lunes, 23 de febrero de 2009

Old Arguments/Present Debates (y II)

Comentaba David Jack, con toda justicia, sobre mi entrada anterior

..y en el texto citado, que "carga" contra los "estúpidos e incultos" cristianos, me parece más cargado de emociones que de razón...

Momento en que me he dado cuenta de que, como siempre, he ocultado lo importante y llevado a confusión a mis lectores.

Pido disculpas.

El caso es que el compilador del texto, El Fin del Paganismo, al que pertenece la cita, intentaba transmitirnos lo que los paganos de los primeros siglos de nuestra era podían sentir ante el avance de esa religión, el cristianismo, que en gran medida les parecía extraña y excluyente, utilizando como ejemplo los argumentos y expresiones que ellos mismos utilizaron en esos siglos de polémica.... con toda la emoción y parcialidad que suele acompañara a estos debates, como una mirada a nuestro alrededor puede confirmar.

Por supuesto, en la mayoría de los casos, las opiniones de los paganos no se han conservado ya que los ganadores del conflicto no fueron ellos, sino los cristianos, con lo que la iglesia (y en general cualquier institución) no estaba especialmente interesada en conservar libros y tratados contrarios a lo que ella proponía. Sin embargo, al igual que los paganos intentaban demostrar falso el cristianismo, los cristianos trataban de defenderse, lo cual ha provocado que en los libros escritos para responder a a estos ataques se nos hayan conservado, a veces con cierta distorsión, a veces con incomprensión, los argumentos de la parte contraria, para así resaltar más la fortaleza de las propuestas cristianas.

Uno de esos tratados fue el escrito por el cristiano Orígenes contra el pagano Celso (y lo llamó así, Contra Celso), que previamente había escrito un Contra los Cristianos. Un tratado tan radical, escrito con el propósito de desmontar todos y cada uno de los fundamentos del cristianismo (o al menos tal y como lo entendía Celso) que Orígenes se vio obligado a responderlo casi palabra por palabra, circunstancia por la que debemos estarle agradecido, al habernos transmitido, casi sin distorsión la opinión contraria.

¿Y qué decía Celso? Pues aparte de las lindezas del fragmento anterior, recogía rumores que a cualquier espectador de Life Of Brian le sonaran a familiares, puesto que señalaba que de nacimiento virginal de Jesucristo, nada, que éste en realidad no era más que un hijo ilegítimo de Maria, habido con un centurión romano de nombre Pantera, y que había llevado a José a repudiarla. Versión que, por supuesto, provocaba en Orígenes un arrebato de más que justificada rabia.

Una animosidad e incomprensión mutua entre paganos y cristianos, en la que los primeros veían a los segundos como gentes que seguían fes extrañas, contrarias a la tradición y que pretendían ponerse fuera de ella y violentarla (nunca hay que olvidar como el paganismo, al ser un fenómeno basado en divinidades locales, estaba fuertemente ligado con la conciencia de ser de una ciudad o un pueblo en concreto), mientras que los cristianos veían el intento de uniformación y normalización (es decir, el ser obligados a comportarse como el resto de confesiones del imperio) como un signo de tiranía y opresión... todo lo cual desembocaría en las persecuciones de mediados y finales del siglo III, en que el imperio romano se vio incapaz de someter o al menos neutralizar a la nueva religión, perdiendo la iniciativa en los terrenos políticos, legales y religiosos.

Lo cual, por supuesto no quiere decir que el cristianismo del siglo I (o lo poco que sabemos de ese cristianismo) fuera similar al cristianismo del siglo IV, ni que el paganismo, se hubiera mantenido idéntico a sí mismo, monolítico e inmutable en ese mismo periodo. Muy al contrario, a pesar de su repugnancia mutua, ambos bloques se influyeron a sí mismo y acabaron por convertirse en casi copias del bando contrario. Por una parte, un cristianismo que acoge en su seno las influencias del gnosticismo y del hermetismo (como muestra la ecléctica biblioteca de Nag Hammadi) y que cada vez comienza a hablar más y más en términos platónicos. De la misma manera que el paganismo sufre la influencia de las otras religiones orientales, Mithra, Isis, Serapis, Cibeles, etc, etc, que pretenden una salvación personal y universal, y comienza a hablar en esos mismos términos, de culto universal, dios único y clero uniforme.

Una época que es interesantísima, la de los siglos I al IV, con un cristianismo en transformación, de sus raíces judías a sus reencuentro grecorromano, un complejo de religiones universales en competencia, hermetismo, gnosticismo, Isis, Mithra, Adonis, Cibeles, y un politeísmo pagano que cada vez se torna más monoteista y más cristiano.

