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sábado, 18 de septiembre de 2021

De Covadonga a Tamarón, Daniel Fernández de Lis

Más arriba quedó apuntado que la situación en los dominios musulmanes, que en el momento de la subida al trono de Alfonso (I) complicaba mucho la existencia del reino de Asturias, se tornó favorable al poco tiempo, no sólo para su supervivencia, sino incluso para su expansión

 En la década de los años 730-740 se había producido un recrudecimiento de las aceifas musulmanas en tierra asturiana, dirigidas por el valil Uqba. No parece que se tratara de un intento de someter y eliminar el foco de resistencia astur, sino más bien de expediciones con la mera intención de saqueo.

Sin embargo, a partir del año 740, los invasores árabes dejaron de poner su mirada en el reino de Asturias para preocuparse de problemas internos. El factor que ocasionó esta situación fue la revuelta bereber del año 740. Hubo un segundo elemento que tendría un gran efecto, pero , aunque su detonante se produjo al final del reinado de Alfonso I, sus consecuencias afectaron a sus sucesores; la llegada de Abderraman I, de la dinastía Omeya, a la península huyendo de Damasco en el año 755 y su proclamación como emir al año siguiente, tras su victoria en la batalla de Al-Musara (cerca de Córdoba).

De Covadonga a Tamarón, Daniel Fernández de Lis

La historia de los reínos cristianos del norte peninsular, del siglo VIII al X, siempre me ha fascinado. ¿A qué se debió que unos núcleos aislados, cuya extensión no pasaba de unos estrechos valles de montaña, consiguieran sobrevivir al poder aplastante del Emirato/Califato de Córdoba? ¿Qué ocurrió para que unos reinos débiles, siempre amenazados de destrucción a manos de su poderoso enemigo del sur, iniciaran una expansión irreversible,  durante los siglos XI al XIII, hasta casi eliminar la presencia árabe en la península? Son preguntas que exigirían un estudio conjunto de la sociedad, la economía y los avatares históricos en los siglos posteriores a la conquista árabe, sólo para apuntar una respuesta. Por desgracia, de los siglos VIII y IX apenas tenemos otra cosa que mitos y leyendas fundacionales. Distorsionadas con evidente intencionalidad política tanto en el siglo IX, por los círculos religiosos de la corte de Alfonso III, como en el XXI, por el auge del ultranacionalismo patrio.

La cuestión principal es que los siglos VIII y la primera mitad del IX constituyen nuestra "edad oscura" particular. Obscura no en el sentido de atrasada, sino de impenetrable al estudio histórico. Las primeras fuentes cristianas son del reinado de Alfonso III, en el último tercio del siglo IX, mientras que las árabes son ya del siglo X. Tiempo suficiente para embellecerlas, convertirlas en mito, así como para hacerlas encajar en el ideario político de la época. Algo que es más que evidente en el detallado relato - en contraste con la parquedad de datos referentes a sus sucesores- que las fuentes cristianas hacen de Pelayo y Covadonga, el uno elevado al más alto rango de las élites visigodas, la otra con caracteres de batalla decisiva. Sin embargo, es probable que Covadonga no pasara de ser una escaramuza local, mientras que Pelayo, a lo sumo, sería un reyezuelo del área con conexiones con los gobernadores visigodos del norte, como vendría a demostrar el casamiento de su hija, Ermesinda, con el  antiguo  dux de Cantabria. 

domingo, 30 de mayo de 2021

Mirándote a los ojos

Retrato Romano de El-Fayum (Egipto)

En el CaixaForum madrileño se puede visitar una exposición de nombre La imagen humana: arte, identidades y simbolismo. Como pueden deducir, su objetivo es mostrar los muchos modos en que nuestra especie ha procedido a representarse a sí misma, pero no con un criterio histórico, sino antropológico. Es decir, sin perseguir como estas representaciones han evolucionado a lo largo de la historia -lo que podría dar lugar a falsas conclusiones de progreso y evolución-, sino comparando como diferentes culturas han abordado los mismos temas: el poder, la intimidad, la religión. 

Hace apenas unos años, yo hubiera estado en contra de ese criterio expositivo -mi primera reacción cuando se reabrió el Museo de América, organizado de esa manera, fue de rechazo- pero con el tiempo me he ido dando cuenta de su pertinencia. Si realmente aspiramos a que la tierra sea el hogar de la humanidad, sin discriminaciones ni prejuicios, todas las experiencias humanas son igual de válidas y, por tanto, deben ser mostradas en un pie de igualdad. Es lo que se intenta aquí, donde da igual que una obra pertenezca a nuestro presente o haya sido creada en un pasado remoto, muchos miles de años atrás, en culturas cuyas creencias e ideales apenas llegamos a vislumbrar y con las que se han roto casi todos los lazos. 

sábado, 31 de octubre de 2020

Atrincherados en nuestras mentes (yII)

Los primeros conquistadores (y el propio Cristóbal Colón) buscaban sacar provecho del descubrimiento; para explorar las minas y el suelo, necesitaban mano de obra. Isabel la Católica prohíbe la esclavitud de los indios, exige que sean considerados como súbditos libres de la Corona, jurídicamente iguales a los españoles. Los colonos sortea ese problema: se llega al trabajo forzado, a los «repartimientos» justificados por la necesidad de explotar el suelo y el subsuelo y por el rechazo de los indios a convertirse en asalariados. Esto provoca numerosos abusos, contra los que toman posición, sobre todo, los dominicos de Santo Domingo. De ahí las leyes de Burgos (1512-1513): se reglamenta la encomienda para limitar los abusos, pero, de resultas de ello, se da fuerza legal a las prácticas cotidianas.

En teoría, la encomienda se esfuerza en conciliar tres objetivos:

1º El estatuto jurídico del indio, un súbdito libre de los reyes de Espala. El indio encomendado no es jurídicamente un esclavo, el encomendero no es un señor jurisdiccional, tal como existe en España. La encomienda tampoco implica la propiedad del suelo, no es lo mismo que la hacienda.

2º El propósito de la colonización: la evangelización, de la que están encargados los encomenderos.

3º Los imperativos económicos: las prestaciones que los indios encomendados deben a los encomenderos. La encomienda es un poder delegado por la Corona a los colonos, autorizados a percibir tributos y a utilizar la fuerza de trabajo de los indios.

En realidad, las leyes de Burgos no solucionaron nada. Consagraron de derecho una institución de hecho; legalizaron el trabajo forzado, pero los abusos siguen siendo los mismos. Es en este contexto donde hay que situar la acción de Las Casa.

Joseph Pérez. Mitos y tópicos de la historia de España y América.

En una entrada anterior, les comentaba la visión distorsionada de la historia que está intentando imponer la derecha española renacida. El problema no es tanto su intencionalidad política, sino su confianza absoluta en mitos que no tienen fundamento histórico. Se trata de espejismos que, por su sencillez, tienen un gran poder de convicción, pero que nos hurtan la complejidad esencial de todo proceso histórico. Esas luces y sombras consustanciales a todo hecho pasado, que impiden un fácil juicio moral, pero que, a cambio, nos sirven para estudiar con más atención ese tiempo y sus repercusiones. A contemplar, ademas, con las mismas precauciones y distanciamiento nuestro presente, donde no hay explicaciones simples y sencillas, sino infinidad de facetas. La razón puede que no esté de nuestra parte, que estemos equivocados y confundidos, como le acontecía a la gente del pasado.

