jueves, 30 de agosto de 2018

Welcome to paranoia

Dejé este libro y tomé otro: Sobre el ocultamiento de los objetos del culto. La cabeza me zumbaba un poco. Además me perseguía un olor difícilmente perceptible, una insoportable emanación que, como el hollín, cubría las pilas de libracos; no era un olor claro, de moho, por ejemplo, o de polvo arenoso del papel, sino una miasma nauseabunda del enmohecimiento secular, que parecía pegotearse invisiblemente a todo. En realidad debí haberme decidido a tomar cualquier volumen y alejarme, pero seguía dando vueltas, como si de verdad buscara algo. Dejé la Deontología de la traición y un pequeño pero abultado Imitación de la nada con orejas de burro y encuadernación negra; un libro de bolsillo Cómo actualizar la transcendentalidad parada, no sé por qué en la sección de espionaje; detrás de él había una fila de gordos volúmenes con tapas petrificadas por la vejez, el papel, medio podrido, amarillo, mostraba en las primeras páginas los títulos realizados con la técnica del grabado en madera: Acerca de la fortuna de los espiadores, o El ladero de la excelencia del espionaje en tres Vols. con proemio y paralipómenos, por el mugator Jonabery O. Paupe. Entre esos tomos habían metido un pequeño impreso viejo, sin tapas, con incunables, apenas legible, Cómo suspectar tangiblemente. Había un montón de eso; apenas podía leer los títulos: Sobre el lenocinio a distancia, Sobornancia, aparato personal del spía, Teoría del voyeurismo, bosquejo con índice de literatura escoptológica y escopognóstica, la escoptofilía y la escoptomanía al servicio de los servicios de inteligencia, Machina especularis, o sea Táctica del espionaje, un atlas negro titulado Sobre la lascivia exploratoria, manuales de tacto del espionaje, y El arte de la delación, o sea, El perfecto delator, y Caídas y quemadas, álbum desplegable con figuras, Trampas y emboscadas, hasta había algo de arte: un destartalado fajo de partituras, con un título manuscrito en lila: Pequeño provocatorio para cuatro manos con antología de sonetos de Agujita.

Stanislaw Lem, Memorias encontradas en una bañera. 

Hace ya un tiempo, les había comentado esta misma novela, sólo que en traducción inglesa. Ahora la he vuelto a leer vertida al castellano, lo que me ha permitido entenderla y disfrutarla mejor, en especial los juegos mentales en los que se recrea el autor, además de ofrecerme un placer inesperado. Al estar traducida en Argentina, abundan los localismos de esa variante del castellano, lo que para un filólogo y linguista aficionado, como es mi caso, le ha permitido adentrarse en los amplios espacios americanos de la lengua común, tan desconocida en la península. Sin embargo, no le arriendo la ganancia al traductor, ya que debe haberle supuesto una tarea ímproba. No es que Lem sea un autor difícil, ni mucho menos, pero si es de sobras conocido que retorcía la lengua para burlar a la censura comunista, además de inventar expresiones y palabras nuevas para expresar lo inexistente o lo futuro. Acertijos y enigmas lingüísticos que si ya constituyen un reto para el lector nativo, para el traductor pueden pasar inadvertidos o ser, directamente, imposibles de expresar en otra lengua.

Esa condición de cajas chinas o muñecas Katiuska del lenguaje de Lem, tiene un correlato, esta vez, en la propia estructura de la novela. En primer lugar, Memorias encontradas en una bañera es la novelas más cercana a Kafka de la producción de este autor polaco. En ella se descubren las desventuras de un civil perdido en un inmenso cuartel general militar, a donde ha llegado encargado de una supuesta misión de espionaje. Nadie le explica en qué consiste, ni parecen tener muchas noticias de quién se la encomendo, así que las peripecias del protagonista se reducen a vagar de un negociado a otro, sin rumbo ni destino, dentro de un microcosmos cerrado en el que todos  sospechan de todos. De ser espías de un enemigo que acecha en el exterior y que, a pesar de todas las precauciones, parece haberse infiltrado hasta las más altas esferas del poder.

martes, 28 de agosto de 2018

Fragmentos esparcidos (y I)