Un mundo el cual, ay, se nos queda medio en la penumbra, ya que a pesar de haber conservado multitud de testimonios, tanto de los fieles como de los contrarios de cada creencia, y poder reconocer a los actores y describir sus posturas, nos faltan aún muchos más testimonios, seguramente perdidos para siempre, para sacar todo ese complejo de relaciones a la luz del día y poder describir completamente su evolución y relación.

Doblemente triste, puesto que muchos de esos fenómenos de hace milenios hallan su reflejo en fenómenos de ahora mismo, como puede ser el desapego moderno hacia el cristianismo, o la relación conflictiva de esa sociedad postcristiana con un Islám en expansión....

viernes, 20 de febrero de 2009

Minor Modes







Antes de escribir las entradas prometidas, me ha parecido justo detenerme un instante en una serie como Toradora!, no porque vaya a ser la serie que ponga patas arriba el mundo del anime, es simplemente otra serie tragicómica de amores juveniles, sino porque esparcidos en ella se encuentran fragmentos inesperados de animación, de esos que nos revelan a un creador atento por el modo en que la gente se relaciona entre sí y expresa esos sentimientos en gestos y movimientos, que luego él se esfuerza en representar de forma realista y precisa.

Representación, en su delicadeza y sutilidad, que nos dice más acerca de la relación entre esas personas, del grado de intimidad y confianza al que han llegado, que profundos diálogos o escenas más explícitas.

O por explicarlo mejor, con ejemplos, tomados de una serie anterior, Kimikiss Rouge, de este mismo estudio, JCStaff y otra, Clannad, de la niña bonita de los aficionados, KyoAni.

En Kimikiss la sempiterna historia de amor se ve interrumpido por las peripecias inoportunas de los personajes secundarios, de manera que cuando llega el momento de entrar a matar para los principales, la falta de preparación, y de esa preparación fundamentada en el pequeño detalle, convierte a las escenas en inútiles, faltas de nervio y completamente precipitadas, mientras que aquí, centrándose exclusivamente en los cinco protagonistas, e incluso desdibujando un poco a dos de ellos, de manera que la narración nunca deja de acompañar a las personas que realmente importan y nos lleva a conocerles a fondo, los menores incidentes se convierten en trascendentales.... o mejor dicho, esos pequeños toques corporales y gestuales se convierten en clamorosas confesiones.

Mientras que en Clannad, todo el aparato de producción de Kyoani, empecinado en conseguir la mejor animación, los mejores fondos, las escenas más transcendentes y resonantes, se revelado en el vacío huero que es por la sencillez y la emoción de Toradora, ya que los personajes en Clannad no son más que maniquíes a las que se han adherido etiquetas y dictado como actuar, sin que nada de esas acciones, de sus orígenes, estado y consecuencias se filtre a los espectadores, con lo que su presentación final suena a falso y hueco, a forzado y artificial, a vehículo sin dirección.

Todo lo contrario que en Toradora, donde las manos perdidas y olvidadas, los juegos compartidos pero sólo para y por una persona, y el permiso tácito al cuerpo del otro, muestran aquello que no hace falta decir, ni por supuesto, proclamar.

Porque sólo importa a los participantes y a nadie más.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Old Arguments/Present Debates

El cristianismo, se señala, es poco brillante, está falto de prestigio, de heroísmo, de esplendor. Jesús, en el momento de su proceso y muerte, no se condujo como un sabio o como un hombre divino. Dejó que le escupiesen en la cara y que le coronasen de espinas; no pronunció ningún discurso vigoroso o ardiente, sino que dejo que le tratasen como a la chusma de los bajos fondos. Murió en un suplicio ignominioso. Su famosa resurrección se produjo en presencia de pobres mujeres y de simples de espíritu. Los apóstoles no eran más que rústicos y desgraciados que siguieron a Cristo por ingenuidad. Su fin fue tan humillante como el de Cristo. Por su parte, la propaganda cristiana se ha dirigido siempre con predilección a las gentes sin cultura, a los pobres, inspirándoles el desprecio por la verdadera nobleza y por la riqueza. No hay, pues, en el cristianismo lugar para los valores esenciales del helenismo, el heroísmo, la elocuencia, la belleza, la ciencia. Además, los cristianos se comportan como "enemigos del genero humano". Se niegan a integrarse en la vida de la ciudad, en las tradiciones culturales y religiosas que les proporcionan su cohesión. Sin embargo, señala Celso, comen, beben, contraen matrimonio, participan de las alegrías de la vida así como de los males que les son inherentes. Se aprovechan, pues, del orden social y político. Deberían pagar, por tanto, un justo tributo de honor a los emperadores que velan por ese orden y deberían cumplir los deberes que la vida impone. Si rehúsan aceptar las tradiciones y costumbres de la nación en la que viven, deberían al menos exiliarse y renunciar a la participación en la vida comunitaria.

