lunes, 21 de junio de 2021

Su propio camino

 

Lo primero, pedirles disculpas por mi silencio en este último mes. Entre unas cosas y otras, no he estado muy por la labor de escribir entradas, pero ha llegado el momento de recuperar el tiempo perdido, que tengo varias entradas muy atrasadas. Entre ellas, mis impresiones sobre la exposición sobre Ida Applebroog, reciéntemente abierta en el MNCARS

Creo que ya les he comentado varias veces lo mucho que me gusta la política expositiva de esa institución. Desde hace ya varios lustros se ha entregado a la exploración del arte posterior a 1950, una región poco conocida por el aficionado medio, de ordinario deslumbrado por el fulgor de las vanguardias históricas. Queda oculto que en ese periodo de posguerra, y hasta la actualidad, el arte va a sufrir unas transformaciones igual de cataclísmicas como las de la primera mitad del siglo XX. Entre ellas, la quiebra de la modernidad y el concepto de progreso asociado al arte, la disolución del concepto de belleza y el mismo de arte, la huida de la prisión en que se habían tornado las formas habituales -pintura y escultura- para volcarse en las artes consideradas menores y las extendidas, etc.

Una política de exposiciones que se combina con otra no menos importante: la reivindicación de las artistas, una labor tanto más de justicia cuanto que no caben las excusas que se utilizan para otras épocas. En especial, justificar su ausencia del espacio del museo basándose en la discriminación pasada, cuando una característica del siglo XX es precisamente la conquista, por parte de las mujeres, del espacio social y cultural reservado hacia los hombres.

En ese sentido, podría decirse que toda exposición dedicada a una mujer tiene una intencionalidad política feminista, sin importar que sea explícita o implícita. Tanto más en el caso de una artista como Ida Applebroog, cuyas inclinaciones sociales y políticas son evidentes. Se hayan en el centro de su obra, cuyo significado sería ininteligible si las dejásemos a un lado.


El inicio de la exposición puede resultar desconcertante: la chispa de la producción artística de Applebroog fue el periodo de depresión que atravesó a finales de los años sesenta. Las acuarelas que pinto en ese periodo se caracterizan por unos colores encendidos y unas formas serpenteantes que tanto pueden deberse a la influencia de la psicodelia contemporánea como a las medicinas que le estuviesen recentando. Sin embargo, esas influencias y circunstancias exteriores no pueden ocultar la originalidad y fuerza de esas representaciones. Sólo pueden provenir de la mente y la mano de una gran artista.

Applebroog, sin embargo, no se quedó encerrada en ese formalismo que podrían hacer presagiar esas primeras obras. Casi de inmediato se entregó a una reflexión sobre la condición femenina, tanto desde un punto de vista personal, como social. Es decir, orientado a la contemplación y exhibición de su propio cuerpo - como la instalación compuesta por dibujos de su vagina - como al lugar social que la sociedad americana - de entonces y de ahora reservaba a las mujeres. 

Para realizar ese análisis Applebroog encontró una forma propia, a medias entre el formato del cómic, el guiñol y el retablo medieval. Su obras contienen una viñeta principal a la que se adosan otras menores, las cuales componen una historia. Narraciones que hablan de soledad y aislamiento, como en las aventuras de un misterioso hombre sin cabeza, que es tanto torturador como víctima, humillado por sus superiores, tirano para los inferiores.
 
Obras que van tornándose cada vez más ambiciosas, despegándose de la superficie de la pared y ocupando el espación del recinto expositivo. Obligando al visitante a perderse por el laberinto que proponen.


domingo, 13 de junio de 2021

Sólo una matanza sin sentido (yV)

Es como una respiración queda, un bisbiseo, un susurro leve. Una rama cruje. La hoja de un abedul cae dando vueltas. Un gran pájaro vuela entre las copas. Una ardilla trepa por el trono de un pino. Y de repente «oigo» la mirada de los centinelas enemigos, que están ahí delante, a doscientos metros. laquo;Oigo» que me miran. Contengo la respiración. A nuestra derecha se oye un grito prolongado, un grito convulso, doloroso, un grito prolongado que parece una carcajada. Es casi una carcajada, dura, sardónica. Parece el grito de una ardilla. Y en seguida una ráfaga de metralleta interrumpe la carcajada. Las balas nos pasan silbando por encima de la cabeza. (Alguien camina por la nieve, ahí delate: Se oyen ramas que crujen, una respiración jadeante). Después se oye el silencio

Curzio Malaparte. El Volga nace en Europa

Ya les he relatado, en entradas anteriores, la extraña evolución política de Curzio Malaparte. De fascista de primera hora, participante en la Marcha sobre Roma que llevó a Mussolini al poder, a simpatizante comunista durante la postguerra del segundo conflicto mundial: sin olvidar, entre medias, un largo periodo de opositor al régimen fascista italiano, con continuos destierros y temporadas en prisión. Si no acabó siendo enviado a un campo de concentración -o directamente ejecutado- fue gracias a sus contactos en las elites italianas -que velaron por destinarle a lugares donde no sus accione no molestara demasiado- junto con su suerte en encontrarse en lado apropiado en el momento oportuno -como cuando la rendición italiana de 1943 le pilló en Nápoles, a punto de ser ocupada por los aliados y no en los territorios de la infame República Social Italiana-.

Entre esas casualidades afortunadas se cuenta su destino al frente ruso, como corresponsal de guerra, al comienzo de la operación Barbarroja, en junio de 1941. Lejos de Italia, reducido su contacto con la patria a las crónicas que enviaba, sus posibles roces con las autoridades quedaban muy reducidos. A pesar de encontrarse en zona de combate, su seguridad personal parecía hallarse garantizada. Aun así, en septiembre de 1941, las autoridades militares alemanas solicitaron que se le apartase del frente de Ucrania, descontentos con el tono de sus reportajes. Su nuevo destino fue una región secundaria en el transcurso del conflicto: Finlandia, donde las operaciones habían quedado estancadas a los pocos meses de guerra. Tanto por voluntad de los propios finlandeses -interesados sólo en recuperar los territorios perdidos en la guerra de invierno de 1940- como la incapacidad alemana para superar la resistencia soviética en un territorio, Laponia, donde el clima y el paisaje eran enemigos tan peligrosos como el oponente.

El Volga nace en Europa es una recopilación de los artículos que Malaparte escribió desde Ucrania y Finlandia. Como pueden imaginar, tienen una relación directa con lo que relató en Kaputt. Tanto porque esa novela fue escrita -en secreto y con grandes precauciones- en paralelo a los artículos, como por constituir una elaboración -sin censuras ni circunloquios- de lo que en ellos se narraba. Se esperaría un Kaputt en borrador, con su misma sinceridad descarnada, lo que justificaría el veto de las autoridades alemanas a la actividad periodística de Malaparte. Sin embargo, comparados con la novela, parecen bastante comedidos, cuando no timoratos. Una lectura superficial no descubre motivo alguno que justifique la ira de los militares nazis, ni el destierro de Malaparte a un lugar perdido como la Laponia finlandesa. ¿Qué había ocurrido en realidad?