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martes, 28 de diciembre de 2021

Albert Speer: His Battle with Truth (Su batalla con la verdad) Gitta Sereny (y II)

Cuando se analiza la noche del siete, tras el discurso de Hitler a los Gauleiter, es clara la diferencia de ambiente. Ni Below ni las esposas de los jerarcas estaban presentes. Los invitados, tanto para la cena de las nueve como pare el té de las 11:30, eran los ministros Speer y Rosenberg /(Territorios Ocupados del Este) Bormann y el oficial de enlace de Himmler, Karl Wolf, el Gauleiter Hanke (Silesia Superior), Sauckel (Trabajadores forzados), Hoffer (Inssbruck) y Rainer (Carintia). Todos los presentes esa noche lo habían estado también durante el discurso de Himmler. En ese círculo reducido, la charla estaba obligada a versar sobre las revelaciones de Himmler en Posen.

La realidad es que cuanto más intentaba Speer escabullirse de estos hechos embarazosos, era tanto más evidente que buscaba eludir con desperación el enfrentarse a la verdad. No hay modo alguno por el que Speer pudiera haberse quedado sin conocer el contenido del discurso de Himmler, con independencia de que estuviera presente en la reunión o no. Creo que ese fue el momento decisivo en su relación con Hitler, aunque llevó mucho tiempo llegar a una ruptura -si en realidad la hubo.

Albert Speer: His Battle with Truth (Su batalla con la verdad) Gitta Sereny

En la primera parte de mi comentario sobre este libro de Gitta Sereny, recopilación de las múltiples entrevistas que mantuvo con Albert Speer, el todopoderoso ministro de armamentos nazi, en los años setenta, les señalaba como esta investigadora se había dado cuenta de que su entrevistado se protegía tras una espesa coraza protectora. Es visible ya en el proceso de Nüremberg, se consolida durante su cautiverio en la prisión de Spandau, y llega a su plenitud una vez liberado a finales de los sesenta, cuando se presenta al público con la atractiva imagen de nazi arrepentido. Devino así una estrella mediática, a la que una y otra vez se le invitaba a la televisión para que narrase en qué había consistido ese régimen y a qué abismos criminales había descendido, aunque Speer negaba todo conocimiento del Holocausto hasta después de haber sido apresado por los aliados. Según su versión, a pesar de su papel central en los últimos años del conflicto,  no habría pasado de ser un mero tecnócrata a cargo de multiplicar las cifras de producción. Esa tarea tan absorbente le habría vuelto ciego a todo lo que no fueran tiempos de producción. disponibilidad de materias primas y necesidades de material militar.

En su testimonio, sin embargo, existían varios puntos débiles. El primero es que, durante largo tiempo, había sido miembro del círculo íntimo de Hitler. Y no un cualquiera, sino alguien que se había ganado la confianza del dictador y a quien éste consideraba su amigo -con muchas reservas y muchas comillas, puesto que Hitler siempre había sido eso que los ingleses llaman un "loner", un solitario incapaz de relaciones personales plenas-. Un aspecto de su personalidad, curiosamente, en el que era muy parecido a Speer, quien nunca llegó a tener relaciones de sincero afecto con nadie, ni siquiera con su esposa, sus padres o sus hijos. Los razones para ese lugar especial, como ya les apunté, radican en que Speer era un arquitecto, es decir, un artista. Consideración social que la vida le había negado a Hitler, por lo que éste veía a Speer como un alter ego, capaz de plasmar en realidades sus sueños estéticos.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Albert Speer: His Battle with Truth (Su batalla con la verdad) Gitta Sereny (yI)

La verdad, como suele ocurrir, es al tiempo más simple y más sutil. En su apariencia y en su habla, el joven Speer, alto y apuesto, probablemente se acercaba mucho al ideal germano soñado por Hitler. Miembro de una familia de alcurnia, con el aura de las clases altas, pero, al tiempo, de una modestia sin tacha y de compostura contenida (<<siempre permanecía callado, compuesto, sin decir una palabra más alta que la otra>> recordaba Annemarie Kempf), Speer era la encarnación de aquel estrato social que el joven Hitler, miembro de la clase media baja, había admirado desde la lejanía. Además, el brío que Hitler percibió en él desde muy pronto respondía en muchos aspectos al suyo propio. Por añadidura, el hecho de que su profesión fuera la arquitectura ofrecía a la perfección, en palabras de Mitscherlich <<el medio a través del que ambos (con los mismos problemas para comunicar sus sentimientos) podían conectar. 

Albert Speer: His Battle with Truth (Su batalla con la verdad) Gitta Sereny

En la entrada anterior,  les había comentado brevemente otro libro de Gitta Sereny: el excepcional Into that darkness (Desde aquella obscuridad). En esa obra se compilan las largas conversaciones que esa periodista tuvo en la cárcel con Franz Stangl, condenado a cadena perpetua en 1970 por haber sido el comandante del campo de exterminio de Treblinka. Allí, se asesinó a más de 900.000 judíos, de los tres que vivían en Polonia, en menos de dos años: de 1942 a 1943. Un tema en donde, como ya les conté, Sereny no podía adoptar una postura neutral, equidistante, sino que por fuerza tenía que mostrarse militante.  Así lo dictaba no sólo su origen judío, sino su pasado primero como resistente antinazi y luego como funcionaria aliada a cargo de la repatriación de los deportados por el Nazismo. Por esas razones, Into that darkness adoptaba forma de debate, de diálogo polémico, ya que las declaraciones de Stangle no se presentaban aisladas de todo contexto, sino que se se corregían, incluso refutaban, con las de otros criminales nazis y las de los supervivientes judíos.

No sería el único libro de Sereny sobre el periodo nazi. En Albert Speer: His Battle with Truth volvió la vista hacia ese jerarca nazi, una personalidad de importancia crucial en el último periodo del conflicto. En su calidad de Ministro de Armamentos y Producción bélica, consiguió elevar la producción nazi a niveles insospechados- varias veces por encima de los niveles de los primeros años de guerra-, aun cuando las materias primas -y el material humano- eran cada vez  más escasos, al tiempo que las ciudades alemanas eran machacadas sin piedad por los bombarderos alemanes.  Sereny pudo entrevistarlo durante multitud de ocasiones durante la década de los setenta y devino casi su confidente, acabando por escribir un libro de gran extensión: más de 700 páginas. Esa longitud -el dedicado a Stangl apenas superaba las 300- sirve de medida de la relación de amor-odio que Sereny sintió por Albert Speer. Fascinación a regañadientes que fue compartida por buena parte del público occidental de los años setenta, ya que por aquel entonces Speer se convirtió en una suerte de estrella mediática: invitado por los medios una y otra vez, como testigo de excepción, cuando era necesario indagar en la naturaleza criminal del régimen nazi y de su principal dirigente: Adolf Hitler.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Into that darkness (Desde aquella obscuridad), Gitta Sereny

Gitta Sereny: Pero esta vez sabia Ud. dónde le estaban enviado; conocía lo que estaba ocurriendo en Treblinka y que era el mayor de los campos de exterminio. Era la oportunidad, al fín se enfrentaba a ella, cara a cara. ¿Por qué no dijo, allí y entonces, que no podía continuar con ese trabajo?

Fritz Stangl (Comandante del campo de exterminio de Treblinka): ¿No lo ve? Me tenían donde querían. No tenía idea de dónde estaba mi familia. ¿Los había sacado Michel? ¿O quizás los habían retenido? ¿Los habían tomado como rehenes? E incluso si estaban libres, la alternativa no había cambiado: Prohaska (antiguo superior de Stangl) continuaba en Linz. ¿Se imagina lo que podía haber ocurrido si hubiera vuelto en esas circunstancias? No, no tenía salida: era un prisionero.

