viernes, 28 de septiembre de 2018

Sin dejar rastro (y III)

Louie Kamookak did not set out to solve one of naval history's most enduring mysteries. His early work focused on tracing the family trees of four main groups that made up the Netsilingmiut. As the lines of those family trees became clearer, Kamookak also got a better understanding of contacts that Inuit had with the foreign explorers. Qalunaaq names did not make any more sense to them than Inuit names registered in white men's ears. So Inuit gave the outsiders nicknames . A common one was Aglooka, from the Inuktitut description of the long strides they saw foreigners taking. The problem is that Inuit knew several nineteenth-century visitors by that name, including James Clark Ross and Rozier. That makes it hard for someone accustomed to the conventions of European history to untangle the various strands of it in Inuit oral history. But if an Inuk tells a story of an encounter with Aglooka from an old relative, and a listener like Kamookak knews the source's family group, he can figure out where they normally lived and hunted. That gave the Inuk historian a distinct edge over experts from the south trying to figure out the Franklin mystery. Travelling across Netsilingmiut territory, he listened and learned, deciphering elders' stories to figure out which groups of qaluunaq various Inuit family groups likely met, and when. In time Kamookak found that one of the most obvious mariners in the elders ' stories was Franklin loyal friend John Ross. Those accounts came from the years when the Ross expedition was trapped on the Boothia peninsula, and Netsilingmiut helped the sailors survive, sealing their place in local legend.

Paul Watson, Ice Ghosts

Louie Kamookak no se propuso desde un principio resolver un misterio naval (el de la expedición Franklin) de los más persistente de la historia. Su trabajo inicial se centraba en trazar los árboles genealógicos de los cuatro grupos principales que componían la tribu de los Netsilingmiut. A medida que los diferentes linajes se iban aclarando, Kamookak comenzó a tener una mejor comprensión de los contactos que los Inuit habían tenido con los exploradores extranjeros. Los nombres de los Qaluunak eran tan incompresibles para ellos como podían serlo los nombres Inuit para los oídos de los hombres blancos. Por ello, los Inuit se inventaron apodos. Uno comín era Aglook, proveniente de la descripción de las largas zancadas que los Inuktituk veían dar a los extranjeros. El problema es que los Inuit ser referían a varios visitantes decimonónicos con ese nombre, incluyendo a James Clark Ross y Rozier. Esto tornaba difícil, para quien está aconstumbrado a las convenciones de la historiografía europea, el desenredar los diferentes cabos que componen la tradición oral de los Inuit. Pero si un Inuk narra una historia de un encuentro de un pariente con Aglooka y un oyente, como Kamookak, conoce el árbol familiar de ese Inuk, puede adivinar donde vivían y cazaban. Esto confería una clara ventaja al historiador Inuk, comparado con los expertos del sur que intentaban aclarar el misterio de Franklin. En sus viajes a lo largo del territorio Netsilingmiut, Kamookak escuchó y aprendió, descifrando las historias de los ancianos para así esclarecer con qué grupos de Qaliinaq podían haberse encontrado los distintos grupos familiares Inuit. Con el tiempo, Kamookak averiguó que uno uno de los marinos más frecuentes en las historias de los ancianos era John Ross, el fiel amigo de Franklin. Esas narraciones provenían de los años que la expedición de Ross permaneció atrapada en la península de Bothia y los Netsilingmiut ayudaron a los marinos a sobrevivir, quedando marcado en sus leyendas.

Este es el último libro sobre la desaparición de la expedición Franklin que voy a reseñarles. Visto lo tenues y contradictorias que son las pruebas e indicios que nos han llegado, no creo que se pueda concluir nada definitivo sobre el destino de los expedicionarios. Al menos hasta que terminen las excavaciones submarinas en los pecios del Erebus y el Terror, los dos barcos de la expedición recientemente encontrados en 2014 y 2016, respectivamente. Esta tarea va a llevar años, cuando no decenios, y temo que las elevadas esperanzas puestas en ellas se vean defraudadas, al suscitar más preguntas que respuestas, cuando no misterios insolubles.

