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Zao Wou-Ki |
Varias veces les he recalcado que el gran defecto de las exposiciones del MNCARS es su exhaustividad, que llega a ser abrumadora. Para demostrar fehacientemente y sin fisuras la tesis propuesta se recurre a todo tipo de ejemplos, acumulados de manera insistente, incluso reiterativa. En sí, esto no es una mala táctica, ya que permite estudiar en profundidad a un artista, en las monográficas, o realizar comparaciones insospechadas, en las colectivas, tanto de manera sincrónica como secuencial. El problema viene cuando coinciden tres o cuatro exposiciones de primera categoría, como es el caso, y el aficionado se queda sin tiempo para exprimirlas. Es decir, encuentra que no dispone de cuatro o más horas libres, para verlas con la atención que se merecen.
Es lo que me he ocurrido, hoy mismo, con la exposición enciclopédica París Pese a Todo: Artistas extranjeros, 1944-1969. Tras haber recorrido, con tranquilidad y detenimiento, las tres muestras de la tercera planta, dedicadas a Camnitzer, Ghirri y Tanning, para cuando he llegado a la primera planta apenas me quedaba ya tiempo para otra cosa que una visita superficial y apresurada. Tanto peor, porque la importancia y pretensiones de esta exposición son considerables. Ni más ni menos, narrar la evolución del arte en París, mediante las obras de los artistas extranjeros que allí confluyeron, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la conclusión de la década prodigiosa de 1960. O en otras palabras, recorrer los multiples y multiformes informalismos; la evolución de la abstracción, ya sin sus fundadores; las muchas variantes del Art Brut, el feísmo, el desengaño y desconfianza artística y filosófico de postguerra; para terminar con los idealismos políticos renovados de 1960 y la irrupción del arte pop, ya fuera ésta para bien o para mal.