Como reacción, han aparecido obras de historiadores -de auténticos historiadores- que intentan despejar esos mitos, mostrando como no obedecen a los hechos a los que remiten, sino a reelaboraciones interesadas posteriores. Por ejemplo, la esencialidad de una nación española existente desde la prehistoria, un mito que tiene mucho de las historias de padres fundadores mitológicos del medievo y la edad moderna, caso del Túbal de la Biblia, de quien se decía que había sido el primer poblador de la península; pero que luego fueron reutilizadas durante la fiebre nacionalista del siglo XIX, cuando se buscaba crear células estatales estancas que pudiesen ser diferenciadas basándose en lengua, religión e historia comunes. 

Sin embargo, la tensión actual ha llegado a tal extremo, que libros en apariencia inocentes y neutrales han sido desplazados hasta hacerlos coincidir con uno de los bandos del debate. Tal es el caso de este Mitos y tópicos de la historia de España y América, del hispanista Joseph Pérez, recientemente fallecido. En origen, sólo se proponía aclarar una serie de ideas preconcebidas que todos tenemos sobre el Imperio Español y la expansión por tierras de América, sin pretender ser una obra polémica, mucho menos una de combate. Cosas que, por desgracia, ha acabado siendo, puesto que sus conclusiones se oponen frontalmente a las de esa nueva derecha.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Retorno al pasado

Within the camps, the Nazis could rely on three circumstances beyond firepower to retain complete control. The first was the way camp conditions were designed to strip people of their senses of dignity. Indeed their sense of self, and to dehumanize them so that they became fatalistic and resigned. Everything from the insistence that inmates be addresses and identify themselves always by number, not by name, to the incessant verbal abuse by the Kapos and guards, to the refusal to let people to go to the latrines when in need, to filthy and lice-ridden clothing and bedding -all these things were designed to produce just such a degrading result. People so changed were called Musselmänner, which literally means Muslims, apparently because inmates who invented the term thought that Muslims were similarly accepting of all that happened to them. Once people lost the active will to live, they were useless to any potential resistance movement and also useless to the Nazis themselves. After the war, Hanna Lévy-Hass, who spent 1944-1945 at Bergen-Blels, recalled that camp life deadened, even to their own memories. She wrote: "We no longer even remember our own past. No matter how hard I strive to reconstruct the slightest elements... not a single human memory comes back to me.. They've managed to kill in us not only our right to life in the present.. but... all sense of a human life in our past... I turn things over in my mind, I want to... and I remember absolutely nothing.

Peter Hayes. Why? Explaining the Holocaust

En los campos, los Nazis podían apoyarse en tres circunstancias, fuera de la fuerza de la armas, para conservar el control completo. El primero eran las propias condiciones de los campos, diseñadas para despojar a los detenidos de sus dignidad. Incluso de su propia consciencia de ser, deshumanizándoles, de manera que se tornaran fatalistas y resignados. Todo estaba diseñado para contribuir a la degradación de los prisioneros, desde la insistencia en dirigirse a ellos, no por su nombre, sino por su número, a los constantes insultos por parte de Kapos y guardas, a la negativa de permitir que se fuese a las letrinas cuando se tenía necesidad, o a la suciedad y los piojos que infectaban ropa y sábanas. Aquellos que sufrían ese cambio eran llamados Musselmäner, que significa literalmente musulmán, porque los prisioneros que acuñaron el término, en apariencia,  pensaban que los musulmanes aceptaban de igual manera todo lo que les aconteciese. Una vez que los prisioneros perdían la voluntad de vivir devenían inútiles para cualquier movimiento de resistencia, al igual que para los propios nazis. Tras la guerra, Hanna Lèvy-Hass, que estuvo recluida en Bergen-Belsen de 1944 a 1945, recordaba el efecto enmudecedor de la vida en el campo, incluso para los propios recuerdos. Ella escribió: «No recordamos nuestra vida pasad. No importa lo mucho que me esfuerce en reconstruir los menores detalles... ni un sólo recuerdo humano viene a mi memoria... Se las han arreglado no sólo en extinguir nuestro derecho a vivir en el presente, sino... toda percepción de una vida humana en el pasado... le doy vuelta a las cosas en mi mente, quiero... y no recuerdo nada.

Si me siguen, ya sabrán de mi obsesión con la Segunda Guerra Mundial, el Nazismo y el Holocausto. Da igual lo mucho que lea sobre el tema, siempre se encuentran nuevas perspectivas, nuevos datos que modican las anterios, de manera que al final siempre acabó volviendo a las mismas preguntas, el por qué y el cómo. Por qué una sociedad culta, científica y desarrollada, como la alemana, sin la cual es incompresible el despegue de la civilización occidental en el siglo XIX y XX, pudo entregarse al exterminio de seis millones de judios -y la muerte de otros seis millones de europeos, no se olvide-. Cómo fue que ese horror llegó a hacerse realidad, sin que nadie lo impidiese hasta que fue demasiado tarde, hasta que casi llegó a completar todos sus objetivos, políticos, sociales, militares y asesinos. Pueden parecer preguntas ociosas, pertenecientes a un pasado difuso, del que apenas quedaban ya testigos visuales, y así lo hubiera considerado hace un par de décadas. Sin embargo, nos hallamos en una coyuntura protofascista, en donde abundan partidos ultranacionalistas, ultramilitaristas, además de machistas y racistas confesos y agresivos. Sólo que esta vez no son corporativistas y estatalistas en lo social y económico, sino rabiosos neoliberales.

martes, 15 de septiembre de 2020

Estamos bien jodidos (y XXVI)

Regardless of where the EPZs are located, the workers' stories have a certain mesmerizing sameness: the workday is long —fourteen hours in Sri Lanka, twelve hours in Indonesia, sixteen in Southern China, twelve in the Philippines. The vast majority of the workers are women, always young, always working for contractors or subcontractors from Korea, Taiwan or Hong Kong. The contractors are usually filling orders for companies based in the U.S., Britain, Japan, Germany or Canada. The management is military-style, the supervisors often abusive, the wages below subsistence and the work low-skill and tedious. As an economic model, today's export processing zones have more in common with fast-food franchises than sustainable developments, so removed are they from the countries that host them. These pockets of pure industry hide behind a cloak of transience: the contracts come and go with little notice; the workers are predominantly migrants, far from home and with little connection to the city or province where zones are located; the work itself is short-term, often not renewed.

Naomi Klein, No logo

Sin importar donde estén situadas la EPZ (Export Processing Zones, Zonas de libre comercio), las historias de los trabajadores son de una similitud hipnótica. La jornada laboral es larga -catorce horas en Ceilán, doce horas en Indonesia, dieciséis en China, doce en las Filipinas-. La gran mayoría de los trabajadores son mujeres, de ordinario jóvenes, trabajando para contratas y subcontratas de Corea, Taiwan o Hong Kong. Los contratistas están a cargo de pedidos de compañías afincadas en los EE.UU. Gran Bretaña, Alemania o Canadá. La gestión es al estilo militar, los capataces, tiránicos,  los sueldos por debajo del nivel de supervivencia, mientras que las tareas son poco especializadas y tediosas. Como corresponde a un mismo modelo económico, las Zonas de libre comercio tienen más en común con franquicias de comida rápida que con inversiones sostenibles, dado lo aisladas que están de los países que las albergan. Estas bolsas de industria pura se esconden bajo una capa de transitoriedad: los contratos van y vienen sin aviso previo, los trabajadores son en su mayoría emigrantes, lejos de su hogar y con apenas relación con la ciudad o la provincia donde las zonas están localizadas, el trabajo en sí es a corto plazo, renovado con poca frecuencia.

