Ahora bien, pese a que la Brigada Político Social haya cambiado de nombre, lo cierto es que sus agentes han continuado sirviendo en las Fuerzas de Seguridad, y muchos de ellos se han reciclado en la lucha antiterrorista. De hecho, entre este personal, que no ha sido objeto de ninguna depuración, destacan algunas figuras emblemáticas, como el «superagente» Roberto Conesa, probablemente el más conocido. Conesa ingresó en la policía en 1939 y fue adquiriendo experiencia en la lucha contra las guerrillas republicanas de los maquis del Norte, convirtiéndose rápidamente en un especialista de los interrogatorios y de la obtención de confesiones por medio de la tortura -como bien recordarán los acusados del proceso de Burgos-. En los últimos años del franquismo, y transformado en un torturador de renombre, Conesa logrará auparse hasta la cima de la Brigada Política Social. En 1976, al suprimirse este último cuerpo, es nombrado jefe superior de la policía de Valencia. En enero de 1977, tras los desastrosos resultados que está obteniendo la policía en el caso Oriol, el nuevo director general de la Seguridad del Estado, Mariano Nicolás, exgobernador civil de Valencia, decide llamar a su antiguo jefe de policía. Éste regresa a Madrid, substituye al comisario encargado de la investigación, y en menos de dos semanas consigue resolver el asunto. Varios testigos referirán posteriormente el espanto que se apoderó de ellos al descubrir de pronto en primera plana de todos los medios el rostro del hombre que tanto sufrimiento les había infligido unos años antes. En marzo, Martín Villa le nombra director de la recién creada Brigada Antiterrorista, es decir, los GEOs. Le felicita además por su eficacia en el caso Oriol y lo condecora con la medalla de oro al merito policial. Conesa se pone al frente de la Comisaría general de Información, bajo la que se oculta la antigua Brigada Político Social. En el otoño de 1978, será enviado en misión especial al País Vasco, al frente de unos sesenta policías, con el fin de actualizar la información sobre ETA. Procede entonces a la detención de cerca de 180 personas pertenecientes a los círculos nacionalistas vascos, arrestando indiscriminadamente a los miembros activos y a los ya retirados de la organización e interrogando asímismo a sus familiares o a los militantes de otros partidos alejados de toda actividad terrorista. En 1979 sufre un infarto de miocardio y queda apartado de toda actividad laboral. Una vez alcanzada la edad de la jubilación, se retira definitivamente de la policía.
Sophie Baby, El mito de la transición pacífica.
En la entradas anteriores, les había hablado de como se ha creado un mito casi indestructible sobre una transición remanso de paz que en realidad no fue tal, sino con un grado de violencia similar al de la Italia coetánea, sumida en una sangrienta guerra sin cuartel entre terrorismo de izquierda y derechas. Asímismo, y en nuestro caso, la pervivencia en el recuerdo de ambas ramas del terrorismo ha tenido muy diferente suerte. Aun cuando ambos fueron casi igual de violentos, el de la derecha ha quedado casi olvidado, salvo hechos excepcionales como la matanza de Atocha; mientras que el de izquierda sigue siendo utilizado como arma arrojadiza en el combate político, producto de la larga trayectoria de ETA durante los 80 y 90. Sin embargo, hay un tercer tipo de violencia que ha desaparecido por completo de la memoria e incluso de la reflexión histórica: el ejercido por el propio estado.
No es de extrañar, ya que la existencia de esa violencia niega de pleno el mito de la transición pacífica e incluso su legitimidad. Si los poderes existentes usaron la fuerza, la violencia, la intimidación y el amedrentamiento contra su propia población, sus credenciales democráticas quedan claramente en entredicho. Por otra parte, documentar y probar esos hechos delictivos del estado es harto difícil. Algunos, como la guerra sucia contra el terrorismo ejemplificada no sólo por el GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) , sino por su posible predecesor, el nebuloso BVE (Batallón Vasco Español), pertenecen al ámbito de las operaciones secretas, cuya envergadura sólo suele salir a luz muchas décadas tras los hechos, tras la desclasificación de los archivos oficiales. Otros, como la tortura en las comisarías, suelen terminar siendo silenciadas por el miedo y la indefensión de sus víctimas, temerosas de volver a ser succionadas por ese torbellino del terror y el sufrimiento. No obstante, como bien hace Baby en el libro que vengo comentándoles, sí es posible realizar un estudio de esa violencia estatal, aunque sea fragmentario. Incluso es posible dividirlo en dos periodos, los separados por la disolución del TOP (Tribunal de Orden Público) franquista y su substitución por la Audiencia Nacional, el 4 de enero de 1977
No es de extrañar, ya que la existencia de esa violencia niega de pleno el mito de la transición pacífica e incluso su legitimidad. Si los poderes existentes usaron la fuerza, la violencia, la intimidación y el amedrentamiento contra su propia población, sus credenciales democráticas quedan claramente en entredicho. Por otra parte, documentar y probar esos hechos delictivos del estado es harto difícil. Algunos, como la guerra sucia contra el terrorismo ejemplificada no sólo por el GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) , sino por su posible predecesor, el nebuloso BVE (Batallón Vasco Español), pertenecen al ámbito de las operaciones secretas, cuya envergadura sólo suele salir a luz muchas décadas tras los hechos, tras la desclasificación de los archivos oficiales. Otros, como la tortura en las comisarías, suelen terminar siendo silenciadas por el miedo y la indefensión de sus víctimas, temerosas de volver a ser succionadas por ese torbellino del terror y el sufrimiento. No obstante, como bien hace Baby en el libro que vengo comentándoles, sí es posible realizar un estudio de esa violencia estatal, aunque sea fragmentario. Incluso es posible dividirlo en dos periodos, los separados por la disolución del TOP (Tribunal de Orden Público) franquista y su substitución por la Audiencia Nacional, el 4 de enero de 1977