miércoles, 31 de julio de 2013

A Proust Odissey: Du côte de chez Swan (y III)

Même pour leur rendez-vous de soir, elle ne lui disait qu'à la dernière minute si elle pourrait le lui accorder, car, contant qu'elle le trouverait toujours libre, elle voulait d'abord être certaine que personne d'autre ne lui proposerait de venir. Elle alléguait qu'elle était obligée d'attendre un réponse de la plus importance pour elle, et même si après qu'elle avait fait venir Swann des amis demandaient a Odette, quand la soirée était déjà commencée, de les rejoindre au Théâtre ou à souper, elle faisait un bond joyeux e se habillait à la hâte. Au fur et à mesure qu'elle avançait dans sa toilette, chaque mouvement qu'elle faisait rapprochait Swann du moment où il faudrait la quitter, où elle s'enfuirait d'un élan irrésistible; et quand, en fin prête, plongeant une dernière fois dans son miroir ses regards tendus et éclairés par la attention, elle remettait un peu de rouge a ses lèvres, fixait un mèche sur son front et demandait son manteau de soirée bleu ciel avec des glands d'or Swann avait l'air si triste qu'elle ne pouvait réprimer un geste d'impatience e disait: "Voilà comme tu me remercies de t'avoir gardé jusqu'à la dernier minute. Moi qui croyais avoir fait quelque chose de gentil. C'est bon à savoir pour une autre fois!"

Marcel Proust, Du côte de chez Swann

Incluso en sus citas nocturnas, ella no le decía hasta el último instante si se la podría conceder, porque, dando por supuesto que él siempre estaría dispuesto, quería estar completamente segura que ningua otra persona le propondría salir. Ella alegaba que estaba obligada a esperar una respuesta de la mayor importancia, e incluso si tras haber hecho venir a Swan, algunos amigos solicitaban a Odette, cuando la cita ya había comenzado, de reunirse con ellos en el teatro o para cenar, ella hacía un gesto alegre y se vestía a toda prisa. A medida que se arreglaba, cada moviento suyo hacía que se aproximase para Swann el momento de dejarla, de cuando ella huiría llevada de un impulso irresistible; y cuando, al fin lista, se echaba una última mirada tensa y luminosa por la atención en su espejo, se ponía un poco de carmín en los labios, fijaba un mechón sobre su frente y pedía su abrigo de noche, azul con botones de oro, Swann tenía un aire tan trise que ella no podía reprimir un gesto de impaciencia y decía: "Hay que ver como me agradeces haber estado contigo hasta el último instante. Yo que creía haberte hecho un favor. ¡Lo tendré en cuenta para la próxima!"

Es un lugar común hablar de el framento Un Amour de Swan del primer libro de À la recherche.., como el nexo en el que se resume todo lo que Proust nos va a contar más tarde. En esa opinión pesa mucho el hecho de que muchos de los lectores del ciclo nunca hayan pasado de ese historia y de la primera novela, incapaces de superar los muchos obstáculos que el autor francés pone en el camino de sus lectores y que alcanzan su máximo tres novelas más en Sodome y Gomorre (curiosamente mi primera lectura empezó precisamente por esa obra). Esto ha llevado que exista un segundo tipo de lector/traidor a Proust, el que salta directamente a Albertine a disparue, y cree que con su lectura ya ha medido en toda su extensión al novelista francés.

Prefiero callarme la opinión que me merecen estos últimos. Porque los primeros, al menos lo intentaron.


lunes, 29 de julio de 2013

On the Road


La côte des Boeufs, L'Hermitage

 Se podría discutir largo y tendido sobre el modo en que el Museo Thyssen anuncia, presenta y vende su retrospectiva Pissarro - un nuevo paso en su lucha para demostrar que ellos son más impresionistas que nadie, cuando en realidad no es sino una excusa para atraer multitudes - pero sería hacer de menos a Pissarro que no tiene culpa de nada, ni él ni su pintura.

Así que olvidemos esas menudencias y disfrutemos de su pintura que es lo importante.

sábado, 27 de julio de 2013

Beauty, Reality and Commitment


Vaya  por delante que las exposiciones de Fotografía que organiza la Fundación Mapfre en su sede del Azca - y que me suelo perder con demasiada frecuencia - son de lo mejor de ese arte que se puede ver en Madrid. La abierta este verano, dedicada al fotógrafo americano Emmet Gowin, no es una excepción, pero más que su calidad me gustaría comentar un pequeño detalle que muestra las muchas barreras y limitaciones, reveladoras de otras tantas hipocresías, que la promoción y divulgación del arte se ve obligada a tolerar en nuestra sociedad.

