Mostrando entradas con la etiqueta pintura flamenca. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pintura flamenca. Mostrar todas las entradas
viernes, 2 de abril de 2021
martes, 22 de octubre de 2019
Ocasiones desaprovechadas
En los últimos años, el panorama expositivo madrileño se ha visto ampliado con las muestras que Artemisia, un conglomerado artístico italiano, organiza en el Palacio de Gaviria, recuperado y restaurado para esas ocasiones. Debería alegrarme, -todo nuevo espacio expositivo es bienvenido- pero les confieso que tengo sentimientos encontrados. Empezaron muy fuertes, con Escher y el Surrealismo, aunque sin esconder que buscaban apelar al público y los recientes cambios de gusto. Así, entre medias tiraron de Mucha -que empacha y astraga como los dulces en grandes cantidades- para continuar con Tamara de Lempicka. Una exposición, esta última, muy loable, ya que recuperaba a una pintora valiosa, por desgracia famosa por razones extrapictoricas, pero que en su selección de piezas acababa por ser un injerto entre almacén de Ikea y planta de moda del Corte Inglés. Con poca pintura, mucho vestido y demasiado mueble.
Tras haber estado centrada en la modernidad, Artemisia ha vuelto la vista a los antiguos maestros, en concreto a la pintura flamenca de los siglos XVI y XVII. La nueva muestra tiene de nombre Bruegehel, Maravillas del arte flamenco, y se propone trazar la historia de esa larga dinastía de pintores, central en la evolución del arte europeo de esa época, y con varias figuras notables entre sus filas, más allá de su fundador. Para que se hagan una idea, primero tenemos a Pieter Brueghel el Viejo, el más famoso de todos, creador de una serie de imágenes icónicas que figuran en todas las historias del arte. No sólo por su carácter de símbolo reconocible al instante, sino por la riqueza de su detalle y la calidad de su pincelada. Digno cierre a ese miniaturismo obsesivo, creador de un realismo asombroso por vía de la microscopía -y no la perspectiva, como el Renacimiento Italiano-, que había caracterizado el arte flamenco desde los van Eyck.
sábado, 26 de noviembre de 2016
Rutas Secundarias
![]() |
Bodegón de Clara Peeters |
En el museo del Prado se pueden visitar ahora tres exposiciones notables. Cada una de ellas justificaría la visita a nuestra principal pinacoteca, así que se pueden imaginar el privilegio cuando tenemos tres compartiendo tiempo y espacio. No les voy a hablar ahora de la titulada Metapintura, pues creo que sus luces y sombras, sus aciertos y errores, su conexiones y contradicciones necesitan de un espacio mayor, así que me centraré en las otras dos: la dedicada a la holandesa Clara Peeters y la que recorre la producción dibujistica de Ribera.
Sobre Peeters, se ha hecho mucho ruido mediático sobre que es la primera vez que el museo acoge una exposición monográfica dedicada a una pintora. Más que un motivo de alegría, debería considerarse una llamada de alerta - y un ejemplo de la ignorancia e hipocresia de nuestros medios informativos -, puesto que perdidos entre las salas del museo figuran cuadros de al menos dos otras artistas de talento, que yo recuerde: La italiana Sofonisba Anguissola y la alemana Angelica Kaufmann. Quizás, en sus periódicas catas de la colección, el Prado podría considerar rebuscar en sus fondos y obsequiarnos con una exposición colectiva dedicada a sus inquilinas. Alguna gran sorpresa seguro que habría.
martes, 5 de julio de 2016
El mundo entero
![]() |
Hieronymus Bosch, El Bosco, El jardín de las delicias |
Lo primero, un fuerte reproche al Museo del Prado, que ha aprovechado la ocasión de la retrospectiva de El Bosco para subir el precio de las entradas a 16 Euros. No se si darán cuenta que con esta medida se están convirtiendo en un coto cerrado para turistas despistados, visitantes que vendrán una vez porque estaba en el paquete que contrataron y ya no volverán, mientras que imposibilitan el acceso a los que nos gustaría ir más a menudo, para disfrutar y conocer su amplísima colección. Ahora bien, dado que en los últimos años todas las instituciones culturales están cobrando por la entrada a las exposiciones temporales que organizan, está cada vez más claro que el arte se considera de nuevo un lujo de las élites, al menos de aquéllas que puedan pagárselo y comprar los abalorios pertinentes.
Luego no se quejen si el arte y la cultura son odiados y despreciados por la mayoría de la población. Mejor dicho, ignorados como algo inútil en la vida diaria, como una pérdida de tiempo y de dinero.
Volviendo a la exposición de El Bosco. Uno está aconstumbrado a exposiciones multitudinarias, donde hay que hacer cola para ver los cuadros, con la consiguiente degradación en la visión de los mismos; pero ésta se lleva la palma, de manera que la primera vez que fui tuve que irme sin poder ver alguna de las pinturas... o sin haber llegado a apreciar otras por entero. Ocurre que el Bosco es uno de esos pintores que conoce hasta el más ignorante y que gran parte de la gracia de su pintura es explorar el inagotable mundo de criaturas, monstruos y espantos que pueblan sus cuadros, así que en esta exposición no sólo están garantizadas las multitudes, sino que los visitantes se van a quedar mucho, mucho tiempo frente a las obras, ocasionando esos atascos a los que me refería.
No sé muy bien como se podría solucionar esto y me da que al Museo del Prado le da un poco igual, ya que va a llenarse bien la bolsa con estas multitudes de visitantes. Eso sí, tengo la impresión de que pocos se van a ir habiendo aprendido a conocer mejor a este pintor y que lo único que va a recordar la mayoría son las incomodidades que sufrieron para ver a este pintor tan raro, tan extraño y tan incomprensible... y por eso mismo tan fascinante.
sábado, 2 de mayo de 2015
El mal de Stendhal
![]() |
Descendimiento, Roger van der Weyden |
Inciso: No me extraña que el director del futuro museo de las colecciones reales quiera llevarse esta obra - y alguna otra como el jardín de las delicias de El Bosco o el Lavatorio de Tintoretto -. Claramente quiere una garantía de que su museo vaya a ser visitado por alguien, preferentemente hordas de turistas. Como pueden imaginarse me opongo frontalmente a esta maniobra, por lo que tiene de desmembramiento de un museo paradigma, sólo para servir al capricho de un recién llegado. O como dice el refrán, desvestir a un santo para vestir a otro.
Retomando el hilo: ¿Qué tiene de grande ese cuadro? Pues primero que es un cuadro definitivo, de esos que un pintor sólo pinta una vez en la vida y que te mueven a buscar en toda su obra algo similar, aún sabiendo que será imposible, porque algo así no volverá a repertise, por muy excelso e inspirado que sea ese creador.
Sí, pero no has respondido. ¿Qué tiene de grande ese cuadro?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)