sábado, 31 de octubre de 2015

¿Ciudades, prisiones, utopías?

Constant, New Babylon
Si la fundación Mapfre se halla inmersa en la tarea de narrar la historia de la fotografía, el MNCARS ha tomado como tarea cartografíar el arte posterior a 1945, que con demasiada frecuencia queda oculto a la visión del aficionado. Este olvido imperdonable, que el Sofidu se desvive en subsanar, tiene dos orígenes claros. Por una parte, que todo aficionado deja de aprender en un momento determinado, punto desde donde parecería que el arte quedó interrumpido sin remedio. Por otra, la desconfianza del público en general hacia el arte de la segunda mitad del siglo XX, época en que los conceptos de belleza y del propio arte dejaron de ser válidos, o al menos de ser universalmente reconocidos y aceptados.

Se genera así un desapego e incomprensión hacia el arte reciente, que suele considerarse como críptico, deshumanizado - cuanto daño hizo Ortega - e incluso intrascendente, incapaz de conmover y emocionar. Afortunadamente no es así, como bien nos demuestran cada año las exposiciones modélicas del MNCAR, en esta ocasión la muestra dedicada a Constant, artista holandés que ya había aparecido de refilón en otras exposiciones de este museo. En concreto, en Playground, abierta el año pasado, y dedicada a la ciudad como espacio a reconquistar de forma lúdica, donde Constant aparecía relacionado con el arquitecto holandés Aldo van Eyck, y ambos a su vez con las ideas del homo ludens de Johan Huizinga.

martes, 27 de octubre de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XVIb)

Regeneration was accompanied by repression... a new law was introduced that effectively banned the anarchist movement altogether, and the security forces greatly strengthened, whilst energetic methods were employed to hunt down malefactors of all sorts. Underpinning much of this activity was a theme that is not immediately apparent. The populace's failure to engage with the political system was a worry certainly, but what was even more alarming was the gradual emergence of a refusal to engage not just with its procedures but also with its values. Slow through Spanish modernization was, the population of many towns and cities had already experienced considerable expansion. This development should not be exaggerated, but remains that it was prominent enough to cause considerable concern, and all the more so as it was frequently accompanied by the most appalling levels of social degradation. Freed from the healthy influence of rural life - better, the control of priest and landowner - the growing urban populace was seen as being prey to a variety of corrupting influences which ran the gamut from republicanism, socialism and anarchism to drunkenness, prostitution and free love. To make matters worse, literacy was also slowly on the increase - by 1900 36,2 per cent of the population could read and write  as opposed to 28 per cent in 1877 - whilst the appearance of the cinema had opened way for new forms of popular culture

Charles Esdaille, Spain in the liberal age. From constitution to civil war, 1808-1936

 La regeneración estaba acompañada por la represión... se promulgó una nueva ley que prohibía por completo el movimiento anarquista, y se fortalecieron en gran medida las fuerzas de seguridad, mientras se empleaban métodos para perseguir a malhechores de todo tipo. Sosteniendo esta actividad se hallaba un tema que no era reconocible a primera vista. El fracaso de la plebe para involucrarse en el sistema político era una preocupación clara, pero aún más alarmante era la aparición gradual de un rechazo no sólo a sus mecanismos, sino a sus valores. Aunque la modernización de España era lenta, la población de muchas ciudades ya había experimentado una considerable expansión. Este desarrollo no debe ser exagerado, pero queda el hecho de iba acompañado por los peores niveles de degradación social. Liberados de la saludable influencia de la vida rural - más bien, el control del sacerdote y el propietario - la creciente plebe urbana era vista como presa de una variedad de influencias corruptoras que abarcaban una gama que iba desde el republicanismo, el socialismo y el anarquismo hasta el alcoholismo, la prostitución y el amor libre. Para empeorar las cosas, la alfabetización iba lentamente en ascenso - hacia 1900, el 36,2 por ciento de la población podía leer y escribir frente a un 28 por ciento en 1877 - mientras la aparición del cine había abierto las puertas a nuevas formas de cultura popular.

Al terminar de escribir la entrada de la semana pasada, sobre el siglo XIX y el libro de Charles Esdauille que lo narra, me di cuenta que había dedicado mucho tiempo a los temas metodológicos, pero casi ninguno a la interpretación de ese tiempo, cuando el texto introductorio así lo daba a entender.

