jueves, 31 de diciembre de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XX)

Aznar was not a Maura to whom several right-wing political families owed their existence  - a man whose stature even in areas as far removed from politics as culture, was accepted by all; a man who was called on automatically when the time came to form a government. Nor he was a Gil Robles - a skilled politician whose complex strategies during part of his life remain indecipherable up to the present day,  a great speaker in Parliament with considerable popular appeal but condemned to only the briefest time as political leader: as brief as the party he led. The historical figure with whom we can compare Aznar is not Fraga either, whose behaviour was always exaggerated but who was, nonetheless, capable of making crucial decision for the benefit of everyone (winning agreement on the text of the constitution from many who had no intention of accepting it). Even less was he Areilza, who was in essence a refined loner who found intellectual pursuits attractive but lacked the vital tool for democratic political action: a party. Fundamentally, Aznar's abilities - if one sets the question of dictatorship aside - meant that he most closely resembled Franco. Because of his closed nature, his coldness, his sense of timing, his ability to arbitrate between his followers, and his apparent inanity, which led to him being despised by his opponents but which hid a powerful sense of ambition, and his unbearable skill at the cut and throat of political life within the party, the parallels between these two figures are much greater than it might at first seem.

Javier Tusell, Spain: From dictatorship to democracy

Aznar no era un Maura a quien varias corrientes políticas de la derecha debieran su existencia - un hombre de tal altura que incluso fuera aceptado por todos en ámbitos tan lejanos de la política como la cultura; un hombre al que se llamase automáticamente cuando llegase el momento de formar gobierno. Tampoco era un Gil Robles - un hábil político cuyas complejas estrategias de parte de su vida sean aún indescifrables, un gran orador en el parlamento con considerable atractivo popular pero condenado a un brevísimo periodo como líder político: tan corto como el de su partido. La figura histórica con la que podemos compararlo tampoco es Fraga, cuya conducta fue siempre exagerada pero que, sin embargo, era capaz de tomar decisiones críticas que beneficiaban a todos (como conseguir que aceptasen la constitución mucho que estaban en contra). Menos aún era un Areilza, quien era en el fondo un solitario refinado, quien encontraba atractivos los empeños intelectuales, pero al que le faltaba la herramienta esencial para la acción política democrática: un partido. Fundamentalmente, las habilidades de Aznar recordaban - si se deja a un lado la cuestión de la dictadura -  a las de Franco. Debido a su retraimiento, su frialdad, su sentido del momento, su habilidad para mediar entre sus seguidores, y su aparente vaciedad, que llevaba a que le despreciasen sus oponentes pero que escondía una profunda ambición, además de su intolerable capacidad para las intrigas de la vida política dentro del partido, los paralelos entre ambas figuras históricas son mayores de lo que a parece a primera vista.

Un signo de la estupidez y cerrazón - además de extremismo - a la que se ha llegado en los últimos tiempos es el ataque continuado al que se ha sometido al difunto historiador Javier Tusell por parte de ciertos sectores de la izquieda. Es cierto, por una parte, que la responsabilidad última de esa inquina radica en la propia derecha, cuya intransingencia revisionista a llevado a muchos sectores de la izquierda a postular una serie de líneas rojas en la investigación histórica del pasado republicano y franquista. Asímismo, por otra parte, Tussel no es un historiador sin ideología, sino que representa una ideas muy concretas, las de una democracia cristina centrista, que le llevan a veces a defender algunas posiciones un tanto ambiguas y confusas, cuando menos extrañas en alguien que estudió y se formó con Tuñon de Lara.

No obstante, al contrario que los mamporreros de la derecha, Tusell es un historiador con las mejores credenciales. De una integridad, honestidad y rigor tal que en conciencia sólo puede definir la dictadura de Franco como un régimen inmovilista, despótico y asesino, características que quedan bien claras en este último tomo de la Historia de España dirigida por John Lynch, Su postura, por tanto, se halla en clara oposición con la campaña de salvamento del franquismo iniciada y dirigida por Stanley Payne, quien intenta justificar la dictadura franquista acumulando desmanes inventados sobre la experiencia republicana de los años 30. Una revisión histórica de la que tanto se han aprovechado nuestros neoliberales patrios para intentar absolver a un régimen que, ¡oh paradoja!, era profundamente antiliberal.