De hecho, si compre este libro es porque narraba, precisamente, el hallazgo de estos pecios, relato casi ausente en los dos libros anteriores, tanto en el de Woodman como en el de Potter. Aún así, los comentarios que leí en la tienda de internet donde lo adquirí eran desalentadores. Según ellos, esta obra no añadía nada a lo expuesto en las obras clásicas sobre el tema. Incluso se le reprochaba el perderse en meandros y digresiones que poco interesaban al tema principal, al tiempo que se olvidaban hechos fundamentales en el desarrollo de las investigaciones.

Éste último defecto era bien cierto, ya que, por ejemplo, se pasaba de puntillas tanto sobre la tarea de recopilación de los testimonios Inuit que realizó Rae en 1870, como sobre las penalidades de varias de las expediciones de rescate, en concreto la de McClure. Por el contrario, se dedicaba una atención desmesurada al circo, con mediums y videntes incluidos, farsantes y personas de buena fe. que se montó alrededor de la esposa del explorador; o las supuestas hazañas, ya en nuestro siglo, de uno de esos millonarios/aventureros que tanto abundan en el mundo anglosajón, pero que en esta ocasión, aparte de destruir pecios, poca relevancia tenían.

Sin embargo, cualquier libro de historia, aunque divague y se pierda por vericuetos, puede ser una fuente inestimable de información, siempre que abunde en datos bien investigados. Tal es el caso del libro de Watson, que ilumina multitud de aspectos secundarios de las numerosas búsquedas en pos de la exposición perdida. Algunas de ellas, cierto, total y completamente irrelevantes; otras, sin embargo, de gran pertinencia. Como el papel fundamental que tuvieron y tienen los testimonios Inuit en la reconstrucción y verificación de cualquier teoría sobre la desaparición de la expedición

viernes, 21 de septiembre de 2018

Sin dejar rastro (y II)

McKlintock thought that Ootgoolik referred to the west coast of King William Island, but we  have seen that this term applies to the west coast of the Adelaide Peninsula. Hall was told that the natives found this second ship "in the ice of the sea between Dease Strait and Simpson Strait" - modern Queen Maud Gulf. From descriptions of the actual wreck site, Hall concluded that the ship, "sank some time after they [the Inuit] found it but no so bad what the topmast were above water - ultimatley (sic) the ice broke the vessel that masts, timbers etc. drifted to the land south side of Ook-joo-lik sea & and there found in abundance by Ook-joo-lik natives. 

Hall was later given more detail about this wreck by an Oot-goolik native named Ek-pre-ree-a.

This ship first seen he said by Nuk-kee-che-uk an Ook-joo-lik Innuit who in now dead, having been killed by his (Ek-kee-pee-ree-a0's) father. This he told me with a smile. This ship had 4boats hanging at the sides and 1 of them was above the quarter deck. The ice about the ship one winter's make, all a smooth flow (sic) & and a plank was found extending from the ship down to the ice. The innuit were sure some white men must have lived there through the winter. Heard of tracks of 4 strangers, not Innuits, being seen on the land adjacent to the ship (Emphasis in the original)

David C. Woodman. Unravelling the Franklin Mistery, Inuit Testimony

McKlintock pensó que Ootgoolik se refería a la costa oeste de la isla del Rey Guillermo, pero ya hemos visto que ese apelativo se aplica a la costa occidental de la península de Adelaida. A Hall se le contó que los nativos habían encontrado ese segundo barco « en el hielo, en el mar entre el estrecho de Dease y el de Simpson » - el actual golfo de la Reína Maud. De la descripción del lugar del naufragio, Hall concluyó que el barco « se había hundio al poco de ser encontrado [por los Inuit], pero no tan profundo que los mástiles no sobresalieran del agua - al fimal (sic) el hielo troncho el barco, de manera que los mástiles y el maderamen fueron arrastrado a tierra, al sur del mar de Ook-joo-lik, donde los nativos los encontraron en abundancia.

Hall consiguió aún más detalles del pecio por medio de un nativo de Oot-goolik de nombre Ek-pre-ree-a. 

