martes, 24 de febrero de 2015

Hasta el final

Those who can stand - 30 days
Those who can sit up - 3 weeks
Those who cannot sit up - 1 week
Thoe who urinate lying down - 3 days
Those who have stopped speaking - 2 days
Those who have stopped blinking - tomorrow

Los que pueden levantarse - treinta días
Los que pueden sentarse - tres semanas
Los que no pueden sentarse - una semana
Los que orinan tumbados - tres días
Los que ya no hablan - dos días
Los que han dejado de pestañear - mañana

Esperanza de vida de los soldados japoneses en Guadalcanal, según el testimonio del teniente Yasuo Kou, recogido en Guadalcanal de Richard B. Frank


Para todo aficionado a la segunda guerra mundial los nombres de Midway y Guadalcanal no son desconocidos. Se trata de batallas centrales en el desarrollo de la guerra del Pacífico, pero sobre las que siguen persistiendo importantes equívocos, a pesar de las décadas transcurridas. En general, se suele creer que Midway fue la batalla decisiva por antonomasia, de manera que tras las pérdidas catastróficas que la marina japonesa sufrió en ella, el resultado de la guerra, la victoria de los EEUU,  era ya seguro e inevitable. Guadalcanal, por tanto, a pesar de su dureza y del largo tiempo que duró esa campaña, seis largos meses, adquiere rasgos de mero trámite, de confirmación  innegable de lo que Midway había señalado.

Ocurre con ambas batallas lo mismo que con Stalingrado y Kursk en el frente ruso. Tras Stalingrado, da la impresión de que Alemania no tenía ya nada que hacer excepto rendirse, error que oculta la dificultad - y los muchos errores - de la propia batalla de Stalingrado, la recuperación de las tropas alemanas a finales del invierno de 1943, cuando una derrota sin paliativos del ejercito rojo sólo fue evitada por el deshielo y el agotamiento de la Wehrmacht, o el hecho de que en Kursk los alemanes estuvieron a punto de vencer, desquiciando el despliegue y los planes rusos, para alargar la guerra en uno o dos años, como consecuencia. Como bien señaló un historiador, tras Stalingrado estaba claro que el Nazismo no podía vencer en el conflicto, quedando abierta la cuestión de si la guerra terminaría en armisticio y empate, mientras que tras Kursk, era evidente que Alemania iba a perder de forma catastrófica.

Volviendo al Pacífico, el libro de Richard B. Frank sobre Guadalcanal que he estado leyendo a estos días sirve de necesario recordatorio de lo difícil que era la situación bélica en ese teatro de operaciones para los aliados, así como de la capacidad de los Japoneses para infligir derrotas humillantes al ejército, la marina y la aviación de los EEUU. Victorias que podían no ser decisivas, pero que sí podían alargar la guerra y tornar su desarrollo en mucho más difícil y sangriento de lo que fue.


sábado, 21 de febrero de 2015

En círculos (y III)

"Das sind Delirien des Liebeshungers" sagte Ulrich " die mit der Sattigung vergehen"

"Ésos son delirios del hambre de amor" dijo Ulrich " que se pasan con satisfacerla"

El Hombre sin atributos, Robert Musil

En unas semanas de lectura - de lento avance a través del complejo alemán de Musil - mi idea de lo que iba a escribir en esta entrada ha dejado de tener validez. Digamos que el desarrollo interno de la novela, los giros e incidentes que casi había olvidado, ha trasformado los signos que creía ver desarrollarse en realidades muy distintas a las que pensaba.

Como recordarán, el núcleo dramático de El hombre sin atributos es la irreconciliable discordancia entre lo que desearían ser los protagonistas y lo que realmente son. Cada uno de ellos ha sido educado para devenir un genio, de la misma categoría y a la misma altura de los que supuestamente le precedieron, pero en realidad no cesan de dar vueltas en círculos, sin que sus ideales, ni la labor con la que desean plasmarla, les conduzca a parte alguna, como no sea repetir los mismos rituales estériles que les aprisionan y constriñen.

sábado, 14 de febrero de 2015

Revisiones y reconciliaciones

Riña de Gatos, Francisco de Goya
Se lo aviso ya desde el principio, de la obra de Goya, sus cartones para tapices era lo que menos me gustaba. Había excepciones como la que abre esta entrada, a medio camino entre el cómic y la casi abstración, un auténtico OVNI en el panorama de ese rococó final, primer neoclasicismo hispano que fue la década de los 80 del siglo XVIII. Pero aparte de éste cartón singular, el resto nunca me llegó a decir nada, puesto que los veía aún poco Goya, muy atados al modelo de la pintura galante del XVIII en su versión española, y por tanto, muy alejados de sus retratos de la década de los 90 y siguientes, de sus grabados y sus pinturas negras, de ese Goya, que acabó convertido en, pintor sin iguales, excepción sin discípulos ni seguidores, excepto ya en Francia y en la década de los sesenta del XIX.

