Der größte Literat Frankreichs ergreift das Wort später: Richelieu hat den Ausgang Wallenstein acht Seiten seines Erinnerungswerkes gewidmet. Seiten voller Kenntnis, Verständnis und nachdenklicher Sympathie: "... endlich gewinnt im Herzen des Kaisers der Verdacht die Oberhand. Es ist das Schicksal der Minister, dass ihre Autorität schwankt und nicht bis zu ihrem Tode zu dauern pflegt; sei es, dass die Könige müde werden eines Menschen, dem sie schon soviel einräumten, dass keine Geschenke mehr zu Verfügung steht, sei es, dass sie scheel auf jene blicken, die in solchem Grad sich verdient gemacht haben, dass ihnen alles und alles gebührt, was zu schenken noch übrigblieb". Das Unheil, dem Autor selber mit knapper Not entging; der Andere nicht, Es ist die Rede vom Neid der hohem Offiziere, vom Hass der Spanier und ihrem gewaltigen Einfluss in Wien. "Sie lassen alles, was er tut, in düsterem Licht erschienen; geschieht etwas Unwillkommenes, so ist er schuld daran; geschieht etwas Erfreuliches, so ist er so großartig nicht und hatte jedenfalls noch besser sein können, wenn er nur gewollt hatte". Als wäre Richelieu dabeigewesen, bei jenem tragische Gespräch zwischen Wallenstein und Trautmansdorf am 27. November 1633. Er versteht Wallensteins Niedergang mit dem Blick des in allem Menschlichen Erfahrenen; den Pilsener Schluss als einen Akt bloßer Notwehr, der Rebellion nicht bedeutet, den Verrat der Italiener. "Er hatte Piccolomini aus dem Nichts zu hohem militärischen Rnag erhoben, ihn überhäuft mit Gütern und Ehren; darum baute er auf ihn und irrte, denn nicht jene, der wir uns am generösesten verpflichtet haben, sind die Treuen, sonder die Edelgeborenen, die Männer von Ehren und Tugend"... über den Mord. "Sonderbar ist es und der Menschen Schwäche offenbarend, dass unter allen jenem, die ihm Dank schuldeten, in der Stadt nicht einer bereit war, seinen Tod zu rächen; jeder fand erkünstelte Gründe, seine Schnödigkeit oder Feigheit zu verschleiern... Walllensteins Tod bleibt ein ungeheures Beispiel, sei es für die Undankbarkeit des Dienenden, sei es für die Grausamkeit des Herrn, denn in seinem an Gefährlichem Zwischenfällen so reichen Leben fand der Kaiser keinen Zweiten, dessen hilfreiche Dienste auch nur von ferne an die ihm von Wallenstein geleisteten herangekommen wären"
Golo Mann, Wallenstein
El gran literato de Francia tomó la palabra más tarde. Richelieu dedicó al mutis de Wallenstein ocho páginas de sus memorias. Páginas llenas de sabiduría, comprensión y meditada simpatía: "... al final la sospecha cobró ventaja en el corazón del emperador. Es el destino de un ministro que su autoridad vacile y que no dure hasta su muerte; ya sea porque los reyes se cansen de un hombre, que tanto les les ha ahorrado y para el que ya no quedan favores que otorgarle; ya sea porque contemplen celosos a aquel que tan acreedor se ha hecho de ser recompensado, al que tanto ha contribuido a que se le colme aún más de honores." El infortunio, al que el autor mismo en la dura necesidad supo substraerse, mas el otro no, fue la la envidia de los altos mandos, el odio de los españoles y su poderosa influencia en Viena. "Todo lo que hizo, lo iluminaron con una luz descarnada. Si sucedía una desgracia, tenía la culpa, si sucedía algo favorable, no era tan magnífico y podía haber sido incluso mejor, si él lo hubiese consentido". Como si el propio Richelieu hubiera estado presente en aquella conversación trágica entre Wallenstein y Trautmansdorf del 27 de noviembre de 1633. Comprendía la caída de Wallenstein con la mirada de quién tiene experiencia en todo lo humano. La declaración de Pilsen era un acto de simple defensa, que no implicaba una rebelión. Sobre la traición de los italianos: "Él había elevado a Piccolomini al más alto rango militar, lo había abrumado con bienes y honores, construía sobre él y se equivocaba, porque no son fieles aquéllos con los que uno se ha empeñado con la mayor generosidad, sino los nacidos nobles, los hombres de virtud y honor...". Sobre el asesinato: "Es notable e indicativo de la debilidad humana, que nadie, en toda la ciudad, entre todos aquéllos que le debían gratitud, estuviese dispuesto a vengar su muerte. Todos encontraron elaboradas razones para velar su bajeza o cobardía... La muerte de Walllenstein es un ejemplo monstruoso, bien de la ingratitud de los subordinados, bien de la crueldad de los señores, porque en una vida tan rica en incidentes, como la del Emperador, nunca encontró otro que se acercase, ni de lejos, a lo que Wallenstein había llegado a conseguirles.
He querido copiar in extenso el epitafio que el cardenal Richeliu dedicó a Wallenstein en sus memorias porque ambos fueron enemigos mortales. Sólo un animal político de primera categoría como el gobernante francés, sabedor de los peligros que acarreaba el servicio de los reyes, podía juzgar con tanta claridad la trayectoria de su oponente alemán. Y además hacerlo sin animosidad, incluso con simpatía.
Pero claro, a estas alturas se estarán preguntando ¿quién era Wallenstein? ¿Por qué un escritor como Golo Mann, hijo de Thomas Mann, le dedica una biografía de 1000 páginas? ¿Por qué su figura ha pasado a formar parte de la cultura alemana?