sábado, 25 de junio de 2011

Falling into ruins

Casa del Arquitecto Melnikov
Como ya sabrán en Madrid suele haber dos tipos de exposiciones (tres si incluimos la red de galerías, pero a estas no suele asistir el público en general), aquellas celebradas en las grandes instituciones y que se anuncian a bombo y platillo como acontecimientos definitiorios y definitivos, frente a aquellas exposiciones que pasan sin pena ni gloria, apenas comentadas o visitadas.

Por alguna extraña razón, y salvo contadas excepciones, son estas últimas las que suelen merecer la pena. Tal es el caso de la que hay ahora mismo abierta en la fundación La Caixa y que aúna piezas de tres artes distintas, la pintura, la arquitectura y la fotografía, o más concretamente, intenta ilustrar la evolución de la arquitectura soviética en la década de los 20 del siglo XX, con fotografías del estado de estos edificios tras la caída del régimen soviético, mientras se realiza un parangón con la expresiones artísticas coetáneas en otras artes, como puede ser la pintura.

Club de Trabajadores Rusakov, Melnikov
Creo que para nadie será la importancia del arte ruso y luego soviético, el periodo 1910-1930, nombres como Natalia Goncharova, Marc Chagall, Vassili Kandinski, El Lisitski, Malevich, Vladimir Tatlin, Liubov Popova o Alexander Rodchenko, permanecen vivos en la memoria de cualquier aficionado, como lo que son, artistas señeros de eso que hemos dado en llamar el Modernismo. Una apreciación, la de ese arte y la de esos artistas, que se ha mantenido incólume, basada únicamente en sus valores estéticos, independiente de los vaivenes de la política y de la afiliación de estos artistas.

No ha ocurrido lo mismo con la arquitectura soviética, y por soviética entiendo la anterior a 1930, es decir la que no era estalinista y sí vanguardista. Sobre los arquitectos de ese periodo y su obra ha existido siempre un profundo silencio, que ocultaba una ignorancia compartida por aficionados y expertos. En cierta manera, este olvido es debido a la diferencia entre ambas artes, al hecho de que la pintura es transportable y por tanto podía llegar a los museos y galerias occidentales, mientras que la arquitectura requiere que se viajase hasta ella, hecho más que imposible para un occidental en el clima político de la extinta URSS.

Factoría Textil Bandera Roja, Eric Mendelsohn
Precisamente, lo que nos revela esta exposición es la riqueza de esa arquitectura olvidada. Unos edificios y unos arquitectos que se hayan encuadrado decididamente en el modernismo arquitectónico, que luego se codificaría en el llamado estilo Internacional, pero que no se limitan a copiar lo que se está construyendo en Occidente, sino que buscan experimentar, hacer avanzar un paso más ese arte nuevo que aún no había cristalizado ni devenido un patrón con el que hacer copia tras copia de construcciones sin personalidad como las que atiborran nuestras barriadas contemporáneas.

Un momento mágico, como lo fueron otros mucho más conocidos para el aficionado, y cuya fascinación atrajo a arquitectos de inmensa fama, entonces y ahora, como Le Corbusier y Mendelsohn, que tuvieron la oportunidad de hacer realidad en la Rusia Soviética muchas de sus propuestas e ideas, para luego reconstruirlas, ya depuradas y perfeccionadas, en sus obras maestras realizadas más tarde en Occidente.

Garage del Gosplan, Konstantin Melnikov
Todos sabemos como acabó la historia, la ascensión de Stalin cercenó todo lo que de libertad, de creatividad, de original, pudiera haber existido en la revolución rusa y pronto, muy pronto, el adjetivo soviético en la arquitectura, fue sinónimo de inmensas aglomeraciones urbanas, repletas de edificios tristes y grises, indistinguibles los unos de los otros.

Podría pensarse que, caída la unión soviética, vuelta la libertad, desaparecidos los impedimientos políticos e ideológicos que permitían visitar, contemplar y apreciar estos edificios, se hubiera producido un revival de los mismos, y que hubieran alcanzado el papel en la historia del arte que merecen su importancia. No fue así, y es lógico que no lo fuera. La arquitectura soviética había sido una arquitectura del régimen, cuyo único cliente era el estado, de forma que todos estos edificios tenían un claro tinte político que los relacionaba con el sistema anterior y los hacia parecer culpables y sospechosos a los ojos de los nuevos poderes gobernantes,  al contrario que la pintura, cuya mutismo abstracto le sirvió de refugio y protección frente a los nuevos tiempos.

Tesentrosoyuz, Le Corbusier
Así estos edificios, fueron pronto abandonados, olvidados, negadas las reparaciones que les permitirían seguir viviendo, una lenta transformación en ruinas contemporáneas que fue ayudada por el caos económico de los estados sucesores de la URSS, que les imposibilitaba la protección de su patrimonio artístico, y por la mala calidad de los materiales con que fueron construidos estos edificios, ya que la Rusia Soviética, recién salida de la guerra civil, no tenía recursos para construir con los materiales de futuro, el hormigón y el acero, y tuvo que recurrir a los tradicionales, la madera y el ladrillo.

Comuna de estudiantes del Instituto Textil, Ivan Nikolaiev

Y así, lentamente, todo un capítulo de la historia del arte y la arquitectura moderna, se desvanece ante nuestros ojos, sin que nadie haga nada por repararlo, hasta que no quede otra cosa que unas cuantas fotografías amarillentas

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