A la postre, tampoco es de extrañar la preferencia por la guerra en un pueblo (el americano) que apenas parece concebir otra dimensión de la vida y afanes de los hombres y los individuos que la que discurre a lo largo de la polaridad entre « vencedor » y « perdedor». Ya acertó a señalar al preferencia y propensión la escritora Susan Sontag - a raíz de la miserable hazaña perpetrada desde un cielo que acaso sea el Dios o Yavé Sabaoth, pero no ciertamente el de los hombres, por los impunes bombardeos americanos sobre Afganistán - con la adecuada crudeza de aquella fórmula de « la luhuria que la opinión pública siente por los bombardeos en masa» Creo que son poco todavía los que lo han entendido y le han visto la gracia, pero tal vez no tarde en lograr hacer reír a todo el mundo a mandíbula batiente el que es sin duda el mejor chiste político americano de estos últimos años « ¿Por qué nos odian? »

Rafael Sánchez Ferlósio, La belleza de la guerra.

En mis manuales de literatura de bachillerato, allá por 1982, la literatura castellana posterior a 1945 carecía de cualquier sistematización. Era un inmenso revoltillo en el que se acumulaban nombres y nombres de autores y obras, sin mayor comentario. Listas que el tiempo aún no había tamizado y sedimentado, dejando a la vista sólo aquéllo que deberían merecer la pena. No sé quienes, de todos esas obras y autores, seguirán siendo admirados y recordados, pero me da que además de sobrar bastantes, debían faltar muchos de los imprescindibles... o no se les daba la importancia que merecían. Porque otro problema, que venía a empeorar aún más la situación, es que entre exilios, silencios y omisiones, se dejaban fuera demasiados nombres, demasiadas obras valiosas. como Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos o El laberinto Mágico de Max Aub. Herencia inevitable de aquel tiempo de negación que fue el franquismo,  cuya sombra aún pesa sobre nosotros, como la de un espantajo de pesadilla que no podemos apartar de nuestra memoria y nos impide pensar con claridad.

Sin embargo, aquí y allá, en esos resúmenes caóticos y apresurados, se señalaba una obra aislada, de ésas que habíabn supuesto un antes y un despúes en la historia de nuestra literatura. La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela; Nada, de Carmen Laforet; Camino, de Miguel Delibes; Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo. . Obras que también constituían un hito en la producción de estos autores, hasta tal extremo que, en muchos casos, su creación posterior podía asemejarse a una huida de aquel éxito primero, a través del cual era observada, y juzgada, su obra.

Y entre ellas,  El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. Obra publicada en 1955 y caso extremo de esos hitos literarios, porque tras esa novela, incontestable e insoslayable, no se volvía a hablar de él. Como si se hubiese desvanecido en las tinieblas, como si ese éxito hubiera devenido losa abrumadora, maldición inquebrantable, tumba de la que ya no hubiera tenido las fuerzas para escapar. Pero no era así, o si lo era fue sólo en parte. Sólo en las últimas décadas, cuando ya este escritor era un anciano, he vuelto a saber de él. De repente, se ha vuelto a publicar su obra completa, en ediciones revisadas y corregidas, acompañadas de reseñas elogiosas en los suplementos literarios.

jueves, 23 de agosto de 2018

Demasiadas cosas

Cuanto más tiempo pasaba, más se complicaban las cosas. Por ejemplo, ¿se podía calificar como infidelidad conyugal la convivencia de uno con su propia esposa encarnada en una teledoble más joven? Un tal Adlai Groutzer encargó a la filial bostoniana de Gynandroids una teledoble que era la copia de su propia esposa, pero con la edad de veintiún años. En el momento de realizar ese encargo, aquella esposa tenía cincuenta y nueve años. El problema se complicó aún más teniendo en cuenta que la señora Groutzer a la edad de veintiún años todavía no era la esposa de Groutzer, sino de James Brown, del cual se había divorciado veinte años más tarde para casarse con Groutzer. El caso pasó por todas las instancias. Los tribunales tuvieron que dictaminar si se trataba de incumplimiento del deber conyugal al no querer la esposa teledirigir en el sentido más íntimo la teledoble adquirida por su marido. ¿Es posible el teleincesto, el telesadismo y el telemasoquismo? ¿Y la telepederastia? Una empresa lanzó al mercado una serie de maniquíes, fáciles de transformar en mujeres y hasta en hermafroditas utilizando las piezas de repuesto que venían en la caja. Los japoneses exportaban a los Estados Unidos y a Europa los hermafroditas a precios de dumping; su sexo se podía regular con un movimiento de mano (según la regla « derecha, izquierda, de Adán sale Eva »). Cuentan que entre los clientes de Gynandroids hubo muchas prostitutas, que ya peinaban canas, que habiendo perdido la oportunidad de ejercer su oficio personalmente, gracias a una rica experiencia podían dirigir ahora con mucho arte las teledobles.