Como he ido desgranando en las entradas anteriores, No Logo, de Naomi Klein, analiza en profundidad la metamorfosis, quizás irreversible, que ha sufrido el modelo empresarial en los últimos cuarenta años. La empresa modelo, antaño caracterizada por sus muchas sucursales y plantas de producción, se ha sublimado la empresa marca, cuya fuerza laboral podría caber holgadamente en un piso privado. Esa rarefacción no se queda en la estructura sino que afecta, en especial, al producto. Ya no se venden objetos materiales, sino soportes de intangibles. En el caso paradigmático de Nike, pertenecer a una supuesta élite de deportistas que, además, se pretenden rebeldes contra un sistema anquilosado y periclitado. Sin importar que, en realidad, esas empresas/marca sean puntales inamovibles del nuevo neoliberalismo, para el que el mercado es dios único y omnipotente.

Las consecuencias de este nuevo modelo empresarial sobre la estructura social son deletéreas. En vez de reducir el precio de sus artículos, éste se eleva, como compensación por esos intangibles añadidos, sin contar que, en bastantes casos, el público al que se dirigen es el más empobrecido, que debe hacer auténticos sacrificios para hacerse con ese sueño anhelado. Por otra parte, el mercado laboral ha pasado de ser uno formado por trabajadores estables, con derechos laborales, a uno de temporeros postmodernos, sin protecciones y con salarios mínimos. Por último, la creación de macrotiendas asociadas a las marcas ha vaciado de pequeños comercio sel tejido urbano, al ser incapaces de competir contra esos titanes comerciales. Sin embargo, estos tres efectos no dejan de ser problemas del primer mundo, puesto que la principal repercusión tiene lugar en el tercer mundo, donde toma la forma de neocolonialismo. Es decir, de servidumbre y esclavitud.

martes, 8 de septiembre de 2020

Estamos bien jodidos (y XXV)

This novel idea has done more than bring us cutting-edge ad campaigns, ecclesiastic superstores and Utopian corporate campuses. It is changing the very face of global employment. After establishing the "soul" of their corporations, the superbrand companies have gone on to rid themselves of their cumbersome bodies, and there is nothing that seems more cumbersome, more loathsomely corporeal, than the factories that produce their products. The reason for this shift is simple: building a superbrand is an extraordinarily costly project, needing constant managing, tending and replenishing. Most of all, superbrands need lots of space on which to stamp their logos. For a business to be cost-effective, however, there is a finite amount of money it can spend on all of its expenses —materials, manufacturing, overhead and branding — before retail prices on its products shoot up too high. After the multimillion-dollar sponsorships have been signed, and the cool hunters and marketing mavens have received their checks, there may not be all that much money left over. So it becomes, as always, a matter of priorities; but those priorities are changing. As Hector Liang, former chairman of United Biscuits, has explained: "Machines wear out. Cars rust. People die. But what lives on are the brands."

Naomi Klein, No logo 

Esta idea nueva ha conseguido algo más que campañas de publicidad de vanguardias, supertiendas catedralicias y recintos corporativos utópicos. Está modificando el propio rostro del empleo a nivel mundial. Tras haber definido el "alma" de sus empresas, las compañías de "supermarca" han continuado deshaciéndoses de sus molestos cuerpos, y nada hay más embarazoso, más repulsivamente corpóreo que las fábricas que crean sus productos. La razón de éste desplazamiento es simple, construir una supermarca es un proyecto de un coste extraordinario, que necesita una gestión continua, mantenimiento y suministro. Aun más, las supermarcas necesitan grandes espacios donde estampar sus logos. Si un negocio quiere ser productivo, sin embargo, sólo puede gastar una cantidad finita de dinero -en materias primas, fabricación, extras y marcas-, si no quiere que el preció de sus productos se dispare. Tras haber firmado patrocinios de millones de dólares y que los especialistas de mercadotécnica en la onda hayan recibido sus pagas, puede que no quede mucho dinero sobrante. Todo se convierte, como siempre, en una cuestión de prioridades, pero las prioridades son cambiantes. Como Hector Liang, antiguo presidente de United Biscuits, ha explicado: «las máquinas se desgastan, los coches se oxidan, la gente muere. Lo que sobrevive es la marca».

En entradas anteriores, les había señalado diferentes aspectos en los que la ascensión del modelo de empresa/marca, simultáneo a la consolidación del neoliberalismo, ha ido modificando el mundo que conocíamos. Hasta convertirlo, sin que ninguno lo notásemos, en el modelo único que hay que defender a capa y espada. Nuevo y molón, moderno y orientado al futuro, en contra de esas antiguallas del estado del bienestar y la socialdemocracia. Entre esos cambios drámaticos, pero silenciosos, se encontraban la conversión del producto en algo etéreo, que pretende vender valores y no artículos materiales, o la desestructuración del entorno urbano, convertido en prolongación de la macrotienda de la marca. En esta entrada, toca el turno de un fenómeno que sólo muy recientemente ha recibido nombre: la uberización.

La uberización toma su nombre de la famosa empresa de coches con conductor que pretende arrumbar el negocio del taxi. Lo que importa aquí no es si este objetivo es posible, legal o moral, sino el hecho de que Uber es una empresa sin empleados. Los conductores no están en nómina de uber, sino que son meros peones/jornaleros que se llevan un porcentaje ínfimo de lo que ingresa la compañía por cada viaje. Así, aunque la presencia de Uber sea ubicua, sus oficinas son mínimas, apenas lo necesario para llevar la contabilidad o firmar contratos. Los gastos de personal son, en consecuencia, irrelevantes, lo que conduce a la paradoja de que un negocio millonario pague impuestos del nivel de un asalariado medio. Uber constituye así la marca perfecta, un negocio que vende un servicio caro, justificado por que el viajero puede sentirse como una persona de posibles al utilizarlo, con una inversión en gastos de personal e infraestructura irrisorios. Lo que no quiere decir que sean baratos, puesto que hay que invertir de manera continua en la imagen de la marca.

sábado, 5 de septiembre de 2020

Estamos bien jodidos (y XXIV)

Everyone has, in one form or another, witnessed the odd double vision of vast consumer choice coupled with Orwellian new restrictions on cultural production and public space. We see it when a small community watches its lively downtown hollow out, as big-box discount stores with 70,000 items on their shelves set up on their periphery, exerting their gravitational pull to what James Howard Kunstler describes as "the geography of nowhere.” I It is there on the trendy downtown main street as yet another favourite cafe, hardware store, independent bookstore or art video house is cleared away and replaced by one of the Pac-Man chains: Starbucks, Home Depot, the Gap, Chapters, Borders, Blockbuster. It is there inside the big-box retail outlets each time a magazine is taken off a shelf by a manager mindful of his bosses' corporate definition of "family values." You can see it in the messy bedroom of a fourteen-year-old Web master who has just had her fan page shut down by Viacom or EM1, unimpressed by her attempts to create her own little pocket of culture with borrowed snippets of trademarked song lyrics and images. It is there again when protesters are thrown out of shopping malls for handing out political leaflets, told by the security guards that although the edifice may have replaced the public square in their town, it is, in fact, private property.

Naomi Klein, No Logo

Todos hemos, de un modo u otro, presenciado la extraña doble visión de una ingente variedad de opciones de consumo junto con nuevas restricciones orwellianos sobre la producción cultural y el espacio público. Lo vemos cuando una pequeña comunidad observa como su animado centro urbano deviene hueco, a mediad que se establecen en su periferia  macrotiendas de descuentos con setentamil  artículos en sus estanterías, creando una atracción gravitacional hacia lo que James Howard Kunstler llama «la geografía de la nada». Está también en la calle de moda del centro, a medida que los cafés con encanto, ferreterías, librerías independientes o videoclub de arte y ensayo son expulsados y reemplazos por franquicias: Starbucks, Home Depot, The Gap, Chapters, Borders, Blockbuster. Se halla dentro de las macrotiendas al por menor, cada vez que una revista es retira de la estantería por un gestor preocupado por la definición corporativa de los «valores familiares». Lo puedes ver en el dormitorio desordenado de un webmaster de 14 años cuya página web acaba de ser cerrad por Viacom o EMI, sin considerar sus intentos de crear su propio espacio cultural con fragmentos extraídos de letras de canciones e imágenes con copyright. Esta allí, de nuevo, cuando se expulsa a manifestantes de los centros comerciales por repartir octavillas políticas, con la excusa, por parte de los guardas de seguridad, de que aunque ese espacio haya reemplazado la plaza del pueblo se trata, en realidad, de una propiedad privada.