La fotografía que abre esta entrada es una de las muchas que Gowin dedicara a su mujer Edith. Es una imagen hermosa, muy aristicia, del estilo que la mayoría de la gente asocia con esos dos conceptos y quizás por eso haya sido elegida como poster anunciador y portada del catálogo de la exposición. No habría nada que objetar a esta decisión, sino fuera porque esta fotografía no es representativa del estilo de Gowin, al menos de lo que se puede ver en la muestra. Peor aún, podría decirse que es una traición a las intenciones del fotógrafo americano, como podrán comprobar tras el corte, en otra imagen de Edith.

miércoles, 24 de julio de 2013

A Proust Odissey: Du Côte de Chez Swan (y II)

Je me détournais d'elles un moment, pour les aborder ensuite avec des forces plus fraiches. Je poursuivais jusque sur le talus qui, derrière le haie, montait en pente raide vers les champs, quelque coquelicot perdu, quelques bluets restés paresseusement en arrière, qui le décoraient ça et là de leur fleurs comme la bordure d'une tapisserie où apparaît clairsemé le motif agreste qui triomphera sur le panneau; rares encore, espacés comme les maisons isolés qui annoncent déjà l'approche d'un village, ils m'annonçaient l'immense étendue où déferlent les blés, où moutonnent les nuages, et la vue d'un sole coquelicot hissant au bout de son cordage et faisant cingler au vent sa flamme rouge, au-dessus de sa bouée graisseuse et noire, ma faisait battre le cœur, comme au voyageur qui aperçoit sur une terre basse un première barque échouée que reparait un calfat, et s'écrie, avant de l'avoir encore vue: La Mer!

Marcel Proust. Du côte de chez Swann

Me separaba de ellas un instante, para abordarlas a continuación con fuerzas frescas. Perseguía hasta el talud que, tras el seto, ascendía en una pendiente abrupta hacia los campos, alguna amapola perdida, algunos acianos que habían quedado perezosamente retrasados, que lo decoraban aquí y allá de sus blores como el bordado de un tapiz donde aparece espaciado el motivo campestre que triunfará en el panel; aún más raras, espaciadas como las casas aisladas que anuncian la cercanía de un pueblo, ellas me anticipaban la inmensa extensión donde rompen los trigos o se reúnen las nubes en rebaños, y la vista de una única amapola tirando del final de su cordón y haciendo ondear al viento su llama roja, por encima de su boya negra y grasienta, hacia latir mi corazón, como el viajero que percibe sobre una depresión la primera barca embarrancada que repara un calafateador y grita, antes de haberlo visto aún: ¡El mar!

Ya he señalado como,  en los tiempos de la modernidad que cubre los dos últimos siglos largos de historia, de la ilustración al postmodernismo, una figura característica en el arte y la literatura es el del caminante/vagabundo. A ese club selecto, en el cual creo figurar, han pertenecido nombres como Thoreau, Rousseau o Walser, y en este verano que se haya a su mitad he reconocido a dos nuevos integrantes, Giacometti y Pissaro, y me he reencontrado con un viejo conocido, Proust.

Puede resultar extraño que hable de Proust como caminante, como vagabundo. Es más que sabido que murio casi como un eremita, un prisionero, encerrado en una habitación de la que apenas salía, trabajando a horarios inverosímiles en los que la presencia humana no podía molestarle, dentro de una habitación acorchada para atenuar cualquier ruido que pudiera distraerle de su trabajo. Tal personaje más parece una anticipación de esos solitarios asociales, tan comunes en la era de la Internet, que se apartan de todo comercio humano y a los que, en casos excepcionales, como es el de Proust, les salva la calidad del trabajo realizado en la celda en la que ellos mismos se han recluido.

lunes, 22 de julio de 2013

Walking

Giacometti, On ne joue plus
Hace muchos, muchos años, justo cuando se acababa de inaugurar el Sofidú (MNCARS para los amigos) se expuso allí una de esas muestras que tienen el dudoso honor de figurar como las peores de la historia. Me refiero a la retrospectiva Giacometti, en la que algún enemigo personal del artista se había preocupado de apilar, literalmente, cientos de sus esculturas como si aquello fuera un todo a cien de la vanguardia. Tal acumulación de obra no hubiera tenido mayor importancia en el caso de otro escultor - incluso hubiera agradecido la broma - pero en el caso del italiano, que se pasó las últimas de su vida perfeccionando y depurando un par de modelos escultóricos, producía una creciente impresión de asfixia, suficiente para hacer huir a cualquier aficionado y a muchos expertos.

