martes, 26 de marzo de 2019

Los absurdos/Las renuncias/Las traiciones

L'existence d'un tel lien entre gauche et postmodernisme constitue a première vue un sérieux paradoxe. Durant la majeure partie des deux dernières siècles, la gauche s'est identifiée à la lutte de la science contre l'obscurantisme: elle a cru que la pensée rationnelle et l'analyse objective des réalités naturelles e sociales étaient des outils essentielles pour combattre les mystifications propagées pour ceux que détiennent le pouvoir, tout en étant par ailleurs intrinsèquement désirables. Mais durant ces vingt dernières années, un bon nombre d'intellectuelles de gauche, surtout aux États-Unis se sont détournes de cet héritage des Lumières et ont adhéré a un forme ou outre de relativisme cognitif. C'est sur les causes de cet détournement historique que nous nous interrogeons.

Jean Bricmont, Alan Sokal, Imposturas Intelectuales.

La existencia de ese vínculo entre la izquierda y el postmodernismo constituye, a primera vista, una importante paradoja. Durante la mayor parte de los dos últimos siglos, la izquierda se ha identificado con la lucha de la ciencia contra el obscurantismo: ha creído que el pensamiento racional y el análisis objetivo de la realidad natural y social eran herramientas esenciales para combatir los engaños propagados por quienes detentaban el poder, siendo estas herramientas, por otra parte, intrínsicamente deseables. Sin embargo, durante los últimos veinte años (el libro fue escrito a finales de la década de 1990) una buena parte de los intelectuales de izquierda, en especial en los Estados Unidos, se han apartado de la herencia de la ilustración y se han adherido a un modo u otro de relativismo intelectual. Las causas de esta separación es sobre las que nos planteamos nuestro análisis.

Al leer este libro, me sorprendió el descubrir lo próximo que estaba de las posiciones de sus autores. No era algo inesperado. Yo también, como ellos, había recibido una sólida formación científica, que aun hoy condiciona la manera en que contemplo la realidad. Por otra parte, cuando se produjo mi alineamiento político, era aún tiempo de socialismos científicos, ésos que creían que el paraíso futuro habría de obrarse mediante las herramientas de la razón y el conocimiento. Descubriendo las leyes que regían el mundo para transformarlas en nuestro beneficio, no sólo en lo que se refería a nuestro bienestar material, sino también en los aspectos sociales y morales. Pueden imaginar, por tanto, mi desconfianza, casi repulsión, hacia el relativismo postmoderno, para el que todo es igual de válido y razonable, incluida la opresión, siempre que la ejerzan los que llamamos nuestros. Aunque, a fin de cuentas, de esa enfermedad adolecía también la izquierda "seria" e "ilustrada" de décadas anteriores, tan pronta en justificar los crímenes de sus afines.

Pero vayamos por partes. A los autores del libro no les movió ningún tipo de cruzada política, sino su disgusto hacia lo que, alegaban, era voluntario esfuerzo por obscurecer la expresión en ciertas ramas de las humanidades y las ciencias sociales. Las contagiadas, precisamente, por los nuevos aires del postmodernismo. Nieblas y cortinas de humo que en el mejor de los casos lo que ocultaban era el vacío, las naderias y la indigencia de su proponente, mientras que en otros eran disfraz para adelantar ideas dañinas. Para demostrarlo, como si se tratara de una broma de estudiantes, decidieron presentar a una prestigiosa revista un artículo que no era otra cosa que una colección de absurdos, escritos con la jerga de la disciplina atacada. Para su sorpresa, el artículo fue publicado e incluso recibió críticas elogiosas... Hasta que se descubrió el engaño, claro.

sábado, 23 de marzo de 2019

Los aledaños

Cuadro de Suzanne Valadon
Les confieso que iba con cierta aprensión a la muestra Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre, que se acaba de abrir en el Caixaforum madrileño. Me preguntaba que a santo de qué era necesaria otra exposición sobre este artista, cuando hacía poco habíamos tenido la comparación Lautrec-Picasso en la Thysssen, además de la dedicada a su faceta de cartelista, en la Fundación Canal. 

