Si el campo de batalla puede quedar más o menos delimitado, mucho más difícil es saber dónde estaba el campamento del rey de Aragón, una cuestión clave a la hora de interpretar el desarrollo del choque. No pocos especialistas han hablado de campamentos en plural: uno del ejército del rey de Aragón y otro de las tropas de Raimon VI de Tolosa o de las milicias tolosanas. La cuestión no está clara. Las fuentes medievales hablan de un campamento, pero lo ocurrido en algunas fases de la batalla invita a la duda. Si sólo hubo un campamento, debió ocupar una extensión bastante grande, mucho mayor que la villa de Muret a tenor de las cifras de tropas que se barajan, lo que en parte respondería a estos interrogantes. Por otro lado, es probable que las tiendas estuvieran lo suficientemente juntas como para poder ser fortificado rápidamente, tal como propuso el conde de Tolosa en el consejo de guerra previo al choque.
Muret 1213, La batalla decisiva de la guerra contra los cátaros. Martín Alvira
En la segunda década del siglo XII se libraron tres batallas que podrían llamarse decisivas. Las Navas de Tolosa, en 1212, decantó a favor del campo cristiano el forcejeo por los valles del Guadiana y el Tajo que caracterizó el siglo XII peninsular. La llamada reconquista iba así a alcanzar su conclusión en la primera mitad del siglo XIII, salvo por el enclave del reino de Granada. Bouvines, en 1214, convirtió al reino de Francia en la potencia predominante de Occidente durante el siglo XIII, asegurando su supervivencia frente a las apetencias del reino de Inglaterra y del Sacro Imperio Romano Germánico. La tercera batalla, Muret, librada en 1213 y narrada en el libro citado de Martín Alvira, aseguró que el Languedoc iba a ser una parte de Francia y no una posesión del reino de Aragón, que había tejido una densa red de vasallaje, durante la segunda mitad del siglo XII, entre los condados y ducados al norte de los Pirineos
Muret es una batalla que me ha fascinado desde que oí hablar de ella, siendo joven, mientras que las Navas me ha resultado algo indiferente. Por utilizar una frase hecha, la cabeza me estalló al saber lo que había ocurrido allí. No fui el único, ya que nuestra derecha nacionalista ha tenido graves problemas para aceptar y justificar el resultado de ese combate. De hecho, José María Pemán, en ese engendro historiográfico que se llama La Historia de España contada con sencillez, consiguió el milagro de narrar la batalla sin contarnos nada de ella. ¿La razón? Sus convicciones nacionalcatólicas eran incapaces de aceptar y asimilar que uno de los héroes de la jornada de Las Navas contra los musulmanes, el rey cruzado de Aragón Pedro II, hubiera podido morir al año siguiente luchando contra otros cruzados al mando de Simon de Monfort. Defendiendo, ni más ni menos, a los herejes albigenses del Languedoc, vasallos de Aragón, que habían sido condenados por el Papa.