sábado, 31 de octubre de 2020

Atrincherados en nuestras mentes (yII)

Los primeros conquistadores (y el propio Cristóbal Colón) buscaban sacar provecho del descubrimiento; para explorar las minas y el suelo, necesitaban mano de obra. Isabel la Católica prohíbe la esclavitud de los indios, exige que sean considerados como súbditos libres de la Corona, jurídicamente iguales a los españoles. Los colonos sortea ese problema: se llega al trabajo forzado, a los «repartimientos» justificados por la necesidad de explotar el suelo y el subsuelo y por el rechazo de los indios a convertirse en asalariados. Esto provoca numerosos abusos, contra los que toman posición, sobre todo, los dominicos de Santo Domingo. De ahí las leyes de Burgos (1512-1513): se reglamenta la encomienda para limitar los abusos, pero, de resultas de ello, se da fuerza legal a las prácticas cotidianas.

En teoría, la encomienda se esfuerza en conciliar tres objetivos:

1º El estatuto jurídico del indio, un súbdito libre de los reyes de Espala. El indio encomendado no es jurídicamente un esclavo, el encomendero no es un señor jurisdiccional, tal como existe en España. La encomienda tampoco implica la propiedad del suelo, no es lo mismo que la hacienda.

2º El propósito de la colonización: la evangelización, de la que están encargados los encomenderos.

3º Los imperativos económicos: las prestaciones que los indios encomendados deben a los encomenderos. La encomienda es un poder delegado por la Corona a los colonos, autorizados a percibir tributos y a utilizar la fuerza de trabajo de los indios.

En realidad, las leyes de Burgos no solucionaron nada. Consagraron de derecho una institución de hecho; legalizaron el trabajo forzado, pero los abusos siguen siendo los mismos. Es en este contexto donde hay que situar la acción de Las Casa.

Joseph Pérez. Mitos y tópicos de la historia de España y América.

En una entrada anterior, les comentaba la visión distorsionada de la historia que está intentando imponer la derecha española renacida. El problema no es tanto su intencionalidad política, sino su confianza absoluta en mitos que no tienen fundamento histórico. Se trata de espejismos que, por su sencillez, tienen un gran poder de convicción, pero que nos hurtan la complejidad esencial de todo proceso histórico. Esas luces y sombras consustanciales a todo hecho pasado, que impiden un fácil juicio moral, pero que, a cambio, nos sirven para estudiar con más atención ese tiempo y sus repercusiones. A contemplar, ademas, con las mismas precauciones y distanciamiento nuestro presente, donde no hay explicaciones simples y sencillas, sino infinidad de facetas. La razón puede que no esté de nuestra parte, que estemos equivocados y confundidos, como le acontecía a la gente del pasado.

Como reacción, han aparecido obras de historiadores -de auténticos historiadores- que intentan despejar esos mitos, mostrando como no obedecen a los hechos a los que remiten, sino a reelaboraciones interesadas posteriores. Por ejemplo, la esencialidad de una nación española existente desde la prehistoria, un mito que tiene mucho de las historias de padres fundadores mitológicos del medievo y la edad moderna, caso del Túbal de la Biblia, de quien se decía que había sido el primer poblador de la península; pero que luego fueron reutilizadas durante la fiebre nacionalista del siglo XIX, cuando se buscaba crear células estatales estancas que pudiesen ser diferenciadas basándose en lengua, religión e historia comunes. 