Quizás mi olvido, intencionado o no, se debe a la dificultad de narrar ese siglo. No es que sea más o menos prolijo en acontecimientos, sino más bien a que dentro de lo penoso y deprimente que suele ser nuestra historia, ese tiempo, y en concreto el mas de medio siglo que media entre 1808 y 1875, constituye uno de los los puntos más bajos de nuestra trayectoria como país... sin que las cosas mejorasen mucho posterioremente, con una restauración borbónica basada en la mentira, la corrupción y la discriminación, una dictadura, la de Primo, remedio en extremis para salvar un sistema y un rey abocados al abismo, una república de las ilusiones malograda por la intolerancia de unos y el mesianismo de otros, para terminar con una sangrienta guerra civil continuada por una dictadura no menos sanguinaria y asesina.

Momentos y hechos que como ven son de lo más convenientes para reforzar y consolidar el sentimiento patrio.

sábado, 24 de octubre de 2015

Acordes visuales



Cuando comencé a interesarme por el arte, era ignorante y radical a partes iguales. Apenas conocía una corta de lista de nombres,  plena en  lagunas, omisiones, sobrantes y equívocos, que defendía a machamartillo, llegando incluso a despreciar toda obra y artista que no figurase en ella. Como pueden imaginar, esta actitud no era otra cosa que ceguera juvenil, provocada por un extremo entusiasmo y amor, del cual poco a poco he ido limando sus aristas y asperezas, perdiendo también, desgraciadamente, la pasión y entrega que caracterizaba esa edad. En contrapartida, que poco a poco he ido aprendiendo a abandonar los caminos marcados, a perderme y extraviarme por los museos y la historia del arte, para encontrar pinturas, esculturas, músicas, que me hablen  en exclusiva y por ello mismo terminen enamorándome, fascinándome, aunque este sentimiento no sea siempre comunicable.

Esos mismos años de experiencia basada en el desengaño, nos hacen creer no obstante que lo sabemos y conocemos ya todo,, que sólo es necesario un cambio de perspectiva y de estado anímico, para disfrutar de aquéllo que un poco antes nos resultaba indiferente. Por eso mismo, uno agradece cada vez más esas exposiciones que nos recuerdan cuan equivocados (aún) estamos, cuánto nos queda (todavía) por aprender, los muchos nombres desconocidos de los cuales ignoramos la importancia y repercusión que habrán de tener en nuestras vidas. Impacto e importancia que sólo suele depender veces del azar y la casualidad, sin la cual seguiríamos ignorantes de su presencia, eternamente empobrecidos.

Ése el caso de la magnífica exposición en la Juan March del artista Max Bill, un nombre para mí desconocido hasta ayer mismo y que mi mente aún se niega a memorizar, pero que estoy seguro que acabará convirtiéndose en uno de mis esenciales.


martes, 20 de octubre de 2015

Bajo la sombra del postmodernismo (XVI)

The six years between 1868 and 1874 are a crucial watershed in the history of modern Spain. In essence what has occurred was the consolidation of a social and political system that had been in the process of elaboration since the death of Fernando VII in 1833, if not the inauguration of the cortes of Cádiz in 1810. Spain was confirmed as a constitutional monarchy governed by the principle of equality before the law - in the manifesto which he had issued from his exile in England on the urging of Canovas on 1 December 1874, Alfonso XII had promised that the future of Spain would be decided by a constituent cortes - but at the same time she was confirmed as a profound inegalitarian society in which political and economic power were monopolised by a propertied oligarchy. With varying degrees of sincerity, successive generations of radicals had been battling to secure a greater degree of justice ever since the 1840s, but it had now been shown beyond any doubt that all attempts to conquer the system from within were utterly futile. If the crushing legacy of disamortization was to be challenged, the way forward was not through burgeois politics, but rather through the embryonic labour movement that had been seen to flex its muscles in the course of the sexenio. By the same token, if Spain was to be anything other than a rigidly centralized governed from Madrid, the torch would have to be taken up by forces working from outside the system, be they elements of that self-same labour movement or regionalist movements rooted in cultural differences.