Pues bien, me he llevado una agradabílisima sorpresa. La alusión a Lautrec, en el título de la muestra, no es más que un gancho para atraer al público, puesto que la exposición va de otra cosa. En concreto, del rico ambiente cultural del París de las décadas de 1890-1890, en donde cabarets, cafés cantantes y salones de baile, se convirtieron en centros de efervescencia artística, donde se daban cita las figuras de la vanguardia. Zonas de diversión que se concentraban en el barrio de Montmartre, que además constituía la morada de esos artistas bohemios que acabaron por ser recordados, admirados e imitados por las vanguardias posteriores, mientras que los  pintores archicondecorados de la academia caían en el olvido.

Sin embargo, tampoco va de esos artistas postimpresionistas, ni de los muchos movimientos en que éstos se cismaban. Aunque nombres conocidos aparecen una y otra vez, entre ellos el de Lautrec, la exposición se da el gusto - y nos lo da a los espectadores - de perderse por los aledaños, por callejuelas y vías secundarias. Mostrándonos, en su vagar sin rumbo, fenómenos casi desconocidos para el gran público, pero que éste es capaz de comprender al instante, puesto que son asimilables a fenómenos contemporáneos. Más aun en un tiempo, como el nuestro, donde los niveles, barreras y clasificaciones entre las artes se han difuminado por completo.

jueves, 21 de marzo de 2019

Historia(s) de España (VI)

El tipo social de mayor importancia histórica fue, sin embargo, el denominado baquiano, que comenzó como cazador de esclavos. La gran demanda de mano de obra indígena, la licencia para capturar caribes antropófagos, el permiso para transportar indios desde las Lucayas a la Española, unido todo ello al pretexto de la guerra justa, contribuyó a la proliferación del cazador de esclavos otorgándole el carácter de un verdadero profesional. Marineros pobres, mineros fracasados, aventureros sin escrúpulos y toda clase de gente que aspiraba a ganar dinero fácil y con rapidez, organizaron compañas o compañías para conducir a los placeres de oro a esclavos indios, vendidos cada vez a mayor precio sin hacer preguntas sobre su origen. Esas cacerías, llamadas entradas, conquistas o - como en la frontera medieval - cabalgadas, fracasaron en las Pequeñas Antillas y en algunos tramos de la costa de Tierra Firme, donde los caribes las rechazaron con éxito, pero dieron buen resultado en otros lugares. Las compañas, financiadas por los empresarios de Santo Domingo, se formaron para explorar, rescatar esclavos o mercancías, o bien cualquier otra actividad legal, y eso hicieron no pocas veces con bien resultado. Sin embargo, en caso de que no ocurriese así y las deudas y los gastos se acumularan, siempre quedaba el recurso de acudir a zonas densamente pobladas por indios pacíficos, capturarlos, llevarlos a cualquier campamento minero y venderlos como esclavos bajo la pretensión de que se habían obtenido en guerra justa. Una cadena de intereses se forjó entre los cazadores de esclavos, los empresarios que los financiaban, los mineros que precisaban mano de obra barata, los funcionarios del rey en la colonia, que no eran inmunes al provecho ilícito y aun al soborno, y finalmente algunos encomenderos absentistas que desde Sevilla y la corte se beneficiaban del sistema y procuraban tender un tupido velo de silencio sobre estos asuntos.

Con el tiempo, hasta los indios más pacíficos se convirtieron en luchadores decididos. Las compañas hubieron de organizarse militarmente, sus tácticas siguieron de cerca el modelo de las cabalgadas medievales de musulmanes y cristianos. Cuando la experiencia de estos cazadores comenzó a neutralizar la ventaja inicial que los indios tuvieron para su defensa como conocedores del terreno, las cabalgadas hicieron uso devastador de su superioridad técnica sobre los nativos, el caballo les proporcionó velocidad y un gran radio de acción; el perro pastor bien entrenado les ayudó a evitar emboscadas, a seguir el rastro de los indios y a aterrorizarlos; la espada y otras armas de acero superaban a las flechas, dardos y macanas de piedra o de madera de los indígenas. Las armas de fuego, escasas, caras y pronto oxidadas en el trópico apenas se usaron. Por idéntica razón, las armas defensivas se aligeraron y adaptaron al clima y a las armas de los nativos: escudos de madera y cuero, corazas de cuero rellenas de algodón, etc..