Por suerte, en la reciente exposición de la fundación Mapfre dedicada a ese mismo artista (Nota: espero que no den el mismo paso que la Caixa, es decir cobrar por entrar, porque entradas sí que exigen ya) se ha evitado ese riesgo, de forma que tanto el artista como el visitante tienen tiempo para pasear y respirar. No menos importante es el cuidado que se ha puesto en romper la igualdad Giacometti-Escultura, incluyendo una abundante representación de sus dibujos y esculturas, que se muestran íntimamente relacionados con su obra tridimensional y, en ocasiones, más enriquecedores y fascinantes.

miércoles, 17 de julio de 2013

Under the shadow of postmodernism (y III)

.. The gradual process whereby all things become increasingly Roman, whether the physical appearance of a town or villa or the name or status of an individual person, underlies the change, which itself consists of the developments of the Roman Empire from a collection of military commands to a territorial empire. The particular moments, however, which go to make up this process are themselves not so much part of a conscious process of imperial development as the by-products of a series of struggles for power between contenders for the imperial throne. What happened in the provinces, as seen with special clarity in the case of the Spanish provinces, is the r5esult of the Roman presence over a long period and the increasing interconnection of the periphery with the events at the centre. This complex not only provided the ocassions for the development as the occurred, but also shaped the results.

John S. Richarson, The Romans in Spain

Los que sigan este blog sabrán que me hallo leyendo en paralelo dos historias de España: la dirigida por John Lynch en el Reino Unido en la década de los 90 del siglo pasado y la coordinada por Josep Fontana/Ramón Villares en la primera década de éste. La primera impresión, también conocida por mis lectores, es lo sorprendente que resulta leer dos historias de España tan diferentes en su planteamiento inicial a pesar de estar separadas por apenas una década. Tan lejanas están que va a pasar un largo tiempo hasta que consiga pasar del tomo 2, ya comentado al 3 de la Fontana/Villares, ya que la de Lynch sigue un esquema tradicional, más o menos equitativo en el reparto de volúmenes, reservando 8 volúmenes a la España anterior a la de los reyes católicos, mientras que la Fontana/Villares apenas dedica dos.

Para personas educadas en el esquema tradicional, el aplicado por Lynch, la aproximación Fontana/Villares puede resultar un tanto confusa y desconcertante, pero hay que reconocer que no está falta de razón, ya que como sujeto histórico, la nación/estado Español sólo se constituye como tal en el periodo 1470-1560, por poner unos límites temporales aproximados. Por otra parte, además de esta diferencia tan llamativa, existen otras más sutiles. En cierta manera, podría decirse que la gran tarea/problema de la historiografía en este tiempo de tránsito entre siglos ha sido resolver/defenderse contra la inmensa enmienda a la totalidad que ha supuesto el postmodernismo, el cual como ya les he dicho muchas veces, en sus versiones más radicales no supone otra cosa que el abandono de la historia como disciplina científica y la renuncia a cualquier reconstrucción del pasado, que se supone imposible, dada la incertidumbre, distorsiones y falsedades inherentes a su contenido.

sábado, 13 de julio de 2013

A Proust Odissey: Du côte de chez Swan /y I)

Et aujourd'hui encore si, dans un grande ville de province ou dans un quartier de Paris que je connais mal, un passant qui m'a "mis dans mon chemin" me montre a loin, comme un point de repère, tel beffroi d'Hôpital, tel clocher de couvent levant la pointe de son bonnet ecclésiastique au coin d'une rue que je dois prendre, pour peu que ma mémoire puisse obscurément lui trouver quelque trait de ressemblance avec la figure chère et disparue, le passant, s'il se retourne pour s'assurer que je ne m'égare pas, peux, a son étonnement, m'apercevoir qui, oublieux de la promenade entreprise ou de la course obligée, rester là, devant le clocher; pendant des heures, immobile, essayant de me souvenir, sentant au fond de moi de terres reconquises sur l'oubli qui s'assèchent et se rebâtissent; et sans doute alors, et plus anxieusement que toute à l'heure quand je lui demandait de me renseigner, je cherche encore mon chemin, je tourne une rue... mais... c'est dans mon coeur

Marcel Prouse, Du Côte de Chez Swan.