Charles J. Esdaille, Spain in the Liberal Age, From Constitution to Civil War, 1808-1939

Los seis años entre 1868 y 1874 son un hito crítico en la historia de la España moderna. Lo que había ocurrido esencialmente fue la consolidación de un sistema politíco-social que había ido elaborándose a partir de la muerte de Fernando VII en 1833, si no desde la apertura de las cortes de Cádiz en 1810. España se había consolidado como una monarquía constitucional regida por el principio de igualdad ante la ley - en el manifiesto publicado por Alfonso XII desde su exilio en Inglaterra urgido por Cánovas el primero de diciembre de 1974, el príncipe había prometido que el futuro de España se decidiría en unas cortes constituyentes - pero al mismo tiempo se había consolidado como una sociedad profundamente desigual donde el poder político y económico estaba en manos de una oligarquía terrateniente. Con diferentes grados de sinceridad, sucesivas generaciones de radicales habían luchado para conseguir un mayor grado de justicia desde la década de los cuarenta, pero había quedado demostrado que todo intento de tomar el poder desde dentro era estéril. Si se quería combatir el abrumador legado de la desamortización la vía no era la política burguesa , sino más bien el movimiento obrero embrionario que había comenzado a probar sus fuerzas durante el sexenio. En la misma medida, si España iba a ser algo más que un país gobernado rígida y centralizadamente desde Madrid, la antorcha debía pasar a fuerzas actuando fuera del sistema, fueran elementos de ese mismo movimiento obrero o movimientos regionales basados en diferencias culturales.

Aunque de tarde en tarde, continúo con mi comparación de las Historias de España dirigidas por el británico John Lynch y los españoles Fontana/Villares. Ambas son muy distintas en ámbito e intenciones, siendo la principal diferencia que la concebida en España aplica una definición estricta a ese sujeto histórico, de manera que dedica la mayor parte de su espacio narrativo al tiempo posterior a 1500, cuando ya se puede hablar de una corona española o hispana. Con todas las comillas y peros que se quieran ponerle, eso sí

Esa pequeña diferencia desequilibra y daña ambas obras, ejemplares por otra parte. En el caso de la Fontana/Villares, la evolución de la península desde el 1000 a.C al 1500d.C se despacha en dos volúmenes, a todas luces insuficientes para realizar un análisis detallado del pasado y origen del estado español. En la historia de Lynch, por el contrario, es el periodo de 1800 a 1939 el que embute en un sólo volumen de apenas 350 páginas - el que estoy leyendo estas semanas -, provocando el paradójico efecto de abundar en detalles poco conocidos, apenas relatados en otras monografías, mientras al mismo tiempo se queda corto en muchos otros hechos no menos interesantes, apenas esbozados o meramente escamoteados, caso del asesinato del líder sindical Salvador Seguí a manos del somatén catalán.

Este efecto de selección era inevitable, dado lo exiguo del espacio, pero lastra sin remedio una obra que otros aspectos resulta más que notable, ya que, como les he indicado antes, permite al lector hispano conocer detalles de su historia que nunca antes había leído oído relatar - como el origen sorprendente de los Milans del Bosch, guerrilleros y revolucinarios en tiempo de Fernando VII, en claro contraste con su posicionamiento reaccionario de la restauración en adelante -. Estos parches de luz sobre la historia del XIX y principio del XX resultan más que frustantres, cuando, por el contrario, capítulos enteros de la historia resultan eliminados, como es el caso de las guerras carlistas - ¿Qué fue de Zumalacárregui o de Cabrera, ni siquiera nombrados? - o las tres guerras de Cuba, de la que se elimina la segunda y no se narran las otras dos desde el punto de vista cubano hasta que se produce la entrada de los americanos - ¿Quiénes fueron los líderes locales de estas revueltas? No esperen saberlo en esta obra -.

Sin embargo, el principal problema del libro no es privativo suyo, sino que se extiende a otras obras con más espacio y detalle, como ya veremos en el caso de la Fontana/Villares. En resumen, el gran problema del periodo 1808-1936, es como debe partirse en secciones independientes, fuera de las dos cisuras establecidas por la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil, además de la pequeñita del 98 y la pérdida de Cuba.

sábado, 17 de octubre de 2015

Olvidados

Luis de Morales, Ecce Homo
Si son aficionados al arte, sabrán que el pintor renacentista español Luis de Morales es inseparable de su apodo "El divino". Un apelativo que, cuando me empecé a aficionar a esto de la pintura y las exposiciones, me parecía incompresible o al menos inapropiado. Sabía que ese nombre le había sido dado por sus contemporáneos por la espiritualidad y trascendencia con que dotaba a sus obras, siempre religiosas, pero en ellas no veía yo el reflejo de la gloria de los bienaventurados o la bendición de la gracia, sino dolor, desesperación y sufrimiento. La pinturas de Morales estaban así desprovistas de la serenidad, el equilibrio y la belleza que yo suponía inherente al renacimiento pleno, para asemejarse a no sé muy bien qué, pero seguro que nada que tuviese que ver con algo "divino".

