martes, 29 de agosto de 2017

Was ist Kunst?



Ya sabrán de mi admiración por la política de exposiciones del MNCARS. Desde hace ya por lo menos una década, se ha embarcado en trazar la historia del arte occidental de 1950 hasta el presente, un tiempo que, en la memoria del aficionado, suele quedar bastante borroso, cuando no confuso. Fuera de algunos hitos esenciales, el expresionismo abstracto de Pollock y Rothko, o el pop de Warhol y Rauschenber, el resto suele quedar reducido a un batiburrilo de fenómenos contradictorios que no llegan a emular los logros de la vanguardia plena. Aquella que dominó Europa de 1880 a 1940, que fue combatida por los totalitarismos de izquierda y de derecha, y que ahora ha adoptado los ropajes de un nuevo clasicismo. Otra nueva síntesis, por tanto, frente a la del renacimiento y el barroco.

Sin embargo, esa aparente caída en la calidad - y repercusión - del arte contemporáneo es sólo ilusoria, como bien viene demostrando el MNCARS en sus exposiciones. En concreto, durante este verano, con cuatro muestras que voy a tener que comentar muy superficialmente, a pesar de su importancia. La más relevante, por su cercanía, es la dedicada al NSK, Neue Slovenische Kunst o Nuevo Arte Esloveno, cooperativa artística fundada en ese país en los años 80 y formada por tres facciones, Laibach, grupo de rock industrial cercano al punk, IRWIN centrado en las artes plásticas y SNST (Teatro de las hermanas de Escipión Násica), en las artes escénicas y que luego se reencarnó en el Teatro Cosmocinético Piloto Rojo y el en Gabinete Cosmocinético Noordung.

jueves, 24 de agosto de 2017

Los limbos de la historia


Like most such people, Irena Lypszyc did not know much about her new surroundings. She was in Wysock, in Polesia, when the German invasion came. When the Jews of the town were rounded up for execution in September 1942, she ran into the swamps with her husband. It does not seem that she had ever previously spent much time out of the doors. The two of them lived on berries and mushrooms for a few days before deciding to risk making contact with the outside world. Irena decided that she would stand on the first road she found, hail the first person she saw, and ask for help.
The man approaching her had a doubled-barreled gun on his shoulder and agreed to her request without batting an eye. As she came to understand, he was a natural rebel, living from smuggling and moonshine far away from any center of power, opposing whichever political system claimed authority over him. In interwar Poland he had hidden communists; when the Soviets invaded he had sheltered Poles from deportation by the NKVD; and now that the German had come he was helping Jew. He did not really seem to see a difference between one sort of rescue and another. 
Irena told his story but did not betray his name.

Timothy Snyder, Black Earth

Como la mayoría de esa gente, Irena Lypszyc no conocía mucho de su nueva morada. Estaba en Wysock, en Polesia, cuando llegaron los alemanes. Cuando los judíos de la ciudad fueron reunidos para ser ejecutados en septiembre de 1942, huyó a los pantanos con su marido. No parece que hubiera vivido en el campo durante mucho tiempo antes. Ambos sobrevieron a base de bayas y setas durante unos días antes de atreverse a tomar contacto con el mundo exterior. Irena decidió que se plantaría en el primer camino que encontrase y abordaría al primero que pasase, para pedirñe ayuda.
El hombre que se la aproximó tenía una escopeta de dos cañones al hombro y, sin pestañear, se mostró de acuerdo con su petición. Llegó a comprender que era un rebelde de nacimiento, que vivía del contrabando y del tráfico de alcohol, lejos de cualquier centro de poder, oponiéndose a cualquier sistema político que pretendiera tener autoridad sobre él. En la Polonia de entreguerras había escondido a comunistas, cuando los soviéticos invadieron protegió a polacos contra las deportaciones de la NKVD, y ahora que estaban los alemanes ayudaba a los judíos. No parecía ver diferencia alguna entre salvar a unos u otros.
Irena narró su historia pero no quiso traicionar su nombre.

El mayor defecto de este libro de Timothy Snyder sobre el holocausto es también su mayor virtud. Este historiador se hizo famoso con otra obra anterior, Bloodlands, en la que describía el limbo mortífero en que el este de Europa - Polonia, Bielorrusia, Ucrania, los países Bálticos - cayó durante  la Segunda Guerra Mundial. Algunas de esas zonas llegaron a sufrir una triple ocupación - soviética, nazi y luego de nuevo soviética - que se saldaban con purgas, deportaciones y, en el caso nazi, con una política de exterminio sin límites. Aplicada, no se olvide, primero a los judíos y luego a los eslavos, cuya población, según los términos del Hungerplan, debía ser reducida al menos en 30 millones en la Rusia Europea.