E incluso hoy si en una capital de provincias o en un barrio de Paris que conozca mal, un transeunte que me haya "indicado el camino" me muestra a lo lejos, como referencia, la torre de un palacio, el campanario de un convento que levanta la aguja de su bonete eclesiástico en la esquina de una calle que debo tomar, basta que mi memoria encuentre, aunque sea obscuramente, un parecido con la figura amada y desaparecida, que si el paseante vuelve para comprobar que no me he confundido, encuentre, para su sorpresa, que olvidado del paseo emprendido o de la ruta obligada, me quedo allí, delante del campanario, durante horas, inmóvil, intentando recodar, percibiendo en mi interior tierras reconquistas al olvido, que se secan y se reconstruyen, y sin duda, y con mayor ansiedad que justo antes cuando le pedía indicaciones, sigo buscando mi camino, giro en una esquina... pero.. está en mi corazón.

He comenzado en estos últimos días la relectura del ciclo completo de À la Recherche du temps perdu, escrito, como puede suponerse por Marcel Proust. Esta sería ya la quinta vez que lo completaría, segunda en francés, y no puedo evitar cierta aprensión, como si el tiempo, el desengaño y la desilusión fueran a convertir a estas novelas completos extraños, lo que no de dejaría de ser un giro muy Proustiano.

sábado, 6 de julio de 2013

Secret Gardens (y I)

Robert, Campin, Anunciacion
Si sólo pueden permitirse ver una exposición de este verano madrileño, vayánse al Museo del Prado, a pesar de su coste prohibitivo - la cultura, ese privilegio de los ricos - y piérdanse, extraviénse en los recovecos de las 280 obras que componen la muestra la Belleza encerrada. Ni nuevas vueltas a la tortilla impresionista - lo siento, Pissarro - ni exposiciones modélicas de artistas vanguardistas que hace ya demasiado dejaron de ser subversivos - lo siento Giacometi y Dalí, Mapfre y Sofidú - o sea lo que sea que expongan en el CaixaForum, institución que ha decidido comportarse como el banco que es, es decir, cobrando hasta por respirar.

¿Y que tiene de grande y de único la exposición del Prado? Pues en realidad, más bien poco. Todas las obras, sin excepción, proceden de la colección del Prado, y en su mayoría están permanentemente expuestas en la salas del museo. Con ese punto de partida, tenía todas las papeletas para convertirse en una exposición de trámite, una muestra con la que llenar las salas hasta que llegasen las realmente importantes, o una excusa con la que disimular un tiempo de crisis en las que los cuadros no están para prestarse. En cualquier caso, una oportunidad para que mi mal genio encontrarse sobre qué ejercerse.

No ha sido así, por múltiples razones.


martes, 2 de julio de 2013

Under the shadow of postmodernism (y II)

Alfonso VI, el rey castellano que comenzaba a gobernar en Castilla-León en 1072 iba a tener un largo e importante reinado. No está de más, sin embargo, una breve recapitulación sobre sus antecedentes, tal y como se han venido desgranando en páginas anteriores. Un hermano suyo languidecía en prisión (Garcia), otro (Sancho II) había muerto mientras combatía a una hermana (Urraca). Un tío materno suyo (Vermudo III de León), hermano de su madre (Sancha) , había muerto combatiendo contra su padre (Fernando I), a otro tío paterno (García Sanchez III de Navarra) - hermano de su padre - le había ocurrido lo mismo, también luchando contra su padre; otro tío (Ramiro I de Aragón) - había perecido combatiendo contra los aliados de su padre y, finalmente, un primo (Sancho Garces IV de Navarra) - hijo del tío paterno ya mencionado -  había sido asesinado tirado por un barranco... Aunque pueda parecer que los miembros de la familia de Alfonso VI eran personajes de una enloquecida tragedia, en realidad eran todos monarcas de lo que algunos historiadores insisten en considerar gloriosos reinos.

Epocas Medievales, Eduardo Manzano Moreno, Historia de España Fontana/Villares

Releía la primera entrada de esta serie dedicada a la reciente Historia de España Fontana/Villares y me he dado cuenta que parte de mis quejas podían tomarse en un sentido político bastante desagradable, especialmente si se tiene en cuenta el ruido mediático que ciertos periódicos "liberales" están haciendo con la reedición de la Historia de España de Jose María Pemán. Esa historia, publicada en los años 40, es el mejor ejemplo de la síntesis fascista-nacional-católica que promovió el Franquismo, en la que cada de una de sus páginas sirve para remachar la (falsa) tesis de que, ya desde Altamira, España estaba destinada a ser una unidad de ésas de destino en lo universal, con la misión de defender la religión católica allá donde fuera, preferentemente con la espada.