Paz en la tierra, Stanislaw Lem

Una de las novelas de Lem que me quedaba por leer es esta Paz en la tierra, la última que escribió. Sin embargo, aunque notable y con pasajes que podrían figurar entre los mejores de su producción, no me ha acabado de convencer. Incluso me ha dejado un tanto frío.

En su haber está la recuperación de uno de los personajes fetiche de Lem: Ijon Tichy. Su sola aparición ya anuncia que esta novela pertenece a la rama disparatada y humorística de la producción de este escritor. Aquélla en que pone en solfa los muchos estereotipos de la ciencia ficción, tanto llevando sus premisas a sus últimas conclusiones lógicas, normalmente contradictorias y paradójicas, como sometiéndolas a un proceso de centrifugado al máximo de revoluciones, en el que los hechos narrados se atropellan y empujan, aumentando la sensación de absurdo. El futuro, en el universo de Tichy, evoluciona a tal velocidad que nada es duradero, ni mucho menos con sentido, de manera que sus habitantes se ven desbordados por una tecnología que les convierte en antiguallas y que son incapaces de dominar. La carcajada está servida, por tanto, hasta el momento en que nos damos cuenta que ese futuro es nuestro presente, y se nos hiela la sonrisa.

martes, 21 de agosto de 2018

Lo imposible es forzosamente posible

- Supongo que ya ha estado en el jardín y ha estado detrás de los árboles, donde se cultivan fresas, ¿verdad?
- Naturalmente.
- Allí hay una mesa de madera, redonda, con el borde tachonado de clavos. ¿Se ha fijado en ella?
- Sí
- ¿Considera posible disparar desde gran altura sobre esta mesas, mediante una pipeta, las gotas de agua suficientes para que cada gota cayera sobre un clavo diferente cada vez?
- Pues... si se calculara bien, ¿Por qué no?
- ¿Y si se echara el agua sin ningún cuidado?
- Entonces no, claro
- Y sin embargo, basta que llueva durante cinco minutos para que cada clavo reciba con seguridad su gota de agua...
- Sí, pero... - Ahora ya empezaba a comprender a qué se refería.
- ¡Sí, sí, sí! Mi criterio es radical, lo reconozco. No hay ningún misterio en él. Es sobre todo la magnitud de la cantidad de sucesos lo que decide lo que es posible y lo que no. Cuanto mayor es la magnitud de la cantidad, más improbables son los sucesos que pueden desviarse.

Stanislaw Lem, La fiebre del heno

Los que sigan este blog, sabrán ya de mi profunda admiración por el escritor polaco Stanislaw Lem. Es normal adscribirlo al género de la ciencia ficción, pero en mi opinión lo trasciende, puesto que se adentró en territorios tan lejanos de este género como la sátira social, la novela experimental, el relato postmoderno y el ensayo filosófico cientifico... en ocasiones aleándolos dentro de una misma narración. No es que su escritura esté exenta de defectos, el principal la tenue consistencia de sus personajes, simples soportes para el desarrollo de sus tesis, pero como compensación tiene tres virtudes muy poco comunes: la capacidad alucinatoria de sus descripciones, capaces de hacerte sentir allí, aunque ese allí sea totalmente ajeno a nuestra experiencia terrestre; el rigor inquebrantable del desarrollo conceptual de sus tramas, que son llevadas a sus últimas consecuencias, sin dejar espacio a trampas o agujeros; y, por último, su capacidad innata para transformar tesis científicas o filosóficas en tramas literarias, en donde aquéllos presupuestos ideológicos se plasmen en acciones de sus personajes, sin que esto resulte forzado o antinatural.