A medida que iba adentrándome en No Logo, experimentaba un creciente sentimiento de incomodidad. Naomi Klein, a finales de la década de 1990 intentaba dar un grito de advertencia ante un capitalismo cada vez más intrusivo y totalitario, si me permiten el adjetivo. Con esa intención, en el libro se presentaban ejemplos de como se podía luchar, con éxito, contra esas nuevas formas de alienación. Sin embargo, veinte años más tarde, hay que concluir que la distopia inquietante que esta ensayista narraba se ha convertido en nuestra normalidad, a lomos de la Gran Recesión y la pandemia del COVID19. Aceptada con el marchamo de lo nuevo y hasta el extremo de no poder imaginar un mundo distinto. Es cierto que los términos con los que ella la describía no son los mismos que utilizamos nosotros, pero conceptos como gentrificación o uberización estaban descritos con todo detalle, aunque fuera en un estado embrionaripo. Asímismo, los personajes pueden ser otros -algunos como Blockbuster han incluso quebrado-, pero la diferencia no está en las intenciones de los nuevos protagonistas, sino que en estos han devenido virtuales. Una nueva vuelta de tuerca al proceso de evanescencia que acompaña al capitalismo de marcas.

lunes, 31 de agosto de 2020

Estamos bien jodidos (y XXIII)

The corporate mythology has it that Nike is a sports and fitness company because it was built by a bunch of jocks who loved sports and were fanatically devoted to the worship of superior athletes. In reality, Nike's project was a little more complicated and can be separated into three guiding principles. First, turn a select group of athletes into Hollywood-style superstars who are associated not with their teams or even, at times, with their sport, but instead with certain pure ideas about athleticism as transcendence and perseverance -embodiments of the Graeco-Roman kideal of the perfect male form. Second, pit Nike's "Pure Sports" and its team of athletic superstars against the rule obsessed established sporting world. Third, and most important, brand like mad.

Naomi Klein. No Logo

La mitología corporativa presenta a Nike como una compañía dedicada al deporte y bienestar físico porque fue fundada por un puñado de aficionados, amantes de los deportes y dedicados fanáticamente a la adoración de atletas superiores. En realidad, el proyecto de Nike es un poco más complicado y puede dividirse en tres principios fundamentales. Primero, convertir un grupo selecto de atletas en superestrellas al estilo de Hollywod, sin asociarlas con sus equipos o incluso, en ocasiones, con su deporte, sino con ciertas ideas puras del ejercicio atlético como transcendencia y perseverancia -encarnaciones del ideal Grecorromano del cuerpo masculino perfecto. Segundo, enfrentar el "Deporte Puro", promovido por Nike y su equipo de superestrellas atléticas, contra el edificio inamovible, obsesionado por las reglas, del mundo deportivo. Tercero, y aún más importante, pon tu marca en todos los lugares.

Si recuerdan, el ensayista italiano Alessandro Baricco, en su defensa del New Brave World que habitamos, se deshacía en elogios ante esas multinacionales que habían convertido su marca en objeto de deseo. Un símbolo que todos, casi sin excepción, deseamos poseer, sin importar qué objeto es el que se nos vende, ni mucho menos su calidad. Acertaba en diagnosticar uno de los rasgos característicos de nuestra mundo contemporáneo, pero no en sus causas ni en sus consecuencias. Todo su análisis resultaba superficial, cuando no interesado, una tautología en que sus aspiraciones de mejora imparable-vivimos en el mejor de los mundos posible, como pensaba el Pangloss del Cándido de Voltaire-, eran justificadas mediante fantasmagorías.

En realidad, esa rarefacción creciente del artículo y el fabricante, junto la marca que representa a ambos, es tanto un símbolo de la evolución socioeconómica de Occidente -y por ende, del mundo- en las últimas décadas, como causa y motor de las mismas. Su análisis, junto con sus repercusiones y ramificaciones, plenas en demasiados aspectos obscuros, llevan a Naomi Klein 500 páginas de letra apretada, en este No logo que comienzo a comentarles y que creo que me va a llevar varias entradas. Pero vayamos por partes.

jueves, 27 de agosto de 2020

El eterno retorno

This plea for a shift in the social emphasis of Nazi propaganda was doubly significant. It clearly indicated a conviction that the NSDAP had reached the outer limits of its appeal to middle-class Germans and that even maintaining the party's broad-based support within the Mittlestand at anything like the levels of the spring and summer was at best problematic. On the other hand, an intensified effort to win greater working-class support could only exacerbate the NSDAP's problems within its volatile middle-class base, while hurtling the party into a more direct and doubtfully successful competition with the Social Democrats and Communists. After all, the two leftist parties together had won more votes than the Nazis in November. Equally distressing, the Nazis had not been particularly successful in mobilizing support among the unemployed, the vast majority of whom were workers and who on the whole seemed far more inclined to gravitate to radical left than to the National Socialists.

Thomas Childers,  The Third Reich. A History of Nazi Germany 

El llamamiento a cambiar el énfasis social de la propaganda Nazi era significativo por partida doble.  Con claridad apuntaba al convencimiento de que el NSDAP había alcanzado sus límites en el atractivo hacia los alemanes de clase media y que incluso era problemático mantener el amplio apoyo del partido entre el Mittlestand al nivel de la primavera y el verano. Por otra parte, intensificar el esfuerzo para obtener un apoyo mayor entre la clase trabajadora sólo conduciría a exacerbar los problemas del NSDAP entre sus fluctuantes bases de clase media, mientras arrojaba al partido en una competición directa, aunque dudosa, con los socialdemócratas y los comunistas. Después de todo, los dos partidos de izquierda habían ganado, en conjunto, más votos que los Nazis en noviembre. Igual de desesperante, los nazis no habían tenido un éxito especial en movilizar el voto de los parados, cuya inmensa mayoría eran trabajador y que, en conjunto, parecían más inclinados hacia la izquierda radical que a hacia los nacionalsocialistas. 

¿Por qué hablar aún del nazismo? Es un acontecimiento histórico que va ya para ochenta años, de cuyo desarrollo pronto no quedarán testigos directos. Su impacto debería irse atenuando, al igual que en España pocos quedan ya que se acuerden -o lo usen en la acción política- de la crisis de 1917, el desastre de Annual o la mismísima dictadura de Primo de Rivera. De la Segunda República, sí, los hay a montones. pero eso es debido a que la ruptura social que provocó la Guerra Civil, junto con la meditada falta de reconciliación durante los cuarenta años de dictadura franquista, ha llevado a que aún sigamos habitando en ese universo de bandos. Los mismos que los de entonces, aunque las ideologías sean muy distintas.