Gitta Sereny: Pero aun así, aun cuando se admita que estaba en peligro, ¿no era cualquier cosa preferible que continuar con ese trabajo en Polonia?

Fritz Stangl: Sí, así se ve ahora, es lo que se dice ahora, ¿pero entonces?

Gitta Sereny: Bueno, de hecho, ahora sabemos que no se ejecutaba de forma automática a los hombres que pedían ser relevados de este tipo de servicio, ¿verdad. Ud. mismo sabía eso entonces, ¿cierto?

Fritz Stangl: Sabía que podía ocurrir que no fusilasen a alguien, pero también sabía que era más frecuente que lo hiciesen o que lo enviasen a un campo de concentración. ¿Cómo podía saber qué suerte me tocaría?

Esta línea de pensamiento, por supuesto, enhebra toda la narración de Stangl. Es la cuestión esencial ante la que, una y otra vez, me reprimí de preguntar cuando le entrevistaba. Cuando hable con él desconocía, y aún lo desconozco, cuál es el momento preciso en que una persona puede tomar, en lugar de otro, la decisión de que esa persona debe arrostrar la muerte.

Into that darkness (Desde aquella obscuridad), Gitta Sereny 

Into that darkness (publicado en español como Desde aquella obscuridad) es el relato de una ocasión única. A principios de los años setenta, la periodista Gitta Sereny pudo entrevistar en profundidad a Fritz Stangl,  antiguo comandante del campo de exterminio nazi de Treblinka. De esas largas sesiones surgió el libro que ahora les comento, en donde Sereny trazaba la trayectoria biográfica entera, desde su nacimiento a su prisión en Alemania, de este miembro de las SS, responsable directo, en su calidad de máxima autoridad de ese campo, de más de 900 mil muertes. Treblinka, bajo su mando, se convirtió el centro principal de la llamada operación Reinhardt: el exterminio de los tres millones de judíos polacos, llevado a cabo durante 1942 y 1943.

domingo, 13 de junio de 2021

Sólo una matanza sin sentido (yV)

Es como una respiración queda, un bisbiseo, un susurro leve. Una rama cruje. La hoja de un abedul cae dando vueltas. Un gran pájaro vuela entre las copas. Una ardilla trepa por el trono de un pino. Y de repente &laquo;oigo&raquo; la mirada de los centinelas enemigos, que están ahí delante, a doscientos metros. laquo;Oigo&raquo; que me miran. Contengo la respiración. A nuestra derecha se oye un grito prolongado, un grito convulso, doloroso, un grito prolongado que parece una carcajada. Es casi una carcajada, dura, sardónica. Parece el grito de una ardilla. Y en seguida una ráfaga de metralleta interrumpe la carcajada. Las balas nos pasan silbando por encima de la cabeza. (Alguien camina por la nieve, ahí delate: Se oyen ramas que crujen, una respiración jadeante). Después se oye el silencio

Curzio Malaparte. El Volga nace en Europa

Ya les he relatado, en entradas anteriores, la extraña evolución política de Curzio Malaparte. De fascista de primera hora, participante en la Marcha sobre Roma que llevó a Mussolini al poder, a simpatizante comunista durante la postguerra del segundo conflicto mundial: sin olvidar, entre medias, un largo periodo de opositor al régimen fascista italiano, con continuos destierros y temporadas en prisión. Si no acabó siendo enviado a un campo de concentración -o directamente ejecutado- fue gracias a sus contactos en las elites italianas -que velaron por destinarle a lugares donde no sus accione no molestara demasiado- junto con su suerte en encontrarse en lado apropiado en el momento oportuno -como cuando la rendición italiana de 1943 le pilló en Nápoles, a punto de ser ocupada por los aliados y no en los territorios de la infame República Social Italiana-.

Entre esas casualidades afortunadas se cuenta su destino al frente ruso, como corresponsal de guerra, al comienzo de la operación Barbarroja, en junio de 1941. Lejos de Italia, reducido su contacto con la patria a las crónicas que enviaba, sus posibles roces con las autoridades quedaban muy reducidos. A pesar de encontrarse en zona de combate, su seguridad personal parecía hallarse garantizada. Aun así, en septiembre de 1941, las autoridades militares alemanas solicitaron que se le apartase del frente de Ucrania, descontentos con el tono de sus reportajes. Su nuevo destino fue una región secundaria en el transcurso del conflicto: Finlandia, donde las operaciones habían quedado estancadas a los pocos meses de guerra. Tanto por voluntad de los propios finlandeses -interesados sólo en recuperar los territorios perdidos en la guerra de invierno de 1940- como la incapacidad alemana para superar la resistencia soviética en un territorio, Laponia, donde el clima y el paisaje eran enemigos tan peligrosos como el oponente.

El Volga nace en Europa es una recopilación de los artículos que Malaparte escribió desde Ucrania y Finlandia. Como pueden imaginar, tienen una relación directa con lo que relató en Kaputt. Tanto porque esa novela fue escrita -en secreto y con grandes precauciones- en paralelo a los artículos, como por constituir una elaboración -sin censuras ni circunloquios- de lo que en ellos se narraba. Se esperaría un Kaputt en borrador, con su misma sinceridad descarnada, lo que justificaría el veto de las autoridades alemanas a la actividad periodística de Malaparte. Sin embargo, comparados con la novela, parecen bastante comedidos, cuando no timoratos. Una lectura superficial no descubre motivo alguno que justifique la ira de los militares nazis, ni el destierro de Malaparte a un lugar perdido como la Laponia finlandesa. ¿Qué había ocurrido en realidad?

domingo, 16 de mayo de 2021

Sólo una matanza sin sentido (y IV)

Sin embargo, después de la liberación, los hombres tuvieron que luchar para vivir. Luchar para vivir es algo humillante, horrible, una necesidad vergonzosa. Nada más que para vivir. Nada más que para salvar la piel. No se trata ya de la lucha contra la esclavitud, la lucha por la libertad, por la dignidad humana, por el honor. Es la lucha contra el hambre. Es la lucha por un pedazo de pan, por un poco de lumbre, por un trapo con el que tapar a los niños, por un poco de paja para tenderse. Cuando los hombres luchan para vivir, todo, hasta un frasco de vacío, una colilla, una piel de naranja, una corteza de pan seco recogida entre la basura, un hueso descarnado, todo tiene para ellos un valor enorme, decisivo. Los hombres se vuelven capaces de cualquier bajeza con tal de vivir, de cualquier infamia, de cualquier delito, todo con tal de vivir. Por un mendrugo de pan cualquiera de nosotros sería capaz de vender a su madre, a sus hijas, de deshonrar a su propia madre, de vender a hermanos y amigos, de prostituirse con otro hombre. Estaríamos dispuestos a arrodillarnos, a arrastrarnos por el suelo, a lamer los zapatos de quien pudiera saciar nuestra hambre, a doblegar la espalda bajo el látigo, a secarnos sonriendo la mejilla manchada de esputos; y todo ello con una sonrisa humilde, dulce, y una mirada cargada de una esperanza famélica, bestial, una esperanza maravillosa.

