En la pertinaz de la resistencia a asumir los resultados más atendibles de la investigación se confirma que lo que se haya en juego no es sólo ni principalmente la fisonomía de un galileo muerto en un pasado remoto, sino la de quienes, habiendo hecho de él el fulcro de sus creencias, lo veneran como modelo señor y divinidad. La fabricación de Jesús no ha sido nunca una operación desinteresada ni inocente: no lo fue en la etapa de su génesis, cuando resulto indispensable para que los seguidores de un visionario fracasado pudiesen preservar su autoestima y el sentido de sus vidas y evitar así convertirse en el hazmerreír de sus coetáneos, y no lo es en el presente, cuando la desvelación de la existencia de un hondo desfase entre la figura que la historia reconstruye y lo que la perspectiva emic proclama como su verdadera identidad pone en jaque la credibilidad de ésta, e induce a los turiferarios del mito a intentar afianzarlo a toda costa.
Fernando Bermejo Rubio. La invención de Jesús de Nazaret.
Voy a cerrar esta serie de entregas con tres breves anotaciones, ya que el tema de la historicidad de Jesús es tan amplio que precisaría de un blog entero para sólo rascar la superficie. Para que se hagan una idea, el libro de Bermejo rubio tiene 700 páginas sin bibliografía, mientras que otros estudiosos, como Bart D. Ehrman, llevan decenios publicando tomitos de 300 páginas.
La primera consideración podría ser: ¿Por qué ese ánimo diseccionador? El descender a ese análisis tan profundo, casi palabra por palabra, podría llevar a pensar que hay cierta animosidad contra el mensaje crisitano, propia de descreídos. Sin embargo, ese rigor no es muy distinto del que se aplica a otros textos de la misma época, ya que el punto crucial es más una cuestión de enfoque: considerar al Nuevo Testamento como otro documento histórico más de la antigüedad. con los que comparte claras similitudes. Hay que tener siempre en cuenta que los métodos de los historiares antiguos eran muy distintos de los actuales, lo que nos obliga a tomar precauciones ante su contenido. Por ejemplo, no se solían indicar fuentes -aunque se pueden rastrear- y su uso era bastante creativo, ya que la historia se suponía una de las artes, con su propia musa. El historiador, por tanto, tenía que añadir elementos de sus cosecha, embellecer y dramatizar los hechos recibidos, de manera que quedasen de manifiesto sus habilidades literarias.