domingo, 7 de febrero de 2010

100 AS (I): Gertie The Dinosaur, 1914, Windsor McKay












Con esta entrada quiero comenzar una serie de reseñas dedicada a la lista de los mejores cortos de animación del siglo XX, que compilara hace unos años el festival de animación de Annecy para celebrar el centenario de uno de los posibles nacimientos de la animación. Cualquiera que los quiera disfrutar puede encontrar fácilmente un torrente con esos cien cortos, buen, con casi esos cien cortos, puesto que algunos han sido subtitutuidos por otros no menos importantes, lo que llevará a que este comentario se alargue algo mas de 100 semanas.

¿Y por qué escribir estos comentarios? Por dos razones, principalmente, en primer lugar porque para la mayoría del público, en estos tiempos de aceptación multitudinaria de la animación, esta forma parece reducirse a Pixar y a la 3D, es necesario, por tanto, transmitir y hacer conocer la inmensa variedad de formas, estilos y soluciones que han aparecido a lo largo de su historia. Por otra parte, la animación siempre ha sido la cenicienta del cine, despreciada incluso por los que se llaman los mayores valedores y conocedores del cinematográfo, para los cuales era algo sólo para niños y mostrando así su ignorancia, puesto que esa forma había sido cultivada por no pocos autores experimentales y vanguardistas, a los cuales no les había parecido en ningún instante una forma menor...

Terminado la introducción, el corto que encabeza la lista es Gertie the Dinosaur (1914) dibujado y dirigido por el mítico Windsor McKay, pionero e impulsor de dos artes tan estrechamente relacionados como son el cómic y la animación, o al menos aquella basada directamente en el dibujo. Puede resultar extraño que un corto de fecha tan temprana se proponga como el mejor de la historia y visto ahora, casi un siglo más tarde, parece burdo y sin mucho contenido, especialmente si se compara con la perfección técnica de la 3D y la animación por ordenador.

Sin embargo, en aquel tiempo, este corto era una proeza técnica. Cuando McKay lo realiza no se ha inventado aún la técnica de animación con acetatos (cell animation), con la cual, cada personaje se dibuja en una lámina transparente, las cuales se van superponiendo sobre un fondo fijo, ahorrando así trabajo (y dinero) al animador. En este corto, por el contrario, cada uno de los diez mil fotogramas que lo componen es un dibujo completo, personajes y fondo, realizado personalmente por McKay en un periodo de seis meses. Un trabajo agotador y enloquecedor, que pocas personas serían capaces de repetir, no ahora mismo en tiempos del ordenador, sino incluso en los tiempos gloriosos de la cell-animation, y que agranda la importancia de este corto, ya que los fallos entre fotogramas son casi imperceptibles, a pesar de que la repetición de los fondos entre ellos los haría inevitables.

Aún así, si esta fuera la única característica distintiva del corto de McKay, no pasaría de ser una curiosidad histórica. Para entender, la auténtica importancia de esta obra y las razones que motivan su puesto de honor, hay que reparar en una anécdota relatada por otro animador mítico Charles "Chuck" M. Jones. Según su testimonio, este corto no es más que un pálido reflejo (una reconstrucción cinematográfica) del número de teatro con el que McKay recorrió los EEUU enteros. En el, el dibujante salía al escenario y dibujaba a Gertie en un caballete, para a continuación anunciar que el dibujo iba a cobrar vida y obedecer a sus órdenes, lo cual sucedía tal como se había prometido, ante los ojos asombrados del público.

Por supuesto, el milagro no era más que un truco de magia, en el cual se proyectaba la animación creada por McKay sobre el caballete, y este , conociendo perfectamente la secuencia de acciones, simulaba que Gertie realmente respondía a sus acciones.

Un truco que resume a la perfección lo que ha sido la esencia de la animación hasta ayer mismo y la fascinación que muchos hemos sentido por ella, porque lo que la distingue de otras artes, del mismo cine, es la posibilidad de dotar de vida a lo inanimado, unos colores, unos conjuntos de líneas, unos objetos cotidianos, muñecos y marionetas, consiguiendo que nos creamos sus conflictos, sus emociones, sus sentimientos.

Y ahora les dejo con Gertie (aunque sea en versión recortada), para que lo disfruten


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente post y maravilloso corto de McCay. Un de esos trabajos que despiertan fascinación por el medio, por el cinematógrafo y por el cine en su concepción más pura. Invento de feria como decía Erice. Imagina las caras de los niños que asistían a las actuaciones de McCay. Debía ser fabuloso, pura magia, pero de verdad!Hay que hacerse con el DVD Winsor McCay - The Master Edition" editado por Milestone. It's a must. Sigue así David y muchas gracias.

El Rey Mono dijo...

Tuve la suerte de encontrar el año pasado la edición francesa de la integral de McKay a un precio ridículo. Cuando ví las imágenes de McKay en su despacho invadido por pilas enormes de pliegos de papel no me lo podía creer. Lápiz, papel e imaginación. ahora parece que se han dejado de usar las tres cosas...
No te agobies con el anime, que bastante haces. Ya tengo listas para ver Moryou no Hako y Aoi Bungaku, que si no es por tí se me habrían escapado. Y de 2009 siempre nos quedará Bakemonogatari.

David Flórez dijo...

@Anonimo.

En general el trabajo de los pioneros tiene rasgos de magia y los muestra como personas de una humanidad que parece desaparecida ahora mismo. Otra de las anécdotas míticas de aquellos tiempos se debe a Starevich, uno de los creadores de la stop motion, del cual se cuenta que en un corto (que comentaré más adelante) el público se creyó que había adiestrado a insectos para que actuasen como personas, cuando en realidad eran muñecos animados fotograma a fotograma.

@El Rey Mono.

Ver a McKay rodeado de los miles de dibujos que realizaba para sus cortos y sobre todo atreverse a bromear con su trabajo enloquecedor es toda una agradbilísima sorpresa.

Y como bien dices, para crear animación no hacen falta grandes presupuestos, sino tenacidad, perseverancia e imaginación... lo que convierte a los animadores, pasados y actuales, en auténticos héroes...