Historia de las Religiones Siglo XXI, tomo 5, El fin del paganismo

Leía este resumen, aún más extenso en el texto original, de las controversias entre paganos y cristianos, los unos a la ofensiva, los otros a la defensiva, y no dejaba de martillearme una idea molesta, el parecido de nuestra sociedad presente con la sociedad romana de aquellos tiempos, ese siglo-bisagra que fue el III d.C, entre un paganismo tolerante e incluyente, y un cristianismos triunfante y excluyente.

Por supuesto, mi situación es un tanto peculiar en este asunto. De niño, pasé por un colegio religioso y durante mucho tiempo me pensé "dentro" de la iglesia. Pensaba en que un día me sería revelada la "verdad", esa incontestable e innegable que figuraba en los libros santos, y mientras la esperaba, perdía mi tiempo en el examen de los problemas teológicos que habían desafiado a doctores y santos, o me entregaba a la lectura de los evangelios con quizá demasiada frecuencia, hasta casi saber de memoria cada pasaje y cada giro, hasta sentir cada palabra como propia, de forma que sólo su recuerdo, su presentimiento era capaz de emocionarme .

Sin embargo, todo aquello, se desvaneció con el tiempo. Hace ya muchos años, hacia 1992, descubrí que aquella pre-fé, llamémosla así, ya no existía, que la idea de dios, un dios que se preocupaba por nuestro destino y que nos esperaba tras la muerte, no tenía ningún sentido para mí, era absurda y falsa, no reflejaba ninguna realidad presente o futura. Curiosamente, esa transición no tuvo nada de dramático, nada de repentino, simplemente, como ocurre con las estaciones del año, un día se está en invierno y al día siguiente en verano.

Ese tránsito mío ha provocado que cuando escucho hablar, ahora mismo, a los representantes de la iglesia, sea incapaz de relacionarnos con aquella la iglesia de mi niñez, efecto sin duda del borrado que el tiempo ejerce sobre la memoria. Vistos ahora, no puedo tener la impresión de que son como los cristianos que veían los paganos, tercos, obstinados en el error, refractarios a cualquier demostración, desconfiados de cualquier debate, incapaces de concebir otro camino que no sea el de su supuesta verdad revelada... impresión que se extiende también a sus enemigos, cuyos ataques y diatribas me parecen innecesarios, puesto que al habérseme disuelto la fe por sí misma, el mundo de la religión y la fe no me parecen tan peligrosos como les ocurre a muchos de mi nuevo bando.

Una evolución que tiene que ver también con el hecho de que la iglesia se está replegando sobre sí misma, reduciéndose a los puros y creyentes, expulsando a los tibios y dudosos. Poco tiene que ver una institución, como lo era hace unos decenios, que es una sociedad que representa una sociedad y que parece inseparable de ella, llevando a que en su seno quepan todas las tendencias y todas las vías de esa sociedad, con un grupo que es parte de una sociedad, un grupo más entre muchos, sin pretensiones de universalidad, sin capacidad de decidir el rumbo de la sociedad, reducido a ser una minoría cuya ruta, como digo, está regida por los más intransigentes, los más fanáticos, los más radicales.

En cierta manera, estamos asistiendo al final de un ciclo, al cierre del periodo triunfo religioso que se originase en el siglo III, al nacimiento, como ya he visto señalado, de una sociedad postcristiana, que tiene que crear, casi de cero, sus propias concepciones morales y sociales. Un ruptura con el pasado, en este caso cristiano, del mismo calibre y gravedad que la que terminó hace diecisiete siglos, con el paganismo. Un periodo de crisis donde vuelven a surgir los mismos debates que antaño, donde se aplican al enemigo conceptos parejos, donde las palabras del pasado parecen escritas ahora mismo... extraña prueba de la inmutabilidad de la historia, por muchas vueltas y revueltas que demos.

Pero también, ante todo, un conflicto del que desconocemos su resolución, puesto que, en esta lucha ideológica entre bandos irreconciliables, solo por que sus concepciones del mundo niegan las del contrario, puede ocurrir que el vencedor sea un tercero inesperado

domingo, 15 de febrero de 2009

Waiting for you












La semana pasada, en estas exploraciones mías por los mundos del anime, me he encontrado con tres producciones que podrían, cada una por si sola, ser un ejemplo paradigmático de las virtudes de esa forma. Una coincidencia que no deja de ser significativa, porque el gusto personal y la afición acaba por embotarse, debido a tanto ver mediocridades y productos perfectamente olvidables, con lo que cualquier sacudida que te devuelva la ilusión y aguce la vista siempre es bienvenida... especialmente cuando se realiza por partida triple.