Sin embargo, la tensión actual ha llegado a tal extremo, que libros en apariencia inocentes y neutrales han sido desplazados hasta hacerlos coincidir con uno de los bandos del debate. Tal es el caso de este Mitos y tópicos de la historia de España y América, del hispanista Joseph Pérez, recientemente fallecido. En origen, sólo se proponía aclarar una serie de ideas preconcebidas que todos tenemos sobre el Imperio Español y la expansión por tierras de América, sin pretender ser una obra polémica, mucho menos una de combate. Cosas que, por desgracia, ha acabado siendo, puesto que sus conclusiones se oponen frontalmente a las de esa nueva derecha.

viernes, 30 de octubre de 2020

En busca de Varda (VIII): L'une chante, l'autre pas (Una canta, la otra no, 1977)




























Ya les he comentado que mi exploración del cine de Agnès Varda, cineasta que desconocía por completo, me está llevando de sorpresa en sorpresa. Por su libertad narrativa, su capacidad de amalgamar elementos inmiscibles, su amor por el género documental y el cortometraje, entre otras muchas otras virtudes. Asímismo, en una década tan reivindicativa como los sesenta, en su cine no podía faltar el elemento político, en concreto en forma de un feminismo que abordaba en esa década una transformación decisiva. Por ello, en casi todas sus películas es evidente el papel central de sus personajes femeninos, bien protagonistas absolutas de la historia o, como mínimo, a la misma altura que sus compañeros masculinos. 

Ese cambio de punto de vista, hacia la descripción -y celebración- de la condición femenina, era una provocación contestataria en su época... y lo sigue siendo en la nuestra, cuando en demasiadas películas la mujer es aún un mero adorno, un premio para el machote de turno. Sin embargo, a pesar de la importancia de este necesario cambio de óptica, echaba de menos un poco más de militancia política: un compromiso explícito. Pues bien, ese puñetazo en la mesa es  L'une chante, l'autre pas (Una canta, la otra no, 1977), obra cuyo núcleo argumental es la historia de dos amigas íntimas, hasta el punto que los hombres pasan a formar parte del decorado, a pesar de la importancia que hayan podido tener en sus vidas respectivas. Es un cambio de tornas, deliberado y completo, con respecto a todo el cine anterior y casi posterior.

No se me entienda mal, no es que haya rencor ni menosprecio de un sexo hacia otro, rasgo que casaría mal con el talante expansivo y sociable de Varda, y su humanismo fundamental -al menos así es como me la imagino-. Es más bien una necesidad de narrar lo que había quedado oculto hasta entonces, de dar voz a quienes no la tenían. En este caso, mostrando como estas dos mujeres llegan a "realizarse", como se decía entonces, por sus propios medios, a pesar de las muchas zancadillas que les pone la vida en su camino. Gracias a su resistencia inquebrantable, cierto, pero en especial a la profunda amistad que las une, refugio común donde curarse las heridas, apoyo en el que apoyarse para levantarse tras ser derribadas.

Es una obra -de las primeras, además- que tuvo el valor de hablar de un tema tabú hasta entonces y aún ahora: el aborto. Con claridad, sin tapujos, y posicionándose a favor de él, como derecho inalienable de las mujeres, pero sin ocultar nada de su drama. Ambas protagonistas tendrán que pasar por ese mal trago, pero sin que ninguna lo desee en realidad y sin enorgullecerse de ello. Porque esa decisión fue, en gran medida, forzada por las circunstancias -debido a la pobreza, por ejemplo- y una vez en esa tesitura nadie vino a ayudarlas. El hecho de que estuviera prohibido las obligó a ponerse en manos de curanderos torpes, arriesgando su vida, a salir del país para encontrar quién se lo practicara-los famosos viajes a Londres de los años setenta-, o a pagar unos precios desorbitados en los que se fundiesen los pocos ahorros que se tuvieran.

Obstáculos de los que las dos protagonistas -la que canta y la que no- escapan mediante la afirmación irrenunciable de su independencia. Contra el mundo, contra sus amantes, contra su familia. Bien aprendiendo un oficio, a pesar del escepticismo y la oposición, casi odio acendrado, de sus progenitores: bien eligiendo -aún estaban muy cercanos los sesenta- el camino de la contracultura y de la libertad casi absoluta. Caminos que se marcan ellas mismas y en los que perseverarán a pesar de cualquier contratiempo. A pesar, en concreto, de los hombres con los que se relacionarán sentimentalmente y de los cuales tendrán que separarse, con dolor y a regañadientes, en el momento en que se interpongan en su carrera. Y en su felicidad, que no depende de un amor que se revela pasajero y prescindible, sino de esas vocación que ha elegido y de la amistad que las une.

