Unas pequeñas consideraciones antes de compartir mis impresiónes sobre The Century of Self (El siglo del yo, 2002) del documentalista británico Adam Curtis.
Primero, pedirles disculpas por la larga ausencia - estas últimas dos semanas han sido extrañas -. Segundo, indicarles que a pesar del impacto que me produjo el libro de Zinn sobre la otra historia de EEUU que les comenté hace unos días, eso no quiere decir que subscriba su contenido de forma ciega. Como muchas izquierdas pasadas y futuras, parece demasiado dispuesto a condenar cualquier avance y reforma que no llevé de manera directa a la revolución soñada, con el resultado que ni se consigue el estado ideal al que se aspira, ni se alivia la situación de los oprimidos. Tercero, que resulta una coincidencia afortunada que en estos tiempos de involución derechista, me haya puesto precisamente a leer y a ver dos obras que abogan por una izquierda como la era hasta hace no tanto. Ésa que hable y luche sin miedo, sin componendas y tapujos, contra las muchas estructuras de poder que nos oprimen, del estado a las religiones, de las grandes corporaciones a los muchos políticos y medios de comunicación que sólo están a su servicio. Y por último, disculpas por incluir capturas de los documentales de Curtis que voy a comentar en las próximas semanas. La edición
que he conseguido es tan mala que carece de subtítulos e incluso parece haber
sido descargada del youtube, aunque eso no afecte a la contundencia de
su contenido.
De Curtis había oído hablar ya desde hacía tiempo, gracias a los foros de cine que seguía en la década pasada y los múltiples fugados de estos ambientes con los que aún estoy conectado en twitter y facebook. No me había atrevido a hincarle el diente hasta ahora, porque tenía miedo que su enfoque fuera similar al de Zeitgeist (2007) de Peter Joseph; es decir, un acúmulo de medias verdades y mentiras justificadas por su utilidad política, todo ello salpimentado con mucha pseudociencia, pensamiento new age y conspiraciones mundiales varias. Afortunadamente, The Century of Self es todo lo contrario. Independientemente de lo correcta que sea su tesis o lo próxima que se encuentre del posicionamiento ideológico del espectador, Curtiss utiliza datos fácilmente contrastables y los engarza en argumentos que siguen una evolución lógica y plausible. Sin recurrir a saltos de fe, peticiones de principio o deus ex machina.