Las tres producciones son la pequeña maravilla que es Casshern Sins, de cuyo episodio 18 Animapages Daily realizo una magnífica reseña, que me va a ser imposible superar, el episodio 8 de una serie completamente olvidada, a pesar de ser del 2004, como es Kurau Phantom Memory, pero que ya quisieran muchas otras productoras ser capaces de sacar al mercado... y por supuesto la serie de películas que Ufotable esta realizando sobre Kara no Kyoukai, a cada cual más sorprendente y cuya última entrega, Spiral Paradox, pertenece la secuencia arriba ilustrada.

¿Y qué tiene de especial Spiral Paradox, en particular, y Kara no Kyoukai, en general? Esas virtudes que distinguen al anime ante el verdadero aficionado, que éste se aconstumbra a desear y que le sirven de piedra de toque a la hora de juzgar unas producciones frente a otras.

En primer lugar esa habilidad para representar los movimientos del alma, con los mínimos recursos expresivos. Una restricción emanada de las propias limitaciones del dibujo animado y que en el caso del anime puede llevar a la acusación de hieratismo e inexpresividad, pero que en manos de animadores de talento, aunado con la buenos actores de doblaje y con la dosificación adecuada de silencios, música incidental y montaje, alcanza resultados sorprendentes... el revelarnos lo que se esconde en el interior de los cráneos de los personajes.

Una alquimia, la de convertir líneas y colores en personajes de carne y hueso, que no podría realizarse sin antes haber descrito convincentemente el entorno en el que viven los personajes, la ciudad en la que tienen que moverse y que determina su modo de existir, las habitaciones en las que transcurre su vida interior y cuya decoración y disposición, nos revelan al personaje, sus preferencias y sus hábitos, anticipándonos su modo de actuar y sus posibles decisiones, puesto que nos hacen verlo desde un modo particular.

Una solución, esta de describir el entorno en que se vive, que es también una respuesta a las limitaciones presupuestarias, pero que en manos de los creadores del anime, se transforma en un recurso poderoso, especialmente cuando se llega a los momentos para los que se ha reservado el dinero y la calidad de los decorados irrumpe en la animación, consiguiendo escenas de acción como las concebidas en esta serie de películas, donde se aunan en una mezcla casi imposible, aquello que una cámara no puede rodar en términos de luz y contraste, ni siquiera con la ayuda de los CGI, con la reproducción casi exacta de los artefactos del rodaje manual, como en ciertas escenas, donde la cámara no puede seguir los rápidos movimientos de los personajes, y estos se le escapan una y otra vez del plano, viéndose obligada a perseguirlos o a volver a buscarlos.

Un extraño y paradójico efecto, el de que la forma más controlada del cine, la animación, sea capaz de reproducir y superar los efectos que se le suponen a las maneras más libres y sinceras, esas que huyen de la planificación y la premeditación, pero es que ocurre que en las mejores producciones de anime, como es este caso, se busca hacer uso de todos los recursos de la técnica y la teoría cinematográfica, rompiendo la secuencia narrativa, rodando escenas desde los distintos puntos de vista de los personajes y esparciéndolas a los largo de la película, montando de manera que se consiga transmitir una idea o un estado mental de los protagonistas, componiendo el plano para conseguir ese mismo resultado y finalmente, obligando al espectador a remontar en su cerebro lo que está viendo, a revisarlo tras la proyección, para así conseguir capturar completamente la película.

Técnica compleja y enrevesada que no es un simple más difícil todavía formal, sino que refleja una complejidad dificultad conceptual y filosófica, encarnada en diálogos ininteligibles, y que las imágenes intentan hacer compresible, apuntando pistas y relaciones, en un magnífico ejemplo y demostración del concepto de adecuación entre fondo y forma, al exigir la complejidad del tema una misma complejidad en su presentación.

jueves, 12 de febrero de 2009

Design Paradoxes





Desde hace una temporada, gracias a referencias en otros blogs de animación, he estado siguiendo las diferentes encarnaciones del blog de Hans Bacher, director artístico intimamente involucrado en las producciones Disney de los años '90. Unos blogs destinados principalmente a reconstruir los fondos de las producciones animadas del pasado y descubriendo, de pasada, el trabajo, la dedicación y la inspiración volcadas en unas creaciones que apenas eran visibles unos segundos.

Atraído por los contenidos de esos blogs, dos de ellos desaparecidos para siempre, me compré hace unas semanas el libro Dream Worlds, escrito por esa misma persona, con la esperanza de que en su interior se recogieran todos esas pequeñas maravillas que si no fuera por ese autor me hubieran pasado inadvertidas.... y tengo que confesar que mi primera impresión al abrirlo y hojearlo fue de inmensa decepción, al encontrarme con los diseños preparatorios de las películas Disney de los años '90, que en sí no me interesaban e incluso me disgustaban, por esos prejuicios tan acendrados que los supuestos amantes del buen y gran cine tenemos por esa productora.

Prejuicios, prejuicios.

