domingo, 24 de octubre de 2021

Exposición Tornaviaje (y otras) en el Museo del Prado

Los tres mulatos de Esmeraldas, Sánchez Galque

En el Museo del Prado acaban de abrirse tres exposiciones a cada cual más interesante: la llamada Tornaviaje, dedicada al arte creado en la América Hispana que acabó en la metrópoli; la titulada El hijo pródigo de Murillo y el arte de narrar en el Barroco andaluz, comparación de los estilos e intereses de tres pintores de ese periodo y lugar; para terminar con Leonardo y la copia de Mona Lisa, montada alrededor de la copia de ese cuadro, realizada en el taller de Leonardo, que fue descubierta y restaurada recientemente en el Museo del Prado.

Tornaviaje es un término marinero que se refiere específicamente a la ruta de vuelta en una travesía marítima. Descubrir esos tornaviajes era crucial en todo viaje de exploración, puesto que sin esas rutas de retorno -o si éstas eran difíciles e impracticables- era imposible mantener un establecimiento comercial en territorios que estaban, literalmente, al otro extremo del mundo. Así, la ciudad de Manila no fue viable hasta que Legazpi descubrió como navegar desde las Filipinas hasta México, evitando cruzar las zonas de influencia portuguesa. Una ruta que podía haber sido descubierta medio siglo antes: un hecho poco conocido de la expedición de Elcano es que, cuando ésta pierde a Magallanes en ese archipiélago, se decide dividirla en dos. Una, la comandada por Elcano, intentaría volver a España por el cabo de Buena Esperanza, la otra intentaría recruzar el Pacífico, empresa en la que encontrarían la ruta de Legazpi y estuvieron a punto de tener éxito.

jueves, 21 de octubre de 2021

La fábrica de las fronteras, Francisco Veiga (I)

En febrero de 1992, a los dos meses escasos de obtener el reconocimiento internacional de su independencia, el gobierno de la flamante República de Eslovenia decidió eliminar del registro de residentes, mediante un procedimiento secreto y sin informar a los interesados, a todos aquéllos que no habían solicitado la ciudadanía eslovena en los seis meses posteriores a la independencia. Esto afectaba a serbios, croatas, bosnios, macedonios o gitanos, pero también a eslovenos nacidos en el extranjero o en Eslovenia, que habían pasado parte de sus vida fuera del país, en otras repúblicas. De la noche a la mañana, los <<borrados>>, como se pasó a denominarlos, se convirtieron en residentes ilegales. En el mejor de los casos perdieron el derecho a empleo, pensiones o asistencia médica. Pero como además eran residentes ilegales, muchos fueron obligados a dejar el país, incluso hacia Croacia y Bosnia, por entonces en plena guerra.

Francisco Veiga, La fábrica de las Fronteras, Guerras de secesión yugoeslavas, 1991-2001

En este magnífico libro de Francisco Veiga se analizan en detalle unos hechos centrales de la historia europea de los 90: la varias guerras civiles yugoeslavas, hasta cinco, que concluyeron con la división de ese país, Yugoeslavia, en 6 estados sucesores de muy diferentes destinos. Dos de ellos, Eslovenia  y Croacia, se integraron con rapidez en la Unión Europea, mientas que otro, Serbia, se convirtió en un paria dentro de la comunidad internacional,. Otros dos, Kosovo y Bosnia, han devenido protectorados de la Unión Europea, sin cuya protección se derrumbarían, al no constituir estados viables. Los restantes, Montenegro y Macedonia, han quedado olvidados en un extraño limbo, el mismo que algunas regiones del antiguo espacio Soviético, Moldavia y Transnistria.

Son hechos que han dejado cicatrices muy profundas en la región, en especial porque ese conflictos se caracterizaron por la limpieza étnica. Fue entonces cuando se acuñó, precisamente, el término ethnic cleansing, para denotar cómo milicias y paramilitares exterminaban civiles inocentes, con el objeto de provocar el terror. en esa región, entre los habitantes de la misma lengua, origen o religión, y así desencadenar su huida en masa. De repente, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, Europa asistía, sin ser capaz de reaccionar, a matanzas despiadadas y flujos imparables de refugiados.  La larga paz de la Guerra Fría -siempre frágil e impuesta por las superpotencias, pero paz al fin y al cabo- parecía haberse quebrado sin posibilidad de arreglo, precisamente cuando Occidente celebraba el fin del comunismo: la guerra de Yugoeslavia se inició el mismo año de la disolución de la URSS, hace treinta años.

martes, 12 de octubre de 2021

Las trampas de la tecnología, Stanislaw Lem

Y es así, por tanto, porque en el transcurso de los cuarenta años que, que como escritor, he ocupado con mis aspiraciones futurológicas, he llegado a convencerme de que lo que yo había preparado con un claro optimismo unilateral, la historia lo ha condimentado con una desmedida crueldad, de manera que si, por así decirlo, el progreso hubiera debido ser la semilla de una existencia mejor, en realidad ha originado nuevos infortunios, cuyo propio desarrollo ha alimentado.