Esta especialización de Snyder lastra un tanto el libro, cuyo objetivo resulta ser demasiado ambicioso. Se propone realizar un análisis del holocausto a escala europea, de Francia a la URSS, pero dedica su mayor atención y esfuerzo a la misma área geográfica que Bloodlands, de Polonia a los Urales, del Báltico al Mar Negro, mientras que otras regiones y casos son descritos superficialmente. Entre ellos, la colaboración asesina de la Francia de Vichy, el milagro danés, el rigor de la deportación en Holanda o la eficiencia mortífera del holocausto en Hungría, que en apenas seis meses de 1994 consiguió asesinar a la mitad de sus población judía... y estamos hablando de varios cientos de miles. Sin olvidar la contribución espontánea de los fascistas croatas, los Ustachas, o del gobierno de Antonescu en Rumanía, que limpiaron sus países de judíos sin intromisión alemana.

sábado, 19 de agosto de 2017

Los límites

Resulto, sin embargo, que en nuestro caso aquel emisor desconocido había cometido un terrible faux pas, pues había enviado su misiva, un larguísimo mensaje grabado  en casi un kilómetro de cinta registradora, sin introducción, gramática, ni lexicón. Cuando me enteré de aquello, lo primero que me pasó por la cabeza fue que en realidad aquel mensaje no estaba destinado a nosotros, y habíamos dado con él por pura casualidad, tal vez sólo porque estábamos situados en la línea de transmisión entre dos civilizaciones que habían establecido ya un diálogo previo. También cabía la posibilidad de que sus destinatarios fueran todas las civilizaciones que, alcanzado un cierto "nivel de conocimiento", fueran capaces de tanto de localizar la difícilmente detectable señal como de descodificar su significado. La primera eventualidad, la de una detección fortuita, eliminaba el problema de "no haber respetado las reglas". En cambio en la segunda, el problema en cuestión adquiría una dimensión nueva y en cierta manera enriquecida: la información (según imaginaba yo) había sido protegida contra los posibles receptores "no deseados".

La voz del amo, Stanislaw Lem

En otra entrada anterior ya había compartido mis impresiones sobre esta novela de Stanislaw Lem. He podido leerla ahora en castellano, gracias a la editorial Impedimenta, y mi admiración por este escritor se ha visto reforzada. Sigue siendo, por tanto, uno de mis autores favoritos.

No porque sea un autor redondo, ni mucho menos perfecto. Sus personajes suelen ser meros vehículos para sus historias y disquisiciones filosóficas, en demasiadas ocasiones reducidos a simples etiquetas. No obstante, en compensación, las descripciones de los ambientes futuros en los que se desarrollan sus novelas son realmente magistrales. De las de estar presenciando lo que se nos cuenta, aunque normalmente sea incomprensible de lo ajenos que son esos otros mundos a nuestra experiencia. Extrañeza irreductible que es la puerta de entrada a la auténtica importancia de las novelas de Lem: obras donde se transciende la ciencia- ficción. No estamos en el ámbito de la novela de aventuras, o rosa o melodramática, con un leve barniz de técnica futurista. Ni siquiera en el de la obra de divulgación-anticipación, a lo Verne, que busca adivinar lo que nos deparará el futuro y mostrarlo de manera racional, alcanzable en un futuro cercano. La obra de Lem, por el contrario, pone en tela de juicio todo lo que conocemos. Tanto, en modo menor, nuestras expectativas ante la ciencia ficción, como, en modo mayor, los fundamentos que suponemos sólidos e inmutables a la ciencia.