Por puro aburrimiento, por buscar el sueño cuando me iba a acostar, empecé a leerlo con mayor dedicación y me encontré, noche tras noche, esperando el momento de meterme en la cama, para encontrarme con el libro y quedarme dormido con el corazón alegre y ligero, con la impresión de haber aprendido más sobre la forma del cine y el oficio de la animación que en todo mi tiempo de espectador.

Resulta extraño decir eso de un libro cuyo contenido, en un 99%, son ilustraciones de bocetos, pero los textos, por su misma brevedad, no pueden permitirse el lujo de perderse en disgresiones y florituras, sino que párrafo a párrafo, relatan el ABC de la creación, los fundamentos del arte de reconstruir el movimiento con imágenes, en su variante animada. Una exposición que se ve reforzada por los diseños creados por Bacher, cada uno de ellos una pequeña obra maestra en sí... o al menos digna de ser enmarcada o puesta de fondo de pantalla.

Pero quizás esto no sea lo más importante del libro. Libros de teoría hay muchos, libros de ilustraciones aún muchas. Lo que destaca a este libro es aquello que todos los make of prometen pero ninguno consigue, revelarnos el proceso creativo, o al menos hacernos vislumbrar toda esa carpintería de la creación, el abismo que media entre el producto final y los primeros tanteos. Todo ese camino que lleva hasta la obra de arte, cualquier cosa menos recto y rápido, repentino y deslumbrador, sino lleno de vueltas y revueltas, de caminos sin salida, de encrucijadas sin señalizar, de regiones desoladas y vacías donde detenerse significa no poder volver a reanudar la marcha. Ese camino donde es tan fácil perderse y acabar destruyendo, desgraciando a la obra que se suponía grande y poderosa.

Porque la lectura de este libro se acaba con un poso de amargura. Los diseños creados por Bacher son muchas veces más hermosos que los utilizados finalmente en producciones Disney en las que participo. De hecho, a uno le hubiera gustado ver esos fondos, esos personajes, animados en la pantalla, pero como el señala, en muchos casos eran demasiado arty, demasiado artísticos para una compañía como Disney (o Pixar) que lo busca es hacer dinero entreteniendo a la gente que busca olvidar sus preocupaciones cotidianas.

Amargura amplificada por los proyectos de Bacher que nunca llegaron a ser, proyectos en su mayoría acumulados a finales de los 90, cuando la animación 2D abandonaba sus técnicas tradicionales y se embarcaba en la aventura del ordenador. Proyectos que asombran por sus posibilidades, por su audaçía, por la maestría inesperada en un medio que apenas acababa de echar a andar, y que si se hubieran llevado a cabo, habrían dado un giro inesperado a toda la historia del medio y la forma.

Salvando quizás a la 2D y evitándonos la tiranía actual de la 3D.

lunes, 9 de febrero de 2009

The Harsh Truth





Continuando con el miniciclo dedicado a la guerra del Viet-Nam que me ha ocupado estos dos últimos fines de semana, le ha llegado el turno a Winter Soldier, documental de 1971 que resume las declaraciones públicas en la que veteranos de Viet-Nam informaron al pueblo americano de las atrocidades que se estaban cometiendo en su nombre en el país del Sudeste Asiático.

El nombre de la película hace referencia al invierno de 1776, cuando las tropas de Washington tuvieron que invernar en Valley Forge en condiciones penosas, oponiendo el soldado de invierno, sujeto a toda clase de penalidades y dificultades que no recibirán elogios ni recompensas y que se realizan por mero sentido del deber y patriotismo, con el soldado de verano, que marcha de victoria en victoria, entre aclamaciones y vítores, sin tener que plantearse a cada momento la razón de su causa y su combate.

Porque más allá de la denuncia de unas atrocidades, en las que los declarantes se vieron personalmente envueltos y en muchos casos fueron ejecutores voluntarios y conscientes, sin llegar a plantearse su moralidad hasta que no se vieron de vuelta a casa, lo que esta película propone si se mira más allá de la marea de declaraciones, abrumadoras hasta dejar insensible al espectador, es toda una reevaluación del patriotismo, bajo la óptica del soldado de invierno.

Dicho en otras palabras, ¿Quién es el auténtico patriota? ¿Aquél que obedece las órdenes sin rechistar, por muy crueles y despiadadas que sean, simplemente porque sirven a la causa, aunque su ejecución niegue todos los ideales por los que se está luchando? ¿O lo es el que se atreve a decir basta, se aparta de aquellos que engañaron a todo un país y a todo una generación, y lucha por que lo que el sufrió no tengan que sufrirlo otros, por recuperar el honor y la fibra moral de un país, hasta entonces admirado por todo el mundo?