Porque lo importante, como ya les comentaba, el centro y fundamento de sus vidas, es la amistad que se profesan. Lo único que ha perdurado a lo largo de tantos años, aparte de sus hijos.

(Y a pesar del final feliz con que concluye la película, no puedo evitar un cierto temor por uno de los personajes. Porque ese mundo contracultural, comtestatario, de los sesenta, estaba a punto de morir) 

(Y qué fresca y válida sigue pareciendo esta película aún hoy, cuando otras huelen a cerrado, aun rodadas por mujeres. Como el Vivre ensemble (Vivir juntos,1973) de Anna karina, que a pesar de su barniz de modernidad no es más que un dramón retrógrado decimonónico: la historia de una mala mujer que destruye la vida de un hombre maravilloso)



miércoles, 28 de octubre de 2020

Atrincherados en nuestras mentes

 These sentiments bore fruit in the complete and official adoption of the myths so brilliantly laid out by Menendez Pelayo. School and universities syllabuses under the Franco dictactorship were altered in order to reveal once again the Catholic reality of the past. The official research body, the Higher Council for Scientific Research (CSIC), promised to bring about 'a restoration of the classical Christian unity of learning, which was destroyed in the eighteenth century. A crucifix was hung in every classroom. Eager young adepts of the official ideology dreamed of entering an adventure 'in a Spain just as it was when the Catholic Monarchs began to reign'. The Catholic church recovered its lost property and privileges, assumed a leading role in all social activities, and, to the amazement of the outside world, presented a nation that was 100 per cent Catholic, just a few years after the president of the Republic had declared that Spain was not Catholic. A spokesman for the regime, the writer Rafael Calvo Serrer, announced (in 1953) that 'in Spain we are all Catholic'- The leading institutions in Spain's society, and with them of course the Church itself, thus immersed themselves completely in a dream world which they have brought into being as a reaction against the persecution suffered by believers under the Popular Front government of the Second Republic. Recent Catholic commentators appear to accept the view that the massive participation of Spaniards in street religion in the 1950s (processions, pilgrimages, rosaries) was proof that the people had been won back to the faith.

Henry Kamen, Imagining Spain.

Estos sentimientos dieron fruto en forma de una adopción, completa y oficial, de los mitos desarrollados con brillantes por Menendez Pelayo. Escuelas y universidades, bajo la dictadura de Franco, modificaron sus temarios para revelar el pasado católico del país. El organismo oficial de investigación, el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), prometió llevar a cabo la restauración de la unidad clásica cristiana en el campo de la enseñanza, que había sido destruida en el siglo XVIII. Se colocaron crucifijos en todas las clases. Jóvenes ardientes, adeptos de la ideología del régimen,  soñaban con embarcarse en aventuras «en una España igual a aquélla en la que los Reyes Católicos comenzaron su reinado». La Iglesia Católica recobró las propiedades y privilegios perdidos, asumió un papel director en toda actividad social y, para asombro del mundo exterior, presumió de una nación cien por cien católica. Un portavoz del régimen, el escritor Rafael Calvo Serrrer, anunció en 1953 que «en España todos somos católicos». Las instituciones principales de la sociedad española, y con ellas , por supuesto, la propia Iglesia Católica, se enfrascaron en un mundo imaginario, plasmado en la realidad como reacción contra las persecuciones sufridas por los creyentes bajo el gobierno del Frente  Popular durante la Segunda República. Comentaristas católicos actuales parecen aceptar la opinión de que la participación masiva de los españoles en acontecimientos públicos religiosos durante los años cincuenta -procesiones, peregrinajes, rosarios- son prueba de que el pueblo había sido recobrado para la fe.

