Ya sabrán de mi admiración por la política de exposiciones del MNCARS. Desde hace ya por lo menos una década, se ha embarcado en trazar la historia del arte occidental de 1950 hasta el presente, un tiempo que, en la memoria del aficionado, suele quedar bastante borroso, cuando no confuso. Fuera de algunos hitos esenciales, el expresionismo abstracto de Pollock y Rothko, o el pop de Warhol y Rauschenber, el resto suele quedar reducido a un batiburrilo de fenómenos contradictorios que no llegan a emular los logros de la vanguardia plena. Aquella que dominó Europa de 1880 a 1940, que fue combatida por los totalitarismos de izquierda y de derecha, y que ahora ha adoptado los ropajes de un nuevo clasicismo. Otra nueva síntesis, por tanto, frente a la del renacimiento y el barroco.
Sin embargo, esa aparente caída en la calidad - y repercusión - del arte contemporáneo es sólo ilusoria, como bien viene demostrando el MNCARS en sus exposiciones. En concreto, durante este verano, con cuatro muestras que voy a tener que comentar muy superficialmente, a pesar de su importancia. La más relevante, por su cercanía, es la dedicada al NSK, Neue Slovenische Kunst o Nuevo Arte Esloveno, cooperativa artística fundada en ese país en los años 80 y formada por tres facciones, Laibach, grupo de rock industrial cercano al punk, IRWIN centrado en las artes plásticas y SNST (Teatro de las hermanas de Escipión Násica), en las artes escénicas y que luego se reencarnó en el Teatro Cosmocinético Piloto Rojo y el en Gabinete Cosmocinético Noordung.