Una postura moral que, llevada al extremo, llevó a hombres profundamente patriotas y orgullosos de servir en el ejército de su patria, a arriesgar todo lo que habían obtenido en su ejercicio y a renunciar a lo que les había sido concedido, puesto que estaba manchado con sangre y constituía una impostura que no se podía mantener por más tiempo.

A menos que se quisiera destruir la propia patria y convertirla en aquello contra lo que se luchaba.








jueves, 5 de febrero de 2009

Language Tiles

L'amoureux veut mettre sa maîtresse dans la soie, la revêtir d'un moelleux tissu de l'Orient, et la plupart du temps il la possède sur un grabat. L'ambitieux se rêve au faîte du pouvoir, tout en s'aplatissant dans la boue du servilisme. Le marchand végète au fond d'une boutique humide et malsaine, en élevant un vaste Hôtel, d'oú, son fils, héritier précoce, sera chassé pour une licitation fraternelle. Enfin, existe-t-il chose plus déplaisante qu'un maison de plaisir?

Balzac, La Peau de Chagrin

El enamorado quiere vestir a su amante de seda, revestirla de un blando tejido oriental, y la mayor parte de las veces la posee sobre un camastro. El ambicioso se sueña ejerciendo el poder, mientras se aplasta sobre el barro del servilismo. El mercader vegeta en el interior de una tienda húmeda e insalubre, mientras construye un enorme Palacio, del que su hijo, heredero antes de tiempo, será expulsado por un litigio fraternal. Por último, ¿existe algo más asqueroso que una casa de placer?

La lectura de un clásico siempre es apasionante... por más de una razón, muchas de ellas inesperadas.

Cuando me aficioné a la High Literature, mucha de ella ni tan high ni tan literature, al principio de los años 80, esos clásicos de siglos pasados nos parecían completamente vivos, un mundo al que podíamos trasladarnos sin problemas y movernos en él con la misma facilidad que lo hacíamos en el presente. Ahora casi 30 años más tarde, esa ilusión si es que era una ilusión, se ha desvanecido completamente, y esas obras del pasado nos parecen escritas en otro planeta, por gente de otra especie, hasta el extremo de que me resulta imposible imaginar a un chaval de 20 leyendo, no ya a Virgilio u Ovidio, sino al mismo Balzac, si no es por estricta obligación.

Y sin embargo, que instructiva y apasionante resulta ahora mismo la lectura de esos clásicos, aunque sea por las razones equivocadas.

Me sumergía en la lectura de esta novela de Balzac, aún medio romántica, aún no completamente realista, y me fascinaba su uso del lenguaje. El párrafo que arriba añadía, sería reducido por un contemporáneo a una frase desnuda, algo así como todos los placeres son sucios, sin necesidad de añadir nada más. Balzac, no obstante, se ve en la necesidad de añadir ejemplo tras ejemplo, de martillear el metal sin descanso, hasta convencernos plenamente por esa simple acumulación de hechos. Es más, donde un moderno hubiera sido descarnado o voluntariamente feísta en su expresión, el escritor francés rivaliza en esmaltar su lenguaje, en mostrarnos la variedad de su vocabulario y la seguridad de su redacción, embelleciendo con la forma lo que en la realidad es sórdido y envilecedor.

Un modo que ahora mismo puede parecer florido o aristocrático, adjetivos despreciativos donde los haya, pero que a los que crecimos sumergidos en ese modo de hacer literatura, se nos asemeja a morder una fruta en su punto, cuyo zumo y su sabor colma la boca.

No es el único punto de extrañeza, o de reencuentro. Al contrario que los escritores de ahora, supuestamente tan desengañados, y cuyo desengaño se suele reducir a expresar cierta praxis sexual, la generación de novelistas realistas del XIX sabía perfectamente que el mundo se mueve por el dinero, por la ambición y por el prestigio, de forma que la pérdida de cualquiera de ellos entraña la caída del hombre, su perdición y su condenación, mientras que su adquisición y ostentación justifica cualquier medio utilizado para conseguirlos y cualquier vicio que se despliegue en su posesión.

Demoledor pesimismo que se proyecta sobre la sociedad entera, sin excepciones. Mientras que el novelista actual, más humilde en sus pretensiones, se circunscribe a su pequeño ambiente, hasta casi desconectarse del resto del mundo, los escritores de antaño no tenían miedo de embarcar al lector en un viaje que abarcaba desde los desposeídos de todo, incluso de narradores, hasta aquellos que les sobra de todo, especialmente aburrimiento.