Esa pervivencia, aunque sea fantasmal, del nazismo es la que provoca que su estudio siga estando de actualidad. Aunque no ha vuelto ha producirse una guerra general europea, transformada luego en mundial, muchos de los fenómenos de nuestro siglo inicio del siglo XXI tienen un reflejo en otros similares de las décadas de 1920 y 1930. Nuestro presente económico es el de una crisis prolongada, donde que la precariedad y la desigualdad se están convirtiendo en estructurales, lo que favorece el auge de soluciones racistas, integristas y nacionalistas. De repente, los hombres providenciales, el gobierno de mano de hierro, aunque sea con libertad absoluta en lo económico, se han tornado viables, deseables, incluso camino único para amplios sectores. Estamos virando hacia el autoritarismo, precondición de todos los fascismos, de ahí la importancia de detectarlos cuanto antes, no sea que germinen y enraícen. Labor en la que el estudio del fenómeno nazi debería ayudarnos.

domingo, 16 de agosto de 2020

Estamos bien jodidos (y XXI)

Privé de ce correctif, le système a rapidement dégénéré, comme un arbuste qu'on aurait cessé de tailler, et qui serait revenu à l'état sauvage. Son rapport à l'argent et a la manière de le gagner est devenu obscène.

Qu'il n'y ait aucune honte a s'enrichir, j'en conviens. Qu'il n`y ait aucune honte non plus à savourer les fruits de sa prospérité, je le crois aussi; notre époque nous propose tant de belles et bonnes choses, ce serait une insulte à la vie que de refuser d'en jouir. Mais que l'argent soit complètement déconnecté de toute production, de toute effort physique ou intellectuelle, de toute activité socialement utile? Que nos places boursières se transforment on de gigantesques casinos où le sort de millions de personnes, riches ou pauvres se décide sur un coup de dés? Que nos institutions financières les plus vénérables se comportent comme de garnements ivres? Que les économies de toute un vie de labeur puissent être anéanties, ou alors multipliées  par trente, en quelques secondes, et selon de procédés ésotériques auxquels les banquiers elles mêmes be comprennent plus rien?

Amin Maalouf, Le dérèglement du monde.

Desprovisto de ese contrapeso, el sistema ha degenerado con rapidez, como un arbisto que se deja de podar y que ha retornado a su estado salvaje. Su relación con el dinero y el modo de obtenerlo se ha vuelto obscena.

Convengo en que enriquecerse no supone una vergüenza. También creo que tampoco hay vergüenza en saborear los frutos de la prosperidad; nuestro tiempo nos ofrece tantas cosas buenas y bellas que sería insultar a la vida  negarse a disfrutarlas. ¿Pero que el dinero se disocie de todo tipo de producción, de todo esfuerzo físico o intelectual, de toda activida útil para la sociedad? ¿Que las bolsas se transformen en gigantescos casinos donde el destino de millones de personas, ricas o pobres, se decida en una tirada de dados? ¿Que nuestras instituciones financieras se comporten como bribones ebrios? ¿Que los ahorros de toda una vida de trabajo puedan ser aniquilados, o multiplicados por treinta, en unos segundos, siguiendo unos procedimientos esotéricos que los mismos banqueros no comprenden en absoluto?

Como Baricco, Maalouf va publicando sus meditaciones sobre el estado del mundo cada década, aunque sus conclusiones no pueden ser más opuestas. Esta segunda entrega, Le dérèglement du monde (El desarreglo del mundo), corresponde por tanto al año 2009, mientras que la anterior, Les identités meurtrières (Las identidades asesinas), se situaba en 1998. Dos fechas entre las que media un abismo, el que corresponde al epílogo del siglo XX y el inicio del auténtico siglo XXI.

Desde el punto de vista tecnológico, la Internet de 1998 no pasaba de ser un juguete, mientras que el móvil no era más que un fijo sin cables. En 2009, sin embargo, las redes sociales, YouTube y Google eran una presencia constante e indispensable en la vida de cientos de millones de personas, una influencia potenciada por la conversión del móvil en un ordenador de bolsillo, el smartphone. En términos políticos, asímismo, se habían producido eventos cataclísmicos que iban más allá de una reorganización del equilibrio de poder mundial. Los atentados de septiembre de 2001, contra las Torres Gemelas y el Pentágono, habían hecho visible la ascensión de una nueva ideología, el islamismo radical, opuesta y refractaria a Occidente, sin posibilidad de acuerdo o negociación. Las posteriores invasiones de Afganistán e Irak, lanzadas por EE.UU en respuesta a esos eventos,  pondrían en entredicho las aspiraciones de ese país a convertirse en única superpotencia mundial. No sólo desembocaron en empate, cuando no en derrota, frente a un enemigo mucho menos poderoso, militar y económicamente, sino que habían sumido a Oriente Próximo en un estado de caos que parece haberse convertido en su nueva normalidad, ahora que esa expresión está tan de moda.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Estamos bien jodidos (y XIX)

Es un contramovimiento fascinante, de manera que he dedicado grandes esfuerzos para entenderlo bien, y éste es resultado: sé más o menos lo que esa gente no traga. Lo que hace que salten por los aires. Voy a intentar sintetizarlo en unos pocos puntos bien claritos.
1. Nacido como un campo abierto capaz de redistribuir el poder, el Game se ha convertido en presa de unos poquísimos jugadores que prácticamente se lo comen todo, a menudo incluso aliándose. Estamos hablando de Google, Facebook, Amazon, Microsoft, Apple. Esa Gente.
2. Cuanto más ricos se hacen, más jugadores de estos son capaces de comprarse todo, en un círculo vicioso destinado a crear poderes inconmensurables. Más arriesgado es el hecho de que se estén comprando toda la información, es decir, el futuro: acaparan patentes y son los únicos que tienen los enormes recursos financieros para invertir en inteligencia artificial.
3. Parte de estos beneficios tiene su origen en un uso resuelto y quizá astutamente consciente de los datos que dejamos en la Red: la violación de la intimidad parece ser sistemática y parece ser el precio que hemos de pagar por los servicios que esos jugadores ponen a nuestra disposición de manera gratuita, Parece que la regla es ésta: cuando es gratis, lo que realmente se está vendiendo eres tú.
4. Otra parte de estos beneficios es generada por un mecanismo simplísimo: esa gente no paga impuestos. O, por lo menos, no todos los que deberían.
5. Existe un tráfico de ideas, de noticias y de verdad que se ha convertido en un auténtico mercado, y en el que el Game tolera monopolios de unos pocos jugadores particulares, las sospecha es que si quieren orientar nuestras convicciones no van a encontrar entonces demasiados problemas. Probablemente ya lo hacen.
6. Fuera cual fuera la intención original, lo que el Game ha producido más tarde es una inmensa fractura entre aptos y menos aptos, ricos y pobres, fuertes y débiles. Quizá ni siquiera el capitalismo clásico, en su época de oro, había distribuido la riqueza de un modo tan asimétrico, injusto e insostenible.
7. A base de distribuir contenidos a precio irrisorio, cuando no gratuitamente, el Game acaba haciendo realidad un genocidio de los autores, de los talentos, hasta de las profesiones: el trabajo de un periodista, de un músico, de un escritor, se convierte en mercancía que vaga dentro del Game produciendo beneficios que, sin embargo, no tienen retorno hacia el autor, sino que desaparecen por el camino. Quien gana no es quien crea, sino quien distribuye. Hazlo durante un buen número de años y para encontrar a un creador vas a tener que ir a buscarlo al fin del mundo.
8. Por medio de perfeccionarse en la fabricación de juegos que resuelven problemas, habría que preguntarse si esto no ha generado un vago efecto narcótico, con el que el Game mantiene domesticados sobre todo a los más débiles,  atontándolos lo justo para impedirles que constaten su condición esencialmente servil. 
Como veis no es para tomárselo a broma. Son objeciones durísimas. Y son muchas.
A mí me parece importante conservar la lucidez, volver a trabajar como arqueólogos y anotar tres cosas.

Alessandro Baricco. The Game.

