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martes, 20 de agosto de 2019
jueves, 5 de julio de 2018
jueves, 25 de enero de 2018
martes, 6 de diciembre de 2016
Fuego
Sosteniendo mis pechos
entre las manos, silenciosamente
descorro el velo del misterio
¡Aquí hay flores
de un intenso color escarlata!
Yosano Akiko, Midaregami (Pelo enredado)
entre las manos, silenciosamente
descorro el velo del misterio
¡Aquí hay flores
de un intenso color escarlata!
Yosano Akiko, Midaregami (Pelo enredado)
La siguiente poetisa que he leído estos meses de otoño ha sido la japonesa Yosano Akiko. No ha sido un descubrimiento reciente, ya sabía de ella y de su obra desde hace una década, aunque no recuerde como fue que llegué a enterarme de su existencia. Lo que sí he aprendido esta vez, y que la hace más excepcional, son sus circunstancias biográficas. Nacida en el Japón de finales del siglo XIX, en una cultura que caminaba hacia la occidentalización, debiendo decidir por tanto qué conservaba de sus estructuras tradicionales y qué no, Yosano rompió los moldes estrictos según los que debía regirse una mujer japonesa de aquel entonces... y de la inmensa mayoría del mundo.
No es ya que decidiera ser escritora - y de poesía prohibida,, como ya veremos -, es que su vocación fue acompañada de un deseo de independencia, que la llevó a romper con su familia y seguir su propia camino sin tener que responder a nadie. Eso en 1900, ni más ni menos. Añádase que esos primeros pasos como escritora independiente, sin haber llegado a cumplir los veinte, se entretejen con la relación adúltera con un escritor ya consagrado como Yosano Tekkan, que pronto derivó en un casi menage a trois con la también poetisa Yamakawa Tomiko. Un trío que se resolverá con la boda concertada de Yamakawa y el matrimonio de Akiko y Tekkan, tras un último viaje de los tres juntos antes de la despedida definitiva.
Por supuesto, lo importante en Yosano no son estas complicaciones románticas, aunque de ellas se nutra toda su poesía posterior. Lo distintivo en su figura es haber sido una de las pioneras del feminismo en Japón, una mujer que defendió la igualdad de su sexo a capa y espada, junto con el derecho a vivir la vida de la manera que se le antojase, sin tener que responder ante nadie. Pero sobre todo y ante todo, la libertad de poder expresarse sin ataduras, para mostrar así sus sentimientos íntimos, sus deseos y apetencias personales sin miedo ni vergüenza. Hablar sin miedo y sin tapujos de como veía ella el mundo y lo experimentaba, rompiendo así con los moldes impuestos por morales arcaicas o imperativos sociales.
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