Curzio Malaparte, La piel

Ya les había señalado la profunda impresión que me causó la lectura de Kaputt, la novela de Curzio Malaparte sobre el frente del Este en la Segunda Guerra Mundial. Al contrario que la mayoría de la literatura bélica -y la filmografía asociada-, la narración no se centra en las operaciones en el frente o las experiencias de los soldados. Como periodista, Malaparte escribe desde la retaguardia, más o menos cercana a los combates, pero siempre alejada del campo de batalla. Cuando el periodista/escritor llega,  todo ha terminado. Su testimonio se reduce a describir las consecuencias, las huellas y cicatrices que han dejado. 

Aún así, si Malaparte se limitase a levantar acta, sus novelas no tendrían el impacto demoledor que provocan en el lector. Lo esencial, y distintivo de su literatura bélica, es como la crueldad y el horror de las operaciones se filtran desde el frente a la retaguardia, alcanzando los lugares más recónditos e imbuyendo todas las acciones humanas de un horror inconcebible: el que acompaña a la matanza legalizada. Esa descomposición irreversible del orden civil, esa desaparición de todo sentimiento de humanidad, que posibilita y justifica cualquier atrocidad, son descritas por Malaparte con técnicas cercanas al surrealismo. La realidad ha dejado de ser racional, de permitir su compresión, una ininteligibilidad que desbarata y derrumba internamente a quienes han sobrevivido a los horrores del frente.

jueves, 1 de abril de 2021

Sólo una matanza sin sentido (y III)

 En realidad, el espíritu de Hitler es un espíritu profundamente femenino; su inteligencia, sus ambiciones, su voluntad misma no tienen nada de viril. Es un hombre débil que se refugia en la brutalidad para ocultar su falta de energía, sus sorprendentes flaquezas, su egoísmo mórbido, su orgullo sin recursos. Algo que tienen todos los dictadores, uno de sus rasgos característicos en su modo de concebir las relaciones entre hombres y acontecimientos es la envidia: la dictadura no es sólo una forma de gobierno, es la forma más completa de la envidia, tanto en lo político, como en lo moral y lo intelectual. Como todos los dictadores, Hitler se deja guiar más por sus pasiones que por sus ideas. Sus relaciones con sus antiguos partidarios, esas tropas de asalto que lo han seguido desde el primer momento, que le han permanecido fieles en las desgracia, que han compartido con él humillaciones, peligros, cárcel y que han contribuido a su gloria y a su poder, no puede explicarse más que por un sentimiento del que únicamente se extrañarán los que ignoran la naturaleza especial de los dictadores, su psicología violenta y tímida. Hitler siente envidia de los que le han ayudado a convertirse ne una figura de primera línea en la vida política alemana. Teme su orgullo, su energía, su espíritu combativo, esa voluntad valerosa y desinteresada que hace de las tropas de asalto hitlerianas un peligroso instrumento para la conquista del estado.

Curzio Malaparte, Técnicas de golpe de estado.

En la trayectoria política de Malaparte, este libro tiene una importancia capital. Publicado en 1931, sus comentarios despectivos contra Adolf Hitler, futuro dictador de Alemania -e indirectamente contra el propio Musolini- le granjearon la inquina perpetua del partido Nazi. Cuando se hicieron con el poder, cada viaje de los jerarcas alemanes a Italia acarreaba arrestos carcelarios para Malaparte, que poco a poco se fueron haciendo cada vez más largos, culminando con destierros. Como resultado, la decepción de Malaparte con el rumbo del fascismo mussoliniano se transformó en oposición abierta. Tras la rendición italiana en 1943, Malaparte se pasaría al bando aliado para luego, en la postguerra, militar en las filas comunistas. Curiosa evolución para quien había sido un fascista convencido, de los primeros en unirse al movimiento, e intelectual mimado por el régimen de Mussolini.

Técnicas de golpe de estado se ha visto rodeado de una aureola de libro antifascista que tiene bastante de falsa. Es cierto que hay un ataque directo contra Hitler, pero es más bien contra los métodos que estaba utilizando en su toma del poder: electorales y parlamentarios, a largo plazo, frente a las técnicas relámpago que habían encumbrado a Mussolini. Malaparte se embarca así en un estudio de la formas violentas de conquistar el poder de forma, pero no mediante una revolución, sino mediante un golpe de estado. ¿La diferencia? La revolución implica masas, es decir, un levantamiento popular que triunfa sobre el poder del estado por la fuerza del número, al abrumar a las fuerzas represivas. El golpe de estado, por el contrario, es obra de una minoría, que consigue tomar los centros neurálgicos del poder, para poder así paralizar al estado y doblegarlo a su voluntad.

jueves, 25 de marzo de 2021

Solo una matanza sin sentido (II)

 Y de pronto vuelve a mi memoria aquéllo que he oído narrar desde que llegué a Laponia, aquéllo de lo que todos hablan en voz queda, como si fuera algo misteriosos (y sin duda lo es), aquéllo de lo que está prohibido hablar; vuelve a mi memoria aquéllo que he oído hablar desde que llegué a Laponia acerca de unos jóvenes soldados alemanes, unos Alpenjäger del general Dietl, que se ahorcan de los árboles en lo profundo de los bosques o que pasan días sentados a orillas de un lago contemplando el horizonte para después dispararse en la sien, o que, impelidos por una prodigiosa locura, casi una fantasía amorosa, deambulan por los bosques como animales salvajes y se arrojan a las aguas inmóviles de los lagos, o se echan a esperar la muerte sobre los lechos de líquenes al pie de los árboles agitados por el viente, y se dejan morir con dulzura en la soledad fría y abstracta del bosque.

Curzio Malaparte, Kaputt

En  la entrada anterior, les había esbozado la compleja trayectoria política y biográfica de Cuzio Malaparte, desde su militancia fascista de los años veinte a su comunismo de los años cincuenta. Sin embargo, no les había explicado aún de qué va su novela Kaputt, ni por qué ha supuesto una descubrimiento para mí. Digamos, de manera muy breve, que es la mejor novela sobre la Segunda Guerra Mundial que he leído, con el permiso de Los desnudos y los muertos de Norman Mailer. Aún más, lo que cuenta y el modo en que lo cuenta invalidan cualquier aproximación anterior, ya sea en literatura o en cine. Tras Kaputt, no es posible ver de la misma manera esos productos, en especial los hollywodenses, que de repente se tornan vacuos, vehículos de un patriotismo huero que fue, precisamente, una de las causas de esta segunda conflagración mundial.

Las razones de esta originalidad son múltiples. En primer lugar, Kaputt es producto de un hombre que ya estaba desengañado y que observa el conflicto sin muchas esperanzas. No se trata, por tanto, de un relato de descubrimiento, de toma de consciencia, sino de una constatación de hechos ya conocidos, como mucho sospechados. En segundo lugar, la posición de Malaparte no es la de un soldado de primera línea, sino la de quien en su condición de corresponsal, se mueve por la retaguardia y llega, como mucho a las inmediaciones del frente. No hay lugar, en su novela, para las heroicidades o las hazañas bélicas, pero sí para los efectos deletéreos de la guerra sobre la población civil o sus resultas  sobre quienes han dejado, temporalmente, de ser soldados: prisioneros, personal de retaguardia, militares de permiso o en retirada.

sábado, 20 de marzo de 2021

Sólo una matanza sin sentido (I)

 -Yo ya he perdido la costumbre de actuar -respondí-. Soy italiano. Después de veinte años de esclavitud, los italianos ya no sabemos actuar, ya no sabemos asumir responsabilidades. Como al resto de italianos, a mí también me han roto el espinazo. En estos veinte años hemos dedicado todas nuestras energías a sobrevivir. Ya no servimos para nada. Sólo sabemos aplaudir. ¿Quieren que vaya a aplaudir ante el general Von Schobert y el coronel Luppo? Si quieren, puedo ir hasta Bucarest para aplaudir al mariscal Antonescu, al Perro Rojo, si eso les va a ayudar. Más no puedo hacer. ¿O es que quieren que me sacrifique por Ustedes inútilmente? ¿Quieren que me sacrifique en plena plaza Unirii para defender a los judíos de Iasi? Si pudiera, me habría sacrificado en una plaza de Italia para defender a los italianos, Ni nos atrevemos a actuar, ni sabemos cómo hacerlo, ésa es la verdad -concluí girando la cabeza para ocultar el rubor de mi rostro.

