado de esos otros historiadores que menciona Hobsbawn en la última entrega de su trilogía sobre el siglo XIX. Sé que es casi un dogma definir el siglo XIX como un siglo largo, que comenzaría en algún año de la década de 1780 y concluiría con el inicio de la Primera Guerra Mundial en el siglo XX. Sin embargo, excepto en lo que se refiere a la aparición del totalitarismo como categoría política  tras esa guerra y el comienzo de la era atómica a finales del siguiente conflicto mundial, soy de la opinión que las ideas que gobernaron el siglo XX tuvieron su origen en las décadas anteriores a 1894. En concreto, a partir de 1880 - 1900 como muy tarde - y con reprecusiones en todos los aspectos políticos, científicos, culturales y artísticos.

Unas fechas a las que deberíamos retrotraer el inicio del siglo XX, quedando 1914 (o 1917, si lo prefieren) como punto de no retorno de esa metamorfosis


martes, 3 de enero de 2017

Combatiendo espectros




 Acabo de ver mi segundo Adam Curtis, The Power of Nigthmares (El poder de las pesadillas, 2004), y mi primera impresión se confirma. Aunque son documentales de tesis, eminentemente políticos y polémicos, Curtis basa su información en hechos contrastables y verificables, sin caer jamás en la tentación de apelar a conspiraciones en la sombra por parte de organizaciones todopoderosas y de eficacia perfecta. De hecho, la tesis que desarrolla Curtis es que la historia de las últimas décadas ha venido determinada por dos movimientos políticos públicos y conocidos que han terminado creyéndose sus propias mentiras, mientras se potenciaban y reforzaban involuntariamente el uno al otro, a  pesar de ser oficialmente enemigos irreconciliables.

Estas dos movimientos son el neoconservadurismo estadodounidense y el islamismo radical, que a pesar de sus muchas diferencias comparten evidentes similitudes. La principal, considerar sus sociedades correspondientes, occidente y los países islámicos, como profundamente corrompidas por el laícismo y el liberalismo en las costumbres inherente a la modernidad, y necesitadas por tanto de una renovación espiritual que debe venir necesariamente por vía religiosa. Esta reforma, además, no puede realizarse de otra manera que mediante una contrarrevolución, más o menos pacífica según la sociedad, acompañada de medios militares o terroristas si no hay otro remedio, abriendo así una vía hacia la radicalización que exige asímismo la creación de un enemigo: las personas o regímenes que portan, apoyan y fomentan las ideas contrarias. 

Un enemigo que a lo largo de las últimas décadas ha podido ser común para ambos movimientos, la URSS en los 80, o verse en el otro durante los años 90 y especialmente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001