« Este barco fue visto primero por  Nuk-kee-che-uk un Inuit de Ook-joo-lik ya muerto,k asesinado por su padre (el de Ek-kee-pee-ree). Esto me lo narró sonriendo. Este barco tenía cuatro botes colgados a sus lados y 1 de ellos estaba sobre la cubierta. El hielo que rodeaba al barco era de un invierno de edad, todo suave fluido (sic) y se encontró una plancha de madera que descendía del barco hasta el hielo. Los Inuit tenían la certeza de que algunos hombres blancos debían haber vivido allí durante el invierno. Se hablaba de rastros en la nieve de cuatro extraños, que no eran Inuit,  vistos en las tierras próximas al barco »

Buscando libros que resumiesen el estado de las investigaciones sobre la expedición Franklin, llegué por casualidad a éste de Woodman. Sin sospecharlo, me había tocado el premio gordo de la loteria. Unravelling the Franklin Mistery, Inuit Testimony (Desenredando el misterio de Franklin, el testimonio de los Inuit), es un libro clave en la investigación moderna de la desaparición de esa expedición. 

Publicado en los años 90, Woodman realiza en él un análisis exhaustivo del cúmulo de noticias obtenidas de los Inuit por los exploradores que fueron en busca de Franklin. No sólo los más famosos, y que ya les señale en la entrada anterior, como Rae, MacKlintock o Hall, sino otros menos conocidos o mucho más tardíos, como Schwatka, el propio Admundsen o Rassmussen, éstos últimos ya en el siglo XX. Y no sólo lo publicado por ellos, ya corregido y pulido, sino los diarios originales que dormían en los archivos, más cercanos a la verdad y con menos distorsiones, tanto voluntarias como involuntarias. Con esas fuentes, Woodman construyó una versión alternativa al destino de la expedición que destaca por su lógica y su verosimilitud, y que ha sidoconfirmada en gran medida por los descubrimientos de los pecios del Erebus y el Terror, encontrados en los lugares señalados por los Inuit y en condiciones casi idénticas a las descritas por ellos.

martes, 18 de septiembre de 2018

Sin dejar rastro (y I)

The skeleton bore with it one of the most enigmatic documents in the whole Franklin mistery. In the words of Allen Young, who published this separate account in the Cornhill Magazine in 1860. "The captain's party found a human skeleton upon the beach as the man had fallen down and died, with his face down to the ground, and a pocket book, containing letters in German which have no been deciphered, was found closed by".

Whose was the skeleton? And what were these letters? As it turns out, they were not written in German, although the mistake was understandable, given the frequent occurrence of  strange words such as "Meht," "Kniht", and "Eht". On further examination, it was discovered they were in fact in English, only written backwards (that is with the letters in backwards order, not mirror-back backwards), Why this would have done is a difficult question - for my part, I can only suppose that there was some desire to conceal the contents of a sailor's letters from his shipmates, whose rudimentary literacy would have made transposing the letters a daunting task.

Russel A. Potter. Finding Franklin.

Junto al esqueleto se hallaba un documento especialmente enigmatico, para lo que es corriente en el misterio de la expedición Franklin. En palabras de Allen Young, que publicó este informe por separado en la Cornhill Magazine en 1860. « El grupo del capitán (MacKlintock) encontró un esqueleto humano en la playa, tal y como había caído y fallecido, de cara al suelo, y en las cercanías, una cartera de bolsillo, que contenía cartas en que aún no descifradas».

¿De quién era ese esqueleto? ¿Y qué eran esas cartas? Ha resultado que no estaban escritas en alemán, aunque el error es comprensible, dada la aparición frecuente de palabras extralas como "Meht", "Knith" o "Eth". Al examinarlo más de cerca, se descubrió que estaban escritas en inglés sólo que al revés (es decir, con las letras en order inverso, no en sentido especular). El porqué de haberlo hecho así es una pregunta difícil - a mi entender, sólo puedo aventurar que el marinero deseaba esconder el contenido de estas cartas a sus compañeros de tripulación, cuyo alfabetismo rudimentario habría tornado la transposición de las letras en una tarea insuperable.

Hace unas semanas les comentaba el libro Artic Labyrinth, de Glyn Williams, centrado en la exploración y descubrimiento del paso del Noroeste. Una buena parte del texto se dedicaba a la narración y elucidación de un misterio central en esas expediciones articas, sino el misterio por antonomasia: la desaparición sin dejar rastro, junto con sus tripulaciones, de los dos navíos de la expedición Franklin, el Erebus y el Terror, en 1845.