Curzio Malaparte, Kaputt

El nombre de Malaparte pertenece, de siempre, a mis referencias literarias, a pesar de no haber leído, hasta ahora, ninguna de sus novelas. En mis primeras lecturas sobre la Segunda Guerra Mundial, una historia del conflicto con claro enfoque italiano, su nombre aparecía una y otra vez, siempre con las mejores referencias. No ha sido hasta el 2020 cuando al fin me he atrevido con  su obra, al leer en un suplemento cultural que se iba a publicar una nueva traducción de su novela Kaputt, partiendo base la versión más o menos definitiva, restaurada y corregida, del texto. La experiencia no ha podido ser mejor: ha sido otro de mis descubrimientos deslumbrantes del año pasado, con los que he podido sobrevivir a la locura de la pandemia. El impacto ha sido de tal magnitud que empecé a comprarme libros de Malaparte, en especial aquéllas inspiradas por otra locura, esta vez humana: la Segunda Guerra Mundial y el holocausto.

Malaparte es uno de esos escritores que no se pueden entender disociados de su biografía -en realidad obra y vida no se pueden separar en ningún caso, algún día les contaré mi opinión-. Sus dos obras mayores, Kaputt y La piel, se pretenden diarios novelados de las experiencias del escritor durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, Kaputt es una extensión/releboración de las crónicas periodísticas que el escritor enviaba desde el frente: Ucrania en el verano de 1941, Finlandia en el invierno de 1942-43, recopiladas luego en El Volga nace en Europa. Sin embargo, esta imbricación literatura-vivencias no se detiene ahí: para entender lo que nos cuenta Malaparte en esa novela, así como su rabia, radicalidad e hipérbole, es crucial entender la evolución política del escritor.

sábado, 6 de marzo de 2021

El ocaso de los dioses

Desde el otoño de 1944, la Wehrmacht se sume en un creciente caos administrativo. Uno de los efectos de esta pérdida de eficiencia es que los mandos ignoran el el nivel real de las bajas sufridas durante los últimos meses de conflicto. Durante largo tiempo, tras la guerra, los historiadores las han calculado alrededor de 3 ó 4 millones de soldados alemanes muertos durante la Segunda Guerra Mundial.  Diferentes análisis de historiadores, en primer lugar el de Rudiger Overmans, han establecido finalmente una cifra total de 5,4 millones, de los que 4 millones corresponden al Frente del Este. Otro descubrimiento es que más de un cuarto de esos muertos en combate -1,4 millones- lo fueron entre el 1 de enero de 1945 y el el 9 de mayo de ese año. Los meses de enero, febrero, marzo y abril de 1945 fueron, con diferencia, los más sangrientos de la guerra para Alemania. Enero tiene el record absoluto con 451.742 muertos, de los que dos tercios lo fueron frente al Ejército Rojo. Cada día de ese mes, cinco regimientos fueron exterminados y, contando heridos y prisioneros, de tres a cuatro divisiones fueron borradas de los efectivos de combate. Febrero, marzo y abril acumulan más de 300.000 muertos. ¡Durante los cuatro primeros meses de 1945, mueren tantos soldados alemanes como en los cuatro primeros años de guerra, e igual que entre 1914 y 1916! La calidad de las unidades no tiene nada que ver con la de años anteriores. Los oficiales, en número insuficiente, no tienen la experiencia necesaria. Los soldados, demasiado jóvenes, demasiado viejos, presentan una mala condición física y no han recibido más que una instrucción sumaria. Caen como moscas al primer encuentro. La mayor parte de las unidades no alcanzan la cifra de efectivos prevista en los regflamentos, ni la mitad de vehículos necesarios, sin casi combustible para ponerlos en marcas. Las comunicaciones se han hundido a un nivel que se ha vuelto al tiempo de los correos y, en caso del teléfono, los mandos deben limitar a dos o tres minutos cualquier llamada. El apoyo artillero está bajo mínimos, en especial por falta de municiones, mientras que la aviación es inexistente. En esta condiciones materiales tan desfavorables, el precio de resistir equivale a pérdidas catastróficas.

Jean Lopez. Los cien últimos días de Hitler.

Ya les he indicado, en entradas anteriores, que uno de mis descubrimientos de este tiempo de confinamiento han sido los libros del historiador francés Jean Lopez sobre la Segunda Guerra Mundial. Me están sirviendo para ponerme al día ,así como para despejar muchos mitos que aún conservaba en mi memoria como verdad incontestable. No es tanto el caso de este  Los cien últimos días de Hitler, pero sí se trata de un periodo del conflicto que me obsesiona: en él, la locura nazi llegó a su paroxismo. La guerra sin cruel, despiadada y sin cuartel que Alemania había librado contra el resto de Europa se volvió contra ellos. Los alemanes sufrieron atrocidades similares a las que habían infligido -aunque sin llegar al genocidio- mientras que el propio Hitler comenzó a considerar la posibilidad de un suicidio de la nación: ya que Alemania no se había mostrado a la altura de la misión que la providencia le había asignado, no merecía sobrevivir a la destrucción del movimiento nazi.

Puede parecer exagerado en esa formulación, pero hay que tener en cuenta que al principio de esos cien días se produce el último punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial. A mediados de enero de 1945, la ofensiva alemana de las Ardenas ha fracasado por completo. Los aliados han recuperado el terreno perdido a finales de diciembre de 1944, derrotando a los alemanes, pero el impacto no se limita a un mero ajuste de los frente: los alemanes han malgastado las últimas reservas humanas, materiales y de combustible que tenían. Cualquier ofensiva aliada, desde ese momento, puede ser contenida durante unos pocos días, pero derivará con rapidez en la ruptura del frente y su hundimiento. Eso, precisamente, es lo que ocurre por esas mismas fechas en el frente del este. El ataque de tres frentes soviéticos, comandados por los mariscales Zukov, Koniev y Rokossovski, lleva, en un par de semanas, a que los combates pasen del río Vístula al Oder, apenas a cien kilómetros de Berlín. Polonia ha sido liberada por completo, mientras que importantes regiones alemanas -Prusia Oriental, Silesia y Pomerania- caen en manos de los soviéticos.

martes, 9 de febrero de 2021

El infierno en la tierra (IV)

Las debilidades -bien conocidas- de la red de carreteras, la sobrecarga, la indisciplina generalizada, las destrucciones soviéticas tuvieron más efecto que las inclemencias del tiempo . Por otra parte, no se puede negar que ellas han agravado la situación, en especial en los vados y las zonas pantanosas. La acción acumulada de todos los factores provocó un embotellamiento gigantesco en todas las rutas de un área del tamaño del Benelux, que multiplicó por tres, cinco o diez el tiempo necesario para los desplazamientos. El general Heinrici escribió a su mujer que un camión necesitaba, en el mejor de los casos, &laquo;treinta y seis horas para recorrer treinta y cinco horas. A veces se escucha eso no es posible. Y, sin embargo, hay que hacerlo, aunque sea lentamente &raquo;... El barro tiene poco que ver con esa situación de penuria. A partir del diez-doce de octubre, la Wehrmacht pierde poco a poco sus principales bazas: la potencia de fuego, la colaboración entre armas y la movilidad. Los Junker 52 arrojan lo que pueden sobre las puntas de lanza motorizadas, pero la mala visibilidad disminuye el número de vuelos. Se necesitan 220m3 de gasolina para que una división panzer avance sesenta kilómetros, lo que requiere cien trimotores, es decir, la mitad de la flota disponible. Las provisiones no llegan ya. Hay que vivir del país, forrajear como en tiempos Napoleón... y condenar a muerte a las familias campesinas, desprovistas de todo.

