jueves, 6 de septiembre de 2018

Entre todos la matamos y ella sola se murió

No sé, les paso más contradicciones. Los primeros presos políticos de la democracia no han sido los Jordis. Vete a saber quienes han sido. Siempre hay un retén de personas que acaban con sus huesos en la cárcel - es fácil acabar con los huesos en una cárcel; ésa es la primera lección de Derecho Penal - por opciones políticas. Pero son especialmente llamativos los presos, hoy en el trullo y con sentencia firme, condenados durante las manis que rodearon el Parlament en 2011. Algunos fueron condenados por acciones como « increpar a un diputado, con las manos en alto ». Las condenas fueron más duras porque la Gene se presentó como acusación y pidió que el juicio fuera en la Audiencia Nacional. La razón: podían declarar así por vídeo, lo que quedaba como guay y rebelde, si bien eso suponía que los acusados se enfrentarían a cargos más graves, como atentado a institución del estado. Es contradictorio que un partido procesista haya votado la Ley Mordaza, el fin de la democracia tal y como se la concebía en el 45. Es contradictorio, en fin y por otra parte, declarar una DIU y pirarse. No tenían plan A, o B - otro aspecto contradictorio - y esperaban una reacción violenta del Estado como plan C. El 155 fue, en su inicios, despacito, lo que les desbarató el plan C - lo que es contradictorio, es contradictorio que el Govern esperara violencia sobre su sociedad -. Es contradictorio que todos los tramos del Process (2012-2015, 2015-2017) finalicen en consulta y elecciones. Es contradictorio que un Govern en el exilio y un Procesismo en la Pomada, acepten unas elecciones impuestas por el gobierno. Es contradictorio que la campaña de esas elecciones no trate sobre lo que ha hecho el Govern con su monocultivo, sino - me juego una copa - sobre le abuso de haber detenido a un Govern, que políticamente no se encuentra el culo con ambas manos, hace poco y lo que hace es contradictorio y poco efectivo. Es contradictorio que todas las contradicciones del Govern finalicen en elecciones. Es contradictorio que la gran baza electoral del Govern nunca sean sus éxitos políticos, sino su martirio, su sufrimiento, su persecución. Es contradictorio que un Govern, que no se come un colín, y un Gobierno, que no solo canaliza problemas sino que los radicaliza, se necesiten electoralmente. Es contradictorio el siglo XXI, cambalache y sentimental.

Gillem Martínez, 57 días en Piolín


En este libro, se recogen los artículos que Gillem Martinez escribió entre 2017/2018 para la revista digital ctxt.es, de claro alineamiento con la nueva izquierda que surgió en este país tras el 15M de 2011. Los escritos recogidos en el libro se concentraban en el periodo otoño/invierno de 2017, como este artículo del tres de noviembrem y su intención era, como indicaba el título común con que se publicaban, « procesar el proces ».

Medio en serio, medio en broma, con ironía amarga o amarga ironía, como prefieran. Con humor, porque ese proces ha terminado siendo astracanada y esperpento, como bien indica el título de la recopilación, recuerdo del absurdo de un gobierno que manda sus fuerzas represivas en un crucero decorado con los personajes de la Warner. Con sarcasmo, porque no se puede considerar de otra manera a un Govern que se reveló novato político, incapaz de predecir las reacciones del adversario o de llegar hasta el final de sus resoluciones. A un abismo de distancia de cualquier resistencia numantina, como podría hacer pensar la otra referencia del título, a los 55 días en Pekín y el sitio de la legaciones europeas durante la rebelión de los Boxers en 1900.

Pero también de tragedia.  Porque en realidad, lo que se recoge en ellos es la crónica de un triple fracaso político: la quiebra de un régimen, el del 78, que parece haber llegado al término de su recorridom incapaz de suscitar ya la adhesiones que consiguió durante la transición; el de un país, el nuestro, rasgado hasta ser irreparable; y el de las todas las fuerzas políticas de esta nación, sean del signo que sean, encerradas y prisioneras de sus soledades, pasados, ensoñaciones y servidumbres.


Una ruptura que era inimaginable hace apenas una década, antes de esta crisis económica que se lo ha llevado todo. Y no es una exageración. En los tiempos en que era El País Vasco el que parecía a punto de separarse del estado, cuando ETA asesinaba a quien se le cruzaba en su camino y muchos de los partidos locales coqueteaban con ella o disculpaban sus acciones, en los mentideros de la capital del reíno se ponía a los catalanes como ejemplo a admirar e imitar. Con moderación y espíritu de negociación habían logrado todo lo que los vascos no habían conseguido con la fuerza de las armas: un lugar privilegiado en la nación, protección de su lengua, progreso económico y cultural semejante al de los países avanzados de Europa.