 La fiebre del heno, una novela principal dentro del opus de Lem, es de nuevo un híbrido, una amalgama de diferentes géneros, entre los que se cuentan la ciencia ficción, el relato policiaco y, como no, la meditación filosófica, en este caso matemática. En esta obra, ni más ni menos, intenta ilustrar un concepto estadístico antiintuitivo que podríamos definir como ley de los grandes números o de la ineluctabilidad estadística. Se trata, en breves palabras, de que cualquier suceso al que esté asociado una probabilidad no nula habrá de ocurrir de forma obligada, por muy pequeña que esta probabilidad sea. Lo único que se necesita es tiempo, tanto como sea necesario, o número de intentos, tantos como sean precisos, y este suceso ocurrirá en un tiempo y un número de casos finito. Sin que, aún más importante, tras ella se esconda una ley determinística, obligada y obligatoria, dada unas circunstancias, sino el mero azar probabílistico.

sábado, 18 de agosto de 2018

Los hielos eternos

During further attempts to obtain information from the Inuit, the officers discovered that an Inuit woman, Iligluk, had an impressive ability for drawing maps. Lyon spent most time with her as she covered a strip of dozen sheets of paper with large scale sketches, while Parry attention was caught by Iligluk's depiction of what seemed to be a strait leading westward just to the north of her own island of Amitioke. By now other Inuit were enthusiastically drawing maps, but Parry noticed that 'no two charts much resembled one another. Iligluk was in a different class from the others, and the officers encouraged her to draw small-scale maps and taught her to 'box the compass' so that she could align natural features correctly. To their delight, after tracing the coast north of Winter Island, Iligluk 'brought the continental coast round to the westward, and afterwards to the SSW, so as to come within three or four days' journey of Repulse Bay', If she was correct, then the ships were near the northeastern tip of America, and once round that, the way westward should lie open. As Lyon described Iligluk's maps, he confessed that 'this little Northwest Passage set us all castle-building, and we already fancied the worst part of our voyage over'.

Glyn Williams, Artic Labyrinth

En el curso de intentos posteriores de obtener información de los Inuit, los oficiales descubrieron que una mujer Inuit, Iligluk, poseía una habilidad impresionante a la hora de trazar mapas. Lyon la acompaño durante la mayor parte del tiempo que ellas pasó rellenando docenas de hojas de papel con amplios esquemas. Mientras, Parry estaba absorto con por la descripción que Iligluk había hecho de un estrecho con dirección oeste justo al norte de su isla de Amitioke. En ese momento, otros Inuit estaban dibujando con entusiasmo mapa tras mapa, pero Parry señaló que « no había dos que se parecieran ». Iligluk estaba muy por encima de ellos, así que los oficiales la animaron a « seguir la brújula », de manera que los accidentes geográficos quedaran alineados correctamente. Para su alivio, tras trazar el perfil de la costa al norte de Winter Island, Iligluk « hizo girar el borde costero hacia el oeste y luego hacia el sursuroeste, a una distancia de cuatro días de viaje de Repulse Bay » Si estaba en lo cierto, los barcos estaban cerca de la punta noroeste de América y una vez doblada la vía hacía al oeste debía quedar abierta. Cuando Lyon describió los mapas de Iligluk, confesó que « este pequeño paso del noroeste nos llevó a construir castillos en el aire, como si viéramos ya tras de nosotros lo peor de nuestro viaje»

Les confieso que tengo debilidad por los relatos de exploraciones polares.  Mi fascinación tiene un doble origen, vernesco, de un lado, televisivo, de otro. El nombre de la novela de Verne es, por supuesto, Las aventuras del capitán Hatteras, donde el capitán homónimo y su buque Forward se pierden en el laberinto de islas del norte de Canada, buscando paso libre de hielos hacia el polo norte del planeta. La televisiva es una serie documental que vi siendo niño, dedicada a los viajes del explorador noruego Roald Amundsen. Un aventurero que fue, ni más ni menos, el primero en navegar el paso del noroeste, llegar al Polo Sur y, junto con el italiano Nobile, alcanzar el Polo Norte en dirigible, entre  otras muchas aventuras, no todas con éxito, que sería largo de relata aquí.