viernes, 11 de agosto de 2017

El azar y la necesidad

Der "Blitzkrieg" von 1940 steht also nicht in Zusammenhang mit jener Hitler zugeschriebenen "Blitzkrieg-Strategie". Nach dieser Theorie sollte angeblich das große Ziel der "Westmacht" oder "Weltherrschaft" nicht mehr in einer einzigen totalen Anstrengung wie im ersten Weltkrieg, sondern ettapenweise anhand eines "Steufenplans" durch das Führen kurzer "Blitzkrieg" erreichen werden. Doch Hitler hatte zu diesem Zeitpunkt keinen Krieg gegen die Westmächte geplant - und schon gar keinen "Weltkrieg". Schließlich befand sich die Wehrmacht infolge der Versailler Vertrages noch in Aufbaustadium uns wurde von eigenem Generalstab als nicht "kriegsbereit" eingestuft. Es waren vielmehr Großbritannien und Frankreich, die Hitler nach dem deutschen  Einmarsch in Polen den Krieg erklärten. So hatte der Diktator durch seine gescheiterte Vabanque Politik das Deutsche Reich in eine schwer ausweglose Lage manövriert. Ein Krieg gegen die kräftemäßig überlegenen Westmächte erschien kaum gewinnbar. Da die Zeit langfristig gegen Deutschland arbeitete, gab es eigentlich nur noch die Chance, die Flucht nach vorn anzutreten, alles auf eine Karte zu setzen und der Gegner durch einen Überaschungsangriff zu überrumpeln. Doch gerade vor diesem Wagnis schreckte die deutsche Führung unter der Trauma des im Ersten Weltkriegs gescheiterten Schlieffensplan zurück

Karl.Heinz Frieser, Blitzkrieg-Legende (El mito de la guerra relámpago)

La guerra relámpago de 1940 no está relacionada con una estrategia de guerra relámpago aprobada por Hilter. Según esta teoría el objetivo del poder en occidente o del dominio mundial no debía ser alcanzado con un esfuerzo único y completo como en la Primera Guerra Mundial, sino escalonadamente mediante un plan por etapas siguiendo las directrices de una corta guerra relámpago. Pero Hitler no había planeado en ese tiempo una guerra contra las potencias occidentales, mucho menos una guerra mundial. La Wehrmacht se encontraba aún en proceso de reconstitución tras el tratado de Versalles y era considerada como no apta para el combate por el propio Mando Supremo. Fueron Gran Bretaña y Francia los que declararon la guerra a a Hitler tras la entrada de las tropas alemanas en Polonia. De esa manera, el dictador, con su política fracasada de jugar a la ruleta quien había llevado a Alemania a una situación sin salida. Una guerra contra la superioridad material de las potencias occidentales no parecía que fuera posible ser ganada. Como el tiempo, a largo plazo, jugaba contra Alemania, sólo existía una posibilidad: jugárselo todo a un carta y arrollar al contrario con un ataque por sorpresa. Pero precisamente esa apuesta aterrorizaba al mando alemán, traumatizado por el fracaso del plan Schlieffen en la Primera Guerra Mundial

Dentro de la historia de la Segunda Guerra Mundial, la campaña de Francia de 1940 ocupa un lugar especial, sobre todo si se compara con lo que vino después. Al contrario que la operación Barbarroja y el horror que se desato en el frente del este, genocidios varios incluidos, el ataque alemán contra los aliados occidentales tiene el carácter de una operación "limpia", incluso "caballerosa". Se podría estudiar de un modo objetivo, desapegado, sin tomar partido por un bando o por el otro, incluso con cierta admiración por el lado alemán. En apenas mes y medio, las tropas alemanes consiguieron doblegar al que se consideraba entonces mejor ejército del mundo, el francés. Es más, esa derrota sin paliativos se obró en apenas diez días, los que median entre el 10 de mayo de 1940, comienzo de la ofensiva alemana, y el 20 de ese mes, cuando las divisiones panzer llegan a Abdeville, en la costa del canal, atrapando al cuerpo expedicionario británico y las mejores unidades franceses en la bolsa de Dunquerke.

El secreto de ese éxito, para los contemporáneos y varias generaciones posteriores, se resumía en una sola palabra: Blitzkrieg. La guerra relámpago habría sido concebida por los alemanes como una técnica revolucionaria para romper el bloqueo de la guerra de trincheras al que la potencia de fuego moderna había llevado en la Primera Guerra Mundial. En ese conflicto, las batallas duraban semanas y meses, consistiendo en bombardeos masivos por parte de la artillería seguidos de asaltos igualmente masivos por parte de la infantería, sólo para conquistar unos pocos kilómetros de trincheras y perder decenas de miles de hombres en el intento. La Blitzkrieg, por el contrario, hacía uso de bombardeos quirúrgicos por parte de la aviación contra centros de mando, aeródromos y vías de comunicación, seguidos por la irrupción de masas de blindados que rompían el frente para avanzar cientos de kilómetros hacía la retaguardia y cercar a la infantería del enemigo, aún atrapada en la defensa de las líneas originarias. Luego, sólo había que hacer prisioneros a las unidades desorganizadas y sin suministros que no se hubieran disuelto en ese empuje inicial.