martes, 29 de diciembre de 2015

Fría sensualidad

Ingres, Gran Odalisca
Vaya por delante que la exposición de Ingres abierta en el Museo del Prado es una muestra única. Dada la nula representación de este pintor en las colecciones españolas, para muchos puede ser la única oportunidad de familiarizarse con un pintor esencial en la pintura del siglo XIX, debido a su condición de líder del movimiento neoclásico. Si a esto unimos su evidente talento y maestría, su reputación no necesitaría de justificación alguna, de ahí que resulte un tanto embarazosa la obsesión de los organizadores de la muestra por presentarlo como un moderno avant-le-lettre, sólo porque éstos - Manet y Picasso, principalmente - tomaron algunas de sus pinturas como motivo y base de sus investigaciones estéticas.

Desgraciadamente, Ingres murió antes de que estallara la revolución impresionista - aunque sí estaba vivo cuando se tuvo que montar, deprisa y corriendo debido al escándalo, el Salón des Refusés, - así que no sabemos su opinión sobre las moderneces perpetradas por los jovenes rebeldes. No es difícil imaginar, sin embargo, ya que que un pintor tan dibujístico, tan obsesionado con pulir y acabar al máximo sus lienzos, está en las antípodas estéticas del desarreglo subversivo propio de las vanguardias posteriores. Él, Ingres, sólo quería hacer carrera, tener una buena cartera de clientes y vender sus cuadros al poderoso de turno, a quien no le importaba complacer y alabar en lo que fuera necesario.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Ortodoxias heterodoxas

...Suppose he should relent
And publish Grace to all, on promise made
Of new Subjection; with what eyes could we
Stand in his presence humble, and receive
Strict Laws impos'd, to celebrate his Throne
With warbl'd Hymns, and to his Godhead sing
Forc't Halleluiah's; while he Lordly sits
Our envied Sovran, and his Altar breathes
Ambrosial Odours and Ambrosial Flowers,
Our servile offerings. This must be our task
In Heav'n, this our delight; how wearisom
Eternity so spent in worship paid
To whom we hate. Let us not then pursue
By force impossible, by leave obtain'd
Unacceptable, though in Heav'n, our state
Of splendid vassalage, but rather seek
Our own good from our selves, and from our own
Live to our selves, though in this vast recess,
Free, and to none accountable, preferring
Hard liberty before the easie yoke
Of servile Pomp.

John Milton, Paradise Lost

...Suponed que Él rectificase
y publicase un indulto para todos, con la condición
de nuevo sometimiento; con que mirada podríamos
permanecer humildes en su presencia, y aceptar
duras leyes impuestas, par celebrar su Trono
con armoniosos himnos y a sus divinidad cantar
forzados Aleluyas, mientras Él señorial se sienta
nuestro envidiado soberano y su altar exhala
aromas de ambrosia y flores de ambrosía
nuestras ofrendas serviles. Esa debe ser nuestra labor
en los cielos, ese nuestro deleito,  qué agotador
pasar la eternidad en adoración adeudada
a quien odiamos. No persigamos
lo  imposible por la fuerza, lo otorgado por el favor
inaceptable, aunque sea  en los cielos, nuestro estado
de esplendida servidumbre, pero más bien busquemos
nuestro bien por nosotros mismos, aunque sea en estos vastos espacios,
libre, y sin deberle nada a nadie, prefiriendo
la dura libertad al suave yugo
de la pompa y el boato servil

La paulatina laicización de la sociedad, al menos en occidente, ha llevado a que gran parte de la literatura del pasado, aquélla de tono religioso, sea cada vez menos transitada. No es  una conclusión inesperado, puesto que gran parte de esas obras están tan  convencidas de la verdad de la doctrina que propagan, que poco esfuerzo hacen para intentar comunicar esas ideas a quienes no las profesan. Esto, en el mejor  de los casos, pues tampoco es infrequente que esa fe sin fisuras de sus autores se traduzca en el desprecio y la mofa de los no convencidos, en actitud propia de fanáticos ignorantes, que tan repelentes resultan en un mundo moderno aconstumbrado a poner en tela de juicio cualquier afirmación y exigir pruebas convincentes para aceptarla.