Sin embargo, a medida que ETA se iba debilitando durante la primera década de este siglo, las tornas se dieron la vuelta. El problema vasco se desvaneció, como la niebla al sol, sólo para ser substituido por un problema catalán, que no sólo ha desgarrado el cuerpo de la nación, sino que ha seccionado, de arriba abajo, en dos partes iguales, a la propia sociedad catalana. Haciendo imposible, en la práctica, cualquier camino, sea el de la secesión definitiva o el de la vuelta a la federación, aunque fuera en otras condiciones y en otra forma. Un nacionalismo local, el catalán, que además ha propiciado el retorno glorioso de su reflejo tenebroso, el nacionalismo español, de raígambre derechista, franquista. Dos movimientos políticos que son caras de una misma moneda, la que pretende crear una patria fundada en la exclusión, que coinciden en sus exaltaciones, como el agitar banderas y los cantos patriítcos, y que además se necesitan el uno al otro para existir. Pero que se odian a muerte y que, en el combate en que destrozan mutuamente, acabarán por reventarnos a todos.

 Sería ocioso, e improductivo, señalar cuándo se produjo el punto de no retorno. ¿Fue con la llegada de Zapatero? En ese tiempo se hablaba en Madrid de que &laquo los catalanes mandaban mucho » y también marca el momento en que el PP se dedicó a sabotear cualquier iniciativa proveniente de esa autonomia. ¿Fue desencadenada, como tantas otras calamidades, por la gran recesión? Es cierto que en ese tiempo el independentismo comenzó a crecer como la espuma, coincidiendo con el desapego y desencanto de la población con los partidos tradicionales. ¿O fue exacerbado por la indolencia y desidia de Rajoy? En este caso, su habitual táctica de esperar a que los problemas se resolviesen por sí solos sólo sirvió para que le estallen en la cara, además de llevarle a ser depuesto, por primera vez en nuestra democracia, de su cargo como presidente del gobierno.

Determinar ese instante crucial no no serviría para nada, puesto que ya son demasiados los irreversibles, entre ellos y principal la postración e impotencia de nuestro sistema de partidos, reducido a máquina de producción de propaganda con la que adormecer a la población y mantener la fidelidad de los ya convencidos. Así tenemos a un PdeCat que sólo vive del sentimiento visceral, el sufrimiento y el martirio, convirtiendo derrotas ciertas en victorias aparentes, mientras que aplica sobre la población políticas neoliberales que ni el PP se habría atrevido a proponer. Porque mientras haya patria, todo irá bien y los platos estarán llenos. Siguiendo con una ERC fagocitada y parasitada por los detentores del independentismo, sin poder elegir otro camino que el trazado por el PdeCat, sino quiere ser tildado de traidor; pero que si lo sigue, sólo terminará siendo un excrecencia de los auténcicos y verdaderos padres de la patria. Para terminar con unas CUP que han dejado de lado todo lo que proclamaba, revolución incluida, por una patria futura en la que lo más probable es que sean tirados a la basura por quienes jamás han dejado de ser su peores enemigos políticos.

Y del otro lado. ¡Ay del otro lado! Un Podemos hamletiano que sólo destaca en quedarse entre Pinto y Valdemoro y que en cada bandazo idelógico pierde unas cuantas decenas de miles de votos, dando la razón a quienes sólo ven en él un grupo de niñatos. Un PSOE que es capaz de ser cualquier cosa y además todo lo contrario, desgarrado y esquizofrénico por la necesidad de recuperar a sus votantes perdidos, adoptando disfraces de radicalidad, pero que no puede perder el aura de chico de buena familia, un poco juerguista, ante las autoridades de la Union Europea. Un PP que ha encontrado en el nacionalismo catalán, como les decía, un filón similar al de la lucha contra ETA, permitiéndoles volver a las esencias ideológicas de un franquismo que sigue siendo faro y guía para demasiados de sus militantes, simpatizantes y votantes. Cerrando con unos Ciudadanos, creyentes neoliberales  dispuestos a desmontar el estado del bienestar por completo en cuanto les dejen, pero que agitan la bandera de la patria ante nuestros ojos, para distraernos y ya de paso robarle los votos más extremistas al PP.

Sería para reír, sino fuera porque tenemos que vivir con ellos y bajo ellos. Pero hay que sobrevivir, a pesar de sus desmanes. Así que, si quieren tener un guía que les oriente en este laberinto, léanse estos artículos de Guillem Martínez.

Porque si algo sabe hacer, es descubrir la mentira y demoler las falsedades con las que intentan confundirnos. Los unos y los otros.


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