Por hacer un breve resumen. La expedición de John Franklin, un experto en las regiones polares, estaba concebida para ser la que finalmente descubriera el paso del Noroeste. Con provisiones para tres años, dotada con los últimos avances técnicos y científicos, recopilando todo el saber y experiencia de tres decenios de exploraciones árticas e invernadas en esas regiones, parecía destinada al triunfo. Sin embargo,  tras ser vista por última vez por algunos balleneros cuando entraba en el estrecho de Lancaster, al final de la bahía de Baffin, se desvaneció por completo. No fue hasta 1848, tras tres años sin noticias, cuando las provisiones del Erebus y el Terror ya debían estar comenzando a agotarse, que se empezaron a planear las primeras operaciones de rescate, a pesar de que otros exploradores, como Jouhn Ross, habían propuesto esfuerzos tempranos. Los que pudiesen llegar a tiempo de salvar a los posibles supervivientes, antes de que tuviesen que abandonar sus barcos o fueran diezmados por el frío, el hambre y el escorbuto.

sábado, 15 de septiembre de 2018

En la penumbra

Wir alle verfügen ja über die ganz besonders eigentümliche Gabe, eventuell mit einmal hinfällig zu sein, mit anderen Worten, in Bezug auf die Kräfte, die Gesundheit plötzlich zu verlieren, und ich bin der Meinung, wir alle sollten mit dieser Möglichkeit zu rechnen. « Unkraut verdirbt nicht », ist so ein hergebrachtes, gleichsam altehrwürdiges Sprichwort, mit dessen Erwähnung ich selbstverständlich nicht sehr viel, womöglich überhaupt nichts gesagt haben will. Dieses Sprichwort ist mir nur soeben eingefallen.  Was ich beifügen sollen, ist dieses: Eine  Bürgersfrau, so wurde mir hintergebracht, habe sich über mich da und da erkundigt und bezüglich meines Charakters und meines Benehmens die Befriedigendste Auskunft eingeheimst oder  erhalten. Die Benachrichtigung dieses ganz geringfügigen Auskunftseinholungsmomentes hat mich gefreut, ich gestehe es offen. Ich bin also in den Augen von Leuten, in deren Gesellschaft oder in deren Nähe ich Zeitweise lebte, d.h. Zeit verschwendete und verbrachte, einer, mit dem sich umgehen lässt. « In Ihren Bücher » so sagte mir ein hochgeachteter Herr Verleger, « lebt etwas in gewisser Hinsicht zu Rosiges, Fröhliches, was Ihnen mancher Leser übelnehmen kann, worauf Sie sich gefasst machen wollen »

Robert Walser. Microgramas

Todos nosotros disponemos de una virtud característica completamente especial, de tarde en tarde ser débiles por una vez. En otras palabras, en relación a nuestras fuerzas, perder repentinamente la salud, y soy de la opinión que todos debemos contar con esa posibilidad. « Mala hierba nunca muere » es un dicho tan antiguo y digno, y al mismo tiempo tan tradicion, que yo, con esa expresión no tengo mucho que decir, en general quizás nada. Este refrán sólo me ha venido a la mente. Lo que quiero añadir es esto: La esposa de un burgués, así se me dijo en secreto, se ha interesado, aquí y allá, por mí y en relación a mi carácter y mi comportamiento ha procurado conseguir y obtener información, la más satisfactoria. La notificación de ese ínfimo momento de recolección de información me ha llenado de alegría, lo confieso abiertamente. Estoy por tanto en boca de las gentes, de cuya sociedad formo parte o en cuya contemporaneidad vivo, es decir,  soy uno al que evitan aquellos con los que malgasto y paso el tiempo. « En sus libros  » me dijo un respetado editor « habita algo demasiado alegre, de color de rosa, que algunos lectores pueden tomarse a mal y por ello guardarle rencor »

