viernes, 25 de mayo de 2018

Cine Polaco (XLII): Trois Couleurs: Blanc (Blanco, 1994) Krzysztof Kieślowski


























Como en toda trilogía que se precie, Blanc (Blanco, 1994), la segunda parte de los Trois Couleurs (Tres Colores) de Kieslovski,  supone un cambio de ritmo y de atmósfera. De la Francia liberal y segura de sí misma, rica y desarrollada, pasamos a una Polonia sumida en la crisis que siguió a la caída del comunismo, donde el poder de un partido omnipotente fue substituido por otro amo no menos opresivo e intransigente: el dinero. Asímismo, de la carga humanística y filosófica, casi de cuento moral disociado de la realidad tangible, aunque anclado a un tiempo concreto, se pasa a una ligereza propia de la comedia, tanto de la de enredos como de la que se pretende sátira social. Comedia, sí, pero negra, negrísima, en claro contraste con el blanco que da título a la película y domina su gama cromática. 

Esta decisión, que la separa de sus hermanas Bleu (Azul, 1993), que ya les comenté, y Rouge (Rojo 1994) ha servido de divisoria entre los admiradores de Kieslovski. Entre quienes consideran a Blanc como la auténtica cumbre de la trilogía, dado su realismo desengañado, así coko su vuelta a un cine más sobrio y libre de la supuesta afectación y preciosismo de su etapa francesa; en oposición a los que, como yo, preferimos los filmes de los extremos, así como las cumbres metafísicas a las que se encaramó este cineasta en su última etapa. Sin embargo, esta disyuntiva puede ser un espejismo, sin correlato real en las intenciones originales de Kieslowski. Ya en la serie televisiva Dekalog (Decálogo, 1988) se puede apreciar esa misma división entre los cuentos morales que la forman, divididos entre el retrato de costumbres con ribetes de comedia negra, y la lección ética que pretende llamar a la renovación del espectador.

En ese sentido, la doble venganza entre esposos divorciados que constituye el motor de la acción de Blanc, no se haya muy alejado del ambiente narrativo de un episodio notable de Dekalog, el 10, donde unos timadores novatos resultaban timados a su vez por otros mucho más expertos. Cercanía que se extiende también a ese carácter ya citado de comedia negra, en el que situaciones y acciones sórdidas no llevan a desenlaces trágicos, sino a la sonrisa, aunque esta sea amarga y forzada. Actitud muy de agradecer en un artista de tanta fama como Kieslovski, y que viene a demostrar su calibre, ya que tras dos cintas que se elevaban a alturas estratosféricas, como la citada Bleu y la no menos famosa La double vie de Véronique (La doble vida de Verónica, 1991), se atrevió con esta comedia sin demasiadas intenciones moralizantes, donde ambos protagonistas están dispuestos a infligir al otro la mayores maldades para vengarse y donde no se alcanza, al contrario de lo que ocurría en esas otras cintas, una suerte de redención. Más bien un armisticio entre enemigos cuya lucha no tiene ya sentido, sea por agotamiento mutuo, sea porque todos los agravios hayan sido satisfechos.

Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que Blanc sea más agradable para ciertos paladares, dado la carga de desengaño y cinismo que contiene. Sin olvidar, por supuesto, su visión descarnada de un mundo en el que el dinero ha ocupado el puesto que antes ocupaba la política, de forma que su posesión, en ese nuevo mundo poscomunista, es la que confiere poder y prestigio, al igual que lo hacía antes ostentar el carné del partido y la adhesión fervorosa a la línea del partido. Con esos supuestos y dada mi afición por la sátira y la contemplación escéptica, yo debería figurar entre los que la consideran como la mejor de la trilogía, pero no es así, sino que prefiero sus dos hermanas, más apasionadas e idealistas.

Quizás porque me falta en ella un punto de agarre. Quizás porque la vea demasiado fría, como la nieve blanca omnipresente en casi todo su metraje. Quizás porque las otras apelen a creencias, o esperanzas, a las que renuncié hace muchos años y que mantengo bien ocultas y encerrradas, fuera y a salvo de mi vista.

Pero de esto ya les hablaré cuando llegue el turno de Rouge (Rojo, 1994)

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