Como sabrán, en los últimos años se ha producido un resurgimiento del nacionalismo español, aliado y aupado por las opciones políticas de derecha. No es que hubiera desaparecido, ni mucho menos, pero esta vuelta ha sido sin complejos ni tapujos. Con banderas orgullosas ondeando al viento, colgadas en los balcones, utilizadas como vestimentas, o en tamaño desmedido, pagado con los fondos públicos. No es una evolución con la que me sienta muy a gusto, dados mis recelos hacia todo tipo de nacionalismo, principal causa de guerras en nuestros siglos XIX y XX, a lo que hay que añadir que en esta ocasión viene acompañada por una clara distorsión histórica: la transformación del pasado en una cadena de glorias y vergüenzas, cuyo único fundamento es mitológico.

sábado, 24 de octubre de 2020

Los dioses no son necesarios

Así pues, la muerte no es nada ni nada tiene que ver con nosotros, una vez que se considera mortal la sustancia del espíritu, y lo mismo que en el tiempo pasado ninguna pena sentimos al llegar de todas partes cartagineses en pie de guerra, cuando todo bajo las altas brisas del éter se estremecía en el pavoroso desorden de la guerra y temblaba de espanto, y dudoso estuvo bajo cuál de los dos imperios por tierras y mares habría de caer la humanidad entera, igualmente cuando no estemos, una vez que ocurra la separación del alma y el cuerpo que en unidad nos constituyen, es bien claro que a nosotros, que no estaremos entonces, nada en absoluto podrá ocurrimos o impresionar nuestra sensibilidad, aunque la tierra se revuelva con el mar y el mar con el cielo.

...

Porque, si acaso nos esperan desdichas y dolores, debe también en ese tiempo de entonces estar aquel al que le podría ocurrir algo malo; puesto que la muerte evita tal cosa e impide que esté aquel al que podrían juntársele tales inconvenientes, podemos dar por sentado que nada hay que temer en la muerte, que no puede llegar a ser desgraciado quien no está ya, y que ello ya no se diferencia de no haber nacido en ningún momento, una vez que la muerte inmortal suprime la vida mortal

Tito Lucrecio Caro, De Rerum Natura (Sobre la naturaleza)

En mi comentario sobre The Map of Knowledge, el libro de Viollet Moller que traza la transmisión del saber de la Antigüedad al Renacimiento, se me olvidó mencionar que su énfasis no estaba sólo en las ciudades y los eruditos que obraron esta conservación del conocimiento antiguo. De igual importancia son las obras que les sirvieron como acicate en su labor, objetos/vórtices a cuyo alrededor se condensaron ideas y conclusiones, tanto científicas, como filosóficas y morales. De tal calibre que sirvieron para modificar el curso intelectual de civilizaciones enteras, ya fueran el Islam o el Cristianismo Occidental. 

Uno de esos ejemplos, de importancia central en el despegue del Renacimiento europeo, fue el descubrimiento casual, a comienzos del siglo XV, del De Rerum Natura de Lucrecio. Se trataba de una copia única, encontrada en la biblioteca de un monasterio alemán por el humanista Poggio Brancolina, cuya importancia estribaba en que era un libro que no debería haberse conservado. Se trataba de un resumen/reelaboración, en latín, de las doctrinas de los filósofos griegos Demócrito y Epicuro,  fundadores respectivos del atomismo y el hedonismo. En el sistema  sistema filosófico que ambos proponían, los dioses no era más que ilusiones, la religión una mentira, mientras que el alma era mortal, sin posibilidad de una vida tras la muerte. 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Contra la entropía