Les comentaba como no acaban de convencerme los dos ensayos anteriores de Alesandro Barico, centrados sobre la cisura cultural y social que han propiciado las  nuevas tecnologías. Mejor dicho, aunque coincidía con su diagnóstico, disentía en su valoración. Es cierto, como Barico apuntaba en Next, que la nueva globalización ha traído consigo una uniformización del gusto, en el sentido del mínimo común denominador. Es innegable, como remachaba en Los Bárbaros, que se ha producido una democratización tanto en la creación artística como en su difusión: cualquier puede aspirar a ser un artista y a conseguir una difusión mundial inmediata, algo impensable en el pasado, incluso para quienes se convirtieron en hitos de nuestra evolución cultural. En contrapartida, el ruido, la masa de obras deleznables indistinguibles se ha vuelto abrumadora, impidiendo reconocer, identificar y valorar aquéllo que realmente vale la pena conservar. Hemos quedado abandonados a nuestros propios medios, sin guías ni referencias, si es que éstas realmente existen.
Aunque pueda parecerlo, mi posición no es pesimista, sino cautelosa. Creo que han ocurrido cosas maravillosas, como cuando, en las primeras décadas de este siglo, las redes P2P, o el mismo youtube, permitieron tener acceso a todo el corpus cinematográfico mundial. Gracias a ello, mi percepción de este arte, así como su concepción del canon, se modificaron de forma drástica. No dependía de lo que otros quisieran señalarme, o de los vaivenes del azar: podía ver lo que quisiese cuando quisiese, explorar a mi antojo, disfrutar de lo que, hasta hacía unos años, eran apenas unas pocas líneas, áridas y confusas, en un libro de historia del cine. Sin embargo, no puedo dejarme arrastrar por un optimismo ciego y entusiasta. Ahora mismo, con la consolidación de las plataformas de streaming, esa ventana de conocimiento se está cerrando. En sus catálogos, apenas hay obras anteriores al año 1980, de cinematografías que no sean la estadounidense, o de clara vocación comercial. Lo poco que queda fura de esas categorías es lo manido y archisabido, la obra cliché cuya fama poco tiene que ver con sus auténtica virtudes. Se está hurtando así todo el legado cinematográfico mundial a las nuevas generaciones, quienes, como en el poema, acaban por despreciar aquello que ignoran.

viernes, 31 de julio de 2020

Estamos bien jodidos (y XVII)

No es una idea nueva, por supuesto, pero en el caso de los bárbaros resulta bastante inquietante: dado que la técnica está, al fin y al cabo, al alcance de cualquier bárbaro, se hace necesario acostumbrarse a la idea de que la secuencia elaborada por un perfecto idiota es generadora de sentido y, por tanto, testimonio de una determinada, e inédita, forma de inteligencia. El la práctica, acabaremos dando crédito a cualquier chorrada que se dé en forma de secuencia superficial, veloz y espectacular, de la misma manera que en el pasado, por ejemplo, reconocíamos que automáticamente como arte cualquier pieza de música culta que se presentara como una forma peregrina e incomprensible. Teniendo en cuenta que somos gente que ha llegado a exponer telas con un corte, y a estudiarlas y a pensar en ellas como una importante encrucijada de la civilización, todos nosotros estamos en lista de espera para reverenciar al primer bárbaro que coloque en secuencia, pongamos a un niño con las entrañas abiertas, el juego de ajedrez y a la Virgen de Fátima. El peligro es real.

Alessandro Baricco. Los bárbaros: Ensayo sobre la mutación.
Antes de continuar mis comentarios a los ensayos de Baricco sobre la metamorfosis tecnológica, obrada en estas últimas tres décadas, voy a retomar un tema que quedó sin explicar en la entrada anterior: las marcas. Recordarán que Baricco justificaba nuestra pasión por las marcas, sean estas Nike, Apple o McDonalds, basándose en su función como puertas a paraísos ansiados y codiciados. En el caso de Nike, por ejemplo, la pertenencia a una supuesta elite deportiva; en el caso de Apple, el club exlusivo de aquéllos que se sitúan a la vanguardia del progreso. A mí esa idea me repele -hablaremos largo y tendido en mi comentario del No logo de Naomi Klein -, en particular por que me parece un timo. Nike no te vende unas zapatillas que sean resistentes, cómodas y duraderas, sino unas con las que fardar ante los amigos. Peor, te obliga a cambiarlas al poco, porque si no llevas el último modelo, ya no pertenecerás a los elegidos. Lo mismo ocurre con Apple, capaz de venderte complementos inútiles por un precio desorbitado o de hacerte tragar, una y otra vez, que sus nuevos dispositivos sean incompatibles con los viejos. El problema, no obstante, no está en estos vendedores de humo, sino en las multitudes cautivas que los siguen con fervor religioso, defendiendo estas decisiones interesadas a capa y espada. Como suelo decir, si un día Apple comercialase el iShit, muchos alabarían su olor, color y textura.

Terminado el inciso, volvamos al análisis de la segunda entrega de los ensayos de Baricco. En Los bárbaros, el ensayista italiano señala la consumación de una cisura cultural, originada y propiciada por los avances tecnológicos. Las nuevas generaciones -y estamos hablando de 2006, fecha del ensayo- no tienen los mismos criterios que sus progenitores a la hora de valorar la importancia de un producto cultural. No se trata, sin embargo, de diferencias achacables a los cambios de gusto, sino de auténticos fosos estéticos, con toda la incomprensión y rechazo que los acompañan. Las dos generaciones, la crecida sin tecnología y la que no ha conocido otra cosa, no tienen ya puntos en común, son incapaces de dialogar y comprenderse. Para la más joven el pasado no existe, no puede ofrecerle nada válido para su presente; para la más vieja, lo que apasiona a sus hijos es deleznable, sin ninguna virtud ni valor que puedan salvarlo.

lunes, 27 de julio de 2020

Estamos bien jodidos (y XVI)

Los hechos son que cuando compráis unas zapatillas Nike, pagáis cien euros por el nombre y cincuenta por las zapatillas. ¿Es que sois tontos? No. Estáis comprando un mundo, ¿qué demonios os importan lo que cuesten, en cuero, goma y trabajo, esas zapatillas? Compráis un mundo. Gente libre que corre, casi siempre hermosa, fundamentalmente elástica, como Michael Jordan; en todo caso, muy moderna. Y vosotros,. en ese mundo. Por ciento cincuenta euros. Si os parece un gesto infantil o idiota, entonces pensad en lo siguiente. Id a un concierto. Beethoven. Música de Beethoven. Habéisc pagado la entrada. ¿Qué habéis comprado? ¿Un poco de música? No, un mundo. Una marca. Beethoven es una marca, construida en el tiempo a partir de la figura de un genio sordo y rebelde, alimentada por dos generaciones de músicos románticos que crearon un mito. De él procede una marcha todavía más potente: la música clásica. Un mundo.

Alessandro Baricco. Next

 Me decidí a leer los ensayos de Alessandro Baricco, centrados sobre las transformaciones socio-tecnológicas del mundo contemporáneo, porque me había topado con recomendaciones muy entusiastas. Según ellas, este pensador pertenecía a un grupo muy selecto: el de aquéllos que, en medio del fragor y las polémicas de nuestro presente, era capaz de discriminar las líneas de avance culturales, técnicas y sociales de nuestra sociedad globalizada, así como de trazar su origen y pasado. Desde 2002, y a razón de un ensayo cada lustro o así, Baricco habría sido capaz de deslindar lo esencial de lo pasajero en lo referente a las nuevas tecnologías, así como su impacto en nuestras vidas cotidianas. Yendo aún más allá, habría señalado a qué debemos renunciar de lo antiguo y qué debemos abrazar (embrace, otro de esos barbarismos apenas disimulados) de lo nuevo.