Curiosamente, de ese rechazo, mejor dicho de ese olvido neutro y por tanto peor que cualquier desprecio, se han librado los escritos de los muchos místicos que produjo el cristianismo. Esta pervivencia quizás se deba al punto de locura, de desaforamiento, provocado por la imposibilidad de comprender el misterio divino, consustancial a toda experiencia mistica. Un estado mental de arrebato, que por definición queda fuera de toda explicación racional, y por ello mismo, resulta fascinante para cualquiera, aunque se halle, como es mi caso, en el polo opuesto intelectual. Esa coincidencia y concordancia entre antípodas puede deberse a que el místico, al intentar representar ese contacto íntimo inefable con la divinidad, recurre a otro tipo de sentimientos humanos básicos y fundamentales, fuera del marco religioso, y por ello mismo, abiertos a ser sentidos y compartidos por otras muchas personas diferentes, aunque sea apelando a registros sentimentales muy distintos de los teológicos.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Berio/Schnittke (y XX)




Aunque ya he hablado del compositor ruso Alfred Schnittke en esta serie de entradas y volveré a hacerlo del italiano Luciano Berio, creo que comparar dos de sus sinfonías es bastante esclarecedor. No porque sean polos opuestos, obras incompatibles, sino porque la primera del ruso y la única del italiano, compuestas respectivamente en  1969/72 y 1968/69, presentan claras similitudes. Mejor dicho, representan a la perfección un momento histórico preciso y determinado: la quiebra de la modernidad y sus substitución por el posmodernismo. Porque el todo vale postomodernista, el todo es lo mismo, nada se logra ni alcanzará de manera alguna, es precisamente el sentir que mejor define  nuestro tiempo presente, encuadrado entre dos crisis, la del petróleo de 1973 y la financiera de 2008.

No hay que pensar tampoco que se trate de obras similares, ni mucho menos que el más joven de ellos, Schnittke, haya copiado a su predecesor, Berio. Ambos compositores son artistas de gran originalidad, la suficiente para interpretar el espíritu de los tiempos a su manera propia y personal. Berio construye así lo que podría interpretarse como una burla descarnada de la modernidad, convirtiendo en blanco de sus ataques el último periodo de la música clásica que ha sido reconocido y aceptado  de forma general como válido por los aficionados, antes de que las muchas vanguardias, el dodecafonismo y la eclosión de la música pop rompieran el consenso y el canón.

martes, 22 de diciembre de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XIX)

Estas graves alteraciones del orden, como lo había sido ya la rebelión del general Sanjurjo en agosto de 1932, hicieron mucho más difícil la supervivencia de la República y del sistema parlamentario, demostraron que hubo un recurso habitual a la violencia por parte de algunos sectores de la izquierda, de los militares y de los guardianes del orden tradicional, pero no causaron el final de la República, ni mucho menos el inicio de la guerra civil. Y todo porque cuando las fuerzas armadas y de seguridad de la República se mantuvieron unidas y fieles al régimen, los movimientos insurreccionales podían sofocarse fácilmente, aunque fuera con un alto conste de sangre. En los primeros meses de 1936, la vía insurreccional de la izquierda, tanto anarquista como socialista, estaba agotada, como había ocurrido también en otros países., y la organizaciones sindicales estaban más lejos de poder promover una revolución que en 1934. Había habido elecciones en febrero, libres y sin falseamiento gubernamental, en las que la CEDA, como los demás partidos, puso todos sus medios, que eran muchos, para ganarlas y existía un Gobierno que emprendía de nuevo el camino de las reformas, con una sociedad, eso sí, más fragmentada y con la convivencia más deteriorada. El sistema político, por supuesto, no estaba consolidado y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos gigantescos.

Nada de eso, sin embargo, conducía necesariamente a una guerra civil. Ésta empezó porque una sublevación militar debilitó y socavó la capacidad del Estado y del Gobierno republicano para mantener el orden. El golpe de muerte a la República se lo dieron desde dentro, desde el propio seno de sus mecanismos de defensa, los grupos militares que rompieron el juramento de lealtad a ese régimen en julio de 1936. La división del ejército y de las fuerzas de seguridad impidió el triunfo de la rebelión, el logro de su principal objetivo: hacerse rápidamente con el poder. Pero al minar decisivamente la capacidad del Gobierno para mantener el orden, ese golpe de estado dio paso a la violencia abierta, sin precedentes, de los grupos que lo apoyaron y de los que se oponían. En ese momento, y no en octubre de 1934 o en la primavera de 1936, comenzó la guerra civil.

