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domingo, 3 de noviembre de 2019

Todo acto es, en esencia, político

Jörg Immendorf, Para traer el orden a Alemania
Como viene siendo habitual, el MNCARS sigue obsequiándonos con sus exploraciones en el arte post-1945. Una época que es, a partes iguales, desconocida y despreciada por el público, ya que en ella se acabaron por demoler los últimos dogmas de la experiencia estética occidental: la belleza y el propio concepto de arte. Durante el periodo que media entre 1960 y 1990, se destruyó, asímismo, la propia modernidad de la que habían surgido esas conclusiones, para dar paso a la ambigua postmodernidad en la que nos hallamos sumidos. Una época que fue también de profunda crisis ideológica, cuando pareció que el sistema capitalista estaba dando sus últimas boqueadas para dejar paso a la utopia marxista, pero que llevó en realidad al resultado opuesto, el derrumbamiento del socialismo real y el triunfo de un neoliberalismo devorador y despiadado.

No es extraño que en esas tres décadas se produjera un resurgimiento del arte político, en forma de doble oposición. Primero, reivindicando un arte figurativo, inteligible para el espectador, que le llevase a la acción, permitiendo escapar del autismo y la impotencia política en que se había enclaustrado la abstracción triunfante. Segundo, adoptando formas de contestación -casi subversión- de clara raigambre anarquista, en conflicto y combate con otro tipo de arte político, el de los países comunistas, loa indisimulada de conquistas inexistentes. En ese contexto se desarrolla la obra de los dos artistas cuya trayectoria se esboza en sendas muestras del MNCARS: el alemán Jörg Immendorf y la frances Delphine Seirig.  

Dos personalidades a quienes que ya conocía, sin saberlo. Así que ya se pueden suponer mi doble (agradable) sorpresa

jueves, 3 de abril de 2014

Parangón



Hace ya unos años, en el 2005, la Fundación La Caixa - antes de comportarse como el banco que es y hacerse de pago - expuso en Madrid y Barcelona la colección completa de las Passions del videoartista Bill Viola. En aquel tiempo, mi encuentro con la obra de ese artista, hasta entonces completamente desconocido para mí, tuvo características de terremoto espiritual, de esas ocasiones únicas en que uno reaprende a mirar, para ya no olvidarse nunca más.

Suena exagerado. Lo es, pero la impresión que me causaron aquéllas pasiones fue más que duradera. Por desgracia, no quedaron huellas en este blog porque aún no había comenzado a escribirlo, así que mis impresiones se desvanecieron sin remedio. Por fortuna, uno de esos museos madrileños semidesconocidos, pero no por eso menos magnífico ha traído recientemente un puñado de aquellas pasiones, con el objetivo de realizar una comparación entre las obras de este artista y las que cuelgan en sus paredes. Y de paso, atraer a unos cuantos visitantes, en su mayoría admiradores de Bill Viola, cosa que nunca viene mal para hacer caja e impedir que algún recortador gubernamental celoso se plantee la necesidad de mantener abiertas esas polvorientas instituciones culturales.

martes, 31 de diciembre de 2013

Invisible Art/Sweet Revenge


Definition of Hypocrite, Guerrilla Girls
Los que sigan este blog sabrán de mi costumbre de calificar al MNCARS, bien como Sofidú o bien como "museo de arte contemporáneo sin colección de arte contemporáneo". Tengo que confesarles que actuando así he sido bastante injusto con una institución que visito con bastante regularidad, pero en mi descargo les diré que ambos (malos) chistes vienen de los tiempos del antiguo MEAC, el antecedor del MNCARS. El MEAC, o Museo Español de Arte Contemporáneo, fue creado en las últimas décadas de la dictadura franquista - en los años 60 - como un esfuerzo propagandístico de normalización, de europeízación, por parte de un régimen que aborrecía todo tipo de vanguardia y modernismo.

La colección, tal y como yo la conocí a principios de los ochenta, estaba situada en un bello edificio del extrarradio, difícil de encontrar si se era un turista, y era bastante pequeña, confusa, claramente reunida con precipitación, acumulando cualquier manifestación a la que se pudiera llamar contemporánea, sin tener mucho en cuenta su valor o importancia. Esa colección fue el núcleo de lo que ahora es el MNCARS y vendría a corresponderse, más o menos, con la segunda planta de su sede actual en la glorieta de Atocha, tras su traslado a principios de los noventa. Sin embargo, esa misma escasez de grandes nombres y la incongruencia de lo reunido resultó ser una gran virtud, ya que partiendo de esa base inexistente se pudo construir una nueva colección casi desde la nada, incluyendo todo tipo de manifestaciones - cine, música, video arte, instalaciones - que hubieran sido anatema incluso para los conservadores museísticos más avanzados de los años sesenta y que permiten que el visitante pueda conocer la historia invisible del arte - sea cual sea el significado de esa palabra - posterior a 1945.