A lo largo de los años, espigando aquí y allá, conseguí hacerme una idea más o menos aproximada de como se había llegado a explorar los dos pasos, el del noreste y el del noroeste, así como llegado a los dos Polos y cartografiado el vasto continente antártico. Sin embargo, me faltaba una obra de conjunto en la que todos esos datos estuviesen recogidos juntos, una laguna que la obra de Williams que les reseño ha venido a suplir en parte. Y digo en parte, porque se centra en la exploración del paso del noroeste, con referencias sumarias al otro paso, y ninguna sobre la conquista de los polos. Éste es su mayor defecto, si es que eso se puede llamar así, y ya si quisiese ponerme tiquismiquis, me da la impresión de que la expedición de Amundsen de 1903, la que navegó finalmente el paso, queda un tanto desdibujada, comparada con la abrumadora cantidad de detalles de los intentos anteriores.

Pero son sólo defectos menores, porque la realidad es que el libro me ha fascinado. Leyéndolo he vuelto a ser, por unos días, el niño aquél que se quedaba embobado con las penalidades del capitán Hatteras y la travesía de Amundsen. En este libro está todo lo que yo recordaba y mucho más. El coraje temerario que supone adentrarse por mares desconocidos, en medio de un laberinto de islas casi deshabitadas, fuera de los Inuits, y completamente inhospitas para un europeo, con el peligro constante de quedarse atrapado entre los hielos y verse obligado a invernar. Con el frío, las enfermedades, principalmente el escorbuto, y el hambre acechando a cada instante. Con la soledad, la obscuridad y el tedio pesando sobre el espíritudurante días, semanas y meses interminables, royendo las fuerzas, carcomiendo la resistencia. 

Todo ello, no se olvide, sin GPS para orientarse, radio para comunicar las dificultades, ni posibilidad de ser rescatados en caso de catástrofe. Cualquier ayuda estaba a miles de kilómetros, en otro continente, sólo se pondría en marcha al cabo de varias años sin noticias y aún entonces, podría tardar meses en estar preparada.

viernes, 17 de agosto de 2018

Fanáticos y destrucciones

The pages of history go silent. But the stones of Athens provide a small coda to the story of the seven philosophers. It is clear, from the archaeological evidence, that the grand villa on the slopes of the Achropolis was confiscated not long after the philosophers left. It is also clear that it was given to a new Christian owner.
Whoever this Christian was, they had little time for ancient art that filled the house. The beautiful pool was turned into a baptistery. The statues above it were evidently considered intolerable: the finely wrought images of Zeus, Apollo and Pan were hacked away. Mutilated stumps is all that remain of the faces of the gods; ugly and incongruous above their still delicate bodies. The statues were tossed into the well. The mosaic on the floor of the dining room fared little better. Its great central panel, which had contained another pagan scene, was roughly removed. A crude cross pattern, of vastly inferior workmanship, was laid in its place.
The lovely statue of Athena, the goddess of wisdom, suffered as badly as the statue of Athena in Palmyra had. Not only was she beheaded she was then, a final humiliation, place face down in the corner of a courtyard to be used as a step. Over coming years, her back would be worn away as the goddess of wisdom was ground down by generation of Christian feet.
The "triumph" of Christianity was complete.

Catherine Nixey, The Darkening Age

Los libros de historia callan, pero las piedras de Atenas nos dan un breve epílogo a la historia de los siete filósofos (los últimos representantes de la Academia platónica). El registro arqueológico es claro: la gran mansión en la falda de la Acrópolis fue confiscada al poco de marcharse los filósofos. Así como que fue cedida a un nuevo propietario cristiano.
Fuera quien fuera, tenía poco tiempo que perder con el arte antiguo que llenaba la casa. El bello estanque fue transformado en un baptisterio y las estatuas que lo dominaban, es evidente, fueron consideradas intolerables. Las finamente talladas imágenes de Zeus, Apollo y Pan fueron desfiguradas a golpes. Unas facciones mutiladas es lo único que queda de los rostros de los dioses. Feas e incongruentes,  sobre unos cuerpos aún delicados. Las estatuas fueron luego arrojadas al pozo. El mosaico en el suelo del comedor no tuvo mejor suerte. Su gran panel central, que contenía una escena pagana fue retirado sin miramientos. Un patrón cruciforme, de muchísima peor ejecución, se colocó en su lugar.
La encantadora estatua de Atenea, la diosa de la sabiduría, sufrió un tratamiento igual de malo que el de la Atenea de Palmira. No sólo fue decapitada, sino que, como humillación final, se la colocó boca abajo en una esquina del patio, para ser usada como escalón. Durante los años que siquieron, su espalada sería erosionada por generaciones de pies cristianos, al igual que lo había sido su consideración como diosa de la sabiduría.
El " triunfo" de la Cristiandad era completo.