Guillermo Céspedes del Castillo, América Hispana, Tomo VI de la Historia de España dirigida por Tuñón de Lara.

Ya les he señalado en múltiples ocasiones mi disgusto con la Historia de España que Tuñón de Lara dirigió a finales de los 70, principios de los 80. Los diferentes tomos no acaban de cuajar, sin pasar de mera una colección de extensos artículos recopilados para la ocasión. No ayuda que bastantes de estos tomos sean colaboración entre varios autores, sin que se haya cuidado el revisar los contenidos para que cuadren los unos con los otros, de forma que resulta imposible obtener una visión unitaria del periodo en estudio. Añádanse unas cuantas malas decisiones de partición cronológica y geográfica, que separan de manera estanca los diferentes elementos en liza y relación de la España antigua y medieval; o la tendencia a no explicar, ni siquiera con notas, las muchas citas y referencias obscuras que atiborran el texto, defecto tanto peor cuando se publicó en una época sin internet, en la que era casi imposible obtener esa información externa. Bueno, sí, pero tras arduas búsquedas bibliográficas.

El resultado es una obra desequilibrada, árida, en la que aquí y allá se pueden encontrar tesoros, pero tan aislados y tan difíciles de predecir que casi no merece la pena buscarlos. Salvo en dos ocasiones, curiosamente tomos que estuvieron a cargo de un único estudioso, lo que sirvió para dotarles de esa unidad y coherencia que en otros volúmenes brilla por su ausencia. El primero, dedicado a la España Musulmana, ya lo comenté hace unos cuantas semanas. El segundo, dedicado a la América Hispana, es un ejemplo de como hay que narrar la historia, próximo, en más de un aspecto, a esas historias globales y universales que se han puesto de moda en las últimas décadas. 

Aunque tiene el defecto de no adentrarse en detalle en los hechos concretos, como la historia de la conquista, las luchas entre los conquistadores, las rebeliones indígenas o el complejo de guerras de Independencia, Guillermo Céspedes, su autor, realiza una magnífica labor a la hora de narrar todo lo demás. Un "todo lo demás" que se compone de los fundamentos tecnociéntificos que facilitaron la conquista; las múltiples modalidades en que ésta pudo haberse plasmado y no lo fue, tanto por la acción de los propios conquistadores como la de la corona; la compleja estructuración socioeconómica de las tierras conquistadas, girando alrededor de unas pocas fuentes de recursos, ya fueran los metales preciosos o la riqueza agropecuaria; o las intromisiones de la corona en la vida económica de las colonias, que impidió una imbricación de las mismas en un area multicontinental que uniese las Filipinas, Perú y Méjico, para, por el contrarios, separarlas en entidades aisladas y estancas, dependientes artificialmente de la metrópoli. Prefigurando, en especial tras las reformas ilustradas del siglo XVIII, los estados independientes del XIX.

martes, 12 de marzo de 2019

Los caminos, los laberintos, los callejones sin salida, los refugios

H.C. Westerman, Suicide Tower

Creo que ya son demasiadas las ocasiones en que he compartido mi entusiasmo por la política expositiva del MNCARS. Al contrario que otras instituciones, sin animo alguno de abandonar el estrecho marco de los impresionistas y las vanguardias asentadas, este museo madrileño se halla inmerso en la ingente tarea de historiar el arte post-1945, tan desconocido por el aficionado y tan pleno en sorpresas, en no pocos descubrimientos fascinantes. Como el del escultor norteamericano - y pintor y dibujante - H.C Westerman, del que se puede visitar una amplia retrospectiva en estos meses primaverales.