Un viaje en el que nadie se salvaba, o mejor dicho, nadie resultaba inocente, puesto que las pasiones y los vicios sólo se veían limitadas por la falta de dinero, o por la impunidad que otorgaba la posición, siendo todos igual de corrompibles, igual de degenerables, excepto aquellos que por voluntad propia se amputaban de la sociedad y se convertían en cíclopes.

martes, 3 de febrero de 2009

Visions of a floating world






Por seguir con esta constumbre mía de visitar exposiciones in extremis, le ha llegado el turno a otras dos muestras importantes del reína Sofía, la dedicada a la fotógrafa neoyorquina, Zoe Leonard, y la reservada al cineasta lituano, Deimantas Narkevicius, de las cuales lamento no tener dinero ni sitio en casa para comprarme el catálogo de la obra de Leonard, y que el Sofidú no haya sido capaz de editar un DVD con los cortos de Narkevicius... asi como tener que dedicarles una entrada conjunta a ambos, aunque pensándolo bien, su coincidencia en tiempo y espacio puede no ser una coincidencia ni una imposición, ya que ambos comparten más afinidades de las que podría imaginarse.

A primera vista, la muestra de Zoe Leonard puede parecer abrumadora y un tanto intrascendente. Una sala llena de cientos de fotografías, cubriendo las paredes, agrupadas en cuadrados de varias decenas. Una acumulación que aparentemente roba lo que podría ser la individualidad, el porqué de esa foto, lo que le hizo tomar esa vista y no otra, que resulta acumulada, hasta el punto de provocar el rechazo, porque muchas ellas comparten el mismo tema, escaparates de tiendas, vistas de almacenes, puestos en mercadillos, de una misma barriada neoyorquina, tomadas además siempre desde el mismo ángulo, a la misma altura y con la misma iluminación, sin que esta elección estética parezca aportar nada a cada fotografía, dotarle de un significado compartido entre fotógrafo y espectador, aparte del de constituir documentación y una reproducción de un tiempo y un lugar determinados.

¿Entonces qué? No hay que ser muy despierto, para darse cuenta de que la broma, aquello que nos quiere transmitir el fotógrafo, no está en la foto individual, sino en la acumulación de ellas. Esas vistas de tiendas cochambrosas, invariablemente vacías y sin presencia humana, de esos almacenes atiborrados de objetos que hace años que no deben haberse movido, completamente inútiles e inservibles excepto para acumular polvo, o de esos puesto donde se venden utensilios destartalados, usados y vueltos a usar, hasta que literalmente se deshacen en las manos nos transmiten una desoladora y aplastante sensación de desaliento, de vivir en un mundo dominado por la basura y por la probeza, por la decadencia y la muerte, de que todo nuestro andar, nuestras victorias y orgullos, no son más que nada entre dos nadas.

Por supuesto, esta transitoriedad, este pasar sin dejar huella, el ser fantasmas en un transcurso histórico en el que no dejamos huellas, es precisamente la esencia de la obra y la meditación de Deimantas Narkevicius, perfectamente simbolizada por el hecho de consistir en sombras de luz proyectadas sobre la obscuridad de una pared... o en medio de la cacofonía provocada por la mezcla del audio de los cortos de las salas adyacentes, como es el caso de la exposición del Sofidú

Uno de los cortos proyectados, The Dud Effect, es especialmente irónico (bueno, todos en general lo son) al recontruir lo que podría haber sido uno de los momentos decisivos de la historia, el disparo de los misiles nucleares soviéticos contra occidente, y como éste último instante, al igual que tantos otros a los que la distancia dota de grandeza y romanticismo, no hubiera pasado de ser un simple acto funcionaral, desprovisto de toda tragedia y trascendencia, convertido en rutina y automatismo... para luego mostrarnos el estado actual de esos silos de misiles, diseñados y construidos para resistir el apocalipsis, y ahora abandonados, inundados por el agua, invadidos por la vegetación,derribados por las filtraciones, convertidos en cuevas y catacumbas, sumideros de podredumbre y putrefacción.

O el no menos sorprendente, Once in the XXth Century, donde un habilísimo montaje convierte el derribo de una estatua de Lenin, tras la caída de la URSS, en su erección entre las aclamaciones jubilosas de una multitud... un ejemplo de como las supuestas lecciones de la historia sólo duran lo que continúa viva y activa la generación que los presenció, para dejar de tener cualquier relevancia para la generación siguiente, que verá en ellos mitos, ilusiones, lienzos en blanco para proyectar sus filias y fobias, corriendo el peligro de recrearlos a su antojo y de caer, jubilosa y conscientemente, en los trágicos errores de sus antecesores.

Esos de los que se reía.

domingo, 1 de febrero de 2009

External Wars/Internal Wars


















Mientras veía este sábado el documental sobre la guerra del Viet-Nam, Hearts and Minds, de Peter Davis, rodado en 1974, y por tanto estrictamente contemporáneo a lo hechos, me preguntaba qué imágenes escogería para ilustrar este comentario.

