De mis comentarios anteriores sobre las películas de imagen real - horrible expresión donde las haya - de Walerian Borowczyk creo que habrán podido intuir mi decepción con esa etapa de su carrera. Algo no me acaba de encajar en su estilo de dirección. Peor aún, siento que ha perdido algo muy importante en el tránsito desde la animación al cine con actores de carne y hueso. Lo que allí era verosímil, natural, evidente, aquí parece mecánico, envarado, artificioso. Desprovisto de la frescura, el absurdo, la subversión y la insoportable inquietud que inundaban sus obras animadas, tanto cortos como largos. Pueden imaginarse, con estos antecedentes, que no esperaba mucho de Contes Immoraux (Cuentos Inmorales, 1973), la primera obra de Borowczyk donde el erotismo es el centro y el pilar de la historia. La obra que, para muchos, ha quedado como símbolo y resumen de su arte. Que también para muchos constituyó el inicio de su decadencia. O al menos el punto en que este cineasta comenzó a perderse.
Pues bien, me he llevado una agradable sorpresa. Aunque como ocurre con los film de episodios, no todos estén a la misma altura, dos de ellos son realmente sobresalientes. Ellos solos vienen a demostrar que esa etiqueta de erotismo "blando", ni chicha ni limoná, con la que se suelen minusvalorar este tipo de películas, no es justa ni mucho menos rigurosa, insinuando con ella que el autor es culpable por no haber sabido ser lo suficientemente atrevido, en su pasado, para nuestro tiempo presente, de forma que su película nació ya caducada. Falta de osadía, por cierto, que un corto como Une collection particulière (Una colección particular, 1973) basta para despejar, puesto que aún hoy día hay países, como UK, donde no puede ser proyectado sin cortos.
Volviendo a Contes Immoraux, el peor episodio es el que cierra la cinta y que sí podría ser calificado como pornografía blanda, incluso de exploitation, que dicen los ingleses. En él se toma como excusa narrativa la leyenda que rodea a los Borgias, Papá e hijos, cuya corte se imagina rebosante de todo tipo de escándalos y excesos, incluidos los sexuales. En este caso la orgía que se montan el Papa Alejandro y sus hijos César y Lucrecia para celebrar la "desaparición" del marido de esta última, festejo donde se combinan el incesto con la blasfemia. ... cócteles que no deberían escándalizarnos, visto lo que se puede ver ahora - o a lo mejor sí, con el revival reciente, del puritianismo retrógrado - pero que se presentan en el envoltorio de una excusa argumental bastante tenue y sin la maestría tan habitual de Borowczyk para la puesta en escena.
Un poco mejor, y mucho más turbador, es el segundo de los episodios, en donde se mezclan la exaltación religiosa con la excitación sexual, como si ambos formasen parte de un mismo substrato primigenio cuyo trato cotidiano conduce a éxtasis similares. Todo ello visto con los ojos de una joven de profunda fe, cuya inocencia le impide ver las fronteras entre ambos mundos, cuyos límites no tienen significado alguno para ella. Notable, y mucho más interesante, es el tercero, donde se nos narra la historia de la noble húngara Elisabeth Bathory, quien raptaba jóvenes entre sus vasallos, para hacerlas matar y bañarse luego en su sangre. Curalotodo milagroso para conservar una juventud que ya comenzaba a perder.
Sin embargo, esto es narrado de forma alusiva, sin mostrar los puntos más escabrosos y característicos de la historia. Alguien no avisado, puede llegar a perderse en una narración que pasa la mayor parte de su tiempo entre cuatro paredes, dentro los baños y dormitorios donde estas doncellas son llevadas, obligadas a desnudarse y a participar en los extraños juegos de su señora... antes de desaparecer definitivamente, sin explicación alguna. Abstracción, distanciamiento y frialdad que hermana esta narración con un corto como Les jeux des anges (Los juegos de los ángeles, 1964), obra maestra donde una serie de conductas ritualizadas, sin sentido ni resultado alguno, se tornaban turbadoras e inquietantes, trasunto de un juego de opresión y exterminio. Referencia distorsionada al pecado original del siglo XX,:el holocausto.
Y por último, el primero de los episodios, que como corto aislado podría haber figurado entre los mejores de esa forma. Un audaz montaje en paralelo entre una fellatio y el ascenso de la marea, en el que el éxtasis sexual acaba alcanzando resonancias cósmicas. Donde la fuerza de la naturaleza se ve reflejada, replicada, en el frenesí sexual.
Una excepción en la obra de Borowczyk, tan poco dado a despeinarse y dejarse llevar. Mucho menios a abandonar su frialdad o permitir que nos aproximemos.
Volviendo a Contes Immoraux, el peor episodio es el que cierra la cinta y que sí podría ser calificado como pornografía blanda, incluso de exploitation, que dicen los ingleses. En él se toma como excusa narrativa la leyenda que rodea a los Borgias, Papá e hijos, cuya corte se imagina rebosante de todo tipo de escándalos y excesos, incluidos los sexuales. En este caso la orgía que se montan el Papa Alejandro y sus hijos César y Lucrecia para celebrar la "desaparición" del marido de esta última, festejo donde se combinan el incesto con la blasfemia. ... cócteles que no deberían escándalizarnos, visto lo que se puede ver ahora - o a lo mejor sí, con el revival reciente, del puritianismo retrógrado - pero que se presentan en el envoltorio de una excusa argumental bastante tenue y sin la maestría tan habitual de Borowczyk para la puesta en escena.
Un poco mejor, y mucho más turbador, es el segundo de los episodios, en donde se mezclan la exaltación religiosa con la excitación sexual, como si ambos formasen parte de un mismo substrato primigenio cuyo trato cotidiano conduce a éxtasis similares. Todo ello visto con los ojos de una joven de profunda fe, cuya inocencia le impide ver las fronteras entre ambos mundos, cuyos límites no tienen significado alguno para ella. Notable, y mucho más interesante, es el tercero, donde se nos narra la historia de la noble húngara Elisabeth Bathory, quien raptaba jóvenes entre sus vasallos, para hacerlas matar y bañarse luego en su sangre. Curalotodo milagroso para conservar una juventud que ya comenzaba a perder.
Sin embargo, esto es narrado de forma alusiva, sin mostrar los puntos más escabrosos y característicos de la historia. Alguien no avisado, puede llegar a perderse en una narración que pasa la mayor parte de su tiempo entre cuatro paredes, dentro los baños y dormitorios donde estas doncellas son llevadas, obligadas a desnudarse y a participar en los extraños juegos de su señora... antes de desaparecer definitivamente, sin explicación alguna. Abstracción, distanciamiento y frialdad que hermana esta narración con un corto como Les jeux des anges (Los juegos de los ángeles, 1964), obra maestra donde una serie de conductas ritualizadas, sin sentido ni resultado alguno, se tornaban turbadoras e inquietantes, trasunto de un juego de opresión y exterminio. Referencia distorsionada al pecado original del siglo XX,:el holocausto.
Y por último, el primero de los episodios, que como corto aislado podría haber figurado entre los mejores de esa forma. Un audaz montaje en paralelo entre una fellatio y el ascenso de la marea, en el que el éxtasis sexual acaba alcanzando resonancias cósmicas. Donde la fuerza de la naturaleza se ve reflejada, replicada, en el frenesí sexual.
Una excepción en la obra de Borowczyk, tan poco dado a despeinarse y dejarse llevar. Mucho menios a abandonar su frialdad o permitir que nos aproximemos.
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