 As manuscripts were translated from Syriac and Pahlavi into Arabic, scholars in Baghdad began to realize the extent of ancient learning, and therefore how much lay out of reach. Al-Mansur himself had written to the Byzantine Emperor asking for scientific texts. It was no secret that many ancient Greek manuscripts lay hidden behind the fortified walls of Constantinople, a city that had eluded invasion and so preserved its ancient monuments and libraries. The Emperor responded by sending a chest of scientific books including Euclid's Elements. In the following decades, scholars translated it into Arabic, initiation a rich tradition of mathematical study. The original copy has not survived, but there is a similar version, made about a hundred years later in Constantinople, which is now in the Bodleian Library. Its careful Greek script, with neat diagrams illustrating the mathematical hypothesis, has been annotated in the margins by its first owner, Arethas of Patrae, Bishop of Cesarea, as he tried to master Euclid's theorems. Al-Mansur's copy was the first, that we know of, to arrive in Baghdad. If there was an earlier version of The Elements in Syriac, it has not survived, and it appears that al-Mansur did not get its copy translated right away; the first Arabic version was produced in the reign of Harum al-Rashid.

Violet Moller, The Map of Knowledge

A medida que se traducían manuscritos al árabe desde el siriaco y el persa, los sabios bagdadíes comenzaron a darde cuenta de la extensión del conocimiento de la Antigüedad y de lo mucho que aún estaba fuera de su alcance. El mismo Al-Mansur escribió al emperador bizantino para solicitarle textos científicos. No era secreto alguno que muchos manuscritos se guardaban tras las murallas de Constantinopla, ciudad que se había hurtado a la conquista y así había conservado sus monumentos y bibliotecas antiguos. El emperador respondió con el envío de un arcón de libros de ciencia, que incluía Los elementos de Euclides. En décadas sucesivas, los sabios bagdadíes lo tradujeron al árabe, dando inicio a una rica tradición de estudios matemáticos. La copia original no ha sobrevivido, pero hay una versión similar, escrita un siglo más tarde en Constantinopla, que se conserva en la biblioteca bodleiana. Su cuidadosa caligrafía griega, con claros diagrámas ilustrativos de sus hipótesis matemáticas, fue glosado al margen por su primer propietario, Aretas de Patras, obispo de Cesaréa, a medida que intentaba dominar los teoremas euclidianos. La copia de Al-Mansur fue la primera, que sepamos, en llegar a Bagdad. Si exisitó una versión anterior en siriaco de Los Elementos, no ha sobrevivido y parece que Al-Mansur no ordenó traducir su copia al instante. La priemra versión árabe se creó durante el reinado de Harum al-Rashid.

The Map of Knowledge, de Violet Moller, es un libro que traza cómo se transmitió  el conocimiento de la antigüedad durante ese largo periodo histórico llamado Edad Media. No es una cuestión baladí, ni mucho menos. Por unas razones u otras, a nuestros días sólo ha llegado un exiguo porcentaje de la producción de los escritores grecolatinos. Algunos de forma fragmentaria, otros en traducciones a otros idiomas, como el copto, el árabe o el siriaco. De hecho, aún hoy, gracias a descubrimientos casuales en bibliotecas de monasterios o tumbas egipcias, junto con el uso de nuevas tecnologías que nos permiten leer manuscritos raspados, los famosos palimpsestos, se siguen recuperando obras perdidas desde hace milenios, como ciertos libros de Cicerón o tratados de Arquímedes.

¿Cómo se llegaron a perder estos libros? Como es fácil imaginar, la entropía, en forma de guerras, incendios o mero deterioro, ha hecho desaparecer muchos de estos manuscritos venerables. Por ejemplo, hasta el siglo XV se conservó en Constantopla un ejemplar único de los últimos libros de la historia de Diodoro de Sicilia, que se perdió durante el saqueo otomano de esa ciudad. Otros fueron destruidos por razones ideológicos, con demasiada frecuencia a manos de los cristianos, como ocurrió con toda la literatura anticristiana de los siglos II al IV o incluso con obras de padres de la Iglesia, como ciertos libros de Orígenes, que se consideraban próximas a la herejía. Sin embargo, para entender lo que aconteció hay que prestar atención a dos factores: el negocio bibliográfico en la antigüedad y los intereses del público.

