sábado, 28 de noviembre de 2015

Los rostros, las personas, los abismos

Hermafrodito, Escultura Romana siglo II
Ya les he hablado en otras ocasiones de la curiosa especialización temática en la política expositiva de los diferentes museos y fundaciones madrileñas. En el caso del Caixaforum, esta institución se ha centrado en revisar el pasado de la humanidad según se manifiesta en los restos arqueológicos. Así, hemos podido visitar Egipto en varias ocasiones, el Asia Central, las culturas autóctonas del Africa occidental, el Tibet, el Afganistan preislámico, la cultura Chimu, Etruria, Teotihuacan, Súmer, o la antigüedad grecorromana, como es el caso de la exposición abierta ahora:  Mujeres de Roma.

Aunque este esfuerzo es más que loable, especialmente en un país que tan poco respeto tiene a sus yacimientos y restos arqueológicos, no siempre ha sido afortunado. En la exposición dedicada a Súmer, por ejemplo, se realizaban ímprobos esfuerzos para demostrar que los Sumerios, como entidad política o pueblo, no habían existido nunca, de manera que la propia lengua sumeria quedaba reducia a invento conveniente, lengua artificial para permitir la comunicación entre una amalgama gentes de muy diversos orígenes y lenguajes. Como teoría es intrigante y a pesar de su evidente radicalidad,  muy digna de estudio u consideración... sólo que no he logrado encontrar confirmación de que realmente se formule en esos términos o de cual es el grado de credibilidad que merece. La misma wikipedia, tan propensa a dar pábulo a las ideas más excentricas, guarda completo silencio sobre el tema.

martes, 24 de noviembre de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XVIII)

Pues de eso se trataba: de paz refrendada en las elecciones y no de participación universal en la política. La construcción de un sistema político de carácter democrático no era, a pesar de aquellas reformas impulsadas por los liberales sagastinos, un asunto prioritario incluso para sus propios impulsores. El diseño de la constitución de 1876 se basaba en unos principios de básicos, que acabaron siendo las "piedras de granito" a las que estaba anclado el sistema: primacía de la corona en el juego político dentro de la práctica de la soberanía compartida y la doble confianza; existencia de dos grandes partidos dinásticos que se alternasen en el ejercicio del poder; y organización de la voluntad popular mediante una combinación de pacto y de clientelismo político. El precio a pagar por el turno, apodado ya entonces como "pacífico", fue el fomento de un doble pacto (de las élites entre sí y de éstas con los notables locales) y el falseamiento sistemático de los resultados electorales, como único medio de hacer compatible una alternancia que no podía depender de forma expresa de la voluntad ciudadana.

Ramón Villares y Javier Moreno Luzón, Restauración y Dictadura, Tomo 7 de la Historia de Esàña Fontana/Villares

 Sigo, como saben, revisando los tomos de la historia de España Fontana/Villares que ocupan el periodo 1808-1939, hasta que vuelvan a sincronizarse con los de la dirigida por John Lynch. El que acabo de terminar ahora, el siete, se centra en un periodo de curiosa y extraña paz en la historia de la España reciente: El régimen de la restauración y su lenta y progresiva disolución hasta desembocar en la república del 31.

Si he nombrado la paz como el rasgo definitorio de este periodo es porque ésa es la característica que suele subrayarse a la hora de enjuiciar este periodo. Comparada con la agitación anterior a 1875 y  en la que se sumió España pasado 1917 para desembocar finalmente en la guerra civil de 1936-39, el régimen de la restauración parece justificarse sólo por haber asegurado la concordia entre los habitantes de este país, rasgo que comparte con otros regímenes mucho más siniestros, pero no por ello menos elogiados, como la dictadura de Franco. Sin embargo, aunque esa "tranquilidad" y "placidez" es muy cierta, no lo es menos que ese régimen estaba basado en la mentira y la hipocresía, las otras dos características del sistema que acabarían por dar al traste con él.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Paisajes Musicales Inexplorados: Krenek (y XVIII)



Como ya les he comentado, llevo todo el verano y este otoño escuchando la magnífica selección de música del siglo XX contenida en este canal de youtube. El viaje ha merecido la pena - gracias mil a The Wellesz Company -, aunque sólo por aumentar mi colección en algunos autores esenciales que desconocía completamente, como el ruso Alfred Schnittke, y otros de segunda, caso del austriaco Ernst Krenek, a quien va dedicada esta entrada.