Stanislaw Lem, Las trampas de la tecnología

Si me siguen, ya sabrán de mi admiración por Stanislaw Lem. Aunque asociado con la ciencia-ficción, género del que constituye una cumbre indiscutible, se trata de un escritor polifacético cuya obra escapa de sus estrechos márgenes. No es ya que muchas de sus mejoras obras de ciencia-ficción pertenezcan, con todos los honores, al género humorístico -gran parte de las andanzas de Egon Tichy-, sino que otras se trasladan a un género de largo recorrido, con sus inicios en la antigüedad grecorromana, pero muy olvidado en el siglo XX: la literatura satítirico-fantástica, de manos de los dos robot-ingenieros Turi y Clapaucio. Al final de su vida, además, se aventuró en los terrenos de la experimentación - o, como poco, la vanguardia - con los prólogos a libros inexistentes que componen su amplia Biblioteca del Siglo XXI.

El rango de temas que aborda la obra de Lem no se detiene ahí. Uno de los hilos conductores de su ciencia ficción no es tanto la anticipación científica -descubrir qué cacharros y cachivaches nos deparará el futuro- sino la crítica de la ciencia y la tecnología, poniendo de relieve sus limitaciones y carencias. Se podría decir que Lem es un filósofo de la ciencia y ese espíritu es el que anima una obra capital de su producción: el largo ensayo Summa Technologiae. Se trata de un largo e intrincado análisis sobre las posibilidades futuras del progreso científico -que ya les he comentado in extenso en muchas entradas-, pero, de nuevo, no centrado tanto en describir las innovaciones tecnológicas, sino en analizar si podremos prescindir de ellas, qué problemas acarrearán y sí nos conducirán a nuevos atolladeros, puede que sin salida. 

Es una pena que este libro de los años sesenta no alcanzará la difusión que merecía en occidente. Publicado tras el telón de acero, no llegó a ser leído fuera de él hasta los años 90, cuando muchas de sus especulaciones comenzaban a tornarse realidad -y ahora son experiencia cotidiana, casi banal-. Si el curso de los eventos hubiera sido otro, ahora podríamos estar hablando de fantomática y fantasmología, en vez de realidades virtuales o aumentadas. Pueden imaginarse, por tanto, con qué ilusión emprendí la lectura de Las trampas de la tecnología, recopilación  de ensayos escritos por Lem a finales de los 80 y principios de los 90, que conformaban una suerte de continuación a esa Summa Tecbnologiae, actualizándola y completándola. Pues bien, ha sido una pequeña decepción.

sábado, 9 de octubre de 2021

Comunidades rotas, Javier Rodrigo y David Alegre (II)

El número de víctimas es imposible de calcular con una mínima exactitud, pero vale decir que en el marco del conflicto (Guerra de Liberación de Bangladés en 1971) tuvo lugar una campaña eliminacionista contra la comunidad bengalí. Desde el punto de vista académicp, existe acuerdo a la hora de considerar este episodio de matanzas colectivas como un genocidio, que con toda probabilidad costó la vida de un millón de personas, puede que más, y que asímismo incluyó la violación de masas como arma de guerra, afectando a unas 200.000 mil mujeres. A tal efecto, se crearon instalaciones o centros donde muchas de éstas eran retenidas y violadas de forma sistemática por soldados pakistaníes y sus aliados autóctonos de origen bengalí o biharí. Sin embargo, las agresiones también se llevaban a cabo en grupo y delante de los familiares de las víctimas, que en muchos casos eran repudiadas a causa del peso de una tradición patriarcal donde el mantenimiento de la pureza de la mujer era considerado un factor fundamental.

Comunidades rotas, Una historia de las guerras civiles, 1917-2017. Javier Rodrigo y David Alegre

En una entrada anterior, ya les había hecho una pequeña presentación del libro Comunidades rotas, de Javier Rodrigo y David Alegre, magnífico estudio del siglo XX -y lo que llevamos del XXI-, desde el prisma de las guerras civiles. La primera conclusión del estudio es que, a lo largo de ese periodo de tiempo, se ha producido un mutación en la tipología de las guerras: la guerra interestatal se ha vuelto cada vez más infrecuente, substituida por las guerras civiles. No significa que los estados no se hagan la guerra los unos a los otros, sino que aprovechan las guerras intestinas de otros estados para resolver allí sus diferencias, por intermediarios y sin necesidad de recurrir a movilizaciones generales que pudieran enajenarles el apoyo de sus ciudadanos. Por otra parte, las pocas guerras interestatales que habido desde la Segunda Guerra Mundial indefectiblemente han derivado en conflictos civiles. La desestabilización que toda intervención -o invasión- provoca en el país afectado deja al descubierto sus cisuras internas, antes ocultas por la presencia de un poder estatal, derivando rápidamente en guerra civil, más o menos larvada. Incluso llegando a extenderse, de manera especular, a la sociedad del país invasor.