Con demasiada lentitud voy avanzando en la lectura de los microgramas de Robert Walser. No porque me disgusten, ya saben que este escritor suizo es uno de mis favoritos, sino por su dificultad. Provocada en gran parte por el estado de oxidación de mi alemán, cada vez más deteriorado, pero también por las circunstancias que rodean a la composición de esa sección de la obra Walseriana y su carácter de experimento sin concesiones. Más allá de una modernidad literaria que aún no había agotado sus posibilidades, rayano en el postmodernismo posterior, mucho antes de que ese termino aún existiese .

jueves, 6 de septiembre de 2018

Entre todos la matamos y ella sola se murió

No sé, les paso más contradicciones. Los primeros presos políticos de la democracia no han sido los Jordis. Vete a saber quienes han sido. Siempre hay un retén de personas que acaban con sus huesos en la cárcel - es fácil acabar con los huesos en una cárcel; ésa es la primera lección de Derecho Penal - por opciones políticas. Pero son especialmente llamativos los presos, hoy en el trullo y con sentencia firme, condenados durante las manis que rodearon el Parlament en 2011. Algunos fueron condenados por acciones como « increpar a un diputado, con las manos en alto ». Las condenas fueron más duras porque la Gene se presentó como acusación y pidió que el juicio fuera en la Audiencia Nacional. La razón: podían declarar así por vídeo, lo que quedaba como guay y rebelde, si bien eso suponía que los acusados se enfrentarían a cargos más graves, como atentado a institución del estado. Es contradictorio que un partido procesista haya votado la Ley Mordaza, el fin de la democracia tal y como se la concebía en el 45. Es contradictorio, en fin y por otra parte, declarar una DIU y pirarse. No tenían plan A, o B - otro aspecto contradictorio - y esperaban una reacción violenta del Estado como plan C. El 155 fue, en su inicios, despacito, lo que les desbarató el plan C - lo que es contradictorio, es contradictorio que el Govern esperara violencia sobre su sociedad -. Es contradictorio que todos los tramos del Process (2012-2015, 2015-2017) finalicen en consulta y elecciones. Es contradictorio que un Govern en el exilio y un Procesismo en la Pomada, acepten unas elecciones impuestas por el gobierno. Es contradictorio que la campaña de esas elecciones no trate sobre lo que ha hecho el Govern con su monocultivo, sino - me juego una copa - sobre le abuso de haber detenido a un Govern, que políticamente no se encuentra el culo con ambas manos, hace poco y lo que hace es contradictorio y poco efectivo. Es contradictorio que todas las contradicciones del Govern finalicen en elecciones. Es contradictorio que la gran baza electoral del Govern nunca sean sus éxitos políticos, sino su martirio, su sufrimiento, su persecución. Es contradictorio que un Govern, que no se come un colín, y un Gobierno, que no solo canaliza problemas sino que los radicaliza, se necesiten electoralmente. Es contradictorio el siglo XXI, cambalache y sentimental.

Gillem Martínez, 57 días en Piolín


En este libro, se recogen los artículos que Gillem Martinez escribió entre 2017/2018 para la revista digital ctxt.es, de claro alineamiento con la nueva izquierda que surgió en este país tras el 15M de 2011. Los escritos recogidos en el libro se concentraban en el periodo otoño/invierno de 2017, como este artículo del tres de noviembrem y su intención era, como indicaba el título común con que se publicaban, « procesar el proces ».

Medio en serio, medio en broma, con ironía amarga o amarga ironía, como prefieran. Con humor, porque ese proces ha terminado siendo astracanada y esperpento, como bien indica el título de la recopilación, recuerdo del absurdo de un gobierno que manda sus fuerzas represivas en un crucero decorado con los personajes de la Warner. Con sarcasmo, porque no se puede considerar de otra manera a un Govern que se reveló novato político, incapaz de predecir las reacciones del adversario o de llegar hasta el final de sus resoluciones. A un abismo de distancia de cualquier resistencia numantina, como podría hacer pensar la otra referencia del título, a los 55 días en Pekín y el sitio de la legaciones europeas durante la rebelión de los Boxers en 1900.