Jean Lopez/Lasha Otkhemezuri. Barbarrosa, 1941, La guerra absoluta.

En la entrada anterior, les había indicado como los ejércitos nazis habían detenido su avance en agosto de 1941, tras los fulgurantes éxitos iniciales.  El alto mando soviético, equivocando su análisis de la situación, había creído que sus esfuerzos por detener a las divisiones acorazadas alemanas habían tenido éxito. Sin embargo, en realidad se trataba de una pausa táctica, para descansar y reorganizar las tropas con vistas a un segundo salto, que se pensaba ya definitivo. Éste habría de realizarse en dos etapas: la primera, en septiembre, un ataque hacia el sur para embolsar a las tropas soviéticas en torno a Kiev, abriendo así las puertas de Ucrania; la segunda, en octubre, un ataque frontal en dirección a Moscú, tras cuya captura terminaría la guerra, probablemente antes de Noviembre.

Los dos ataques fueron un desastre para las tropas soviéticas peor que las derrotas de julio, En Kiev, los alemanes capturaron unos seiscientos mil prisioneros; la misma cantidad que, un mes más tarde, en la doble bolsa de Viasma-Briansk. A finales de octubre ya no quedaban tropas de importancia entre los alemanes y Moscú, donde cundió el pánico. Ante la huida precipitada de miles de funcionarios del partido, la ciudad permaneció varios días en un caos prerrevolucionario, hasta que las autoridades soviéticas consiguieron recuperar el orden. Contra todo pronóstico, el ejército nazi no había continuado su avance, que sólo sería retomado a mediados de noviembre. ¿Por qué?

sábado, 6 de febrero de 2021

El infierno en la tierra (y III)

 El 29 de junio, muy agitado, - nos dice Zukov- Stalin &laquo;se dirigió dos veces al comisariado popular de la defensa y a la Stavka del alto mando. las dos veces, su reacción ante la situación de la dirección estratégica fue violenta&raquo;. El futuro mariscal no precisa que el Vojd le había agredido verbalmente, reprochándole ser &laquo;impotente&raquo; y &ñlquo; de no representar a nadie ni mandar en nada&raquo;. Como de costumbre, Stalin buscaba un responsable de un desastre que no quería asumir. Lo encontró en la persona del comandante del Frente del Oeste, Dimitri Pavlov. De pasada, liquidaba así una antigua cuenta con el hombre que se había atrevido a criticar las purgas de 1937, durante las reuniones mantenidas tras la guerra de Finlandia. Quizás, en ensañándose con Pavlov, uno de los cinco generales más capaces del Ejército Rojo, enviaba una mensaje de advertencia a los cuadros militares de mayor rango y más condecorados.

Jean Lopez/Lasha Otkhemezuri. Barbarrosa, 1941, La guerra absoluta.

miércoles, 3 de febrero de 2021

El infierno en la tierra (y II)

Lo más sorprendente de este ramillete de predicciones falsas es que parte de premisas a menudo ciertas. Sí, la oficialidad del Ejército Rojo es, en 1941, inferior a su adversario, pero puede aprender, y deprisa. Sí, la economía soviética es frágil y mal dirigida, pero sabe producir de modo masivo, improvisar, movilizarse en medio del caos que ella misma genera. Sí, los campesinos serán renuentes, a diferencia de 1812, a la hora de tomar las armas contra el invasor y más bien buscaran un acomodo; al menos mientras esperen ser tratados mejor por Hitler que por Stalin. Sí, a pesar del delirio racial y antibolchevique del Estado Mayor alemán, es patente el fracaso de los servicios de información y el análisis estratégico de Hitler,que pensaba que la Unión Soviética era una presa a merced del Tercer Reich. Habría que haber utilizado en su contra sus debilidades internas, como lo había hecho la Alemania de Guillermo II en 1917, utilizando la carta de Lenin. Pero no quiere ni oír la utilización del resentimiento nacional y social de ucranianos y báliticos, Esas fuerzas sólo las utilizará, durante las semanas siguientes a la invasión, para atizar los progroms y reclutar una policía nativa. En lo que se refiera a las &laquo; viejas tierras soviéticas&raquo;, es decir, &laquo; la antigua Moscovia&raquo;, ni se plante buscar apoyos allí. Dos días antes de la ruptura de hostilidades, Rosenberg, encargado desde el 20 de Abril de &laquo; la cuestión del espación de la Europa del este&raquo; martillea a su pequeño estado mayor: &laquo;no libramos u ahora una cruzada contra el Bolchevismo con el fin de salvar a los pobres rusos de ese bolchevismo, sino para desarrollar una política mundial alemana y dotar de seguridad el Reich&raquo;

Jean López, Lasha Otkhemezuri. Barbarroja; 1941, la guerra absoluta.

 En la entrada anterior, les señalaba como el ataque aleman del 22 de junio de 1941 contra la URSS, la operación Barbarroja, había sorprendido al Ejército Rojo en el peor momento, en medio de una reorganización y redespliegue, sin encontrarse además en estado de alerta frente a una guerra que la jerarquía sabía que era inevitable.  La responsabilidad, en último término, por esa imprevisión recae sobre Stalin quien, en su obsesión por no provocar a Hitler, evitó cualquier medida preventiva que pudiera servir de casus bellí al enemigo. Sin embargo, si la operación Barbarroja fue una catástrofe para la URSS, a la larga se tornaría un desastre irremediable para el Tercer Reich. En tal medida, que hay estudiosos que consideran que Hitler perdió la guerra en ese momento: al lanzar la  invasión de la Unión Soviética.

¿Por qué? En primer lugar, hay que tener en cuenta que, para Hitler la destrucción de la URSS fue siempre el objetivo final de la guerra. Así se señalaba en el Mein Kampf, ya en los años 20, y a él volvería una y otra vez, como la obsesión que era, en todos los instantes de su carrera. De hecho, puede decirse que el pacto de no agresión germanorruso fue producto del azar, así como que el periodo 1939-1941 fue una distracción indeseada. En realidad, si la URSS y Alemania firmaron ese pacto, unas semanas antes del estallido del conflicto, fue por dos factores externos que no entraban en los cálculos de ninguno: la testarudez de Polonia y la indolencia de Francia e Inglaterra. 

sábado, 30 de enero de 2021

El infierno en la tierra

Para concluir, el Ejército Rojo, dados sus planes de movilización y de operación, concentró un máximo de tanques y de aviones a menos de 300 kilómetros de su frontera occidental -al alcance del enemigo-, sin tener los soldados y los oficiales necesarios para conducirlos al combate en las cifras previstas. Además, hizo depender su despliegue de dos hipótesis irreales: el enemigo concedería un respiro para completar la movilización o bien se podrá movilizar de modo clandestino. Aunque, de hecho, será incapaz de librar una defensa estratégica al igual que una ofensiva estratégica, quedándose a mitad de camino. Debido a esa concentración en la vanguardia, en especial de la aviación, y de que la línea Molotov quedó incompleta.no consiguió otra cosa que exponerse a un golpe violento al abrigo de la sorpresa. Tampoco estaba preparado para responder al ataque con el contraataque, dada la impotencia de las fuerzas mecanizadas y de su incapacidad logística a la hora de avanzar fuera de sus fronteras. Más adelante veremos como la creación de una segunda concentración estratégica de cinco ejércitos tampoco permitió influir sobre la ofensiva o la defensa. Demasiados lejos de  primera linea, desprovistas de transporte adaptado, esas fuerzas no podían acudir en ayuda de los defensores en dificultades o, al contrario, de atacantes que tuvieran éxitos iniciales. Ésta decisiones desastrosas no son obra de Stalin, sino de los diferentes comandantes supremos del Ejército Rojo, de Tukachevski a Timoshenko y Zukov.

