No suelo hacer críticas de las películas y libros que no me gustan. Prefiero reservarme para aquellas obras que realmente me han entusiasmado, o que al menos no me han disgustado. Esta restricción mía no deja de ser un defecto, dadas mis veleidades de crítico artístico, pero me resulta especialmente difícil ponerme en modo confrontación, tan habitual en otros blogs y comentaristas, tanto amigos como enemigos míos.
Sin embargo, me veo obligado a hacer una excepción en el caso de Rakuen Tsuihou (Expelled From Paradise/Expulsada del Paraíso) dirigida en 2014 por Mizushima Seiji y guión de Urobuchi Gen (sí, ese Urobuchi Gen). Muy brevemente, se trata de una película de brillante factura técnica, pero hueca y prescindible, ejemplo claro de los muchos errores, tics, servidumbres y lastres del anime. Tanto presente como pasado, no nos equivoquemos.
De hecho, ni siquiera técnicamente es tan brillante como se pretende. Su factura final se caracteriza por un uso extenso de la animación 3D, que le permite culminar algunas escenas de acción impresionantes y muy bien narradas, pero que le lleva a cometer un grave error visual, al menos en mi opinión. Se trata simplemente de una servidumbre estética, provocada por el conservadurismo de los fans, que obliga a dar un aspecto de 2D a los personajes humanos aunque hayan sido creados de forma sintética con el ordenador, sin apenas intervención de un animador tradicional, de esos de lápiz y papel.
Sé que lo que acabo de decir suena raro, viniendo de mí, un crítico acérrimo de los CGI y la 3D, pero el problema es que este acabado 2D de construcciones digitales no deja de ser un ejercicio travestismo que se queda a completamente a medias. Por un lado, obviamente, expresa un miedo muy común en el anime a utilizar las técnicas digitales hasta sus últimas consecuencias, temiendo seguramente perder el favor de esos fans que han hecho de los diseños tradicionales un valor irrenunciable. Por otro lado, el hecho de tener que recurrir a estos disfraces causa un daño irremediable a la propia fluidez de la animación, que resulta tosca y torpe, limitada por los algoritmos utilizados en su construcción, sin la libertad y la naturalidad que un buen animador tradicional puede imprimir a los diseños originales.
Se trata, por tanto, de un ejercicio de agradar a todos, que al final, me temo, no contenta a nadie... al menos a los que tenemos el ojo entrenado, tras muchas horas de ver animación de todo tipo de estilos, de casi cualquier tiempo. Lo más triste, no obstante, no es éste quedarse a la mitad, sino que este recurso podía haberse utilizado de un modo dramático, ajustado a la historia que se narra en la película.
Porque lo que se narra, es un conflicto entre una humanidad que ha abandonado su envoltura material, para descargar sus conciencias en un universo digital, enfrentado a la realidad de unos pocos supervivientes que malviven en una planeta esquilmado. Ese contraste entre universos incompatibles podría haberse expresado visualmente mediante diferentes técnicas de animación, mas 3D para el mundo digital, más 2D para el mundo real, subrayando así una de las ideas centrales de la película: la falsedad de ese supuesto estado superior evolutivo de la humanidad, identificado con el título de la película.
No sé hizo así y se me escapa la razón, cuando hubiera sido tan simple, tan sencillo y tan efectivo. Sin embargo, esa renuncia a representar visual el mensaje ideológico de la película es un reflejo de la vaciedad de su argumento, de lo que es muy culpable su guionista. Éste, Urobuchi Gen, se ha hecho merecedor de una justa fama, debido a evitar en sus historias los finales felices, o al menos hacérselo pagar muy caro a los protagonistas. Sin embargo, frente a esta virtud, tiene un grave defecto, su incapacidad para explorar hasta el límite las posibilidades lógicas, filosóficas e ideológicas de sus historias.
En sus mejores obras, como la famosa Puella Magi Madoka Magica de Shaft/Shinbou (2011,2013), estas carencias quedan disimuladas por un tratamiento estético vanguardista, pero en otras más clásicas, quedan perfectamente a la vista. Ese el caso de Pyscho Pass (2012), que no pasaba de ser una intriga policiaca disfrazada de Ciencia-Ficción. donde Urobuchi acaba defendiendo y justificando la distopia que describe, además de engañarnos para que nosotros también la aceptemos,
Lo mismo ocurre con Rakuen Tsuihou. Quizás incluso peor, porque si en Psycho Pass se respetaba en parte el carácter negro y cínico de la historia, en Rakuen Tsuihou esos mismos factores han sido limados, convirtiendo esta otra distopia en una narración amable e intrascendente, plagada de esos tópicos temáticos y visuales que tanto gustan a los otakus y que tanto lastran al anime.
Sí, ese anime con el que mantengo una larga relación de amor y odio.
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