sábado, 17 de octubre de 2020

Expolios y destrucciones

 It did not take the Russians long to find the storeroom. Viktor Baldin, an architect in the peacetime, was called to examine its contents. He found the drawings scattered "like so many leaves after an autumn storm", and was overwhelmed by its quality: a Van Gogh study for his Starry Night, the Dürers, and works by Goya, Rubens, and Rembrandt. When his superiors showed little interest and declined to provide transportation to remove the find, Baldin chose some four hundred sheets and put them in a suitcase which he guarded carefully. During his time in Schloss Karnzow he found other prints and drawings spread around all the countryside. He bought or bartered for those Russian soldiers had picked up, in one deal trading a pair of boots for a Dürer Head of Christ. Some could not be saved, in the woods he came up upon a stack of drawings the rain had reduced to a pulp. In July 1945 the Russians withdrew from the area, leaving the schloss to the mercy of the local inhabitants and Fräulein von Kutschenbach, heiress to the Count's state. The adventures of the Kunsthalle works were far from over.

Lynn H. Nicholas. The Rape of Europe, The Fate of Europe's treasures in the third Reich and the Second World War.

Los rusos no tardaron mucho en encontrar el almacén (donde estaban escondidas las obras de la Kunsthalle de Bremen). Viktor Baldin, arquitecto en la vida civil, fue llamado para inventariar sus contenidos. Halló los dibujos esparcidos « como hojas, tras una tempestad otoñal» y se quedó abrumado por su calidad: un estudio de Van Gogh para la Noche estrellada, los Dureros, obras de Goya, Rubens y Rembrandt. Cuando sus superiores mostraron poco interés, declinando concederle medios de transporte para los hallazgos, Baldin seleccionó cerca de cuatrocientos dibujos y los guardó en una maleta, que mantuvo siempre vigilada. Mientras estuvo destacado en el palacio Karnzow, encontró otros grabados y dibujos, dispersos por los alrededores, Se las arreglo para comprarlos o intercamabiarlos con los soldados que se los habían quedado, en una ocasión ofreciendo unas botas por una Cabeza de Cristo de Durero, Algunos eran insalvables, como una pilas de dibujos que encontrón en el bosque, reducidos a una pasta por la lluvia. En julio de 1945, los rusos se retiraron del lugar. abandonando el palacio a los cuidados de los lugareños y de Fräulein von Kutschenbach, la heredera del conde. Sin embargo, las aventuras de la Kunsthalle aún no habían terminado.

Un poco antes de que nos encerrasen por la pandemia pude terminar este libro de Lynn H. Nicholas, dedicado al destino del patrimonio artístico europeo durante la Segunda Guerra Mundial. Lo descubrí gracias al llamado twitter cultural y ha sido una de mis grandes lecturas durante este año desquiciado. En gran medida, por tocar a dos de mis grandes aficiones: la historia, en su vertiente nazismo-segunda gran contienda mundial, y el arte, en el aspecto de conservación y salvación del patrimonio. Sin embargo, este lectura se muestra también muy necesaria en nuestro presente, urgente incluso. Son multitud las obras de arte, museos, yacimientos arqueológicos y monumentos que están en peligro inminente, por causas muy parecidas a las de 1939: los acontecimientos bélicos, tipo bombardeo indiscriminado de ciudades, y el fanatismo que marca un tipo de arte como basura despreciable, caso del nazismo y las vanguardias del siglo XX. A mi mente vienen las imágenes de los miembros del DAESH destruyendo museos y ruinas milenarias en Irak y Siria.