Por utilizar un lugar común, se puede decir que este libro, que narra la turbulenta transición del paganismo al cristianismo en el Imperio Romano, ha venido precedido de un pequeño escándalo. Por ponerles un ejemplo, casi al inicio Nixey narra como la estatua de la Atenea/Allat de Palmira fue hecha pedazos y desfigurada en el siglo IV, un destino repetido en el siglo XXI, esta vez con la imagen reconstruida que se custodiaba en el museo arqueológico de esa ciudad. La única diferencia entre ambas destrucciones estriba en que la más reciente fue realizada por los miembros del ISIS, mientras que la más antigua estuvo a cargo de fanáticos cristianos.

Este símil puede parecer exagerado a algunos, incluso intolerable, ya que, alegarán, no tiene sentido comparar una religión respetada por millones de fieles, que presume de caridad y compasión, con las acciones de un puñado de extremistas rabiosos y despiadados. Sin embargo, lo que ha realizado Nixey en este libro es, simplemente, narrar un secreto a voces. Como sabrán, entre los siglos IV y V de nuestra era, el cristianismo reemplazó por completo al paganismo, llevando al cierre de sus templos, la retirada de las estatuas de los dioses y la pérdida de gran parte de la literatura y filosofía grecolatinas. Esto es conocido, pero lo que no se suele contar es cómo se llevó a cabo ese proceso. Si fue de forma pacífica o violenta, si fue acompañado por destruciónes o no, si la pérdida del saber fue involuntaria o planificada.

Esto es lo que se propone contarnos Nixey y el resultado no es muy favorable para ese cristianismo triunfante de los siglos IV y V, que queda retratado como un grupo de fanáticos ignorantes. O al menos sus sectores más combativos y revolucionarios.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Fantasías/Advertencias

Desfile nocturno de los 100 demonios

Ayer tenía la intención de realizar mi visita anual al museo de la Real academia de bellas artes de San Fenando, cuando me topé con que estaba cerrado durante todo agosto. Por suerte, se mantenían abiertas dos exposiciones temporales, ambas de gran interés, así que el día no se fue al traste.

La primera entra dentro de esa obsesión occidental con el Japón, cuya última manifestación es la invasión reciente de manga y anime. Una referencia que no está traído por los pelos, ya que lo  que la muestra busca rastrear es como las leyendas de monstruos sobrenaturales, los yokai, tan típicas del folklore de cualquier nación, sufrieron una metamorfosis a finales del siglo XIX, comienzos del XX. En esa época pasaron de ser potencias reales, peligrosas y temibles, capaces de dañar y matar a quienes caían en sus garras, para convertirse en imágenes entrañables con las que divertir a la infancia, tornándose cada vez más monas y adorables. Confundiéndose con esa pasión por lo kawai tan característica de la cultura popular japonesas, cuya última plasmación sería la serie Yokai Watch o los muchos muñecos comercializados.