La música del siglo pasado, como bien sabrán, es una gran desconocida para la mayoría de los aficionados. No se suele incluir en en la programación de los conciertos, siempre centrada en el clasicismo del XVIII y el romanticismo XIX, y cuando lo hace es en forma de sus compositores más digeribles, Ravel o Sibelius, o entre los vanguardistas,  Berg y el primer Stockhausen como mucho. Fuera de estas presencias, el resto de compositores esenciales, no digamos la gran masa de secundarios, han sido desterrados al limbo de las apariciones esporádicas y el registro grabado en LP  o CD. 

Este descuido es una gran pérdida para el aficionado y para los mismos intérpretes, ya que su  ausencia del repertorio provoca tanto que el oyente no se aconstumbre a su audición y les pierda el miedo, como que los interpretes no lleguen a interiorizar esas partituras hasta hacerlas suyas, como ocurre con los grandes nombres del siglo XIX. El resultado es que ni oyentes ni instrumentistas tienen una idea clara de cómo deberían sonar, de cual debería ser su interpretación ideal. Toda interpretación de estas obras se convierte, por tanto, siempre en la primera,  con el peligro de que la inexperiencia y el desconocimiento puedan llevarla al fracaso más absoluto.

martes, 17 de noviembre de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XVII)

Porque en realidad la construcción de la mayor parte de las líneas ferroviarias españolas había sido un negocio especulativo, que se benefició de las concesiones y de la tolerancia de los distintos gobiernos, algo fácil de explicar cuando sabemos que los consejos de administración de las empresas "se componen generalmente de ministros pasados, presentes o futuros, todos hombres de grande influencia"

Josep Fontana, La época del liberalismo, Historia de España Fontana/Villares, Tomo VI

Durante las siguientes entradas de esta serie me voy a centrar en los tres tomos de historia de España Fontana/Villares que abarcan de 1808 a 1929. Como les conté en la entrada anterior, la edición dirigida por John Lynch embute ese periodo en un sólo tomo, con todos los defectos y limitaciones que eso supone, principalmente el poder explayarse en hechos poco conocidos de ese periodo, cuando no directamente olvidados o intencionadamente silenciados.

El primer tomo de los tres que la Fontana/Villares dedica a este periodo está escrito por el propio Fontana, y cubre los tres cuartos de siglo que van de 1808 a 1875. Esos años fueron un tiempo crucial y dramático en la historia de España, un tiempo que se puede definir de "ocasiones perdidas", donde los espasmódicos intentos por modernizar España, liberándola del atraso y la ignorancia, van a ser bien ahogados en su propia cuna, bien traicionados por sus defensores y proponentes, bien borrados por una reacción que no permitió que se desarrollaran.

Fontana, por supuesto, es un historiador de izquierdas, así que no es extraño que sus simpatías estén con la larga lista de rebeldes y heterodoxos, muchos de ellos a contrapelo y a su pesar, que pueblan ese siglo triste que es nuestro siglo XIX, tan abundante en fracasos y decepciones. Sin embargo, aunque se sea de derechas - y hay que ser muy de derechas para no reconocerlo, algo demasiado frecuente, no obstante, en nuestro país - lo cierto es que la historia de ese tiempo es una crónica de avances a ritmo de tortuga, siempre a destiempo y casi siempre de forma violenta.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Horror sin fin

Edward Munch, Cenizas
Como suele ocurrir con las exposiciones del museo Thyssen, la muestra Munch: Arquetipos ha sido anunciada en todos los medios como una de las imprescindibles del año. Como era también de esperar sus salas están a rebosar, lo que en ocasiones hace casi imposible disfrutar de los cuadros, no tanto por la gente, sino por el molesto zumbido de las ubicuas audioguías. Sin embargo, a pesar de que Munch es uno de los grandes y de que nunca sobra una muestra sobre su obra, me van a permitir que exprese algunas críticas a la que se puede visitar ahora en la fundación Thyssen.