Sin embargo, debo confesarles que me he llevado una gran desilusión. Lo que dice en Next, el primer ensayo de la serie, tiene cierto sentido e incluso podría subscribirlo. Con reservas, pero obligado a aceptar que el mundo actual es así, tal y como él lo describe, y que no nos queda otra que asumirlo con todas sus consecuencias, puesto que no hay lugar para una marcha atrás. Mucho menos a esos paraísos nostálgicos que sólo existen en nuestra imaginación. No obstante, en los sucesivos ensayos tengo la impresión de que pierde pie, que se deja llevar por sus preconcepciones. Baricco es un optimista tecnológico, para quien todo lo nuevo es bueno, mientras que cualquier efecto deletéreo es producto de nuestros miedos ante el futuro, de nuestras ataduras con un pasado ya periclitado. Si nos entregásemos al New Brave World que Apple, Google o cualquier otra gran corporación nos promete, seríamos felices al instante.

domingo, 19 de julio de 2020

Estamos bien jodidos (y XV)

Si las guerras civiles constituyen la forma más elevada de la violencia política, y si en todas las guerras civiles españolas el componente religioso ocupa un lugar central, entonces habría que decir que la excepción española a la que se refería Tilly hay que buscarla en el lugar ocupado tradicionalmente por la Corona, como sujeto de soberanía, por el Ejército como garante del orden público y por la Iglesia católica, en su relación simbiótica con la Monarquía, como titular de la única religión de Estado. Son esos tres elementos, que se refieren más a la estructura del Estado liberal español que a un dato de la cultura política de los españoles, los que introducen elementos de violencia en la configuración misma del Estado, porque en tal Estado el recurso a las armas está legitimado si los mandos militares consideran que la patria está en peligro y si la jerarquía de la Iglesia decide que la Religión católica, identificada con la nación y con la corona, sufre «persecución»; la intervención militar en el sistema de la política, consagrada por la llamada Ley de Jurisdicciones y amagada, y luego cumplida, en las Juntas Militares y el golpe de Estado de Primo de Rivera, y la defensa a ultranza del artículo II de la constitución y su abusiva interpretación en la imposición clerical, no son resultado de una cultura, con sus diversos grados de violencia; son estrategias de conservación o ampliación del poder que, de hecho, militares y clérigos han ejercido en España desde los mismos orígenes del Estado liberal.

Santos Juliá. Demasiados retrocesos, España 1898-2018

Les confieso que mi opinión hacia Santos Juliá se ha modificado de manera drástica tras leer sus últimos libros. Si lo recuerdan, en la primera década de este siglo se le encargó la redacción del tomo 10 de la Historia de España Villar/Fontana, dedicado al último tercio del siglo XX y la consolidación de la primera democracia estable de nuestra historia. Sin embargo, el estallido de la Gran Recesión en 2008, unido al terremoto político que provocó en el sistema surgido de la transición, condujo a la cancelación de ese proyecto, traspasado a otro equipo distinto. Unos años más tarde, supongo que partiendo de las ruinas del trabajo anterior, Santos Juliá escribió Transición, Historia de una política española (1937-2017), que se podía entender como una defensa del régimen del 78, al igual que una reacción ante el enfoque más crítico y desengañado del tomo 10, en su redacción final, ante nuestra presente democracia.

En su momento, ese libro de Santos Juliá me irritó un tanto. Su ataque a los nuevos fenómenos políticos de la década de 2010, 15M y Podemos, denotaba su su falta de comprensión ante la catástrofe nacional en que nos veíamos envuelto, así como su indiferencia ante el coste social de la crisis, auténtica razón del ascenso esas nuevas formaciones políticas., Sin embargo, puedo entender su miedo -compartido por varias generaciones de españoles, a las que pertenezco en parte- hacia una posible involución política que pudiera derivar en catástrofe. El riesgo es patente: destruir, como ya lo hemos hecho varias veces. la única etapa de nuestra historia reciente en que nuestras esperanzas compartidas de paz, justicia y libertad no se habían visto frustradas. De igual manera, en el periodo  1975-1982, el temor al que cualquier régimen democrático postfranquista siguiese los pasos de la Segunda República, conduciendo a una reproducción de la Guerra Civil del 36, fue precisamente el que permitió que la transición echase a andar, así como que la constitución, y nuestro ordenamiento jurídico con él, contengan disposiciones que a los neoliberales contemporáneos patrios les parecen anatema. Ya saben, propias del socialismo venezolano que sólo lleva a la ruina económica y al ostracismo internacional.

domingo, 14 de junio de 2020

Estamos bien jodidos (y XIII)

You may get a sense of what this means by asking yourself another series of questions: What steps do you plan to take to reduce the conflict in the Middle East? Or the rates of inflation, crime and unemployment? What are your plans for preserving the environment or reducing the risk of nuclear war? What do you plan to do about NATO, OPEC, the CIA, affirmative action, and the monstrous treatment of the Baha'is in Iran? I shall take the liberty of answering for you: You plan to do nothing about them. You may, of course, cast a ballot for someone who claims to have some plans, as well as the power to act. But this you can do only once every two or four years by giving one hour of your time, hardly a satisfying means of expressing the broad range of opinions you hold. Voting, we might even say, is the next to last refuge of the politically impotent. The last refuge is, of course, giving your opinion to a pollster, who will get a version of it through a desiccated question, and then will submerge it in a Niagara of similar opinions, and convert them into--what else?--another piece of news. Thus, we have here a great loop of impotence: the news elicits from you a variety of opinions about which you can do nothing except to offer them as more news, about which you can do nothing.

Neil Postman. Amusing Ourselves to Death (Entreteniéndonos hasta la muerte)

El lector puede acercarse al sentido de lo que esto significa preguntándose otra serie de cuestiones: ¿Que pasos va a adoptar para reducir la tensión en el Oriente Próximo? ¿O las tasas de inflación, crimen y desempleo? ¿Cuáles son sus planes para la conservación del medio ambiente o para reducir el riesgo de una guerra nuclear? ¿Qué piensa hacer sobre la OTAN, la OPEP, la CIA, la acción directa y el horrendo tratamiento de la fe Bahai en Irán? Me tomaré la libertad de responder por el lector: No planea hacer nada. Puede, por supuesto, dar su voto a quien afirma tener planes, así como el poder para actuar, Pero esto se puede hacer sólo una vez cada dos años, consumiendo una hora de su tiempo, en donde no cabe, de manera satisfactoria, la expresión de la variedad de opiniones que el lector pueda sostener. Votar, se podría incluso decir, es lo más cercano a un último refugio para los impotentes políticamente. El último refugio, por supuestos, es dar su opinión a un encuestador, que luego dará una versión a través de una pregunta disecada, la sumergirá en un Niagara de opiniones similares y la transformara en - ¿qué otra cosa?- otra noticia. De esa forma, surge un bucle de impotencia: las noticias provocan en el espectador una variaedad de opiniones con las que no se puede hacer nada. Excepto ofrecerlas como más noticias, sobre las que no se puede hacer nada.