Fue casi al final cuando me topé con esta demoledora concatenación de secuencias. Por un lado, unos sudvietnamitas enterrando a sus muertos (y obsérvese la cruel ironía de que los muertos son soldados del ejercito de VietNam del sur, aliado, por tanto de los americanos), una escena dominada por un dolor sobrecogedor, que lleva a una de los protagonistas (la madre, la esposa del difunto) a intentar a arrojarse a la tumba de su ser querido, como si ya nada tuviera sentido y no mereciese la pena seguir viviendo. Dolor continuado en los hijos de estos hombres que no acaban de comprender lo que ha ocurrido hasta que la tierra ha cubierta a sus padres y entonces se abandonan a la desesperación, provocada por la pérdida de esos seres queridos y por la consciencia de que el futuro no les reserva nada bueno.

Por otro lado tenemos al general Westmoreland, comandante en jefe de las fuerzas americanas en Vietnam durante los años 60, que trata de convencernos, sentado cómodamente en su finca, de que los orientales no sienten como nosotros y de que la muerte de millones de ellos no supone nada, puesto que esas pérdidas son completamente irrelevantes para ellos.

No se puede imaginar una peor bajeza moral que la de ese hombre, incapaz de comprender la enormidad de lo que ordenó, los crímenes en los que participó, y que intenta achacar a sus víctimas o disculparlos, como digo, en supuestas diferencias de carácter y civilización, que no son otra cosa que muestras flagrantes de racismo.

Una impostura que el documental hace años con solo concatenar esas dos escenas, la de las personas abrumadas por el dolor, y la del hombre incapaz de concebir esos sentimientos humanos en, no ya sus enemigos, sino sus propios aliados. Un gesto sencillo y demoledor que basta para arrebatar de un plumazo toda credibilidad que pudieran tener él y sus palabras.

¿Un documental de tesis? Sí, claramente, porque intenta trasmitir toda la enormidad de lo que EEUU realizaron en VietNam, pero no, puesto que no lo realiza de manera burda y tendenciosa, como es la constumbre de Michael Moore.

En este documental no hay narrador, no hay palabras que nos guien y nos dicten qué pensar. Lo que se nos muestra son imágenes documentales, tomadas en situ, punteando una inmensa variedad de entrevistas. Unas entrevistas que no lo son, puesto que se deja hablar a los entrevistados sin interrumpirles (apenas se escuchan preguntar un par de veces a los entrevistadores) permitiendo que ellos se expresen a su manera y narren lo que experimentaron. Unas entrevistas que proceden de ambos bandos en conflicto y de todos sus estamentos sociales. Así tenemos militares, civiles, políticos y exiliados sudvietnamitas junto con sus homólogos norvietnamitas, y por supuesto, políticos, oficiales, civiles, soldados rasos norteamericanos, sin excluir ninguno.

Las armas del documental están en su montaje, en como teje esa urdimbre de declaraciones e imágenes, apuntando conclusiones y caminos, jugando a contraponer e insistir, pero dejando que seamos nosotros mismos los que extraigamos esas conclusiones, quienes realicemos los juicios, para así poder entender lo que ocurrió, porqué ocurrió, y el horror para ambos países en que acabó convertido.

Porque tenemos a un país, EEUU, orgulloso de sus orígenes, de su rebelión contra un imperio global como el británico del siglo XVIII, que frustra los deseos de libertad de independencia y libertad de otro país, asumiendo los deberes y obligaciones de una potencia colonial en declive como la francesa. Tenemos un país que se ufana de sus libertadas y de propagarlas por el mundo entero, que termina apoyando dictaduras sanguinarias, substituyendo tiranos a su antojo, y destruyendo esas mismas libertades que ha jurado proteger, convirtiendo en héroes a los comunistas y su ideología. Porque esa guerra ideológica en la que se busca convencer a la población de las bondades de un sistema, el de la democracia liberal, ganando los hearts and minds que dan título al documental, utiliza como método el bombardeo masivo, la deportación y la matanza de civiles, los mismos que decía defender.

Una guerra en fin, donde el ejército de la democracia acabó convertido en una banda de asesinos, calificada así por orgullo por sus propios jefes y cuyos soldados eran capaces de decir a sus compatriotas, de vuelta a casa, que Vietnam sería un gran país si no fuera por los vietnamitas, situaciones ambas que la cámara de Davis capta y situ y nos muestra sin tapujos y distorsiones.

Una guerra, en fin, que como la mayor parte de los conflictos exteriores se transformó en una guerra interior, cuando la población no soportó ya ser cómplice de esas atrocidades, ni de las mentiras de sus dirigentes, y los mismos soldados que allí combatían empezaron a darse cuenta de las enormidades que habían cometido y que no tenían excusa ni justificación alguna.

Escindiendo en dos la sociedad, en bandos casi irreconciliables. Entre aquellos que sabían la verdad y los que aún se negaban a reconocerla.