El principal problema es que el periodo de plenitud de Munch, como ocurre con su contemporaneo Ensor, se reduce a la década de los 90 del siglo XIX, precedidos y continuados por unos pocos años a ambos lados de ese periodo crucial. En ese tiempo Munch va crear una serie de imágenes/icono, los arquetipos a los que se refiere el título de la muestra, que aún hoy, a un siglo de distancia y tras dramáticos cambios culturales, no han perdido nada de su impacto. Continúan, en muchos casos, siendo auténticos puñetazos brutales hacia nuestras creencias y seguridades, propinados por alguien para quien el mundo no es otra cosa que inmensa trampa, continua mentira, para quien la existencia el  dominada por la muerte, la degradación y el odio.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Música visible

Trama Negra, Vasily Kandinsky

Aprendí a apreciar a Kandinsky hace ya muchos años, a principios de los noventa del siglo pasado. El Guggenheim neoyorquino estaba de obras, así que su colección se dio una vuelta por el mundo, recalando en el MNCARS madrileño. Entre los cuadros que se podían ver había una buena ración de Kandinskys, casi todos además de un momento muy preciso en su trayectoria: la década a caballo de 1910 cuando este pintor descubrió/se topó con la abstracción. Viéndolos todos sus cuadros juntos, uno detrás de otro y en orden cronológico, se podía apreciar como el color y la forma iban liberándose del tema tratado, hasta alcanzar un estado único y nuevo de música visible. Una expresión que no por más manida, es menos cierta.

Tras este encuentro/descubrimiento mío, la pintura de Kandinsky no ha dejado de acercarse a Madrid en este último cuarto de siglo. Recuerdo la magnífica doble retrospectiva Kandinksky/Mondrian en la Caixa o la organiza por la March alrededor del cuadro Composición VII. No es de extrañar que con que estos antecedentes y dada mi pasión por este pintor, sintiese una especial alegría y anticipación al enterarme que el CentroCentro madrileño iba a organizar una retrospectiva de este artista.

Una retrospectiva, ni más ni menos. De todas sus épocas, para poder ver la evolución de su arte, desde el tiempo en que buscaba  la abstracción sin saber que lo hacía ni que iba a encontrarla, pasando la etapa de enseñar ese nuevo modo a otros, ya en la Bauhaus, con obras y teorías, para concluir con su exilio en París, alejado para siempre de todas sus tierras, de sus múltiples hogares.

Pues bien digamos que me ha dejado un poco frío, cuando no bastante.

martes, 3 de noviembre de 2015

Universos y celdas

Mordí mujer, me hundí desvaneciéndome
desde mi fuerza, atesoré racimos,
y salí a caminar de beso en beso,
atado a las caricias, amarrado
a esta gruta de fría cabellera,
a estas piernas por labios recorridos:
hambriento entre los labios de la tierra,
devorando con labios devorados.

Pablo Neruda, Yo soy, Canto general.

Ezra Pound, de quien les he hablado en varias entradas anteriores, y Pablo Neruda pertenecen a la misma categoría de poetas. Los creadores que durante el siglo XX se embarcaron en el proyecto de escribir un poemario universal en el que cupiesen todos los paisajes, todas las historias, todas las vivencias. Más restringido, cierto, en el caso de Neruda que en el de Pound, ya que el escritor chileno se circunscribió a la realidad americana y compuso su obra magna, Canto General, en unos pocos años tras la segunda guerra mundial, mientras que el poeta británico pretendía construir en sus Cantos un Museo Británico portátil   - en la adecuada expresión de Stan Brakaghe - quedando la tarea inacabada a su muerte, tras largas décadas de añadidos, correcciones, abandonos y retornos.

Ambos son poetas de profunda inspiración, tocados por el impulso de las vanguardias europeas, aunque más experimental, más radical estéticamente, el inglés que el chileno. Neruda siempre se preocupó porque las imágenes turbulentas de su poesía no enturbiaran el mensaje que quería comunicar, mientras que en Pound la forma superaba y desbordaba al contenido, hasta convertirlo en enigma y rompecabezas. A pesar de la engañosa dificultad del uno y de la falsa facilidad del otro, ambos se han convertido en símbolos de sus literaturas respectivas, en autores que han llegado a encarnar el espíritu de sus tierras y de quienes no se puede prescindir, si realmente se quiere conocer ambas lenguas en profundidad.

Una posición central indiscutible que, no obstante, se ve lastrada, dañada, minada en sus obras magnas por sus posicionamientos políticos, fascismo en el caso de Pound, Estalinismo en el caso de Neruda, que llegan a ocupar por entero el espacio de su literatura, substituyendo todo lo demás por la necesidad de propagar los propios convencimientos ideológicos, sin admitir la posibilidad de dudas, mucho menos errores, en ellos.