Sin embargo, podría objetarse que qué importancia -o relevancia- tiene esta metamorfosis del conflicto bélico. De acuerdo con cierto optimismo de raigambre (neo)liberal, de 1945 para acá cada vez ha habido menos guerras, al tiempo que esas pocas han causado muchos menos muertos, en media, que los estimados para el periodo 1914-1945. Se podría deducir que la guerra -y el sufrimiento que acarrea- ha ido tornándose menos frecuente, como conviene al progreso imparable de la civilización. De hecho, podría alegarse como prueba, las que aún quedan se libran en regiones periféricas, en países que no han completado su evolución hacia la modernidad, mientras que en Occidente -y en otros estados como China, Japón o India- se vive una larga paz que no tiene visos de terminar en el futuro.

martes, 5 de octubre de 2021

Tesoros arqueológicos de Rumanía, Exposición en el MAN

Casco Celta hallado en la actual Rumanía
 

Se acaba de abrir, en el Museo Arqueológico Nacional, una exposición magnífica. Su nombre es Tesoros arqueológicos de Rumanía y traza la historia de ese país desde la prehistoria hasta los primeros siglos de la Edad Media. Su interés está tanto en el valor de las piezas expuestas -como el casco celta que pueden ver arriba o la estatua de Glycon que pueden encontrar abajo- como en el buen criterio con que se muestran. Sin olvidar que nos acerca a una región de Europa que apenas figura en nuestra memoria colectiva -salvo por la reciente emigración `procedente de ese país-, pero que tiene un interés especial a la hora de entender el Imperio Romano. Entre otras cosas, por demoler muchos de los prejuicios referentes a esa época en los que hemos sido educados. 

Por centrarme en dos de ellos. Lo único que en España alcanzamos a conocer de Rumanía -fuera de Vlad el Empalador- es que, a principios del siglo II de nuestra era, el emperador Trajano conquistó allí el reino de Dacia, cuya, incorporado luego como provincia del Imperio Romano. Un hecho que quizás tenga más resonancia de lo normal en la historia de ese imperio, dado que un monumento emblemático de la ciudad de Roma, la columna de Trajano, representa precisamente esa campaña. Con unos relieves plenos de detalles, conservados hasta nuestros días sin apenas daños, que han conformado nuestra imagen de las legiones romanas, por ejemplo, hasta que casi ésa sea la única que se representa en las recreaciones modernas del cine, el cómic y la televisión. Otro hecho, quizás menos famoso, pero igual de distintivo, es que el rumano es la única lengua latina que se habla en el este de Europa, casi un fósil lingüístico rodeado de idiomas eslavos.

viernes, 1 de octubre de 2021

Comunidades rotas, Javier Rodrigo y David Alegre (I)

La capitulación incondicional, la consideración del civil como enemigo potencial, la movilización, control y coerción totales, la disolución de las fronteras entre los espacios y las nociones de lo público y lo privado y, sobre todo, la utilización de métodos totales de guerra a despecho de los más elementales principios morales (asesinato de civiles, internamiento preventivo y despiadado de soldados, depuraciones violentas de la población, exilios y desplazamientos forzosos, identificación del territorio como espacio de movilización enemiga) fueron los jalones de una guerras totales en los frentes y en las retaguardias de las guerras convencionales, o también totales con fronteras difusas en aquéllas de naturaleza irregular, donde la identificación propia y del enemigo se hizo también a través de elementos totales; todo o nada, el bien contra el mal. Esa es una de las claves propias de las guerras civiles que, sin embargo, rara vez ha sido destacada por la historiografía sobre las guerras contemporáneas: su carácter a la vez movilizador y nacionalizador, en la medida en que a través de las armas se dirimen conflictos de soberanía territorial, connacionalidad e identificación.

Comunidades rotas, Una historia de las guerras civiles, 1917-2017. Javier Rodrigo y David Alegre

El libro de historia al que pertenece el párrafo anterior es un libro magnífico, ya sólo por su premisa: narrar la historia del siglo XX -y lo que llevamos del XXI- desde el punto de vista de las muchas guerras civiles que lo han ensangrentado. No es una decisión arbitraria, ni baladí, puesto que en en este último siglo se ha producido un cambio substancial en el modo en que se libran los conflictos bélicos. No se trata ya de guerras interestatales, con frentes bien definido y unas reglas de combate respetadas por los contendientes, sino de conflictos civiles en donde toda delimitación es difusa y, aún peor, casi de inmediato derivan en guerras totales, cuyo objetivo primordial no es la conquista de territorio sino el exterminio del contrario, civiles incluidos.

Puede resultar chocante el afirmar que la guerra civil es el tipo de conflicto por antonomasia del siglo XX. Al fin y al cabo, ese siglo se caracterizó por dos sangrientas guerras mundiales, cada una de ellas epítome del conflicto entre estados, para luego, durante la guerra fría, rebosar de intervenciones militares a cargo de las dos superpotencias, EE.UU, y la URSS. Sin embargo, se suele olvidar que el epílogo de la primera guerra mundial -ese periodo que abarca desde el armisticio de 1918 hasta 1922- se compone de una serie de guerras civiles en el este de Europa -la Finlandesa, la Rusa y la Húngara- entre rojos y blancos, donde se observan todas las características de ese tipo de conflicto intestino. Justo las enumeradas arriba.