A esa técnica revolucionaria se unían otros dos factores, según el mito creado en aquel entonces y transmitido a las historias de postguerra. Por una parte, la superioridad técnica y bélica de los tanques alemanes, frente a los cuales los aliados no podían oponer medios comparables para detenerlos. Por otra parte, la elaboración de un plan estratégico, el famoso golpe de hoz o Sichelschnitt, que lanzaba el grueso de las fuerzas alemanas contra el gozne entre las tropas francesas desplegadas en la línea Maginot y las unidades móbiles aliadas enviadas para defender Bélgica. Los aliados se habrían visto así inermes ante un enemigo que les superaba en todos los aspectos, frente al que sus recursos y su doctrina de combate eran insuficientes, de manera que su victoria era segura desde el primer día de la campaña. Ese diez de mayo fatídico.

Eso es lo que dice el mito y lo que la mayoría hemos leído en las historias antiguas de la Segunda Guerra Mundial. Sólo que no es cierto, como muy bien demuestra Frieser en el libro que les comenta.

sábado, 5 de agosto de 2017

Los laberintos de la fe (II)

Towards the end of the twelfth century various Spanish cities, and notable Seville, witnessed the activities of mystical brotherhoods of Moslems. Those people, who were known as Sufis, were "holy beggars", who wandered in groups through the streets and squares, dressed in patched and particoloured robes. The novices amongst them were schooled in humiliation and self-abnegation: they had to dress in rags, to keep their eyes fixed on the ground, to eat revolting foodstuffs; and they owed blind obedience to the master of the group. But once they emerged from their noviciate, these sufis entered a realm of total freedom. Disclaiming book-learning and theological subtleties, they rejoiced in direct knowledge of God. Indeed, they felt themselves united with the divine essence in a most intimate union. And this in turn liberated them from all restraints. Every impulse was experienced as a divine command; now they could surround themselves with worldly possessions, now they could live in luxury - and now too, they could lie or steal or fornicate without qualms of conscience. For since inwardly the soul was wholly absorbed in God, external acts were of no account.

Norman Cohn The Pursuit of the Millenium

Hacia el final del siglo XII, distintas ciudades españolas, especialmente Sevilla, presenciaron las actividades de la hermandades místicas musulmanas. Esas personas, conocidas como sufitas, era "mendigos santos", que vagaban en grupos por plazas y calles, vestidos con ropas multicolores y llenas de parches. Sus novicios eran educados en la humildad y la abnegación; tenían que vestir de harapos, mantener la mirada en el suelo, comer alimentos repugnantes, además de una obediencia ciega al maestro del grupo. Pero una vez que terminaban su noviciado, estos sufitas entraban en un dominio de libertad completa. Despreciando el saber de los libros y las sutilezas teológicas, se ufanaban de conocer directamente a Dios. En verdad, se sentían unidos con la esencia divina de la forma más íntima y esto a su vez les libraba de todas la ataduras. Todo impulso se percibía como orden divina: ahora podían rodearse de riquezas, vivir lujosamente, y ahora también podían mentir, robar y fornicar sin remordimientos de consciencia. Por que en su interior el alma estaba sumida en la divinidad y los actos externos no tenían repercusión en ella.

Les hablaba en una entrada anterior de como me habían dejado bastante frío los dos libros que había leído sobre el cristianismo medieval y las herejía surgidas en su seno. A pesar de los muchos datos que contenían, se quedaban cortos a la hora de describir el clima social e intelectual que había propiciado su nacimiento, junto con las repercusiones que había tenido su desarrollo, represión y derrota. A pesar de la narración de batallas y asedios, de las persecuciones y ejecuciones, de las muchas controversias religiosas, algo muy importante se escapaba: llegar a comprender porque esas ideas, aparentemente absurdas cuando se las contempla desde nuestro presente, habían levantado esos odios inextinguibles, habían amenazado con derribar sus sociedades de origen, habían merecido esa venganza inmisericorde, una vez abatidos.

De esa carencia no se puede acusar al libro de Norman Cohn que les comento en esta entrada. De hecho, el único defecto del libro es que su campo de análisis se reduce a la Europa Noroccidental y Central: Francia septentrional, Inglaterra, los Países Bajos, Alemania, Bohemia, lanzando sólo miradas de refilón a lo que ocurría en Provenza, Italia o los reínos cristianos de España. Una pena, porque pocos libros han conseguido reflejar con mejor fidelidad ese ambiente de frenesí que acompañaba a estos movimientos heréticos, milenarios y revolucionartos: ese hacer posible, durante un breve periodo de tiempo, lo que poco antes era inconcebible. De ahí, quizás, que el libro siga siendo publicado y leído con avidez aún hoy, cuando de su primera edición hace ya sesenta años.