A Westerman se le podría calificar de artista Pop, en el sentido  de tomar objetos de origen cotidiano, usar materiales humildes, para con ellos conformar sus creaciones. Sin embargo, a pesar del aire kitsch que muchas de sus esculturas exudan, es también patente una clara angustia vital, una voluntad de exorcizarse, de huir de lo inevitable, ausente en otros artistas pop, más preocupados por la celebración irónica, el uso de la imagen como promoción o la mera especulación sobre la nada, elevada a objeto de culto.

martes, 5 de marzo de 2019

Historia(s) de España (V)

Durante los años 1520-1556, el emperador toma prestados 28.858.207 ducados y paga en deuda 38.011.170 ducados, que valen 12.254.188.759 mrs (maravedís). Durante el mismo periodo, las remesas montan 34.664.896 pesos de 450 mrs, o sea 15.599.203.200 mrs; los asentistas y banqueros han elegido un interés medio de 17,63% durante el primer tramo 1520-1532, años de aprendizaje; de 21,27% en el segundo tramo 1533-1542, años culminantes; de 27,86% en el tercer tramo 1543-1551, años de incertidumbre, y de ¡48,81%! en el el cuarto tramo 1552-1556, años aflictivos, según la terminología, muy acertada, de Carande. Los mil millones de superávit sobre las remesas quedan absorbidos por los anticipos y el peso de la deuda pública interior sobre las rentas ordinarias de Castilla. Para salvar el bache, se acude a los servicios ordinarios y extraordinarios, respectivamente 2.982 millones de mrs y 1.200 durante los años 1518-1557, y a los subsidios y bulas de cruzada con la benevolencia de la Santa Sede. A fines de 1556, la deuda del tesoro sumaba ¡6.761.276 ducados o 2.555.468.500 maravedís!
Durante el reinado de Felipe II siguen los mismos impuestos, funcionan los mismos mecanismos, pero se agrava el déficit, a la sombra de la exigencias de los banqueros genoveses. 
La situación en 1559, según Modesto Ulloa, es la siguiente. Los ingresos fijos montan 560 millones de mrs y los no fijos 420, o sea, un caudal de recursos de 980 millones. Las remesas de Indias, en 1558, sumaban 241 millones.
En el pasivo, la deuda a largo plazo representa 542.774.361, situados en su su mayoría en las rentas ordinarias. En 1560, el total de los gastos ordinarios asciende a 1.400.000 ducados, y se estiman, en 1558, los recursos y gasots fuera de España en 3.176.000 ducados. La deuda total sumaría ahora 25 millones de ducados. La creación de nuevos derechos - puertos de Portugal y nuevo derecho sobre la saca de lanas, mas la venta de privilegios (333.663.981 mrs en 1558 y 203.865.848 en 1559) - han sido paliativos insuficientes. 

Jean-Paul Le Flem, Joseph Perez, Jean-Marc Pelorson, José María López Piñero, Janine Fayard. La Frustración de un Imperio, Tomo V de la Historia de España dirigida por Tuñon de Lara 

Otro problema grave de la Historia de Tuñón de Lara es la extraña periodización que se realiza en sus tomos. En este, por ejemplo, se historia el periodo que va desde la ascensión al trono de los Reyes Católicos hasta el final de la guerra de Secesión. Se trata de casi 250 años, plenos además en acontecimientos transcendentales para la historia patria y que aún se siguen discutiendo con pasión y encono. El resultado es que al final, el análisis no puede ser otra cosa que somero, sin poder profundizar, casi ni apuntar, en la resolución de tantos infundios y mitos históricos que ahora, en nuestro confuso presente, muchos toman como dogma de fe. Defecto aún más lamentable porque, a pesar de las constricciones de espacio a las que se ven sometidos los textos, algunos son de altísima calidad.

Por ejemplo, los dedicados a la política fiscal y financiera de los Austrias. Un tema que no es baladí, puesto que, en gran medida, la historia de los Austrias es la crónica de como intentaron financiar sus múltiples compromisos y aventuras militares, sin poder llegar jamás a encontrar una solución viable que no llevase de manera indefectible a la bancarrota del estado. Al final, el presupuesto de la corona se consumía casi íntegro en pagar intereses de prestamos y deudas, hasta el extremo de que, en ocasiones, se había comprometido con antelación el presupuesto a varios años vista. Sin quedar recursos y fuentes de ingresos para cubrir los gastos ordinarios, mucho menos los extraordinarios.