Mucho tiempo ha pasado desde entonces, más de treinta años, y muchos son los modos y perspectivas pictóricas a las que he llegado a aconstumbrarme... incluso a deshabituarme y volverme a habituar, como ocurrió con la pintura renacentista, que deje de amar al aficionarme a las vanguardias, pero que recuperé tras un largo viaje a Italia. Por esa razón, cuando he visitado esta mañana la exposición que El Prado ha dedicado a Luis de Morales, he sabido entender su pintura y apreciarla en parte. Vista ahora, me parece perfectamente encuadrada en el clima intelectual de su época, dominada por la enmienda a la totalidad que la ruptura religiosa protestante y la contrarreforma católica opusierion a los ideales renacentistas, substituyendo el optimismo del humanismo en el éxito del conocimiento humano, por un control férreo y total de las ideas, en el que la más pequeña disidencia idelógica podía ser castigada con la muerte.

martes, 13 de octubre de 2015

Laberintos y tinieblas

J'étais dans une de ces forêt où le soleil n'a pas accès mais où, la nuit, les étoiles pénètrent. Ce lieu n'avait le permis d'exister, que parce que l'inquisition des États l'avait négligé. Les servitudes abandonnées me marquaient leur mépris. La hantise de punir m'était retirée. Par endroit, le souvenir d'une force caressait la fugue paysanne de l'herbe. Je me gouvernais sans doctrine, avec une véhémence sereine. J'étais l'égal des choses dont le secret tenait sous le rayon d'une aile. Pour la plupart, l'essentiel n'est jamais né, et ceux qui le possèdent ne peuvent l'échanger sans se nuire. Nul ne consent à perdre ce qu'il a conquis à la pointe de sa peine! Autrement ce serait la jeunesse et la grâce, source et delta auraient la même pureté.
J'étais dans une de ces forêts où le soleil m'a pas accès mais où, la nuit, les étoiles pénètrent pour d'implacables hostilités

René Char, Pénombre, Fureur et  mystère 

Estaba en uno de esos bosques en donde el sol no tiene acceso, pero donde la noche, las estrellas, penetran. Ese lugar solo tenía derecho a existir porque la inquisición de los estados lo había descuidado. Las servidumbres abandonadas me señalaban su desprecio. La obsesión por castigar me había sido retirada. A mi alrededor, el recuerdo de una fuerza acariciaba la fuga campesina de la hierba. Me regía sin doctrina, con una vehemencia serena. Era el igual de las cosas de las que el secreto se encontraba bajo el rayo de un ala. Para la mayoría, lo esencial nunca nace y los que lo poseen no pueden intercambiarlo sin dañarse.¡Nadie consiente en perder lo que a conquistado a punta de penas! De otro modo ocurriría que juventud y gracia, fuente y desembocadura tendrían la misma pureza.
Estaba en uno de esos bosques en donde el sol no tiene acceso, pero donde la noche, la estrellas, penetran por implacables hostilidades
Mi primer contacto con la poesía de René Char tuvo rasgos de decepción. Mi creciente olvido del francés, unido a la concentración y entrega que este escritor exige de sus lectores, me llevaron a perder el rumbo en mi lectura, a extraviarme a mitad de un poema, sin llegar a destino, ni haber apreciado el camino propuesto. Sin embargo, aquí y allá, quedaban imágenes poderosas, semejantes a ruinas de una civilización desaparecida, que me impedían abandonar definitivamente la tarea de leer a Char.

Es más, me impelían a volver a intentarlo, en algún otro momento.

No tardé mucho en hacerlo. Esta vez no en antología, sino en poemarios completos, tal y como él había compilado sus versos a medida que se acumulaban. La diferencia entre ambos viajes por Char fue notable. En primer, toda antología adolece de un defecto fundamental: ser como un invernadero donde se acumulan plantas y árboles de muy diferentes orígenes, cuya única relación es compartir un espacio ajeno al suyo. La lógica y la evolución interna de un poemario completo se pierde así, así como las múltiples relaciones, alusiones y referencias, que como si fueran estratos de sedimento, se van a acumulando en la memoria del lector, aclimatándolo y naturalizándolo en las tierras extrañas y desconocidas de un poeta.