martes, 14 de agosto de 2018

Luchando por el cambio

There is no consensus among social scientists about the conditions under which radical flanks either harm or help a social movement. In our estimation, however, many successful non violent campaigns have succeeded because they systematically eroded or removed entirely the regime's sources of power, including the support of economic and military elites, which may have hesitated to support the opposition if they have suspected that the campaign would turn violent. The more a regime's supporters believe  a campaign may become violent, or that their interests will be gutted if the status quo is changed, the more likely that those supporters and potential participants may perceive the conflict to be a zero-sum game. As a response, regime supporters are likely to unite to counter the perceived threat, while potential participants may eschew participations for the reasons just identified. A unified adversary is more harder to defeat for any type of campaign. In conflicts perceived as zero-sum games, it is difficult for erstwhile regime supporters to modify and adapt their ideologies and interests according to shifts in power. Instead, they will fight tooth and nail to keep their grip of power, relying on brutal force if necessary. There is less room for negotiation, compromise, and power sharing when regime members fear that even small losses of power will translate into rolling heads. On the other hand, our central point is that campaigns that divide the adversary from its key pillars of support are in a better position to succeed. Non-violent campaigns have a strategic advantage in this regard.

Erica Chenoweth, Maria J. Stephan. Why Civil Resistance works

No hay un acuerdo entre los científicos sociales sobre en qué condiciones la aparición de frentes radicales pueden favorecer o perjudicar un movimiento social. En nuestro análisis, sin embargo, muchas campañas no violentas que han tenido éxito lo han hecho porque erosionaron sistemáticamente las fuentes de poder del régimen o las eliminaron por completo, incluyendo el apoyo de las élites militares y económicas, que podrían haber dudado en apoyar a la oposición si la campaña se hubiese vuelto violenta. Cuanto más creen los partidarios de un régimen que una campaña se tornará violenta, es tanto más probable que estos partidarios y los participantes en la campaña la conciban como un juego de suma cero. Como respuesta, es probable que los partidarios del régimen se unan para contrarrestar la amenaza percibida, mientras que participantes en potencia pueden rehuirla por las razones ya apuntadas. Un adversario unido es más difícil de derrotar para cualquier tipo de campaña. En conflictos concebidos como juegos de suma cero, es difícil que los partidarios anteriores del régimen modifiquen y adapten sus ideologías de acuerdo con los cambios de poder. Por el contrario, lucharan con uñas y dientes para mantenerse en él, recurriendo al uso de la fuerza si es necesario. Queda menos espacio para la negociación, el compromiso y la compartición del poder cuando los miembros del régimen temen que haya depuraciones incluso con pequeñas cesiones. Por otra parte, nuestro argumento central es que las campañas que separan al adversario de sus fuentes fundamentales de poder están mejor situadas para ganar. Las campañas no violentas tiene la ventaja estratégica a este respecto.

Gracias a la web La página definitiva descubrí este corto ensayo, pero aún interesantísimo, de las científicas políticas americanas Erica Chenoweth y Maria Stephan. En él, se plantea un problema de gran importancia en el mundo moderno: cuál es el mejor método para obrar un cambio político en condiciones de ocupación, opresión o dictadura. Con mayor precisión, si son más efectivas las insurgencias armadas y los movimientos terroristas o lo son las campañas de resistencia pacífica. Un estudio que rehuye las especulaciones sin fundamente, sino que toma como base objetiva una larga lista de movimientos, pacíficos y violentos, desde 1900 hasta hoy, analizando con medios estadísticos cuáles tuvieron éxito, cuáles no, y por qué razones. Sistematización y comparación que se complementa con cuatro análisis exhaustivos de movimientos particulares. La primera intififada palestina, a medias pacífica, a medias violenta, que acabó fracasando; la rebelión popular pacífica contra el gobierno autoritario de Marcos en Filipinas, que triunfó; la revolución islámica iraní, también pacífica y también triunfante; y por último, el fracaso del movimiento pacífico contra la dictadura Birmana, a finales de los ochenta.

Pues bien, las conclusiones de Chenoweth y Stephan son que, estadísticamente, los movimientos pacíficos tienen más posibilidades de triunfar que los violentos, por una abrumadora diferencia. Es decir, no sólo la inmensa mayoría de los cambios políticos se han debido a campañas no violentas, sino que, considerando sólo los violentos, la tasa de triunfo en ese conjunto es bastante baja. Además, cuando se comparan los regímenes sucesores de estas revoluciones, se observa que los surgidos de movimientos violentos tienden a ser dictatoriales y autoritarios, llevan aparejada a la represión sangrienta de los perdedores y dejan profundas cicatrices en las sociedades afectadas, que pueden llevar incluso a la guerra civil o la contrarrevolución pasados algunos años.