Pero también de tragedia.  Porque en realidad, lo que se recoge en ellos es la crónica de un triple fracaso político: la quiebra de un régimen, el del 78, que parece haber llegado al término de su recorridom incapaz de suscitar ya la adhesiones que consiguió durante la transición; el de un país, el nuestro, rasgado hasta ser irreparable; y el de las todas las fuerzas políticas de esta nación, sean del signo que sean, encerradas y prisioneras de sus soledades, pasados, ensoñaciones y servidumbres.

martes, 4 de septiembre de 2018

Futuros imperfectos

¿Pero qué pasa con el original? Si sale de la cabina en la cual hemos realizado el inventario de sus átomos, es evidente que no ha partido a ningún lugar, sino que se ha quedado donde estuvo hasta el momento. Fuera de eso, aun si millones de sus copias han comenzado su existencia en los aparatos receptores, eso en nada cambia la situación del Smith original: si no le decimos nada, se irá a su casa sin tener la más mínima idea de lo que realmente ha ocurrido. Entonces resulta que hay que destruir el "original", enseguida después del "inventario atómico". Puestos en la situación del Señor Smith, con facilidad advertiremos que las perspectivas de su viaje telegráfico no son para nada color de rosa. En realidad, parecería que morirá en la cabina, asesinado una vez y para siempre , en tanto que de los receptores saldrán individuos idealmente parecidos a él , pero no él mismo. Porque es así: entre casa estado del hombre y su estado anterior hay un estricto vínculo causal. En el momento T1 vivencio el gusto dulce, porque en el momento T2 me han puesto sobre la lengua un terrón de azúcar. Entre el señor Smith y su retrato atómico también hay un vínculo causal: el retrato es tal y cual, dado que hemos actuado sobre el cuerpo de Smith así y asá, y gracias a esa acción se ha llegado a un envío informativo completo sobre la constitución del señor Smith. De igual modo, existe un vínculo informativo y casual entre el retrato atómico y las "copias" que salen de los receptores, dado que han sido construidas tal como lo indicaban las indicaciones del "retrato". ¿Pero qué relaciones acaecen entre la totalidad de esas transformaciones (Smith como organismo vivo, Smith como información enviada y los múltiples Smith copiados acorde con esa información) y la muerte del señor Smith, que provocamos apenas terminado el retrato atómico?

Stanislaw Lem, Summa Technologiae

Hace ya dos años, les comenté con profusión este extenso ensayo filosófico-tecnológico de Stanislaw Lem en una serie de entradas de este blog, de título Los laberintos de la ciencia (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí).  Leí este libro en traducción inglesa y en su momento me fascinó hasta la obsesión, como demuestra mi prolijidad analítica o el hecho de que lo releyera entero apenas terminado. Lo he vuelto a revisar ahora en traducción española, variante argentina, y no me ha despertado el entusiasmo de antaño. En varias ocasiones me sentí fuera del libro, lejano y desapegado.

No es un problema del ensayo de Lem, al que haya descubierto ahora como vacuo y baldío, ni mucho menos de la traducción, modélica y escrupulosa. Se trata más bien de una cuestión de tempo. El hecho de leer en una lengua, el inglés, que no es la mía materna, me forzaba a bajar el ritmo, a prestar más atención a lo contado, pudiendo así digerirlo y asimilarlo. Leer en castellano, por el contrario, me lleva a correr más de lo debido, por lo que, sin pretenderlo, me salto pasajes, los visitó descuidado. Se me escapan, desapercibidas, las ideas que Lem intenta resaltar y con ellas las conclusiones en las que Lem quiere que reparemos.

Porque hay algo innegable: Summa Technologiae es un libro importantísimo. O lo hubiera sido si se hubiera publicado en Occidente en los años sesenta. En él, Lem intenta atisbar en las posibilidades que el futuro tecnológico podría traernos, tanto en sus aspectos positivos como en los negativos. Y no se trata de un ejercicio de futurología al uso, de ésos que, llegado el futuro que pretenden adivinar, sólo sirven como burla y diversión de los contemporáneos, regocijados al comprobar lo equivocados que estaban sus anticipados. No, lo que Lem cuenta es tan relevante y pertinente que mucho forma parte ya de nuestro presente, desde hace apenas unas décadas. incluso años.Tanto más sorprendente su pensamos en la cisura cultural que, en los veinte años que median entre 1990 y 2010, han creado la internet y los móviles.