Eso es lo que me faltaba en mi primera lectura, fragmentaria y deslavazada. Eso es lo que encontré en la segunda.

lunes, 12 de octubre de 2015

Edificios para ser habitados

Alvar Aalto, Biblioteca de Vyborg/Viipuri
Si la fundación Mapfre parece empeñada en trazar la historia de la fotografía, el Caixaforum está realizando la misma tarea en el campo de la arquitectura, donde realiza magníficas semblanzas de los grandes nombres de ese arte - única crítica ¿por qué no se editan catálogos? -. En esta ocasión, le ha tocado el turno a Alvar Aalto, uno de los grandes del movimiento moderno, en su rama de funcionalismo orgánico, y uno de los arquitectos a los que más admiro.

Esta apreciación mía se debe a que Aalto es uno de los pocos arquitectos modernos - el otro sería Frank Lloyd Wright - que tiene en cuenta a los seres humanos a la hora de diseñar sus edificios, idea confirmada y reforzada durante la visita a la exposición. Yo ya sabía que Aalto cuidaba con especial cariño la orientación y morfología de sus construcciones, de manera que se adecuasen perfectamente a la función prevista y a las necesidades de sus habitantes. Lo que no sabía es que su dedicación llegaba al extremo de diseñar - junto con su esposa Aino - el mobiliario, la decoración, los útiles de uso corriente.

El objetivo de Aalto era, por tanto, crear espacios plenos, armónicos, en los que sus habitantes pudiesen sentirse cómodos, felices, en clara aplicación de unas ideas humanistas, muy poco corrientes entre los arquitectos de la modernidad... y ausentes también en muchos, demasiados, de los de hoy en día.


viernes, 9 de octubre de 2015

Historia y Memoria

Josef Koudelka, Praga 1968
A pesar de lo mucho que amo el género documental - es mi favorito, junto con la animación - encuentro que se halla un escalón por debajo de la fotografía. Un escalón pequeño, pero real, que el cine nunca ha llegado a traspasar. Quizás sea porque a pesar de todos los esfuerzos del documental por transmitir una sensación de inmediatez, bien mediante montaje desarreglado, bien imitando los resultados de los aficionados, es incapaz de igualar la sorpresa y el relámpago que un buen fotoperiodista es capaz de conseguir. Un efecto de haberse topado con el hecho, sin posibilidad de reaccionar, de haber sido desarraigados y transplantados a un tiempo y una situación que no es la nuestra, y que, sin embargo, somos así capaces de experimentar y compartir.

Estas reflexiones viene a cuento de otra de las magníficas exposiciones de fotografía, con las que la fundación Mapfre está educando en ese arte a los que, como yo, somos auténticos legos en la materia. En esta ocasión, el fotógrafo al que se dedica una retrospectiva es Josef Koudelka, artista checo de largar carrera, siempre relacionada con el periodismo y la fotografía focumental, pero cuya figura se haya ligada, para bien o para mal, con un acontecimiento decisivo del siglo XX: el aplastamiento de la Primavera de Praga por las tropas soviéticas.

martes, 6 de octubre de 2015

El color y la verdad

Pierre Bonnard, Autoportrait

Primero, disculpas por mi silencio durante estos últimos quince días. Compromisos literarios, artículos para cierta revista de cine en la que colaboro, me han obligado a dejar de lado las actualizaciones de este blog.

Pero volviendo a lo que importa: este otoño expositivo ha comenzado con muy buenas perspectivas, que esperemos no se malogren. Por ahora, la primera exposición que he visto no me ha defraudado en absoluto, de hecho, tiene visos de convertirse en una de las mejores organizadas por la Fundación Mapfre. Se trata, por supuesto, de la retrospectiva Pierre Bonnard.

Tengo que confesarles que Bonnard es un pintor al que admiro profundamente, pero del que desconozco/desconocía la mayor parte de su obra. Esta paradoja se resuelve porque mi fascinación por Bonnard tiene su origen en una serie mítica de 1980, The Shock of the New, en donde el crítico de arte Robert Hughes realizaba un elogio/elegía del movimiento moderno, al mismo tiempo pleno de rendida admiración y crítica amargura.