Es una tesis que yo comparto, aunque sea por razones éticas, pero la pregunta obvia es: ¿Por qué esa diferencia tan clara?

jueves, 9 de agosto de 2018

Nuevas guerras, viejas creencias

Mais la comparaison est trompeuse, car elle suggère que le monde de l'Islam est aussi centralisé que feu le monde soviétique - nonobstant la dissidence chinoise -, et que la Mecque constitue réellement, pour retourner la célèbre formule, le Moscou de l'Islam. Il n'est rien, et le monde musulman n'est ni monolithique ni homogène. Il comporte une pluralité de centres en compétition acharnée pour l'hégémonie sur les valeurs politico-religieuses. Son rapport avec l'Occident, et la modernité que celui-ci invente et diffuse, s'avère plus complexe, profond, intime que l'antagonisme idéologique  et militaire tranché que prévalait entre États-Unis  et Union Soviétique. Il n'existe pas de Komintern islamiste dont les mouvements radicaux à travers la planète appliqueraient les instructions comme les partis communistes de chaque pais suivaient aveuglément la ligne stalinienne eu égard aux intérêts de l'URSS.

Gilles Kepel, Fitna

Pero la comparación es engañosa, ya que sugiere que el mundo islámico está tan centralizado como lo fuera el soviético - a pesar dela disidencia china -, y que la Meca en realidad consituye, por darle la vuelta a la famosa fórmula, el Moscú del Islám. No lo es en absoluto, mientras que el mundo musulmám no es ni monolítico ni homogéneo. Se compone de una pluralidad de centros en competición encarnizada por la hegomonía en el campo de los valores políticos y morales. Su relación con Occidente y la modernidad que inventó y difunde, se revela más compleja y profunda que el antagonismo económico y militar que prevalecía entre los Estados Unidos y la URSS. No existe un Comintern islamista cuyas instrucciones sean aplicadas por los movimientos radicales dispersos por el planeta, de manera similar a como los partidos comunistas de cada país seguían ciegamente las línea estalínista en consideración a los intereses de la URSS.

Para el mundo entero, que los presenció en directo, los atentados del 11-S fueron como un rayo en un cielo sereno. Nadie los esperaba, nadie los previó. Ni ellos, ni la irrupción del islamismo radical como actor en la política contemporánea. Y eso que había habido multitud de signos ya desde 1980.

El primer aviso fue el triunfo de la revolución islámica en Irán y la constitución de una teocracía, que barrió tanto a las fuerzas laicas como a los partidos de izquierda, y que aún goza de perfecta salud. Otro lo fue la constitución de una guerrilla islámica en Afganistán contra los invasores soviéticos, que consiguió derrotarles con el apoyo estadounidense, pakistaní y saudí, para luego ir mutando en formas cada vez más radicales, cuyo último estadio fue el régimen fanático de los talibanes. O la confusa y mortífera guerra civil argelina de los 90, con islamistas del  GIA y fuerzas gubernamentales rivalizando en cometer atrocidades.

Aún así, antes del 2001 esos fenómenos no nos parecían otra cosa que excepciones. O si lo prefieren, vistos desde un eurocentrismo aún dominante, cosas del tercer mundo, de salvajes atrasados a los cuales la modernidad aún no había llegado. Dolores de parto necesarios para el advenimiento de un progreso que no tardaría en cimentarse y producirse. Sin embargo, lo que se nos escapaba es que en todos los países del área islámica, de forma solapada, se estaba desarrollando un proceso de reislamización, paralelo a la decadencia y muerte del bloque comunista. Poco a poco, las fuerzas laícas, progresistas o de izquiersas eran marginalizadas, mientras que la fe rediviva ganaba adeptos y apoyos, como única corriente capaz de imponerse no sólo a un estado de Israel invencible en los aspectos militares, sino en especial a un occidente cuya influencia cultural se filtraba hasta los aspectos más recónditos de la vida cotidiana. Integrismo y reacción que, de forma paradójica, se granjearon el respaldo de la izquierda europea, quien veía en la protección de esas concepciones culturales una forma de lucha contra el neocolonialismo y el racismo, sin percatarse que protegía a los verdugos de sus camaradas ideológicos.