Jean Lopez y Lasha Othmezuri. Barbarroja: 1941, la guerra absoluta.

Ya les he comentado, en ocasiones anteriores, el grato descubrimiento que me han supuesto los libros de Jean Lopez, sobre la Segunda Guerra Mundial. Lopez pertenece a un grupo de historiadores del conflicto quienes, en los últimos veinte años, ha reevaluado la interpretación y las conclusiones normalmenete aceptadas, permitiendo así eliminar multitud de mitos. En especial, los generados por la propaganda bélica de uno de las bandos, que luego se mantuvieron en las décadas sucesivas, al servir como excusa de pifias y atrocidades. Por ejemplo, la imagen del ejército alemán como una maquinaria perfecta, preparada de antemano para llevar a cabo la Blitzkrieg -la guerra relámpago- fue muy útil para exculpar al ejército francés de su derrota cataclísmica en 1940. Ante un enemigo tan poderoso, poco se podía hacer o intentar. Sin embargo, las investigaciones recientes han demostrado que la Blitzkrieg de mayo de 1940 ocurrió un poco a contrapelo. La superioridad técnica aliada podía haberla parado en seco, si sólo sus mandos no hubieran quedado presos en la mentalidad de 1940: batallas prolongadas de desgaste, en las que convenía no arriesgarse y había que ahorrar material para más adelante.

En Barbarroja, Jean Lopez, junto con Lasha Othmezuri, nos narra el primer año, 1941, de la Operación Barbarroja, así como los prolegómenos que llevaron a la invasión Nazi del territorio de la URSS. Son 850 páginas de letra apretada en la que se llega un nivel de detalle que roza la obsesión. Por ello, me limitaré a señalar algunos detalles, ya que una comentario exhaustivo es casi imposible. Hay que señalar, antes que nada, que la operación Barbarroja es para mí uno de los tres hechos determinantes de la Segunda Guerra Mundial. Los otros dos son el ataque contra Pearl Harbour y el holocausto, que convirtieron, respectivamente, la guerra europea en mundial, mientra que el otro nos embarcó en la era del genocidio La operación Barbarroja, por su parte, transformó un conflicto "clásico", donde aún había ciertas restricciones morales a la conducción de las operaciones, en una guerra total ideológica, cuya  prioridad era el exterminio total del contrario, en el frente y en la retaguardia.

jueves, 21 de enero de 2021

Drogas y guerras (I)

The so-called 'stimulant decree' was sent out to a thousand troop doctors, several hundred corps doctors, leading medical officers and equivalent positions in the SS. The first paragraph was as dry as it was controversial: "The experience of the Polish campaign has shown that in certain situations  military  success was crucially influenced by overcoming fatigue in a troop on which strong demands have been made. The overcoming of sleep can be in certain situations be more important than concern for any related harm, if military success is endangered by sleep. Pervitin has been methodically included in medical equipment".

Norman Ohler, Blitzed, Drugs in Nazi Germany

El llamado &laquo;decreto de los estimulantes&raquo, fue enviado a mil médicos de tropa, varios cientos de médicos de cuerpo de ejército, oficiales médicos destacados y a los puestos equivalentes de las SS. El primer párrafo era tan seco como controvertido: &laquo;La experiencia extraída de la campaña de Polonia ha mostrado que, en ciertas circunstancias, el éxito militar se veía influido dramáticamente por la superación del cansancio por parte de tropas a las que se habían ordenado grandes esfuerzos. Superar el sueño puede ser, en ciertas situaciones, de mayor importancia que cualquier preocupación por los daños relacionados, en el caso  de que el éxito bélico se vea en peligro por el sueño. Pervitin ha sido incluido metódicamente en los suministros médicos&raquo;

Les comentaba, en una entrada anterior, como nuestra percepción de la Segunda Guerra Mundial está nublada por mitos muy persistentes, muchos con origen directo en la propaganda de los contendientes. Sin embargo, ésta es sólo una vertiente del problema, ya que en el relato del conflicto se han omitido ciertos aspectos que no se consideraban relevantes o que resultaban vergonzosos para los contendientes. Ausencias que no se debe una determinada ideología, sino más bien, a aspectos culturales comunes a ambos bandos. Entre esas omisiones, por ejemplo, la violencia sexual durante el conflicto o el uso de dogas con fines militares, dos aspectos que la mentalidad de ese tiempo -prevalente hasta ayer mismo- consideraba que no podían haber sucedido en una sociedad civilizada o que eran demasiado escabrosos como para ser relatados.

El primero, la violencia sexual, merece una entrada entera, así que no me adentraré en él. Sólo decirles que es tan interesante detallar cómo y cuándo tuvo lugar, como el modo en que ha ido revelándose en la memoria del conflicto. Respecto al segundo, es el tema del libro que les comento, Blitzed, centrado en como la Alemania Nazi utilizó las drogas como parte del equipo militar, hasta un llegar a un punto en el que el ejército nazi estaba colgado de forma permanente, no de manera clandestina, como ocurrió en la guerra de Vietnam, sino por orden y diseño  de las autoridades superiores.  

No obstante, encuentro que el libro de Norman Ohler no es del todo redondo, por razones estructurales. Intenta abordar tres temas que no son del todo compatibles y que compiten entre sí por la atención del lector: el uso de Pervitín, una anfetamina, como potenciador del rendimiento de las tropas de la Wehrmacht; la supuesta adicción de Hitler a las drogas duras, inducida por su médico personal, Theodor Morell, sin conocimiento del paciente; para finalizar con los experimentos sobre prisioneros en los campos de concentración, al final del conflicto, para intentar crear un supersoldado que diese la vuelta a la inevitable derrota alemana. 

sábado, 16 de enero de 2021

La máquina rota

 El ejército alemán se niega a comprender este cambio fundamental antes de 1914. Al igual, para ser justos, que el resto de sus adversarios: como sus homólogos franceses, británicos, austriacos y rusos, los pensadores militares alemanes se empecinan en evitar una guerra larga, que se asimila a un auténtico apocalipsis, tanto humano como político. Tanto temía que un conflicto prolongado llevase a un derrumbamiento de las sociedades europeas -es decir, de la civilización- que los profesionales rechazaban considerar otra posibilidad que una guerra corta. Con ese punto de partida, se esforzaron en adaptar las armas modernas a métodos de combate de épocas pretéritas: en Alemania, adoptó la forma de la <<Batalla total>> (Gesamtschlacht) continental, que pasó a la historia con el nombre de plan Schlieffen. La guerra, desde esa perspectiva, se resume en una estrategia unívoca de aniquilación, la Vernichtungstrategie,- movilización/despliegue/Gesamtschlacht- que debía conducir al cerco del ejército enemigo, seguido de su rendición o su destrucción.

