Les hablaba, unas entradas atrás, del mal sabor de boca que me había dejado Rakuen Tsuihu (Expulsada del Paraíso). Pues bien, este regusto se ha visto confirmado al ver Fuse: Teppō Musume no Torimonochō (Fuse, Memorias de una joven cazadora) dirigida en 2012 por Masayuki Miyaji, una película al modo tradicional que tiene todas las virtudes que le faltaban a Rakuen Tsuihi.
No es que sea una película perfecta. Adolece de cierta indefinición narrativa, algunos giros deramáticos sin mucho sentido, además de varios personajes sin consistencia o directamente sobrantes, que al final hacen que el espectador se pregunte qué era lo que el director y el guionista querían realmente contarnos. ¿Una historia de amor? ¿un cuento fantástico? ¿una narración de época? ¿Todo esto y nada de ello, al mismo tiempo? Sin embargo, dejando de lado estos peros, el resto es una acumulación de aciertos. Mejor dicho, de lo poderosa y expresiva que sigue siendo la animación tradicional cuando se la conjuga con las posibilidades casi inagotables del ordenador.
No estoy hablando, por supuesto, del disfraz 2D de personajes 3D al que se reducían las audacias técnicas en Rakuen Tsuihu, que al final, como recordarán, sólo servía para crear una animación torpe, mecánica y envarada, presa y víctima de su propia perfección. A lo que me refiero es que en Fuse se recurre a un uso extensivo, pero al mismo sobrio, del ordenador, que permite crear mundos de una riqueza apabullante, casi como la del mundo real, pero donde no se renuncia a una cierta imprecisión pictórica que, paradójicamente, les dota de mayor viveza y naturalidad.
Sobre este mundo rico, casi inagotable, se mueven los personajes 2D, cuya propia condición de dibujo - por tanto, de irreal - les permite asímismo ser más verosímiles, humanos, cálidos y próximos que casi cualquier constructo digital. Aunque parezca imposible, las manos de un animador con talento son aún capaces de representar y reconstruir el movimiemiento con mayor justicia y precisión que los algoritmos más perfectos - véase la magnífica secuencia que abre esta entrada -, sólo porque el animador sabe cuando debe traicionar, distorsionar y deformar la naturaleza.
Ésta es, no me cansaré de decirlo, una de las paradojas esenciales de la animación, y al mismo tiempo uno de sus fudamentos irrenunciables. Simplemente, su verdad absoluta - que en animación existe, y mucha - viene de saber cuando hay que apartarse del mero grabar la realidad, cuando hay que engañar conscientemente al ojo. Si se olvida esto, se comete un grave error, el mismo en el que caen gran parte de los productos realizados en la 3D - no todos, por fortuna - , donde la aplicación rigurosa de los algortimos mata toda espontaneidad, al forzar una serie de servidumbres y cargas sobre la creatividad del artista que no pueden sino apagarla por completo.
Esta serie de contradicciones innatas a la animación no se detiene en la constatación del movimiento recreado. El diseño de personajes utilizado en Fuse no es naturalista, sino caricaturesco. En teoría, dado el fondo trágico de la historia que se nos cuenta - los Fuse son hombres lobo cazados sin piedad por los humanos -, éste sería el estilo menos adecuado, ya que se requeriría uno más realista, o como poco menos desenfadado. Sin embargo, este apartamiento de la realidad permite que cada personaje de Fuse pueda ser caracterizado de una forma propia y personal, casi perfectamente ajustada a su carácter y lugar en la historia. Completamente alejado, por tanto, del patrón esterotipado que se repite una y otra vez en los animes para otakus - lo que era, no lo olviden Rakuen Tsuihu - y que muchos creen ser el estilo único de esta escuela de animación.
Un apartamiento del modelo otaku, por último, que se manifiesta no sólo en estos diseños personales, claramente adecuados a los personajes. Si algo lastra al anime reciente es que presupone un público mayoritariamente masculino, de manera que los ojos de la cámara son los de un hombre, sin que este mirar sexualizado se intente justificar por razones narrativas, cuando no incluso se exagera los rasgos sexuales secundarios y la vestimenta femenina hasta extremos ridículos. En Fuse, curiosamente, este sexismo está casi completamente ausente, volviendo al modelo de mujeres fuertes, seguras de sí mismas, resueltas e independientes, que tanto nos atraía a muchos del anime.
Incluso llega a atreverse, en un guiño a esos excesos vestimentales tan comunes en el anime, a cambiar de atuendo a la protagonista a mitad de la cinta, sólo para que esta lo arregle a su gusto y lo vuelva más utilitario.... justificando así el porque era más revelador al principio.
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