Julian Casanova, República y Guerra Civil, Volumen 8 de la Historia de España Fontana/Villares


En entradas anteriores de esta serie, les he hablado ya de lo problemático que es ubicar el periodo de la Segunda República. Si se elige narrarla junto con la larga agonía de la Restauración, se puede acabar dando la idea de que la experiencia republicana fue un escalón más, el último, en la descomposición y desvertebración de la España surgida del siglo XIX. Si se prefiere, por el contrario, continuarla con la guerra civil, es difícil evitar una sensación de inevitabilidad y fatalismo: que la República, en definitiva, sólo podía concluir con el desastre de la guerra civil.

Por supuesto, ambas opciones descalificatorias son las preferidas por la derecha y amplios sectores del centro-derecha. Para los sectores de ideología más rancia y tradicional, la República fue una aberración que había que borrar por todos los medios, aunque estos consistieran en una guerra civil sanguinaria y en una dictadura no menos cruel y salvaje. Para los sectores de la ahora derecha civilizada y liberal, esa que se pretende orteguiana, la República no fue lo que debía haber sido, sino que pronto se convirtió en semillero de radicalizaciones nefastas, de manera que cualquier exceso posterior está plenamente justificado. Basta que finalmente, aunque fuera medio siglo después, se construyera una democracia como Dios manda, ésa que tan tocada anda ahora.

sábado, 19 de diciembre de 2015

El enigma


Hoy, el MNCARs estaba extrañamente vacío. El resultado es que he podido ver casi en solitario la exposición dedicada a la artista hindú Nasreem Mohamedi, titulada "La espera forma parte de una vida intencia". Soledad y aislamiento que no sé si contribuían o detraían de la impresión general de la muestra. Porque el problema que tengo con Mohamedi es que me atrae y repele a partes iguales.

No me entiendan mal. Gran parte de esta repulsión se debe a que la muestra adolece de un error muy común: intentar ser enciclopédica. Un esfuerzo muy loable, pero que en el caso de artistas abstractos y además minimalistas, como ocurre con Mohamedi, puede resultar deletereo a la hora de juzgar la obra presentada.  Ante la enésima variación de un patrón de líneas o de una combinación de grises, el visitante termina abrumado, desorientado, desinteresado, sin llegar a ser capaz de determinar qué es valioso, que no lo es de entre lo que está viendo. Corriendo el peligro, en definitiva, de dejar pasar sin reconocerlo, a aquello que define al artista, que lo convierte en presencia permanente y necesaria.

De esto, de importante y resonante, hay mucho en la muestra, pero escondido y disperso. Requiriendo un esfuerzo de atención que el visitante distraído, o simplemente perdido, no es capaz de dedicarle.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Wellesz (y XIX)



Hace unas entradas, cuando comencé a recuperar esta serie de anotaciones, les hablaba de los muy tristes destinos de los músicos de habla alemana a principios del siglo XX. Proponentes, en mayor o menor medida, de la vanguardia musical que había sido fundada y liderada por Arnold Schönberg, durante la década de los 30 se vieron perseguidos por el nazismo que repudiaba y castiga esas audacias estéticas. Los más afortunados consiguieron refugiarse en exilios lejanos - los menos, ya pueden imaginarse dónde y cómo acabaron -, que acabaron siendo deletéreos, bien al obligarlos a dedicarse a trabajos menores, como bandas sonoras de cine, bien simplemente por quebrar e interrumpir su evolución artística. El resultado fue el olvido, comprensible en el caso de compositores de segunda fila, pero imperdonable por parte de aficionados y emisoras especializadas, que parecen haberse confabulado en hacer de menos al amplio y rico corpus musical del siglo XX.

Pero para eso estamos aquí, para recordarlos, aunque no seamos más que un aficionado curioso, ignorante y torpe en todo lo que se refiere a la música.