La Segunda Guerra Mundial, dada su amplitud y su tamaño, se saldó con unas pérdidas artísticas sin precedentes. Sólo la riqueza de los almacenes de los museos junto la acción -y precaución- de algunos individuos aislados, logró que no fueran aún mayores. Además, la destrucción fue empeorada por la conjunción de dos elementos: uno previsible y el otro imprevisible. El previsible eran los acontecimientos bélicos, ante el cual intentaron reaccionar las diferentes insitituciones museísticas europeas con planes de protección. El imprevisible, la propia ideología nazi, que ordenaba destruir aquéllo que se consideraba como arte degenerado, mientras se rapiñaba, sin escrúpulo ninguno, aquéllo que se definía como valioso.

jueves, 15 de octubre de 2020

Revoluciones lejanas, pero determinantes

The head of the judiciary, Masavi-Ardebili, seems to have queried the order, asking whether it was meant to be applied only to those who had already been condemned to death or whether it was really to be applied to those who had been tried and given lesser sentences. Khomeini replied curtly, saying that it must be applied to all those who maintained their support for the MKO and ordering: "Annihilate  the enemies of Islam immediately". In Tehran, Nayyeri, Eshraqi, and Mostafa Purnohammadi (for the MOIS) set about their interrogations, and similar commissions went to work in provincial prisons. The prisoners had no inkling initially that their answers meant life or death. -they were told that the commission was preparing materials for an amnesty settlement and that the purpose was to distinguish Muslims from non-Muslims-. Those who declare themselves openly still to support the MKO were sent straight for execution. Those who responded to questioning by saying they had changed their view and recanted were asked tougher questions to test their sincerity. Would they denounce other MKO supporters, for example. Other were asked whether they would be prepared to pull on the rope to hoist up their former colleagues to hang them and, if they demurred, they were sent off for execution themselves, on the basis that they seemed still to hold their old allegiance. Very few of the MKO prisioners escaped death. In an echo of the prison massacres of the French Revolution in 1792 and other mass killing in the previous decades and centuries, Nayyeri in Tehran indicated the verdict in each case by saying 'take them to the left' (those fortunate few whose recantation was accepted were sent out of door to the right). The condemned were allowed to write a will, and they were hanged in batches of six. There was no drop, so they strangled slowly; some taking fifteen minutes to die.

Michael Axworthy,. Revolutionary Iran, A History of the Islamic Republic

 Parece que el jefe del poder judicial, Masavi-Ardebili, cuestionó la orden, preguntando si estaba concebida para sólo aquéllos que ya habían sido condenados a muerte o si debía extenderse a aquéllos ya juzgados y condenados penas menores. Jomeini respondió sucintamente, indicando que debía extenderse a todos aquéllos que aún mantuviesen su apoyo por el MKO (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán), y ordenó: «aniquilad de inmediato a los enemigos del Islam». En Teherán,  Nayyeri, Eshraqi, and Mostafa Purnohammadi (del MOIS, ministerio de inteligencia) se pusieron manos a la obra con los interrogatorios, al tiempo que comisiones similares se organizaban en las prisiones provinciales. En principio, los prisioneros no tenían indicación alguna de que su vida dependía de sus respuestas -se les dijo que la comisión estaba reuniendo material para un acuerdo de amnistía y que su propósito era distinguir entre musulmanes y no musulmanes-. Quienes declaraban seguir apoyando al MKO eran enviados de inmediato al patíbulo, mientras que quienes respondían señalando haber cambiado sus ideas y abjuraban eran sometidos a cuestiones más comprometedoras para evaluar su sinceridad. Por ejemplo, ¿denunciarían a otros miembros del MKO? A otros se les pedía si estarían dispuestos a sujetar la soga de la horca en la que se ejecutaría a sus antiguos compañeros. Si titubeaban, se le enviaba al patíbulo a ellos también, basándose en que parecían seguir siendo fieles a su antigua militancia. Casi ninguno de los miembros del MKO se libró de la muerte. Al igual que las masacres carcelarias de la Revolución Francesa, en 1792, o otras matanzas generales de décadas y siglos anteriores, Nayyery, en Teherán, señalaba la sentencia diciendo «llevadlo a la izquierda». Los afortunados cuya abjuración se aceptaba salían por la puerta de la derecha. A los condenados se les permitía escribir su testamento y luego eran ahorcados en grupos de seis. La altura era la justa, así que se asfixiaban con lentitud. A algunos, morir les llegó a llevar hasta quince minutos.

