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Henri Meunier |
Iba con cierta prevención a la muestra Toulouse-Lautrec y los placeres de la Belle époque, recién abierta en la Fundación Canal. Me daba la impresión que quería aprovecharse del éxito, en términos de afluencia de visitantes, de la exposición Lautrec/Picasso que estuvo abierta hasta hace muy poco en la Thyssen. Sin embargo, aunque algo hay de eso, me he llevado una agradable sorpresa. No es la primera vez que bajo un nombre resultón, que busca ser cebo para el gran público, se oculta una muestra muy distinta, mucho más interesante de lo que haría prever la consabida revisión de un gran maestro.
En este caso, la exploración de un fenómeno artístico del que Lautrec es el ejemplo más conocido: la irrupción del cartel publicitario, a finales del siglo XIX, como forma artística válida y completa. Con el aliciente, además, de servir de medio de popularización de las vanguardias.
Pero vayamos por partes.
Pero vayamos por partes.