martes, 29 de agosto de 2017

Was ist Kunst?



Ya sabrán de mi admiración por la política de exposiciones del MNCARS. Desde hace ya por lo menos una década, se ha embarcado en trazar la historia del arte occidental de 1950 hasta el presente, un tiempo que, en la memoria del aficionado, suele quedar bastante borroso, cuando no confuso. Fuera de algunos hitos esenciales, el expresionismo abstracto de Pollock y Rothko, o el pop de Warhol y Rauschenber, el resto suele quedar reducido a un batiburrilo de fenómenos contradictorios que no llegan a emular los logros de la vanguardia plena. Aquella que dominó Europa de 1880 a 1940, que fue combatida por los totalitarismos de izquierda y de derecha, y que ahora ha adoptado los ropajes de un nuevo clasicismo. Otra nueva síntesis, por tanto, frente a la del renacimiento y el barroco.

Sin embargo, esa aparente caída en la calidad - y repercusión - del arte contemporáneo es sólo ilusoria, como bien viene demostrando el MNCARS en sus exposiciones. En concreto, durante este verano, con cuatro muestras que voy a tener que comentar muy superficialmente, a pesar de su importancia. La más relevante, por su cercanía, es la dedicada al NSK, Neue Slovenische Kunst o Nuevo Arte Esloveno, cooperativa artística fundada en ese país en los años 80 y formada por tres facciones, Laibach, grupo de rock industrial cercano al punk, IRWIN centrado en las artes plásticas y SNST (Teatro de las hermanas de Escipión Násica), en las artes escénicas y que luego se reencarnó en el Teatro Cosmocinético Piloto Rojo y el en Gabinete Cosmocinético Noordung.


¿Y en qué consiste el interés y la importancia del NSK? Tómese como ejemplo Laibach. Durante los años 80, en la la extinta Yugoeslavia, este grupo tuvo constantes encontronazos con las autoridades de la dictadura postitoística. Gran parte de estos conflictos, que llevaron a su prohibición y a su exilio temporal, se debieron al uso de una estética claramente fascista, que iba desde el uso del nombre alemán de Lubliana, la capital de Eslovenia, al uso de uniformes del régimen nazi y la proclamación de lemas ultranacionalistas: pueblo, raza, sangre. En un régimen postcomunista, por muchas pretensiones de tolerancia que manifestase, esas ideas eran obviamente condenables... como lo serían en cualquier régimen democrático si fueran profesadas sinceramente. Pero ése no era el caso de Laibach en concreto y de la NSK en extensión.

Lo que NSK quería dejar de manifiesto era la existencia de pasados incómodos. Esos posos ideológicos e históricos a los cuales no queremos dirigir la mirada pero que siguen influyendo sobre nuestro presente. Es más, buscando en todo momento ser rescatados de su condena, para volver a ser una opción válida en el paisaje político contemporáneo. De esa manera, el comunismo del bloque del este, debido a sus aspiraciones totalitarias había asumido conductas y expresiones que eran indistinguibles de los métodos propagandísticos fascistas, como la lucha continua contra el enemigo o  la apelación a supuestas esencias nacionales que justificaban el régimen presente.

La propaganda totalitaria, con todas sus mentiras, con todas su herramientas de de subyugación, se había convertido, por tanto, en herramienta cotidiana de sus enemigos ideológicos. No sólo de los comunistas, sin también de los liberales, neoliberales y necoconservadores, puesto que en su lucha contra un totalitarismo repugnante no habían dudado en aliarse con otro totalitarismo no menos repelente. Disculpando sus crímenes, aceptando sus objetivos, preparando su normalización, de manera que volviesen a ser una opción válida en la política occidental... como ha venido a demostrar el caso Trump y su defensa del supremacismo blanco en los EEUU

De esa manera NSK y sus diferentes ramas viene a ser una protesta contra los muchos totalitarismos que nos amenazan. El de los nostálgicos comunistas, el de los fascistas en auge, el de los neoliberales que sólo ven eficiencias económicas, sin importarles los seres humanos que sufren bajo su yugo. Una oposición que se ve plasmada asumiendo estéticamente hasta el extremo esas posiciones ideológicas, para demostrar como son aceptadas sin problemas, incluso jaleadas.

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