Me resulta intranquilizador, casi turbador, leer historia que pertenece a mi tiempo vital. Por un lado, demuestra lo frágil que son nuestros recuerdos. Aunque sean hechos cruciales, que creemos grabados de forma indeleble en nuestra memoria, lo que en realidad nos queda no son más que unos pocos datos aislados, con frecuencia mezclados y distorsionados. En realidad, la secuencia de los acontecimientos y su imbricación han desaparecido por completo, sin olvidar que la información de partida era ya incompleta y parcial, teñida de intereses, cuando no directamente propaganda. Así, de la Revolución Islámica en Irán, objeto del libro que les comento, recordaba algunos nombres -el Shah, los presidentes Bani-Sadr o Sapur Bajtiar, Jomeini por supuesto- y algunos hechos aislados de la guerra Irán-Irak -como los ataques a los petroleros o el uso de gas mostaza en el frente-. Mi sorpresa fue mayúscula al ir leyendo este libro y descubrir que hechos decisivos se habían desvanecido por completo de mi mente, como cuando en 1980 el MKO (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán) decapitó la cúpula de la revolución, en varios atentados gigantes simultáneos.

Asímismo, la lectura de la historia que una vez fue contemporánea me hace sentirme cada vez más viejo, próximo ya la ancianidad. Esos acontecimientos cruciales -de los setenta, de los ochenta, de los noventa-, parte de mi biografía y de mi formación como persona, no tienen ninguna relación directa con las generaciones más jóvenes, aquéllas menores de treinta años. Son ya, como se suele decir, historia antigua, anteriores a la doble cisura que supuso la caída de la URSS en 1991 y los atentados contra las torres gemelas en 2001. Y sin embargo, como ya les he indicado en otras ocasiones, el rayo en un cielo sereno que fueron esos atentados no fue tal. Esos hechos serían inconcebibles sin el impacto que supuso la Revolución Islámica en el mundo musulmán: por primera vez en el siglo XX surgía una opción política válida que no se inspiraba en occidente, a la vez antiliberal, anticapitalista y anticomunista, y cuyo fundamento era la religión. La marea del laicismo comenzaba a bajar, mientras que la de la religión cobraba nuevas fuerzas, incluso en un occidente mayoritariamente láico y escéptico.

sábado, 10 de octubre de 2020

Estamos bien jodidos (y XVIII)

 

 

Hace un par de entradas, les comentaba mis impresiones sobre Le capital au XXIéme siècle (El capital en el siglo XXI) de Thomas Piketti, Por supuesto, un libro tan abundante en datos y análisis como es éste no se puede resumir en una líneas, menos dado mi desconocimiento en temas económicos. Mi recomendación, por tanto, es que se lo lean, tanto más cuanto que es claro y accesible, sin cortinas de humo semánticas que impidan ver, o seguir, la hilazón de sus argumentos y cómo llevan a la conclusión final: la desregulación neoliberal de los últimos 30 años sólo ha contribuido a incrementar las desigualdades sociales, incluso en las economías desarrolladas, además de poner en peligro los fundamentos de la prosperidad de esos países y su estabilidad política.

Sin embargo, dado que en la entrada anterior me limite a trazar los fundamentos sobre los que Piketty basa su tesis, vamos a intentar desarrollarla -y completarla- en esta breve entrada. Como recordarán, el economista francés utilizaba dos indicadores económicos: 𝛼, que indica qué parte del PIB anual se debe a los rendimientos del capital, y 𝛽, que indica a cuántos PIB anuales equivale ese capital. Su importancia estriba en que cuanto más elevados sean, más depende la economía de los rendimientos del capital y menos de los esfuerzos productivos. La sociedad deviene así una de rentistas y no una de productores. Lo sorprendente es que nuestros  𝛼 y 𝛽 se parecen a los de la Belle Epoque de principios del siglo XX, la típica sociedad de rentistas, cuando nosotros presumimos de no serlo, sino de ser emprendedores, creativos y disruptores. Audaces, atrevidos y proactivos.