Leyendo los comentarios a una de mis entradas anteriores, me he dado cuenta que estaba siendo injusto con la presente temporada de anime. No todas las producciones merecen caer en el saco del complejo Moe/Kawai, y las hay más que interesantes, aunque queda todavía por ver si culminarán en algo o no.
Entre estas excepciones se encuentra la segunda temporada de Kaiji, tercera entrega de una franquicia que comenzó con Akagi, ambientada en los años 50 del siglo XX y la primera temporada de Kaiji, supuestamente contemporánea. Las tres series comparten una serie de características, que al mismo tiempo les separan de la inmensa mayoría de producciones contemporáneas.
La primera y más aparente, es su diseño de personajes, muy pocas veces utilizado en el anime. Anguloso y duro, de ése al que cuesta acostumbrarse por su novedad, pero sobre todo maduro y adulto, alejado de esa blandura que está de moda en el anime, como corresponde a una serie que transcurre en los ambientes del inframundo, entre gánsteres y tahures, y donde la locura del juego, el frenesí por conseguir dinero a cualquier precio es la única pasión que mueve a los personajes.
En cierta manera, este anime podría verse como una transmutación de tantos animes basados en juegos de cartas, como Yu Gi Oh (o versiones moe como Saki), ya que toda su trama puede reducirse a las larguísimas partidas, exageradas hasta el extremo, en las que el personaje protagonista se ve envuelto en su búsqueda por ese dinero fácil. De hecho, podría incluso verse como una versión sin sangre y en nuestro tiempo, del modelo que animaba a series míticas como Saint Seiya o Dragon Ball, donde el protagonista se veía enfrentado a enemigos cada vez más poderosos, cuya victoria, al igual que la de los caballeros andantes de las novelas, servía para aumentar su fama y su poder.
No obstante, existe una clara diferencia que le separa de ambos tipos de series. En primer lugar, que los combates sean ante todo elaborados juegos de inteligencia, donde episodio tras episodio, los contendientes permanecen sentados uno frente al otro, intentado adivinar su juego, adivinar sus debilidades y adelantarse a sus decisiones para tenderle una trampa. Por otra parte, y al contrario que los complejísimos juegos de cartas, especialmente diseñados para múltiples y repetidos deus ex machina, los juegos de Kaiji son extremadamente sencillos y su mecánica acaba por desvanecerse a lo largo de la partida, substituida por ese combate de caracteres y de resistencia, donde las trampas y los engaños, mentales y reales, que los jugadores se tienden los unos a los otros, junto con las alianzas y enemistades que se tejen alrededor de las partidas, acaban por tomar el primer plano.
En resumen, una serie notable por ahora, tanto por ese apartarse de la moda que domina el anime actual y apelar a un público más maduro, como por centrar su encanto en esos ambientes sórdidos, de los que sólo se puede salir usando la inteligencia y la astucia, no la fuerza bruta
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