La fortuna del ensayo Amusing Ourselves to Death de Neil Postman es de aquéllas con las que soñaría todo intelectual. Escrito a mediados de los ochenta, no se ha convertido en un artefacto histórico, útil sólo para iluminar un periodo con el que ya no tenemos relación, como era el de la guerra fría. Con pequeñas adaptaciones, la denuncia de Postman es aplicable casi por entero a nuestro presente, de una pertinencia amombrosa, teniendo en cuenta que el blanco de sus flechas era un medio de comunicación, la televisión, omnipresente en esos años preinternet, mientras que ahora el paisaje dominante es de las redes sociales, así como el de los servicios de chat y mensajería. En cuarenta años hemos pasado de medios unidireccionales a otros que son recíprocos, donde la trasmisión de la información se realiza de forma desorganizada. descentralizada y, en apariencia, descontrolada, siguiendo enmarañadas redes de relaciones personales cuya amplitud y complejidad es invisible a nuestro entendimiento.
 

sábado, 6 de junio de 2020

Estamos bien jodidos (y XII)

Lo de d): este finde se produjo un acto en Mauthausen. La delegación gubernamental esp acudió con la bandera que envió allá a varios miles de presos, y la delegación cat meó fuera del tiesto de otra manera, invocando a los presos políticos -podía o debía hacerlo, pero con otro sentido del contexto, menos porno- de una manera y con una intensidad que invitaba a la comparativa histórica. Las dos delegaciones actuaron dentro de la libertad de expresión, o del protocolo, supongo. Pero, sobre todo y más aun, dentro de la tendencia esp de instrumentalizar cadáveres. Algunos de los cuales, por cierto, murieron, además de por arbitrariedad, crueldad y acuerdo de dos gobiernos, por luchar por un mundo sin banderas. «¿Quiere mi opinión?». Claro. «Escriba: estoy-hasta-el-jopo.»

Gillem Martínez. Caja de brujas. Procesando el proceso al Procés.

Entre las múltiples revoluciones que ha provocado la pandemia del COVID-19, se encuentra el  eclipse casi absoluto de un problema que, hasta ayer mismo, figuraba en primer plano en la agenda política: la independencia de Cataluña. Aunque no del todo, como corresponde todo zombie que se precie. Aún continúan los berrinches del president de la Generalitat, intentando arrimar el ascua a su sardina en cualquier coyuntura política, con independencia de las víctimas mortales que puedan acarrear sus acciones. En paralelo, ERC y el gobierno de la nación se dedican a hacer piruetas imposibles en una misma cuerda floja, fingiendo que la agitan para provocar la caída del otro, pero al mismo tiempo teniendo bien cuidado de no superar el límite que llevaría a ambos a precipitarse. Por un lado, no les interesa mostrarse demasiado blandos frente al supuesto enemigo, no sea que pierdan votos entre sus parroquias, pero al mismo tiempo saben que si caen, quien les substituirá será una derecha hambrienta de venganza. Porque para esa derecha, cada vez más exasperada y vocinglera, todos son traidores a la patria, cuando no terroristas ocultos. Si por ellos fuera, hasta los más tibios entre sus propias filas estarían entre rejas.

Pero me disperso. El caso es que antes de que la pandemia estallase me leí la colección de artículos, recogida con el nombre de Caja de brujas, que Gillem Martínez fue publicando en el diario digital Ctxt a medida que se desarrollaba el largo proceso al Procés, entrelazado con caídas de gobiernos y elecciones generales. Un juicio,  ya saben, dirigido contra todos aquéllos que promovieron, o consintieron con su mutismo, el referendum del 1-O de 2017, así como la (no) declaración de (no) independencia de Cataluña del 27-O siguiente. Con anterioridad, había leído con gran interés su 57 días en Piolín, certero análisis de las cadena de malentendidos, empecinamientos y cegueras varias que llevó a la mamarrachada de aquellas fieras, compartida a partes iguales entre todos los actores políticos. Un gobierno que, como era normal en la época de Rajoy, nada hacía hasta que se encontraba al borde del precipicio; unos partidos independentistas que llamaban a la insurrección popular contra el opresor, pero que, a la mínima, corrían a refugiarse en el extranjero o clamaban que todo había sido un juego; Una oposición, PSOE y Podemos, extraviada en un laberinto de confección propia, sin acertar a proponer un nuevo marco institucional en el que todos los habitantes de este país quimérico nos sintiésemos a gusto. Si es que eso es posible aún o es que ya, como titulaba yo esa entrada, «entre todos la matamos y ella sola se murió»

sábado, 30 de mayo de 2020

Estamos bien jodidos (y XI)

Google's asymmetrical power draws on all the social sources that we have considered: its declarations, its defensive fortifications, its exploitation of law, the legacy of surveillance exceptionalism, the burdens of second modernity individuals, and so on. But its power would not be operational without the gargantuan material infrastructure that surveillance revenues have brought. Google is the pioneer of "hyperscale", considered to be "the largest computer on earth". Hyperscale operations are found in high-volume information business such as telecoms and global payment firms, where data centres require millions of "virtual servers" that exponentially increase computing capabilities without requiring substantial expansion of physical space, cooling or electrical power demands. The machine intelligence at the heart of Google's formidable dominance is described as "80 percent infrastructure", a system that comprises custom-built, warehouse-sized data centres spanning 15 locations and, in 2016, an estimated 2,5 million servers in four continents.

Shoshana Zuboff, The Age of surveillance capitalism (La era del capitalismo de vigilancia)

El poder asimétrico de Google bebe de todas las fuentes sociales que hemos considerados: sus declaraciones de intenciones, sus fortificaciones defensivas, su explotación de la ley, el legado del excepcionalismo de vigilancia, las cargas de los individuos de la segunda modernidad y así sucesivamente. Pero su poder no sería operativo sin la titánica infraestructura material que los beneficios económicos de esa vigilancia han propiciad. Google es el pionero de la «hiperescala», considerada como «el mayor ordenador sobre la tierra». Operaciones de Hiperescala son habituales en negocios con grandes volúmenes de información como las empresas de telecomunicaciones y las de pagos a nivel mundial, donde los centros de datos necesitan millones de «servidores virtuales» que incrementan de manera exponencial la capacidad de cálculo sin requerir una expansión substancial del espacio físico o las necesidades de refrigeración o potencia eléctrica. La inteligencia mecánica que constituye el corazón del temible dominio de Google se suele describir como «infraestructura en un 80%», un sistema que abarca centros de datos del tamaño de un almacén, construidos a medida, repartidos a lo largo de 15 ubicaciones distintas y, en 2016, con una estimación de 2,5 millones de servidores en cuatro continentes.

Habrán apreciar que soy muy crítico con el dominio global de Google (y de facebook y de tantas otras grandes empresas), sin embargo, esto no significa que sea un "neoludita" o un "agnóstico" tecnológico. Dada mi edad, viví en un tiempo donde no existían ni internet ni los telefónos móviles. Viajar en aquel entonces, aunque fuera una mínima distancia, podía suponer quedar desconectado durante largos periodos de la gente que conocías, reducido a breves llamadas, apenas un hola y un adiós, si se encontraba un teléfono públicos. En los lugares de destino, a menos que contases con un mapa y una guía, ambos en formato físico y acarreados al lo largo de todos tus desplazamientos, encontrar cualquier sitio podía ser una aventura. Se necesitaba contar con intuición, lo que se llamaba sentido de la orientación, además de ser capaz de comunicarse con la población local, lo que sigue siendo ser abierto y sociable.  Pero sobre todo había que tener suerte. Mucha, mucha suerte.

Comparado con ese pasado primitivo, es evidente que hemos mejorado mucho. ¿Quiero charlar con mi familia o mis amigos? Whatsup está ahí para ayudarme. ¿Que quiero conocer el significado, la historia y la importancia del monumento que estoy visitando? Wikipedia lo mostrará de forma instantánea. ¿Qué quiero asegurarme de mi posición, buscar un lugar para comer, encontrar la mejor ruta para trasladarme? Activo el GPS y  con Google Maps lo determinaré al instante. Todo con un aparato minúsculo, mi móvil inteligente, que puedo llevar en el bolsillo a todas partes y que puede conectarse a esas aplicaciones casi desde cualquier lugar. Las ventajas son innegables y nadie en su sano juicio renunciaría a ellas, lo que no quita que seamos rehenes de todas esas grandes empresas. Al utilizar sus aplicaciones les suministramos nuestros datos personales, sin que conozcamos qué hacen con ellos.