Jean Lopez (coordinado). La Wehrmacht, la fin d'un Mythe

Ya saben que mis lecturas no han sido muchas en este periodo de pandemia y confinamiento(s), pero sí ha abundado en descubrimientos. Uno de ellos han sido los libros de Jean Lopez, historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial -en especial el frente del Este-, que me ha servido para revisar y descartar ciertos errores que yo aún mantenía, sin saberlo, sobre ese conflicto. Resultado sorprendente, y también embarazoso, ya que si de algo me ufano es de saber de esa guerra, a la cual me aficioné siendo un preadolescente a finales de los setenta. Sin embargo, lo que se contaba en aquel tiempo dependía mucho aún de mitos y versiones interesadas -las propagadas por los dirigentes supervivientes, algunos todavía vivos en esa década -, que las investigaciones recientes de estas últimas décadas han venido a disipar.

La Wehrmacht, la fin d'un Mythe (La Wehrmacht, fin de un mito) se centra en las ideas equivocadas que se asocian al ejército nazi. Durante los primeros años de la guerra, las tropas alemanas consiguieron hacerse dueñas del continente, del Atlántico a la Unión Soviética, en campañas que no duraban más allá de unas semanas. Esas victorias cataclísmicas se debían -en la concepción transmitida por el mito- al uso de una táctica nueva: la Blitzkrieg o Guerra Relámpago. Esa doctrina definía un uso coordinado de la aviación y las formaciones acorazadas que permitía desorganizar al enemigo, romper su despliegue y avanzar en profundidad en su retaguardia, para así embolsar sus formaciones y obligarlas a rendirse.

Esa invencibilidad quedó en entredicho con la operación Barbarroja: la invasión de la URSS. A pesar de los éxitos incontestables de 1941 y 1942, la campaña ni pudo concluirse antes de la llegada del invierno ni logró alcanzar los objetivos establecidos. Al final, las fuerzas nazis no pudieron aniquilar al ejército rojo - a pesar de causarle unas bajas espantosas-, mientras que el desgaste causado por una campaña larga -y sin final aparente a la vista- fue reduciendo su capacidad operativa. A mediados de 1943, la iniciativa había pasado al Ejército Rojo, que dos años más tarde tomaría Berlín.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Las ocasiones perdidas

On 23 September 1927, one of the greatest of the silent-era German films, Berlin, Symphony of the City, premiered in Berlin. Directed by Walter Ruthman, the film, through a montage of images, captures the speed and disorientation, and, at the same time, the regimentation and order, of the Weimar city. It opens with a train approaching Berlin, and the film viewer feels as if he or she is sitting on it, peering out the window as the rural landscape melts into the outskirts of the city and, finally, into the density of buildings that defines the metropolis.Slowly the city comes awake, and Ruttman tracks the parallel movements of people, animals, and machines as the day unfolds. Workers, businessmen, schoolchildren, female office workers, males machine operators- the full diversity of urban life is depicted in the film. The movement of life are matched by the engines of industry that start up slowly, reach their rapid pace, and slow down again for lunch. But who is directing whom? Are the machines running human life, or are humans running the machine? It is not totally clear, but the film conveys more than a hint of the condition of alienation, of lives that have now lost their autonomy and free will. At the same time, Ruttrman's directions plays on the wonder and beauty of industrial production. The regular rhythm of a machine's pistons is juxtaposed with repeating architectural forms, much as Moholy-Nagy's shot from the radio tower depicts the grid patterns of the structure. Berlin, Symphony of the City, was not much acclaimed or viewed in its day. Today we can see it as an artistic masterpiece, a celebration of the modern metropolis, with its pace and density and diversity, which, at least at some points, evinces its own kind of beauty -and a worrisome meditation on the power of the machine.

Eric D. Weitz. Weimar Germany, Promise and Tragedy

El 23 de septiembre de 1927, se estrenó en Berlín uno de los mejores films alemanes del periodo mudo: Berlín, sinfonía de una gran ciudad. Dirigido por Walter Ruthman, la película usa el montaje para reflejar la velocidad y desorientación de una ciudad de la república de Weimatr, al tiempo que su orden y regimentalización. Se abre con un tren acercándose a Berlin, de manera que el espectador se siente como si estuviera en él, contemplando por la ventana como el paisaje rural se transforma en las afueras de la ciudad y, al fin, en la densa aglomeración de edificios que define una metrópolis. Poco a poco, la ciudad despierta y Ruttman compara los movimientos paralelos de la gente, los animales y las máquinas a medida que el día avanza. Trabajadores, hombres de negocios, escolares, oficinistas femeninas, operarios masculinos: toda la diversidad de la vida urbana se recoge en el film. Los movimientos de la vida tienen su correspondencia en los de las máquinas industriales que comienzan pausadamente, alcanzan su régimen de trabajo y vuelven a ralentizarse a la hora de comer. Pero, ¿quién gobierna a quién? ¿Dirigen los hombres a las máquinas o las máquinas a lo hombres? No está del todo claro, pero el film va más allá de insinuar las condiciones de alienación de unas vidas que han perdido su autonomía y libre albedrío. Al mismo tiempo, Ruttman coquetea con la maravilla y la belleza de la producción industrial. El ritmo mecánico de los pistones de una máquina se yuxtapone con la repetición de formas arquitectónicas, al igual que la fotografía de Moholy-Nagy de una antena de radiodifusión revela la trama geométrica de su estructura. Berlín, sinfonía de una gran ciudad, no fue muy celebrada, ni siquiera vista, en su época. Hoy se puede considerar como una obra maestra, un homenaje a la metrópolis moderna, con su cadencia, densidad y diversidad, que, al menos en ocasiones, crea su propia belleza -así como una meditación preocupada sobre el poder de la máquina.

Un error muy común -incluso entre los aficionados a la historia de ese periodo- es estudiar la República de Weimar sólo en función de lo que vendría después: el Nazismo. Limitarse a ello supone hacerle un feo a un periodo que inauguró el primer periodo democrático pleno en la historia alemana, comparable a la Segunda República española en ese sentido. Un modelo, para lo bueno y para la malo, para las refundaciones que tendrían lugar tras la caída de los regímenes fascistas. Además, Weimar supone el cénit de la cultura alemana, tanto en los aspectos científicos y filosóficos, como en los literarios y artísticos. La primacía de Alemania dentro de Europa, que había comenzado a despuntar a finales del siglo XVIII  y se consolidó en el siglo XIX, era indiscutible en las primeras décadas del siglo XX, a pesar de la derrota del proyecto expansivo guillermino en la Primera Guerra Mundial. Si se quería estar a la última en los años 20, había que hablar alemán.

sábado, 17 de octubre de 2020

Expolios y destrucciones

 It did not take the Russians long to find the storeroom. Viktor Baldin, an architect in the peacetime, was called to examine its contents. He found the drawings scattered "like so many leaves after an autumn storm", and was overwhelmed by its quality: a Van Gogh study for his Starry Night, the Dürers, and works by Goya, Rubens, and Rembrandt. When his superiors showed little interest and declined to provide transportation to remove the find, Baldin chose some four hundred sheets and put them in a suitcase which he guarded carefully. During his time in Schloss Karnzow he found other prints and drawings spread around all the countryside. He bought or bartered for those Russian soldiers had picked up, in one deal trading a pair of boots for a Dürer Head of Christ. Some could not be saved, in the woods he came up upon a stack of drawings the rain had reduced to a pulp. In July 1945 the Russians withdrew from the area, leaving the schloss to the mercy of the local inhabitants and Fräulein von Kutschenbach, heiress to the Count's state. The adventures of the Kunsthalle works were far from over.