Se podría decir, por tanto, que si Goya hubiera muerto hacia 1790, sólo le recordarían los estudiosos de la pintura. Hecho aún más excepcional puesto hacia esa fecha, Goya ya contaba con 44 años, edad a la que muchos pintores ya habían dado todo lo que podían, mientras que el español pareció mejorar a medida que envejecía, hasta convertirse en el pintor único de un tiempo pródigo en excepcionalidades, como Napoleón, Beethoven o Ghöte. Dicho esto, sin embargo, hay que reconocer a El Prado su continuado esfuerzo por recuperar a ese Goya antes de Goya, por así decirlo, intentando demostrar exposición tras exposicion que su estilo maduro estaba ya allí, en germen, desde un principio, y que el pintor aragonés sólo tuvo que pulirlo, limpiarlo de impurezas, para descubrírselo a sí mismo.

En ese sentido la Exposición Goya en Madrid del Prado, sigue en esa misma línea, centrándose en esta ocasión en los archifamosos cartones para tapices, y a pesar de su nombre desafortunado - si precisamente algo caracteriza a Goya es residir y trabajar en Madrid - nos ha servido a muchos para reencontrarnos y reconciliarnos con el Goya de los tapices.

sábado, 7 de febrero de 2015

Muros invisibles


En Madrid, como ya les había comentado, se está produciendo una proliferación de espacios destinados a exposiciones de arte. A los creados de nueva planta, se han unido los que yo llamo espacios-Guadiana, como el río. Se trata de instituciones que funcionan a ráfagas, con interrupciones que pueden llegar a acumular años enteros, para luego descolgarse con una exposición única, que si no se está atento se corre el peligro de perdérsela.

Uno de estos espacios se halla en el vasto centro cultural que ocupa el antiguo matadero de Madrid, donde se acaba de abrir una muestra dedicada a un activo grupo de reivindicación política en el mundo del arte: Las Guerrilla Girls. Éste grupo de mujeres anónimas, siempre escondidas en sus apariciones públicas tras unas máscaras de gorila (Guerilla y Gorila son casi homófonos en inglés) buscan que los principios de igualdad promovidos por el feminismo se extiendan al mundo del arte. Es decir, que en los museos y colecciones se de una representación cada vez mayor a los artistas de género femenino, enderezando así una continuada injusticia histórica.

Y antes de entrar en el análisis, les confesaré algo. Mientras visitaba la exposición, en ciertos momentos me sorprendía trazando elaborados argumentos con los que rebatir los eslogans de la Gerrilla Girls. Momento en que me veía obligado a reconocer que tenían razón. Que las ideas del pasado, de ese pasado en sólo era válido el arte realizado por hombres y además de raza blanca, siguen actuando sobre nosotros y condicionando nuestras decisiones, perpetuando así el racismo y la discriminación en un mundo que se enorgullece y presume de no serlo.

miércoles, 4 de febrero de 2015

En circulos (y II)

Aber der Vetter beharrte. “Ich frage aus einem Grund, den ich ungefähr angeben kann: Ich will wissen, ob Sie schon das Verlangen kennengelernt haben, dass alle Menschen - ich denke dabei auch an die ärgsten Scheusale, die nebenan in ihren Zimmer Sind - sich nackt auszuziehen, einander die Arme um die Schultern schlingen und statt zu reden singen möchten; Sie aber müssten von einem zum andern gehen und ihn schwesterlich auf die Lippen küssen.”

 Robert Musil, Der Mann Ohne Eigenschaften (El hombre sin atributos)

Pero su primo insistió. “Lo pregunto por una razon que aproximadamente puedo explicar así: Quiero saber, si ya ha conocido la necesidad, que todos los seres humanos - pienso tambíen en los animales que comparten su habitación - de desvestirse hasta quedar desnudo, enredar los brazos sobre los hombros del otro y en vez de hablar, cantar. Ud, por el contrario, iría a su encuentro y le besaría en los labios como una hermana

En la entrada anterior de esta serie - que espero no quede truncada, como otras, aunque en el caso de esta novela sería bastante pertinente - malgasté el poco espacio del que dispongo en narrar aspectos íntimos de mi biografía que a pocos deben interesar, ni siquiera a mí. El caso es que al final de un texto largo y enrevesado, no les había contado nada de la novela, ni de lo que podían esperar de ella.

La culpa no es completamente mía, ya que pocas tareas hay más arduas que intentar trazar de qué va la novela de Musil.