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sábado, 17 de octubre de 2020

Expolios y destrucciones

 It did not take the Russians long to find the storeroom. Viktor Baldin, an architect in the peacetime, was called to examine its contents. He found the drawings scattered "like so many leaves after an autumn storm", and was overwhelmed by its quality: a Van Gogh study for his Starry Night, the Dürers, and works by Goya, Rubens, and Rembrandt. When his superiors showed little interest and declined to provide transportation to remove the find, Baldin chose some four hundred sheets and put them in a suitcase which he guarded carefully. During his time in Schloss Karnzow he found other prints and drawings spread around all the countryside. He bought or bartered for those Russian soldiers had picked up, in one deal trading a pair of boots for a Dürer Head of Christ. Some could not be saved, in the woods he came up upon a stack of drawings the rain had reduced to a pulp. In July 1945 the Russians withdrew from the area, leaving the schloss to the mercy of the local inhabitants and Fräulein von Kutschenbach, heiress to the Count's state. The adventures of the Kunsthalle works were far from over.

Lynn H. Nicholas. The Rape of Europe, The Fate of Europe's treasures in the third Reich and the Second World War.

Los rusos no tardaron mucho en encontrar el almacén (donde estaban escondidas las obras de la Kunsthalle de Bremen). Viktor Baldin, arquitecto en la vida civil, fue llamado para inventariar sus contenidos. Halló los dibujos esparcidos « como hojas, tras una tempestad otoñal» y se quedó abrumado por su calidad: un estudio de Van Gogh para la Noche estrellada, los Dureros, obras de Goya, Rubens y Rembrandt. Cuando sus superiores mostraron poco interés, declinando concederle medios de transporte para los hallazgos, Baldin seleccionó cerca de cuatrocientos dibujos y los guardó en una maleta, que mantuvo siempre vigilada. Mientras estuvo destacado en el palacio Karnzow, encontró otros grabados y dibujos, dispersos por los alrededores, Se las arreglo para comprarlos o intercamabiarlos con los soldados que se los habían quedado, en una ocasión ofreciendo unas botas por una Cabeza de Cristo de Durero, Algunos eran insalvables, como una pilas de dibujos que encontrón en el bosque, reducidos a una pasta por la lluvia. En julio de 1945, los rusos se retiraron del lugar. abandonando el palacio a los cuidados de los lugareños y de Fräulein von Kutschenbach, la heredera del conde. Sin embargo, las aventuras de la Kunsthalle aún no habían terminado.

Un poco antes de que nos encerrasen por la pandemia pude terminar este libro de Lynn H. Nicholas, dedicado al destino del patrimonio artístico europeo durante la Segunda Guerra Mundial. Lo descubrí gracias al llamado twitter cultural y ha sido una de mis grandes lecturas durante este año desquiciado. En gran medida, por tocar a dos de mis grandes aficiones: la historia, en su vertiente nazismo-segunda gran contienda mundial, y el arte, en el aspecto de conservación y salvación del patrimonio. Sin embargo, este lectura se muestra también muy necesaria en nuestro presente, urgente incluso. Son multitud las obras de arte, museos, yacimientos arqueológicos y monumentos que están en peligro inminente, por causas muy parecidas a las de 1939: los acontecimientos bélicos, tipo bombardeo indiscriminado de ciudades, y el fanatismo que marca un tipo de arte como basura despreciable, caso del nazismo y las vanguardias del siglo XX. A mi mente vienen las imágenes de los miembros del DAESH destruyendo museos y ruinas milenarias en Irak y Siria.

La Segunda Guerra Mundial, dada su amplitud y su tamaño, se saldó con unas pérdidas artísticas sin precedentes. Sólo la riqueza de los almacenes de los museos junto la acción -y precaución- de algunos individuos aislados, logró que no fueran aún mayores. Además, la destrucción fue empeorada por la conjunción de dos elementos: uno previsible y el otro imprevisible. El previsible eran los acontecimientos bélicos, ante el cual intentaron reaccionar las diferentes insitituciones museísticas europeas con planes de protección. El imprevisible, la propia ideología nazi, que ordenaba destruir aquéllo que se consideraba como arte degenerado, mientras se rapiñaba, sin escrúpulo ninguno, aquéllo que se definía como valioso.