Lynn H. Nicholas. The Rape of Europe, The Fate of Europe's treasures in the third Reich and the Second World War.

Los rusos no tardaron mucho en encontrar el almacén (donde estaban escondidas las obras de la Kunsthalle de Bremen). Viktor Baldin, arquitecto en la vida civil, fue llamado para inventariar sus contenidos. Halló los dibujos esparcidos &laquo; como hojas, tras una tempestad otoñal&raquo; y se quedó abrumado por su calidad: un estudio de Van Gogh para la Noche estrellada, los Dureros, obras de Goya, Rubens y Rembrandt. Cuando sus superiores mostraron poco interés, declinando concederle medios de transporte para los hallazgos, Baldin seleccionó cerca de cuatrocientos dibujos y los guardó en una maleta, que mantuvo siempre vigilada. Mientras estuvo destacado en el palacio Karnzow, encontró otros grabados y dibujos, dispersos por los alrededores, Se las arreglo para comprarlos o intercamabiarlos con los soldados que se los habían quedado, en una ocasión ofreciendo unas botas por una Cabeza de Cristo de Durero, Algunos eran insalvables, como una pilas de dibujos que encontrón en el bosque, reducidos a una pasta por la lluvia. En julio de 1945, los rusos se retiraron del lugar. abandonando el palacio a los cuidados de los lugareños y de Fräulein von Kutschenbach, la heredera del conde. Sin embargo, las aventuras de la Kunsthalle aún no habían terminado.

Un poco antes de que nos encerrasen por la pandemia pude terminar este libro de Lynn H. Nicholas, dedicado al destino del patrimonio artístico europeo durante la Segunda Guerra Mundial. Lo descubrí gracias al llamado twitter cultural y ha sido una de mis grandes lecturas durante este año desquiciado. En gran medida, por tocar a dos de mis grandes aficiones: la historia, en su vertiente nazismo-segunda gran contienda mundial, y el arte, en el aspecto de conservación y salvación del patrimonio. Sin embargo, este lectura se muestra también muy necesaria en nuestro presente, urgente incluso. Son multitud las obras de arte, museos, yacimientos arqueológicos y monumentos que están en peligro inminente, por causas muy parecidas a las de 1939: los acontecimientos bélicos, tipo bombardeo indiscriminado de ciudades, y el fanatismo que marca un tipo de arte como basura despreciable, caso del nazismo y las vanguardias del siglo XX. A mi mente vienen las imágenes de los miembros del DAESH destruyendo museos y ruinas milenarias en Irak y Siria.

La Segunda Guerra Mundial, dada su amplitud y su tamaño, se saldó con unas pérdidas artísticas sin precedentes. Sólo la riqueza de los almacenes de los museos junto la acción -y precaución- de algunos individuos aislados, logró que no fueran aún mayores. Además, la destrucción fue empeorada por la conjunción de dos elementos: uno previsible y el otro imprevisible. El previsible eran los acontecimientos bélicos, ante el cual intentaron reaccionar las diferentes insitituciones museísticas europeas con planes de protección. El imprevisible, la propia ideología nazi, que ordenaba destruir aquéllo que se consideraba como arte degenerado, mientras se rapiñaba, sin escrúpulo ninguno, aquéllo que se definía como valioso.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Retorno al pasado

Within the camps, the Nazis could rely on three circumstances beyond firepower to retain complete control. The first was the way camp conditions were designed to strip people of their senses of dignity. Indeed their sense of self, and to dehumanize them so that they became fatalistic and resigned. Everything from the insistence that inmates be addresses and identify themselves always by number, not by name, to the incessant verbal abuse by the Kapos and guards, to the refusal to let people to go to the latrines when in need, to filthy and lice-ridden clothing and bedding -all these things were designed to produce just such a degrading result. People so changed were called Musselmänner, which literally means Muslims, apparently because inmates who invented the term thought that Muslims were similarly accepting of all that happened to them. Once people lost the active will to live, they were useless to any potential resistance movement and also useless to the Nazis themselves. After the war, Hanna Lévy-Hass, who spent 1944-1945 at Bergen-Blels, recalled that camp life deadened, even to their own memories. She wrote: "We no longer even remember our own past. No matter how hard I strive to reconstruct the slightest elements... not a single human memory comes back to me.. They've managed to kill in us not only our right to life in the present.. but... all sense of a human life in our past... I turn things over in my mind, I want to... and I remember absolutely nothing.

Peter Hayes. Why? Explaining the Holocaust

En los campos, los Nazis podían apoyarse en tres circunstancias, fuera de la fuerza de la armas, para conservar el control completo. El primero eran las propias condiciones de los campos, diseñadas para despojar a los detenidos de sus dignidad. Incluso de su propia consciencia de ser, deshumanizándoles, de manera que se tornaran fatalistas y resignados. Todo estaba diseñado para contribuir a la degradación de los prisioneros, desde la insistencia en dirigirse a ellos, no por su nombre, sino por su número, a los constantes insultos por parte de Kapos y guardas, a la negativa de permitir que se fuese a las letrinas cuando se tenía necesidad, o a la suciedad y los piojos que infectaban ropa y sábanas. Aquellos que sufrían ese cambio eran llamados Musselmäner, que significa literalmente musulmán, porque los prisioneros que acuñaron el término, en apariencia,  pensaban que los musulmanes aceptaban de igual manera todo lo que les aconteciese. Una vez que los prisioneros perdían la voluntad de vivir devenían inútiles para cualquier movimiento de resistencia, al igual que para los propios nazis. Tras la guerra, Hanna Lèvy-Hass, que estuvo recluida en Bergen-Belsen de 1944 a 1945, recordaba el efecto enmudecedor de la vida en el campo, incluso para los propios recuerdos. Ella escribió: «No recordamos nuestra vida pasad. No importa lo mucho que me esfuerce en reconstruir los menores detalles... ni un sólo recuerdo humano viene a mi memoria... Se las han arreglado no sólo en extinguir nuestro derecho a vivir en el presente, sino... toda percepción de una vida humana en el pasado... le doy vuelta a las cosas en mi mente, quiero... y no recuerdo nada.

Si me siguen, ya sabrán de mi obsesión con la Segunda Guerra Mundial, el Nazismo y el Holocausto. Da igual lo mucho que lea sobre el tema, siempre se encuentran nuevas perspectivas, nuevos datos que modican las anterios, de manera que al final siempre acabó volviendo a las mismas preguntas, el por qué y el cómo. Por qué una sociedad culta, científica y desarrollada, como la alemana, sin la cual es incompresible el despegue de la civilización occidental en el siglo XIX y XX, pudo entregarse al exterminio de seis millones de judios -y la muerte de otros seis millones de europeos, no se olvide-. Cómo fue que ese horror llegó a hacerse realidad, sin que nadie lo impidiese hasta que fue demasiado tarde, hasta que casi llegó a completar todos sus objetivos, políticos, sociales, militares y asesinos. Pueden parecer preguntas ociosas, pertenecientes a un pasado difuso, del que apenas quedaban ya testigos visuales, y así lo hubiera considerado hace un par de décadas. Sin embargo, nos hallamos en una coyuntura protofascista, en donde abundan partidos ultranacionalistas, ultramilitaristas, además de machistas y racistas confesos y agresivos. Sólo que esta vez no son corporativistas y estatalistas en lo social y económico, sino rabiosos neoliberales.